Causa y planes de discordia
Centro de Investigación de la CIA
Los nuevos mutantes acababan de reunirse todos juntos en una sala especial para ellos, que contaba con dos paredes traslucidas: una orientada al patio interior y otra orientada al césped de las instalaciones.
–Necesitamos nombres en clave. –dijo Raven–. Ahora somos agentes del Gobierno. Deberíamos tenerlos. –comentó con una sonrisa–. Yo me llamaré Mística.
–¡Mierda, yo quería llamarme Mística! –exclamó uno de los chicos de la estancia.
–Te aguantas. Me lo pido yo. –comentó la metamorfa antes de cambiar al aspecto de aquel joven, sorprendiendo a todos los de la sala–. Y soy mucho más misterioso que tu.
–Ha sido genial... –comentó la otra fémina de la sala, a excepción de Hanon.
–Darwin, ¿tú qué dices? –le preguntó Raven.
–Bueno, Darwin ya es un apodo, y, en fin, no me va mal. –replicó el joven de piel oscura–. Por lo de la adaptación. –comentó antes de levantarse y dirigirse a una pecera cercana–. Fijaos en esto. –les indicó antes de meter la cabeza, donde escasos segundos después, unas branquias aparecieron en sus mejillas.
–Es increíble... –comentó Hank.
–Gracias, gracias,... –dijo Darwin–. ¿Y tú qué, chica de pelo azul? –preguntó, dirigiendo su mirada hacia la mejor amiga de la hermana de Xavier. Ante su pregunta todos se la quedaron mirando.
–Es verdad. –comentó Hank–. A diferencia de nosotros, tu sí que has desarrollado más tus poderes, y de hecho, eres la que mejor conoce a (T/n) Xavier de entre todos nosotros.
–Es tal y como tu dices, Hank. –admitió la de pelo celeste–. Yo conozco a (T/n) desde hace mucho mas tiempo que vosotros, y puedo decir sin ninguna duda que no me agrada la idea de que vayáis a marginarla de nuevo. –comentó antes de señalar a la morena que habían reclutado la primera–. Tu en concreto eres la que peor va a tratarla, incluso cuando ya es una de los nuestros.
–¿Qu-qué? ¿De qué estás hablando? –preguntó Darwin al unísono que Raven, nervioso.
–Todos tenéis miedo de sus capacidades, porque es la mutante más poderosa que hay en el mundo en este preciso momento. –sentenció con un tono calmado la joven, provocando que Raven se lleve una mano a la cabeza–. Y no, Mística, no leo la mente como Charles o (T/n)...
–¿Cómo sabías lo que iba a preguntarte? –preguntó Mística.
–Fácil –dijo Hanon–: Porque mi mutación me permite controlar el tiempo. Literalmente podría parar el tiempo en la sala y dejaros paralizados durante horas y horas aquí dentro mientras yo me marchaba a tomar algo. Aunque claro está, eso solo sería por un corto periodo de tiempo, ya que mi límite es la cantidad de personas. –sentenció con un tono calmado, que pronto tomó un cariz más severo–. Otra de mis mutaciones es ver el futuro y lo ocurrido en el pasado. Por eso sé lo que vais a hacerle a (T/n)...
–Pero nosotros no queremos hacerla sentir mal-
–Eso depende de vosotros. El futuro siempre puede cambiar con las elecciones que tomemos. –replicó Hanon, interrumpiendo a Hank–. El futuro que veo en mis visiones es subjetivo. Siempre puede cambiar. Sin embargo, me temo que éste sea demasiado tarde para intentarlo.
La sala se quedó en un incómodo silencio por unos instantes hasta que Darwin decidió romperlo.
–Y... ¿Tienes alguna otra habilidad? –preguntó con cautela, pues las palabras de la joven de pelo azul llevaban de forma clara e implícita una amenaza: escoged con cautela vuestras palabras y actos porque repercuten en el futuro–. Quiero decir, aparte de controlar el tiempo y ver el pasado y el futuro...
