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Capitulo 35

—¡No sabes el susto que nos diste! ¡Tu padre hasta se desmayó!

—Papá es un exagerado.

—¡No lo es...! Bueno un poco. ¡Pero el tema aquí eres tu! ¡Te escapaste de casa! ¡Te pudo haber pasado algo! ¡Eres solo un niño!

Atsuya rodó los ojos.

¿Por qué todo el mundo insistía que era un niño? Shiro le decía lo mismo. Tenia doce años. ¡No era un niño! Habia dejado de jugar con los coches hace un año y cinco meses... Aunque ahora jugaba con Sora.

Habia convencido a sus padres de que le compraran una consola parecida a la del gran Kodzuken, y había conseguido una de ellas. Jugaba a los mismos juegos que el mayor e intentaba ver cada uno de sus vídeos en directo.

Definitivamente, eso no era ser un niño.

—¡¿Me estás escuchando Atsuya?!

El rubio dio un bote y miró al aparato encima de la mesita de café que estaba en altavoz.

Maldito de su tío Kei.

Alzó la mirada viendo a su tío. Con la espalda recta haciéndole ver mucho más alto de lo que ya es. El ceño fruncido y su cara agria mucho más agria. ¿En serio era hermano de su padre? No se parecían en nada. Con sus brazos cruzados sobre su pecho con una mirada desaprobatoria en él.

Estaba seguro que su bonita cabeza ya tendría más de un agujero por culpa de los ojos de su tío.

—Si no es por Kei, tu padre y yo nos habríamos muerto de la preocupación.

—Estás exagerando mamá. Nadie se muere de preocupación.

—¡Nosotros sí!- le escuchó suspirar al otro lado de la linea.— ¿Qué te hizo ir hasta allá?

—Shiro-chan está aquí. Quería verlo.

—¿No pudiste esperar hasta el lunes cuando fuese a ver a Akaashi?

—No. Le hable por mensajes y me dijo que borrara su número. ¿Te lo puedes creer?

—Seguramente se dio cuenta de lo pesado que eres y te quiere lejos.

El niño entrecerró los ojos en dirección de Tsukishima. Él no era el más indicado para hablar.

Todavía no entendía como el lindo de su tío Tadashi estaba con alguien como su tío Kei. Y lo peor, es que Seiya era igual de amargado que su tío. ¿Por qué no había heredado la lindura de Tadashi? Esa carita de bebé cubría una personalidad horrible. Él lo sabia.

—¿Y me puedes decir con que dinero te fuiste?

—Oh... Bueno... Cogí la tarjeta de papá.

Tanto Tsukishima como Tenma al otro lado de la linea se dieron un golpe en la frente.

Akiteru era tan bueno en todos los sentidos... Por eso mismo su propio hijo se había aprovechado y cogido la cartero del rubio mayor y 'cogido prestado' la tarjeta.

—Cuando vengas vas a estar castigado dos semanas sin consola, teléfono o cualquier aparato electrónico que uses.

—¿Qué~? ¿Y que haré? Me voy a aburrir.

—Haberlo pensado mejor antes de escaparte.- sentenció.— Kei, te lo encargo.

—Está bien...

El mayor cogió el teléfono y cortó la llamada. Miró al niño y le acribilló con la mirada.

—Te vas a quedar a mi lado en todo momento. Y pobre de ti si no me haces caso. Yo no soy como el tonto de mi hermano.

Atsuya hizo un puchero.

—Pero tío Kei~ Los dos sabemos que no me aguantas a tu lado. Déjame estar con Shiro-chan.

—He dicho que no.- dijo serio.— Shiro necesita estar tranquilo, y contigo no lo va a estar.

—Esta bien.- frunció ceño y labios.— Pero que sepas que lo hago por él, no porque me lo dices tu.

El de gafas se masajeó las cienes.

Necesitaba toda la paciencia del mundo para sobrellevar los apenas dos días que le quedaba allí.

Los días de placer junto a su lindo pecoso parecían un sueño comparado con la pesadilla que tendría que lidiar con Atsuya.

—¿Como está Oikawa?

