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Capítulo 14

Unos minutos después, decidimos despegarnos de la cama. En tanto Cata ponía a lavar los disfraces, se cambiaba de ropa y alimentaba a nuestras mascotas, yo aproveché para darme una ducha reflexiva.

Con las hirvientes gotas resbalando por mi piel, no pude evitar recordar el momento que tuve con Matt. Sonreí al revivir sus caricias, sus besos, pero, sobre todo, su sonrisa y la forma en la que se comportó conmigo. Parecía mentira que alguien pudiera ser tan lindo, dulce y atento a la vez. Parecía sacado de algún libro o película romántica.

Con una toalla envolviéndome el cuerpo, pasé mi mano por el espejo empañado y después de abrir un poco la puerta para que el vapor pudiera escapar, comencé a secarme el pelo.

—Chica no tan santa ¿Cómo te sientes?— Con una sonrisa burlona, Cata asomó su cabeza y decidida a quedarse, se recargó en el marco de la puerta.

—Medio extraña, pero normal... Creo— Hablé entre risas sin saber exactamente qué decir.

—¿Te mandó algún mensaje de a qué hora vendría o algo?

—No lo sé— Aparté el ruidoso secador de mi cabeza —Dejé el celular sobre la cama.

No tuve que decir más que la rubia ya había desaparecido, para en menos de un minuto regresar con mi móvil entre sus manos. Mordiendo mi sonrisa, puse los ojos en blanco y acerqué nuevamente el secador hasta las puntas de mi cabello.

Mariscal— La escuché decir y volteé hacia ella inmediatamente —Pregunta mi amiga a qué hora pasarás a buscarla— Fruncí mi ceño al mismo tiempo en que mi boca seguía abriéndose. Le hice señas para que le cortara el teléfono, pero las pasó a todas por alto —Perfecto. Nos vemos, bombón.

Apreté mis labios y mirando fijamente sus iris, escondí una sonrisa y negué con la cabeza. Ella me sonrió triunfante y arrojó el celular a la cama.

—¡Hey!— Reclamé por la seguridad de mi teléfono.

—Dice que pasará en un rato, que te prepares.

—¡Catalina!— Reproché mientras desenchufaba el secador de pelo.

—Busquemos algo que te quede— Ambas salimos del baño y en tanto ella sacaba ropa de su placard, yo me senté en la cama esperando a que las prendas comenzaran a estrellarse en mi rostro —Le diré a tu madre que saldremos y que mañana te llevaré de vuelta— Tirándome la primera indumentaria, me miró por encima de sus hombros con las manos aún dentro del armario —También viene Mike, asique si a la noche regresas y no estoy, entra con la llave que está bajo la piedra.

—Todavía es de día ¿Cuánto piensas tardar?— Cuestioné probándome la blusa que me había arrojado.

—Todo lo que pueda— Vociferó elevando ambas cejas y sonriendo vacilona.

La risa brotó de mi garganta y mientras escuchaba todas las cosas que parloteaba sobre el pobre chico, seguí probándome su ropa. Media hora después ya estaba lista, recostada en el sofá de la sala esperando a que mi chico llegara en tanto la rubia recién abandonaba la ducha. Ambas estábamos sumergidas en las redes sociales con una botellita de yogurt en nuestras manos.

Casi quince minutos después, mi teléfono vibró.

Estoy afuera.

Con las carnívoras mariposas devorando el interior de mi vientre, sonreí y sin contestarle, me puse de pie de un salto.

—Ya llegó— Le anuncié a mi amiga y, al igual que yo había hecho, se levantó con velocidad.

—Sé un poco más cariñosa esta vez— Bromeó haciendo referencia a mis palabras ante la confesión que mi chico me había regalado esta madrugada. Puse los ojos en blanco y sentí sus brazos rodearme —Si van a volver hacerlo, ponte cremita después.

—¡Catalina!— Exclamé separándome de ella mientras mis mejillas enrojecían con suma rapidez.

—Yo solo quiero cuidarte— Jugó y guiñándome un ojo, se encaminó hacia las escaleras para volver a su cuarto y terminar de alistarse —No olvides lo que te dije de las llaves— Asentí y después de que me tiró un beso con la mano, comenzó a subir los escalones —Te quiero— Gritó desde el segundo piso.

