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Capitulo 36

Cuando abrió los ojos la luz dio contra ellos. Pero eso no le quitó la sorpresa que le hizo caer de la cama.

Alzó la cabeza y escuchó la cantarina risa de Hinata quien estaba envuelto en las sábanas pareciendo un ángel. Le sonreía y sus ojos seguían cada uno de sus movimientos cual depredador acechando a su presa.

El pelinaranja se mordió el labio de forma sensual y se fue sentando en la cama mientras que la sábana que lo cubría se iba resbalando de su hombro dejándole ver su blanco pecho y vientre plano.

—¿Como entraste aquí?- preguntó mientras se levantaba.

—¿Qué pregunta es esa Tobio? Por la puerta.

—Quieto.- alzó una mano cuando le vio acercarse.— No te me acerques.

Shouyo hizo un puchero sacando el labio inferior.

—Estas haciendo y diciendo cosas muy crueles Tobio.

Le fue imposible alejarse cuando ya tenía encima al pelinaranja completamente desnudo.

—Quiero que... recordemos nuestra noche de pasión.- le dijo mientras paseaba sus manos por su pecho desnudo.

Le besaba el pecho con pequeños piquitos y sus suaves manos recorrían sus brazos desde los hombros hasta las muñecas y de nuevo hacia sus hombros.

Aquel pequeño cuerpo que había recorrido antaño y le hacía sentir millones de sensaciones que no sabía descifrar durante aquel tiempo. Aquel cuerpo que abrazaba con cariño y amor, sintiendo que encajaba perfectamente en sus brazos. Que le brindaba calidez en días fríos.

Aquel cuerpo ahora... le dejaba su propio cuerpo helado en el sitio.

Aquella sensación de placer cuando se ponían a tontear no estaba y lo que quería en ese momento era alejarse del más bajo.

—H-h-hinata. Deja de tocarme.- le apartó con suavidad.

—Anoche no pensaste lo mismo.

—No digas tonterías.- esquivó el abrazó que intentó darle.— Yo no te he tocado. ¿Es que no piensas en Miya-san?

—Claro que lo hago.- sonrió amplio.— Mira, está allí.

Dirigió su mirada hacia donde apuntaba el delgado dedo del pelinaranja, y el color fue drenándose de su cuerpo.

Atsumu se encontraba sentado en el enorme sillón de mimbre con los brazos estirados en el respaldar y la pierna derecha por encima de la izquierda. Su mirada era dura que le hacía estremecer cada uno de sus huesos.

Su pelo rubio seguía manchado de sangre como su ropa. Con aquella cara de adolescente como cuando lo vio en su casa pero con la altura de su adultez.

—Me alegra verte de nuevo, Tobio-kun.- el pelinegro no respondió.— El que debería estar muerto, no soy yo. ¿Por qué no nos ahorras el tiempo de seguir con vida y terminas lo que no pudiste lo de hace dos años?

—¿Como...?

—Aquí... Todo es posible Tobio-kun. Menos el que yo esté vivo. Ya sabes. Hice lo posible para no atropellarte a ti y a Shouyo por estar respondiendo un mensaje de mi hermano. ¿Y como terminé? Cayendo al río y muriendo ahogado.

—Eso...

—Pero tranquilo Tobio-kun. Yo me haré cargo de Nao por ti.

El rubio chasqueó los dedos y el niño apareció por la puerta con su bonito pelo blanco como recordaba, completamente rojo. Sus ojos azules, vivos y alegres, estaban vacíos y apagados. Las mangas de su camisa a la altura de sus muñecas estaban manchadas en sangre como aquel horrible agujero justo en el pecho, al lado de su corazón.

Aunque parecía que el niño no debería de poder caminar por como estaba, lo hacía.

—Tranquilo, yo me encargaré de cuidar a Nao.- acarició la cabeza del niño.— Me encargaré de ser mejor padre que tu.

—Eso nunca...-

—Los buenos papás nunca mienten, y tu lo hiciste. Miya-san será mejor padre que tu.

—Nao... Hijo.

—Despídete Tobio-kun. Este no es tu lugar.

Con un movimiento de cabeza, Shouyo se movió y jaló con facilidad a Kageyama alejándolo del sofá.