–Sí. –contestó ella–. Puedo crear portales a voluntad, ya sea para viajar a otro tiempo en concreto o para desplazarme a otro lugar. –comentó con una sonrisa, pues de pronto los demás mutantes parecían interesados–. Observad. –les indicó antes de levantarse del sofá, extender la mano izquierda, crear un portal de color azul y atravesarlo, cerrándose éste pocos segundos después. Los jóvenes comenzaron a inspeccionar el entorno, cuando observaron a la joven de pelo azul justo en el patio interior, al otro lado del cristal–. Tachán.
–¡Increíble! ¡Es alucinante! –exclamó Darwin mientras estallaba en un caluroso aplauso, junto a todos los demás, observando cómo Hanon regresaba al cuarto–. Creo que hay un nombre perfecto para ti.
–Lo sé. –indicó Hanon–. Seré Chronos. –sentenció con una sonrisa–. Y sí, sabía que ibas a sugerir eso.
–¡Dios! ¡Eres alucinante! –exclamó Hank.
–¿Y tu? –le preguntó Mística al chico en el que se había transformado con anterioridad.
–Yo quiero llamarme... Banshee.
–¿Por qué llamarte como un espíritu aullador? –preguntó Hank, interesado.
–Deberíais taparos los oídos. –les aconsejó, antes de colocarse frente a la mesa con la intención de romper unos vasos que había en ésta, sin embargo, cuando soltó aquel silbido, rompió el cristal del patio interior–. ¿Cómo he podido fallar? –se preguntó, mientras los demás mutantes, a excepción de Chronos, se carcajeaban y sorprendían.
–Mi nombre artístico, es Ángel. –comentó la mujer morena antes e levantarse del sofá, quitándose la cazadora, y desplegando sus alas como las de una libélula–. Y me cuadra.
–¿¡Puedes volar!? –exclamó Mística.
–Ajá. –le respondió Ángel–. Y... –dijo antes de lanzar una bola de ácido, que impactó en la cabeza de la estatua que había en el patio.
–¡Es fantástico! –exclamó Hank, alucinado por aquello.
–¿Y tu nombre? –le preguntó Ángel.
–¿Qué tal pie-zancos? –preguntó a modo de broma Alex Summers.
–Ya sabes lo que dicen de los tíos con pies grandes. –indicó Mística, saliendo en su defensa–. Y los tuyos son diminutos...
–Bueno, ya vale. –dijo Darwin intentando poner paz–. Alex, ¿cuál es tu don?
–Eh... No es... No puedo mostrarlo aquí. –comentó el chico rubio con un tinte claro de temor.
–No deberías dudar. –comentó Hanon antes de mirarlo a los ojos–. Vas a salir al patio de todas formas a mostrarnos tu mutación. No habrá peligro, te lo garantizo.
–Gracias, Chronos. –le dijo Alex con una sonrisa, lo que hizo a la joven ruborizarse ligeramente, antes de caminar hasta el patio, colocándose a una distancia cautelosa de la estatua y el cuarto–. Cuando os diga, agacharos. –les indicó a sus compañeros, quienes se asomaban por un lateral para verlo, excepto Chronos, quien decidió marcharse de la estancia, pues quería dormir–. Echaros atrás. –les indicó Alex, al ver que volvían a asomarse tras haberse apartado–. Como queráis... –indicó antes de formar unos anillos rojos de energía, lanzándolos contra la estatua, partiendo ésta en dos y dejando el patio algo destrozado, pues no lo acababa de controlar.
***
Moira acababa de entrar al despacho de su jefe, pues éste la había llamado para comunicarle algo relacionado con el hombre al que tan desesperadamente querían capturar.
–Según nuestra información, Sebastian Shaw se reúne con el ministro de defensa ruso, en Moscú. –comentó antes de sentarse en la mesa, al lado de la agente MacTaggert–. Adelante. Dígalo.
–No vengo a decirle "se lo advertí". –indicó Moira–. Ya sabe por qué vengo.
–Sí, ya. –replicó su jefe con un tono sereno, que aún tenía un tinte de ironía–. Quiere utilizar a sus mutantes. Pagarle con la misma moneda... Es lógico.
–Espere, ¿va a autorizar eso? –preguntó Striker, visiblemente molesto–. ¿Enviar a una panda de bichos raros sin entrenamiento?
–Esos bichos raros son personas entregadas y trabajadoras. –comentó el agente de la CIA, en cuyas instalaciones se encontraban los jóvenes que habían reclutado.
