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Extra 12: Nao, AtsuHina y Soichi 1/3

Nao nunca llegó a imaginar que su padre se moriría.

Quizás cuando él ya fuese grande y hubiese formado una familia como la que siempre soñó.

Pero nunca creyó que su padre se moriría cuando apenas él era un niño.

Su madre no lo quería. Estaba loco. Y era el responsable de que su padre ya no estuviese con él.

Cuando conoció a la familia de su hermano, quiso desde el primer momento en formar parte de esa familia llena de amor. Con una mamá cariñosa como lo era Shouyo y con un padre atento por muy ocupado que estuviese como lo era Atsumu. Poder jugar con sus hermanos como lo haría cualquier niño, pero... Ahora que podía vivir esa experiencia, su corazón gritaba con fuerza que viviese cada una de esas experiencias con su padre.

Un padre que desgraciadamente ya no estaba con él.

Lo único que le queda de él es una casa que no podrá usar hasta ser un niño grande y el pequeño cachorro que le regaló semanas antes de la tragedia.

Durante las primeras noches, dormía con Atsumu y Shouyo al despertarse en medio de la noche, algunas veces gritando por el miedo, otras llorando. Hasta que un día, creyó conveniente que no debía de seguir haciendo aquello.

—Soichi, a partir de ahora vas a compartir habitación con Nao.- dijo Atsumu.

—¡Eso no es justo!- replicó Kenji.— ¡Seguro que se pasaran la noche jugando!

Nao miró a su hermano quien comía con tranquilidad.

Como si todo el asunto no le importase.

—No me importa dormir con Kenji.

—¡Sí!

—Es mejor que duermas con Soichi. Tenéis la misma edad y os podréis entender mejor.- le dijo Shouyo.

—Yo... prefiero que Soichi tenga su habitación. Dormiré con Kenji.

—¡Está decidido!- saltó el niño castaño de su silla para abalanzarse y abrazar a Nao.— Ya ha dejado claro que compartiremos habitación. No podéis decir nada.- apuntó a sus padres.

Atsumu y Shouyo solo pudieron suspirar con una sonrisa en sus labios.

Ambos querían que Nao se sintiese cómodo en su nuevo entorno.

Por otro lado, si hubiesen insistido un poco más, Soichi no se hubiese sentido dolido. Porque muy en el fondo quería compartir habitación con Nao.

Independientemente de que fuesen hermanos.

La primera vez que llamó a Shouyo mamá fue cuando cumplió diez años.

Su cara pálida se tornó completamente roja. La vergüenza lo invadió de un solo golpe, que no sabía donde poder esconderse.

Aquel día habían decidido preparar una tarta de chocolate bañada en chocolate. El azúcar que aquello contenía era poco recomendable para diabéticos.

Hacía poco que se habían mudado a una casa un poco más grande donde Soichi seguía estando en su propia habitación. Ai dormía solita en su propia habitación y Takeo y Tobio compartían habitación como lo seguían haciendo Kenji y él.

Había crecido un poco, y ya podía llegar a la encimera de la cocina sin la necesidad de una silla que le ayudase a mirar lo que había encima de esta.

Sus ojos azules estaban fijos en como las claras se estaban batiendo en la batidora automática que el tío Satori les había regalado al conseguir casa nueva. Era de color verde pastel que le gustaba bastante.

—Creo que esto ya está, mamá.

Al procesar a la velocidad de la luz lo que sus labios soltaron antes de ser analizado por su cerebro, alzó la cabeza cual resorte y sintió como toda la sangre de su cuerpo viajaba hasta su cara volviéndola completamente roja.

¡Agh! ¡Quería morir de la vergüenza! ¿Se podía?

Así podría ir a hacerle compañía a su padre para que no estuviese solo.

Una caricia en sus blancos cabellos y un sonoro pero suave beso en sus mejillas tranquilizaron su agitado corazón.

—Tienes razón. Debemos de añadir el azúcar.

—... Bien.- respondió con la poca valentía que le quedaba.

El lado positivo de aquello, es que por fin tenía una madre que le quería.

·

·

·

Al abrir los ojos esa mañana, sintió que ese día sería un día diferente. Pero diferente para bien.

Se quedó sentado en la cama y miró hacia la cama de Kenji. El de pelo cobre estaba enrollado en sus propias mantas en posición diagonal. La almohada había ido a parar al suelo y Aka-chan que siempre dormía en la cama con el menor, dormía tranquilamente en su propia camita.

Esta noche, Kenjiro había dormido con tranquilidad.

Bajó de su cama y caminó despacio hasta la puerta para abrirla con suavidad y cerrarla de la misma forma. Giró a su izquierda y dio un par de pasos hasta llegar al baño.

Al abrir la puerta pudo ver que Soichi tiraba de la cadena en ese momento.

—Buenos días.- le dijo.

Él solo pudo asentir con la cabeza y correr hacia el retrete.

Podría ir a cualquier otro baño de los cuatro con los que la casa contaba, pero no quería que Soichi pensara que huía de él.

Tiró de la cadena cuando acabó y se fue al otro lavabo que Soichi no utilizaba para lavarse las manos. A través del espejo podía ver como el niño intentaba acomodar su alocado y alborotado pelo sin éxito alguno.

Reunió un poco de agua entre sus manos y luego empapó su cara con esta. Hizo lo mismo un par de veces hasta que creyó que su cara ya estaba lo suficientemente limpia.

Agarró la toalla colgada en uno de los tiradores de la gaveta a su lado, y se empezó a secar la cara.

Con disimulo, volvió a mirar a su hermano, notando claramente el parecido que tenía con su padre. Sus rasgos aún conservaban signos de niñez, pero era bastante definido los rasgos que heredó de su padre. Y la guinda del pastel era el color de ojos exacto como los de su difunto padre.

Al mirarse él mismo al espejo, pudo ver como también cada día se iba pareciendo a su padre.

Lo único que odiaba de su físico era su pelo.

Era un recuerdo de como la persona que le trajo al mundo le había arrebatado a la persona que más quería.

—Oye... ¿Te he hecho algo?

—¿Por qué?- su pregunta salió amortiguada por la toalla que tapaba su boca.

—Has dejado de hablar con Seiya y conmigo. Antes estábamos juntos y jugábamos.

—Bueno... Eso fue antes de que nuestro padre muriera.

—Que él contribuyese para que yo esté aquí, no lo convierte en mi padre.- dijo con sus pequeños puños apretados.— Y si cada vez que hablamos sacas el tema de tu padre, prefiero que no hablemos.

El pelinaranja se fue del baño, para adentrarse en su habitación y cerrar con fuerza la puerta.

Nao por su parte suspiró y volvió a colgar la toalla en su sitio.

¿Por qué insistía tanto en que Soichi reconociese que su padre, Kageyama, también era el suyo?

Durante esos dos años, las interacciones que tenía con Soichi habían empezado a disminuir. Con Seiya había sido lo mismo, pero siendo casi más brusco al verlo solo en ciertas ocasiones en la escuela. Puede que se lo encontrase en la casa las veces que venia junto con Soichi, pero prefería mantener distancia.

