Capítulo 33
En cuanto abandonamos la casa de los Thompson, los chicos saludaron a Matt, quien estaba recargado sobre su blanca camioneta. Última, salió la rubia y tras echarle llave a la puerta, saludó al mariscal dándole un beso en la mejilla y se integró con los demás.
Con esa peculiar sonrisa sobre sus labios, Matt sacó las manos de los bolsillos de su pantalón y se acercó a mí.
-Hola, sonrisitas -susurró, abrazándome por la cintura-. Estás hermosa -murmuró-, te extrañé. -declaró, sujetando mi rostro.
Implementando la suavidad que tanto lo caracterizaba, me besó. Sonriendo sin despegar mi boca de la suya, mordí su labio inferior y me alejé. Sus brazos me rodearon y apoyando ambas manos sobre su pecho, obtuve la mejor perspectiva para contemplar su rostro.
-A partir de ahora deberás aguantarme durante una semana, ¿crees poder soportarlo, musculitos? -bromeé.
El castaño estiró su cabeza hacia atrás y contemplando el oscuro firmamento infestado de estrellas, fingió debatirlo.
-Sí, creo que sí -comentó hincándose de hombros y arqueando su boca hacia abajo-. Si te portas bien, es un hecho.
Mordiendo mi sonrisa, puse los ojos en blanco. De sus labios escapó una risa y besó el dorso de mi mano. De camino a su vehículo, comprobé que todos esperaban por nosotros, Zac y mi hermano ya estaban montados en la colorada motocicleta; y sin importarle demorarse unos segundos más, Matt me abrió la puerta del copiloto y sin dudarlo me subí al coche. Mi chico rodeó el auto, ya arriba, aferró su izquierda al volante, encendió el motor y arrancó. Pronto el rugido de la bebé de mi mejor amigo rugió y en cuestión de segundos nos pasó.
-Como en los viejos tiempos -añoró la rubia, sobrepasando el débil volumen de la música-, los cuatro en un auto, con cervezas -levantó un par de botellas con entusiasmo-, y yendo de fiesta -entregándonos un embace a cada uno, le dio sorbo al suyo y continuó con un tono melancólico-: ¿Por qué ya no lo hacemos?
-Porque algunos ya maduramos -jugó el dueño de la camioneta, mirándola a través del espejo retrovisor.
-Porque algunos son unos aguafiestas -retrucó ella.
Sin medir la brutalidad de sus movimientos, la melliza, sentada entre su chico y John, se estiró entre los asientos delanteros, atravesando el espacio que nos dividía a mí y al castaño. Estirando su brazo, ignoró nuestras quejas y sintonizó radio por radio, toqueteando el estéreo. El ritmo del reggaetón y la voz de J. Balvin abarcaron cada rincón del vehículo, aturdiéndonos, debido a la brutal subida de volumen que mi amiga nos proporcionó.
-Has algo con tu chica, Mike -jugué y giré sobre el asiento para poder mirarlo de frente-. Es tu deber controlarla.
-Ajá, sí -escupió sarcástico, haciendo carcajear a todos menos a su cuñado-, como si eso fuera posible.
-¿Qué se supone que significa eso? -inquirió John fríamente mientras incrustaba su mirada en la de Mike, intimidándolo-. ¿Tienes algo que decir sobre mi hermana?
-N-no -tartamudeó el defensor del equipo con los nervios apoderándose de él.
-Ya, déjalo, tarado -soltó la rubia secamente, sin siquiera molestarse en verle la cara a su mellizo-. Lo vas asustar -concluyó sonriendo.
Arqueando una ceja, el rubio repasó despectivamente al pelinegro. Mike respiró profundamente e intentando ignorar al familiar de su novia, aceptó la bebida que esta la ofrecía y se dedicó a perderse en la ventanilla a su lado.
-¿Ya estás feliz? Lo espantaste -le murmuró la rubia a su hermano.
-Muy -hincándose de hombros, John empinó la botella sobre su boca.
Riendo por lo bajo, volví la vista al frente y remojando mis labios, recordé la estúpida confrontación que habíamos tenido con Nicholas.
-¿Todo bien, sonrisitas? -consultó mi chico en un susurro, audible únicamente para mí.