Sonriendo, suspiré y me tomé unos segundos para alejar lo colorado de mi rostro, producido intencionalmente por mi mejor amiga.

En cuanto salí, mi novio ya me estaba esperando recargado sobre su coche. Sonrió al verme y abrazó mi cintura en cuanto estuve frente a él.

—Es increíble, pero ya te extrañaba, sonrisitas— Confesó sonriendo, haciéndome reír ante sus palabras.

En cuanto entré al auto, noté que en la parte de atrás había varias bolsas.

—¿Hiciste las compras?— Consulté divertida mientras me abrochaba el cinturón de seguridad.

—Algo así— Respondió y seguidamente encendió el motor.

Alrededor de quince minutos después, gracias a la cantidad de semáforos en rojo que nos topamos, llegamos a la playa. El vehículo se movía para todos lados al pasar por encima de la arena, era una zona prácticamente desolada. El castaño estacionó el coche, tomó las bolsas y luego de que se bajó, lo seguí.

Al astro mayor todavía le quedaban dos o tres horas de reinado antes de que la luna usurpase su trono.

A unos pocos metros de la orilla, el mariscal extendió una manta y no tardó en prender una fogata frente a nosotros. Lo ayudé sacando la comida que tan dulcemente había traído "por las dudas de que no hayas comido" sus textuales palabras. Mientras acomodábamos todo sobre el turbio suelo de granitos amarillentos, una hora pasó y el viento, anunciando la noche, danzó a nuestro alrededor.

Con las llamas ardiendo y mostrando su fuerza, mi chico se sentó frente a ellas y con un palo de madera que se encontró, las avivó provocando que varias chispas volaran. Cuando sintió que el tamaño del fuego era el necesario, soltó la vara y palmeó la manta entre sus piernas, pidiéndome sin hablar que me acercara a él. Sus brazos y piernas me abrazaron, matando cualquier posibilidad de que tuviera frío.

Tomó los sándwiches de miga, las cervezas y las dos gaseosas y colocó todo a un lado, hizo un bollito la bolsa de plástico que había usado y se la guardó en el bolsillo del pantalón.

—No sabía si ibas a preferir alcohol o gaseosa, asique compré las dos cosas. Y los sándwiches son variados, también dudaba cual traerte— Explicó sonriendo.

—Gracias, musculitos— Tomé una botella de cerveza y la choqué con la de él, brindando.

Una hora más pasó. En ese tiempo comimos, bebimos casi dos cervezas cada uno y charlamos de cosas sin sentido. El ocaso llegó y antes de que el sol se escondiera detrás del horizonte por completo, sacó su móvil y lo posicionó frente a nosotros.

—Sonríe— Pidió viéndose en la pantalla gracias a la cámara frontal.

Sujeté su rostro y sonreí como me había pedido. Un marco blanco apareció en su celular, avisando que la foto ya se había sacado. Pegé mis labios a los suyos y enseguida escuché el típico sonido de una cámara fotográfica.

Me recosté de nuevo sobre su templado torso y sostuve un cigarro con los labios. La temperatura bajaba a cada minuto, pero el fuego que Matt había preparado nos mantenía calientes. Le ofrecí un cigarrillo, pero negando me mostró los suyos para después prenderse uno y de paso, prender el mío.

—Matt...— Sentí como su pecho se inflaba de humo, elevando mi cuerpo con él.

—¿Sí?— Consultó mientras largaba la blanquecina nube.

—¿Podemos de hablar sobre el tema del chico nuevo... de Zac?

Así como había podido percibir el ritmo de su respiración y escuchar lejanamente su corazón, sentí a su cuerpo volverse rígido. Tragué secamente y le di una calada a mi cigarrillo.

—Solo porque te lo prometí...— Intentó sonar tranquilo, pero la incomodidad y lo que parecía un profundo rencor se filtró en su voz. Respiró hondo y después de darle una calada más al pucho entre sus dedos, comenzó —Vamos desde el principio... Antes de que tú entraras al instituto, él ya estudiaba ahí. Zac iba al penúltimo año cuando lo conocí y yo a tercero, por lo que es un año mayor que yo. Lo conocí en una situación que te voy a contar más adelante, cuando confíes completamente en mí.

