Cerebro
Al día siguiente.
–Ayer la conferencia de paz se vio interrumpida por unos misteriosos asaltantes, de naturaleza desconocida para la humanidad. La nación está sumida en una histeria colectiva con la pregunta: ¿de dónde vienen? ¿Volverán a aparecer? Y sobre todo, ¿son amigos o enemigos? –comentó el presentador de las noticias.
–¿A qué nos enfrentamos? –inquirió el nuevo Presidente–. Extraoficialmente.
–Hace dos días, este hombre, Erik Lehnsherr –comenzó a decir uno de los hombres que se encontraban en la estancia, dejando un fichero sobre la mesa con al foto del manipulador de metal–, escapó de una cárcel de máxima seguridad dentro del Pentágono. Creemos que esta mujer –señaló a Mística–, tuvo algo que ver en el pasado con Lehnsherr. Sabemos que estuvieron juntos en Cuba, el día de la crisis del sesenta y dos. También sabemos que había otra persona de gran importancia allí... Alguien con habilidades incluso más peligrosas que Lehnsherr, ya que quienquiera que fuese, manipuló y desintegró los misiles que se les lanzaron. –apostilló, enseñando una foto algo borrosa de una joven envuelta en llamas–. Lehnsherr también estuvo implicado en el asesinato de Kennedy.
–¿Y esa... cosa? –inquirió el Presidente, señalando a Bestia.
–No sabemos realmente lo que es. –replicó un militar–. De hecho, no sabemos qué son ninguno de ellos.
–Sí. Sí que lo sabemos. –intercedió Trask, quien estaba presente–. Son mutantes. –les notificó, antes de acercarse a los televisores que mostraban imágenes de los tres mutantes que se habían expuesto en la Cumbre–. Él tiene el poder de controlar el metal. Lo comprobé la última vez: sus armas están hechas de metal. –indicó, observando a Magneto–. Y ella, puede llegar a transformarse en cualquiera. En un general, un agente secreto,... Incluso en usted, señor Presidente. –apostilló, mirando la imagen de Mística–. Podría presentarse en ésta oficina y ordenar un ataque nuclear--ya saben--si quisiese. Y esos son solo dos de ellos. –indicó Trask–. De hecho, la otra persona a la que han mencionado anteriormente podría haberse presentado ayer. Iba con ellos. A simple vista parecía una joven normal, pero la vi usar telequinesis como si nada. Creo –aseguró–, que ella es quien manipuló y desintegró esos misiles hace once años.
–¿Y estamos preparados para contratacar? –inquirió el Presidente–. ¿Hay alguna defensa?
–Estaba esperando que me hiciese esa pregunta. –comentó Trask, entregándole un fichero.
–Es... Un programa experimental, señor. –dijo el consejero del Presidente–. Estrictamente extraoficial.
–¿Me está diciendo que esos mutantes están ahí fuera, y nuestra mejor defensa son estos enormes cacahuetes? –preguntó el Presidente con ironía, tras comenzar a leer el fichero acerca de los Centinelas.
–Muchos mutantes tienen nuestro aspecto. Mis Centinelas pueden distinguirlos. –aseguró Trask con confianza–. Tengo ocho prototipos listos para actuar. Están hechos con un polímero especial, sin ningún gramo de metal.
–Quiero hacer una demostración. –sentenció el Presidente tras varios minutos de silencio–. Quiero que el mundo sepa que podemos protegerlo. –indicó, su tono solemne–. ¿Qué necesitas para ponerlos en marcha?
–Ya le di una cifra al Congreso. Desafortunadamente, decidieron cerrarme las puertas. –les comentó–. Ahora va a costar un poco más apretar el botón.
–Lo que sea. –dijo el Presidente.
–Ah, una cosa más: si conseguimos capturarlos por fin, la quiero a ella –indicó, señalando a Mística–, y a ella. –añadió, tomando en su mano derecha la foto de la joven en llamas–. Con fines científicos, por supuesto.
***
En un hospital, una enfermera que estaba atendiendo a una paciente se encontraba viendo las noticias sobre lo ocurrido el día anterior.
–Es terrible. –dijo la enfermera en francés.