Salió del baño para ir después a la habitación de los dos niños más pequeños de la casa. Al abrir la puerta y asomar la cabeza pudo ver a Takeo mordiéndose una de sus pequeñas manos mientras que Tobio estaba de pie agarrado de la baranda que evitaba que se cayese al suelo. Al entrar más en el campo de visión del menor, su pequeño ceño fruncido y su cara de soy el niño mas fuerte y valiente del mundo se vinieron abajo.

Sus ojos marrones se llenaron de lágrimas y su labio inferior empezó a temblar con violencia indicando que en cualquier momento rompería en llanto.

Se acercó hasta él y le acarició el pelo.

—Hola Tobio, ¿quieres salir?

—Nao...- dijo a modo de respuesta.

Bajó la baranda y cogió entre sus brazos al niño para segundos después dejarlo en el suelo.

El pequeño se secó con sus manitas las lágrimas que no llegaron a salir de sus ojos de una forma tan tierna que le hizo sonreír.

Fue hasta donde se encontraba Takeo, y haciendo lo mismo que hizo con la baranda de Tobio, lo agarró entre sus brazos. Agarró la mano del castaño y salieron de la habitación para bajar por las escaleras.

Pero antes de eso, al pasar por su habitación pudo escuchar como Soichi despertaba a Kenji de la forma más delicada posible, con Ai imitándole.

—Levanta el culo de la cama.

—¡Vanta culo!- gritó la niña.

Bajó despacio las escaleras al llevar a un niño en brazos y otro agarrado de la mano.

Entró en la cocina donde Shouyo y Atsumu callaron nada más verlo y se hablaban a través de la mirada. Algo dentro de él le decía que lo que sea de lo que estuviesen hablando le implicaba y por eso dejaron de hablar.

Sentó a Takeo en una silla mientras que Tobio se subió solo a otra. Él por su parte se sentó al lado del castaño y Soichi, que llegaba dejando a Ai al lado de su gemelo, se sentaba junto a la niña.

En cambio Kenji, se sentó con cara de poco amigos a su lado, entrecerrando primero los ojos hacia el pelinaranja y luego hacia él... Debería de haberle despertado esa mañana.

—Si no queréis que sepamos de lo habláis, es mejor que vayáis a otra habitación.- habló Soichi, sirviendo jugo de naranja a los más pequeños de la mesa.— Decís que es de mala educación murmurar delante de alguien más, pero sois los primeros en hacerlo.

—Es... Un tema algo delicado.- dijo Atsumu.

—¿Acaso mamá va a tener otro hijo y la casa se vuelve a quedar pequeña? No sería novedad.

—No es eso.- el rubio le pegó al niño con uno de sus dedos.— Es sobre... La madre de Nao.

Él alzó la mirada para mirar a Soichi que se la devolvía, y enseguida la volvió a bajar.

La sola mención de la persona que le trajo al mundo le traía recuerdos poco gratos desde el comienzo de su niñez.

—¿Nos hizo un favor desapareciendo de este mundo?

—¡Soichi!- reprendió Shouyo.

Nao se mordió el labio.

¿Estaría mal si se ríe por lo que dijo su hermano?

—Nao... Cielo...- su cabeza fue acariciada por las gentiles manos de Shouyo.— Antes de que tu mamá fuese llevado... Nos enteramos que estaba esperando un bebé.

—Dices... ¿Que tengo un hermano?

—Correcto.- asintió Atsumu quien se agachó y le agarró las manos.— El papá de ese bebé nos ha estado llamando para que os conozcáis. Le hemos dicho que no hasta que estés preparado, pero creo que se cansó de esperar.

—¿Qué quieres decir?

—Nos llamó hace poco diciendo que vendría.- habló Shouyo.— Podría llegar en cualquier momento.

Nada más decir aquello, el sonido del timbre resonó en toda la casa.

El silencio fue absoluto y Nao sentía su respiración acelerada. ¿Seria por nervios? ¿Miedo? ¿Emoción?

No había querido saber nada de quien todos dicen es su madre desde el primer momento que aceptó que su padre ya no estaba con él. Incluso cuando tuvo una psicóloga para que le ayudase a superar todo el trauma que vivió, le dejó claro que no quería saber nada de Hoshiumi Korai.

—Bueno, ¿quien quiere desayunar en la cama de mamá y papá viendo dibujos?- preguntó Soichi mientras se ponía en pie e iba a coger una bandeja para dejar el desayuno en ella.

—¡Yo! ¡Yo!- decía Ai levantando su mano con entusiasmo.— ¡Y Keo también!- volvía a decir la niña levantando la mano de su hermano.

El pelinaranja miró a Tobio quien, a pesar de su corta edad, asintió sabiendo que debía de dar una respuesta.

—Kenji, coge lo que vayas a desayunar y sube.

—Yo me quedo aquí.

—No te lo estoy preguntando, Kenji.- dijo serio el pelinaranja.

—¡Pero...!-

—Sube. Ahora.

El niño de pelo cobre bufó completamente enfadado con su hermano, y de mala gana agarró su desayuno siendo seguido por el par de gemelos.

Tobio, quien bajo algo despacio de la silla, agarró del pantalón a Soichi y esperó a que éste caminase.

—Puede que cuando acaben, les deje a unirse al desayuno en la cama...- murmuró con las mejillas ardiendo.

Se dio vuelta rápido, pero a paso lento para que el más pequeño no se cayese.

Nao pudo ver como Atsumu contenía una risa al ver lo avergonzado que estaba el niño. Acabó negando con la cabeza para segundos después cargarlo entre sus brazos.

A sus diez años, le sorprendía la fuerza que tenia el rubio.

Habia visto como podía cargar a la perfección a Kenji y a él a la vez. Incluso a Shouyo que se subía a su espalda agarrándose cual koala. Ninguno de los tres eran livianos como una pluma. Y sin duda, cuando fuese mayor quería tener la fuerza de Atsumu.

Fueron hasta la entrada, y Shouyo le arregló en pelo de recién levantado lo mejor que pudo. Agarró sus mejillas llegando a apretarlas un poco y le besó la frente con algo de dificultad por la diferencia de altura al estar en los brazos de Atsumu y él.

El timbre volvió a sonar haciendo reaccionar al pelinaranja que se giró con rapidez yendo hacia el genkan y abriendo la puerta.

—Hirugami-san... Siento la espera.

—Estaba a punto de irme. Ya sabes...- se encogió de hombros.

—Por favor, pasa.

Vio como el pelinaranja se apartaba para dejar pasar al chico de cabellos castaños.

En sus brazos, cargaba a su hermanito o hermanita de hebras blancas como la nieve igual que las suyas; escondiendo todo lo que podía su cara del resto.

Su mirada hizo contacto con la marrón del chico, y se sintió intimidado. Si fuese Soichi, seguro que le habría plantado cara al castaño frente a él aunque no lo conociese. Puede que esa actitud la haya sacado de su padre. En cambio él, probablemente haya sacado todo lo que no tenia su padre y Hoshiumi.