El pelinegro se removía intentando zafarse del férreo agarre del mayor y gritaba con fuerzas el nombre de su hijo en un vano intento de hacerle entrar en razón y que volviese a sus brazos.

Su muñeca dolía por culpa de la irreal fuerza que parecía tenia el pelinaranja ahora; y su garganta parecía sangrar por alzar cada vez más la voz al ir alejándose cada vez más de Nao.

No sabia donde estaba cuando Hinata le lanzó contra una silla. Le ató las manos a los reposabrazos de esta y los pies a las patas. Amordazó su boca con un paño blanco atándolo atrás en su nuca. Sus ojos picaban pero no iba a darle el gusto al otro en verle roto.

Y el miedo, era algo que no había experimentado en profundidad hasta ahora que sentía aquel lazo padre-hijo que compartía con Nao, debilitarse.

—¿Unas últimas palabras antes de perderte, Tobio?- dijo dulcemente.— ¡Ay! ¡Pero que tonto! ¡Si no puedes hablar!

Vio carcajearse al contrario aún en completa desnudez. Se dio la vuelta caminando hasta la pequeña cómoda de madera y abriendo uno de sus cajones. Revolvió en él y cuando encontró lo que buscaba, se giró de nuevo con sus manos detrás de la espalda y una sonrisa que para los demás debería de parecer adorable, para él era aterradora.

—Te prometo que no dolerá.

Dio tres pasos y paró.

Dio un par de botes en el sitio cual niño pequeño y sacó una pistola de detrás de su espalda.

—¿No estás feliz? ¡Te reunirás con tu abuelo!

Apuntó y...

¡Bang! ¡Bang!

Lo último que pensó fue en su pequeño Nao.

·

·

·

Se levantó asustado y con falta de aire como lo había estado haciendo durante toda la noche.

Cada vez que cerraba los ojos dispuesto a dormir después de aquella primera pesadilla, otra venia cuando era presa de Morfeo. Y cada una tenían la misma temática:

-Atsumu estaba muerto y lleno de sangre.

-Hinata estaba con él pero con la personalidad distorsionada.

-Él siempre acababa muriendo.

-Y lo peor, en cada pesadilla Nao le recriminaba el que le ha mentido sobre la verdadera relación que tiene con Soichi; y era siempre llevado lejos de sus brazos por Atsumu quien aseguraba que lo cuidaría por él, al ser un mal padre.

Tomó grandes bocanadas de aire intentando con ello recuperar la respiración que le faltaba. Su cabeza palpitaba, pero no tanto como su corazón que parecía caballo desbocado. Tragó saliva y soltó un poco de aire normalizando su respirar, su corazón, su pulso... Todo.

Giró la cabeza hacia su derecha y volvió a alterarse al ver que Nao no estaba en la cama con él. Su lado se sentía frío como si nunca hubiese estado allí, y eso solo consiguió alterarlo más de lo que ya estaba.

—¿Nao?- preguntó al aire mientras se levantaba de la cama.

Miró por toda la habitación aún si era inútil sabiendo que allí obviamente no estaba.

—¿Nao?- volvió a preguntar alzando un poco más la voz al asomarse al pasillo.

Vacío como en su habitación.

Sudor frío ya empezaba a bajar por su espalda.

Corrió hacia el baño abriendo abruptamente la puerta viendo que allí no había nadie. Caminó con prisas hacia la cortina de la ducha y la corrió con una ligera esperanza de encontrar a su pequeño bebé allí, pero no estaba.

Su respiración volvía a ser errática y sentía que cada segundo que pasaba, se ahoga de forma lenta y dolorosa. Todo daba vueltas, y no había encontrado a su niño.

—¡¿Nao?!- dijo de nuevo.

Corrió por las escaleras hacia el piso inferior y se quedó al pie de ellas buscando la cabellera blanca.

¿Lo que sentía en ese momento era lo mismo que sentían las personas que le daban un ataque de ansiedad?

—¡Nao!

—¿Papi?

Casi se rompe el cuello por la manera tan brusca de girar hacia la izquierda para ver a su hijo parado en el gran umbral de la puerta con una mirada interrogativa; y con un tenedor con un trozo de salchicha clavado en él medio mordisqueado.

