Capitulo 8
—Enseguida vuelvo.
Shouyo asintió a lo que dijo Atsumu.
El rubio se colocó sus zapatos y se puso de pie. Se giró para ver a Shouyo y le dio un pequeño beso en los labios. Cogió las llaves de la casa y del coche y salió por la puerta.
Era viernes y hoy era el día que partirían a Sendai. Debido a lo que pasó la última vez en la casa de la madre de su pequeña esposa, la idea de quedarse allí había sido totalmente tirada a la basura. Por eso decidieron rentar una habitación de una posada y tener una estancia tranquila.
Aunque muy tranquilo todo no podría ser.
Algo en su pecho le decía que algo iba a pasar y temía por Shouyo y los bebés. Pero se decía que pensar en eso todo el tiempo era tener una mente muy negativa. Tenía que admitir que Shouyo había estado tranquilo toda la semana. Había dado los entrenamientos a los niños durante la semana y podía respirar tranquilo sabiendo que Kageyama no se había aparecido por ahí. Quería pensar que sus palabras habían hecho el efecto que deseaba y el de ojos azules permanecería alejado.
Aparcó cerca de la escuela y caminó el resto del camino. A las afueras ya se podían ver padres a la espera de sus hijos viendo con desespero la hora.
Ese día no había practica y se les había comunicado a los padres. Seguramente que unos cuantos eran esos padres que estaban mirando la hora en sus teléfonos o relojes de muñeca.
A lo lejos pudo ver la cabellera naranja de su hijo que iba arrastrando a Nao y Kenji mientras corría con alegría.
—¡Hola papá!- dijo tirándose a sus brazos, logrando capturarlo al vuelo.
—Hola campeón.- le revolvió el pelo. Hizo lo mismo con Kenji que también le dio un abrazo y Nao solo pudo sonrojarse ante la muestra de afecto.
—Papá.- habló Soichi.— ¿Puede venir Nao a casa?
—Hoy no puede, ya te lo dije. Tenemos que irnos dentro de poco.
—¿Y Nao no puede venir con nosotros?- preguntó Kenji.
—Eso no depende de mi. Nao-kun también tiene un papá y es él el que decide.
—¿Y no podemos llamarlo?- volvió a decir Kenji.— Tu siempre dices que hablando todos nos entendemos.
Atsumu suspiró. A veces se arrepentía de decir ciertas cosas a sus hijos. Siempre terminaba con sus hijos sometiéndolo con sus propias palabras.
Miró al niño peliblanco que jugaba con el borde de su camisa y tenía la mirada gacha.
—Nao-kun.- el niño lo miró.— ¿Sabes el número de teléfono de tu papá?
Nao negó pero se quitó su mochila de sus hombros y la abrió sacando de ella la agenda escolar. La abrió y se la tendió al rubio.
—Ahí esta el numero de papá.- murmuró.
Agradeciendo, Atsumu se alejó un poco teniendo la mirada en los tres menores y marcó los números que habían en la agenda. Rogaba porque el tonto de Tobio-kun no lo mandase al buzón.
Esperó cuatro horribles largos tonos hasta que hablaron al otro lado.
—Teléfono de Kageyama Tobio.
—... ¿Tobio-kun?
—No. Soy Ushijima Wakatoshi.
Oh. Con que este era el esposo de Satori. En el partido del otro día estaba más concentrado en lo que le estaba sucediendo a su pequeña esposa que apenas se había percatado que este hombre era compañero de equipo de Kageyama.
—¿Está Tobio-kun? Necesito hablar con él.- el otro lado de la línea se quedó completamente en silencio y Atsumu tuvo que alejarse el teléfono de la oreja para asegurarse que la llamada no se había cortado.— ¿Hola?
—Espera.- se escuchó al final del otro lado.
¿Este tipo era el esposo de Satori? ¿Qué le había visto? Parecía una persona seria y de muy pocas palabras. ¿Satori estaría con el porque la tendría grande? El no era quien para juzgar las relaciones de los demás.
—¿Quien es?
—¿Tobio-kun? Soy Atsumu.
—Oh... Miya-san. ¿Que quieres?
—Los niños quieren que Nao-kun venga a casa pero nos iremos a Sendai lo antes posible.- dijo recibiendo silencio al otro lado de la línea.— ¿Podría Nao-kun venir con nosotros a Sendai?
