Capítulo 15
Los días pasaron y las cosas con Matt iban cada vez mejor. La rubia y el defensor velozmente empezaron a entenderse, cada tanto se escapaban juntos para estar a solas, aunque todavía no existía algo serio entre ellos.
Todo estaba marchando bien. Poco más de dos semanas pasaron desde que Matt me contó la historia que compartía con el solitario chico de orbes amarillos. Desde entonces, no había vuelto a hablar con Zac. Aunque mi novio prometió no volver a molestarse ni a meterse si seguía con mi intento por entablar una amistad con él, preferí mantener cierta distancia del peli-negro para tener a mi relación lo mejor posible y, al mismo tiempo, para saber cómo acercármele sin que la verdad escape de mi boca.
Ahora sabía porque todo el instituto lo miraba con miedo, con recelo. Sin embargo, yo no le temía, seguía creyendo que fue la desgarradora manera de perder a su familia lo que lo incitó a comportarse de tal forma. En el fondo, sabía que Matt pensaba igual que yo, se le notaba en la mirada y en lo acongojado de su voz cuando me relató lo sucedido. Extrañaba a su antiguo amigo, por más que el resentimiento y la decepción hayan intentado eclipsarlo.
En este tiempo, mi hermanito, influenciado por el mariscal y apoyado por mí, nuestra familia y los mellizos, se metió al equipo de fútbol del instituto. Al ser el cuñado del capitán, digamos que los entrenamientos no eran tan duros para él y con ayuda del castaño, era fácilmente tomado en cuenta por el entrenador. Unos cuantos entrenamientos después, insistió con meter a su mejor amigo y entre todos, no tardamos en convencer a John, quien odiaba el deporte, pero con tal de apoyar a Nicky, aceptó. Nuevamente, Matt usó su posición para que ambos pudieran estar en la banca más rápido de lo normal.
Al igual que mi hermano había hecho, la rubia decidió hacer algo nuevo este año. Cata se inscribió al equipo de porristas. Y como Nicholas con John, la melliza me insistió para que también diera la prueba y la acompañara. No aguanté sus insoportables suplicas más de dos días, si se lo proponía, Catalina podía llegar a ser extremadamente molesta.
Y hoy ya era mi partido como porrista y los nervios comenzaban a pasarme factura. El miedo de olvidar algún paso de la coreografía y hacer el ridículo no ayudaba. Todo en mi interior vibraba y mis manos sudadas temblaban ligeramente. Inhalé y exhalé una y otra vez, pero mi corazón seguía acelerado. Si no era porque gozaba de una buena salud, diría que me agarraría un infarto en cualquier momento.
Sacudí las porras y di saltitos en el lugar buscando distraerme. Las ovaciones del público y el grito de mis compañeras me alteraron. El equipo estaba entrando al campo de juego e inmediatamente, me uní al eufórico recibimiento, que como porristas debíamos dar. Sonreí al ver a mi novio, tras romper la pancarta, y a mi hermano a unos pasos detrás de él. Mientras que Nick se dirigía emocionado al banco, Matt trotó hasta mí y sin importarle que le llamara la atención el técnico, sostuvo mi rostro entre sus manos y pegó sus labios a los míos.
—Ese uniforme te queda perfecto— Murmuró sobre mis labios —Espero no distraerme mucho— Jugó volviendo a besarme.
—Suerte, musculitos— Susurré sonriéndole y después de guiñarme uno de sus verdosos iris, se colocó el casco y regresó con sus compañeros.
De la misma forma que Matt hacía hecho conmigo, otro chico se acercó, pero esta vez a Denise. Al sacarse la protección de la cabeza, reveló su identidad. Zac. Suspiré y sonreí melancólicamente en cuanto lo vi. Extrañaba hablar con él, reírme de sus chistes. Deseaba hablar con quien consideraba como un buen amigo, en primer lugar, porque quería saber cómo estuvieron las cosas con su chica en estas semanas y seguidamente, para indagar con cuidado sobre su pasado.
Se murmuraron un par de palabras con la capitana, pero rechazándolo ella le dio la espalda. Detestaba esa forma de ser que tenía Denise, era como si jamás le hubiesen inculcado buenos modales. Molesta por como lo había tratado, suspiré poniendo los ojos en blanco. Cuando volví a posar mis pupilas en el peli-negro, él ya estaba observándome. Mordí mi sonrisa y frotándose la nariz, se acercó a mí.
Parándose rectamente, trabó su espalda y abrazó su casco con su brazo derecho.
—Creí que te habían secuestrado o peor, que te habían prohibido hablar conmigo— Bromeó haciéndome reír, como siempre —¿Cómo has estado, bonita?— Susurró con las comisuras de sus labios inclinándose hacia arriba.
—¿Por qué me prohibirían tal cosa?— Jugué intentando sacarle alguna palabra referida a su historia, pero hincándose de hombros guardó silencio e incrementó su sonrisa —He estado bien... ¿Y tú? —Pregunté y enfoqué mi visión en mi novio, quien suponía estaba explicando alguna jugada a sus chicos.