Volviendo a correr, se dejó caer de rodillas al suelo y abrazó con fuerzas al niños que tiró el tenedor al suelo ante el movimiento brusco. Pasó sus pequeños bracitos alrededor del cuello de su papá y disfrutó del calor corporal aunque ese día las temperaturas fuesen altas.

—¿Pasa algo papi?- le dijo al oído.

Kageyama negó con la cabeza que enterró en el diminuto cuello. Le apretó un poco más contra su cuerpo asegurándose que aquello era la realidad y no otra pesadilla en la que Nao era alejado de sus brazos.

—¿Estás llorando papi?- preguntó sorprendido el niño alejándose para ver mejor a su padre.

El pelinegro tenía lágrimas que resbalaban de sus ojos que ni sabía en qué momento habían aparecido.

Tan solo sabía que estaba tranquilo y seguro al tener al fin a su niño consigo.

—No llores papi, estoy aquí contigo.- le sonrió mientras le limpiaba las lágrimas con sus pequeños dedos.

Kageyama sonrió entre lágrimas y le acarició los mechones blancos.

Pero aquello no duró mucho.

Puso cara de terror al sentir una mano en su hombro, y agarrando a Nao entre sus brazos golpeó la mano que le había tocado y miraba alerta.

—No me toques.

La mano de Shouyo quedó suspendida en el aire, y tanto él como Atsumu estaban sorprendidos por la reacción del menor.

El pelinegro sostenía con fuerza pero con cuidado a Nao temiendo que pudiese evaporarse en cualquier momento como si fuese otro de sus sueños. Miraba con precaución entre el pelinaranja y el rubio. Para él, ellos dos eran una amenaza y cuanto más lejos los tuviese mejor. Pasaba por alto a Soichi y Kenji que los miraban con interrogación; y a los pequeños bebés que estaban en dos capazos en el suelo.

—Yo... Solo quiero saber si estás bien.- dijo el pelinaranja llevando su mano golpeada a su pecho.

—Lo estoy.

—Pero te ves pálido y...- se intentó acercar pero el otro jadeó echándose hacia atrás.

—Te estoy diciendo que lo estoy.

Shouyo apretó los labios y asintió. Nunca había visto así a Kageyama, y mucho menos tratándolo con tal hostilidad.

El de ojos azules tenía su temperamento, pero con esa suave hostilidad con la que siempre le había tratado a él y a todos. No con esa en la que te da miedo hasta respirar.

—Gracias por invitarnos, pero nos vamos.

Nao en sus brazos movió su cabecita para mirarle, pero no emitió sonido alguno.

—Al menos quédate a desayunar y nos vamos juntos. Shouyo hi...-

—Gracias por invitarnos... Pero. Nos. Vamos.- cortó repitiendo lo mismo.

Sin recibir respuesta, se giró alejándose de la cocina.

Debía de irse de aquella casa lo más rápido posible. Antes de que se ahogase.

—¡¿Pero que le pasa a ese estúpido?! Pensé que había cambiado, ¡pero no lo ha hecho!

Shouyo doblaba totalmente enfurecido la ropa que iba metiendo en las maletas que habían llevado para poder irse de regreso a su casa.

Kageyama se había ido sin darles explicaciones, ni si quiera una mirada cuando Atsumu había tenido la amabilidad de invitarle a él y a Nao para que fueran a pasar esa semana con ellos. Pero se había comportado como un completo imbécil.

Nada que ver a como se había comportado esa semana. Amable, tranquilo... Y cariñoso con Nao. ¡Incluso se había quedado a cuidar de Seiya cuando se había enfermado!

Pero ahora parecía que tenía el corazón de piedra y lo ocurrido en la semana es como si se hubiese esfumado.

Cuando lo viese... le diría las verdades a la cara. Iba a ponerle los puntos sobre las ies. Encima le había golpeado su mano. ¡A él! Cuando lo único que quería hacer era mirar si se encontraba bien. Le sorprendió la manera con la que se aferraba a Nao, y más cuando el niño mencionó que estaba llorando.

En la vida había visto llorar a Kageyama, y eso en muchos sentidos le sorprendió.

Pero el muy estúpido le rechaza.

