Capítulo 50
Natalia
Era una fría y grisácea mañana, el viento chocaba contra mi rostro congelando los trazos que las lágrimas habían dejado sobre mis mejillas. Unas grandes nubes de tonos opacos colmaban el cielo, de ellas pequeñas gotas caían sobre la ciudad dándole un aspecto más devastador al día.
Mientras caminaba mi vista iba puesta sobre mis pies y el césped que pisaban, entre las hojas muertas que adornaban el paso, pequeños charcos manchaban de barro las suelas de mis negras zapatillas. No podía diferenciar cuales eran los extractos líquidos de mis ojos y cuales los del clima. A paso lento me acercaba a un lugar que había visitado hace dos años atrás, cuando llegué a la ciudad.
En tanto a mí lado un conjunto de personas, incluidas mi familia y amigos, tomaba asiento yo decidí desviarme unos pasos. Con el llanto devorándome y el corazón hecho pedazos me arrodillé sobre las marchitas flores que hace dos semanas habíamos traído. Intentando mantener la calma cerré los ojos y suspiré.
Queriendo creer en las palabras que me había dicho mi hermano sonreí –Hola, abuela– Acaricié su nombre grabado en el mármol –Espero que todos esos cuentos sean reales y se hayan reencontrado donde quiera que estén– Sorbe por mi nariz y parpadeé reteniendo el llanto –Cuídalo mucho.
Anunciando su llegada con una mano sobre mi hombro, mi novio habló –Ya dará inicio, sonrisitas– Apoyé mis dedos sobre mis labios e inmediatamente los posé sobre el frío material.
En cuanto me puse de pie su brazo rodeó mi cuello atrayéndome a su cuerpo seco gracias a la ayuda de un paraguas. Me senté junto a mi madre, cada cierto par de minutos levantaba los anteojos oscuros que traía y con un desechable pañuelo limpiaba las lágrimas que se le escapaban. Mi hermano estaba a mí otro costado, con una mano sobre mi rodilla y con la otra tomaba su barbilla. Por alguna razón su estado no era como el nuestro, no tenía duda de que estaba triste, pero había algo en sus ojos, algo distinto, no sabría si llamarlo felicidad o esperanza, lo que fuese le ayudaba a superar el duelo.
Detrás de nosotros estaban los chicos, Nicholas les comentó a los mellizos la despedida de mi abuelo, que había pensado en ellos y que se lamentaba el no poder volver a verlos. Esa fue la primera vez que vi a John llorar, la rubia en cambio no pudo controlarse, para ellos era otra perdida en menos de dos años. Matt llamó a Zac para contarle lo que había sucedido, sin embargo, las únicas palabras que salieron del morocho fueron "Lo lamento", nada más, no volvió a hablar. Sabía que para él la muerte era algo que no podía superar, que no podía soportar, por lo que respetaba su silencio y agradecía su presencia de todas formas. Por otro lado, Matt y su padre se habían portado de excelente manera con nosotros, mi novio no se había separado ni un segundo de la familia, estaba atento a cualquier necesidad o deseo que tuviésemos, y su padre se encargó de todos los gastos sin que se lo pidiéramos, diciendo que por lo poco que lo había conocido le pareció un gran hombre y que si su hijo lo apreciaba no podía hacer menos. Anna no había venido, eso me había parecido raro por lo que le pregunté a mi hermano, pero se puso nervioso y me esquivó la pregunta.
El sacerdote dio inicio a la ceremonia de entierro pidiéndonos depositar algún valor sentimental sobre la barnizada caja de madera, mi madre se levantó y dejó su anillo de bodas, mi hermano el reloj que él portaba desde que tenemos memoria y yo dejé su lista de deseos junto con su foto andando en bicicleta. En cuanto el religioso finalizó su discurso y endulzó nuestros oídos con la esperanza de una vida eterna, el féretro descendió por la perforación que se encontraba en el suelo.
Mi hermano acomodó el saco de su negro traje y se acercó al montón de tierra a un lado del rectangular orificio, tomó la pala junto a un árbol y recogió un poco del amarronado material.
–Cueste lo que me cueste, cumpliré mi palabra. Gracias por tus consejos, siempre estarás presente. Ojalá algún día pueda ser tan sabio y comprensivo como tú lo fuiste conmigo. No es un adiós abuelo, si no, un hasta luego.
Últimamente Nicholas había repetido muchas veces algo sobre una promesa, que deduje le hizo a nuestro antecesor, aunque no sabía de qué trataba, pero si sabía que mi hermano la cumpliría. Nicky jamás rompía una promesa, en ese sentido, él jamás decepcionó a alguien.
