Extra 1: BokuAka
La muerte de Kageyama había afectado a todos a su alrededor. Sobretodo a Shiro.
Durante días, semanas, incluso meses, se culpaba de que no apretó con suficiente fuerza las heridas de su estómago y pierna. Si lo hubiese hecho quizás podría haber estado con vida.
Las pesadillas que le siguieron en ese tiempo, le hacían gritar y levantarse exaltado durante las noches asustando a sus padres y hermano pequeño. Bokuto y Akaashi lo guiaban hasta la habitación de ambos y le obligaban a dormir junto a ellos intentando que con eso se calmase.
Cuando Hayato pasaba las noches en su casa, era el de ojos grises quien se encargaba de tranquilizar al contrario.
Le apretaba con fuerza contra su cuerpo y le daba infinidad de besos en su pelo mientras le susurraba en el oído que todo estaba bien, que ya no estaba en aquel horrible lugar.
Por casi dos años, tuvo ayuda psicológica en donde en las sesiones que tenía, eran Hayato o Akaashi los que entraban con él a la consulta de su psicólogo y escuchaban junto al profesional cada una de sus preocupaciones. Entre Soichi, Nao y él, fue él quien duró mucho más tiempo yendo a terapia. Quizás porque era un adolescente que entendía mejor las cosas y no un niño.
Pero eso no le impidió seguir con sus estudios y tener las mejores notas de su promoción. Y todo gracias a su familia y a su novio. Ingresó a la universidad de Tokio en la especialidad de literatura, la misma que su madre llegó a estudiar; mientras que Hayato hizo todas la pruebas necesarias para unirse al cuerpo de bomberos.
A la edad de veinte años, Hayato llegó de repente a su casa bien vestido e hizo una dogeza cuando tuvo a sus padres en frente pidiendo su mano.
Recordarlo solo le trae vergüenza.
—Hayato... ¿Qué haces aquí?- fue lo que preguntó Shiro nada más abrir la puerta de su casa.— Y vestido así.
—¿Están tus padres?
—Están en la sala.
El de ojos grises le dio un pequeño beso en los labios antes de quitarse los zapatos y entrar en el interior de la casa.
Se alisó las posibles arrugas que podía traer su traje y soltó el aire mientras caminaba.
—Hayato-kun, bienvenido.- le había sonreído Akaashi.
El chico no le contestó y lo único que hizo fue arrodillarse, extender las manos al frente y poner su frente contra el suelo sorprendiendo a Akaashi y Shiro y haciendo subir una ceja a Bokuto quien entrecerró sus ojos.
—Por favor, permítanme pedirles la mano de Shiro en matrimonio.
Las mejillas de Shiro y Akaashi se tornaron completamente rojas de la vergüenza.
—No quiero.
—¡Kotaro-san!- jadeó Akaashi.
—¡No hay hombre que pueda hacer feliz a mi Shiro que yo!
Hayato en su posición parpadeó confundido.
—¡El me hace feliz papá!
—¿Y esa vez que llegaste con los ojos hinchados? ¿Eh?
—¡Fuimos a ver una película! ¡Y era muy triste!
—¡Lo estás cubriendo! ¡Te tiene engañado!
—Kotaro-san, por favor...
Frunciendo el ceño, el castaño se arrodilló de la misma forma que Hayato y justo a su lado.
—Por favor, deseo vuestra aprobación para poder pasar el resto de mi vida con Hayato.
Ambos chicos se miraron a los ojos con una sonrisa tímida en sus labios y se mantuvieron en esa posición por varios minutos.
Vieron a Bokuto ponerse en pie y salir de la sala. Sus pasos resonaban en los escalones hacia el piso superior y el gran portazo que resonó por toda la casa al llegar a su habitación.
Akaashi suspiró y negó con la cabeza.
—Levantad la cabeza.
Ambos apretaron sus puños, y se veían dolidos.
Sobretodo Shiro que se mordía el labio inferior para no llorar.
—Os doy mi bendición, chicos.
—Pero mi padre...
—También os da su bendición. Pero su orgullo de papá búho le impide expresar sus verdaderos sentimientos.
Al final, después de una hora Bokuto apareció de nuevo por la sala y entre dientes murmuró que aceptaba que ambos se casasen.
Se sentó junto a Akaashi y le refugió en su regazo mientras seguía enfurruñado porque uno de sus pequeños dentro de poco dejaría el nido.
Después de cinco meses, la boda entre Shiro y Hayato tuvo lugar en medio de la playa bajo un tranquilo atardecer.
Tras la retirada como jugadores, Oikawa y Futakuchi montaron su propio negocio de bodas junto a Kita quien se encargaba de cualquier tipo de arreglos florales al crear su propia floristería: ''Flores Kita''.
La primera gran boda que ambos celebraros -y la que les consiguió bastante reconocimiento- fue la boda que les hicieron a Bokuto y Akaashi cuatro meses después del fallecimiento de Kageyama.
Creyeron que era momento de seguir hacia adelante, y celebrar aquella unión que todos habían esperado por siglos más que los propios novios era sin duda la mejor manera de avanzar.
Oikawa ayudó a elegir el traje de Akaashi quien se decantó por un kimono de color blanco con toques verde agua. Futakuchi le ayudó con el maquillaje y peluquería para que se viese incluso más hermoso de lo que era, y entre los dos hicieron que aquella boda fuera única y espectacular.
Con la ayuda de Kita, el lugar que eligieron para casarse, tuvo las mejores flores que hacían ver todo como un sueño.
Inclusive, les ayudaron a elegir la luna de miel, que aunque fue de una semana porque querían estar tiempo con sus hijos, les aseguraron que se habían divertido en su viaje a China.
Tampoco les importó, que justo cuando estaban diciendo el 'si quiero' el pequeño Tobio decidiese llegar al mundo. Lo sintieron como una señal. Shirabu atendió a Shouyo hasta que la ambulancia llegase a por él y lo trasladasen al hospital dando a luz a un niño fuerte y sano.
De pelo castaño como el de Atsumu y sus mismas facciones. Y como ambos padres habían acordado desde que supieron el sexo del bebé, llamaron a su pedacito de cielo, Tobio.
Retomando la boda de Shiro y Hayato, todo fue como la seda. En menos de un parpadeo Oikawa y Futakuchi lo tenían todo preparado y Kita llevó las mejores flores para decorar la playa. Akaashi intentó durante todos esos meses tranquilizar a su pequeño como sus amigos habían hecho con él en su boda.