Su diestra soltó la palanca de cambios y se posó sobre mi rodilla desnuda. Acariciando mi piel con su pulgar, me sacó un suspiro mientras mis dedos rozaban el dorso de su mano. Apoyando mi cabeza sobre la almohadilla del asiento, busqué su mirada. En un fugaz movimiento, noté un destello de preocupación en sus profundos iris.
-Sí -musité, prácticamente sin sonido, buscando dejarlo tranquilo.
[...]
Dentro del antro, la fuerte música retumbaba en mis oídos en tanto los típicos olores que lo destacaban, atacaban sin piedad mi sentido del olfato. Sensaciones que se me volvieron familiares con el paso del tiempo.
Ni bien entramos, todos los chicos se fueron a la barra en busca de alcohol y con mi mejor amiga esperábamos a la novia de Nick que estaba en camino; frente a unos sillones que la rubia se apresuró en reclamar.
-Invité a una chica del instituto, ¿no te jode? -consultó Cata en un grito a centímetros de mi oído, asegurándose de que la escuchara.
-¡No es necesario que me dejes sorda! -chillé y nos echamos a reír. La rubia aceptó el cigarrillo que le ofrecía e imitándome, prendió fuego su extremo para rápidamente devolverme el encendedor que velozmente guardé -. ¿Cómo se llama?
-Rachel -mencionó-, Rachel Flores.
Indagué en mi memoria buscando dicho nombre y esforzándome por encontrar su rostro en mis recuerdos.
-Está en nuestra clase de gimnasia, ¿no? -afirmó moviendo la cabeza y buscó a los chicos con la vista.
-Sí. En la de este miércoles la noté deprimida y no pude evitar acércamele -relató dando por finalizada su búsqueda y dejando salir un suspiro, giró a verme-. Le dije que hoy saldríamos por tu cumpleaños y se sumó. No me contó nada, pero estoy más que segura que su aflicción se debe a un idiota -rodando sus ojos, evitó que percatara como le afectaba.
Sobre corazones rotos, Cata, desafortunadamente, era una especialista. Sonreí precozmente ante su esfuerzo por no sentirse identificada y observando la luz proveniente de mi cigarro, llené mis pulmones con su tóxico humo.
-¿Esa no es Anna? -frunciendo el ceño, mis pupilas transitaron el imaginario camino que el dedo de la rubia trazaba.
-Sí -afirmé inmediatamente al reconocerla-. Espera, ¿vino con un chico?
Confundida, me puse de pie y opté por mantener la calma. Debía tener una buena explicación, no podía simplemente fantasear con que engañaba a mi hermano... Y si así fuera, bueno... conocería mi peor faceta.
Ninguna chica le rompería el corazón a Nicky, antes me encargaría de romperles la nariz yo misma.
Jamás fui alguien que recurriera a la violencia en primera instancia, pero mi hermanito era mi hermanito y no permitiría que nadie lo lastime, nunca.
-Así parece...-comentó mi amiga con aires de gracia-. Ve a buscar a tu -hizo una pausa, obligándome a mirarla-, cu-ña-da -punteó y estiró cada sílaba, sabiendo que odiaba ese término.
Enarcando una ceja, abandoné a la rubia con su risa de hiena e hice un paso hacia delante, evidenciando que iría a buscar a la niña que capaz de robarse el corazón del chico más importante en mi vida.
Anna me caía bien, por lo que Nicky me había contado sobre ella y por lo poco que yo la conocía, si nos habíamos visto más de dos veces era mucho decir. Parecía ser una excelente chica y, además de hacerle bien a Nicholas, percibía en su mirada que realmente lo quería; solo esperaba que el joven masculino con el que compartía sangre no fuera un típico idiota con ella y termine por hacerla llorar.
Ann poseía un carácter sumiso y por demás tranquilo, era de esas personas de perfil bajo que hablan con un hilo de voz, de aparentes buenas intenciones y su presencia era algo complicada de notar si ella así lo quería, pero al igual que mi hermano hacía con Matt, yo seguía observándola y confiando en que no me llevaría ninguna sorpresa de su parte.
Por más que las cosas con mi hermano no estuvieran en su mejor momento, seguía siendo eso, mi hermano, o, mejor dicho, mi hermanito. Ninguna chica, mujer o persona, jamás sería lo suficiente para él ante mis ojos; y mucho menos se ganaría tal puesto, no hasta que me demuestre ser merecedora de él.