Luego de dejar caer la húmeda tierra sobre la negra caja, que resguardaba principalmente nuestros recuerdos y necesidad de retener algo físico, volvió a su lugar. No pude evitar romper en llanto con el pequeño discurso de mi pariente, no podía creer que lo que estaba pasando fuese real. Cuando mi hermano me sintió llorar no dudo en abrazarme.
No imité el acto de Nicholas, sin embargo, mi madre y los chicos, a excepción de Cata, si lo hicieron. Todos menos nosotras se despidieron oficialmente, la rubia se negó diciendo que eso no le agradaba, tampoco lo había hecho con su padre. Y yo simplemente no tuve la valentía para despedirme, de esa forma.
Cuando todo terminó me acerqué a la nueva lápida junto a la de mi abuela –No sé cómo voy a seguir sin ti, como podré sobrellevarlo, hoy fue el primer día sin vos y el vació en mi pecho es inmenso. Lo único que me reconforta es el saber que ya no sufrís. Te extraño y te amo, siempre será así. El cielo no se puede quejar, el mejor ángel volvió a su lugar. Buen viaje, abuelito.
Con el llanto invadiéndome, besé mi mano e inmediatamente la apoyé contra el pálido mármol. Se podría decir que ahora mis abuelos estarían uno al lado del otro eternamente.
Antes de quedarme sin lágrimas y que el aire comience a faltarme me levanté, junto a mí otra persona observaba las sepulturas.
–No podré superarlo– Confesé cuando supe que esa persona era Nick.
–Claro que lo harás, él lo hubiese querido así.
Los brazos de mi compañero de sangre me enrollaron nuevamente, no dudé en esconderme en su hombro y dejar salir las últimas gotas. Nicky intensificó el abrazo y besó mi cabello a la vez que lo acariciaba.
–Vamos, la lluvia está incrementando– Aconsejó separándose de mí.
Asentí y giré para caminar hacia donde nuestros amigos se encontraban, su brazo rodeó mi cuello llevándome a su paso.
No importa el momento, mi curiosidad siempre saldría a flote –¿Cuál es la promesa que le has hecho?
Nick se removió incomodo y con su mano libre rasco su nuca nervioso, elevé una de mis cejas –No importa.
–Soy tu hermana, merezco saber– Quise persuadirlo –¡Dime!
Rio –¿Y qué con que seas mi hermana?– Cuestionó con un tono de diversión –No te diré nada.
Hinqué mis hombros –No importa, lo descubriré de todas formas.
Sentí las manos de Nick sobre mi brazo y en un movimiento rápido me empujó desestabilizándome. En medio de un ataque de risa corrió de mí hasta nuestro lugar de destino, obviamente corrí tras él con el objetivo de devolverle el gesto. Amaba esa peculiaridad de mi hermano, siempre podía hacerme reír.
Logré alcanzarlo, luego de darle un empujón, que apenas lo movió, su brazo me rodeó nuevamente. Gracias a su característica forma de ser, el momento se me volvió un poco más llevadero.
Antes de llegar con los chicos nos cruzamos con nuestra madre, nos avisó que iría a casa a ordenar las cosas de su padre, o por lo menos empezaría. Insistimos en ayudarla, pero se negó, necesitaba un momento a solas y lo comprendía. Luego de despedirse de nosotros lo mismo hizo con los demás.
Zac tenía a la rubia desahogándose sobre su pecho, no me pareció algo raro ya que su hermano cuando cosas así pasaban se volvía frío con todos, y ella necesitaba consolación, y debo admitir que el morocho era una excelente.
–¿Está bien dejarla sola?– Cuestionó Matt mientras yo me acercaba a él y me apoyaba contra su cuerpo. Sus brazos no tardaron en acobijarme y mecernos al mismo tiempo.
Nicholas desajustó el nudo de su corbata y metiendo las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón, contestó –Sí, descuida.
–De acuerdo, iré por la camioneta y vamos a comer– Besando mi frente se alejó.
–Naty– Volteé a ver a Zac –¿Recuerdas la carta que te di el día de tu cumpleaños?
Haciendo memoria recordé que jamás la había leído –No te mentiré Zac, no la leí– Pasé un mechón de pelo tras mi oreja.
Él se acercó a mí y tomó el collar que me había regalado –Lo sé, si no me hubieras dicho algo– Sonrió –Como sea, quiero que sepas que siempre estaré para ti, pase lo que pase. Y algo que odio es verte triste, ¿Lo sabes, no?– Pronto me vi siendo abrazada por él.
Le correspondí al instante –Gracias Zac, te quiero– Confesé intensificando el abrazo.
Lo sentí estremecerse debajo de mí –Y yo a ti, nena– Sonreí al escuchar la última palabra, viejos recuerdos habían venido a mi mente.
[...]