—Hola Nao... Me llamo Hirugami Sachiro.

El niño bajó la cabeza y murmuró un bajo saludo.

Hirugami sonrió de lado. No podía acelerar la situación.

—Quiero presentarte a Akira*... Es tu hermana.

Nunca creyó que conocer a un hermano seria tan emocionante. Bueno. Una hermana en este caso.

Cuando supo que Soichi era su hermano, fue más un duro golpe a una gran emoción recorriéndole por dentro. Su padre había amado a Shouyo dando como resultado a Soichi, mientras que él había sido un descuido que Hoshiumi nunca quiso tener.

Todos los días pensaba si en verdad su padre le amaba como decía amarle, o si en realidad prefería una vida completamente diferente estando junto a Shouyo y Soichi siendo una familia feliz ellos tres.

Después de todos esos años seguía sin saber que fue lo que pasó para que su padre y Shouyo se separasen. Nunca le preguntó a su padre cuando podía porque estaba seguro que le diría que todavía era demasiado pequeño como para saber lo que ocurría con los adultos.

Ahora que estaba por cumplir los diecisiete, ese algo de querer saber que ocurrió entre su padre y Shouyo es algo que no le intriga saber como cuando era un niño.

Parte de su vida, creció junto a su padre algunas veces ausente, pero el resto de la vida que ha vivido, lo ha hecho en un ambiente familiar y amoroso. Atsumu y Shouyo lo aman como si fuesen su hijo de sangre, y nunca llegó a creer que tendría tantos hermanos como los ha tenido junto al matrimonio.

Sin olvidar, claro, a la pequeña Akira.

—¡Ya estoy en casa!

Alzó una ceja al no recibir respuesta de nadie.

Normalmente cuando llegaba a la casa, Atsushi y Hiromi -los de momento más pequeños de la casa- iban corriendo hacia él al escuchar la voz. También con Kenji.

Y lo mismo ocurría si llegaba Soichi. Y si llegaba con Seiya, la aparición de los pequeños era incluso más veloz.

Pero esta vez le pareció extraño que rápidos pasos bajando por las escaleras de la nueva casa no se dejasen escuchar.

Caminó hacia la sala viendo que encogido en el enorme sillón se encontraba Seiya abrazando sus piernas. Shouyo estaba sentado en uno de los dos sillones individuales acariciando su abultada barriga, mientras que Atsumu estaba dando vueltas de un lado a otro como si fuese un león enjaulado con una gran expresión de preocupación.

Se acercó hasta el pelinaranja arrodillándose hasta él.

—Hola mamá... ¿qué ocurre?

—Es tu hermano.- Nao parpadeó completamente confundido. Tenía muchos hermanos, por lo que tendría que especificar. Aunque viendo a Seiya allí podía imaginarse de quien hablaba.— Soichi no ha venido a casa desde ayer. ¿No te habrá dicho a donde fue?

—N-no... No hablo mucho con él.- se rascó el cuello.— ¿No te dijo nada a ti Seiya?

El rubio le miró con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué todos piensan que sé donde está Soichi?

—Siempre estáis juntos.- acusó.

—Eso no significa que nos contemos todo.- dijo.— Si supiese donde está no estaría aquí sufriendo de nuevo por su ausencia.

—No es momento para discutir.- negó con la cabeza Atsumu mirando a través de las cortinas de la ventana de la sala que daban hacia el exterior sin ver a nadie.— Seiya le ha llamado, pero no contesta. Le hemos dicho a Daichi-san para poner un aviso de desaparición pero nos ha dicho que es mejor que no nos preocupemos.

—Yo sigo creyendo que Daichi-san sabe algo.- habló de nuevo Seiya.— Pero Atsumu-san cree que si eso fuese verdad ya nos habría dicho algo.

—Lo mejor... Será esperar.- dijo Shouyo.— Él... Él vendrá. Estoy seguro.

·

·

·

Al levantarse al día siguiente y salir de la puerta de su cuarto y mirar hacia la de Soichi, ésta seguía abierta indicándole que el pelinaranja no había vuelto a lo largo de la noche a casa.

Había intentado llamarlo logrando que le saltase el buzón. Seguro que a Seiya le pasaba igual.

¿Se le habría acabado la batería y por eso no respondía? ¿O quizás lo perdió y por eso no vuelve a cada porque hacía poco que se lo habían regalado? ¿Y si llega a ser como aquella vez? Prefería ni pensarlo.

Se le hacía más atractiva la idea de que no le respondía a las llamadas solo porque era él.

Aunque si fuese así, no tendría sentido que no respondiese las llamadas a Seiya.

—Soichi, ¡te estoy hablando!

Se asustó al escuchar la voz de Atsumu en un tono de enfado que nunca había escuchado. Apostaría lo que fuese a que su voz había resonado por toda la casa.

Y no se equivocó cuando vio como las puertas de los más pequeños se abrieron y empezaban a asomarse restregándose los ojos.

—¿Soichi-nii ya regresó?- preguntó Hiromi.

—Papá no estaría discutiendo con él si no fuese así.- le dijo su gemelo, Atsushi.

—¡Deja de compararme!

El tono de voz de Soichi le heló la sangre.

Su voz sonaba enfurecida, dolida, triste... Podía sentir todas sus emociones. Incluso parecía estar a punto de romperse.

Se asomó hacia las escaleras viendo que su hermano estaba apenas empezando a subirlas. Agarraba con lo que parecía, bastante fuerza, la mano de Seiya quien tenía la cabeza gacha. Su madre lloraba justo detrás de Atsumu que  solo tenía ojos para Soichi en esos momentos.

—¡¿Qué me diferencia de él?! ¡Somos hijos del mismo hombre pero yo parezco el intruso!- su corazón empezó a correr con velocidad.— ¡Si no me querías haberme entregado a él cuando nací! ¡Así no me habría encariñado contigo! Perceba que você também é meu maldito pai!

—No hablamos de Nao, sino de porqué llegas hasta hoy. ¡Estábamos preocupados por ti! ¡Sabes en el estado que está tu madre!

—Bem, pare de me comparar a ele!¡No sabes hacer otra cosa que eso! Te odeio!

—S-soichi... Espera. No hemos terminado de hablar. ¡Soichi!

Los rápidos pasos del pelinaranja se escucharon por la escalera hasta llegar arriba sin darle oportunidad siquiera de ocultarse.

Sus miradas, azul contra azul se cruzaron cuando llegó finalmente al segundo piso. Desvió brevemente la mirada sobre su hombro lo que provocó que girase su cabeza viendo a todos los pequeños con los las cabezas gachas.

Kenji, estaba apoyado contra la puerta de la habitación de ambos con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada hacia otro lado.

El chasqueo de lengua por parte de su hermano le hizo reaccionar, viendo como caminaba hacia su propia habitación arrastrando consigo a Seiya que, al igual que los niños, no había levantado la cabeza.

En su camino a casa, sentía que el bolso en su hombro pesaba más de lo debería.

A inicios de semana les habían dado el formulario donde pondrían las posibles universidades a las que les gustaría asistir o escuelas de formación, después de graduarse.