—¿Por qué?— Apoyé el lado izquierdo de mi cara sobre su tonificado pecho y seguí fumando —Yo confió en ti.

Posó su brazo libre sobre mi cintura, abrazándome y compartiéndome de su calor corporal a la vez.

—Sí. Confías en mí, pero no en la forma que necesito. Y porque es algo que me marcó, algo que me cambió y que me persigue diariamente, como un fantasma— Noté lo tenso en su musculatura y decidí no excavar más en sus heridas sin cicatrizar —Volviendo al tema... Zac era alguien muy amistoso, simpático y extremadamente divertido. Antes que yo lo fuera, él ocupaba el puesto de capitán en el equipo y también el del chico popular en los pasillos de la prepa. Con su carisma, habilidad deportiva, atractivo y peculiares ojos amarillos, todas las chicas se le tiraban encima y todos los hombres buscaban ser sus amigos.

Diferencié una sonrisa de melancolía sobre sus labios, ligada a los recuerdos que de seguro pasaban por su mente y no pude evitar sonreír con él.

Su mirada colmada de nostalgia, incrementaba mi interés por conocer más a Zac y reforzaba mis deducciones de que no era alguien malo.

—En cuanto nos conocimos nos hicimos buenos amigos, prácticamente fue instantáneo. Él me ayudó con varios espectros oscuros que mi alma cargaba, me escuchaba cuando debía hacerlo, me apoyaba cuando tenía problemas en el callej...— Se detuvo a sí mismo y tras carraspear cambió la elección de sus palabras —...en casa con mis padres. Nos hicimos tan cercanos que decíamos ser hermanos. Éramos nosotros dos contra el mundo y un tiempo así fue, sin embargo, la aparición de una mujer desencadenó la serie de problemas que se nos venían encima.

Me removí en mi lugar, con el corazón listo para ser estrujado por alguna confesión que mis sentimientos no quisieran oír, pero mi curiosidad sí.

Aferré mis dedos al cuello de la botella y después de ingerir el amarillento líquido que guardaba, le di otra calada a mi cigarro. Él hizo lo mismo, dándose un segundo para sí y suspirando, largó el pesado humo a través de su dentadura.

—Hace dos años yo estaba enamorado de Denis— Y ahí estaba lo que tanto temía. Tragué con fuerza y su brazo me pegó más a él, diciéndome en silencio que todo era pasado —Aunque ahora que experimento nuevos sentimientos contigo, dudo que haya sido amor lo que sentía por tu compañera— Sonrió ladeadamente y besó mi cabello. Sonreí algo calmada, por más que no entendiera a lo que se estaba refiriendo —Como sea... Le confesé a Zac el estar atraído por la amiga que teníamos en común, pero jamás se lo comentamos a ella. El tiempo pasó y había que ser muy idiota para no ver que ellos querían estar juntos. Ella le tiraba indirectas, se le acercaba, intentaba de mil formas que el peli-negro la mirara con otros ojos que no fueran los de un buen amigo y un excelente hermano.

—¿Y qué pasó?— Cuestioné y enderezándome, me giré para poder verlo a la cara.

—Él se resistió a los encantos de la porrista durante mucho tiempo por mí. Pero, terminó por caer y empezaron a verse a mis espaldas.

Sonrió con dolor y evitando mirarme, le dio una última pitada a su cigarrillo. Lo apagó en la arena, para posteriormente depositarlo en la plástica bolsa que anteriormente había guardado en su bolsillo. Lo imité y con el vidrioso envase ente mis piernas, apoyé mi codo derecho sobre el costado de mi rodilla y sostuve mi cabeza con la mano, deformando mi cachete con la posición.

—Cuando lo descubrí no pude evitar enojarme con ambos. Sin embargo, lo que más me dolió no fue que él saliera con la chica que en su momento yo quería, sino el hecho de ocultármelo. No iba a interponerme en su relación, no le veía el motivo. Después de eso, nuestra amistad se volvió algo tensa y nos distanciamos un tiempo, pero no llegó a pasar ni un mes que ya estábamos riéndonos y volviendo a ser los hermanos que solíamos ser.