Dos semanas después las cosas en casa poco a poco volvían a la normalidad, se notaba mucho la falta de un integrante, pero comenzábamos a aceptarlo, aunque nunca sería lo mismo. Mi madre había conseguido un trabajo mejor pagado al poder realizar un horario más extenso, la veíamos por las mañanas y algunas noches. Mi hermano seguía igual de raro, todavía no lograba averiguar lo que me escondía.
Durante este tiempo los chicos no se habían separado de nosotros, incluida Anna, que algo parecía esconder con mi hermano, de lo contrario no podría explicar el porque Nick se había vuelto tan empalagoso. Mike había reaparecido una vez para invitar a mi mejor amiga al baile, ella aceptó, con la condición de que él le explicara el porque actuaba tan extraño.
–¡Nata, presta atención!– El chillido histérico de Catalina me obligó a mirarla –Es importante– Bufó frustrada.
–¿A quién le importa el estúpido baile? Es eso, solo un baile. No te alteres.
–¿Solo un baile?– Usó mis palabras en mi contra, con sus brazos en jarra.
–Bien hecho– Susurró Zac riendo –Has hecho enojar a la barbie.
–¡Te oí!– La rubia lo apuntó con la lapicera que tenía en su mano y él rápidamente elevó los brazos fingiendo ser inocente.
–Tenemos hambre déjanos comer, luego lo hablamos– Dándole un buen mordisco a mi hamburguesa di por terminada la charla.
Hace unos días anunciaron el baile de graduación, y la rubia junto con Denis era las encargadas de organizarlo, Cata se había ofrecido a ayudarla ya que el año siguiente ella sería la sustituta. Desde que mi media hermana la aceptó, por alguna extraña razón, no ha dejado de volvernos locos a todos. Hoy era un ejemplo, hace ya quince minutos que todos intentábamos almorzar, pero gracias a sus charlatanerías no podíamos conseguirlo.
–De acuerdo, tienes suerte de que no sea nuestro año– Riendo se sentó en su lugar y al igual que todos comenzó a comer.
–Por fin– Soltó John –Eres un maldito perico rubio– Ganándose el odio de su hermana el mellizo nos sacó a todos una carcajada.
La rubia no tardó en abalanzarse sobre él –No puedes culparlo por tener razón– El comentario de Zac logró captar su atención de manera inmediata.
Catalina giró su cuerpo para quedar frente a Zac, que estaba sentado a su lado con una sonrisa de genuina maldad, sabía que algo malo haría. Tomó un pedazo de pan de la mesa y con fuerza lo estrelló contra la boca de él.
El morocho no tardó en escupirlo y enfrentarla para comenzar hacerle cosquillas, conocía las cosquillas de Zac y eran desesperantes, no podías escapar, respirar ni dejar de reír como hiena. El rubio no desaprovechó la oportunidad y tomó los brazos de su hermana impidiendo que pudiera defenderse, incluso hasta moverse, dejándola a completa merced del oji-amarillo.
Mientras las risas llenaban la mesa, me acerqué disimulada mente a mi novio, él agachó su cabeza hacía mí, sabiendo que algo le diría –¿Todavía crees que harían buena pareja?– Susurré.
–Sí, ¿Tú no?– Contestó al tragar lo que masticaba y sonreía ante la escena de los mellizos y Zac.
–Yo creo que si llegase a pasar alguno de los dos moriría, y al otro habría que ir a verlo a la cárcel.
Matt rio y yo lo seguí, pero las risas no duraron cuando Mike se hizo presente detrás de ellos. El clima se había vuelto tenso, el mariscal carraspeó y tensó su cuerpo, luego de hacer a un lado su bandeja, Nick lo imitó. John analizó a su cuñado de arriba abajo, para después negar con la cabeza y seguir con su comida, si antes no le agradaba ahora mucho menos. Catalina quedó muda, eso si me sorprendía. Y Zac era el único que todavía reía.
Con un tono irónico el morocho habló –¿Necesitas algo?
–Venía hablar con mi novia.
Elevando los brazos Zac se burló –Era hora– Su sarcasmo haría que las cosas no terminaran bien –Digo, como no has aparecido durante un largo tiempo.
–Tuve problemas– Se defendió.
Zac volteó dándole la espalda, la rubia suspiró pesadamente y se levantó.
Cruzándose de brazos y apoyando todo su peso sobre una pierna miró a su novio –¿Qué quieres?
–¿Por qué me hablas así?
–No lo sé, tal vez sea porque me has estado evadiendo.
–Lo siento, de verdad.
–Ni siquiera te has molestado en ir al velorio de los chicos o en preguntarle como están.
–No son amigos míos– Soltó.
–¡Wow!– Reí sin gracia.
Matt negó con la cabeza y suspiró pesadamente, mientras pasaba su mano por su rostro.
–Lárgate– Habló Nick sin mirarlo.
–Perdón, no quise...– Antes que terminara la frase Zac lo interrumpió.