—Tsumu dijo que ya los dejó en el hospital. Viene de regreso.- dijo Shouyo mirando su teléfono.— Va a pasar por pizza, ¿alguna petición?

Miro a los que se encontraban a su alrededor y solo alzaron sus hombros, señal de que les daba igual lo que fuesen a traer.

—Dile que traiga una pizza con piña.- le dijo Kenma acomodándose entre las piernas de Shouyo.

No se cansaría de repetirlo, pero le encantaba el aura maternal que su amigo desprendía.

—Tu odias la pizza con piña.- le dijo Kuroo con el ceño fruncido.

—Pero tu hijo quiere pizza con piña.- le devolvió Kenma el mismo ceño fruncido.— Me aseguraré de que si vomito, todo caiga en ti.

El pelinegro chasqueó la lengua.— Podrías... No sé... ¿Prestarme algo de atención? Llevas toda la semana pegado a Chibi y en las noches apenas y hablamos.

—¿Acaso estamos presenciando una pelea de amantes?

Kuroo se giró a mirar a Satori quien le sonreía de forma gatuna aún cuando estaba alimentando a su bebé.

Escaneó al resto de los presentes viendo que su Brokuto parecía más interesado en ver a Ryo comer en los brazos de Akaashi.

Aone seguía jugando con Kenji y Sora en el mar mientras que Futakuchi prefirió quedarse en la sombra junto a Shiro cuidando de los gemelos. Yamaguchi hizo lo mismo y se quedó en la sombra vigilando a Seiya y Soichi que jugaban en la arena un par de pasos de ellos.

Kita había vuelto a sentarse en la orilla del mar con su pequeña y esta vez Osamu estuvo con él, sentado justo detrás mirando por encima de su hombro a la niña y con sus brazos envueltos alrededor del cuerpo ligeramente más bajo.

Por dios, hasta Wakatoshi estaba completamente atento de Satori y el pequeño Ryoma. Le acariciaba la regordeta mejilla con uno de sus dedos, y Satori le hacía caritas al niño que solo soltaba soniditos con su pequeña boca y sacaba la lengua.

Mientras que Kenma...

Se la pasaba con Shouyo. Hablaba de Shouyo. Hablaba con Shouyo. Si por él fuera, hasta viviría con él. ¿Y él qué? ¿Estaba pintado o qué? Hacía hasta lo imposible para conseguir la atención de su lindo gatito. Incluso la maldita consola era más importante que él.

Kenma le había dejado bastante claro que no pensaba casarse con él a menos que su mejor amigo se casase primero. Pero estaba seguro que aunque Bokuto se casase, Kenma no estaría dispuesto de darle el sí quiero. Era mejor que se dejase de hacer ilusiones sobre eso.

Ni siquiera el momento en la ducha de hace poco le subía los ánimos.

Sacudió la cabeza. Era mejor irse de ahí antes de que dijera algo fuera de lugar.

—Voy a quitar la red.- murmuró.

Se levantó sin ver si alguien lo había escuchado.

Llegó hasta la red y empezó a quitarle el nudo que le había hecho para evitar que cayera al suelo y se mantuviese tensa. Fue al otro lado y desató el otro extremo que aún seguía atado. Extendió la red en el suelo para luego empezar a enrollarla con cuidado.

Paró de hacer su trabajo al ver unos finos pies delante suyo que le hizo alzar una ceja. Uñas perfectamente cortadas y esmaltadas de un bonito azul turquesa con una brillante y pequeña piedra en el dedo pulgar.

Fue subiendo la vista viendo unas piernas bronceadas y lisas que se iban ensanchando a la altura del muslo. El bañador que llevaba era de un tono rojo escarlata que colgaba perfectamente de aquella pequeña cintura de avispa. Al seguir subiendo su mirada, un estómago plano lleno de pequeños lunares se le presentó, acabando en una delantera... bastante decente tapada con la otra parte del bañador.

Al mirar por último la cara de la mujer, se pudo dar cuenta que era bastante bonita y le sonreía con los labios pringados en pintalabios tan rojos como su bañador.

¿Quien demonios iba maquillado a la playa?

Se abstuvo de poner mala cara.

—Eh... ¿Te puedo ayudar en algo?- preguntó por cortesía.

Sabía las intenciones de esa mujer. No era tonto ni mucho menos

Podría ser ignorado, pero él solo tenia ojos para su lindo gatito. Además, las mujeres no le iban.

Pobrecita, se llevaría una gran decepción.

—Mis amigas y yo...- apuntó con su dedo hacia atrás y por inercia sus ojos viajaron al lugar señalado viendo a otras cuatro chicas sentadas en toallas y con bañadores demasiado pequeños para tapar atributos tan grandes.— Os hemos estado viendo estos días jugar... Y nos preguntábamos si nos podríais enseñar.

Su risa de hiena burbujeaba en su garganta con ganas de reír con fuerzas. ¿Se creía que morderse el labio inferior la hacía ver sexy? Pues no. Su Kenma si que lograba calentarlo cuando se  mordía el labio... Aunque fuese cuando estaba centrado en sus juegos.

—Bueno... Si nos has estado viendo, te habrás dado cuenta que no sabemos jugar voley playa.

—Hombre, no hay problema con eso, ¿no?

Kuroo parpadeó un par de veces al ver como la asquerosa mano de esa chica estaba posada en su bicep derecho.

—También te habrás dado cuenta que no vinimos solos, ¿cierto?

—¿En serio? No sabía.

Vale.

Esta chica era más tonta que Bokuto y eso era decir mucho. O estaba incluso más ciega que Tsukki.

—Aún si eso es verdad, a ti no te he visto con nadie. ¿Por qué no vamos a tomar un helado después?

—Lo siento, pero eso no será posible.

Kuroo giró su cabeza con rapidez viendo la cara enfada de Kenma. Su corazón corrió como loco al verlo.

Con una de sus manos se sostenía la espalda baja y con la otra se acariciaba la abultada barriguita por encima de la camisa. Su ceño estaba ligeramente fruncido al igual que su nariz y labios que deseaba comerse a besos; dirigidos hacia la chica. Sus ojos parecían que le lanzaban dagas con la intensión de a ver si alguna le daba en la yugular y moría desangrada.

Y lo mejor de todo: no llevaba su amada consola.

·

·

Kenma desde su lugar miró a Kuroo con la cara seria y el ceño ligeramente fruncido. Abrió la boca para decir algo, pero con la misma la volvió a cerrar.

Pausó su juego y le vio marcharse hacia la red. Algo dentro suyo le hizo sentirse triste.

—Deberías de dejar de ser tan frío con Kuroo-san.- Shouyo le acarició el pelo trenzado.

—Siento pena por él.- le dijo Futakuchi.— Es decir, se nota que te ama, pero tus ojos siempre están pegados a la consola o te pegas al enano del Karasuno cual gatito a las piernas de su dueño. Yo creo que necesita un poco de amor de tu parte.

—Yo no creo que la culpa sea de Kenma-san.- se encogió de hombros Shiro.— Kuroo-san lo quiere tal y como es, entonces, ¿por qué debería de cambiar su forma de ser? No debes de cambiar solo por una persona.

—Pues debería.

—¿Acaso no escuchó lo que acabo de decir, Futakuchi-san?- le dijo con enfado el adolescente.

—No me refiero a eso niño.- alzó su mano y señaló a su izquierda.— Si no te das prisa en demostrarle tu amor a tu hombre, una tipeja como esa no se lo pensará dos veces para llevárselo de tu lado.

Kenma miró hacia donde el pelinegro se encontraba y el estómago aplastado por su bebé se retorció de dolor. Sus ojos amenazaban con derramar lágrimas que si no fueran por las hormonas, lloraría.

¿Por qué el estúpido de Kuroo hablaba con ella?

¿Acaso se cansó de él?

¿Y lo de la ducha? ¿El matrimonio? ¿Eran todo mentiras?

—¿Se puede saber por qué no has ido ya a jalarle de los pelos?- se cruzó de brazos Futakuchi.— Tooru hasta le habría arrancado las extensiones.

—¿Y si Kuroo encuentra más interesante a esa chica que a mi?- el tinte de tristeza bañaba su voz.

—Es una broma, ¿cierto?- sonrió de lado el castaño, pero borró la sonrisa al ver los ojos torturados de Kenma.— Dios... Ilumina a esta pobre oveja descarriada.- alzó las manos de forma dramática mientras miraba el cielo azul.

El teñido dio un bote al sentir una mano tocar su hombro.

Al girar, pudo ver a Shouyo con esas sonrisas que solo las madres te dan. Tranquilizándolo. Sintiéndose cálido con su apoyo.

—Defiende lo que es tuyo Kenma.

Bajó la mirada hacia sus manos y la volvió a subir.— No puedo sonar tan confiado como cuando le dijiste a Yamaguchi que Atsumu era demasiado hombre para él.

Las mejillas del pelinaranja estallaron en rojo como un par de tomates maduros al recordar aquel momento tan embarazoso. En ese momento no estaba pensando con claridad. Lo único que se le venía a la cabeza que su Tsumu era solo de él. No iba a tolerar que alguien más lo viese con ojos lujuriosos, ni siquiera sus amigos.

Él era el único que podía ver de aquella forma a su chico.

El pelinaranja se aclaró la garganta y le agarró ambos hombros al teñido.

—Kenma, la distancia que hay entre tu y Kuroo es la distancia que hay entre el suelo y lo más alto de una torre, y la chica fea de allá, es el enemigo a batir.- Shiro miró a Futakuchi en busca de respuestas y el mayor solo pudo encogerse de hombros.

—Esto no es un juego Shouyo. Es la vida real.

—La vida misma es un juego.- frunció el ceño.— Si no enfrentas tus problemas, serás el primero en perder.

—... Si pierdes lo vuelves a intentar.

—No esta vez, Kenma. Solo tienes una vida, y de ella depende de como espantes a la arpía que le está toqueteando el brazo a tu hombre.

Kenma giró su cabeza hacia donde estaban el par y frunció el ceño al ver como pasaba sus uñas postizas y asquerosamente largas por el brazo de Kuroo.

¡¿Pero que le pasaba?! Kuroo debería de olvidarse de sus modales y mandar a volar a la tipeja.

Se puso de pie con facilidad aún si tenía una preciada carga en sus entrañas; y caminó con rapidez hacia donde se encontraban. Las extensiones de la tipeja con serían lo único que le iba a arrancar como no se alejase del hombre al que amaba.

Pero no podía decirle eso a Kuroo, el gran ego que poseía crecería exponencialmente y, eso, para él, era contraproducente.

—¿Por qué no vamos a tomar un helado después?

Huu... Que se lo creía ella.

—Lo siento pero eso no será posible.

—¿Y tu quien eres?- dijo asqueada la chica.

—Su novio.- alzó la barbilla.

—¿Así de gordo? Dudo que le excites de esa manera.

—¿Estás segura?- le devolvió Kenma.— ¿Como crees que terminé así? Porque me la metió hasta lo más hondo.

Kuroo sintió una punzada en la zona sur de su cuerpo. Tragó saliva. Esto... no era bueno.

La chica rió.

—Lo acabas de decir, te dejó así...- señaló su abultada barriga.— Probablemente ahora le asquee hacerlo con un gordo como tú.

El corazón de Kenma dolió.

Es verdad que antes, cuando su vientre era plano, su actividad sexual era... más activa que ahora. Y si por él fuera, se habría mantenido de esa manera hasta que el arroz estuviese a punto de pasarse.

Pero las cosas suceden por algo. Y los métodos anticonceptivos no eran siempre seguros. Ese 0.01% era la respuesta.

—Estoy cachondo.- dijo Kuroo con una sonrisa de oreja a oreja mostrando sus dientes.— Y es todo gracias a mi lindo gatito.

Se acercó hasta Kenma y le rodeó la cintura con uno de sus brazos pegando ambas caderas. Amplió su sonrisa al ver como la chica fruncía el ceño.

—No puedes compararme con él.

—Claro que puedo.- asintió.— Kenma gordito y todo es mil veces más lindo que tu. Además, no se me pararía ni aunque me la chuparas.- las mejillas de la contraria se sonrojaron.— Soy gay, cielo.

La chica abrió y cerró la boca numerosas veces mientras sus mejillas se iban tornando rojas. Ya se por vergüenza o rabia.

Apretó los puños y soltó un gruñido cual perro rabioso, y se dio la vuelta dando pisotones en la arena de vuelta con sus amigas.

—¿De verdad estoy gordo?- murmuró Kenma mirando a la arena.

Kuroo se posicionó frente al menor y le agarró las mejillas con sus manos para alzarle la cara y poder verle a los ojos.

El miedo brillaba en esos ojos ambarinos.

—Claro que estás gordo, pero no por las razones que crees.- acarició sus pómulos.— Nuestro bebé crece dentro tuyo por lo que, que tu barriga crezca es algo normal.

—¿E-entonces sigo siendo... Atractivo para ti?

Kuroo rió bajo y pegó ambas frentes con sus ojos cerrados.

Kenma nunca hablaba de sus preocupaciones, y que ahora las esté exteriorizando y con él, era el mejor elixir en la vida.

—Si no tuviera una restricción por no poder tocarte, te aseguro que te cogería aquí en la arena.- sintió bajo sus dedos la piel contraria más caliente. Abrió los ojos para encontrarse con el par contrario mirarle de vuelta.—Eres hermoso Kenma. Y ya seas gordito o delgado, te aseguro que siempre te amaré.

El teñido se mordió el labio inferior y asintió.

—¿Nos abrazarías?

—Las veces que quieras.

Pasó uno de sus brazos por los hombros del más bajo mientras que otro lo llevó hasta la abultada barriguita y la acarició con cariño y cerraba de nuevo los ojos disfrutando del momento.

Metros mucho más lejos, Shouyo, Futakuchi y Shiro sonreían felices y tranquilos de que todo saliese bien.

Sus manos estaban entrelazadas mientras caminaban por aquellos pasillos con olor a antisépticos.

Llegaron hasta la puerta que les habían indicado en recepción y tocaron un par de veces la madera con el puño cerrado hasta que desde dentro escucharon un 'adelante'.

Abrieron con cuidado y el mayo de los dos fue quien asomó la cabeza para encontrarse en la cama a la nueva mamá cargando a su pequeño y el orgulloso papá mirándolos en una silla a su izquierda.

—¿Como estás?- le dijo una vez que se acercaron.

De los labios de Oikawa salió un suspiro encantado.— Shin-chan... No pensé que sostener a tu bebé así sería tan bonito.

—Mi hermano y Shouyo os mandan un poco de ropa para el bebé... Ya que salisteis con prisas y eso.- se encogió de hombros.

—¿Podrías darle a Atsumu las gracias por traernos?- dijo esta vez Hajime.

Osamu solo asintió.

Kita se acercó un poco más para poder ver bien al recién nacido, y su corazón se hinchó de ternura. Era un bebé hermoso. Con su escaso pelito moreno, sus manitas hecha puñitos y durmiendo con tranquilidad en los brazos e Oikawa.

Era como un muñequito.

Pero ningún bebé se comparaba con su hermosa Haruka. Sería la niña más linda de todo Japón.

—¿Y la niña?- preguntó Oikawa despegando de mala gana la mirada de su niño. No quería perderse ningún detalle de él, pero sería descortés no ver a la cara a las visitas que se habían molestado en ir a ver como se encontraba.

—Bueno...- Kita se sonrojó y el castaño sonrió burlón.

—Mi hermano se quedó con ella. Vamos a tener una cita.

—Aw... ¡Que romántico!

—¿Qué planeáis?

—Iremos a cenar, luego caminaremos por los alrededores... Y regresaremos.

—¿Y ya está?- se quejó Oikawa.— ¿Que pasa con el postre de la cita?- subió y bajó las cejas.

Iwaizumi negó con la cabeza y le dio un suave golpe en la frente con los nudillos al castaño que hizo un puchero sacando su labio inferior haciéndole desear darle un suave beso.

Pero no lo haría. Quizás luego cuando se fuesen las visitas.

—Ellos no tienen porqué estar ventilando su vida privada.

—Era una pregunta, Iwa-chan. No exageres.

Kita sonrió apenado y Osamu solo estiró sus labios en una sonrisa de lado.

—Debemos irnos.- anunció el menor de todos.— Felicidades por el niño.- miró a Iwaizumi y le lanzó unas llaves que el contrario atrapó al vuelo.— Son las llaves del coche.- el moreno alzó una ceja de forma interrogativa. Hasta donde recordaba, las llaves de su coche estaban en su casa.— Kuroo y Bokuto hicieron allanamiento de morada.

—Ese par...- murmuró entre dientes.

Podía ver su bonita casa de alquiler destrozada, o al menos la habitación que compartía con Oikawa.

¿Y donde estaban Futakuchi y Aone? ¡También vivían con ellos! Sentía que estar con esa plaga le quitaban años de vida. Luego se quejaban del porqué era tan gruñón y su ceño estaba siempre fruncido. ¡Era por culpa de cada una de esas ratas asquerosas!

Necesitaba unas vacaciones, pero para él solo.

—Si tienes dudas de algo, puedes llamarnos.- Kita abrazó a Oikawa sin apretujar al bebé entre ambos.— Aunque Shouyo tiene más experiencia que todos nosotros juntos.

El castaño rió bajito y agradeció a la pareja.

Se despidieron con un movimiento de mano y volvieron a salir con la misma tranquilidad con la que habían entrado a la habitación.

Sus manos se volvieron a buscar y caminaron hasta llegar al ascensor que los llevarían hasta la planta baja. Salieron con tranquilidad y hablaban de cosas triviales mientras Kita era guiado por Osamu al restaurante en el que cenarían.

Le había sorprendido esa mañana cuando le comentó que antes de que se fueran de la villa al día siguiente, quería invitarlo a cenar a un lugar que había visto por Internet que era muy recomendado. ¿Y como podía no negarse cuando encima le llevaba una bonita rosa roja a un lado del desayuno?

Osamu era tan romántico... Se sentía dichoso.

No recuerda cuando fue la última cita que ambos tuvieron. Quizás antes de enterarse de que esperaban a su pequeña niña. Pero lo que si recuerda, es la primera cita que tuvieron.

Recuerda que le fue a buscar a su casa, y nada más abrir la puerta se lo encontró vistiendo una camisa básica blanca debajo de una americana sin abrochar. Unos baqueros azul marino que se le pegaban a las piernas. Unos brillantes zapatos de vestir negros y el pelo algo alborotado pero que le hacía lucir candente. 

En ese momento sintió vergüenza de sí mismo.

No estaba vestido tan arreglado como Osamu. Él por su parte llevaba una camisa de leñador blanca y negra abierta mostrando una camisa con un onigiri en ella. Sus pantalones negros estaban rasgados por las rodillas y tenía unas zapatillas sin cordones haciendo juego con su camisa de leñador.

Y no hablar de su pelo. Estaba igual de liso y hacia abajo como siempre.

Y aunque Osamu se sonrojó nada más verle y le aseguró que se veía hermoso, su autoestima no creía lo mismo.

—Oh, gracias.- le dijo al castaño cuando le retiró la silla de la mesa donde cenarían.

—¿En qué pensabas?- apoyó su barbilla en su mano derecha mientras que estiraba el brazo contrario y acariciaba con su pulgar la mano del mayor.— Te veías distraído.

—En nuestra primera cita.

Osamu se sonrojó de golpe y se cubrió la caro con su derecha.

—Dios... Qué vergüenza.- le miró.— ¿Por qué piensas en algo tan vergonzoso? Fue horrible.

Kita se cubrió la boca con el dorso de la mano y rió bajo.

—¿En serio? A mi me gustó.- menos por la ropa que llevaba, pensó.

—Pensaba llevarte a una película romántica, pero fue una porno.- susurró consternado.— Los comentarios decían que era genial... ¡Pero era por el sexo!- gritó en susurros.

—Ciertamente. Amor en París tenía un título más romántico de lo que era.

—¿Y la cena?- volvió a preguntar horrorizado.— La lasaña era de las de precalentar... ¡Y encima estaba congelada!

—¿A sí...? A mi me gustó.

Osamu suspiró. Fue una cita terrible.

Y mejor no mencionar como casi fueron atropellados por un montón de ciclistas. Ni de como una paloma manchó su chaqueta del camino de regreso a casa... Al menos no había sido en la cabeza.

—Sigues diciendo que la cita fue maravillosa... Pero yo solo veo todos los fallos que tuvo.

Kita le sonrió y sostuvo con su mano libre la libre de Osamu y con ambas le dio un apretón.

—Como si tenemos una cita en el basurero me seguirá pareciendo la mejor cita del mundo. Y eso es porque tu estás en ella.- el castaño sonrió.— Te quiero Samu, no lo olvides.

—Yo también te quiero Shin.

Se inclinó un poco hacia adelante y besó los dedos de ambas manos con cariño, sintiéndose satisfecho al ver como las mejillas del mayor se coloreaban levemente de rojo.

Se encontraba en la cocina de su casa, pero todo parecía diferente. Llevaba un delantal puesto y encima de la mesa habían tres platos con sus respectivos cubiertos en ella, a la espera a que se sirviese la comida.

Se acercó hasta la cocinilla viendo algo en un caldero que olía realmente bien. Sospechó que podría haberlo hecho él, pero aquello era imposible. La cocina no era lo suyo.

—¡Estamos en casa!

Dio un bote en el sitio y su corazón empezó a latir con tal fuerza que su pecho dolía. Creía incluso que se le saldría por la boca.

Se estaba empezando a asustar.

Caminó un par de pasos alejándose de a cocinilla llegando casi hasta el umbral de la puerta de la cocina. Dio un par de pasos hacia atrás al sentir un pequeño cuerpo tirarse sobre el suyo. Lo sostuvo por su espalda y escuchó la cantarina risa... justo como la de su madre.

—Hola papá.

Kageyama tragó saliva y alejó un poco la cara para ver la resplandeciente sonrisa que tenía el niño. Sus ojos azules brillaban con fuerza y su pelo naranja estaba tan revoltoso como el de Hinata.

Soichi estaba en sus brazos con una gran sonrisa mientras le llamaba papá. ¿Acaso había muerto y no se enteró?

—Hola cariño.

Apartó la mirada del niño para centrarlo en el pelinaranja que caminaba en su dirección con una sonrisa igual de brillante que la de Soichi. Su enorme barriga le indicaba que dentro de poco un niño estaría con ellos.

Un nudo se formó en su garganta y una opresión en el pecho parecía querer dejarle sin aire.

Parpadeó un par de veces cuando sintió los labios del más bajo posarse con suavidad sobre los suyos. En serio, ¿estaba muerto? No podía imaginar un mundo donde Hinata le besase sin preocupaciones cuando se veía totalmente enamorado de Atsumu.

—Hinata...- dijo mientras dejaba a Soichi en el suelo mientras caminaba hasta la mesa listo para comer.

El nombrado frunció el ceño y rió mientras agarraba las mejillas del pelinegro.

—¿Estás bien?- alzó una ceja.— No escuchaba mi apellido desde hace nueve años.

—¿Eh...?

—¿En serio estás bien?- volvió a preguntar.— Nunca dejas de hablar del día de nuestra boda.- mostró su anillo.

El pelinegro miró su propia mano donde portaba un bonito anillo dorado en su dedo anular.

Quería llorar. Pero no sabía si de alegría o de miedo.

—¿Tobio? Oye estás pálido. Me estás asustando.

—Lo siento, yo... ¿Que pasó con Miya-san?

Shouyo le miró extrañado.— Eh... Tada-chan se lo encontró en un partido el otro día. Me dijo que tal vez cerraba la tienda de onigiris. No va muy bien.

—No... esto... Miya Atsumu-san.

El pelinaranja le volvió a ver con preocupación.

—Tobio... ¿Que pasa contigo hoy? ¿No te acuerdas de aquel accidente hace nueve años?

—¿El... accidente?

El más bajo abrió la boca dispuesto a volver a preguntar cuando el timbre resonó por toda la casa acallando cada una de las preguntas que le rondaban por la cabeza en esos momentos.

Su esposo se estaba comportando diferente.

—Ve a abrir la puerta, yo voy a servir el almuerzo.

Cuando sintió al contrario alejarse de él, un inexplicable vacío se instaló en él. Con esa sensación fue hasta la puerta donde se encontró a quien nunca creyó.

Hoshiumi se encontraba al otro lado con una mirada furiosa, y si miraba más abajo, podía notar en su mano derecha un cuchillo bañado, en lo que él quería creer, era pintura.

Aún así, se le fue imposible dar un paso hacia atrás.

—¿Estás feliz?- preguntó. Su semblante cambió de repente a una sonrisa tranquila.

—¿A qué te refieres?

—¿Como te sientes en tu vida estando casado con Hinata y siendo amado por Soichiro?- Kageyama no contestó. Tan solo pudo tragar saliva.— ¿Como te sientes sin Nao? Seguro que no te diste cuenta que no lo tenías a tu lado.

—Eso no...

—¡¿Y Miya Atsumu?! ¡¿Como te sientes respecto a él?!

—Yo...

—Vamos Tobio-kun... ¿Como te sientes sin mi?

Se giró con rapidez hacia las escaleras donde un Atsumu con su pelo rubio lleno de sangre bajaba las escaleras.

La camisa blanca era teñida del líquido carmesí y los pantalones estaban rasgados con sangre seca en ellos.

—¿Miya-san?

—¡Tu me mataste!- le gritó.— Estoy muerto por tu culpa. Si no hubieses preñado a Shouyo-kun, ¡el me habría aceptado!

—No lo oigas Tobio.- giró esta vez hacia su izquierda viendo a Hinata caminar hacia él esta vez sin la barriga abultada que había visto antes.— Tu no mataste a Miya-san. Tu solo nos mataste a Soichi y a mi.

Se alejó de golpe cuando vio caer el cuerpo de Hinata al suelo y un charco de sangre emanaba de su cuerpo. Miró sus manos llenas de sangre que no paraban de temblar.

—Yo nunca te quise.

Miró a su derecha viendo a Soichi tendido en el piso con otro charco de sangre bajo de él.

Su respiración empezaba a fallarle y se negaba a creer todo eso.

—Sabía que nunca me querías...

Se giró de nueva cuenta hacia la puerta donde Hoshiumi había desaparecido y en ella se encontraba su bebé.

—Nao... Yo te quiero, mi amor.

—Si me quisiera me habrías dicho que Soichi es mi hermano. Pero nunca lo hiciste. Tendrías que haberle hecho caso a mamá de no haberme tenido. Soy un estorbo para ti.

—¡Nao!- gritó alargando su mano para impedir que su niño se fuera lejos de él.

Pero por más que corriese, no podía alcanzar a Nao.

—Asume tus acciones.- le susurró Hoshiumi antes de sentir como aquel cuchillo que antes tenía en su mano, se le clavaba en el abdomen.

·

Abrió los ojos sobresaltado y se sentó en la cama dando grandes bocanadas de aire.

Sudor frío bajaba por su frente y nuca colándose por la camisa delgada que tenía puesta. Su corazón latía tan rápido que pensaba que le iba a dar un infarto o algo parecido.

Miró a su derecha viendo a Nao dormir tranquilamente ajeno del susto que aún tenía en su cuerpo. Se volvió a a acostar abrazando a Nao y enterró su nariz en el pelo blanco de su bebé oliendo el champú de coco que había en la casa.

¿Que había sido aquello?

Había sido tan real que daba miedo.

Llevo desde la semana pasada escribiendo este capitulo. Sentía un bloqueo tremendo, que cada que escribía una palabra no sabía como continuar.

Al final un rayo divino me iluminó y hoy salió prácticamente todo.

El momento final, el de Kageyama no estaba pensado para nada, pero era lo único que tenía ganas de poner pero que no podía hasta que todo lo tuviese escrito.

Espero que les haya gustado.

Si hay errores, me disculpo. Ya los arreglaré más adelante.

Díganme aquí la parejita que quieren ver en el siguiente capitulo →

Nos leemos pronto.

~Zeni13~

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