Flexionando sus rodillas, sujetó mis caderas y me acercó a él. Mis piernas pasaron por encima de las suyas y sus brazos ahora se enrollaban en mi cintura. Sonriéndome con tristeza, pasó un mechón de pelo detrás de mi oreja y estudió mi rostro, evadiendo mis pupilas.

—Todo colapsó cuando los padres de Zac murieron.

Mis cejas se elevaron y al segundo mi ceño se frunció. Un horrible escalofrío me abrumó y la brisa de la noche no ayudaba. Mi boca se abrió ante tan trágica noticia y tardé en asimilarlo.

—¿Cómo que sus padres murieron?

—Un incendio— Explicó —Hubo una fuga de gas y un cigarrillo mal apagado —Un sudor frío se instaló en mi piel —Los bomberos lograron salvarlo a él, pero a los señores Drago no.

—¿Có... Cómo fue que pasó?

—Esa noche habíamos salido los tres al cine, después de la película nos dividimos. Yo me fui por mi lado, él llevo a su chica a la casa y cuando llegó a la suya, su familia ya estaba descansando por lo que fue directamente a acostarse. Nunca se percató del olor a gas y debido a este y al cansancio, se quedó profundamente dormido mientras fumaba y esperaba a que la bañera se le llenara, algo que jamás le pasó. El fuego se desató unos minutos después y a la hora ya estaba en el hospital con él completamente vendado y conectado a un respirador. No le quedaron más que diminutas cicatrices y una que otra de apenas tres centímetros. Ese día, el ángel que custodia a Zac se lució— Sonrió sin humor.

—Pobre... Que... Que horrible— Mi voz se acongojaba con el simple hecho de escuchar.

Matt asintió débilmente y relamiéndose los labios, acarició mi mejilla. Todavía no me miraba a los ojos, pero un centello producido por el agua en los suyos, me comunicó que esto hacía más que dolerle.

—Sus padres fallecieron antes de que él llegara, se asfixiaron con el monóxido de carbono. Sin embargo, Zac siempre se culpó por el cigarro que inició el fuego. Creía que el incendio había sido su responsabilidad, que el humo los había ahogado y por consecuencia, que él mismo había asesinado a su propia familia.

—No fue su culpa...— Respondí con un hilo de voz.

Realmente quería llorar al escuchar tan triste historia. No solo había perdido a las personas más importantes de su vida, si no que creía ser el culpable de sus muertes. No podía ni siquiera imaginar lo que Zac sintió en ese momento, lo que pasaba por su cabeza, por su corazón.

—Lo sé— Suspirando, intentó retener la gota que bailaba sobre su parpado inferior —Pero él no quería entenderlo. Después del accidente, se encerró en su propio mundo. Se distanció de mí y de Denise. Casi todos los días intentábamos acercarnos a él, íbamos a buscarlo a la casa, prácticamente vivíamos discutiendo con Zac tratando de que entendiera que él no había sido el responsable, sin embargo, no había caso. En más de una ocasión fui solo, nunca quería abrirme la puerta, hasta que un día, casado de verlo en un estado tan deplorable, rompí la cerradura de una patada y me destrozó el corazón, encontrarlo intoxicado. El hedor a alcohol era insoportable y entre más me acercaba a él más fuerte era.

Matt tragó con fuerza y rascando su nariz, giró la cabeza para que no pudiera ver la lágrima que había escapado de su control.

—Cuando vi que también se había drogado, me enojé. Le arrebaté la bolsa de cocaína de las manos, tiré el polvo sobre la mesa al suelo y lo golpeé en el rostro, aunque no muy fuerte— Sonrió sin humor y por fin, me miró. El llanto retenido había enrojecido sus escleróticas y su continuo parpadeo reflejaban el ardor que eso le producía —No estuvo bien lo que hice, tendría que haberlo entendido y no gritarle, pero me quebró el alma verlo tan distinto a lo que siempre fue. El punto es que se enfureció conmigo y me echó.