–¿El qué? –inquirió la paciente.
–Nacer así. –replicó ella mientras curaba una herida que la paciente tenía en la pierna.
–¿Lo es?
–¿Puede imaginar mirarse al espejo y encontrarse con eso? –preguntó la enfermera, a modo de respuesta implícita.
–Sí, sí puedo. –replicó Raven con un tono apenado.
–¿De dónde cree que viene? ¿Cree que tiene familia?
–Sí. –replicó Raven, recordando a Charles y a (T/n)–. La tiene.
Entretanto, en una habitación de hotel, Erik se encontraba revisando las diapositivas que Trask había llevado a la Cumbre, en las que había planes detallados acerca de los Centinelas, mientras que con una aguja se curaba una brecha que se le había abierto en la parte posterior de la cabeza, provocada por la pelea contra Bestia. Tras observar varias diapositivas, Erik fijó su vista verde en la televisión, donde estaban notificando que acababan de recoger una muestra de ADN de Mística, proveniente de la sangre que había caído al pavimento como resultado de su pelea.
A las pocas horas Erik estaba abordando el metro, cuando un hombre que pedía limosna lo asió y arrastró hasta el interior de un ascensor, cerrándose la puerta. En cuanto lo tuvo inmovilizado, Raven lo amenazó.
–Si veo moverse un solo tornillo, te clavo esto en el cuello, Erik. –indicó, presionando un objeto afilado contra su arteria carótida.
–¿Cómo me has encontrado?
–Me enseñaste bien. –replicó ella–. E incluso hoy, no puedo creer que hayas decidido abandonar de nuevo a (T/n).
–La he elegido a ella. –replicó él–. Debía elegir entre ella y tú. Elegí salvar su futuro.
–No me vengas con esas. –rebatió Raven–. La abandonaste. Ella sufrió por ti, y sigue sufriendo. Explícate.
–Recibimos un mensaje del futuro.
–No me mientas. –recalcó ella cada palabra.
–Nunca lo he hecho y nunca lo haré. –indicó él–. Los humanos utilizarán tu sangre, tus genes, para crear un arma que nos aniquilará a todos. –explicó con calma–. Y (T/n) se verá obligada a sacrificarse para darnos una oportunidad, porque Trask la capturará junto a ti, y la manipularán para matarnos. –apostilló, su voz llenándose de pena al recordar lo que la pelirroja les había contado en el avión–. Solo hice lo que creí necesario para asegurar nuestro futuro.
–¿Y qué me impide a mi matarte ahora y asegurar mi futuro? –inquirió ella, su voz ligeramente vibrante debido a que sabía que, de hacerlo, la telépata se entristecería hasta el punto de morir.
–Nada. –replicó Erik–. Ya nada importa. –apostilló, antes de que su mirada se llenase de remordimiento–. Al menos Charles podrá cuidar de (T/n) y protegerla de Trask. –indicó, mirando a Raven a los ojos–. Tienen tu ADN. Tu sangre estaba en el suelo.
–¿De quién fue la culpa? –inquirió ella de forma retórica.
–Mía. –replicó él–. He visto sus planes: están construyendo un arma, y ahora tienen lo que necesitan para perfeccionarla. Tenemos que atacarlos ya, mientras tengamos ventaja.
–He visto morir a muchos amigos, Erik. –le recordó la rubia–. Y (T/n) y Charles casi mueren por tus ideas. No quiero una guerra. –indicó, su tono nostálgico–. Solo quiero al hombre que los asesinó.
–¡Es una guerra! –exclamó Erik–. ¿Qué te ha pasado? Has cambiado mucho en mi ausencia. –inquirió él–. ¿Eres la Raven de Charles? ¿O eres Mística?
–Yo jamás he sido como tu pensabas, Erik. –replicó ella–. Hice una promesa, y no la pude cumplir. –le recordó, pensando en la pelirroja–. Ahora tengo un nuevo objetivo. Trask es el enemigo.
–Matar a un hombre no es suficiente.
–A ti nunca te bastó. –comentó ella–. Adiós, Erik. –salió del ascensor con presteza y desapareció entre la multitud.