***
Al cabo de un tiempo, Charles, Erik y yo llegamos al centro de investigación, pues Moira acababa de contactarnos por un asunto urgente relacionado con Sebastian Shaw. Nos encontrábamos caminando por uno de los pasillos que nos llevaría a la sala donde estaban los demás reunidos.
–El avión sale dentro de una hora. –nos dijo Moira.
–Esos críos no podrán enfrentarse a Shaw. –comentó Erik antes de mirarme de reojo–. Lo siento, (T/n), pero tu tampoco estarías a su altura...
–¡Pero he estado trabajando mucho, Erik! ¡Me he estado esforzando por mejorar! –exclamé, visiblemente ofendida, deteniéndome frente a él, mirándolo a los ojos.
–(T/n), Erik no niega que no hayas estado trabajando duro, pero por una vez debo estar de acuerdo con él. –me dijo mi hermano, lo que provocó que lo mirara con una expresión enfadada–. Esta vez deberás quedarte aquí. –me aconsejó, ante lo cual fui a abrir la boca para protestar, pero Erik fue quien me detuvo en aquella ocasión.
–Entiéndelo. –me insistió–. Es demasiado peligroso. Aún no dominas por completo tus habilidades, y no podemos arriesgarnos a que te maten. –me recordó, lo que hizo que agachara el rostro, apenada–. Eres muy importante para varias personas, y no creo que quisieras entristecerlas, ¿me equivoco?
Ante esa pregunta negué con la cabeza, aún con el rostro agachado.
–No te preocupes. –me calmó Charles–. Estaremos bien. –me aseguró, mientras posaba una mano en mi hombro derecho–. Era por eso por lo que querías acompañarnos, ¿verdad? Porque te importamos y estás preocupada...
–Sí... –musité.
–Hey... Tranquilízate, pequeña Xavier. –me dijo Erik, posando sus dedos en mi mentón, para después levantar mi rostro de forma suave. Notaba que se encontraba impaciente por marcharse, y creía que esto era una pérdida de tiempo, pero a pesar de eso, se estaba molestando en calmar mis nervios–. Me aseguraré de traerte a tu hermano de una pieza, te lo prometo.
–"Más te vale hacerlo, Erik... Es una promesa, y yo nunca perdono a nadie que incumpla una que se me han hecho" –le dije telepáticamente, ante lo cual, él no tardó en responderme.
"No te preocupes (T/n), considero a Charles como mi propio hermano. No dejaré que le ocurra nada... Y a ti tampoco"
Cuando escuché aquella réplica por su parte no pude evitar sonreír y asentir, antes de secarme las lágrimas con la manga.
–Ambos regresaremos. Prometido. –me dijo Charles sonriéndome con confianza y tranquilidad, antes de tomar mi mano y continuar caminando junto a mi, Erik, y Moira–. Respecto a tu comentario de antes, Erik... Creo que te sorprenderán. –mencionó Charles antes de doblar una esquina–. Son unos jóvenes excepcionales. –comentó mi hermano antes de que camináramos al patio interior, encontrando una escena de lo más variopinta: los demás mutantes estaban bailando y pasándoselo bien, como si se tratara de una fiesta. Raven bailaba sobre la mesa, y Hank por su parte se había colgado de la lámpara del techo. Era todo muy decepcionante para mi hermano, cuyo rostro vi que se convertía en uno de pesadumbre.
–¿Qué ocurre aquí? –preguntó Moira con un tono sereno, observando a los mutantes que estaban de fiesta.
Los cuatro caminamos hacia la habitación, observando que el cristal orientado al patio estaba roto por completo. En ese momento sentí la presencia de alguien a mi espalda, girándome para ver quien era.
–Llevan así desde hace unos cuantos minutos... –comentó Hanon con pesadumbre, y noté que estaba en pijama–. Así no hay quien duerma tranquila...
Mi hermano Charles y Erik apenas le dieron una mirada por el rabillo del ojo a mi amiga de pelo azul, antes de volver sus expresiones severas y decepcionadas a los demás mutantes.