—Ahora mucho mejor. No sabes cuánto extrañaba hablar contigo— Confiado, relamió sus labios en tanto dividía su atención, dejándome la mitad a mí y la otra a los movimientos que su capitán hacía. Analizando la táctica desde lejos.
—Increíblemente, yo también. A pesar de tus horribles chistes— Me burlé y resopló divertido.
—Me alegra saberlo— Atento al partido, se colocó el casco y elongando los músculos de sus piernas, me dedicó una última mirada —Deséame suerte, bonita.
—Suerte— Musité y guiñándome uno de sus ojos como despedida, trotó hasta su posición.
Tras el silbatazo del réferi, el juego comenzó. El partido fluyó con varias anotaciones de Zac y Matt. Mi novio volteaba en cada punto que conseguía y me señalaba, dedicándome en silencio su habilidad y superioridad ante el equipo contrario.
Curiosamente, Zac no dejaba de ojear la banca cada tanto. Si mi vista no fallaba, más precisamente a mi hermano, quien nervioso se removía en su asiento. Después de volver anotar, el peli-negro se dejó derribar por uno de sus adversarios. El golpe había sido brutal, lo extraño era que no habían podido tocarlo en todo el partido, pero ahora y sin tener la necesidad, ya que la caída no había sido fatal, pidió el cambio.
El entrenador de los chicos comenzó a maldecir mientras que caminaba de un lado al otro, hecho una furia. Frotó su rostro con tosquedad y rascó su nuca en tanto veía a uno de sus mejores jugadores regresar al banco. Todo en cuestión de segundos.
—Tú— Lo escuché gritar —Entra a suplantarlo ¡Ahora!— Señaló a mi hermano y aplaudiendo, lo apuró.
Nicky se puso de pie de un salto y velozmente se acercó al hombre. Asintió a cada palabra que salía de la boca de su mentor y después de recibir unas palmadas de él en su hombro, entró al campo acompañado de varios aplausos y un festejo que le hicimos personalmente con la rubia.
En un punto medio, mi hermano y Zac, quien volvía con el casco en su mano, se cruzaron. Intercambiaron una que otra palabra y cada uno siguió con su camino.
Mi atención estaba exclusivamente puesta en ellos. Primeramente, porque Nicholas debutaba como jugador y, en segundo lugar, porque me preocupaba el bienestar del oji-amarillo. Zac giró su cabeza en mi dirección y guiñándome uno de sus iris otra vez, me sonrió. Sospeché que su cambio fue apropósito, él sabía que mi hermano era su suplente, por ende, quien lo reemplazaría. Le sonreí como si mi teoría fuera cierta y volví a centrarme en el juego.
Un nuevo silbatazo sonó, indicando esta vez el fin del partido. Habíamos ganado por una gran diferencia, Matt realmente se había lucido. Toda la prepa lo festejaba con fuertes gritos combinados con aplausos y nosotras, como sus alentadoras oficiales, saltamos y chillamos emocionadas, felicitando así a nuestros chicos. Los jugadores se abrazaron unos con otros, entre ellos y con los que fueron sus rivales. Siguiendo el festejo, todos corrieron hacia el entrenador, lo levantaron sin importarles su disgusto y lo tiraron por los aires. Gracias a esta victoria, el equipo había clasificado para el campeonato.
Matt se alejó de sus transpirados compañeros y corrió hacia mí. Cuando estuvo lo suficientemente cerca quise felicitarlo, pero antes de que pudiera decir una palabra me tomó por la cintura y levantándome del suelo, dio vueltas sobre su propio eje mientras intensificaba el abrazo. Entre risas, aferré mis brazos a su cuello.
—Felicidades— Solté cerca de su oído.
—Gracias, sonrisitas— Dejó de girar y sin bajarme del todo, acomodó un mechón de pelo detrás de mi oreja —Hemos clasificado para el campeonato— Sonrió víctima de la emoción y no pude evitar sonreír con él —Me has dado suerte— Con la voz ronca debido al cansador ejercicio, me terminó por dejar en el suelo y entrelazando sus manos detrás de mi espalda, me besó.
En ese momento descubrí que me hacía feliz el verlo feliz.
Se separó rápidamente de mí en busca de aire, todavía estaba muy agitado. Antes de que pudiera seguir felicitándolo, otra figura masculina frente a mí, enrolló sus brazos en mis piernas, y levantó.
—¡Al entrenador le encantó como jugué!— Exclamó desbordado de alegría.
—Felicidades, hermanito— Grité orgullosa en sus brazos.
—Gracias, princesita— Me dejó en el suelo y abrazándome por el cuello, besó mi cabello —El abuelo se volverá loco cuando le cuente.
Nuestro abuelo amaba el deporte y más que nada el fútbol, todos los que había. Podía pasar horas frente al televisor mirando uno y otro partido.
Reí con él y contemplando el pacífico océano en sus ojos, asentí dándole la razón a sus palabras.
Los mellizos se acercaron a nosotros y ambos se abalanzaron sobre mi hermano para también felicitarlo por su debut. Unos minutos después, el equipo regresó a los vestuarios para ducharse y supongo, seguir festejando entre ellos. Nosotras hicimos lo mismo y casi una hora después, nos reencontramos en la entrada del estadio que tenía la preparatoria.