Bokuto no permitió que se fuera de su casa hasta que ambos chicos estuviesen oficialmente casados, algo que Hayato aceptó sin ninguna duda pero que a Shiro no le hizo mucha gracia.
Tampoco le hizo gracia, que como regalo de bodas su padre les comprase la casa que estaba en venta justo al lado de la suya. De nueva cuenta, a Hayato no le importó y era algo que no entendía.
—Si el precio para estar a tu lado es vivir cerca de tus padres, lo tomaré con gusto. Da igual si estamos en esa casa o debajo de un puente. Cualquier lugar será especial siempre que tu estés en él.
La luna de miel, fue el mejor viaje de su vida.
Dos semanas en las maravillosas playas de Hawaii. Tumbados al sol disfrutando de la arena y el mar, y de los infinitos besos de amor que su esposo le daba en el cuello.
Sin embargo, se sentía mal el no poder haber disfrutado de la noche de bodas como cualquier pareja habría hecho. Aunque habían mantenido una relación de cuatro años, en ninguna ocasión mantuvieron relaciones, principalmente por lo que le había pasado aquella vez.
Hayato lo cuidaba. Le mimaba. Le tenía en un pedestal. Como si él fuera la cosa más bella que sus ojos podrían haber visto en la vida.
Cuando regresaron de sus vacaciones, se dijo que no podía seguir así. Quería que su chico disfrutara de un agradable momento como él. Le pidió ayuda a Oikawa para comprar lencería -porque todos sabemos que Oikawa tiene ese buen gusto- y se lo colocó antes de irse a dormir sabiendo que al día siguiente Hayato no tenía trabajo.
Pero justo cuando Hayato le tumbó en la cama -con delicadeza- su cuerpo empezó a temblar de forma involuntaria y el contrario paró de hacer cualquier movimiento.
—No deberías de forzarte a hacer esto.
—Pero quiero hacerlo. Y quiero que lo disfrutes.
—Shiro... Te quiero a ti como a persona, no a tu cuerpo.- le dijo mientras retiraba las traviesas lágrimas que caían de sus ojos.— Si tengo que morir virgen, no me importa. Una relación no se basa solo en el sexo.
—¿Por qué eres tan bueno conmigo?
—Porque te amo. Simplemente eso.
Al final de la noche, aunque no hicieron el amor, se amaron de muchas otras formas.
Sora ya tenía doce años y en unos pocos más nadie le decía que también podría irse de su lado. No tenía que ser por un matrimonio como Shiro, sino por alguna buena escuela con dormitorios o por una beca de deportes dentro del país o fuera.
Ryo tenía seis y agradecía que todavía dependiese bastante de él. Aún podía meterse con él en la bañera y que llenase su carita de besos. ¿Pero cuanto faltaría para que le dijese que ya era mayor para besos o que ya no quería que se bañasen juntos?
Pero lo que pasó... Podría llamarse destino. Suerte. Un capricho de la naturaleza...
Se dice que cuando una mujer no puede tener hijos y adopta a uno y es feliz con ese niño, puede llegar a concebir a un niño.
Pues eso le pasó a Akaashi. Aunque no fue miel sobre hojuelas.
Shiro había recogido del colegio a Sora y Ryo junto a Hayato y los cuatro se habían ido a almorzar. Cuando regresaron a la casa y no escuchar ruidos, buscaron por toda esta hasta que fue Shiro quien lo encontró tirado en suelo de la cocina.
Llamaron a una ambulancia y se fueron hasta el hospital siguiendo de cerca al vehículo. Esperaron largas horas hasta que Shirabu apareció para decirles lo que ocurría con Akaashi, más prefirió decirlo cuando Bokuto llegase al acabar el partido en el que estaba.
—Tienes cuatro semanas de embarazo.- fue lo primero que dijo Shirabu cuando la familia entera estuvo presente.
—Pero... no puedo tener hijos.
—Parece que tu útero no piensa igual.- se encogió de hombros.— Las ecografías y los análisis de sangre no se equivocan.
¿Se acuerdan aquel momento cuando Akaashi había llorado como un niño pequeño por que le habían dicho que era estéril? ¿Cuando Bokuto le consoló y le dijo que podían tener hijos sin que fueran de su sangre?
Pues Akaashi volvió a llorar como aquel niño pequeño. Porque el destino quiso darle la oportunidad de experimentar la sensación de tener a un pequeño creciendo dentro tuyo. De sentir sus pataditas y los antojos que había visto por años que sus amigos pasaban de forma constante dándole algo de envidia sana.
Porque ahora otro miembro se uniría a su gran familia.
—Pero...
El llanto de Akaashi se cortó. No le gustaba ese 'pero'.
—Tu útero es débil. Si sigues adelante con el embarazo puede que el bebé no resista las cuarenta y dos semanas. O que tu mueras durante el parto. O ambos.
—Lo tendré.- dijo serio y se limpió las lágrimas sorprendiendo a todos y preocupando a Bokuto.
—En ese caso, tienes prohibido moverte. No solo tu vida está en riesgo. Tendrás reposo todo el embarazo y solo puedes ir al baño si alguien te acompaña. El desmayo de hoy pudo haber sido peor. En todo caso, Shiro debería de mudarse con ustedes para que no estés solo.
—Claro, no hay problema con eso, ¿verdad cielo?- acarició Hayato la mano del castaño.
—Sí, cuenta con nosotros mamá. Mi antigua cama puede ser incómoda pero lo soportaremos.
—Keiji...
El tono serio de Bokuto borró la sonrisa de todos, incluido la de Ryo al escuchar que iba a tener un hermanito.
Hayato le dio un beso a Shiro en los labios y cogió entre sus brazos a Ryo prometiéndole que le compraría un helado. Sora se fue con el ceño fruncido porque le seguían tratando como un niño cuando él sabía muy bien de lo que trataba aquella situación.
Y Shirabu se fue para darles algo de privacidad.
—No sigas con este embarazo Keiji.
—Lo siento mucho, Kotaro-san, pero yo voy a tener este niño.- se tocó su vientre plano.
—Keiji por favor. Si lo haces ese bebé tal vez muera y quedarías devastado. O podríais ser los dos los que mueran, y yo sin ti no podría vivir Keiji. Por favor...
—Cabe la posibilidad que los dos salgamos adelante.
—No me hagas esto Keiji.- apretó sus puños.
—No me hagas esto tu, Kotaro. Todos mis amigos saben lo que es sentir a tu bebé creciendo dentro tuyo. Amo a mis otros hijos, pero quiero sentir ese sentimiento. Me di por vencido cuando tuve claro que no podría tener hijos, pero ahora que tengo esta pequeña oportunidad, no la quiero perder.