–¿¡Qué estáis haciendo!? –exclamó Moira con un tono autoritario, posando sus manos en su cadera. En cuanto los jóvenes escucharon su voz, dejaron lo que estaban haciendo y miraron a los tres mutantes que estaban frente a ellos, pues Hanon había vuelto a desaparecer, y a la agente MacTaggert–. ¿Quién ha roto la estatua? –preguntó, airada.
–Ha sido Alex. –replicó Hank, provocando que éste lo mirara con una expresión molesta por que lo hubiera delatado.
–No, Caos. Tiene que llamarse Caos de nombre en clave. –dijo Raven antes de acercarse un poco a nosotros–. Y hemos pensado que tú deberías llamarte Profesor X. –dijo, señalando a mi hermano telépata–. Tu, (T/n), deberías llamarte Fénix, por el espectáculo que montaste aquella noche. –comentó, provocando que una vez más agachara el rostro y me marchara de allí a grandes zancadas–. Y a ti te va Magneto... –escuché que le decía a Erik, antes de esconderme tras un pilar para escuchar lo que decían.
***
–¿¡Pero qué demonios os pasa!? –les recriminó Moira–. ¿¡Es que aquí los únicos que trabajan son Charles, Erik y (T/n)!? ¿¡Eh!?
–¡Ella tampoco es tan importante! –le rebatió Ángel–. Por lo que sé, era una simple humana hasta hace poco, que incluso nos despreciaba y envidiaba por ser diferentes. –comentó con una lengua viperina–. No trabaja tan duro. No ha pasado por todos aquellos problemas que nosotros, a diferencia de ella, hemos tenido que soportar. –les indicó a los dos hombres y a Moira–. ¡Además solo le hacéis la pelota porque es la hermana de Charles! ¿Acaso sus poderes valen más que los nuestros? ¡Ella no es como nosotros, y nunca lo será! ¡Era una humana, y va a seguir siéndolo!
–¡Bueno, ya basta! –exclamó Erik, los objetos de la estancia que estaban hecho de metal doblándose en formas extrañas–. (T/n) al menos ha trabajado duro para intentar adaptarse a nosotros, no como nosotros, que la marginábamos de nuestras conversaciones. Así que no te atrevas a decirme, jovencita, que ella no se esfuerza para mejorar y superar sus límites. –la aleccionó el manipulador de metal–. Es más, estás en lo cierto: sus poderes valen mucho más que los de cualquiera de nosotros juntos, incluso que los de cualquiera del mundo, ¿y sabéis por qué? Porque no han despertado en ella cuando era una niña, porque ha sufrido la discriminación que los humanos dan a los mutantes en su propia piel al no ser como nosotros, por trabajar duro para mejorar unos poderes que hasta hacía poco no tenía, pero por encima de todo, por tratarnos siempre con respeto y amabilidad, incluso cuando le hacíamos daño. –comentó con un tono que indicaba que admiraba la fuerza de esa joven–. Si esto es lo que pensáis de ella, si no podéis aceptarla, entonces no sois tan excepcionales como creía. –les indicó antes de comenzar a caminar para marcharse, deteniéndose al escuchar la réplica de Ángel.
–¡Sus poderes son los más peligrosos de aquí! ¡Ella no sabe controlarlos y podría matarnos a todos! –exclamó la joven de cabello oscuro–. ¿¡Casi la matan, y pretendes que convivamos con ella!? ¡Ni lo sueñes!
Erik dejó correr aquel comentario, pues sabía que si decía cualquier otra cosa, la ira que sentía acabaría por desbordarse. Tras dar unos pasos, el manipulador de metal observó a la joven telépata, la hermana de Charles, justo detrás de uno de los pilares: lo había escuchado todo.
***
Lo escuché todo. Escuché todo lo que Ángel y Erik dijeron sobre mi... No podía soportarlo más: no quería ser la causa de la discordia entre ellos. Si tanto me odiaban por ser lo que era ahora a pesar de mis esfuerzos... No tenía sentido que me quedara por las instalaciones. Ángel tenía razón: podría matarme a mi y a todos los que estuvieran conmigo. Incluso a aquellos que tanto me importaban, como Erik, Charles o Raven... Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, y cuando alcé el rostro, vi que Erik me estaba observando desde la distancia. Acababa de darse cuenta de que había permanecido ahí todo el tiempo, escuchándolos. La expresión en su rostro era una de extrema pena, mezclada con algo que no pude identificar, pues en cuanto tuve la oportunidad, salí corriendo de allí hacia mi cuarto. Cerré la puerta de un golpe y coloqué el pestillo. No quería salir. No quería volver a hacer daño a alguien. No quería ser así... Ya no.