—Lo... Lo que hiciste estuvo bien. Yo si viera a Nick así... No sé qué habría hecho— Una punzada me atacó el pecho de tan solo imaginar a mi hermanito en una situación semejante.

—El más chico de los Drago lo hizo porque se sentía solo, se culpaba por haber sobrevivido e intentaba "remediarlo". A diferencia de Dylan, el hermano mayor de Zac, Nicholas estará para ti y jamás te echaría la culpa por un accidente. Mi compañero se sintió devastado tras la muerte de sus padres y como cereza del postre, su único familiar vivo lo acusó de asesino. Estaría dispuesto a poner las manos en el fuego al decir que Nick nunca haría tal cosa contigo, él seguiría adelante solo por ti. Y eso es lo que le faltó a Zac, el apoyo de la única persona que él quería que lo contuviera.

—¿Todo terminó ahí?— Interrogué retomando el hilo de la conversación.

—Por desgracia, no— Volvió a reír sin humor y secando las comisuras de su boca, peleó para soltar todo lo que llevaba dentro —Las semanas pasaron y Zac dejó de aparecer por el instituto, estaba muy cerca de tocar fondo. Un día, me crucé con Denis en el patio de la prepa y ella me insistía para que siguiéramos intentando sacarlo del oscuro pozo en el que su novio se había metido. Para sorpresa de todos, ese mismo día Zac apareció, pero excesivamente intoxicado, por lo que distorsionó la realidad y montó una escena.

—¿A qué te refieres?

—Creyó que aproveché su ausencia y deplorable estado para verme con Denise, que andaba con ella a sus espaldas como él lo había hecho conmigo. Las clases habían terminado hacía cinco minutos, por lo cual todos estaban a nuestro alrededor, presenciando la locura de Zac— Respiró profundo y cerró sus ojos —Se acercó bruscamente hacia nosotros y tomó con demasiada fuerza el brazo de su novia, buscando obligarla a caminar. Inmediatamente sujeté su brazo e implementando una cantidad de fuerza que sabía él no podría superar, lo separé.

El mariscal se removió y agarró otra botella de cerveza. Sujeté su mano y sonriéndome fugazmente, le dio un largo sorbo.

—Zac no tomó muy bien lo que pasó, empujó a Denise y comenzó a pecharme, buscando pelear conmigo. No respondí a ninguna de las hirientes cosas que me decía, solamente le pedía que se calmara, que nos fuéramos y habláramos de manera calmada en su casa, pero otra vez, respondió mal. No quería que lo vieran así, que hablaran de él y dijeran estupideces que posteriormente lo lastimaran. Seguía siendo mi hermano— Carraspeando, refrescó nuevamente su garganta y me ofreció la botella. Ahora refrescando la mía, seguí escuchando la historia —Denise se levantó e intentó frenarlo, Zac estaba tan desorientado por las mierdas que se había metido que usó fuerza de más y la golpeó en el rostro.

—¿Pelearon?— Pregunté devolviéndole la cerveza y prendiendo un cigarro, igual que él hacía.

—Algo así— Sonrió con dolor y expulsó la primera nube de humo —Lo empujé haciéndolo retroceder. Me dejé llevar y le di un fuerte golpe en el rostro, pero al verlo sangrar, me detuve. Era mi mejor amigo, mi compañero, mi hermano, era todo lo que tenía. No podía lastimarlo, no podía herirlo, lo amaba, era mi familia. Pero contrariamente a mí, Zac no frenó. La adrenalina, el alcohol y las drogas combinadas en su sistema me jugaron una mala pasada. Me pegó sin parar, se desquitó conmigo. Sentía su dolor en cada golpe, su ira, su soledad, cada sentimiento atrapado que lo atormentaba.

—¿Tú solo te quedaste quieto?— Fruncí mi ceño ante la escena que mi mente se imaginaba.

—¿Demasiado idiota?— Consultó con diversión y sarcasmo.

—Demasiado dulce— Sonreí y acaricié su mejilla mientras él le daba una calada a su cigarrillo —¿Cómo terminó todo?