Él no tuvo el valor de decirle a Shouyo sobre el formulario, y Soichi tampoco le interesó comunicarle tal cosa a los mayores. En cambio, al trabajar en el lugar donde estudiaban, ese mismo día que les fue entregado el formulario, el pelinaranja mayor fue quien sacó el tema.

—¿Habéis pensado a que universidad ir después de graduaros?

Soichi les respondió con completa indiferencia que aún no lo tenía claro y siguió comiendo lo que le quedaba de cena para luego irse como un rayo a encerrarse en su habitación. Él por su parte, dijo un muy bajito no.

No tenía ni la más mínima idea de que debería de hacer.

No sabía que era lo que le motivaba, ni en lo que quería convertirse.

Hasta que la noche anterior tuvo un sueño.

Soñó con su padre después de años sin soñar con él. Aunque eso no significaba que no pensara cada día en él.

Si él hubiese sido mucho más grande, podría haber salvado la vida de su padre. Tal vez habrían compartido un motón de momentos juntos como los ha compartido con Atsumu.

Él quería ser médico para poder salvar la vida que en su niñez no pudo.

Bajo las mantas de su cama investigó en su teléfono las universidades que habían en Tokio, la indicada para estudiar lo que él quería. Habían centenares que sin duda le brindarían los conocimientos que necesitaba. Pero la que llamó su atención y buscó toda la información, era la Universidad de Tokio.

Estudiar allí era simplemente una locura. La matriculación era costosa, y aunque consiguiese una beca debido a sus buenas notas, eso no bastaría para cubrir todos sus gastos.

Pero enserio, enserio, enserio, quería estudiar allí.

Es por eso, tras poner como primera y única opción la Universidad de Tokio en el formulario y entregársela a su profesor, estaba dispuesto a hablar con Shouyo y Atsumu para ver que era lo que podían hacer.

Al mirar a su derecha, su hermano caminaba al mismo paso que al suyo mientras iba estudiando. Cada vez que ambos caminaban a casa, veía como su cara estaba casi enterrada en los libros. Gracias a eso sus notas eran mejores que las propias.

Y puede que eso sea gracias a la influencia de Seiya.

No entendía como podía mantener tan buenas notas siendo el capitán del equipo de voleibol, trabaja a medio tiempo donde Osamu y pasaba el máximo de tiempo posible con los más pequeños de la casa. También, podía ver que sacaba tiempo con Seiya, y si no eran capaces de verse, habían noches donde Soichi tenía la puerta entreabierta de su habitación y podía escuchar las largas charlas que ambos tenían por teléfono.

Soichi era capaz de todo.

—Oh, están de vuelta. Bienvenidos.- les dijo Shouyo al verlos entrar.

—Estamos en casa.- dijeron ambos al unísono.

—¿Está papá en casa?- se apresuró a hablar Soichi.

—Hace poco llegó. Está jugando con Daiki... ¿Por qué?

—Tengo algo de que hablar con ambos.

—¡A...! A mi también me gustaría hablar con ambos.- se apresuró a decir el peliblanco.

No quería arrepentirse más tarde de su decisión, y que cuando llegase el momento en el que el profesor llamase a Shouyo y Atsumu para hablar de su universidad elegida, fuese haber grandes problemas.

Al entrar a la sala, pudieron ver como Atsumu jugaba con Daiki quien no paraba de reír ante la intensidad de las cosquillas que le daba el mayor.

—Hola papá.- dijo Soichi saludando de forma casi monótona al rubio, pero cambiando radicalmente al dirigirse al pequeño.— ¡Hola Daiki!, ¿como estás?

—¡Chi! ¡Chi!- decía el pequeño al que parecía iluminarse los ojos al ver a su hermano mayor.

El pequeño de pelo cobre fue alzado en los brazos del pelinaranja y enseguida fue bombardeado de besos por toda su pequeña carita.

Recuerda que él también fue así con Akira cuando ella todavía era más pequeña.

—¿De qué querían hablar con nosotros?- dijo Shouyo sentándose en el suelo al lado de Atsumu.

Él miró a Soichi que le hizo un movimiento con la mano para que hablase primero.

Tomó asiento en el sofá frente a los mayores y soltó el aire a ver si con eso, conseguía que se le fuesen los nervios que le estaban comiendo por dentro.

—Yo... He decidido que quiero estudiar medicina en la Universidad de Tokio.

Sus manos estaban hechas puños sobre sus rodillas, intentando no desvanecerse allí mismo.

—S-se que hay otros lugares mejores económicamente para estudiar pero... De verdad que quiero ir allí.

Miró el bonito anillo de oro en la mano de Atsumu que se había puesto sobre la suya. La de Shouyo no había tardado en aparecer también agarrando con suavidad su única mano a la vista, y al alzar la mirada pudo ver las sonrisas del par.

—Eso es genial Nao.- decía Atsumu.

—Te apoyaremos en lo que podamos.- continuó Shouyo.

—Será algo costoso... Pero podremos arreglárnoslas

Dios... Quería llorar.

Se sentía tan apoyado por las personas que amablemente le habían criado. Durante años se sintió una carga, pero ahora ya no pensaba lo mismo.

Puede que haya decidido regresar a la que fue su casa donde vivió con su padre después de graduarse, pero sin duda nunca olvidaría lo que esta familia había hecho por él en diez años.

—Crecen tan rápido.- dijo un lloroso Shouyo acariciando una mejilla del peliblanco.— Vas a entrar a la universidad, y aunque no me guste la idea te vas a independizar.

—No llores mamá. Vendré a verlos.

—Esta siempre será tu casa, cariño.- le dijo Atsumu abrazándolo.

—Lo se. Gracias, Atsumu-san.

Esto era la mejor sensación del mundo.

Frunció el ceño al sentir como su cama se iba hundiendo lentamente.

¿Quién podría ser?

Los gemelos ya estaban en la secundaría y habían dejado de meterse a su cama en medio de la noche cuando tenían pesadillas. Además de que eran mucho más independientes que Tobio y Takeo a esa edad.

Descartaba que fuese Ai. Reclamaba ser una señorita que no necesitaba la ayuda de un hombre.

Y luego estaba el pequeño Daiki que si tenía una pesadilla, él mismo con sus casi dos añitos bajaba de su cama e iba casi corriendo a meterse en la cama de Soichi.

Hizo sonidos con su garganta al sentir como un suave dedo recorría su cara con lentitud llegando a darle en ciertas ocasiones cosquillas.

¿No sería él el que estaba teniendo un sueño?

Retuvo la respiración al sentir como sus labios eran presionados por otros algo más traviesos que llegaban incluso hasta darle pequeñas e indoloras mordidas.

Aquello definitivamente no era un sueño.

Al abrir sus ojos de par en par, pudo ver gracias a la luz de la luna que le brindaba la ventana sobre su cama, la penetrante mirada marrón de Kenji en él.

—¿Qué estás haciendo?- le susurró.

—¿Tú que crees?- le respondió con otra pregunta.

—... Por favor, vuelve a tu cama.

El menor no hizo caso a sus palabras.