***
Retirada Militar Rusa
Erik y Charles acababan de llegar a Rusia junto a Moria, con el fin de localizar a Sebastian Shaw y atraparlo de una vez por todas. Sin embargo los pensamientos del manipulador de metal no dejaban de rondar sobre el rostro triste y desolado de la hermana de su compañero, ante lo cual Charles lo miró con simpatía, pues había visto también a (T/n) y se encontraba preocupado, pero debían centrarse en la misión que tenían ahora entre manos. Ambos iban en la parte trasera de un camión, con otros cuantos agentes de la CIA, armados. En ese momento, Moira dio un leve golpe a una pared deslizante que conectaba el interior del camión con la cabina de conducción.
–Tenemos un problema. –dijo el conductor del camión.
–¿Qué? –preguntó Charles.
–Lo siento: esto no estaba en el mapa. –les dijo Moira, a la par que el telépata se inclinaba para ver un control armado de militares rusos justo delante.
–Pase lo que pase, normalidad. Yo me encargo de todo, ¿vale? –les indicó Charles con un tono sereno, antes de deslizar la pared y volverse hacia los que los acompañaban–. Bien, escuchad...
En ese momento el camión tuvo que detenerse en el control, y uno de los militares habló al conductor en alemán, exigiéndole que abriera las puertas del camión, para ver qué transportaba. Al ver que los hombres comenzaban a cargar sus armas y apuntar a la puerta, Charles se levantó y colocó su mano en su sien.
–Eh, tranquilos. No os pongáis nerviosos. –les indicó mientras utilizaba sus poderes, tratando de calmar a sus compañeros.
En ese momento, el conductor del vehículo, quien era otro agente de la CIA, abrió las puertas del camión, dejando que los militares rusos echaran un vistazo dentro, ante lo cual, no pudieron ver nada en su interior, ya que Charles estaba proyectando una visión del camión vacío. Tras unos segundos cerraron la puerta, y el telépata suspiró aliviado, sentándose de nuevo, con Erik dándole unas palmadas en la pierna a modo de agradecimiento.
Una vez hubieron pasado el control de seguridad, Charles y el resto estaban a pocos metros del refugio ruso, observando cómo un pequeño helicóptero aterrizaba en la puerta.
–¿Dónde está Shaw? –preguntó Erik algo airado, tras observar con los prismáticos cómo Emma Frost salía del helicóptero, y no el hombre que buscaban.
–No lo sé. –admitió Charles–. Pero si ella es telépata y leo su mente, sabrá que estamos aquí. –comentó antes de colocar su mano en su sien–. Intentaré otra cosa... –dijo antes de controlar la mente de un soldado que se encontraba apostado en la puerta, para poder ver y oír la conversación del almirante ruso y la rubia.
–Shaw se disculpa, pero está indispuesto. Me dijo que viniera en su lugar. –le dijo la telépata al ruso con una sonrisa, antes de acercarse a él–. Y entre tu y yo, cariño, yo soy mejor compañía. –añadió con un tono meloso.
–Pase, por favor. –le dijo el almirante, invitándola a pasar con él.
Charles rompió el enlace mental que había establecido con el soldado y bajó la mano de su sien.
–Él no viene. –comentó con un tono molesto–. ¿Y ahora qué, jefa?
–Ahora nada. Vinimos por Shaw. Se aborta la misión. –le respondió Moira, instantes antes de que Erik la interrumpiera.
–De eso nada. –sentenció con un tono molesto y lleno de rabia.
–Erik. –lo llamó al orden la agente de la CIA.
–Ella es su mano derecha. A mi me basta con eso. –le replicó.
–¿Y que la CIA invada la residencia de un alto oficial soviético? –inquirió MacTaggert con sarcasmo–. ¿Estás loco?