—La cantidad de golpes no cesaba y poco a poco, se le fue yendo la mano con la fuerza. En un momento no pude seguir manteniéndome de pie y mareado, debido los reiterativos sacudones que me daba en el rostro, me desvanecí. Antes de desplomarme por completo, me dio un potente envión en mi cien derecha con sus nudillos, justo para que al caer mi cabeza se golpeara violentamente contra el suelo.

Mi boca se abrió por si sola al escuchar las terribles palabras que salían de su alma, viajando dolorosamente por su ser, hasta su garganta quien las pronunciaba para matar a mi molesta curiosidad.

—Me abrió la cabeza. Literalmente, me la rompió— Rio con sufrimiento al recordar y una falsa alegría para regalarme.

Sonreí al entender que solo lo hacía para apaciguar el momento, para hacerlo un poco más llevadero.

—Después de eso me desperté en el hospital, con la cabeza cocida— Restándole importancia, se hincó de hombros y tras llenar sus pulmones de nicotina, liberó el humo y al mismo tiempo, el pesar que cargaba —Cuando volví a la prepa, Zac se había ido. Había desaparecido, pero esta vez de verdad. Me llegaron comentarios de que asistió unos días más, pero que peleaba con cada persona que él creyera le hablaba mal o mirara a su chica. Siempre tenía una excusa para pelear y todo el instituto comenzó a temerle. Pasó un año entero, justamente en el que tú entraste, sin que supiéramos algo sobre él. Hasta ahora que regresó...

—¿No le darás una segunda oportunidad?— Las palabras salieron de mi boca sin mi permiso —Capaz quiere recomponer las cosas— Añadí antes de que mal interprete mi pregunta.

—¿Acercándose a ti sabiendo que sales conmigo? No lo creo.

—Eso no lo supo hasta que te vio. Tal vez...— Me callé al ver que la herida estaba demasiado expuesta como para pedirle que lo recapacitara. Besé su mejilla y rápidamente me abrazó, dejándome escuchar los latidos de su corazón —Nunca creí que Zac pudiera lastimar así a alguien...

—Yo creía lo mismo. Por eso no quiero que estés mucho tiempo con él, que te le acerques tan confiada. Yo no sé si él sigue consumiendo mierdas o si volvió a ser el chico que conocí. Tengo miedo ¿Y si vuelve a bloquearse? ¿Y si intoxicado no se controla y en vez de apartarte te golpea?

—No me hará nada. Confío en ello.

—No confíes tanto, sonrisitas— Besó mi cabello para posteriormente acariciarlo y mirar el mar, a través de las llamas a unos pasos de nosotros —Si te llega a tocar un solo pelo, no me quedaré de brazos cruzados. No de nuevo.

—¿Y si ya dejó todas esas cosas y cambió?

—Ojalá que sí, pero no puedo estar seguro y tampoco estaré tranquilo en tanto sigas viéndote con él. Me duele más de lo que crees, pero me demostró ser inestable. Sé que no puedo decirte con quien puedes hablar y con quien no, sin embargo, te pido desde lo más profundo de mi ser, que tengas cuidado.

Me hundí más en su pecho y suspirando, intensificó más el abrazo. El silencio reinó y era dulcemente interrumpido por las chispas que la fogata largaba y el calmado oleaje del mar que bailaba.

Intenté imaginar al chico que lloró en mi hombro hace unos días siendo violento, pero por mucho que me esforcé no pude lograrlo. Conmigo había sido todo lo opuesto, cuidadoso, alegre, divertido, tal cual como dijo mi chico que solía ser. Incluso me mostró su lado más débil, me dejó ver sus lágrimas cuando apenas lo había conocido.

Alejé a Zac de mi mente y pegué mis labios a los de mi novio. Él me correspondió con dulzura, con calma. Se refugiaba en el beso, en mí.

Una suave brisa con la salina fragancia del mar, nos recorrió y diminutas gotas comenzaron a caer sobre nosotros. Sonreí sobre sus labios y devolviéndome el gesto, lo mordió suavemente con sus dientes. Ambos miramos el cielo y nuestros rostros no tardaron en ser salpicados. Entre risas nos levantamos y tras recoger todo, nos metimos a su auto. El viento moviendo las copas de los árboles nos indicó que una tormenta comenzaría en cualquier momento.     

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