Capitulo 31
Sol. Arena. Agua salada. Gente desconocida...
Todo, absolutamente todo era una fuente de gérmenes.
Sakusa había sucumbido a las suplicas de Komori para venir a la costa. Pudo aguantar en no ir el mismo día que todos decidieron irse, pero aquello solo llevó a que el de pelo cobrizo le despertase a las cinco de la mañana para ir cuanto antes a disfrutar de las vacaciones en la playa.
No se enteró prácticamente de nada del viaje ya que había estado durmiendo. Y cuando volvió a abrir los ojos estaba en una cama esponjosita rodeado de suelos, paredes y techos de madera. El claro sonido del mar chocando en la orilla y los graznidos de la estúpidas gaviotas le hizo ver que estaban en la modesta casita que alquilarían en esos días.
Y para colmo estaba solo en la maldita habitación. Pero tampoco pudo pensar mucho en eso cuando se tuvo que levantar con prisas y buscar el baño para inclinarse frente a la taza del váter y vomitar en él, o al menos intentarlo.
No le había dicho a Komori de su estado. Era un secreto demasiado culposo pero del que tenia miedo de hablar. Se le había pasado seriamente por la cabeza que podría huir y refugiarse en Canadá. Él tenia más que claro que iba a tener aquel bebé aunque fuese en contra de su familia.
Se enjuagó la boca y se lo pensó dos veces antes de limpiarse con la toalla a su izquierda. No sabia de donde habría salido o si había sido lavada correctamente. Tenia más claro que el agua que si antes se cuidaba de los gérmenes flotando por cualquier lado, ahora los evitaría mucho más debido a su estado.
Enfermar en un embarazo no era recomendable.
Al final se secó con su camisa. Era suya y sabia que había sido lavada a la temperatura correcta y guardada en su armario con un pequeño purificador de aire. Declinó el comer el aparente rico desayuno que hizo Komori tomando en su lugar una taza de te calentito aún sabiendo que podría sudar por el calor que hacia y acabaron cambiándose a un bañador para ir a la playa donde todos ya se encontraban allí.
Por eso él se quedó abrazando sus piernas en la sobra que le proporcionaba una sombrilla lejos del agua pero rodeado de la fastidiosa arena y del resto de "amigos" que gritaban en vez de hablar. Pero sus ojos solo podían quedarse en los cinco bebés a su derecha algo alejados.
Tenían unos mamelucos cortitos y movían sus bracitos y piernitas de forma constantes y sus ojitos intentaban mirar todo y nada a la vez.
Quería cargarlos, a uno como mucho... Pero eran una maquina de babas constante.
Las dos niñas parecían a las que más atención tenían. Y lo veía normal, ya que eran las únicas chicas entre tanta testosterona flotando por el aire. Los niños balbuceaban menos unos de ellos que parecía gimotear. Y parecía el menor de los Miya.
Apretó los labios y apartó su mirada cuando la enorme barriga de Oikawa entró en su campo de visión para ir y sujetar entre sus brazos a la niña de Atsumu. Dentro de unos meses él estaría así de redondito pero... No sabia si tendría apoyo o si quiera estaría allí.
Buscó a Komori quien se encontraba dentro del agua jugando con Soichi y Shiro. Tenia atrapados a ambos entre sus brazos y parecían reír con ganas mientras los zarandeaba con suavidad. Si prestaba atención podía escuchar sus risas hasta donde estaba. Atsumu tenia a Seiya en sus brazos- que se aferraba con fuerza- mirando como los otros se divertían. Sus gafitas de culo de botella fielmente colocadas en su carita. Ver al niño sin sus padres alrededor le dio a entender que la fabrica de bebés había vuelto a funcionar y les habían encasquetado al chiquillo a Atsumu y su familia.
Fuera del agua, Kageyama y Nao jugaban en la arena junto al revoltoso cachorrito. Tenían cubitos y palas para hacer castillos. El peliblanco tenia un sombrerito del mismo color que su pelo cubriéndole del sol. Kageyama, pareciendo buen padre, estaba detrás del niño siendo un escudo contra el sol que impactaba directamente a su espalda sin camisa. Ambos sumamente concentrados con el ceño un poquito fruncido y la lengua por fuera por parte del niño. A ellos se les unió Sora y Kenji que fueron recibidos por una bonita sonrisa de Nao.