Erik salió del ascensor, tratando--en vano--de buscarla entre la marea de personas.
***
Mansión X
Acabábamos de llegar a casa, con Logan llevándome en brazos puesto que debido a la pérdida de sangre estaba algo débil, sin embargo la herida ya se había curado, dejando una leve cicatriz. En cuanto traspasamos la entrada, mi hermano Charles cayó al suelo gritando de dolor.
–¿Qué pasa? –inquirió Logan mientras yo bajaba al suelo y corría hasta él–. ¿Por qué no puede andar?
–Necesita el tratamiento. –repliqué yo mientras que Hank y yo ayudábamos a Charles a levantarse del suelo. Podía notar que las voces comenzaban a regresar a su mente.
–¡(T/n), puedo oírlas! –exclamó con un tono claramente dolorido.
–Lo sé, tranquilo. –repliqué, sujetándolo en mis brazos, apoyando él la espalda contra la pared.
–¡Ahora lo traigo! –exclamó Hank, desapareciendo de allí a grandes zancadas.
–Eh-eh, contrólate. –le dijo Logan a mi hermano, acercándose mientras que él se agarraba la cabeza–. Esto aún no ha acabado.
–No lo crees en serio. –replicó Charles, lo que me hizo ver que ya comenzaba a recuperar sus poderes.
–¿Cómo lo sabes?
–Cuando éstas se van –replicó, señalando sus piernas–, los poderes vuelven. –se llevó la mano derecha a la sien–. ¡Vuelven esas voces!
–Eh, oye, aún sigo aquí. –indicó Logan mientras mi hermano se quitaba la manga, dejando su brazo al descubierto–. Así que no hemos acabado. Pero te necesitamos, Charles--os--necesitamos. –le dijo–. No podemos encontrar a Raven sin tus poderes, y (T/n) es poderosa, sí, pero podría descontrolarse. –indicó nuestro amigo, segundos antes de que Hank apareciera por allí.
–He puesto un poco más porque te saltaste una dosis. –comentó Hank, mirándome de reojo de forma apenada.
Charles cogió la jeringuilla que le tendía Hank y la observó con ambición. Lo observé con decepción y desesperanza, pues si perdía de nuevo sus poderes por caminar, jamás saldría adelante ni aceptaría que debía seguir adelante.
–Charles... –musitó Logan, su tono visiblemente decepcionado.
Mi hermano nos miró uno a uno, leyendo nuestros pensamientos, y con una expresión de dolor, dejó la jeringuilla en el suelo, lo que me sorprendió por completo. Cuando nuestras miradas se cruzaron le sonreí, agradecida de que aceptase sus decisiones y condición.
–Hank, ¿podrías hacerme un favor? –le pidió a nuestro amigo con un tono suave–. ¿Me ayudas a llegar hasta mi estudio?
–Cómo quieras. –replicó Hank, ayudando a mi hermano a levantarse.
Caminó con mi hermano apoyado en su hombro hasta el estudio, a la derecha de la entrada principal bajo la mirada de Logan. Tras unos segundos, él y yo los seguimos, observando que Hank abría una puerta.
–¿Estás seguro de esto?
–Por supuesto que no. –replicó Charles–. Pero pienso evitar--por todos los medios a mi alcance--que (T/n) utilice a Cerebro y se ponga en peligro. –añadió, observando la silla de ruedas del armario.
***
Industrias Trask
–Esa criatura es extraordinaria. –dijo Trask mientras observaba una muestra del ADN de Mística en su microscopio–. Sus genes podrían albergar la clave de la mutación. –indicó, de pronto muy interesado en esa mutante–. Necesito más.
–Esto es todo lo que pudimos sacar del suelo de París. –comentó Striker.
–Más que sangre, necesito tejido cerebral, LCR, médula ósea,... –le dijo, volviendo su vista al microscopio–. Ojalá los Centinelas pudiesen transformarse, adaptarse a cualquier objetivo. Si pudiera capturarla... –deseó el científico–. Oh, y a la joven telequinética también... Sus poderes de desintegración serían el arma perfecta contra los mutantes. –incluyó con una sonrisa–. Esas chicas nos permitirían avanzar el programa años, décadas en el futuro. –se aseguró a sí mismo, antes de girarse hacia el oficial–. Mayor, ¿qué edad tiene su hijo?