Se subió encima suyo y le agarró las manos para que no pudiese hacer nada con ellas.

—Kenji... Deja de jugar.

—No estoy jugando.- le dijo serio.— Te amo.

—No digas tonterías. Estás confundiendo el cariño con amor. Lo que sientes no es real.

—El dolor que siento en mi pecho por no estar contigo es amor... Te he amado desde que era un niño.

Nao se negaba a creer eso.— Aunque fuese verdad, lo nuestro no puede ser. Somos hermanos.

—No lo somos.- alzó la barbilla.— Nuestra sangre no es la misma.

Suspiró.

Aquello no era correcto.

¡Habían crecido juntos!

Y aunque aceptase los sentimientos de Nao, no quería imaginarse lo que dirían Shouyo y Atsumu. Estaba seguro que el sentimiento de orgullo que habían tenido cuando les dijo su universidad elegida, serían remplazados fácilmente por una gran decepción.

¡Era simplemente una traición! Y de las grandes.

—No hagas las cosas más difíciles, Kenji.

—No las hagas más difíciles tu, Nao.- apretó su agarre.— Dentro de un par de días te irás de casa y seguro que no volveré a verte hasta que nos tengamos que reunir. Vas entrar a la universidad y yo me tendré que quedar en esta gran habitación sin ti.

—Kenji...

—Te amo... ¿Tan difícil de entender es para ti?

Dios... Qué locura era todo.

—Yo también lo hago. También te amo.- Kenji abrió por completo sus ojos, seguramente sin esperarse aquella confesión.— Te amo, pero temo decepcionar a mamá y Atsumu-san cuando les diga la verdad.

—No lo harás.- sonrió.— Estoy seguro.

Sus manos fueron liberadas, y llevó una de ellas a la cara del menor para apartar las lágrimas que empezaban a salir de sus ojos.

—Quiero ser abrazado por ti, Nao.

Sintió sus mejillas arder. Sin embargo, no se quedó quieto.

Se enderezó hasta tener de frente la cara del contrario. Giró un poco su cabeza para así poder juntar sus labios con los de Kenji.

Era un inexperto en todo aquel tema, pero él había investigado muy a fondo todo lo que necesitaba saber para cuando llegase el momento.

Empezó a mover sus labios de forma torpe encima de los contrarios y se dejó llevar por las sensaciones. Los acariciaba de forma suave y cuando se sintió con algo de confianza repasó el labio inferior de Kenji con su lengua consiguiendo un sobresalto por parte del menor llegando directamente a su entrepierna.

Vaya... No sabia que unos besos le excitarían tanto.

Apretó con fuerza las caderas contrarias y rompió el maravilloso beso que ambos estaban compartiendo. Debía de controlarse.

—Paremos aquí, Kenji.

—¿Qué? ¿Por qué?- dijo todavía algo atontado por aquel beso roto.

—Quiero hacerlo, enserio, pero quiero esperar a cuando tengas dieciocho.

El de pelo cobre bufó.— Dices eso cuando estás así de duro.

Nao ahogó un gemido al sentir como la traviesa mano de Kenji agarraba sobre la ropa su dura entrepierna.

Con los ojos entrecerrados pudo ver como Kenjiro se mordía el labio inferior haciéndole ver demasiado sexy. ¿Estaba seguro que lo que iluminaba al menor no era la luz de la habitación en vez de la luz de la luna?

—Ngh...

Se llevó el dorso de la mano contra su boca para evitar que saliesen aquellos vergonzosos sonidos que estaba haciendo.

Pero fue inevitable.

Constantes gemidos acompañados de pequeños suspiros salían a traición de sus labios al no solo sentir en toque sobre la ropa por parte de Kenjiro, sino que los labios del chico se deslizaban por su cuello repartiendo besos que le hacían perder poco a poco la cordura.

—K-kenji... N... N-no podemos...

—Shh... Déjate llevar.- le susurró al oído.

¿Como podía ser que él solo fuese quien recibiese todas esas oleadas de placer?

Con las manos hechas gelatina, fue más allá y fue deslizando una de ellas desde el suave muslo del pelo cobre, introduciéndose por sus cortos pantalones y ropa interior, hasta llegar al pequeño y duro pene del chico, mientras que la otra apretaba con ligera fuerza uno de sus duros pezones bajo la camisa.

Un dulce gemido escapó de sus rosados labios, sintiendo como su menudo cuerpo a comparación del suyo se estremecía. Gruñó bajo sintiendo el placer recorrerle el cuerpo. La mano del contrario, inexperta como la suya, le tocaba sobre la ropa deseando poder sentir aquel calor como él hacia al tocar el miembro del otro.

Apoyó su cabeza en el hombro del más bajo y acercó sus labios a aquel limpio cuello que pedía a gritos ser marcado. Pero se dijo que dejar solo húmedos besos debía de bastar. Dentro suyo todavía había una gran alarma que gritaba "auto-control".

—Hey, Kenji... Hagámoslo juntos.- le susurró.

Pudo ver como su manzana de adán se movió al pasar saliva... Le dieron unas inmensas ganas de querer morder aquel lugar también.

La mano que envolvía el pene del contrario, la alejó de aquel lugar y fue deslizándola por el muslo hasta que estuvo fuera de sus ropas. La dirigió esta vez hacia el frente para dejar salir el duro miembro del chico que se alzaba orgulloso.

—Kenji...

—Ngh.- se mordió el labio al sentir el pulgar del peliblanco tocar gentilmente la cabeza de su pene.

—Saca el mio también.

El aliento caliente de Nao chocar contra su piel le erizaba cada uno de sus pelos.

Subió su mano hasta encontrar el borde de la ropa del mayor, y la introdujo para sacar de igual forma, el erecto miembro de Nao.

Ambos deslizaban sus manos por la dura longitud, escuchando los suspiros lanzados a la oscuridad de la habitación de ambos. La adrenalina corría por sus venas al saber que podían ser pillados en cualquier momento.

En algún momento, donde sus mentes completamente nubladas por el placer, sus bocas volvieron a encontrarse. Movimientos descuidados en cada uno de sus roces, y lenguas inexpertas pero decididas a liderar aquella danza empezaban a robarles el aliento.

Apenas separaban sus bocas para poder tomar aire, cuando volvían a encontrarse para poder devorar la contraria.

Ninguno de los dos estaba satisfecho con aquello.

—N-nao...- gimió su nombre mientras apoyaba su cabeza en el hombro del mayor.— Ngh... M-me corro.

—Yo también.

Kenji apretó los dedos de sus pies al sentir una corriente eléctrica por todo su cuerpo.

Juntaron de nueva cuenta sus bocas para acallar el sonoro gemido que amenazaba con salir de ellas al llegar al éxtasis, y empezaron a respirar algo acelerados. Sus pieles estaban perladas ligeramente de sudor, logrando que sus ropas se les pegase a la piel.

Aún, con la sensibilidad en cada esquina de su cuerpo, Nao fue quien se estiró a coger un pañuelo y limpiar la evidencia de que ambos hicieron algo que no debían, de las manos. Le siguió sus flácidos miembros, escuchando un quedo gemido saliendo de los labios de Kenji.