Poniéndose de pie el morocho se acercó a Mike –Ahora– Sentenció fijando su mirada sobre él.
Riendo y acariciando su barbilla –Esto te conviene ¿Cierto?– Acotó el ex-defensor para luego dirigirse a su novia que tampoco podía mirarlo –Mañana pasaré por ti para ir al baile.
[...]
–Lamento las palabras de Mike– Cata sacó el tema –No debería ir con él. Debería terminarle, pero, es que lo quiero tanto.
Terminando de colocar la última guirnalda en una de las paredes del salón bajé las metálicas escaleras –Lo sé descuida, de todas formas, tiene razón, no éramos amigos. Ve con él, tienen demasiado de que hablar y ahí podrás decidir qué es lo mejor– Intentando calmar la mente de mi amiga le sonreí –¿Qué sigue?– Froté mis manos esperando la próxima tarea.
–Las luces las traerán Zac y Matt, y el escenario es cosa de los de último año, por lo que ya hemos terminado– Con una sonrisa ojeó el gimnasio y como había quedado la decoración.
–Tienes buen gusto– Bromeé mientras me acercaba a ella cruzándome de brazos –El año que viene será nuestro turno.
–Estoy ansiosa– Confesó.
–Somos dos– Solté mientras reía.
–La universidad me cogerá– Acotó divertida.
Me separé de ella y la empujé –¡No tienes remedio!– Puso sus ojos en blanco –Pero tienes razón– Las carcajadas volvieron a salir mientras me llevaba bastoncitos de queso a mi paladar.
–Deja eso o no entrarás en el vestido– Comentó estirando su brazo hacia el paquete.
Hinqué mis hombros y eché a correr con la bolsa de frituras en mis manos al ver a Cata persiguiéndome para sacármela. Pronto vi entrar a mi novio acompañado por mi mejor amigo y corrí hacia él. Dejó la caja de que traía en sus manos en el piso y abrió los brazos esperando por mí, aumenté la velocidad. A pasos de él salté y enrollé mis piernas en su cintura.
–Excelente recibimiento– Comentó sonriendo. Sin esperar más lo besé, y me separé por la falta de aire –Mhm, gusto a queso– Se burló arrebatándome una carcajada.
–Mis besos son especiales, por eso– Bromeé mientras volvía a besarlo.
–¿Quieres ir conmigo al baile de graduación, chica con gusto a queso?– Preguntó y pasó su lengua sobre mi labio.
–¡DIU!– Exclamé riendo, él levantaba sus dos cejas una y otra vez a la vez que se relamía –Claro que sí, pero si me das más queso.
–Todo lo que quieras– Mordí mi labio inferior sabiendo que estaba tentándolo.
Pronto estrelló su boca contra la mía, dejé caer el paquete y enrollé mis dedos en su castaño cabello, mientras que sus manos apretaban mi cuerpo contra el suyo.
–Me dan asco– Escuché decir a Catalina en un tono divertido –¡No se come frente a los pobres!
–Puedo hacerte rica si quieres– Acotó Zac haciéndonos reír.
En tanto ellos se llevaban las cajas, mi novio separó nuestros labios –Si terminan juntos me debes un beso– Con una sonrisa en su boca apostó –Pero un beso de verdad– Comprendí su doble sentido y mis mejillas enrojecieron.
–Bien, pero si no, tú me deberás algo– Asintiendo volvió a pegar nuestros labios.
–Tengo una idea– Jugó.
En un movimiento rápido me bajó y tomó mi mano –¿Dónde vamos?
Echó a correr conmigo a rastras –A escapar de ellos por unos minutos.
Riendo lo seguí, entramos al vestuario de los jugadores, estaba vacío y seguiría estándolo al haber terminado la temporada. Cerró la puerta tras él y puso el cerrojo, con una sonrisa esperé su regreso.
Acariciando mi cintura volvió a besarme, pero esta vez con pasión. Me alzó en sus brazos y con un solo brazo tiró todo lo que había sobre un escritorio y me sentó en él. Matt se colocó frente a mí y besó mi cuello mientras mis manos desabrochaban su cinturón.
[...]
–¿Dónde se habían metido?– Interrogó la rubia sonriendo.
Con las mejillas coloradas agaché la cabeza y pasé un mechón de pelo tras mi oreja –Déjalos, por lo menos ellos si se divierten– Bromeó Zac.
Poco después los chicos estaban encargándose de las luces, entre tanto con Cata los observábamos a la vez que nos prendíamos unos cigarros.
–¿Te gusta Zac?– Pregunté al ver como sus ojos lo perseguían.
–No, pero si me lo cogería– Confesó riendo.
–¡Catalina!– Hincándose de hombros llevó el filtro a su boca, riendo la imité.
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