–¿Jason? Cumplirá dentro de poco diez años.
–Le faltan ocho para poder luchar. –comentó Trask–. ¿Y cuántos hijos y hermanos acabamos de repatriar en bolsas? Cincuenta o cincuenta y cinco mil. ¿Y cuántos más en el otro bando? –indicó con un tono serio–. Nunca antes, en toda la historia de la humanidad, ha habido una causa que pudiera unirnos totalmente como especie. Hasta ahora.
–Es evidente que odia a los mutantes, doctor. –se rio Striker.
–No, al contrario. Más bien los admiro por lo que son capaces de hacer. –replicó Trask, caminando a una de las ventanas, donde hay varios camiones–. Veo a los mutantes como nuestra salvación.
–Un enemigo común. –apostilló Striker.
–Una lucha común. Contra el mayor enemigo –replicó Trask con un tono sereno: la extinción. Creo que nuestros nuevos amigos nos van a conducir a una nueva era, Will. Una era de paz. Genuina y duradera.
En ese mismo lugar, los camiones estaban siendo cargados con los Centinelas para su demostración. Erik, quien había logrado infiltrarse en el lugar haciéndose pasar por un obrero, observó los camiones con una mirada decidida.
***
Mansión X
Charles, ya sentado en su silla de ruedas, se encaminó hacia Cerebro, con Logan, Hank y yo detrás de él.
–¿Cuándo estuviste aquí por última vez? –le preguntó Logan a mi hermano, quien parecía nervioso.
–La última vez que buscamos alumnos. –respondí yo–. Hace mucho tiempo.
En cuanto nos aproximamos a la puerta, Cerebro escaneó los ojos de mi hermano.
–Bienvenido, Profesor.
Con calma entramos todos en su interior, siendo ésta la segunda vez que yo veía la máquina, pues jamás había llegado a usarla. Mis ojos se quedaron fijos en el casco, preguntándome si lograríamos hallar a Raven y evitar que hiciera alguna tontería.
–Raven está herida. No podrá ir muy lejos. –indicó Hank, visiblemente preocupado por ella, mientras encendía la máquina. Charles por su parte, tomó el casco en sus manos y sopló, quitándole el polvo.
–Llevo sin ejercitar estos músculos mucho tiempo. –indicó mi hermano, ante lo cual yo posé mis manos en sus hombros.
–"Ánimo hermanito. Confió plenamente en ti." –le dije por mi telepatía, mientras lo observaba ponerse el casco.
En cuanto Charles se colocó el casco, Cerebro comenzó a funcionar, buscando entre todos los humanos y mutantes del mundo a nuestra amiga. Las voces se hacían ahora presentes para Logan y Hank. Voces que pedían auxilio. Las imágenes de las personas comenzaron a girar de forma vertiginosa, casi demencial. Los medidores comenzaron a volverse locos. Esto me estaba comenzando a volver loca. Era demasiado... Demasiado intenso.
–¡Charles! –exclamó Logan, observando que mi hermano perdía el control.
Mi hermano mayor dio un grito desgarrados, y todos los cristales de los medidores estallaron, pues hacía mucho desde que no usaba sus poderes. Tanto, que Cerebro no había podido soportarlo. Se quitó el casco con rapidez, acercándome yo rápidamente a él.
–Charles, tranquilo. –le murmuré en un tono suave, acariciando su brazo–. Estás bien, no te preocupes.
–Voy a comprobar el generador. –comentó Hank, antes de desaparecer de allí.
–¿No es la maquinaria, verdad? –supuso Logan, con acierto.
–No puedo hacerlo. –dijo mi hermano, su voz temblorosa–. Mi psique... No lo soporta.
–Sí que puedes, Charles. –le dije yo, colocándome frente a él–. Solo estás algo oxidado.