Decirle "cuñada" significaba que le entregaba a Nicholas, significaba que aceptaba que lo suyo, lo que tenían, iba en serio, que es oficial y no, todavía no. Por eso entendía por qué Nick se negaba rotundamente a llamar así a Matt.
A un segundo de meterme entre la multitud para ir hacia ella, la castaña/rubia giró en nuestra dirección y sin pensarlo, con mi amiga levantamos las manos, llamándola.
Sonriendo con la timidez que tanto destacaba en ella, la menor de nosotras se nos acercó y en no más de dos minutos ya estaba con nosotras.
-Ann -saludamos al unísono con la rubia, y gracias al anterior comentario de esta, mi sonrisa no era la más sincera de todas.
Maldita Catalina.
-Hola, chicas -murmuró con una destellante alegría en su mirada. Como si de un guardaespaldas se tratase, un chico le hizo sombra y arqueando una ceja, entrecerré los ojos para intentar reconocerlo. Al asimilar nuestro silencio y nuestra mirada puesta detrás de ella, Ann se volteó y al verlo, confesó-: Él es Lucas, mi hermano-aclaró con un poco de vergüenza-. Él... él no quería que venga sola.
-Lucas -Susurramos con la melliza, ocultando una risa ahogada.
Uno de los típicos idiotas de la clase que no dejaba que los profesores dieran sus clases en paz y al mismo tiempo, alguien fanático de las matemáticas.
-Natalia -murmuró esbozando una ladeada sonrisa y apretando los labios, asentí-. Rubia -añadió intentando sonar seductor ante mi amiga y provocando cierta incomodidad en su hermana a la vez, la cual no se molestaba por emendar-. Como sea... les encargo a mi hermanita -descartándonos, giró la mitad de su cuerpo, enfrentándose a su pariente-. Ten -de su espalda una mochila turquesa apareció, la cual depositó en los hombros de Anna-, ahí tienes todo lo que supongo necesitarás, ¿bien? -Anna asintió con la vista baja y él beso su frente. Sonreí ante ello, esas muestras de cariño que tienen los hermanos son, sin duda, una de las mejores y más especiales cosas que hay en la vida-. Cuídate y ya sabes, nada de chicos -destacó, borrándome la sonrisa por completo.
Volteé para mirar a la única persona que de seguro estaría igual de impactada que yo, pero no. Catalina solo reía disimuladamente, divirtiéndose con el secreto que la chica frente a nosotras ocultaba.
Mientras intentaba asimilar la situación, la rubia seguía aguantándose la gracia y Lucas se despedía de su hermana, los chicos regresaron.
-¿Lucas? ¿Qué haces acá? -interrogó mi novio, arqueando una ceja, algo desconcertado.
Matt repasó al chico que evidentemente conocía y yo, inmediatamente, acusé a Nicholas con la mirada. Increíblemente, el oji-azul se limitó a mirar el piso, relamer sus labios y cerrar sus manos en puños. Dejando en evidencia su frustración y aumentando mi incredulidad.
-Hola, Anna, ¿cómo vas? -saludó Zac amistosamente y los demás lo siguieron-. ¿Quieres? -siendo cortés, el pelinegro le extendió un trago, el cual que la chica sutilmente rechazó-. Bueno, en algún momento dirás que sí. Tenemos toda una noche por delante -argumentó sonriente.
De fondo la risa de Catalina empezó hacerse notar y su chico se acercó a ella para entregarle un vaso y besarle el cuello. John se llevó puesto apropósito el cuerpo del novio de su melliza e indiferente, se dejó caer sobre uno de los sofás a mis espaldas y sacó su celular, excluyéndonos de su atención. Mi hermano pasó por mi lado, todavía con la cabeza agacha y se sentó junto al rubio de su amigo.
Mi boca se abrió, expresando mi sorpresa y desconcierto, ¿mi hermano no saludaría a su novia? No entender lo que estaba pasando me hacía poner histérica, con Nicky no solíamos tener secretos y el hecho de que él tuviera otro cuñado ya era uno.
Una carcajada totalmente sarcástica me empujó de nuevo a la realidad y intentando caer en lo que estaba pasando, observé a Lucas echándosele encima a mi mejor amigo.
-Ella no toma -masculló el castaño e instantáneamente, los pequeños brazos de su hermana lo detuvieron.