—¿Quieren ir a cenar? Como capitán, yo invito— Propuso mi chico mientras su mano se aferraba a mi cadera.
John y Nicholas aceptaron en seguida, donde hubiera comida gratis ellos se apuntaban enseguida. Cata y Mike tampoco se negaron.
—¿Dejarías que tu hermana viajara conmigo adelante, Nick?— Pidió Matt formalmente, ocultando una sonrisa.
No buscaba caerle bien a Nicholas, pero si buscaba que confiara en él. Quería que supiera que herirme no estaba en sus planes y eso me llenaba de ternura.
—Únicamente porque te portaste muy bien conmigo y gracias a tus anotaciones entramos al campeonato. Pero que no se te haga costumbre, niño bonito— Lo señaló el menor del grupo, sonriendo y mi novio asintió ahogando una carcajada.
—Tú— Soltó John mientras apuntaba a Mike y esperaba junto a la puerta de la camioneta a que mi hermano y la rubia se subieran —Siquiera intenta mirar a mi hermana. Tan solo fantasea con ponerle una mano encima y te mato.
Fruncí mi ceño ante su desconcertado comentario y miré a mi mejor amiga, quien se encontraba mirándome con la misma expresión. Hacia años que el rubio no celaba a su melliza. Sin embargo, miraba muy mal a Mike, como si algo no le gustase de él, como si conociera sus intenciones o simplemente, lo quisiera lejos de Catalina. Algo extraño, ya que apenas si lo conocía.
—Ya, tarado, lo asustarás— En defensa del delgado y, por lo que parecía, asustado peli-negro, Cata le sujetó el brazo de su hermano y lo metió al auto.
Mike tragó con fuerza y tras cruzar una mirada con Matt, quien solo frunció sus labios e hincó sus hombros divertidos, también se subió.
El mariscal nos llevó a una pizzería y nos alimentó a todos, cosa que me parecía totalmente injusto, pero era imposible de compartir una cuenta con él. Una vez que todos estuvimos con el estómago a punto de explotar, se ofreció a regresarnos a cada uno a nuestros respectivos hogares. Su primera parada fue la casa de los mellizos, seguida por la nuestra.
Frenó frente a mi casa y se despidió dándome un dulce y duradero beso en la mejilla. No quería besarme como de costumbre por la molesta mirada de mi hermano puesta en él y aunque le importara muy poco lo que Nicky pensara, prefirió seguir sus reglas.
—Empieza a caerme bien— Comentó mi compañero de sangre y cerró la puerta de entrada detrás de nosotros.
—Yo empiezo a quererlo...— Confesé en tanto comenzábamos a subir las escaleras para dirigirnos a nuestros cuartos.
Frente a la puerta de mi habitación se detuvo y tomándome del brazo, me pegó a su pecho. Me abrazó con la ternura que solo mi hermano podía desprender y apoyó su mentón sobre mi cabeza.
—Tengo el presentimiento de que él a ti también. De todas formas, más le vale cuidarte porque en serio que voy a lastimarlo si no lo hace.
Mordí mi sonrisa y poniendo los ojos en blanco, me despedí de él. Encendí la lámpara de techo de mi pieza y encontré a mi mascota durmiendo sobre mi cama con la panza hacia arriba. Riendo ante su extraña pose, me saqué las zapatillas y luego de cerrar la puerta y apagar la luz, me recosté a su lado.
—Gracias por la cena y por aguantar a mi hermano— Tecleé en pantalla de mi móvil redactando un mensaje para mi chico.
Unos minutos después, mi teléfono vibró y una ventana con su chat me arrebató una sonrisa.
—De nada, sonrisitas. Quédate tranquila, si yo tuviera una hermana tan hermosa como tú, sería diez veces peor.
Otro mensaje:
—Estoy agotado, por favor no te enojes. Mañana hablamos. Que duermas bien, sonrisitas. Te a... quiero— Reí al ver el error que no se molestó en editar y rápidamente enterré mis dientes en mi labio inferior.
—Yo igual, musculitos. Descansa.
Seguí zambulléndome en las redes sociales y en tanto likeaba las fotos que la rubia había sacado, otro mensaje hizo temblar el celular.
—¿Estás despierta?
Fruncí el ceño al ver el remitente y cambiando mi expresión, enarqué una ceja y preparé a mis dedos para escribir.
—Sí ¿Sucede algo, Zac?
Esperando a que me respondiera, mordí la uña de mi pulgar izquierdo mientras que observaba impaciente su última hora de conexión.
—¿Podemos vernos? Paso por ti, necesito hablar con alguien.
Otro mensaje:
—Por favor.
—Sí. Te espero...
Leyó mi respuesta y volvió a desconectarse.
Suspiré y relamiéndome los labios, intenté que mi cerebro no se pusiera a debatir si era correcto o no.
Volviendo a ponerme las zapatillas, decidí que aprovecharía el momento para agradecerle lo que hizo por mi hermano hoy en el campo.
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