–No lo entiendes, (T/n), esa no es la cuestión. –me dijo con un tono nervioso–. Puedo encender interruptores, puedo abrir puertas, pero mi poder está aquí. –se señalo la sien–. Y está roto... Me siento como uno de mis alumnos: perdido. –indicó, dando la vuelta y comenzando a marchar fuera de la sala, levantándome yo y siguiéndolo, junto a Logan–. Fue un error venir aquí. Fue un error liberar a Erik. Todo esto es un maldito error. Lo siento, Logan, pero enviaron al hombre equivocado.
–Es verdad. –dijo Loga, provocando que mi hermano se detenga–. Lo soy. De hecho ibas a venir tú. –apostilló caminando hacia él junto a mi–. Pero yo era el único que. físicamente, resistiría el viaje. Y... No sé cuánto estaré aquí. Pero lo que sí sé –continuó, quedándose frente a mi hermano–, es que hace mucho--o sea--dentro de mucho tiempo –apoyó sus mano en el reposabrazos de la silla de Charles–, yo fui un alumno perdido, y tú liberaste mi mente. Tú hiciste que viese lo que era. Lo que podía ser... Y no sé cómo hacer eso contigo. Tienes razón: no sé. –admitió, antes de dar una mirada hacia mi, quien me encontraba a la izquierda de mi hermano–. Pero sé de alguien que puede. –aseguró, provocando que Charles lo mire, confuso–. Vamos. Entra en mi mente.
–Ya has visto lo que le he hecho a Cerebro. –replicó Charles, su actitud negativa–. No creo que quieras que entre en tu mente.
–No vas a hacerme más daño que el que ya me han hecho. Te lo aseguro. Vamos.
Charles suspiró con calma antes de mirarme, y comprobar que le sonreía con confianza, dándole ánimos. Con algo de temor e inseguridad, mi hermano colocó su mano derecha en la sien de Logan, entrando en su mente.
–Eres un pobre... Pobre hombre. –dijo mi hermano, las lágrimas asomando a sus ojos. Yo también logré ver alguno de los recuerdos de Logan, lo que también me conmovió.
–Mira más allá.
–No, no lo quiero. –se negó mi hermano–. No soporto tu dolor. No quiero tu futuro.
–Ve más allá de mi futuro. –lo apremió Logan con calma–. Busca en tu futuro.
Charles no dijo nada, pero noté que comenzaba de nuevo a rebuscar entre los recuerdos de Logan, centrándose en los que lo atañían a él.
–Eso es. Así.
***
Charles abrió sus ojos, encontrándose en un lugar desconocido para él. Todo estaba petrificado en el tiempo. Se levantó de la camilla, y observó sus alrededores. Vio a un hombre en silla de ruedas y a uno de pie, a su espalda. No tuvo apenas que pensar quienes eran, pues sus identidades estaban claras. Con calma, observó de nuevo su alrededor, comprobando que Logan estaba tendido en la camilla, y se colocó frente a su yo futuro.
–Charles... –dijo el Charles del futuro, lo que provocó que el joven se sorprendiese.
–Charles. –dijo el joven, sonriendo–. Así que acabamos de éste modo. Erik tenía razón: la humanidad nos hace esto.
–No si le enseñamos un camino mejor. –replicó el mayor.
–¿No has perdido la esperanza?
–Solo porque alguien tropiece y pierde el rumbo, no implica que sea un caso perdido. –replicó el mayor–. A veces solo necesitamos un poco de ayuda.
–Yo ya no soy el hombre que fui: abro mi mente, y entonces siento que me sobrepasa. –le indicó el joven.
–Tienes miedo, y Cerebro lo sabe bien. –comentó con un tono sereno.
–Todas esas voces... Es mucho dolor. –dijo el joven, las lágrimas apareciendo en las cuencas de sus ojos.
–No es su dolor lo que te asusta. –indicó, mirándolo a los ojos–. Es el tuyo, Charles. Pero aunque parezca aterrador, el dolor te hará más fuerte. –comentó con una sonrisa–. Pero si consigues sentirlo como tuyo, aceptarlo, te hará más poderoso de lo que te puedas imaginar. Ése es el mayor don que tenemos. –aseguró el Charles del futuro–. Soportar el dolor de otros sin derrumbarnos, y nace del dolor más humano que existe: la esperanza.