—No arriesgues tu vida. Por favor.
—¿Por qué no puedes pensar que soy fuerte y podré soportarlo? No soy un frágil cristal.
Bokuto apretó los labios y dio media vuelta saliendo de la habitación dejando a Shiro y un devastado Akaashi dentro.
El castaño se subió a la cama y abrazó con fuerza pero delicadeza al pelinegro que sollozaba en su pecho mojando su camisa.
—Tranquilo, mamá. Estoy... Estoy seguro que papá entrará en razón y entenderá como te sientes.
Pero no fue tan pronto como Shiro imaginaba.
El estudio de Akaashi fue convertido en un dormitorio donde pusieron una cama matrimonial, unas mesillas de noche y una cómoda con ropa. Usaría el baño que daba al final del pasillo y se le fue proporcionada una silla de ruedas por si no había alguien que pudiese cargarlo.
Shiro ayudaba a darle calentitos baños mientras que Hayato cuidaba de los pequeños y hacía la comida. Cuando el de ojos grises debía de ir a trabajar en el turno de mañana, dejaba en la escuela a Sora y Ryo. Al regresar de su turno, él se quedaba con Akaashi mientras Shiro recogía a sus hermanos.
Habían días donde eran sus amigos quienes se quedaban junto al pelinegro dándoles un descanso al joven matrimonio.
¿Bokuto?
Aunque fue fuertemente regañado por Atsumu, seguido de Shouyo, golpeado fuertemente por Kuroo y dejado de hablar por Kenma, no quiso saber del embarazado que podría arrebatarle a la persona que más amaba en esta vida y en las que vendrán.
Durante cuatro meses, fueron Shiro y Hayato los que durmieron junto al solitario embarazado cumpliendo los antojos que le daba durante la noche. Los que se quedaban a su lado en los peores momentos y en cada revisión que Shirabu personalmente realizaba dos veces al mes.
No fue hasta entrando en el quinto mes cuando su barriga ya era enorme, redondita y bonita, que Bokuto empezó a asomar la cabeza por el marco de la puerta.
Literalmente.
Akaashi apenas alzaba la vista de su libro notando como Bokuto se asomaba como niño regañado con miedo a pisar la misma habitación que la persona que le había regañado. Sería sensato dejarle entrar, pero el pelinegro le quiso darle de su propia medicina.
Lo ignoró por una semana entera en la que el mayor se dedicaba a solo asomar la cabeza por la puerta. No fue hasta la mitad de la segunda semana que sin levantar la mirada del libro habló.
—Kotaro-san, sabes que puedes entrar, ¿verdad? Nuestro hijo no come humanos.
Con pasos vacilantes, Bokuto entró y se acostó al lado de Keiji. Puso su mano encima de la barriguita del pelinegro notando su calor; y de como enseguida su mano era pateada.
Akaashi, sin mirar, pudo sentir la emoción bullendo de Bokuto. Por eso movió su propia mano hasta la del mayor entrelazando sus dedos con los contrarios.
Podría haber tardado cinco meses en tener a Bokuto a su lado y al de su bebé. Compartiendo su crecimiento y de como cada día se ponía más gordito. Pero estaba allí, junto a él y su bebé.
El día de su parto, fue demasiado pronto.
Tenían planeada la cesárea para el día exacto que salía de cuentas, donde una ambulancia iría a por el gordito pelinegro y lo estarían moritoneando a cada momento y para cuando llegasen al hospital fuese directamente al paritorio acompañado de Bokuto.
Pero el nacimiento de su bebé se había adelantado.
Y por mucho.
Shiro estaba en la cocina cuando escuchó los gritos de su madre. Tiró al suelo el vaso con agua que le estaba preparando y salió corriendo hasta el antiguo estudio.
Su madre se agarraba de la barriga y no dejaba de gritar.
—Me duele mucho. Shiro...
¿Y que podía hacer? Estaba solo en casa.
Su padre tenía entrenamiento. Sora estaba en casa de Shouyo y Ryo en la de Kenma. Y Hayato estaba en el trabajo, probablemente apagando un fuego o salvando un gatito subido a un árbol.
Como pudo llamó a Shirabu contándole lo que sucedía mientras llevaba a su madre en la silla de ruedas hasta el coche que le compraron sus padres al graduarse de la preparatoria. Lo subió con cuidado en el asiento del conductor y metió la silla de ruedas en el maletero.
Con las manos temblando sobre el volante, condujo con velocidad pero sin causar un accidente hasta llegar al hospital. En la entrada, ya les esperaba Shirabu con una camilla y unos enfermeros.
Aparcó en el primer hueco que encontró y corrió hasta donde le habían indicado en la recepción. Le dieron un traje desechable para que se cambiara y entró a la sala médica donde su madre ya estaba acostado preparado para ser intervenido.
Le cogió la mano e intentó sonreirle.
—¿Y tu padre?
—No lo sé... No responde el teléfono ni Atsumu-san. Les dejé un mensaje.
—Q-quiero que Kotaro esté conmigo.
Shiro miró a Shirabu quien rodó los ojos y le hizo unas indicaciones a un enfermero para que saliera y llamase al peliblanco.
—Le doy diez minutos, Keiji-san. Ni uno más.- advirtió.— Si esperamos más tiempo puede ser peligroso para los dos.
Más no pudieron esperar aquellos diez minutos cuando en el minuto cuatro otro fuerte dolor atravesó el cuerpo de Akaashi.
—Shiro... Tengo miedo. Quiero a tu padre.
—Estoy contigo ma.- le apretó la mano.— Todo estará bien.
—¡Le está bajando la presión!- gritó un enfermero.
—Shiro, tienes que salir de aquí.- dijo Shirabu mientras empezaba a moverse más rápido y le ponía una mascarilla de oxigeno al pelinegro.
Sacaron al castaño a la fuerza y cerraron las puertas en sus narices. Se quitó el traje desechable y caminó hasta la sala de espera donde Hayato con su traje de bombero todavía puesto y restos de ceniza en partes de sus brazos y cara y con olor a humo cuando se lanzó a sus brazos mientras sollozaba.
Bokuto quien venia corriendo por el pasillo con su uniforme de entrenamiento, se le apretó el corazón al ver a su hijo llorando en los brazos de Hayato.
Y aquellos fueron los cuarenta y cinco minutos más largos en ma vida de Bokuto hasta que Shirabu apareció en su campo de visión con manchas de sangre en su ropa y se bajaba la mascarilla para poder hablar mejor.