Se sentía terrible el tener que preguntar con un buen tono a Kageyama algo como esto. Nada más identificarse el tono neutral del pelinegro pasó a uno de molestia absoluta. Y veía complicado que le permitiese llevarse a Nao junto a él.
—No.
Vale. Sabía que la negativa era lo que recibiría, pero el tono de Tobio-kun era lo que más le molestaba.
—¿Entonces piensas ir Sendai?
—No voy a ir. Tengo entrenamiento.
—Ya veo. ¿Y piensas dejar a Nao-kun solo el fin de semana?
Kageyama quedó en silencio unos momentos.
—No estará solo. Estará con Sakura-san, la niñera.
—¿No crees que Nao-kun estaría más feliz si viene con nosotros?
—La respuesta sigue siendo no. Y no me digas como debo criar a mi hijo.
—Pero...-
—Y si te llevas a mi hijo puedo acusarte de secuestro.
Atsumu iba a volver a reclamarle al de ojos azules, pero el pitido que le indicaba que la llamada había acabado le dejó perfectamente claro que Tobio-kun le había colgado el teléfono.
Aquel mocoso le había cortado la maldita llamada.
Tranquilizando la rabia que iba creciendo dentro de él, se giró y miró a los tres niños que le miraban con ojos esperanzados. Sobretodo Nao.
Aquello solo le partía el alma. Un ser tan puro e inocente como Nao no debería de tener un padre como Kageyama.
Se agachó dándole la agenda al niño para que la guardase en su mochila y le regaló una pequeña sonrisa a Nao.
—Lo siento Nao-kun. Hice todo lo que pude, pero tu papá se negó a dejarte ir con nosotros.
La sonrisa que Nao tenía, fue desapareciendo a medida que escuchaba las palabras del rubio. Bajó la cabeza y agarró con fuerzas las asas de sus mochila.
—Nn... No pasa nada.
—¿Quieres que te llevemos hasta tu casa?- el niño solo negó.
—Me quedaré a que venga Sakura-san.
Con un suspiro abatido, Atsumu le dio un fuerte abrazo a Nao y se levantó agarrando a sus hijos de las manos para irse al coche hasta su casa.
Soichiro y Kenjiro miraron hacia atrás con tristeza al dejar solo a Nao.
El peliblanco alzó una de sus manitas y la sacudió a modo de despedida. Cuando los perdió de vista volvió a mirar al suelo y apretó más fuerte las asas de su mochila.
Sintió sus ojos aguarse y se dijo que no podía llorar por no poder ir con ellos. Sabía que no podía ilusionarse de que su padre diese su permiso para irse con la familia de Soichi, pero al menos quería volver a experimentar lo que era estar en una familia amorosa como la de los Miya.
Esto no quería decir que su papa no lo quisiese. Estaba totalmente seguro que su papá lo amaba. Pero le gustaría sentir más su calor mientras estaban en casa. Los pocos días que estaba en casa los dos juntos acostados en el sofá con una manta y palomitas viendo películas, quería que fuesen más frecuentes.
Pero parecía que su padre prefería jugar al voley que estar a su lado.
Abrió la puerta que lo separaba con la recepción y sacó solo su cabeza.
—Midori-san.- la mujer lo miró.— Ya puede irse a casa. No hay más pacientes.
—¿Está seguro Shirabu-san?
—Sí. No se preocupe. Nos vemos el lunes.
La mujer le agradeció y empezó a recoger sus cosas de encima del escritorio. Shirabu volvió al interior de su consultorio cerrando la puerta y se dejó caer en su silla mientras se masajeaba las sienes con sus ojos cerrados.
Había tenido que mover una cantidad de citas y cancelar otras varias solo por el pedido de Atsumu. Había decidido ir a la dichosa reunión que celebrarían en Karasuno y se dijo que hacerle una visita a su madre tampoco estaría mal.
Sintió la puerta de su consultorio ser abierta y pensó que sería la enfermera.
—¿Ocurrió algo Midori-san?- preguntó sin abrir sus ojos.
La persona que entró cerró la puerta y le puso seguro y aquello le hizo fruncir el ceño. Abrió los ojos y se sorprendió ante la inesperada visita.