Tras aquellas palabras, el joven Charles comenzó a ver retazos de los recuerdos de su yo del futuro. En ellos pudo ver a varios de sus alumnos. Entre otros recuerdos, observó a una joven de cabello pelirrojo y ojos verdes, quien corría hacia sus padres. No pudo distinguir el rostro de éstos, pero sintió una gran familiaridad con ellos.
–Por favor, Charles, necesitamos que no pierdas la esperanza. –le dijo su versión futura con un tono sereno.
***
Mi hermano de pronto parecía muy conmovido, y se reclinó en su silla tras dejar de leerle la mente a Logan.
–¿Has encontrado lo que buscabas? –inquirió Logan, observando a mi hermano a los ojos, quien de pronto no tenía palabras. Él me dirigió una mirada afectuosa.
–Ya vuelve a funcionar. –dijo Hank, apareciendo por allí, una vez restauró la energía.
–Sí... Ya funciona. –dijo mi hermano, provocando que tanto Logan como yo sonriésemos.
***
Erik, quien había seguido el tren de mercancías en el que acababan de trasladar los contenedores de los Centinelas, se colocó en las vías, y usó sus poderes para impulsarse hacia el tren, cayendo en su techo. Con calma, comenzó a manipular el metal de las vías, insertándolos dentro de los circuitos de los Centinelas, para así, poder controlarlos a voluntad.
***
Aeropuerto de París
Raven se encontraba sentada en uno de los bancos del aeropuerto, esperando su siguiente vuelo para completar su misión: matar a Bolívar Trask. De pronto, una mujer se giró hacia ella.
–Raven, detente. –dijo la mujer–. Deja de huir.
–¿Charles? –inquirió ella, preocupada–. ¿Dónde estás?
–He vuelto a casa, y tú deberías. –replicó ella–. Quiero que vuelvas a casa.
–Sé bien lo que debo hacer. –replicó Raven, levantándose del asiento para marcharse de allí.
–Si matas a Trask estarás creando a muchos más como él. –le dijo otro hombre, mientras ella caminaba.
–Entonces los mataré también.
–Esas palabras son de Erik. No tuyas. –replicó un chico con el que se cruzó, chocándose con una azafata a los pocos segundos.
–La chica con la que (T/n) y yo crecimos era incapaz de matar. –dijo la azafata, dejando claro que Charles acababa de tomar control sobre ella–. Era buena, justa, llena de compasión.
–Tengo compasión, aunque no por Trask. –replicó ella–. Mató a demasiados de los nuestros.
***
–Detenla, Charles. Entra en su mente. –le pidió Logan a mi hermano.
–No puedo, casi la pierdo. No soy lo bastante fuerte.
Observé a mi hermano, quien parecía impotente, por lo que suspiré y cerré mis ojos, abriéndose éstos segundos después con fuego cósmico irradiando de ellos.
***
–Raven, por favor. –escuchó la rubia, girándose a su espalda, solo para encontrar a la pelirroja allí–. Sé que no pudiste cumplir tu promesa, sé que lo intentaste. Pero no quiero que por ello y por las ideas de Erik te pierdas en un camino lleno de oscuridad. –le dijo con un tono suave–. Eres mi hermana, Raven. Siempre lo has sido... Y no puedo ver cómo te haces esto a ti misma.
–(T/n) –musitó Raven, sorprendida de verla allí–. No lo entiendes. Tengo que hacer esto.
–Sé lo que ha hecho Trask, Raven. –la cortó la de ojos azules–. Pero matarlo no nos devolverá a los nuestros. Y tú te perderás en los abismos de la oscuridad si sigues con éste plan. –le indicó–. Será un circulo interminable de muertes. Suyas y nuestras... Hasta que no quede nadie. –su voz era más suave–. Pero podemos evitarlo. Nosotras, Raven. Juntas contra el mundo, como siempre decíamos. Solo tienes que volver a casa.
–Tengo que hacerlo, (T/n). –negó con la cabeza Raven–. Pero cuando lo haya hecho volveré. Te lo prometo. –indicó antes de sonreír–. Y ésta es una promesa que no incumpliré. –apostilló, antes de continuar caminando, desvaneciéndose la imagen de la pelirroja.