-¿Qué mierda te pasa, idiota? -escupió el oji-amarillo, torciendo el gesto.
Zac, sin quedarse atrás también intento tirársele encima, pero el brazo de Matt se lo prohibió, provocando que su pecho rebotara tras chocar contra la extremidad del mariscal.
Escapando de la confrontación, Catalina pasó casi corriendo por nuestro lado, metiéndose entre la multitud de gente y perdiéndose enseguida.
-¿A quién le llamas idiota, estúpido? -irónico, Lucas sonrió-. No me digas que quieres que te pateé el trasero como en el campo de juego -retó al pelinegro, con toda intención de formar una pelea.
El alto castaño, casi de la altura de Matt, escapó del agarre de Anna e intentó volver a tirársele a mi amigo encima. Automáticamente, el mariscal intervino, traspasando la mirada de Lucas con la suya y deteniendo su ataque apoyando una mano sobre su torso.
-Quieto, Lucas -susurró mi novio.
-¡Tú te lo has buscado! -clamó Zac, lamiéndose los sus labios, una y otra vez con ansiedad.
Ambos se posicionaron para empezar a repartirse golpes y suspirando ante la molestia que le causaba la situación, mi chico enderezó del todo su espalda y trabó cada músculo de su cuerpo.
Confiado de sí mismo, Zac incrementó su sonrisa mientras que Lucas tronaba su cuello y manos, preparado.
Lucas estiró su brazo hacia atrás y rápidamente lo impulsó hacia delante. A un segundo de que sus nudillos se estrellaran contra el rostro del oji-amarillo, Matt empujó a su hermano y dejándome boquiabierta, a mí y a todos, detuvo la piña con una mano, amortiguando con su palma el golpe.
Como si lo hubiese visto venir, como hubiese leído los movimientos del adversario de Zac antes de que incluso los ejerciera. Le salió exactamente igual que en las películas de acción.
-Vuelve a intentarlo y te las verás conmigo -advirtió el mariscal, apretando los dientes y soltando lentamente la mano de Lucas-. Algo que no te conviene y creo que lo sabes.
El alto castaño, con la mirada inundada de pánico, pasó saliva con fuerza y retrocedió en cuanto reaccionó.
-¡Lucas! -gritaron y todos, incluido el nombrado, buscamos su origen-. ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Me prometiste que ya no pelearías! -reclamó mi compañera de gimnasia, haciendo acto de presencia.
-Lo lamento, Rachel, pero este deforme le ofreció alcohol a mi hermana -se excusó, girando hacia ella.
-¿Cómo mierda me llamaste? -rugió mi mejor amigo, entrecerrando sus ojos. Lucas lo miró de mala gana y resoplando, volvió su atención a Rachel-. ¡Dímelo de frente si te dan los huevos! - escupió el oji-amarillo mientras señalaba el piso.
Sin pensarlo dos veces, Matt le dio un trago a su bebida y la estiró en mi dirección. Agarré el vaso enseguida y sonriendo con diversión, rodeó el cuerpo de nuestro amigo con su brazo izquierdo, inmovilizándolo y con la diestra le tapó la boca.
-¿En serio esa es tu excusa, Lucas? Eres un estúpido -murmuró ella apretando sus sienes-. Deja que tu hermana haga lo que quieras, déjala tranquila -exigió Rachel. Relamiéndose los labios, negó con la cabeza y reflejando decepción y vergüenza en sus ojos, me miró-. Feliz cumpleaños, Nata. De verdad lo lamento -susurró y esbozando una sonrisa, asentí-. Perdón -volvió a disculpase, pero esta vez hacia mi novio y el hombre inmovilizado bajo sus brazos.
Matt asintió con una sonrisa incapaz de ocultar mientras ejercía más presión ante los continuos sacudones que Zac daba, en un vago intento por liberarse.
Rachel giró sobre sí e inmediatamente, Lucas corrió detrás de ella. El ambiente se había vuelto incómodo y tenso, tanto que nadie se atrevía a decir ni una sola palabra: John seguía en su mundo; Cata sentada sobre las piernas de su novio, fingía mirar el piso; mi hermano movía impulsivamente su pierna de arriba abajo mientras apretaba cruelmente sus dientes; su novia cabizbaja se sentaba a su lado; Matt continuaba reteniendo al oji-amarillo y yo simplemente esperaba a reaccionar.
