Capítulo 29
—¡FELIZ CUMPLE!— Un muy fuerte grito me despertó.
Me enderecé sobresaltada, con la respiración agitada y con ambas manos me sujeté fuertemente de las sábanas que vestían mi cama. Busqué con los ojos aún pegados el causante de mi horrible despertar.
La rubia estaba parada frente a mi cama con una gran sonrisa, la misma del año pasado. Tomé mi almohada y sin dudarlo, se la tiré al rostro. Las risas no tardaron en aparecer y con ellas Cata se tiró sobre mí para, literalmente, estrujarme en sus brazos.
—Ya eres legal— Farfulló ahogándome —Estás tan grande— Su tono melancólico me aumentó mi diversión.
—Qué dices, ahora ya tenemos la misma edad— Me separé de ella para cambiarme y de paso volver a respirar.
Pasando por su lado, me saqué el pijama y comencé a vestirme con las prendas revueltas en mi silla-cesta.
—Lo sé— Soltó.
De repente, un blanco resplandor me erizó la piel y al mismo tiempo, había delatado el acto que estaba llevando a cabo mi mejor amiga.
—¡Eh!— Giré terminando de bajar mi camiseta —Ni se te ocurra subirla porque te mato— Advertí señalándola, sin poder evitar sonreír.
—Como sea— Rio bajando su móvil —Eras la más chica y hoy ya eres mayor de edad— Se acercó para volver abrazarme.
—Piénsalo así: ahora si podremos hacer un verdadero desmadre— Reí sacándola de su absurda, pero dulce melancolía —Aunque no uno muy grande ya que te castraron— Burlándome, tomé mi mochila y me dirigí a la puerta.
—No soy la única a la que castraron— Contestó poniéndose a mi lado —Ah no... Cierto que tú no eres la oficial de tu chico. Perdóname— Contraatacó y de la mejor manera.
Con mi boca totalmente abierta y mi gestó entero arrugado, la miré totalmente ofendida. Sin estar conforme, le di un golpe en el brazo.
—Eres una perra— Susurré riendo.
No hice más que pisar la cocina que un hermoso coro familiar, al que Cata se unió, me recibió. Y esperándome en la mesa, una gran torta de chocolate con su respectiva vela destacaba.
—¡Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Natalia, que los cumplas feliz!— Era lo que recitaban.
Acompañando la canción las palmas sonaban. Sin dejar de sonreír, observé a cada una de las personas que estaban regalándome unos minutos de sus vidas para felicitarme, para hacerme sentir especial y aunque eran pocos, sin dudas eran los necesarios. Y así era perfecto.
Inclinándome hacia delante, tomé aire para soplar y así extinguir el pequeño incendio en la débil mecha sobre el postre, no obstante, la voz de mi abuelo resonó:
—¡Pide un deseo!— Exclamó emocionado.
Un deseo... Eran muchas las cosas que podía pedir: ropa, dinero, amigos, fiestas, libros, un teléfono nuevo y entre otras que cualquier adolescente añoraría. Sin embargo, en el fondo era consciente de que no necesitaba nada de eso, con lo que tenía estaba bien. Las personas a mi lado, tanto la familia como los amigos, me eran suficientes.
Sonriendo, soplé acabando con la flamante llama. Guardé mi deseo, en este momento era feliz y no lo necesitaba.
Junto con el sonido de unos fuertes aplausos rompieron el silencio, cada participe del anual ritual se acercó para saludarme.
—Te amo, petisa. Muy, pero muy, feliz cumple, mejor amiga— Chilló la rubia en mi odio haciendo reír a todos.
Después de otro de sus abrazos, le cedió paso a mi hermano, quién cargaba un ramo perfectas rosas rojas.
—Feliz cumple, princesita mía— Susurró provocando que mis orbes ardieran.
Dejando las coloradas plantas sobre la mesa, se me acercó sonriendo y con la emoción de fondo, rodeó mi cintura, abrazándome y despegándome del suelo.
—Gracias, mi amor—Murmuré en su oído.
Al punto de un colapso emocional, lo abracé lo más fuerte que pude ya que era en todo este mundo, Nicky encabezaba el puesto de mis personas favoritas.
—Te amo ¿Lo sabes?— Consultó sujetándome el rostro y asentí —Y mucho— Tras besar mi frente, se apartó.
Mi mamá fue la siguiente. Con la delicadeza que la caracterizaba, me acogió entre sus brazos.
—Feliz cumple, Nati.
—Gracias, mamá— Depositando un beso sobre mi cabeza, me soltó.