—Antes de que te pongas a chillar...- advirtió el castaño a Bokuto con un dedo.— Déjame decirte que Keiji-san está bien y está consciente.
—¿Y el bebé? ¿C-como está mi hijo?
—Pues... Son mellizos. Bueno, mellizas. Son dos niñas, fuertes y sanas.
—¿D-d-dos?
—Shouyo-san re lo podrá asegurar, pero a veces cuando son dos niños uno puede tapar al otro en las ecografías. Es por eso que el parto fue antes de lo previsto.
Bokuto no sabia si llorar de alegría de que todo había salido bien o porque la naturaleza les había bendecido con dos hermosas personitas en su familia.
—Esto ya lo sabe Keiji-san, y os lo informa a ustedes. Tuvimos que retirar el útero de Keiji-san. Resultó mucho más dañado de lo que esperábamos. El cargar a las mellizas y el repentino parto provocó que se desprendiera de su lugar. Lo siento, pero no podréis tener más hijos.
—Pero Keiji está bien, ¿verdad?
Shirabu asintió.— Quiere verte.
Akane era una pequeña alegre y activa. No paraba de hacer ruiditos con su boquita y manoteaba el aire cada que podía. Se cogía sus piecitos y se los llevaba a su boca cada vez que su pañal era retirado. Durante las noches solía despertar a sus padre y no estaba satisfecha con un solo biberón. Cuando aprendió a gatear, corría por la cama escapando de sus padres para evitar ser vestida.
Ella era la viva imagen de Keiji con la burbujeante personalidad de Bokuto.
En cambio, Megumi era una niña tranquila y atenta a todo lo que pasaba a su alrededor. Permanecía en silencio la mayoría del tiempo pero reía con fuerza cuando le hacían pedorretas en la barriga. Dormía toda la noche de un tirón y no llegaba a acabarse su biberón porque ya estaba llena.
Tenia el mismo físico que Bokuto pero con los ojos verdes como su madre; y con la misma personalidad tranquila de Keiji.
Akaashi se tuvo que quedar internado una semana hasta que se recuperase por completo, y cuando fue dado de alta siguió utilizando el estudio como el dormitorio añadiendo esta vez una cuna para las niñas; para evitar que se moviese de más y se recuperase.
Ver la recuperación de su madre. El como su padre le ayudaba en todo y llenaba un cubo de la baba que se le caía por las pequeñas. Y del crecimiento que iba viendo de sus hermanitas, despertaron unas ansias a Shiro de vivir aquello con Hayato.
Quería sentir ese cansancio después de que su bebé llegase con él. Que
Hayato los cuidase como solo él sabia. Y quería que su familia de dos pasase a ser de tres.
¿Qué si sentía miedo? Demasiado. Era lógico después de haber sufrido una violación al ser un adolescente. Pero su familia con su infinito amor, y sobretodo el de Hayato, fueron curando su gran herida. Solo estaba el amargo recuerdo de aquel día. Recuerdo que quería que fuese remplazado por el de Hayato amándole.
Por eso, se volvió a poner aquel conjunto de lencería en el cumpleaños de Hayato.
Su piel picaba mientras escuchaba el agua de la ducha caer en el baño mientras permanecía sentado a los pies de la cama. Se había lavado muy bien por todos lados antes de que su esposo llegara. Y ahora que estaba metido en la ducha relajando sus músculos después de un duro día de trabajo, se había cambiado su ropa y puesto encima un albornoz para que nada más quitarle el nudo se le viese la lencería.
Y no podía evitar removerse incómodo al saber que las braguitas de lencería tenían... Un agujero justo en su intimidad. ¿Como no se había dado cuento de esto antes? Se aseguraría que Oikawa se las pagase.
—Shiro, hay que comprar más... champú.
El castaño le sonrió pequeño mientras arrugaba el albornoz con sus puños.
—¿Hay algo bajo el albornoz?
—Lo hay... pero es poca cosa.
Hayato tragó saliva.— ¿Acaso hoy es mi cumpleaños?
—Lo es.- afirmó.—... Feliz cumpleaños. Sorpresa~...
El de ojos grises se acercó hasta el más bajo y se arrodilló frente a él. Le cogió las rígidas manos hechas puños y repartió millones de besos en ellas.
Sobretodo en el dorado anillo que reposaba en su dedo anular.
—Ya te he dicho que no tienes que obligarte a complacerme. Que...-
—Que una relación no se basa en el sexo. Lo sé. Pero quiero hacerlo.- le miró a los ojos.— Estoy bien porque eres tu.
Shiro guió las manos de Hayato hasta el cordón del albornoz para que la desatara. Y le fue inevitable reír.
—Te tiemblan las manos.
—¡Pues claro! Va a ser la primera vez que estaremos juntos. ¿Y si te hago daño?
—No lo harás.
—Soy como un adolescente en su primera vez: un completo inexperto.
—Pues como todos.- rodó los ojos.
—¡Pero ellos investigan como hacerlo! Yo no hago esas cosas.
Shiro bufó y echó para atrás al contrario. Se puso de pie y él mismo desato el nudo del albornoz y lo dejó caer al suelo.
Sus mejillas se sonrojaron y apartó la mirada.
No había motivo por el cual avergonzarse. Los dos habían visto el cuerpo del otro desnudos mientras se daban calientes baños en la bañera de su baño. Habían tocado cada rincón de su piel con sus dedos y labios. Y habían llegado al éxtasis con simples caricias.
Pero esto era diferente. Lo sentía. Ambos lo hacían.
Tocar su cuerpo desnudo era diferente a lo que estaban por hacer.
—Te amo.- murmuró.— Es por eso que quiero hacerlo contigo.
Ahogó un grito cuando fue alzado por Hayato quien lo depositó con delicadeza en el centro de la cama.
Suspiró encantado al sentir los suaves besos que le daba el pelinegro en su cuello. El cordón de seda que tenía atado en el cuello fue deshecho y la fina camisa retirada y lanzada lejos. Por donde pasasen los labios de Hayato dejaban ardiendo su piel.
Sus traviesas manos jugaron con su pezones mientras que sus labios seguían un recorrido descendente hasta la cicatriz que le había quedado hace sietes años. Fue besada con cariño innumerables veces hasta que Hayato volvió a bajar hasta el borde de las braguitas.
Las agarró con los dientes fue bajando de forma lenta. ¿En serio se parecía a un adolescente inexperto? Porque no lo parecía.