Y por último, se acostaron en la cama del menor.

El peliblanco no pensaba dormir en su cama... Al menos, no por esa noche.

·

·

·

—Nao y yo estamos saliendo. Como pareja.

El peliblanco aquella mañana al despertar, pensó que sería otra mañana tranquila. Sobretodo al ser un sábado.

Habia amanecido abrazado junto a Kenji, algo que no creyó posible hasta la noche anterior cuando hizo lo que hizo con el de pelo cobre en la intimidad de su cama.

Ambos se dieron perezosos besos mientras sus piernas entrelazadas se acariciaban entre ellas, hasta que el llamado de Shouyo para desayunar desde el comienzo de las escaleras, les hizo explotar la pequeña burbuja en la que habían estado envueltos.

Fueron al baño para asearse primero, y después bajaron hasta la cocina donde ya los estaban esperando. El único que no se encontraba entre ellos era el pequeño Daiki que probablemente estuviese durmiendo en su cuna.

El desayuno había marchado bien. Con los gemelos más pequeños discutiendo por ver quien terminaba el desayuno primero y Shouyo regañándolos por ello mientras que Atsumu los alentaba.

Sí.

Sin duda todo era como siempre hasta que Kenji soltó aquella bomba sin anestesia alguna. Ni siquiera un 'mamá, papá, me gusta alguien' o un 'mamá, papá, salgo con alguien'.

Kenji sin duda era alguien tan directo como Atsumu. Y algo sin tacto.

Soichi casi se ahoga con el jugo de naranja al oír las palabras de su hermano. Incluso pudo ver como le salia el jugo hasta por la nariz. Pudo ver también como la fría mirada azul se clavaba en su persona, como queriendo arrancarle la cabeza de sus hombros.

Shouyo siguió comiendo como si nada y Atsumu había dejado la taza de café a medio camino de su boca.

A los únicos que parecía no importarles aquel asunto eran a los dos pares de gemelos y a Tobio.

—¿Qué has dicho?- preguntó Soichi con dificultad.

—Que Nao y yo somos novios.

—No podéis. Sois hermanos.- insistió el pelinaranja.

—Nao es tu hermano, no mio. La sangre que corre por nuestras venas es diferente.

—Eso no significa que no sea tu hermano.- le frunció el ceño.— No puedo aprobar esta relación.

—No necesito tu aprobación para salir con quien me gusta.

Nao podía ver como humo salia de las orejas de Soichi. El de pelo cobre estaba consiguiendo enfadar al chico.

—¿Acaso no pensáis negaros?- les dijo a los más mayores de la mesa, señalando a Kenji.

Atsumu se removió incómodo en su silla y Shouyo se puso a limpiar la boca sucia de Atsushi por comer deprisa.

—Ya... Ya lo sabíamos.- dijo el rubio.— Pero no pensé que sucediese tan rápido.

—No me lo puedo creer.- negó con la cabeza Soichi.

¿Donde estaba la ventana más alta más cercana a él?

Ya estaba dispuesto a hacerle compañía a su padre en el mundo de los muertos.

—No puedo aceptar que mis hermanos estén juntos.- seguía moviendo su cabeza de forma negativa.— Si nuestros padres no lo hacen, lo digo yo. Tienes que acabar con esto Kenji.

—No voy a dejar a Nao solo porque a ti no te gusta.-se puso de pie para verlo.— A nuestros padres no les gusta que te vayas a la otra punta del país y no veo que quieras hacerles caso.

—Eso es algo diferente.- le respondió el pelinaranja poniéndose de pie igual que su hermano.

Aquello había sido como pisar un terreno minado.

Todavía los gritos de la discusión por la universidad elegida por Soichi estaban presentes en su mente.

Puede que haberles dicho a Atsumu y Shouyo primero su elección de universidad no fue lo mejor que pudo haber hecho. Si hubiese dejado a Soichi hablar primero quizás no tendrían el problema que tienen ahora.

—¡Amo a Nao! ¿Por qué tengo que dejarlo? ¿Solo porque a ti no te gusta? ¡Pues espera sentado porque eso nunca va a pasar!

—¡Hey! ¡Kenji!- llamó.— ¡Kenjiro!

Se escuchó el portazo de la puerta de la habitación que compartían dejando la casa en silencio.

Miró de reojo a los pequeños que jugueteaban con su comida. Este ambiente no era bueno para ellos. A cada rato, habían encontronazos con Soichi por parte de Shouyo y Atsumu, y esta vez le había tocado con Kenji.

Puede que idolatrasen a Soichi, pero nunca les gustaba verlo discutir.

—Se me fue el hambre. Me voy.- hablo el pelinaranja de ojos azules dándose la vuelta.

—Soichi, espera. ¿A donde vas?- habló Atsumu siguiendo al menor.

—Con Seiya. Si veo por mas tiempo a Nao o a Kenji, las cosas se saldrán de control.

—Pero al menos cámbiate... ¡Soichi! ¡Aún tienes el pijama!

—¡Me da igual!

Nao suspiró.

Kenji había activado una bomba que no tardó en explotar.

Nao fruncía el ceño y apretaba los dientes mientras miraba como Kenji gemía de puro placer mientras le cabalgaba.

—No te das cuentas pero... Ah~... No sabes como me estás apretando.

Apartó una de sus manos de la cintura del menor que lo ayudaban a mover sus caderas a lo largo de su longitud, y la fue subiendo lentamente hasta su pecho para luego volver a deslizarla hacia abajo hasta llegar al duro miembro del de pelo cobre.

—Ngh... No. El frente no- ah~

—No me mientas Kenji. Si no te gustara, no me apretarías de esta forma

Empezó a mover su mano en el duro pene del menor al ritmo que éste daba pequeños brinquitos.

Su boca entreabierta dejaba escapar constantes gemidos que al paso de los segundos iban aumentando en intensidad de volumen.

—Ah... Nao~ ¡Dame más!

El peliblanco gruñó y volvió a agarrar las caderas de Kenji con ambas manos empujándolas hacia abajo consiguiendo que el de hebras cobre gimiera alto y pusiera casi sus ojos en blanco.

Cambiaron posiciones, y ahora Kenjiro era quien estaba acostado en la cama y él quien tomaba las riendas. Empezó a mover las caderas con fuerza enterrándose en la pequeña entrada del contrario.

Las cortas uñas de Kenji se le clavaban en la espalda y sus piernas le rodeaban la cintura. Sus altos gemidos que iban escapando en cada una de sus duras estocadas, eran acallados por su hambrienta boca en busca de besos.

La cama golpeaba contra la pared ante el rápido movimiento, y se alegraba que no hubiese nadie al otro lado de la pared.

Un par de estocadas más, y Kenji arqueó la espalda rompiendo la unión de sus labios para dejar escapar un sonoro gemido al llegar al orgasmo manchando su plano estomago. El por su parte lo hizo dentro del condón con un gemido algo más bajo.

Salió del cálido interior del menor y se dejó caer junto a Kenji, que no dudó ni un segundo en refugiarse en sus brazos.