Dejando lo mejor para el final, corrí hasta mi abuelo y luego de deslizarme con mis rodillas hasta quedar frente a él, abracé su cintura.
—Feliz cumpleaños, hijita— En su voz quebrada por el tiempo, la alegría se filtró —Ahora que eres toda una mujercita, sé feliz, Natalia. Cumple todos y cada uno de tus sueños, y asegúrate de tus deseos también.
Con sus palabras las ganas de llorar se habían duplicado y mis lagrimales ya no podía cargar con tanto. Sonreí con una lágrima acariciándome el rostro al verlo tan débil, ser testigo de su degradación me rompía mi alma en pedazos y el no poder hacer nada me mataba a pasa lento.
—Te lo prometo, abuelito. Te amo—
Esforzándome porque no me viera llorar, me recosté sobre sus piernas y disfruté de su cercanía.
[...]
Las primeras horas de clases por suerte habían sido tranquilas. Ir al colegio el día de mi cumpleaños no era algo que me gustara, pero tampoco le tomaba demasiada importancia, excepto por la comida ¡En esta fecha merecía comer lo que quisiera!
—Tendría que haber un menú especial de cumpleaños— Reproché estudiando la comida en mi bandeja.
—¿Qué esperas? ¿Sushi?— Se burló la rubia mientras nos sentábamos.
—La verdad me encantaría.
—Bueno entonces creo que le pegué a tu regalo.
Arqueando una ceja, la miré por encima de mi hombro en tanto reducía la velocidad de mi masticar.
—¿Mhm? ¿A qué te refieres?— Pregunté con un poco de pasta todavía en mi boca.
—Feliz cumple, perra fina— Comentó haciéndome reír.
Con una enorme sonrisa, metió su mano dentro de su mochila y en cuestión de segundos, sacó una alargada caja anaranjada con detalles en blanco. Solté los cubiertos en cuanto descubrí lo que ese rectángulo de cartón guardaba en su interior.
—No sabes hace cuando quería comer esto— Tras plantarle un beso en la mejilla a mi mejor amiga, tomé mi regalo e instantáneamente mi paladar comenzó a recordad su exquisito sabor —Te amo, te amo y te amo— Repetí mientras rompía los palitos de madera, lista para llenar mi paladar de pescado, arroz y salsa.
—Lo sé, lo sé y lo sé— Jugó.
No existe forma de negar que el sushi es mi comida favorita. Desde que lo supo, Cata cada tanto me da este particular gusto, ya sea por momentos especiales como este o cuando simplemente se le ocurre. Incluso, en algunas ocasiones cuando va a casa compra una importante cantidad para que todos lo cenemos. Un simple detalle para ella, pero un grande para mi familia.
—Lo amo— Gemí deleitándome con la mezcla de sabores.
—Ya lo sabía— Resoplé divertida al escuchar la voz de mi mejor amigo a mis espaldas —Todos me aman, bonita.
—Cuanta humildad, lobo— Respondió la rubia entre risas.
—Nunca hay que olvidar de dónde venimos, barbie— Bromeó guiñándole uno de sus dorados luceros y hacernos reír, volvió a mirarme —Feliz cumple, bonita— Tras agacharse, me plantó un beso en mi mejilla izquierda —Es un detalle, pero espero que te guste— Susurró en mi oído.
Sonriendo, dejó frente a mí una diminuta caja y un blanco sobre con mi nombre escrito por su propia mano.
—Gracias, amor— Susurré conmovida.
Pegando mis labios a la apenas visible barba que le crecía, le agradecí su dulce gesto. Al igual que yo, Zac, al estar completamente solo con su hermano, tenía el dinero justo y necesario para sobrevivir. Dylan, por algún motivo que ni mi amigo conocía, trabajaba por las tardes para sustentar los gastos de ambos. Por cual, el regalo que Zac me había dado era por demás especial para mí, ya que hizo a un lado sus prioridades para hacerme un detalle.
Con las lágrimas bailando dentro de mis lagrimales, abrí cuidadosamente la preciosa cajita roja de terciopelo y me encontré con una hermosa cadena de plata descasando en su interior. El colgante accesorio poseía un dije, la letra "N".
—Te ayudo— Susurró. Sujetando su delicado regalo, sonrió y lentamente la colocó sobre mi pecho. Recogí mi pelo facilitándole el trabajo y encerrando a mi cuello, la abrochó en mi nuca —¿Te gusta? Está grabada— Rascándose la nariz, se sentó del otro lado de la mesa.