***
Mansión X
Charles se quitó el casco y me observó, sus ojos abiertos como platos. Yo acababa de cerrar mis ojos, el fuego cósmico desapareciendo, cuando me sentí mareada, comenzando a sangrarme la nariz. Hank me entregó un pañuelo rápidamente, que usé para detener el sangrado.
–Increíble... –musitó Hank–. (T/n) no ha usado a Cerebro, y sin embargo ha logrado llegar al mismo lugar que Charles. –se maravilló.
–En efecto. –concedió Charles–. Sabía que mi hermana era poderosa, pero esto me ha sorprendido incluso a mi. –sonrió–. Tienes la mente más prodigiosa que he conocido, hermanita. Aún no has desbloqueado todo tu potencial, pero sé que pronto lo harás, y cuando lo hagas –me cogió las manos–, no habrá nada ni nadie que pueda impedirte la entrada.
–Ni siquiera el casco de Erik. –apostilló Logan, provocando que sonriese–. ¿Dónde está?
–En un aeropuerto, subiendo a un avión. –repliqué.
–¿Hacia dónde? –me preguntó Logan.
–Hacia Washington. –apostilló mi hermano, mirándome con una sonrisa cómplice.
–Chicos, tengo algo que enseñaros. –nos dijo de pronto Hank, quien parecía haber recordado algo importante.
Rápidamente, y sin apenas tiempo para comprender qué pasaba, seguimos a Hank hasta su laboratorio.
–He programado el sistema que diseñe, para que grabe todas las noticias de París en tres canales. Más el público. –nos explicó, entrando a una estancia llena de pantallas.
–Tres canales. Wow. –comentó Logan, provocando que me ría.
–Sí. –afirmó Hank–. Mirad lo que he encontrado. –nos indicó, señalando una de las emisiones.
–Mañana, ante la Casa Blanca, el Presidente hará un anuncio. Comparecerá junto al Secretario de Defensa, y contará además con la ayuda del conocido científico, Bolívar Trask. Su consejero especial en la lucha contra los mutantes. –dijo un reportero que cubría las noticias de Washington. Hank paró la grabación en ese momento.
–Raven no se da cuenta de que si mata a Trask en un evento como éste, ante los ojos de todo el mundo... –comenzó a decir mi hermano.
–Habré hecho éste largo viaje para nada. –apostilló Logan.
–Sí, y hay más malas noticias. –nos informó Hank–. He oído que encontraron restos de su sangre en París, y al parecer ya disponen de su ADN, que es cuanto necesitan.
–Para crear los futuros Centinelas. –finalicé yo con una sombría expresión en mi rostro.
–Una teoría en física cuántica dice que el tiempo es inmutable. Es como un río: tiras una piedra y creas una honda, pero la corriente siempre se corrige. Hagas lo que hagas, el río siempre fluirá en la misma dirección. –dijo Hank, su humor también habiéndose ensombrecido.
–¿Qué intentas decir? –preguntó Logan.
–Que, ¿y sí la guerra es inevitable? ¿Y si el destino es matar a Trask, si básicamente esa es su esencia?
–Solo porque alguien tropiece y pierda el rumbo, no implica que sea un caso perdido. –comentó Charles, su tono esperanzado, lo que provocó que Logan lo mirase–. No, no creo esa teoría, Hank. Y no creo que esa sea su esencia. –le indicó con un tono sereno–. Prepara el avión. Nos vamos a Washington.
Las palabras de mi hermano me hicieron sonreír, ya que ahora volvía a ver a mi hermano como era antes: entusiasta, y positivo. El que nunca se daba por vencido pese a las adversidades. Pareció que sentía mi alivio y felicidad, porque me miró y dedicó una sonrisa dulce, como las de antaño.
–"Perdona que haya tardado tanto en quitarme la venda de los ojos, (T/n)." –me dijo telepáticamente.
–"No pasa nada, hermano... Lo importante es que has vuelto a ser tú mismo." –repliqué, una sonrisa plasmada en mi rostro.
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