Bien que iba buscándole cuando vio que estaba de regreso a Japón. Pero se ve que a la primera de cambio vuelve a ser el chico tosco que recuerda de la preparatoria.

—No te alteres, ¿quieres?

Atsumu se acercó por detrás dándole un cálido abrazo mientras le besaba la cabeza.

—Explícame, ¿qué le pasa? Ni siquiera se despidió. No me vale su ''Gracias por invitarnos, pero nos vamos'' y largarse así como si nada.- dijo intentando imitar la voz del pelinegro.

—Habrá dormido mal o algo. Ya viste como se puso cuando vio a Nao. Era como si no lo hubiese visto en años.

Shouyo bufó.— Pero eso no le da derecho a tratarnos como lo hizo.

El rubio suspiró rindiéndose con su pequeña esposa.

No podía ganar una discusión cuando se comportaba de aquella manera.

Le besó la cabeza y metió sus manos bajo la camisa holgada que llevaba para acariciar el lugar donde su bebé crecía.

—Cuando lleguemos a Tokio, puedes reclamarle todo lo que quieras.- besó su hombro.— Ahora tranquilízate y no descargues tu ira contra la ropa.- rió divertido notando como las mejillas del más bajo se iban poniendo sonrosadas.— Voy a ver si los niños ya acabaron de guardar sus cosas.

Dejó un último beso en los mechones naranjas y una caricia en el vientre plano, y se giró para poder salir por la puerta.

Más solo pudo dar un par de pasos al ser detenido.

—¿Shouyo?

—Me das un beso.- se tocó los labios con el índice y batió sus pestañas de forma lenta.— Solo uno. Chiquitito.

El rubio apretó su mandíbula y se dijo a sí mismo que le iba dar ese pequeño beso. No más.

Ambos la noche anterior se habían quedado dormidos mientras se miraban a los ojos viendo como los ojos contrarios brillaban con tal intensidad como su en ellos hubiesen millones de estrellas dentro.

Y si alguno de los gemelos se despertaba pidiendo comida, era Atsumu quien se levantaba dejando que el pelinaranja siguiese durmiendo plácidamente.

Se acercó hasta el más bajo y deslizó sus manos por las caderas contrarias pegando el cuerpo más pequeño al suyo. Sintió las manos de Shouyo recorrerle desde el estómago, pasando por su pecho hasta llegar a su nuca y acariciar la zona haciéndole estremecer.

Inclinó su cabeza hacia la derecha dejándola a escasos centímetros de la contraria permitiendo que los alientos de ambos se mezclasen como siempre hacían en aquellos besos tan íntimos que se daban. Se miraron a los ojos viendo el anhelo en ellos y de una muda confirmación a seguir con lo planeado.

Acarició con su punta de la nariz la nariz contraria de forma lenta, al igual que hacia con sus pulgares con el hueso de las caderas del contrario.

Sonrió de lado aún rozando sus narices al escuchar a Shouyo suspirar, consiguiendo que pegase más ambos cuerpos siendo imposible al estar completamente juntos.

Finalmente, acortó la distancia que separaba ambos labios y atrapó con suavidad el labio superior del menor. La suave presión que los dos hacían en los labios contrarios solo les hacía querer realizar tranquilos movimientos.

Sin segundas intenciones.

Se movían en sincronía como habían estado haciendo durante ocho años. Acariciándose como si fuese la primera vez que probaban los labios del otro. Sin prisas y suavidad sintiendo el cariño que se profesaban en cada toque.

—¿Puedo... pasar?- la voz tímida de Soichi hizo que el contacto de sus labios fuese roto.— Tengo mis ojos cerrados.

Ambos adultos se pasearon sus respectivas lenguas por sus labios sintiendo los últimos rastros del contrario antes de sonreírse y mirar al pequeño niño que tenía una mano en el pomo de la puerta mientras que la otra la mentía cubriendo sus ojos.

—¿Qué pasa cielo?- preguntó Atsumu acercándose hasta el niño y lo alzaba entre sus brazos.

—Hoy volvemos a casa, ¿verdad?

—Claro.

Atsumu se sentó en la cama dejando al niño entre Shouyo y él.