—¿Que haces aquí?
—¿Acaso no puedo venir a verte?
—No. Te fuiste sin decir una sola palabra y no puedes venir ahora como si nada.
—No vivas en el pasado, Kenjiro.
—¿Como supiste que estaba aquí?
—Me lo dijo Satori.
Chasqueó la lengua. Cuando viese a Satori, le reclamara el haberle dicho a este sujeto donde podía encontrarlo.
Vio como se acercó hasta quedar justo en frente de él apoyado en su escritorio. Agarró sus manos y lo levantó para que se alojase entre sus piernas.
—No pongas esa cara, sabes que me amas.
Shirabu se sonrojó hasta las orejas. Era verdad que lo había extrañado en estos tres meses que lo había dejado botado con una asquerosa nota pegada en la puerta de la nevera que decía: Me voy de gira por Japón. Vuelvo pronto.
¡Pronto y una mierda!
Habían sido tres asquerosos meses sin tenerle a su lado donde tuvo que satisfacerse con su mano y aquel vibrador que a veces usaban en sus juegos de rol. Pero lo que él necesitaba era aquella, dura y gruesa polla de su novio.
Quería, necesitaba, sentirse lleno por él, y un pedazo de plástico no le daba el placer que aclamaba.
—Dime Kenjiro, ¿me extrañaste?- preguntó acercando su boca al cuello del médico y empezó a dar pequeños mordiscos.
—No lo hice.
El contrario rió.— Sabes que me gusta esa actitud tsundere, pero no me mientas.- alargó su mano hacia el pene del contrario.— Mira lo duro que estás y solo he mordido esta zona.- acarició su cuello.
Shirabu se sonrojó todavía más. Era vergonzoso que por unos mimos en su cuello estuviese duro. ¡Que ya no era un adolescente!
El contrario lo apartó y vio como se bajaba la cremallera de sus jeans. Se sacó el pene de aquella prisión de ropa y lo dejó a la vista de los marrones ojos de Shirabu.
—Chúpamela.- ordenó.
—¿Qué?
—Quiero que me hagas una mamada.
—¿Aquí?
El chico agarró los hombros de Shirabu y lo empujó hacia abajo. Le puso el pene en la boca y le miró con intensidad.
—Chúpamela.
Shirabu se estremeció al escucharle con la voz ronca y abrió la boca de manera lenta. Sin embargo el otro le agarró con fuerza de la cabeza y le hizo tragar de golpe toda la longitud haciéndole salir algunas lágrimas por las esquinas de sus ojos.
Subía y bajaba por aquel pedazo de carne y escuchaba los gruñidos del más alto. Usaba su lengua como muchas otras veces había hecho y jugaba con la punta saboreando el pre-semen que empezaba a salir.
—Quien diría que Shirabu Kenjiro fuese tan lascivo.- se relamió los labios por la vista.— Pero aquí te tengo de rodillas dándome una mamada.
Gimió alto ante la sensación de aquella boquita acogiéndolo.
Estos tres meses sin su pequeño habían sido los más duros. Echaba de menos su presencia, su comportamiento tsundere y sus incansables juegos de rol durante el sexo.
Sintió que estaba a punto de venirse y con ambas manos agarró la cabeza de Shirabu impidiéndole apartarse. Gruñó al venirse dentro de la boca del otro y con una sonrisa juguetona le habló.
—Trágatelo.
Con ojos llorosos y demasiado excitado, hizo lo que su pareja le dijo. Sintió la mano derecha del otro acariciarle con cariño la mejilla y con su pulgar jugó con su labio para luego meterlo y hacer que abriese la boca.
Ver aquello, le hizo volver a ponerse duro.
Alzó al castaño y lo puso mirando al escritorio. Le bajó los pantalones junto a la ropa interior y agarró aquellas nalgas que le gustaba golpear de vez en cuando. Las separó y miró aquel agujero que se contraía.
Guió su miembro hacia la entrada del contrario y con la punta empezó a provocar al médico.
—Por favor. Métemela.
—¿Estás seguro?- le dijo con una sonrisa aunque no le viese.— Ha pasado un tiempo. Podría doler.
—No me importa. Hazlo.
—Como digas bebé.