Se sintió vulnerable al estar completamente desnudo y el otro aún con la toalla rodeando su cadera. Con rapidez y agilidad mandó volar la molestosa toalla a algún lugar de la habitación dejando a la vista el endurecido pene de su chico.
Dio un brinco cuando sintió los dedos de Hayato en su intimidad, y con una mano en su pecho lo paro.
—No tienes que hacerlo.
—Pero te haré daño si no lo hago.
—Yo...- giró su cara completamente roja, la cual intentó tapar con el dorso de su mano.— Yo ya me preparé... Antes de que llegases...
La cara de Hayato pasó por todas las tonalidades de rojo posible.
—E-en ese caso yo...- alargó su mano hacia el cajón de la mesilla de noche donde guardaba los condones.
Pero fue parado de nuevo.
—E-eso... No hace falta... Tampoco.
—Pero entonces...
—Está bien. Quiero dar este paso contigo.
El de ojos grises soltó el aire de forma temblorosa y asintió.
Alineó su duro miembro con la intimidad del de ojos verdes y fue entrando lentamente notando como le apretada cada vez que se introducía más y más hasta estar por completo dentro de él.
Dejó caer la cabeza sobre el hombro del castaño y apretó los labios.
Shiro soltó el aire y parpadeó un par de veces.
—Te acabas... ¿Te acabas de correr?
—...
—Hayato.
—¡Calla!- alzó la cara, completamente roja.— ¡Estoy terriblemente avergonzado!
Shiro rió y alargó sus manos para atraerlo hasta él y comenzar a besarse. Sus labios se movían lentos y sus lenguas se encontraban a ratos. Sus manos jalaban los mechones negros del mayor mientras que la contrarias recorrían su cuerpo estremeciéndole en cada toque.
Un gemido ahogado murió en los labios unidos de ambos al sentir como las caderas de Hayato se movieron apenas un poco hacia atrás para dar un pequeño embiste.
Echó la cabeza hacia atrás rompiendo el beso para gemir más alto cuando una embestida más fuerte fue dada. Las caderas de Hayato empezaron a moverse con más fuerza y con más rapidez. Gemidos y suspiros salían de sus labios y sus manos no paraban de arañar la espalda del contrario y sus brazos.
Por su parte, Hayato gruñía en cada uno de sus embistes. La piel le ardía tras cada arañazo realizados por Shiro, y solo buscaba en darle todo el placer a su pareja.
Shiro se merecía todo. Su amor. Su cariño. Sus suspiros. Sus pensamientos.
Quería borrar aquel espantoso recuerdo y sustituirlo por el suyo. Uno más agradable. Lleno de amor en cada caricia y cuidado donde sea que sus manos tocasen. Desde la muerte de sus padres y haber sido criado por sus abuelos, las personas que más amaba en el mundo, Shiro era después de ellos, su persona más amada.
Obviamente, era dos tipos de amor diferente.
Con un sollozo y un estremecimiento, Shiro llegó al orgasmo mientras que Hayato gimió bajito y llegaba al orgasmo por segunda vez.
Apoyó todo el peso de su cuerpo en sus antebrazos y unió su frente con la de Shiro. Ambos intentando recuperar el aliento perdido.
—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Shiro.- le besó la sudorosa frente.
—Tu eres lo tercero. Lo primero son mis padres y luego mis hermanos.
Hayato rió con fuerza negando con la cabeza y luego le besó los labios.
—Acepto mi tercer puesto con orgullo.- sonrió con los ojos brillantes. Tan brillantes como los de Shiro.— Te amo.
—Yo también te amo.
El primer hijo de la joven familia Chiba, nació con abundante pelo color negro como el de su padre y ojos igual de grises que él; y de nombre Kiyoshi.
Era una copia exacta de Hayato.
Shiro vivió todo su embarazo con ilusión. El de ojos grises había comprado millones de libros sobre el embarazo, y antes de irse a dormir todas las noches, el castaño se acostaba sobre el hombro de Hayato y ambos solían leer antes de dormir.
Aunque el castaño ya sabía como criar a un niño ya que cuidó de los primeros años de Sora y luego ayudó a su madre con Ryo, el sentimiento de cuidar a tu propio hijo era diferente. Se preguntaba si estaría cualificado para ser una madre de la que su hijo estaría orgulloso. Y sabía que Hayato se hacía las mismas preguntas que él.
Todos los días, independientemente de la hora que fuera, el momento o el lugar, Hayato siempre aprovechaba para dar infinitos a su barriga plana por encima o debajo de la camisa. Le gustaba acariciarla dándole cosquillas algunas veces. Aunque el canto no era lo suyo, entonaba algunas canciones. Y muchas veces lo pilló in fraganti susurrándole al bebé cuando creía que estaba dormido.
E hizo lo mismo hasta que su barriga era igualita a una redonda pelota. Pero le gustaba ser una pelota.
Era una pelota bonita donde cargaba a su bebé. De Hayato y suyo.
Aquel pedacito de células de ambos.
Cuando fue el momento de su parto, estuvo aterrado. Había con tranquilidad hasta el hospital acompañado de Hayato y de sus padres. Pero a la hora de estar acostado en la camilla del paritorio listo para que le hiciesen la cesárea con su chico al lado agarrándole la mano dándole todo el apoyo del mundo, sintió miedo.
Había mirado al de ojos grises con ojos llorosos y llenos de terror.
—P-por favor... Llama a mi madre. Quiero que esté aquí también.
—Claro.- besó su frente.— ¿Podrían esperar antes de seguir?
—¿Ustedes se creen que porque somos amigos haré lo que me piden?- preguntó bufando Shirabu.
Hayato apretó los labios y esperó.
—Ugh, está bien. Pero vuelve enseguida.
El chico salió corriendo y regresó en menos que canta un gallo con Akaashi vestido igual que él. Cada uno se posicionó a cada lado del asustado embarazado y le agarraron una mano.
Akaashi le sonrió y le besó la frente. Hayato por su parte besaba su mano.
Lo que le siguió fue como la seda.
Tanto él como Hayato se desvivían por aquel pequeñín que no había hecho más que iluminar aún más sus vidas. Se turnaban en las noches para darle comer y procuraban que fueran en estas cuando durmiese. A la hora del baño, Hayato se metía en la bañera sosteniéndolo con cuidado y Shiro los lavaba a ambos.
En un álbum fueron poniendo todas las fotos que podían del crecimiento de su bebé, y colgaban en la pared muchas otras.