—¿Eso quiere decir que Seiya se irá a su propia casa?

Ambos padres se miraron a los ojos notando la tristeza que desprendía la voz infantil de su niño.

Fue el rubio quien cogió entre sus brazos al pelinaranja menor y lo sentó sobre sus piernas. Lo rodeó con sus fuertes brazos y le dio muchos besitos en lo alto de su cabeza.

—¿Por qué dices eso cariño?- Shouyo le agarró de las manos.

—¿Seiya no puede venir con nosotros? A él no le gusta estar solo, y si se va lo estará. Yo sé que conmigo nunca se sentirá solo. Por eso... ¿Él no puede venir con nosotros?

Atsumu le apretó con un poco más de fuerza.— Quieres mucho a Seiya, ¿eh?

El niño asintió con su carita pegada en el pecho de su padre.

—Mira. Haremos una cosa.- toda la atención de padre e hijo fueron centradas en Shouyo.— Vamos a llamar al teléfono de Yamaguchi para que puedas hablar con Seiya, ¿te parece? Y cuando lleguemos a casa y descansemos, podemos volver a llamarle para ver si pueden venir.- acarició la cara de su niño.— Tienes que entender Soichi, que los papás de Seiya también querrán volver a su casa.

El niño se mordió el labio inferior y frunció el ceño.

¿Por qué debían de volver a su casa? Seiya no era feliz donde vivía. Quería que los papás de Seiya se mudasen cerca de su casa así él podría ir a visitarlo o el de gafas ir a su casa y pasar el tiempo juntos.

Le gustaba estar con Seiya y escuchar como decía un montón de palabras raras que no entendía pero que el contrario se tomaba la amabilidad de explicarle.

Con él era bueno. Dulce. Le regalaba pequeñas sonrisas. Y se le quedaba mirando cuando a veces se le escapaban palabras en portugués y tenía que ser él quien le decían lo que significaba. Y se sentía especial porque Seiya era así solo con él.

Le dejaba ver su lado más vulnerable mientras que al resto les hablaba con un tinte de desprecio y superioridad.

—Te he dicho millones de veces que no frunzas así el ceño.- le dijo Atsumu masajeando con su índice en ceño fruncido del niño como cuando era un bebé; que algo avergonzado relajó.— Se te va a quedar una arruga.

—Toma.- Soichi giró su cara para ver a su madre tendiéndole el teléfono con una tranquilizadora sonrisa colgando de los labios.— ¿Quieres quedarte solo para hablar con él?

Con sus mejillas empezando a ponerse calientes, asintió contento por poder hablar con su amigo.

Agarró con cuidado el teléfono de su mami mientras que su padre le dejaba en la cama.

Le revolvió los mechones naranjas con una sonrisa divertida que le devolvió a su padre y espero a escuchar el clic de la puerta al ser cerrada para pulsar a llamar al contacto de Yamaguchi que ya estaba en pantalla.

Esperó hasta tres tonos para escuchar como la llamada era contestada.

—Hola Hinata.

—Hola... S-soy Soichi.

Aquel silencio de cinco segundos fueron los peores de su vida.

—¿Llamas a alguien en específico?

—Um... ¿P-puedo hablar con S-seiya?

La refrescaste baja risa del pecoso le llegó por el auricular del teléfono y de como hablaba en susurros que él no pudo entender.

El sonido de una puerta siendo cerrada y de pisadas fue lo último que escuchó antes de que su oído captase la tímida voz del niño rubio.

—Hola Soichi.

Su pequeño corazón corría muy fuerte y se sentía emocionado de poder hablar con él.

—Hola... Hoy no nos podremos ver.

—Lo sé. Nos fuimos muy temprano porque mi casa está muy lejos. Mi papá paró a un lado de la carretera para que pudiera bajarme y hablar contigo.- explicó.

—Oh...- jugó con sus pies descalzos encima de la cama.— Nao también se fue temprano. Kageyama-san estaba raro.

Escuchó bufar al niño al otro lado de la línea.— Él siempre está raro. Solo que lo oculta bien el muy tonto.

Soichi rió bajo por las ocurrencias del contrario.

—Te voy a echar de menos Seiya. Me gustó estar estos días contigo.