Acercó su boca hasta la entrada y metió su lengua mojando con su saliva el lugar. Shirabu se retorcía de placer.
Al fin, después de un tiempo iba a sentirse lleno de nuevo.
Sintió como la punta entró para luego sentir como era llenado por completo. Le fue inevitable gemir ante el dolor y el placer.
—Sh... Aunque no tengas más citas, por el pasillo siguen pasando personas. No querrás que nos descubran, ¿verdad bebé?
Empezó a embestir con fuerza escuchando el choques de pieles y a Shirabu se le hizo imposible el gemir alto aunque sus manos cubrían su boca.
—¡Más...! ¡Más...!
Riendo, el chico hacía lo que el otro le pedía. Sabía perfectamente donde tocar y a que velocidad ir.
—Duro... ¡Dame duro!
Sus movimientos se hicieron más fuertes y más rápidos. Su chico gemía sin parar y estaba seguro que luego le culparía de las miradas que sus compañeros de trabajo le darían la próxima semana. Mientras lo disfrutaría.
Salió de Shirabu y le dio la vuelta entrando de nuevo de golpe. Las piernas de castaño le rodearon la cintura y le atrajo a su cuerpo para poder sentirlo más, y sus bocas se encontraron después de tres meses separadas. El beso era descuidado y la lengua de ambos luchaban por tomar el control.
Dio un par de embestidas más fuerte tocando aquel punto dulce de Shirabu en cada una de ellas y ambos se vinieron con fuerza, él en su interior y el otro en sus camisas aún puestas; gritando el nombre del otro.
—¡Jiro!
—¡Semi!
Se dejó caer encima del menor y ambos respiraban con dificultad.
—No usaste condón.- le recriminó Shirabu.
—¿Eso es lo primero que tienes que decir después de tres meses?- le dijo incrédulo.— Además, creo que ya es el momento. Ya han pasado cinco años de eso.
—Lo siento, pero todavía no estoy preparado.- le apartó y empezó a limpiarse.
Semi frunció el ceño. Apoyaba a Shirabu pero quería que su familia dejase de ser de dos para poder ser una de tres.
Y le dolía que el menor le siguiese dando el mismo discurso cuando esto pasaba.
Para ser una posada modesta... era bastante grande.
Atsumu dejó las maletas sobre el suelo de tatami y miró el lugar. Tenía un pequeño patio con un estanque. Los futones estaban enrollados en una esquina y había una mesa baja en el centro de la habitación.
Soichi y Kenji habían entrado corriendo -dejando los zapatos fuera- y se fueron directos a ver el estanque del patio. Ambos gritaron con ilusión al ver que dentro habían un par de peces nadando y llamaban a su papá para que fuera a verlos con ellos.
Shouyo por su lado se sentó en el tatami y les miraba con una sonrisa. Acariciaba su barriga intentando tranquilizar a sus bebés que se habían estado moviendo durante todo el camino y lo único que podía hacer era relajarse.
Miró a la entrada, y sonrió con cariño.
—¿Que haces ahí? Hazme compañía.
Con timidez asintió y se sentó al lado de Shouyo.
Atsumu se acercó y se sentó frente al par.
—¿No quieres ir a ver lo peces con Soichi y Kenji?
Negó con la cabeza.— Estoy bien aquí.
—Te aseguro que te vas a divertir, Nao-kun- dijo Atsumu con una sonrisa.
El niño solo asintió.
Shouyo le acarició el pelo y sonrió recordando las palabras de su esposo cuando llegó a casa junto a Nao.
Atsumu al estar frente a su coche se quedó mirando su reflejo en el cristal recordando la triste expresión que tenía Nao. Sus bebés le preguntaban porqué no entraban al vehículo y su mente solo podía decirle que regresara a por Nao.
Gruñendo, se dio la vuelta con Soichi y Kenji extrañados por regresar a la escuela. Al girar en la esquina que daba a la escuela el corazón de Atsumu volvió a romperse. Nao miraba al suelo y movía la punta de uno de sus pies en el.
Llegó hasta el niño y se agachó para quedar a su altura.
El peliblanco le miró sorprendido y Atsumu le agarró de las mejillas.
—Da igual lo que diga tu papá. Vendrás con nosotros.
—Pero papá se enfadará.- le dijo tembloroso el niño.