–Yo no soy de la CIA. –indicó Lehnsherr con una sonrisa, antes de marcharse de allí corriendo.
–¡Erik! ¡Erik! –lo llamó Charles, preocupado, sin embargo éste no le hizo ni caso.
A los pocos minutos de que el manipulador de metal desapareciera, Charles, Moira, y el resto de los efectivos de la CIA observaron cómo las alambradas del campo adyacente a la residencia del oficial se movían por si solas, aprisionando, e incluso arrastrando a los militares que estaban apostados, montando guardia.
–Iniciará la IIIª Guerra Mundial el solito. –comentó el agente que había conducido el camión, quien era el compañero habitual de MacTaggert.
–¡Tenemos que hacer algo! –exclamó Moira en apenas un susurro.
–¿El qué? –inquirió el agente–. Nos retiramos.
–¿¡Qué dices!? –exclamó Charles, incrédulo.
Mientras las alambradas que manipulaba arrastraban a los militares, Erik corrió por el asfalto que llevaba a una barrera, levantándola sin apenas esfuerzo gracias a su mutación, continuando su carrera hacia la casa. Cuando los soldados que habían sido apostados en la entrada lo vieron correr hacia ellos, lo apuntaron con sus armas, algo que Erik aprovechó a su favor, ya que tiró de ellas y los hizo caer al suelo. Cuando uno de ellos estaba a punto de levantarse, Erik corrió hasta él y le propinó una patada que lo noqueó, entrando en la casa tras unos segundos.
–Lo siento. No lo abandonaré. –sentenció Xavier antes de mirar a Moira–. Le hice una promesa a mi hermana. –comentó antes de correr hacia la casa.
El manipulador de metal, que ya se encontraba dentro, fue noqueando a cuantos soldados se le ponían por delante, hasta que en un momento dado, se detuvo al escuchar una voz familiar en su mente.
"Sigue por ese pasillo hasta llegar a unas escaleras, Erik. Una vez allí, súbelas y tuerce a la derecha"
"¡(T/n)! ¿¡Qué demonios haces!?"
"¿No es evidente? No puedo ayudaros de forma física, pero puedo intentar ayudaros con mi telepatía"
"Gracias preciosa, pero me va bastante bien sin ayuda"
"Sí... Ya lo veo... Es gracias a tu sigilo que todos esos soldados te han localizado, ¿eh?"
"Vale, tu ganas"
Erik notó como la voz se silenciaba, y trató de recordar las palabras que la joven Xavier le había dicho, caminando con más calma y asegurándose de que no lo pillaran. Entretanto, Charles ya se encontraba cerca de la entrada, donde vio cómo un hombre sufría, atrapado en los alambres que Erik había manipulado.
–¡Por favor, Erik...! –exclamó con pena, antes de acercarse al hombre y hablarle en ruso–. Cálmate. –le indicó, tocando su sien–. Olvida mi rostro. –le ordenó, dejándolo dormido antes de correr hacia el edificio, con la esperanza de reunirse con su compañero.
Cuando ambos mutantes se hubieron reunido, el primero en entrar a la casa le comentó al hermano de la telépata que había mantenido contacto con ella durante unos segundos, y que parecía encontrarse bien, algo por lo que ambos se alegraron, logrando al fin concentrarse en su tarea. Tras seguir las indicaciones que (T/n) les había proporcionado, ambos irrumpieron en la habitación del oficial ruso, encontrando una escena que los hizo mirarse con confusión, pues el oficial se encontraba en la cama, acariciando el aire, lo que indicaba que Emma, quien estaba sentada en el sofá en ropa interior, había creado una ilusión de si misma.
–Buen truco. –la alabó Charles.
–¿Quiénes son ustedes? –preguntó el oficial, una vez se hubo liberado del control mental de Emma. Fue a sacar una pistola cuando Xavier lo detuvo.
–Duerme. –le ordenó con autoridad, haciendolo descansar en la cama.
Emma se levantó de su asiento y se transformó en diamante, observando a los dos mutantes, pero en especial al telépata, pues intentaba entrar en su mente.