—¿Es broma? Es hermosa, Zac— Respondí sonriéndole y en seguida me devolvió la sonrisa. Tomé el dije y al frotarlo con mi pulgar, percibí un tenue ardor en mis escleróticas —"Gracias"— Murmuré con el gesto arrugado al leer el diminuto grabado.
—Cuando leas la carta entenderás.
—¡Yo también quiero un mejor amigo así!— Bufó Cata haciéndonos reír.
Zac enseguida se unió a nuestro almuerzo, no pudo resistírsele por mucho al rosado salmón a centímetros de él.
—Chicos... — Solté llamando la atención de ambos. Cata me miró con un vaso sobre sus labios mientras que Zac lo hacía con los cachetes inflados y un par de palitos de madera frente a su boca. Reí al verlos y rápidamente, mi preocupación volvió —¿Alguno vio a Matt?
Manteniendo la pose, ambos cruzaron una fugaz mirada y en cuestión de segundos negaron velozmente con la cabeza. Arqueando una ceja, los estudié a los dos, sin embargo, antes de que pudiera interrogarlos, el defensor del equipo apareció.
—Hola, rubia hermosa— Tras besar la boca de mi amiga, el pelinegro volteó hacia mí —Feliz cumple, Natalia— Me saludó.
Zac resopló divertido, aunque de una manera sarcástica, y relamiéndose los restos de salsa en sus labios, arqueó una ceja al ver a Mike sentándose a su lado.
—Gracias, Mike— Respondí volviendo a la realidad.
Que el novio de mi mejor amiga le cayera mal al oji-amarillo no era ninguna noticia, eran dos polos totalmente opuestos y si cruzaban palabra alguna era un milagro divino.
[...]
Al salir del instituto, junto a Cata nos reunimos con los chicos de nuevo y esta vez, incluimos a nuestros hermanos. Estábamos todos, menos él. Ya estaba empezando a preocuparme de verdad por Matt, no me había contestado un solo mensaje en todo el día y ninguno de sus dos amigos sabía donde estaba.
—Escuchen, mañana es sábado y sí o sí, saldremos todos juntos para festejar el cumple de Nata como los adolescentes que somos. Después, ustedes, hermanitos Harper, se quedarán a dormir en casa— Explicaba la rubia con suma precisión mientras nos señalaba y amenazaba con la mirada —Empaquen todo lo necesario para el boliche y para el viaje. El domingo nos pasaran a buscar por casa a primera hora— Ahora, los orbes de Catalina estaban clavados en los azules de mi hermano —Nick, pásale a tu novia la dirección de casa o si prefieres, puede quedarse el sábado, da igual— Con una ladeada sonrisa, le otorgó su atención a Zac —Lobo, lo mismo: puedes quedarte el sábado o pasar directamente el domingo, como gustes— Satisfecha con su explicación y respirando profundamente, recobrando el aliento, concluyó: —Eso es todo, nos vemos mañana. Me voy antes de que abra la boca— Mi ceño se frunció y Zac rio.
—Lo de rubia hueca te queda tan perfecto, hermanita— Se burló el rubio sacándonos una risa a todos.
Mike estuvo a punto de acotar algo, no obstante, antes de que lo hiciera y mutándonos la risa por una carcajada, John lo traspasó con la mirada e inmediatamente, el defensor se guardó sus palabras sin pronunciar. Cuando la gracia pasó, la rubia junto con sus dos chicos se alejó de nosotros meneando sus caderas apropósito, como si de una diva se tratase, obviamente, para hacernos reír.
—Dios mío... ¿Siempre es así la barbie?— Consultó el oji-amarillo mientras se prendía un cigarro y observaba muy atentamente la espalda de Cata.
—Está loca— Finalizó mi hermano.
Escasos segundos pasaron hasta que las carcajadas llegaron.
—Pero es buena— Con una sonrisa todavía incrustada en mi rostro, negué débilmente con la cabeza.
A los pocos minutos, los dos pelinegros que quedaron me hicieron completamente a un lado de su conversación con el estúpido pretexto de "cosas de hombres", por lo que, rodando los ojos, me alejé de ellos unos cuantos pasos al sentir mi celular vibrar. Al tomarlo, me encontré con unas cuantas llamadas perdidas de Matt. Sin querer perder un segundo más, le marqué y ansiosa, comencé a morderme las uñas mientras el tono de espera resonaba en mi oído.
—¿Matt?— Hablé al escuchar su respiración del otro lado de la bocina —¿Estás bien? ¿Dónde estás?— Escuchar su risa del otro lado me desconcertó —¿De qué te ríes?— Cuestioné molesta.