En otra zona, habían instalado una red de voley que había traído Kuroo y jugaban -más bien intentaban- sin que se les cayese el balón a la arena. Un equipo era formado por Kuroo, Iwaizumi y Osamu y el otro por Bokuto, Aone y Ushijima, los cuatro fallando estrepitosamente en jugar de forma decente y algunos -cof cof Bokuto cof cof- caían de bruces contra el suelo.
Todos parecían divertirse o aprovechar su tiempo en algo "productivo" menos él.
Podría perfectamente arbitrar tan lamentable partido de voley y joder a ambos equipos, pero tenia la moral en los suelos.
Tenia un bebé creciendo dentro suyo y sentía la necesidad de querer sentir los mimitos y cariñitos de Komori. Pero no podía sentirlos si se rehusaba a decirle.
Sabía que el contrario estaría feliz de una noticia como esa, pero su mente le engañaba diciéndole que nada más abrir la boca el rechazo seria lo primero en llegar.
—Oye, ¿estás bien?
Se sobresaltó al escuchar la voz de uno de sus problemas.
Alzó la vista y viendo a Komori con el cuerpo lleno de gotitas de agua que brillaban bajo el sol. Se mordió el labio inferior un poquito que se alegró de que estuviese cubierto por su mascarilla.
Asintió a la pregunta que le hizo el chico y apretó sus manos alrededor de sus brazos.
—Deberías quitártela.- señaló Komori la mascarilla del de lunares.— Se te quedará una marca por el sol.
—Aunque no lo veas, estamos rodeados de posibles enfermedades. No me puedo permitir enfermar.
El menor suspiró.
Se arrodilló mojando la toalla con las rodillas y una de sus manos. La otra, la que no estaba apoyada, la dirigió hacia la mascarilla del pelinegro hasta bajarla dejándola en su barbilla mientras se inclinaba hacia el frente dándole un beso para nada casto.
Introdujo su lengua sonriendo satisfecho al escuchar un jadeo del contrario y acarició la blanca mejilla con el pulgar.
—Enfermar a veces es bueno.- le dijo al separarse.— Fortalece el sistema inmunológico.
—No eres médico.
—Pero es la verdad.- sonrió pillo dándole un pico antes de volver a colocar la mascarilla en su sitio.
Sakusa frunció los labios. No podía decirle que ahora mismo no estaba como para enfermarse.
—Te eché de menos allí atrás.- apuntó con su cabeza el mar.
—Parecías divertirte.
—Los hijos de tus compañeros son encantadores.- se sentó detrás del pelinegro una vez se había secado. Le abrazó dejando sus manos en el plano estomago y Sakusa se felicitó para no tensar su cuerpo.— Ellos y Atsumu le están enseñando a nadar al hijo de Yamaguchi.
—Parece que están intentando tener otro hijo y le dejan al niño a Atsumu.
—¿Como sabes que quieren tener otro hijo?- apoyó la barbilla en el hombro del contrario mirando Shiro y Soichi se echaban agua mutuamente.
Sakusa se mordió el labio e intentó que la pregunta no le alterase. Era obvio de como sabía aquello. Pero no era obvio el como decirle aquello.
—El día del masaje... me lo dijo.
—No sabía que os llevaseis tan bien. Apenas os conocéis.
Y era muy cierto.
Ninguno de los dos había cruzado palabra hasta aquel babyshower en casa de Kenma y Kuroo. Lo había visto de lejos en los nacionales de su adolescencia, pero hasta hace una semana no habían intercambiado siquiera un hola.
Había sido un detalle que quisiera acompañarle a la cita con Shirabu dándole el resultado de sus exámenes de los cuales aún intentaba pensar que eran erróneos.
—Ven, acompáñame.
—¿A donde?- quiso saber cuando ya estaban de pie.
—Quiero ver a los bebés de cerca.
Quiso con todas sus ganas el clavar los pies en la arena resistiéndose todo lo posible para no ir hasta las lindas máquinas de babas.
Tampoco quería seguir pensando que aquellas adorables personitas podrían parecerse a la suya en el futuro. Y tampoco quería ver lo gorditos que estaban Oikawa y Futakuchi sabiendo que él estaría igual.
Todas las mamás les miraron y les sonrieron. Él estaba incómodo.
—Son todos tan bonitos.- dijo encantado Komori agachándose para verles mejor. Quería acariciar sus regordetas mejillas pero sentía sus dedos fríos por el agua y desistió de ello.— ¿No lo crees, Kiyoomi?