Se emocionaron cuando lo vieron pararse en sus dos piernitas, y le llenaron la cara de besos escuchando su risita de bebé. Cuando aprendió a caminar, se movía por todos lados, y cuando aprendió a correr huía entre risas de sus malvados padres que intentaban ponerle la ropa para que no andara con el culete al aire.
Gravaron cuando su primera palabra fue papá. Y también se gravó el momento cuando a Hayato le empezaron a salir no solo las lágrimas, sino que también los mocos al haber sido llamado por su niño. Aquel vídeo fue puesto en las reuniones familiares en cualquier momento del año ya que el afortunado de gravar tal momento fue Kuroo quien no perdió un segundo en pasarle una copia al grupo entero.
Cuando Kiyoshi cumplió los cinco, volvieron a quedar embarazados.
Su vida sexual después de tener a su primer hijo, aumentó, aunque no de forma drástica. Tenían sus momentos de intimidad, pero ambos estaban bien sin tener sexo como conejos como Atsumu y Shouyo.
Aún le sorprendía a Shiro el como el cuerpo del pelinaranja seguía esbelto y en forma después de tantos hijos y embarazos.
En fin.
El castaño había estado teniendo constantes vómitos y mareos, algo que no había sucedido cuando quedó embarazado de Kiyoshi. Decidieron que para asegurarse, debía de hacerse una prueba de embarazo.
Hayato caminaba de un lado a otro frente a la puerta del baño como un león enjaulado a la espera de lo que dijese la prueba después de cinco minutos. Pero aquello parecía eterno.
Hasta que la puerta fue abierta y Shiro salió de ella.
—Positivo.
Los gritos de alegría de ambos no se hicieron esperar, al igual que sus caras sonrientes y llenas de emoción.
Jun, su segundo hijo, fue otra bendición en sus vidas. Idéntico a su padre y a su hermano: con el pelo negro cual carbón y de brillantes ojos grises.
Hicieron lo mismo que hicieron con Kiyoshi: le sacaron fotos. Le hicieron infinidad de vídeos de sus primeros pasos y de sus primeras palabras. Se bañaban juntos y se desvelaban por las noches para atenderle.
Solo que esta vez contaban con el gran hermano mayor que se convirtió Kiyoshi.
Cuidaba a su hermanito. Dormía con él. Y si lloraba lo calmaba haciéndole caras raras.
Cuando seis años más tarde se enteraron que de nuevo esperaban un hijo, les alegró por un lado pero por el otro decidieron que este pequeño por venir sería el último.
Eran felices de como su familia había crecido y amaban a sus hijos con todo el amor que ellos tenían por dar.
¿Y como no estar felices si el nuevo integrante sería una pequeña que llenase la casa de un poco de feminidad?
... Lástima que eso nunca llegó a pasar.
Kiyoshi y Jun estaban siendo cuidados por sus abuelos mientras que Shiro seguía llorando acostado en el sofá de su sala mientras se agarraba su vientre que ahora era un pequeño bulto.
Con seis meses, había tenido un aborto y los médicos no pudieron hacer nada.
Pero podría superar aquel duro bache si Hayato estuviese con él. A su lado. Pero no lo estaba.
Hayato había muerto hace una semana.
Cuando llamaron a la puerta de su casa y fue abrir, se encontró a los compañeros de trabajo de su esposo con sus trajes de bombero aún puestos. Sus caras largas le hacían sentir que algo andaba mal. Y todas sus dudas fueron aclaradas cuando le dijeron que el de ojos grises había muerto tras haberle caído una viga encima.
Se había producido un incendio en un orfanato y todos los niños estaban en peligro. Fueron lo más rápido que pudieron y lograron sacarlos a todos, pero cuando la responsable de los menores los contó se dio cuenta que faltaba uno. Hayato no se lo pensó dos veces y se lanzó al rescate de aquel niño.
Según el pequeño, Hayato le había empujado en el momento que la viga se desprendió del techo, salvándole la vida pero cobrándose la del de ojos grises.
La noticia fue un duro impacto para Shiro provocándole un aborto. Duró hospitalizado un par de días hasta que fue dado de alta. Prepararon el funeral de Hayato con todos sus amigos, compañeros de trabajo, familia... Para poder decirle adiós una última vez.
Shiro sabía que debía de ser fuerte, no solo por él, sino por sus hijos. Pero era imposible.
Sus rodillas no habían podido aguantar su peso cayendo al césped y llorando amargamente porque Hayato se había llevado no solo la mitad de su corazón con su muerte, sino también de su alma.
La persona que le habían enseñado que es el amor. La que le había enseñado a amar. Y la que sería el amor de su vida se había ido dejándole solo con dos pedacitos de él.
Se secó las lágrimas en vano cuando el timbre sonó por toda su casa. A paso lento y tambaleante, la abrió. Penetrantes ojos marrones le devolvía la mirada, y su pelo rubio como el trigo brillaba bajo el sol.
Podría pensar que era Tsukishima, pero el mayor usaba gafas y un par de arrugas se asentaban en las esquinas de sus ojos y sobretodo en el entrecejo. También podría ser Seiya, pero como su padre, el menor seguía usando sus gafitas de culo de botella. Además tenía su cara bañada en infinitas pecas y sus ojos tenían vetas verdes entre su color marrón.
Shiro sabía perfectamente, que aquel chico que nunca creyó volvería a ver, después de diecinueve años volvía a estar frente suyo.
—Atsuya...
El otro levantó la mano en señal de saludo.
—Veo a que aún me recuerdas.- se pasó la lengua por los labios.— Mi madre... Me contó lo que ocurrió con tu... Tu esposo.
—No quiero tu lástima.
—No es lástima.- paró con su mano la puerta que iba a ser cerrada.— Solo vengo a darte apoyo.
—No lo necesito. Y menos de ti.
—Deja de poner un muro entre nosotros, Shiro. Y más ahora.
Al final, el castaño acabó derrumbándose en la puerta y siendo abrazado por Atsuya.
El rubio cuando se fue a Estados Unidos tras haberse sentido rechazado y con una promesa rota, se sintió solo.
Hizo lo que pudo para superar a Shiro, más el recuerdo del chico sonriente de sus memorias lanzando globos de agua en aquella reunión le hacía imposible olvidarlo.
Gracias a su madre que seguía con Akaashi como su editor, supo de todo lo que ocurría en la vida de aquella familia. Él no preguntaba, pero ahora creía que su madre intuía que quería saber lo que ocurría.