–Deja de intentar leerme la mente, cielo. No podrás sacar nada de mi mientras esté así. –les indicó la mujer de diamante antes de sonreír con malicia–. Oh... De modo que el mutante que sentí sí que era tu hermana. Es muy poderosa, es cierto. –comentó, entrando en la mente de Charles–. Todo ese potencial... Me pregunto –dijo antes de mirar a Erik de reojo–: ¿Qué pasaría si se uniera a nosotros? ¿Y si Shaw decidiera experimentar con ella como lo hizo contigo, encanto...?
Aquello pareció tocar una fibra sensible en los dos hombres, que tras mirarse se abalanzaron sobre ella, tomándola de los brazos y estampándola contra el cabezal de la cama que estaba más cerca de ellos, utilizando Erik sus poderes para que el metal la inmovilizara totalmente, agarrándola de las manos.
–No te atrevas a meterla a ella en esto. –amenazó Lehnsherr–. Más te vale decirnoslo: ¿Dónde está Shaw?
Ante la negativa de Emma para darles cualquier tipo de información, el manipulador de metal apretó la mandíbula en un gesto tenso, haciendo que el metal de la cama aprisionara su cuello, comenzando a ejercer cada vez más presión.
–Erik... –le advirtió Charles, no aprobando aquel metodo, a sabiendas de que su compañero pretendía hacer que dejara de estar transformada en diamante. El metal continuó apretando el cuello de la joven, quien también tenía ahora los brazos aprisionados–. Erik basta ya.
–No. Aún no. –sentenció él.
El metal de la cama comenzó a apretar el cuello de Emma con cada vez más fuerza, en parte por la ira que sentía Erik hacia Shaw y la joven que tenía delante, pero también por la ira que sentía al haber amenazado con hacerle daño a la hermana pequeña de Xavier. El metal había comenzado a resquebrajar la piel de diamante de la telépata cuando Erik decidió soltarla, recuperando Emma su apariencia habitual.
–Toda tuya. –le dijo a su compañero–. Ya no volverá a transformarse en diamante. –comentó mientras se servía un poco de vodka, pues todo aquello que había hecho para llegar hasta ese cuarto lo había dejado sediento–. Y si lo hace, ya sabe lo que le espera. –indicó, sentándose en el sofá de la estancia.
Charles asintió y se arrodilló frente a Emma para poder leerle la mente y ver qué planes tenía Shaw: Su objetivo principal era que Rusia colocara misiles en Cuba, donde empezaría el conflicto. Estados Unidos y Rusia comenzarían una guerra a escala nuclear, que se extendería hasta el punto de no retorno: se usaría la bomba atómica. Escuchó cómo Shaw decía con una voz llena de superioridad y orgullo: "Nosotros somos los hijos del átomo. La radiación creó a los mutantes. Lo que acabe con los humanos, solo nos hará más fuertes". Después, esa visión cambió a una mucho más oscura que hizo palidecer al telépata: en ella, su propia hermana era víctima de los experimentos de Shaw, obligándola a usar sus poderes más ocultos, aquellos que se había visto obligado a encerrar en su mente aquel día. (T/n) llegó a usarlos hasta el punto en el que se envolvía en llamas carmesí, y moriría por ello.
–Precioso, ¿verdad? –dijo Emma–. Y tu querida hermana será el inicio y el fin de todo... La muerte encarnada. –comentó con una sonrisa–. Qué irónico: tú que intentas conseguir la paz entre humanos y mutantes, y tu hermana, quien es el arma más poderosa de todas...
–¡Cállate! –exclamó Erik al escuchar que la mujer rubia hablaba de la pequeña Xavier–. Charles, ¿por qué dice eso?
–Es peor de lo que habíamos imaginado. –le respondió su compañero, antes de proyectar en su mente lo que acababa de ver, lo que provocó que Erik se levantara de un salto, alarmado–. Te vienes con nosotros. La CIA querrá interrogarte también. –le dijo Charles a Emma con un tono severo–. Y más te vale que la visión sobre mi hermana no se haga realidad, o no seré magnánimo.
–Lo dudo. Tienen cosas más importantes de las que preocuparse ahora. –sentenció Emma con una sonrisa maquiavélica, lo que provocó que tanto Charles como Erik se miraran y salieran con ella a escape del lugar: ¡Debían llegar al centro de investigación cuanto antes!
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