Alzó apenas su cabeza al sentir como las rápidas manos del menor empezaba a retirarle el condón haciéndole un nudo y tirándolo a algún lado de la habitación y comenzaban a acariciarlo de forma lenta pero que le hacia reaccionar. No podían seguir con aquello.

Seria ya la cuarta vez que lo harían en aquella mañana.

—Kenji... Llegaremos tarde a la casa de Semi-san. Además tenemos que ducharnos.

—... Podemos hacerlo juntos.- respondió acariciando con su dedo alrededor de su pezón.

—No. No podemos. La ultima vez nos asustamos al hacerlo sin protección. Hace poco empecé mi tercer año de carrera y tu entraste a la universidad. Un niño ahora no lo necesitamos.

—Bueno... Lo que mis orejas escuchan es que no te niegas a otra ronda.

Vio y sintió como el menor se volvía  a poner encima suyo, alineando su ya -de nuevo- duro miembro con la estrecha entrada.

Nunca pensó que el libido de Kenji fuese tan alto. Aunque no debería de sorprenderle por los padres que tenia. Incluso se sorprendía de su propio deseo sexual. No pensó que fuese tan alto.

Cuando el de pelo cobre cumplió los dieciocho, ese día lo había tenido en la puerta de su casa llamando la puerta sin cesar. No llegó ni a quitarse los zapatos cuando ya le estaba casi literalmente, comiendo la boca.

Recuerda que lo cargó mientras se seguían besando hasta su habitación donde ambos perdieron su virginidad. Fueron unos completos inexpertos si lo analizaba ahora, pero el sentimiento de querer atesorar a la otra persona en el acto seguía siendo el mismo.

Su casa seguía tal cual la recordaba. Nada había sido cambiado. Incluso si cerraba los ojos, podía imaginar el ultimo desayuno que compartió con su padre lleno de risas y carreras. Hasta sentía que podía oler el pan casi quemado de aquella vez.

Y agradecía que Atsumu se hubiese ocupado personalmente de ir a limpiarla de vez en cuando.

La habitación de su padre era como un terreno sin explorar, el cual solo pisó cuando Kenji se mudó a vivir con él, dándole la fuerza que parecía no tenia. Aún cuando iba a visitarlo cada que podía al cementerio, se le hacia imposible el abrir la puerta de su habitación.

—Mejor, cada uno se da un baño por separado para no retrasarnos más.- habló intentando no sucumbir al suave vaivén que hacían las caderas contrarias.— No quiero escuchar los comentarios malintencionados de Oikawa-san, Satori-san o Kuroo-san aunque sean verdad.

·

·

·

Al final, acabó rendido ante los encantos de Kenji dos veces más.

Cuando el menor quiso hacerlo de nuevo después de aquellas dos veces, tuvo que pararle los pies si o si. Cada uno tomó un baño por separado y se prepararon por separado. No podían permitirse retrasarse más de lo que ya lo estaban.

Lo bueno, fue que no fueron los últimos en llegar y no tuvieron que escuchar los nada sutiles comentarios de los mayores.

Se arregló el pelo y abrió la puerta del baño mirando a cada lado para ver si había alguien alrededor

Suspiró de alivio cuando vio que estaban solos.

Miró con los ojos entrecerrados a Kenji, quien le dio un pequeño beso antes de salir del baño de la casa de Shirabu.

Él había ido al baño a refrescarse un poco, pero no pensó que el de hebras cobres le siguiese hasta allí y le acorralase. Una cosa llevó a la otra y... Tener sexo en un lugar que no es tu casa sin duda te ponía a tope de adrenalina.

Pero si seguían con este ritmo desenfrenado, dejarían de ser dos a pasar a ser tres. Y ninguno de los dos se lo podía permitir.

—Eres un adicto al sexo.- le susurró en su camino hacia el jardín.

—Tengo que recuperar los dos años que me dejaste esperando.- se encogió de hombros.

Nao negó con la cabeza ante sus palabras.

—Hey, mira.- llamó el chico.— Es el bloc de dibujo de mi hermano.

—Es mejor que no lo toques. Soichi se enfadará.

—Solo voy a ver lo que ha hecho. No lo voy a romper ni nada.

Kenjiro abrió el bloc desde atrás y empezó a pasar las hojas.

No quería admitir que le daba un poco de curiosidad los dibujos cuando se acercó a mirar desde atrás.

—Mi hermano tiene una seria obsesión con Seiya.- dijo.— Lo único que hace es dibujarlo. Apenas tiene a la familia retratada. Mira. Incluso tiene a Ichi aquí en vez de a mi que soy su hermano.

Le enseñó varios dibujos del niño haciendo diferentes posturas de gimnasia.

Podía entender que el pelinaranja lo tuviese entre sus retratos. No por algo había ido vestido como un príncipe aquella vez hace dos años. Todavía podía escuchar a las chicas -y algunos chicos- suspirar por lo sexy que se veía Miya Soichiro-kun.

—Bueno... Parece que mi hermano no olvida sus orígenes.

La respiración de Nao se quedó atascada al ver aquel dibujo a color.

Cogió el bloc de dibujo y con dedos temblorosos repasó con cuidado el dibujo.

Mierda. Sentía ganas de llorar.

Aquel dibujo perfecto de su padre era demasiado realista. Como si hubiese ido el día anterior a dibujarlo.

Su joven y seria cara de frente y de perfil. Dejando ver cada una de sus facciones y el claro brillo de sus ojos azules como los suyos y los de Soichi.

¿Por qué el pelinaranja había hecho ese dibujo?

Siempre renegó de su padre, pero ahora salia con este dibujo.

—¿Se puede saber por qué tienes eso entre tus manos?- levantó la cabeza de golpe al oír la voz de Soichi.—Pide las cosas antes de cogerlas.

—B-bueno yo... Kenji lo cogió... Entonces...

—¿Por qué dibujaste al padre de Nao?

—... Son solo bocetos para un trabajo.

—¿Tu trabajo es retratar muertos?- cuestionó alzando el bloc.

—Eso no es asunto tuyo.- intentó agarrar el bloc de las manos del menor pero fue alejado por estas mismas.

—Mejor pinta a los vivos. ¿Acaso quieres pintar a tu padre muerto en vez de a mi padre?

Soichi finalmente pudo recuperar su bloc de dibujo, y fulminó con la mirada a su hermano menor.

Desde el día donde les reveló su relación, la relación que tenían Soichi y Kenji parecía que empezaba a agrietarse.

Hoy parecía que estaba a punto de quebrase.

Y se sentía fatal, porque sentía que parte de aquella mala relación era su culpa.

—¿No te das cuenta de lo que este dibujo le hace a Nao?

—Kenji...- intentó calmar el peliblanco.

—Deja de pensar en los que ya no están.

Soichi chasqueó la lengua.— No tengo la necesidad de aguantar esto.

Le vio salir hacia del jardín, y regresar a los poco segundos con su bolso de tela al hombro y con pasos apurados hacia la salida.

Seiya venia detrás de él, llamando su nombre, pero siendo completamente ignorado.