Cuando el problemático hermano de Anna desapareció por completo, el mariscal liberó a su prisionero y haciendo un berrinche, este acomodó su negra camiseta y agarró un vaso de la mesa que esta noche nos pertenecía.
-Maldito idiota -masculló completamente enojado.
Algo que Zac odiaba con su vida, era que lo llamasen deforme/monstruo/fenómeno por el simple hecho de tener un color de ojos distintivo y poco usual. Claramente lo entendía, a de ser por demás frustrante que se burlaran, con malas intenciones, por algo tan estúpido.
Con el pelinegro tuvimos el mismo pensamiento de prendernos un cigarrillo y Matt junto con Cata no tardaron en copiarnos.
-¿Puedes explicarme por qué Lucas no sabe lo de ustedes, Nicholas? -interrogué molesta por su manera de actuar y se clavó los codos sobre las rodillas.
La mirada de todo el grupo estaba sobre nosotros, algo que nos ponía incómodos a ambos.
-Aún no le hemos dicho...
-Me di cuenta de eso -interrumpí cruzándome de brazos y exhalando el humo.
-¿Me dejas terminar? -preguntó frunciendo el ceño y mirándome por encima de sus manos entrelazadas-. No quiere decírselo porque tiene miedo a que me pelee con él.
-Avísame cuando se lo cuenten, yo quiero estar -farfulló Zac con el filo de un vaso sobre sus labios-. Si intenta hacerte algo me sacaré las ganas que me dejó hoy -concluyó.
-En todo caso, yo seré quien responda por ti, Nick -Matt tomó la palabra, atrayendo la atención de todos-. Ya viste como se puso recién. Lucas me tiene miedo, en cuanto me vea olvidará todo.
-No puedes quedarte siempre tú con las peleas -comentó el oji-amarillo, volviendo a sonreír y sacándole un resoplido de gracia a su mejor amigo.
Rodeando mi cintura con su brazo, Matt me acercó al calor de su cuerpo y no dudé en refugiarme en él.
-El último golpe que di fue a tu cara en la playa -memoró, provocándome un sudor frío y arrebatándole una risa a los demás.
-Con razón dolió tanto... trajo cosas acumuladas -bromeó haciendo carcajear a todos.
Unos minutos después, las cosas se calmaron y la noche siguió como si nada: Anna intentaba convencer a Nicholas de seguir manteniendo su relación en secreto, hasta que por lo menos regresáramos de las vacaciones que mañana empezaríamos, el oji-azul aceptó con tal de que ella olvidará lo que pasó y disfrutara con él del tiempo que ahora compartirían; Zac y John desaparecieron en busca de chicas con las cuales bailar y pasarla bien; La rubia y el defensor del equipo, como en cada salida que hacíamos y aprovechando que el rubio se había ido, se limitaron a besarse cuanto pudieran, ya sea bailando, en el sillón o en la barra, cualquier lugar les venía bien; y con Matt nos dedicamos a bailar, degustar el adictivo sabor del otro después de haber mantenido una precaria conversación sobre la oculta relación que llevaba mi hermano y su chica, en la cual me convenció de no meterme y simplemente apoyar las decisiones de Nicky; y jurándome que cualquier cosa que pasara, él estaría para defenderlo.
Varias canciones después, el grupo volvió a reunirse y ya estando todos más tranquilos, nos dedicamos a bailar y reír sin preocuparnos por otra cosa que no sea el ahora.
-Por el cumple de Nata -Zac levantó su bebida, extendiéndola hacia el centro de la ronda, proponiendo un brindis-. Feliz cumple, bonita -sonrió guiñándome un ojo y le sonreír, modulándole un gracias mientras jugaba con la cadena sobre mi cuello que hacía unos días él me había dado.
-¡Salud! -soltamos todos y chocamos los tragos, consiguiendo que el alcohol rebalsara de sus alargados envases plásticos, haciéndonos reír.
-¡Wow! -gritamos al distinguir una nueva canción sonar, una que siempre nos volvía locos cada vez que la escuchábamos.
Inmediatamente los chicos comenzaron a bailar y antes de que pudiera unirme a ellos, Matt me sujetó y me apartó del grupo.