—Y-yo también te extrañaré... Y t-también me gustó estar contigo.- Soichi sonrió de lado y se abrazó las piernas.— Cuando llegue a casa voy a buscar un marco para el dibujo que me hiciste y colgarlo en mi habitación.

—¿Te gustó?

—Sí. ¡Eres muy bueno dibujando!

Las mejillas del pelinaranja estallaron en rojo y miró a todos lados asegurándose que nadie le viera aún sabiendo que estaba solo.

—Tengo que colgar Soichi. Mi mamá me llama.

—Vale... Adiós Seiya.

—Adiós...

—¡T-te llamaré de nuevo!

—Bien... Hasta luego.

Apartó el teléfono de la oreja viendo como la llamada se finalizaba.

Soltó un suspiro pesado y se dejó caer en la cama mirando el blanco techo. Ahora que volvían a casa volvería a estar solo como antes de ir a la costa. Y todo por la culpa del estúpido de Sora.

Se llevaba la atención de su hermano y habían dejado de jugar juntos. Los gemelos eran unos bebés con los que no podía jugar todavía, y Nao no le evitaba desde hace un tiempo. ¿Por qué lo hacía? Eran buenos amigos y ahora ni le mira.

Cuando quiso saber lo que le pasaba no recibió respuesta alguna.

—¿Acabaste de hablar?

—¿Por qué preguntas papi? Estoy seguro que tenías la oreja pegada a la puerta.

Atsumu rió y se dejó caer a su lado en el colchón haciéndole botar por culpa del peso y giró la cabeza para verle.

—No quiero volver a casa.

—¿Por qué dices eso cariño?- le acarició la mejilla.

—Porque voy a estar solo porque Kenji estará con Sora.

—Eso no es verdad. Me tienes a mi y a mamá.

El niño rodó los ojos y retiró con cuidado la mano más grande para mirar de nuevo al techo.

—Mamá tiene que estar con los bebés y seguro que tu también. No podré jugar con nadie.

—Oh... ¿Que voy a hacer entonces con lo que planeé?

—¿Con qué?

—No tiene caso.- el rubio negó pegando su espalda en el colchón.— La idea solo me emocionaba...

Soichi frunció de nuevo su ceño y se acostó encima de su padre aplastando su cara con sus manos.

—Venga, pa. Dime~

—El viernes iba a llevarte a un parque de atracciones que piensas abrir... Pero como dices que estaré con los gemelos no podré.

—¡¿Lo dices enserio?!- la gran sonrisa de Soichi hizo sonreír de la misma manera a Atsumu.

—Claro.- acarició la cabeza de su hijo.— Es algo que Bokuto y yo planeamos para ustedes.

—¡Eso es genial!- abrazó a su padre por el cuello con fuerzas y el rubio rió rodeando la espalda del niño con sus brazos.— ¡No puedo esperar papi!

Atsumu sonrió feliz.

Quería que el parque de atracciones fuese una sorpresa pero al ver tan decaído a su pequeño no pudo evitar querer decírselo.

Lo que si pudo evitar decir fue que aquello también había sido idea de Kageyama para que Nao se divirtiera y como él y Bokuto estaban presentes cuando lo mencionó, se sumaron al plan del pelinegro.

Pero por el comportamiento que había tenido ese día, era mejor evitar el nombre del menor. Al menos esperaba que fuese con ellos. Algo dentro de él le hacía creer que tuvo que haberle pasado algo durante la noche para que se comportase de aquella manera.

—Papi.

—Dime.- besó la cabeza del niño.

—Te amo mucho papi. Mucho, mucho, mucho.

Atsumu tragó para deshacer el nudo que se le formó en la garganta y sonrió.

—To también te amo mucho, mi amor.

También esperaba... Que cuando le dijese la verdad al niño en el futuro, no le dejase de decir esas palabras.

—Kenma~...- besó su hombro desnudo.— Debemos levantarnos...- otro beso.— Vamos gatito.

El teñido se giró en el colchón para enterrar su cara en el desnudo pecho del pelinegro y que su abultada barriguita tocase el duro abdomen del contrario.

Enredó su piernas con las de Kuroo sintiendo como sus pieles se rozaban con suavidad y como los largos dedos del mayor empezaban a hacer círculos en su espalda baja.