Nao miró al de pelo cobre, que fruncía el ceño y tenía sus brazos cruzados por encima del pecho.

—¡Soichi!- alzó la voz Atsumu logrando que el pelinaranja parase su andar.— ¿Ya... piensas irte?

El chico miró al rubio mayor, para luego centrarse en el de gafas.

—Hice lo que me pediste. Ya saludé, estuve un rato y ahora me regreso a los dormitorios. No quiero estar más tiempo aquí.

—Soichi, ¡espera!

La pareja de jóvenes se fueron dejando un ambiente de incomodidad.

Atsumu se masajeó el puente de la nariz, y sus hombros estaban caídos.

Podía asegurar que aunque ellos dos no hubiesen discutido, el rubio sentía la responsabilidad de que su hermano se haya ido.

Soltó aire por la boca viendo como una nube de vaho se formaba delante suyo.

Se giró para ver a Kenji dentro del coche que le sonreía y le movía la mano para que caminase. Miró el pequeño ramo de gladiolos blancos entre sus manos y volvió a suspirar para dejar salir una pequeña nube de vaho de su boca.

Emprendió su camino escuchando como la nieve crujía bajo sus zapatos. Aquel camino se lo sabía de memoria. Mejor que todos los nombres médicos que se tuvo que aprender mientras estaba en la universidad.

Aquel día sin duda era especial, pero lo sería mucho más.

Llegó hasta el lugar, y dejó en el suelo frente aquel bloque de cemento las flores, para luego ponerse en pie y sonreír.

'KAGEYAMA TOBIO'

'AMADO COMPAÑERO, AMIGO, PERO SOBRETODO PADRE'

—Hola papá.- saludó.— ¿Sabes? Estoy nervioso por esto, pero estoy feliz. Serás abuelo. Kenji y yo estamos esperando un hijo.- se le empañaron los ojos.— Fue repentino y emocionante a la vez. Ojalá estuvieras aquí para vivir este momento junto a nosotros.

Suspiró tembloroso y miró al cielo escasos segundos para centrarse de nuevo en la lápida donde se leía el nombre de su padre.

—Después de aquí iré a la casa de mamá y Atsumu-san. Kenji y yo queremos darles la buena noticia cuanto antes. Como médico, se el riesgo que tiene anunciar una noticia como esta sin pasar el primer trimestre, pero es tanta la emoción que no nos cabe en el pecho.

>>—Kenji y yo lo hemos hablado, y hemos acordado que si es un niño llevará tu nombre. El pequeño Kageyama Tobio, igual que su abuelo.

Sonrió y se limpió las lágrimas que ya mojaban sus mejillas.

—Dios... Sigo llorando como un niño cuando estoy contigo.- rió.— Es hora de que me vaya papá. Kenji me espera en el coche. Vendré a verte. Te quiero.

Volvió a suspirar una última vez soltando todo el aire retenido y se giró para regresar junto a Kenji y poner rumbo hasta la casa de sus padres.

·

·

·

—Oh.

Pararon su caminar al ver frente suyo a Seiya y Soichi que iban agarrados de las manos envueltas en guantes; que iban como ellos a la casa de Shouyo y Atsumu.

—Vaya coincidencia.- dijo el peliblanco como saludo.

—De haber sabido que ibais a venir, habríamos venido en otro momento.- comentó el pelinaranja hundiendo su cara en la bufanda que traía puesta.

—¿Acaso nos evitas?- dijo Kenji.

—No lo hacemos.- respondió Seiya.— Pero sabemos a que lado se inclina la balanza de Shouyo-san y Atsumu-san cuando todos estamos juntos.- dijo el rubio jalando del más alto hacía la puerta.

Kenji fue a reclamarle al de gafas, pero un apretón de manos y una negación de cabeza por parte de Nao, frenó cualquier cosa que le quisiese decir.

Ellos caminaron de igual manera detrás de la pareja y esperaron a que la puerta fuese abierta.

Un gordito Shouyo les recibió con un abrazo, y les dejó para que dejasen los abrigos en el armario de la entrada. Él se quitaba las capas que llevaba puesta, y recibía las que Kenji le iba pasando.

Por otro lado, pudo ver como Soichi retiraba las de Seiya quien sonreía amplió al ser tratado de aquella forma, y suspiraba negando con la cabeza con su sonrisa aún en sus labios cuando el pelinaranja se había arrodillado frente suyo para quitarle los zapatos y ponerle las zapatillas de andar en casa.

Dejaron al joven matrimonio en el genkan mientras ellos se adelantaban hacia la sala de estar donde toda la familia estaba reunida.

Él y Kenji se sentaron en el sillón de tres plazas quedando solo un asiento libre. Ambos se sirvieron del té que había en la pequeña mesa en el centro y calentaron un poco sus manos.

En cambio, cuando Soichi y Seiya aparecieron y ver que solo había un asiento libre, el pelinaranja le cedió el lugar al de gafas al cual ayudó a sentar. Incluso le sirvió el té para que no tuviera que moverse.

Cada una de las acciones de Soichi eran lo opuesto a las suyas.

Los dos tenían pareja, pero Soichi trataba a la suya con mucho más amor y cariño de lo que hacía él. No es que no amase a Kenji, pero Soichi expresaba las cosas diferente que él.

Siempre se sintió inferior a Soichi en cualquier aspecto. Aunque él fuese mejor que el pelinaranja en algo y prefiriese que su hermano brillase en vez de él, sentía que aún así el pelinaranja le iba a superar.

—Es raro que los cuatro vengáis aquí sin que sea una reunión familiar o un cumpleaños.- comentó Kenma.

El castaño siempre estaba junto a Shouyo en aquel día.

—¿Ocurrió algo?- quiso saber el pelinaranja mayor.

—La verdad es que sí.- confesó Nao sin poder ocultar la enorme sonrisa que iba apareciendo en sus labios.

Kenji y él se miraron, y sonrieron más amplio si es que eso era posible.

—Estamos esperando un hijo.- soltó el de pelo cobre.

Vieron la cara de sorpresa de todos, para luego ver como se ponían en pie y empezaban a felicitarles llenos de emoción.

Ver las caras llenas de felicidad de su madre y de Atsumu era sin duda lo mejor. Ya lo vieron cuando Takeo trajo al mundo al pequeño Rin después de todo lo que pasó.

Pero ahora, esas caras eran dirigidas a ellos y al futuro miembro de la familia.

*El nombre de Akira, puede ser tanto para chica como para chico. Cuando puse en el AoFuta el nombre de Akira en la pareja de Ichiro, mi mente recordaba vagamente que ya había usado ese nombre, pero que no fue hasta empezar a escribir esta parte que recordé que lo había usado para el nombre de la hermana de Nao. La suerte, es que es un nombre unisex por lo que no hay problema. Aunque también pude haber cambiado el nombre de la hermana de Nao ya que solo se menciona una vez en uno de los anteriores extras...

Aquí les dejo la imagen de las flores que Nao deja en la tumba de Kageyama.

EN FIN...

Ya pueden leer la segunda parte del extra →

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