Acorralándome contra una de las paredes del establecimiento, comenzó a devorar mis labios como si no hubiera un mañana. Sonriendo, acepté su beso y aferrando mis manos a su cuello, probé su boca con la misma intensidad que él lo hacía con la mía. Jugó con mi lengua, humedeció mi cuello y acarició mi cuerpo, todo en busca de un gemido, que sin dudar logró conseguir, pero profanado por una risa que no pude conseguir reprimir.
Nos habíamos sumergido tanto en nuestro mundo, en el contacto de nuestras bocas, el roce de nuestras entrepiernas y las caricias reciprocas, que pasamos por alto el hecho de respirar y no tardamos en sufrir la falta de oxígeno.
Recargó su ante brazo izquierdo contra la pared y acarició mi mejilla con su mano libre. Recobrando el aire, apoyó su frente contra la mía y cerró sus ojos, regalándome el hermoso panorama de sus labios hinchados. Contemplarlo así, deseoso de mí, sin poder controlarse y sintiendo su respiración agitada acompañada por su cálido aliento fusionándose con el mío, me encantaba.
-No veo la hora de que estemos allá. No puedo esperar. Me vuelves loco -murmuró rozando nuestros labios y aferrando su agarre en mi cuello-. Quiero volver a besarte como aquella noche, volver a sentirte, a... -se interrumpió a si mismo y un aire de risa escapó de sus labios-. Mejor me callo antes de que explote -dijo haciéndome reír.
-Estamos igual, musculitos -mordí mi sonrisa y sus verdes orbes no tardaron en notarlo, observándolos por un momento, boquiabierto-. Volvamos antes de que nos atrapen.
Afirmando con la cabeza, se separó de mí y tras secar las comisuras de su boca, se acomodó disimuladamente el pantalón. Queriendo jugar con eso que lo incomodaba, volví a besarlo, a acariciar su lengua con la mía y lentamente, enterré mis dientes en su labio inferior y mordiéndolo, retrocedí, sacándole un gruñido y dejándome satisfecha.
-¿Así que te gusta jugar con fuego, sonrisitas? -jadeó relamiendo las marcas que le había dejado en su labio.
-Tal vez -fingí inocencia y tomé su mano.
Mientras lo arrastraba hacia donde los demás estaban y evitaba adelantar el hecho que al igual que él esperaba, nos chocamos de frente con mi hermano a mitad de camino.
-Matt, tenemos que hablar -impuso en un tono serio, con las venas de su cuello resaltando y su mandíbula tensa.
-Claro -elevando ambas cejas ante la sorpresa, asintió-. Vamos afuera -pidió y mi hermano frotó su barbilla. Matt tiró de mi mano y me pegó a su pecho-. Ve con los demás y dile a Zac que aleje a todo idiota que se te acerque -bromeó tomando mi mentón y sonriéndome tranquilo.
-Pero...
-No te preocupes, sonrisitas -suspirando, relamí mis labios. El castaño acomodó un mechón de pelo detrás de mi oreja y besó fugazmente mis labios -Sabía que este momento llegaría.
-Ahí están los chicos -señaló a mis espaldas y volteé por inercia, dos pasos me separaban de ellos-. Iré por mi campera, hablo con tu hermano y vuelvo ¿sí? -asentí y volvió a besarme.
El mariscal me soltó y se dirigió hacia los sofás que reclamamos. En segundos ya estaba pasando por mi lado de nuevo y caminando hacia la salida sacó una caja de cigarros del bolsillo de su campera y desapareció en cuanto cruzó la salida.
-No pelearé con él, princesita -La voz de Nick me incitó a verlo-. Es algo que tengo que hacer, como hermano, como... -se detuvo en seco.
Con una melancólica sonrisa, tomó aire y besó prolongadamente mi frente. Pegándome a su torso, me enrolló con sus brazos.
-Y como papá... -sonreí y él hizo lo mismo.
-No lo soy, pero debo hacerlo -murmuró y lentamente se alejó-. Sé que Matt no es alguien malo, que no te lastimará, sin embargo, quiero asegurarme por mí mismo. Eres casi lo único que tengo, sis -las rocas que tenía por ojos brillaron ante el salino lamento de la melancolía. Antes de derrumbarse, besó mi cabeza y se guiñándome uno de sus faroles, soltó-: te amo, ahora vuelvo.
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