Le contó del momento que el castaño fue secuestrado sintiéndose impotente al estar a millones de kilómetros de él. Aunque cruzase el océano tampoco podría hacer nada. Supo también como el chico -cuyo nombre supo poco después- que había visto besar a la persona que le gustaba, había estado apoyando a la familia de Shiro en todo momento.
Se preguntó si él hubiese estado allí, ¿su apoyo habría sido igual al de Hayato?
Al estar dos años estudiando en Estado Unidos, se dio cuenta del porqué Shiro le había rechazado. No porque se lo hubiesen dicho, sino porque él lo dedujo. Y se maldijo por haber sido un estúpido.
Al enterarse que el chico que amaba se había casado con Hayato, supo que aunque volviese él no estaba en la mira del castaño. Nunca lo estuvo.
La promesa que él creyó importante para los dos cuando él tenía doce, solo lo fue para él. Se suponía que cuando él ya fuese mayor se casaría con Shiro y formarían una familia. Pero Shiro ya había formado la suya propia y estaba feliz con ella.
Cuando cumplió los veinticuatro, tras acabar la universidad, regresó a Japón. Sin embargo, le pidió a sus padres que no le dijesen a nadie que había vuelto. No quería que la vida que Shiro vivía se viese afectada por su llegada. Quería quedarse en un segundo plano. Como un espectador.
Pero al enterarse del accidente ocurrido a Hayato, no pudo quedarse quieto. No cuando Shiro necesitaba todo el apoyo del mundo.
Es por eso, que en esos momentos quería estar junto a Shiro aunque fuese como un amigo.
Porque alguien que lloraba así como lo hacía el mayor, le dejaba claro que el amor que sintió y siente por Hayato nunca desaparecería.
—Mamá... Has estado abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua por media hora. Lo que tengas que decir, dilo.- dijo Shiro harto de ver a su madre vacilar.
Akaashi se removió en la silla de la cocina y sorbió un poco de su taza de té.
Aquel diciembre sin duda estaba siendo bastante frío y la nieve que había caído la noche anterior se había amontonado en las calles haciendo un poco complicada la circulación en ellas, pero no imposible.
—Has... ¿Has pensado en darle una oportunidad a Atsuya?- el castaño paró de mover su dedo por la pantalla de su teléfono y miró al de ojos verdes.— Ya hace un año de... la muerte de Hayato.
—¿Y?
—Hijo... Atsuya te ama. No te lo dice, pero lo hace.
—Te repito, ¿y?
Akaashi bufó rodando los ojos.— Te ayudó en tu peor momento, y los niños lo quieren mucho. Sobretodo Jun.
—¿Y solo por eso debería de darle una oportunidad?
—Lleva veinte años amándote en silencio. Se fue para darte tu espacio y por la promesa que rompiste con él. Ha soportado el que te casases e hicieses una familia con Hayato, pero él ya no está, Shiro. ¿No puedes siquiera darte una oportunidad con él?
El castaño entrecerró los ojos y se acomodó en la silla dejando de lado su teléfono.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—¿Si papá se muriera serías capaz de hacer tu vida de nuevo con otra persona?
Eso descolocó al pelinegro.
—Yo... Eso... Eso es diferente. Yo ya soy mayor para rehacer mi vida si eso pasara.
—Pues yo no le veo la diferencia. Si su pareja muere, después de un tiempo puede rehacer su vida con otra persona. Eso se puede aplicar a ti, a mi o a cualquiera.
—¿Cual es tu punto Shiro?
—Deberías de saberlo.- se mordió el labio inferior.— Amas a papá como la primera vez y él a ti. Sé que si papá muere lo seguirías amando porque él es tu otra mitad; y que serías incapaz de estar con alguien más. Así que, por favor, no me digas de nuevo que le de una oportunidad a Atsuya. Hayato fue, es y seguirá siendo mi otra mitad. Y aunque esté muerto lo sigo amando como el primer día, y mi corazón lo sabe.
Akaashi se terminó lo que quedaba de su taza de té y se puso de pie para dejar la taza y plato en el fregadero.
El silencio se volvió incómodo y en parte había sido culpa suya.
Quería dejar de ver a su niño deprimido porque Hayato ya no estaba con él. Pero era imposible. Todos le habían dado apoyo y le habían podido sacar de la depresión poco a poco. Y sobretodo Nao quien después de la muerte de Kageyama había sido otro.
—Puede que tengas razón pero...
—¿Pero?
—Deberías de hablar con Shouyo.
—¿Por qué?
—Yo sé... Lo mucho que él amaba a Kageyama. Aunque eran unos adolescentes, se amaban. Y si no hubiese sido por lo que ocurrió entre ellos, tal vez él no estuviera muerto y estarían justos.
—... Y Atsumu-san...
—Atsumu-san sería como Atsuya en esa paralela historia. Pero esa historia no existe. El amor que Shouyo sintió por Kageyama fue el mismo que yo siento por tu padre y tu por Hayato, pero él es feliz con Atsumu-san y su enorme familia.
·
·
·
Soltó aire viendo como delante suyo se formaba una nube de vaho por culpa del frío.
Aunque llevaba una bufanda, un par de guantes, un gorro, unas orejeras y capas de tela encima cual cebolla, no le libraba del frío que lograba adentrarse haciéndole estremecer.
Cuando salió de la casa de su madre prefirió ir a la casa de Shouyo en vez de ir a la de Kenma por sus hijos. Seguro que ni a ellos como a Kuroo les importaría si se quedan allí un poco más. El pelinegro mayor se divertía con ellos como si tuviese la edad de un niño de siete y no la de un adulto de casi cincuenta.
Volvió a soltar aire y esta vez caminó por el camino de piedra cubierto de nueve hasta la puerta. ¿Qué era esta? ¿La tercera casa que el matrimonio se compraba? ¿De donde demonios sacaban el dinero? No, la pregunta era otra. ¿Para que volverse a cambiar de casa?
Soichi, Nao y Kenjiro hacía años que habían dejado de vivir con ellos. Hasta hace poco Takeo también lo hacía sino fuera por el astuto de Ryoma que no solo lo alejó de sus padres sino que le hizo un niño.
Y luego estaba Ai que estaba de turismo por Europa con su hermano Ryo.
Tocó el timbre y esperó paciente hasta que un gordito Shouyo le abrió la puerta con Izumi en sus brazos, uno de los trillizos más apegado a él.
—Shiro, que sorpresa. Pasa, que afuera está helando.
Agradeció y se quitó los zapatos poniéndose unas calentitas pantuflas en sus congelados pies.
—¿Quieres algo de beber?