—Sal, estoy en la calle— Sin decir más, me colgó.
Miré la pantalla de mi celular indignada y confundida. Parpadeando repetidas veces, devolví mi celular al bolsillo de la mochila y giré para avisarles a los chicos sobre la llamada y el pedido del castaño.
—Oig... ¿Dónde...? ¿Dónde están?— Mi ceño se frunció al no verlos.
Tragué con fuerza y los busqué con la vista, pero no había rastro de ellos por ningún lado. Al ver la entrada del instituto, noté que tampoco estaba la moto de Zac.
Resoplé histérica, odiaba que me hicieran eso, y sin querer perder más tiempo, fui en busca del castaño.
—¿A qué mierda juegan?— Chillé molesta al no verlo a él tampoco.
Cuando estaba a punto de irme el fuerte timbre de una bocina me sobresaltó. Guiándome por mi sentido auditivo, me topé con que el ruido era ocasionado por un negro BMW, el inconfundible auto de Matt. Había olvidado por completo su coche y sin dudarlo, me acerqué a él.
Golpeé suavemente la ventanilla del copiloto con dos de mis nudillos y casi de manera automática, escuché el típico sonido que producía el seguro cuando era deshabilitado. Suspirando, abrí la puerta y entré.
—¿Qué sucedió? ¿Te encuentras bien?— Invadí su lujoso auto de preguntas. Estudié su rostro en busca de respuestas, pero en él solo se plasmaba una calmada sonrisa —¡Con un maldito demonio! ¡Contéstame!— Grité histérica.
Finalmente me volví loca.
Una carcajada brotó de su garganta sin escrúpulos.
—Feliz cumple, sonrisitas— Murmuró todavía sonriente mientras acariciaba mi mejilla.
—Gracias— Contesté apenada, mis mejillas hervían. Colocando un mechón de pelo tras mi oreja, suspiré profundamente —Perdóname, no quería gritarte...
—No te preocupes— Susurró con una inigualable paz.
Se acercó a mí para dejarme un hermoso y necesitado beso sobre los labios.
—Me tenías preocupada— Confesé perdiéndome en sus verdosos y hechizantes orbes.
—Lo sé y perdóname por eso— Recostándose sobre su asiento, expresó sin intención lo agotado que estaba —No pude venir al colegio porque mi padre estuvo volviéndome loco y para colmo, anduve de acá para allá toda la mañana para terminar de organizar una reunión que tengo esta noche— Tomó mi mano y suavemente la besó —Siento no haber estado hoy contigo, sonrisitas.
—No te preocupes, musculitos. Es solo un día más, no le doy tanta importancia— Sonreí buscando dejarlo un poco más tranquilo. Me devolvió la sonrisa y seguidamente, regresó su vista al frente mientras encendía el motor —¿Dónde vamos? No avisé en casa que te vería y Nick debe estar esperándome— Expliqué volteándome para buscar por el vidrio trasero del auto a mi hermano.
—No tienes de que preocuparte. Avisé en tu casa que te robaría un rato antes de venir a buscarte y a tu hermano lo vi irse con Zac en su moto— Argumentó poniendo primera y tranquilizándome.
No estaba segura de porque Nicky se había ido con mi mejor amigo, pero sería algo de lo que me preocuparía después.
—¿Dónde iremos?— La curiosidad me mataba. Sonreí ansiosa por saber.
—A casa. Tengo algunos regalos que quiero darte y después...— Hizo una pausa en tanto doblaba hacia la avenida —...Bueno, para qué adelantarnos. Ya lo verás.
Sus ojos se conectaron con los míos por un instante y su sonrisa se hizo presente, arrebatándome una propia. Me acomodé en el asiento y puse música.
—No, tu música no— Se quejó divertido.
—¡Oye! Es buena música y aparte es divertida— Defendí mis gustos musicales mientras inconscientemente movía mi cuerpo al ritmo de la canción.
—La soportaré solo porque te hace bailar y me encanta verte bailar— Confesó agrandado, provocando un rubor carmesí en mis mejillas. Viendo mi reacción no pudo aguantar una sincera carcajada —Te amo, sonrisitas.
—Y yo a ti.
Esto era lo que me faltaba para terminar de hacer feliz mi cumpleaños, o cualquier simple día, un único intercambio de sonrisas con él y una intensa conexión de miradas.
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Capítulo dedicado a vos que me alentas con esto, que todos los días me acosas para que suba capítulos, que sos única.
Poesiasrotas .
Te amo, muy feliz cumple hermosa.
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