—¿Esto es una insinuación para seguir con lo de anoche?- Kenma sacó su cara del pecho contrario y le entrecerró los ojos.— Porque si es así, no me voy a quejar.

El menor bufó y estiró sus labios en busca de un beso de buenos días que Kuroo no tardó en darle recibiendo un beso largo, húmedo  y demandante.

La noche anterior, fue la noche más mágica que Kenma hubiese experimentado en la vida. Ni sus desvelos por la noche durante aquellos años cuando era más joven para jugar videojuegos podían compararse con lo ocurrido en la pasada noche.

Después de que en el día dejase en su lugar a aquella mujerzuela y que Kuroo le asegurase que él estaba gordito gracias al fruto de su amor, se dejó consentir por el mayor.

Recibió gustoso los pequeños besitos que le daba en el desnudo hombro mientras se bañaban en el mar y se relajaba por completo cuando sus hinchados pies eran masajeados por las hábiles manos del pelinegro. También dejó que el contrario pasease sus manos por su redonda barriga sintiendo ambos por primera vez como su bebé se movía dentro suyo.

Su mente nunca podrá borrar la cara de felicidad de Kuroo y de como sus ojos brillaban de emoción. Tampoco podrá olvidad el como le presumió a todos el como su bebé se había movido dentro suyo aún cuando Futakuchi sabía lo que se sentía y que no era emocionante cuando después de un tiempo las tiernas pataditas se convertían en mortales patadas.

Cuando anocheció y fue la hora de ir a dormir, Kuroo no le dejó.

Le desvistió con cuidado sintiendo como al quitar cada prenda su piel se estremecía y los labios del mayor se deslizaban por ella haciéndole suspirar y erizar al mismo tiempo.

Manos delicadas tocando cada rincón de su cuerpo, y millones de palabras llenas de amor siendo susurradas en su oído en cada embestida cuidadosa pero certera que le hacían perder la cabeza.

Quizás solo lo hicieron una vez, pero fue la vez que más amado se sintió.

No es que en otras ocasiones Kuroo no le amase, porque lo hacía. Sino que esta vez, se sintió completamente diferente.

¿Sería esto lo que Shouyo sentía cuando hablaba de como Atsumu le amaba mientras lo hacían?

Haciéndole el amor con suavidad y cuidado. Temiendo que si iba mucho más fuerte podría hacerle daño. Suprimiendo cualquier impulso de ir más rápido solo para que él fuese quien sintiese el máximo placer al ser tratado como la más fina y frágil de las porcelanas.

—Tetsuro...

El nombrado le miró completamente sorprendido al escuchar su nombre salir de los labios de Kenma sin que estuviesen haciendo el amor.

—Dime.- miró sus bonitos ojos.

—Cuando nazca el bebé... Y se un poco más grande, yo...

—¿Sí...?

—Pero siempre y cuando no me quede embarazado de nuevo como Shouyo... par de adictos al sexo sin protección.- refunfuñó.

A Kuroo le fue inevitable no reír con eso.

Pasó un mechón de pelo tras la oreja del más bajo que se había salido de la bonita trenza que le había Shouyo el día anterior y que de momento seguía perfectamente hecha menos por aquellos pequeños mechones traviesos.

—Ve al grano Kenma, no eres de los de darle vueltas a las cosas.

El teñido le agarró de las mejillas al contrario plantándole un pequeño beso en sus labios antes de sonreirle y hablar.

—Casemos Kuroo.

¡Hey Hey Hey! ¿Como están?

A partir del próximo capitulo empieza la cuenta atrás para que la historia empiece a terminar. 

Había tenido escrito la parte del sueño de Kageyama casi desde el momento en que terminé el capitulo anterior, pero como no sabía como seguir lo dejé hasta que la inspiración llegase a mi.

También es que tenía en mi cabeza como seguir con 'Yo en Karasuno' al tener las ideas un poco más acomodadas.

Espero que les haya gustado el capitulo.

Si hay errores, me disculpo. Ya los arreglaré más adelante.

Díganme aquí la parejita que quieren ver en el siguiente capitulo →

Nos leemos pronto.

~Zeni13~

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