—Tranquilo. Tengo un plan.
Atsumu lo alzó entre sus brazos y caminó hacia el interior de la escuela. Soichiro y Kenjiro con una sonrisa sabiendo las intenciones de su papá, le siguieron por detrás.
Fueron a la oficina de Satori y sin tocar la puerta entró. El pelirrojo los había visto con una ceja alzada por la inesperada interrupción y Atsumu le dijo lo que pasaba. Satori suspiró y negó con la cabeza por el comportamiento de Kageyama.
Obviamente le contó lo ocurrido el lunes con el rubio y su explícita orden de mantenerse alejado del enano del Karasuno. Era obvio que le cogiese rencor y odio por aquello, pero el pequeño Nao no tenía que salir perjudicado por ello.
Con rapidez marcó el número de su Waka-chan y le ordenó que le pasara al pelinegro. Sin dejarle decir siquiera un hola, le echó la bronca por su comportamiento y le dijo que Nao se iría con Atsumu y su familia a Sendai. Y que ni se le ocurriese replicarle porque no sería capaz de contenerse de darle unas buenas bofetadas por terco.
Por eso, con alegría, los cuatro regresaron a la residencia de los Miya y Shouyo al ver a Nao se sorprendió pero lo recibió con un beso en la cabeza.
Se cambiaron de ropa y almorzaron en el comedor un rico omurice que Shouyo preparó con todo su amor. A Nao le encantó el sabor, su papá a veces quemaba la comida y acababa pidiendo a domicilio.
Cuando estuvieron listos, Shouyo esperó con los tres niños a que el rubio colocase la otra sillita en el coche para Nao. Puso las maletas en el maletero y abrochó el cinturón de cada uno de los niños. Aseguró también que Shouyo estuviese con el cinturón y por último el también se puso el suyo.
Durante el camino rieron, cantaron las canciones que pasaban en la radio y jugaron a juegos que los niños inventaban. Hicieron paradas para ir al baño y llegaron con seguridad a Sendai.
—¿Habías venido antes a Sendai Nao-kun?- le dijo Atsumu con una sonrisa.
El peliblanco asintió. — Había venido a ver a la abuela por su cumpleaños o navidad. Pero la tía Miwa siempre peleaba con papá. Por eso suelo jugar con Seiya. Vive cerca de casa. Su papá es igual al mio, juega voley. Y su mamá trabaja en una tienda donde venden las cosas de casa.
—Por como lo dices, parecen buenas personas.
El niño solo se encogió de hombros.
—Supongo. Son amigos de papá.
—¿Te gustaría visitarlos?- preguntó Shouyo.
Nao se volvió a encoger de hombros.
Tanta atención dirigida hacia su persona era algo nuevo para él.
—¡Nao! ¡Ven a jugar!- gritó Soichi desde fuera.
El peliblanco miró a ambos adultos a la espera de su aprobación que de inmediato asintieron con su cabeza. Dio una pequeña reverencia y se fue junto al par de hermanos.
No lo quería admitir, pero estaba feliz de que Atsumu hubiese decidido regresar a por él sabiendo que su padre podría enfadarse.
Iba a ser egoísta por primera vez en su vida, por lo que deseaba que este tipo de situaciones se repitiesen.
Porque aunque el rubio estuviese ocupado y tenía prisa por venir a Sendai, fue a por él. Y su pequeño corazón latía lleno de alegría y emoción.
Ayer no pude actualizar porque estaba escribiendo otra cosa que no debía pero espero pronto puedan leer; y mis ordenadores decidieron ir de huelga y no funcionar. Suelo escribir desde el teléfono pero no actualizar desde allí porque no me gusta el autocorrector.
Así que desde hoy me puse a escribir con velocidad. Espero que les haya gustado.
Al final Semi fue el ganador para estar con Shirabu.
Desde mi cuarentena les intento distraer con un nuevo capitulo y espero subir el próximo entre mañana y el lunes.
¡Se les quiere a todos!
En multimedia les dejé Rojo que a mi ver la letra tiene que ver con Shirabu y Semi durante el tiempo que estuvieron separados. Más abajo les dejo una imagen que amaran (o eso espero)
Perdón si hay algún fallo. Si ven alguno díganmelo.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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