—No... Vengo de casa de mamá y ya tomé algo. Gracias.
—Entonces, ¿en qué te puedo ayudar?
—Bueno, verás...
El pelinaranja acomodó a su pequeño de tres años en su regazo y siguió dándole de comer.
¿Como era posible que esa persona tan enamorada de Atsumu lo había estado de Kageyama? ¿O era al revés?
No sabía la historia que habían tenido el pelinaranja y el castaño, pero ha debido de ser hermosa y amorosa para tener la familia más grande de todos los amigos se sus papás. Embarazo tras embarazo, solo los veía felices.
No solo él, sino todos, pensaron que al tener a los tan ansiados trillizos cerrarían la fábrica. Pero resulta que ellos no tienen el conocimiento de cual es la función un preservativo. El pelinaranja con su bonita y enorme barriga de cinco meses cargando a sus -de nuevo- gemelos se veía sumamente radiante.
¿Acaso los gemelos serían los últimos o intentarían otra vez tener más hijos? Shouyo ya no era un jovencito de veinte años para estar embarazándose. Tener hijos a avanzada edad tenía riesgos, y Shirabu se los había dicho cuando quedó embarazado de Daiki, su hijo de seis años.
—¿Piensas tener más hijos?
—¿Lo dices por ellos?- se acarició la barriga.— Todos dicen lo mismo, y yo les respondo lo mismo. Nosotros usamos condones, pero parece que no sirven. Somos ese cero coma uno por ciento de falla. Es eso o que Tsumu tiene un semen muy potente.
Shiro se sonrojó.— Eso no me hacía falta saberlo.
—Tu preguntaste.- rió.— No es que quiera tener más hijos, pero si vienen los traeré a este mundo.
—Podrías... abortar.- sugirió.
—Podría pero no quiero. Ese niño no es culpable que folle como un conejo.
El sonrojo de Shiro no hacía más que aumentar.
—¿Y Atsumu-san no ha pensado en hacerse la vasectomía?
—Dice que eso se le hace a los perros, y él no es un perro.- se encogió de hombros.— Pero dudo que hayas venido aquí para hablar de como Atsumu me deja preñado cada que puede.
—... Yo... quisiera saber, ¿como supiste que Atsumu-san era el indicado y no... Kageyama-san?
El semblante del pelinaranja se entristeció un poco al nombrar al pelinegro.
—¿Lo dices por Hayato y Atsuya?
—Mi madre dice que debería de darle una oportunidad a Atsuya pero yo...
—Sigues amando a Hayato.- concluyó Shouyo y el contrario asintió.— No es malo seguir amando a alguien como tu haces con Hayato, pero tampoco es malo el darte otra oportunidad de amar y ser amado.
—Es fácil decirlo.- bajó la cabeza.
—Yo conocí a Atsumu con dieciséis. Pero no empecé a salir con él hasta que Soichi nació. Él me dejó claro que no quería reemplazar el amor que yo sentía por Kageyama. Supo conquistarme, aunque estuvo siete meses conquistándome con sus acciones. El que se confesara en el hospital solo fue el inicio de la relación que tenemos ahora.
—Entonces... ¿Me estás diciendo que le de una oportunidad a Atsuya?
El pelinaranja se encogió de hombros.
—Es tu decisión, Shiro. Podrías conocer a Atsuya. Ir a citas y esas cosas. Él podría ser tu verdadero amor y tu crees que no porque Hayato fue alguien importante por muchos años para ti y es a la única persona que has amado. Si no intentas conocer al chico que te ha esperado veinte años, no sabrás si es en realidad tu verdadero amor o no.
—Bueno, creo que ya debería irme a casa. Gracias por invitarme a cenar.
—No... Jun se veía realmente emocionado de que te quedaras.- le restó importancia.
—Aunque Kiyoshi no se veía muy feliz.
—... La muerte de Hayato fue dura para él. Se apoyaba mucho en su padre y puede que piense que quieres sustituirle.
Atsuya suspiró y se revolvió el pelo.
—No soy Hayato. Él seguro tenía cualidades de las que carezco. No quiero sustituirlo ni nada parecido. Él siempre será su padre y yo soy Atsuya, un amigo.
El castaño apretó los labios y asintió.
No hay fallas en su lógica, pero era inevitable que su hijo pensara en eso. Como a él, le había dolido demasiado la muerte de Hayato. Jun aún es pequeño y no entiende bien algunas cosas. Aunque le explicó como serían las cosas a partir de ese momento.
Y es probable que Jun vea en Atsuya al padre que ya no está con él y por eso se emociona.
—Nos vemos.
—Atsuya... Espera.
El rubio se giró a ver al nervioso castaño que no paraba de jugar con sus manos.
—¿Ocurre algo?
—Lo he estado pensado y... He decidido avanzar.
—¿A que te refieres?
—Yo... Quiero intentar salir contigo.
Pues aquí está el primer extra.
Tanto en este como en los que vendrán, mostraran lo que ha ido pasando en veinte años, menos en el AtsuHina que creo que se centrará en el presente de esos veinte años.
Cuando escribí que Akaashi era estéril pos como que me dolió un poco hasta a mi. Por eso decidí que estaría bien que después de todo viviera un embarazo, porque bueno, es el BokuAka.
Matar a Hayato nunca entró en mis planes cuando apareció y debo decir que me dolió más matarlo a él que a Kageyama. (Aquí estoy yo, la insensible) Pero si no hacía eso no sabía como hacer que Shiro estuviese con Atsuya.
Aún así dejé el final de este extra abierto, así que pueden imaginarse lo que podría pasar. Porque no tengo mucha intención de profundizar en ello.
Llegué a pensar que este extra me quedaría más largo de lo que es y lo tendría que dividir en dos, pero no fue así. Tanto el extra del BokuAka como el del AtsuHina son los extras que más claros tengo.
Aquí abajo ↓ les dejo de como quedaría la familia BokuAka tras veinte años.
Haré lo mismo con todas las parejas.
Y como el BokuAka ya salió, de estas parejitas:
—IwaOi
—KuroKen
—TsukiYama
—DaiSuga
—UshiTen
—SemiShira
—AsaNoya
—OsaKita
—AoFuta
—SakuKomo/KomoSaku
Díganme aquí → el extra de la siguiente pareja que quieren ver.
Si hay alguna que falta díganme porque se me puede olvidar de tantas que hay.
Perdón si hay fallos pero no los revisé.
Espero que les haya gustado el extra.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
Pd: les recuerdo que el día 4 de abril empieza la AtsuHina Week de este año.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro