
Capitulo 34
Atsumu retiró las pequeñas lágrimas que aún salían de los ojos de su dormido hijo y le besó en la frente antes de taparlo con las sábanas y salir de la habitación.
Soltó un suspiro y se apoyó en la puerta. Soichi se había pasado la tarde llorando opacando el bonito día que había tenido en la playa junto con Seiya. Incluso le hizo un perfecto dibujo con carboncillos donde se veía la carita del niño pecoso tal y como Soichi la veía.
Era adorable recordar como la carita del niño se había pintado de rojo por la vergüenza y aceptaba aquel dibujo con timidez.
Se revolvió el pelo y bajó las escaleras con cuidado sin hacer ruido. Sus pies descalzos eran los únicos que se escuchaban al pisar las tablas de madera del suelo.
Llegó hasta la parte trasera de la casa donde Shouyo se encontraba sentado con las piernas en flor de loto mientras que sus manos reposaban en el largo cojín que cubría la hamaca; mirando las estrellas. Un suspiro completamente enamorado salió de sus labios haciendo que los bonitos ojos color caramelo de su chico le mirasen.
Le extendió una mano en su dirección y a paso lento se acercó hasta él.
Entrelazaron sus dedos y se sentó frente al pelinaranja que había abierto sus piernas para que él pudiese ponerse entre ellas. Al sentarse, ambos se rodearon las caderas con ellas y se miraron a los ojos.
—¿Se durmió?
—Costó un poco, pero lo logré.- sonrió de lado.
—Súper papá lo ha vuelto a conseguir.
El rubio rió nervioso y con las mejillas algo sonrojadas. Le gustaba que le llamase así, pero le daba vergüenza. Sobretodo si alguien les podía escuchar.
Era un apodo que solo le decía cuando estaban solos.
—No pensé que Soichi se pusiera a llorar porque Seiya se fuese con sus padres.
—Shiro dice que los niños se gustan. Y es nuestro hijo quien le coquetea a Seiya.- la cara de Atsumu era un poema.— ¿De quien habrá heredado eso?- le preguntó divertido.
—Definitivamente de ti.- rió el rubio acariciando con su nariz la contraria.— Yo no coqueteo.
—Déjame tener el beneficio de la duda.
Atsumu volvió a reír bajo.
Se mordió el labio inferior viendo directamente a los ojos de Shouyo quien le sonreía sin mostrar los dientes. Las manos de ambos habían pasado de estar unidas a descansar en las caderas contrarias.
El mayor las había introducido bajo la camisa del pelinaranja y con las yemas de sus dedos acariciaban la piel de las caderas con suavidad sintiendo como se erizaba bajo su toque. Su corazón latía como loco con solo tenerlo así de cerca y mirándole directamente a los ojos.
Era como cuando lo vio por primera vez y su corazón se saltó un latido. O como cuando lo volvió a ver en la bendita playa en Brasil. O como cuando nació su hijo, y oficialmente comenzaron algo serio.
Cada uno de esos momentos le hacían latir el corazón como loco. Como ahora.
Se sentía como un adolescente con su primer amor. Y por una lado, lo era. Shouyo era su primer y ultimo amor. No había nadie en el mundo que se comparase a Shouyo. O que lo superase.
Shouyo es... Único.
Una ligera brisa se aire le removió el pelo haciendo que un par de mechones se interpusieran en su mirada. Shouyo alzó su mano alejándola de su cadera y le retiró con cariño el pelo de su vista rozando con sus dedos su frente; pasándolos tras su oreja. Dejó su palma abierta en su mejilla y con su pulgar acariciaba su pómulo con tranquilidad.
Sin poder resistirse, se apoyó en la mano más pequeña como un gatito sintiendo las caricias que le daban mientras cerraba sus ojos. Le dio un pequeño beso en ella antes de volver a abrir los ojos y dejándole ver a través de ellos cada uno de sus sentimientos.
—Te amo.
—Yo te amo mucho más.
—Lo dudo.- sonrió el rubio.— Yo te amo muchísimo más.
—No, que va. Yo te amo hasta el infinito y más allá.
Sonriendo teniendo entre sus dientes su labio inferior dejándole ver a Shouyo una imagen demasiado sexy, se inclinó hacia adelante hasta juntar sus labios en un suave beso. Un roce donde les hizo erizar cada centímetro de sus pieles y una agradable corriente recorrerles el cuerpo.
Al separarse, ambos suspiraron viéndose a los ojos.
—Vayamos a darnos un baño al mar.
—¿Ahora?- alzó una ceja.— No llevamos el bañador puesto.
—¿Y quien te ha dicho que vamos a usar bañador?
Atsumu rió negando con la cabeza.
—Luego dices que no eres coqueto.
—Y no lo soy.- se encogió de hombros.— Soy un provocador... Pero solo contigo- comentó mientras se levantaba de la hamaca. Se quitó la camisa bajo la atenta mirada de su rubio. Le siguió los pantalones cortos los cuales cayeron al suelo nada más quitar el botón y por último la ropa interior que la fue bajando lentamente viendo que Atsumu tragaba saliva. Se dio la vuelta dejándole ver sus redondas nalgas y empezó a caminar hacia la playa. Giró levemente su cara para ver que su chico seguía ahí sentado viéndole con los ojos completamente abiertos.— ¿Vienes?
Atsumu parpadeó durante varios segundos y su mente intentaba procesar aquella última palabra con dificultad. Fue hasta que Shouyo estuvo a mitad de la playa que reaccionó. Se puso de pie y se quitó con rapidez la camisa. Se sacó los pantalones junto a la ropa interior casi cayéndose al suelo por las prisas.
Corrió por la playa hacia abajo y con sus fuertes brazos abrazó a Shouyo por la espalda. Le agarró por las piernas escuchando sus gritos y risas mientras seguía corriendo hacia el agua. Cuando sus piernas ya estaban cubiertas por el mar, soltó a Shouyo con suavidad para que ambos siguiesen entrando en este hasta que sus pechos eran cubiertos por el líquido.
—¿Quién te dio permiso a desnudarte de esa manera?- susurró Atsumu mordiéndole la oreja y abrazándole desde atrás dejando sus manos abiertas en el pequeño bultito que era su bebé.— Alguien pudo verte.
—Bueno... Conseguí que la persona que quería me viese.- pasó sus brazos tras el cuello del rubio.— Además, está oscuro. Nadie nos puede ver.
Atsumu le miró divertido y volvió a unir sus labios en un tranquilo beso. Shouyo alzó una de sus piernas y rodeó con esta la cadera del mayor pegándose más sintiendo la excitación del contrario. Dio un pequeño bote enredando la otra pierna escuchando un jadeo de Atsumu que murió en sus labios que seguían acariciándose.
Su erección se apretaba en los estómagos de ambos mientras que la del rubio reposaba perfectamente entre la separación de sus nalgas.
Los dos realmente excitados, con ganas de ir más allá, pero disfrutando aquel momento a solas sin dejarse dominar por el deseo.
—Esto me recuerda a cuando encargamos a Kenji.- le dijo Atsumu jadeando.— Hiciste lo mismo de hace rato. Te desnudaste, me invitaste a ir contigo, y la luna y las estrellas fueron testigos del amor que te brindé.
Shouyo se sonrojó por aquellas palabras.
—Eres un romántico.
—Solo contigo.- plantó un beso en su hombro.
El pelinaranja se apretó un poco más al rubio y dejó su cabeza en el duro hombro de Atsumu con la mirada fija en aquella vena en su cuello que cada que pasaba su lengua, la sentía palpitar.
Desde ahí pudo ver aquellos números en la espalda de su chico, y guió sus dedos hacia aquel lugar y empezó a acariciarlos. Repasó cada uno de ellos con suavidad recordando cada uno de esos días. Cada uno de ellos más feliz que el anterior.
—Dentro de poco tendrás que añadir una nueva fecha.- acarició la piel debajo de la fecha del nacimiento de los gemelos.
—Sí...- miró hacia las estrellas, que bañaban el oscuro cielo.— Oye, Shouyo...
—¿Mnh?
—Se que lo hemos hablado pero... ¿Pero este puede ser nuestro último hijo?
—¿Eh...?
Se alejó del hombro del mayor dejando una sensación fría en el lugar y miró directamente a los ojos avellana.
En ellos pudo ver miedo. ¿A qué? No lo sabia.
—Sigo creyendo que este bebé podría haberse esperado en llegar. Lo de los gemelos fue hace poco y...
—Hey...- le agarró de las mejillas.— Ya te dije que todo saldría bien.
—No sé Shouyo... Algo dentro de mi está inquieto. No me gusta.
La angustia que sentía Atsumu era verdadera.
Su cejas fruncidas en preocupación y el miedo brillando en sus ojos avellana. Su rubio favorito, estaba más asustado que nunca y él solo agravaba su miedo al estar de nuevo embarazado después de tener un aborto y casi morir.
—Esta bien...- le sonrió para tranquilizarlo y le acarició las mejillas.— Este será el último bebé... Hasta dentro de unos años.
Pudo ver como los tensos músculos de Atsumu se relajaban y el miedo que brillaba en sus ojos desaparecía lentamente.
—Me parece bien.- asintió.— Recuerda que tengo que esforzarme para hacerte trillizos. Así que en el próximo embarazo, solo relájate que haré todo el trabajo para que tres de mis chicos sean los más rápidos en llegar a ti.
Shouyo sonrió mostrando sus dientes y su mirada era divertida.
Las esquinas de sus labios temblaban con violencia hasta que finalmente acabó rompiendo a reír con fuerzas. Se agarró con fuerzas de los hombros contrario y se echó hacia atrás mientras reía. ¿Como había acabado con Atsumu? Ah, sí.
Porque le amaba con toda su alma.
Es infantil pero a la vez serio. Amoroso. Cariñoso. Divertido. Tonto... Habia tantos adjetivos que describían a Atsumu que no sabría cuales más añadir sin dejarse ninguno por el camino.
Subió sus manos hasta enredarlas en los mechones rubio y le plantó un beso el cual les dejó a ambos sin aire.
Habían risas entre cada beso al igual que fugases sonrisas haciendo que sus corazones se hinchasen de puro amor.
Eran solo ellos. La luna. Las estrellas. Su bebé que crecía dentro de Shouyo...
... Y Kageyama.
Que había mirado cada segundo desde que la pareja estuvo sentada en la hamaca desde la ventana de su habitación.
Era como una mala broma del destino que la ventana de su habitación diese justo encima de la parte trasera de la casa. Él simplemente no podía dormir y se levantó a mirar por la ventana viendo que Hinata estaba sentado viendo las estrellas. Se veía tan... Hermoso, que hasta su corazón sangraba por no poder siquiera tocarlo.
Habia asimilado desde que Atsumu le confesó que era el padre de Soichi, que Hinata tenia un gran cartel con luces de neón donde ponía 'prohibido tocar y mirar'. Pero le costaba. Un amor que había permanecido en su corazón por tantos años era difícil de eliminarlo.
Hacia hasta lo imposible para olvidarlo.
Y parecía que era masoquista quedándose a ver como Hinata sí lo había olvidado y reía feliz y enamorado junto a Atsumu. Que quien le hacia desnudarse sin vergüenza a que alguien más lo viese, fuese Atsumu.
Se limpió una traviesa lágrima que salió de su ojo izquierdo* y parpadeó varias veces antes de que sus emociones le ganasen y terminase llorando como aquella vez hace dos años.
Tragó saliva y se acarició las muñecas con sus pulgares antes de volver a acostarse junto a Nao e intentar dormir... No sacaba nada recordando el pasado. Un pasado que le perseguía cada día.
Suspiró y cerró los ojos dispuesto a dormir sin perturbar el sueño de Akachan que dormía a los pies de la cama, a Kenjiro que dormía en una esquina de la enorme cama, y a Nao que dormía en el centro.
Lo que no sabia, era que Nao había estado despierto desde que se levantó viendo cada uno de sus movimientos; hasta que se volvió a acostar.
Shiro cerró el libro que estaba leyendo cuando sintió su teléfono vibrar en la mesilla de noche a su izquierda. Le puso el marcapáginas que le regaló su padre con el numero 12 en un extremo y las siglas de su equipo en el otro.
Encendió su teléfono viendo en la pantalla de bloqueo dos mensajes sin leer. Al deslizar la notificación hacia abajo, pudo ver que uno de ellos era un número desconocido que le hizo fruncir el ceño; y el otro era Hayato, un amigo de su clase con el que ha estado intercambiado mensajes desde hace un tiempo... Más de lo que hacía con sus otros amigos.
Desbloqueó la pantalla y fue directamente a contestar el mensaje de Hayato.
"Va a salir un nuevo libro que quiero comprar... ¿Me quieres acompañar después de regresar de la costa?"
Su corazón adolescente latió como loco. Se estaba emocionando.
Hayato le interesaba un poco... Y aunque hubiese sufrido algo desagradable... No tenia porqué cerrarse a un enamoramiento, ¿verdad?
"Claro. Regreso el domingo."
Pulsó enviar y vio como en menos de nada Hayato se ponía en linea y escribía una respuesta a su propia respuesta.
"Genial."
"¿Paso por tu casa?"
¿Estaba alargando su conversación?
Empezaba a ponerse más nervioso.
"No... Mi padre te puede asustar"
"¿Hay algún motivo por el que deba asustarme?"
"Pasaré por tu casa"
"Y no acepto un 'no' por respuesta"
"Está bien..."
"¿Te enfadaste?"
"No. Es solo... Que no quiero que tengas una mala impresión de mi familia"
"Tonterías Shiro"
"Tu familia seguro es tan genial como tu"
Ay, por dios.
¡¿Le acaba de coquetear?! ¡Lo ha hecho!
¿Y si lo del libro fue una simple excusa para tener una cita? Ay señor... ¿Que debería hacer?
Se destapó y se bajó de la cama corriendo resguardando su teléfono en su pecho y corrió hacia la habitación de sus padres. Por la hora, sabia que su madre estaría aún despierto y que su padre quizás estuviese cayendo al mundo de los sueños. Pero eso no le impidió abrir con fuerza la puerta y lanzarse a la cama sobresaltado a su padre que terminó en el suelo; y que su madre le mirase con una mirada tranquila y una ceja alzada en su dirección.
—Au.- se quejó Bokuto.
Asomó su cabeza por encima del colchón pero sus tesoros no le miraban.
—Necesito hablar contigo.- dijo Shiro ignorando a su padre.
Akaashi cerró el libro que sostenía en sus manos y le puso el mismo marcapáginas que tenia el castaño.
Bokuto no pensó demasiado con un regalo para ambos.
Se quitó las gafas que tenía puestas y las dejó cerradas encima del libro en la mesita de noche.
—¿Ocurre algo malo?
—Yo... Necesito tu ayuda, mami.
—Oye... Que papá también puede ayudar.- murmuró Bokuto dejándose caer en las piernas de Akaashi mirando a su hijo.— Soy tonto, pero no tanto.
El adolescente le miró a los ojos por largos minutos sopesando si decirle o no a su padre. Sintió su teléfono vibrar en su mano que aún seguía en el pecho y controló sus ganas de querer mirarlo. Tenia un padre muy chismoso, que a la primera de cambio podría quitarle el teléfono.
—Lo siento papá, pero esto es algo en lo que solo mamá puede ayudar.
—¿Es sobre sexo?- susurró el albino.— Si quieres que te demos la charla no hay problema. Pero que sepas, que tu madre es algo tímido a la hora de hacer el amor. Por eso creo que yo...-
—¡No es!... Sobre sexo.- dijo sonrojado.
Le fue inevitable mirar hacia su madre que igualmente estaba sonrojado; y fijaras en aquella marca en su cuello.
Cuando sus padres desaparecieron esa mañana se le hizo familiarmente extraño. Cuando regresaron casi a las dos horas, puede que más, la sangre de sus mejillas se calentó al ver que su bella madre no le miraba, caminaba raro y tenia una gran marca en su cuello... Al menos lo habían hecho donde nadie les pudiese ver.
Tampoco se le había pasado por alto aquel bonito anillo que brillaba en su anular izquierdo haciendo que su corazón se derritiese.
—Preferiría que no escuchases lo que tengo que decirle a mamá.
Bokuto se ofendió. No se hizo el ofendido. No. Se ofendió.
—Me vais a criticar. ¿Es eso verdad?
—Papá, eso...-
—Tener familia para esto...- se llevó una mano al pecho.
—No exagere, Bokuto-san.
El de ojos dorados se levantó mucho más ofendido.
—A parte de defenderlo, no me llamas por mi nombre.- hizo un puño las sábanas.— Quiero que me digas Kotaro como cuando te entregue el anillo.
—Papá, estás exagerando.
—¿Tan poco confiable soy?
Por el santísimo... El berrinche de su padre era tan adorable como molesto.
—Papá... Papi...- le abrazó y dejó su cabeza en el pecho del mayor escuchando su tranquilo palpitar.— Voy a hablar de... Chicos con mamá. ¿Te quieres quedar?
Sintió como el cuerpo de su padre se tensó completamente y como le abrazaba de vuelta.
—Todavía eres un bebé. No puedes ver a lo chicos.
—Ya tiene dieciséis, K-kotaro... San.
—Sigue siendo un bebé. Mi bebé.
Ahg, que vergüenza.
Si Hayato iba a su casa, eran cosas como estas las que quería evitar.
—Papi. Porfis. Quiero hablar a solas con mamá.
Bokuto refunfuñó entre dientes y acabó separándose de Shiro con un puchero en los labios.
El castaño la besó la mejilla y gateó hasta donde estaba Akaashi y se metió bajo las sábanas acomodándose a su lado.
—Me iré a tu habitación.- su tono de voz era el de un niño que había hecho una pataleta y no había conseguido lo que quería.— Pero Ryo se viene conmigo.
Akaashi suspiró cuando Bokuto le dio un fugaz beso en los labios y desapareció por la puerta después de coger a Ryo de su cunita y mecerlo con cuidado.
Se acostó mirando a su niño que miraba atento su teléfono.
"Lo siento"
"¿Te incomodó lo que dije?"
"No, tranquilo."
"Solo quería hablar con mi mamá"
"¿Pasó algo?"
—¿Me dirás que ocurre o seguirás sonriéndole como un tonto a la pantalla de tu teléfono?
Shiro se sonrojó hasta las orejas y bloqueó su teléfono volviéndolo a resguardar en su pecho mientras miraba a su madre.
Era tan bonito.
Puede que no fuese su madre biológica quien lo crió como pudo durante quince años, pero quería a Akaashi como su madre.
Le bañaba en amorosos besitos y lo ahogaba en cálidos abrazos. Estaba seguro, que si el pelinegro pudiese, tendría ocho brazos como los pulpos y les abrazaría con ellos a sus hermanos y su padre.
—¿Te acuerdas de Hayato?
—Claro. Fue tu primer amigo al transferirte.
—Bueno...- se mordió el labio sin saber como continuar.— Me invitó a ir con él a comprar un libro.
—¿Y qué tiene eso de malo?- preguntó sin saber.— Ya has salido varías veces con tus amigos.
—Es que solo me invitó a mi...- sus mejillas ardían como nunca.— ¿Y si es una excusa solo para pedirme una cita? ¿Y si le gusto?
Akaashi miró a su bebé. Avergonzado, pero teniéndole la suficiente confianza para contarle un problema del corazón. Bueno, ¿era un problema del corazón?
—¿Y tu que sientes cariño?- le acarició la mejilla.
—Y-yo... Mi corazón late rápido cuando pienso en él. Me siento nervioso a su alrededor. Y mis mejillas se sienten calientes cuando nuestras manos se rozan sin querer.
—Eso es estar enamorado, hijo.
Shiro retuvo su respiración y miró atento a los bonitos ojos esmeraldas de su madre, que eran parecidos a los suyos.
—Yo me sentía de la misma forma antes de que supiese que amaba a tu padre. Imagina cuando nos cambiábamos en los vestuarios y tenia que verle sin camisa.
Shiro sonrió.
Podía imaginarse a su madre todo sonrojado y torpe evitando a su padre. Y su padre, persiguiendo a su madre porque no le prestaba la atención de siempre.
—Solo haz lo que dicte tu corazón.
—Es un consejo muy trillado, ma.
—Y el único que te daré.- le sonrió. Pero a los segundos se puso serio de nuevo.— Pero tienes que hablar con Atsuya. Le prometiste estar con él.
—Pero es un niño.- puso los ojos en blanco.
—Como te dije la otra vez, exactamente porque es un niño tienes que hablar con él. La estabilidad mental y emocional de un niño es tan frágil como la de un adulto. Y él te adora.
Shiro bufó rodando los ojos pero asintió a sus palabras.
Akaashi se inclinó hacia él y le dio un beso en la frente antes de girarse y decirle un buenas noches. Apagó la luz de la lámpara de la mesita de noche dejando todo el cuarto a oscuras.
Él también se giró y desbloqueó su teléfono viendo que tenía un par de mensajes de Hayato y el del número desconocido.
Escuchó como Akaashi le decía que apagase el teléfono ya que era tarde. Mentira. Apenas eran las diez y media de la noche y obviamente no tenía sueño. Desbloqueó su teléfono y fue a los mensajes de Hayato.
''¿Son tus hermanos?''
''¿Tus padres?''
''¿Tu?''
''¿Estáis todos bien?''
Sonrió al ver todos esos mensajes llenos de preocupación.
¿Qué pasaría si le molestaba un poco?
''Estamos todos bien, tranquilo.''
''Hablaba con mi madre... Sobre un chico.''
Vio por un largo minuto como el contrario se mantenía en línea sin escribir siquiera.
Empezó a mordisquearse la uña nervioso de que con aquello haya espantado al chico. Aún así siguió sin irse del chat. Hayato seguía en línea y él no iba a dar marcha atrás después de lo que escribió.
''Oh...''
Tragó saliva.
''No sabía que te gustaba alguien.''
''Ya sabes... Somos bastante cercanos.''
''Sí.''
''Pero él ni siquiera me nota.''
''Pues se lo pierde.''
''Eres una gran persona Shiro.''
Oh dios... Se sentía sonrojar.
''Gracias...''
''Hablamos mañana.''
''Vale.''
Le vio desconectarse y fue cuando pudo expulsar el aire que tenía en los pulmones y volver a respirar con tranquilidad.
Salió de la conversación y miró aquel mensaje sin responder del número desconocido. Pensaba en bloquearlo ya que lo que ponía en el mensaje era 'eres cruel'. Pero es por ese mismo mensaje que entró viendo que aquel desconocido estaba en línea.
''¿Quien eres?''
''Soy Atsuya.''
''Llevo cuarenta y cinco minutos viendo como te conectas y desconectas sin mirar siquiera mi mensaje.''
''Eres cruel.''
''¿Como conseguiste mi número?''
''Tengo contactos.''
Por su mente pasó Oikawa. Era un zorrito muy escurridizo.
Estaba seguro que aquel mocoso le preguntó a la gran diva por su número y como no lo tenía, le habría preguntado al pedazo de pan que era Yamaguchi. El pobre después de sus grandes días de sexo salvaje era obvio que estaría vulnerable y Oikawa se aprovecharía de aquello.
''Vas a borrar ahora mismo mi número.''
''¿Por qué?''
''Precisamente tengo tu número para poder hablar contigo.''
''Adiós, Atsuya''
Salió de la conversación y apagó el teléfono.
Prefería irse a dormir que tener que hablar con Atsuya y que le pusiese de mal de humor.
¿Por que hacia tanto calor ese día?
Shiro sentía que se derretía aún estando a la sombra. Pero aunque se sintiese como mantequilla en el fuego, no pensaba quitarse la camisa que llevaba puesta. Todavía no había aceptado su cuerpo como era, y no se sentía cómodo luciendo la cicatriz de su vientre como lo hacían Shouyo o Yamaguchi con orgullo.
Para él era como una terrible herida de guerra que le gustaría borrar.
En la red de voley, Kuroo volvía a luchar contra la arena pero ahora más preparado: tenia una gorra y gafas de sol. Ushijima en su equipo estaba igual. Al otro lado de la red, Iwaizumi lucia sus músculos al sol junto a una radiante sonrisa retadora. Y su compañero de crímenes era su padre. Osamu era quien se había quedado a regular el partido.
Las mamás y Atsumu habían decidido sentarse en la orilla del mar donde sostenían a sus bebés entre sus brazos para que pudiesen sentir el agua en sus pequeños piecesitos. Los pequeños enamorados -Seiya y Soichi- jugaban en la arena junto a Yamaguchi y siendo vigilados por Tsukishima. Komori y Sakusa se bañaban en el mar siendo el pelinegro abrazado por el contrario. Quizás para que no huyese por posibles gérmenes.
Oikawa estaba junto a las mamás, sentadito con sus manos en su abultada barriguita y las piernas estiradas.
Futakuchi se había quedado en la pequeña casita por dolores de espalda, y obviamente, Aone junto a él. De la misma manera, Nao se había sentido enfermo y Kageyama se quedó con él. Y aunque se viese feliz jugando junto a su hermano, podía ver a Kenji algo triste sin la compañía del peliblanco.
Pero los que fueron más listos fueron Semi y Shirabu que habían ido a la pequeña ciudad con aire acondicionado en los comercios; a explorar.
Conclusión: estaba solo bajo la sombra.
Porque aunque Kenma estuviese a su lado, es como si no lo estuviese. Con la mirada fija en aquella consola que parecía tener una batería infinita.
¿Por qué tuvo que dejarse su teléfono en la casa? Quizás con él allí podría hablar con Hayato... O podría haberse traído el libro que no se había acabado.
—¡Shi-ro-chan!
Su cuerpo se fue hacia el frente al ser abrazado violentamente desde atrás. Cuando pudo ponerse bien de nuevo, giró lentamente la cabeza hacia atrás mirando unos grandes ojos marrones, casi negros verle y unos mechones rubios como el trigo moverse por la suave brisa.
—Atsuya...
—¡¿Me extrañaste?!- se acercó más a su cara y él tuvo que echarse hacia atrás.
—Pues no, la verdad...
—Mo~ Encima que vine solo por ti. No querías que te mandase mensajes entonces pensé que lo mejor seria hablarte a la cara. ¡Y es cien veces mejor!
Shiro parpadeó e hizo una fuerza sobrehumana de no poner una cara de disgusto ante el contrario.
—No me caes bien, Atsuya.
El rostro divertido del rubio cambió por uno serio y se inclinó hacia el castaño y le agarró la barbilla con dos dedos.
—No digas eso, Shiro-chan. Podrías arrepentirte de tus palabras.
El de ojos verde frunció el ceño y de un manotazo apartó la mano del menor.
—¿Que haces aquí?- la voz profunda de Tsukishima se escuchó.— ¿Acaso tus padres te dieron permiso o qué?
—Oh...- su sonrisa volvía a sus labios.— Me escapé de casa. No saben que estoy aquí.
Los nervios del de gafas de dispararon.
Se acercó a Atsuya y empezó a jalarle con fuerza de la oreja por su imprudez.
—¿Acaso mi hermano no te regaña como se debe?- tiraba con fuerza de la oreja.— Sino es el caso, ya me encargo yo de que entiendas que lo que hiciste está mal.
—¡Au! ¡Au! ¡Eso duele tío Kei!
—Te lo mereces por imprudente. Espera cuando se lo cuente a Tenma-san.
—¡No! ¡No se lo digas a mamá! ¡Está ocupado con una nueva historia!
—Haberlo pensado antes de venir.
Shiro vio como Atsuya era jalado de la oreja por Tsukishima hasta la casita donde ellos vivían...
Tsukishima Atsuya: fueron doce años cortos pero divertidos.
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Oikawa bufó molesto.
Su pequeño tesoro no paraba de patearle y el dolor ya era insoportable.
Pensó que si estaba en el agua se relajaría y más si le daba algo de sol. Pero estaba equivocado. Anoche casi no pudo dormir, y su Iwa-chan en vez de estar allí con él intentando calmar sus dolores se largaba a jugar como si no existieran ni su pequeño tesoro ni él.
Se limpió unas lágrimas de rabia que salían de sus ojos y haciendo malabares, se puso de pie.
Estúpido Iwa-chan.
Caminó un par de pasos hasta pararse con el ceño fruncido donde Seiya y Soichi jugaban junto a Yamaguchi. Parpadeó un par de veces y se acarició la barriga. Se había dejado de mover.
Hizo un puchero con su ceño aun fruncido y miró hacia abajo. Su enorme barriga le impedía verse los pies, pero lo que le interesaba era la repentina inactividad de su tesorito.
—¿Te encuentras bien Oikawa-san?
El castaño vio como Yamaguchi le miraba con preocupación y le tocaba con cuidado el hombro.
—No lo se... Hasta hace nada no paraba de moverse y ahora está tranquilo.
El pecoso extendió sus manos y tocó la abultada barriga sintiéndola dura. Él sabía lo que era aquello, pero Oikawa no.
Ejerció un poco de fuerza escuchando un quejido del mayor.
—Pecas-chan, eso dolió.
—Oikawa-san, tu bebé ya viene.
—Eso es imposible. Queda al menos un mes y medio
—Pues este chiquitín no piensa lo mismo.- le dijo esta vez acariciando la piel.— La prueba de ello es la arena mojada.
Dio un dificultoso paso hacia atrás y pudo ver un perfecto charco donde había estado parado. En ese momento se dio cuenta que lo que había sentido recorriendo sus piernas era el claro indicio de que la fuente se le había roto.
Un tremendo miedo invadió su cuerpo y llevó sus manos a su vientre que empezaba a mandar punzadas llenas de dolor.
—Iwa-chan...
—¿Qué dijiste?- preguntó Yamaguchi al no entender.
—Iwa-chan.- repitió un poco más fuerte.— ¡Iwa-chan!- gritó.
El chico que se encontraba a punto de hacer un saque, giró su cabeza al escuchar el grito de Oikawa. La imagen solamente le tensó el cuerpo escasos segundos en los que procesó lo que pasaba. Tiró el balón y corrió hasta el castaño que tenia toda la cara contraída en una mueca de dolor.
Escuchaba a los demás ir hacia ellos, pero solo estaba centrado en Oikawa.
—Tooru... ¿Que tienes?
—Ya viene... Nuestro bebé ya viene.
—Pero le falta más de un mes.- dijo lo mismo que el castaño momentos atrás, pero mucho más nervioso y asustado.
—¡Ya lo se!- gritó histérico.— Llévame a un hospital Hajime... Me duele mucho.
Iwaizumi le limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas y con cuidado lo cargó entre sus brazos rumbo hacia su coche.
Demonios... ¿Por qué justo ese día a Shirabu se le dio por recorrer la ciudad? Necesitaban de sus conocimientos.
—Dejadme que os lleve.
El moreno se volteó a ver a Atsumu que dejaba a Takeo en los brazos de Yamaguchi y le miraba con una sonrisa tranquila.
Un ángel. Atsumu era un ángel en esos momentos para Iwaizumi.
Sin esperar respuesta, el rubio besó los labios de su pequeña esposa y caminó hacia el coche del abogado para llevarlos al hospital. No sin antes recoger la camisa de Hajime.
El moreno se subió en la parte trasera con un lloroso Oikawa que se aferraba a sus hombros con fuerza clavándole sus cortas uñas en la piel. Dolía tanto... ¿Alguien le explicaba porqué podía salir de su intimidad agua que indicaba que el bebé ya llegaba pero que no podía expulsarlo por el mismo sitio?
Le dolía tanto su barriga que temía que su bebé también estuviese sufriendo. Si llegaba a saber que iba a pasar por esos dolores, se habría pensado dos veces el tener un bebé. ¿Como jodidos Chibi-chan había tenido cuatro? No, si encima tenia ganas de más e iba a por un quinto. Si para él, uno ya era un dolor inimaginable. Al menos, las dulces caricias de su hombretón le calmaban un poco el dolor... Solo un poco.
Al llegar al hospital, las enfermeras que le vieron llegar en los musculosos brazos de su prometido le dieron una silla de ruedas y se lo llevaron alejándolo de su moreno. Le ayudaron a cambiarse con miedo al sentirse solo y vulnerable y cuando lo volvieron a llevar en la silla de ruedas para una sala diferente, Hajime estaba allí.
Le sentaron en la camilla y sintió un horrible pinchazo en la zona lumbar.
—Aguanta por quince minutos más para que la anestesia haga efecto. Luego todo irá como la seda.
La enfermera le palmeó la pierna y esperó los eternos quince minutos junto a Iwaizumi sintiendo como de las caderas para abajo empezaba a sentirlo todo adormecido. Le cortaban la pierna y seguro ni le duele.
Tres enfermeras más un médico bastante guapo, le prepararon. Le tumbaron en la camilla y pusieron una cortina verde por encima de su barriga. Hajime le agarró la mano y se miraron a los ojos con miedo. Felicidad. Nervioso. Ansias.
Con millones de emociones recorriéndoles.
—Vamos a empezar.- dijo el médico.— No tengas miedo.
Oikawa asintió pero solo miraba a su chico.
Sintió un pequeño pinchazo y después nada. Pasaron unos minutos hasta que sintió literalmente nada. Se sentía vacío. Fue cuando apartó la mirada de Iwaizumi y vio como una enfermera se llevaba un bulto a entre una sábanas manchadas de sangre. Y Oikawa sabia que ese era su bebé pero...
—No llora...- murmuró.— ¿P-por qué no llora?
Hajime miró al mismo lugar con el miedo de nuevo en su cuerpo viendo al enfermera que tapaba a su bebé, que como decía Oikawa, no lloraba.
—Hajime... ¿Por qué no llora?
Sus manos estuvieron fuertemente agarradas hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Aquellos treinta segundos -porque los había contado- habían sido los segundos más largos de sus vidas hasta que a sus oídos les llegó un bajo gemidito por parte de su bebé.
Sus cuerpos se relajaron y soltaron las lágrimas que parecía su bebé no soltaba, pero ambos ya sabían que estaba bien.
La chica se giró y les tendió al bebé envuelto ahora en una mantita amarilla. Con brazos como gelatina, Oikawa lo sostuvo viendo su bonita naricita y unos labios parecidos a los de su Iwa-chan. Incluso tenia una pelusita oscura en lo alto de su cabecita.
—Es un niño.- les informó el hombre que le atendió.— Y está perfectamente.
—Todavía quedaban dos meses para que naciera.- comentó Hajime mientras acariciaba la mejilla de su hijo.
¡Su hijo!
—Los bebés prematuros suelen tener problemas al no cumplir las semanas estipuladas, pero creo que le diagnosticaron mal.- ambos padres primerizos miraron al doctor.— Usted estaba a punto de cumplir los nueve meses.
Volvieron a mirar a su niño que se pegaba al pecho de Oikawa en busca de alimento.
Lastima.
Del pecho del castaño no saldría nada.
—¿Por qué no lloró?- volvió a decir Hajime.
—Porque no quiso.- rió.— Estaba bastante despierto. Movía las manos y los pies con bastante brío.- les sonrió.— En unos momentos le trasladaran a una habitación y una enfermera les dará un biberón para alimentarlo.
—Bien, gracias.
—Pero antes...- volvió a decir la chica que les había entregado al bebé.— Necesitamos un nombre.
Hajime miró a Oikawa después de saber que su bebé estaba completamente sano, no le había apartado la mirada.
—Akihiko... Iwaizumi Akihiko.
*Se dice que si la primera lágrima sale del ojo izquierdo es por dolor, y de felicidad si sale del derecho.
Yo a veces pongo referencias sin siquiera darme cuenta. En el capitulo anterior la puse con el BokuAka y algunas comentasteis 'In another life'. Yo, como gran ignorante que soy no sabia a que os referíais por lo que lo busqué. Me encontré con una historia BokuAka la cual no había leído y que acabé añadiéndola a mi biblioteca.
Ahora, 'In another life' es una de las historias más desgarradoramente hermosas que he leído.
Si hubiera sabido que me pasaría una madrugada llorando, no la habría leído. Es condenadamente hermosa. Y creo que es la historia que más he amado leer aún si es dolorosa.
En fin.
Por favor... Les pido que no me traten mal al Kags. Es un cacho de pan el bebito, pero hay que entender que vivió muchos momento con Shouyo y son difíciles de olvidar.
También... no me odien a Hayato. Se que quieren a Shiro con Atsuya, y lo tendrán. Pero no es el momento. Hay que pensar que Shiro verá con unos ojos alguien de su edad como lo es Hayato y con otros a alguien cuatro años menor como lo es Atsuya.
Y el bebé IwaOi ya vio la luz. El nombre de Akihiko me rondaba la cabeza hace tiempo, pero aparte, me recuerdo mucho al Akihiko de Given. Pero bueno, el nombre me gusta, y el Akihiko de Given también.
Díganme aquí la parejita que quieran ver →
Espero que les haya gustado el capitulo.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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