El pelinegro tragó saliva antes de responder.— Claro...
—Aunque todos sabemos que mis niños son los bonitos.- habló Atsumu que se acercaba hacia las mamás y besaba a su pequeña esposa.
—¿Y entre tantos hijos no tienes uno preferido?- preguntó Komori aún viendo a los gemelos.
—Tio, no preguntes eso. Es como decidir entre papá y mamá.- rió haciendo círculos en la rodilla del pelinaranja.— Pero Soichi es mi mayor debilidad.
—Porque de todos nuestro hijos es el que más se te parece.- Shouyo codeó sus costillas divertido.
—Jo... Quiero un bebé.- pucheó el de pelo cobre.— ¿No me das uno? Tienes dos.- bromeó hacia el rubio.
Atsumu alzó una ceja.— Pero si ya tienes uno.
—¿Qué?- rió sin entender.
El rubio apuntó a Sakusa que seguía de pie a unos pasos lejos de todos y notablemente más tenso de lo estaba anteriormente.
—Omi-Omi tiene casi cuatro meses. ¿No le ves la curvita?
Komori parpadeó varias veces procesando las palabras dichas por el rubio y se giró demasiado lento para el gusto de Sakusa. Los claros ojos del menor viajaron automáticamente hacia su plano vientre que para el ágil ojo de Atsumu podía notar una anomalía al estar curtido en lo que embarazos se refiere.
—¿Kiyoomi?- murmuró bajito pero bastante audible para él.
Dio un paso para atrás y luego otro y otro negando con la cabeza, hasta que acabó girándose para salir corriendo de la playa hacia la casita que habían alquilado y encerrarse en la habitación en la que había despertado.
Podía escuchar las pisadas apresuradas de Komori y de como le llamaba a los gritos diciéndole que parase. Pero su mente solo podía pensar que cuando llegase a Canadá lo primero que haría sería cambiarse el nombre a Miguel Ramirez de la Fuente. Pasar un latino en un país extranjero no era tan difícil, ¿verdad?
Abrió con prisas la puerta trasera y entró sin limpiarse los pies en la alfombra para quitarse los restos de arena de ellos y siguió hacia las escaleras.
—¡Kiyoomi espera!
La mano envolviendo su muñeca y girándole para enfrentar a Komori le asustó como nunca antes.
Tenía la respiración agitada como la suya y no parecía enfadado lo que le asustaba más.
Le retiró la mascarilla dejándola caer a suelo y pasó su mano por sus mejillas quitándole las lágrimas que no sabía que estaban cayendo de sus ojos. Diablos. Se sentía como aquel adolescente que descubrió que estaba enamorado de su primo y le asustaba decirle lo que sentía.
—¿No pensabas decírmelo?- se escuchaba dolido.
—Tenía miedo.
—No deberías de tenerlo. Al menos no de mi.
—L-lo siento. Yo...-
Komori le calló con un beso. Tranquilo, suave, dulce. Solo un roce que demostraba más de lo que aparentaba.
Frentes unidas ojos cerrados. Manos sosteniendo con delicadeza las mejillas del pelinegro y acariciando con sus pulgares la piel. Las otras siendo puños apoyados en el desnudo pecho sintiendo el rápido latir en el pecho. Ya fuese de la emoción, de la carrera hasta alcanzarlo, de las ansias... Daba igual.
Latía igual de rápido. Igual de fuerte. Igual de intensidad como el suyo.
—Dios... seremos padres.- rió encantado Komori. Lágrimas de felicidad rodaban por sus mejillas.
Cogió a Sakusa y dio un par de vueltas riendo de pura felicidad y besaba sus labios infinidad de veces.
—Te amo con todo mi corazón, Kiyoomi. No lo olvides.
—... No lo haré.
De repente, el enorme peso que cargaba en sus hombros, se disipó con aquellas simples palabras.
Todos vieron como Sakusa salía corriendo y Komori gritaba detrás de él intentando alcanzarlo.
Atsumu hizo una mueca con sus labios. Si hubiese tenido un par de felpudas orejitas en lo alto de cabeza, éstas se habrían agachado.
—¿Dije algo malo?
Shouyo suspiró y le acarició el mentón.
—Komori-san no sabía del estado de Omi-san.
—¿Por qué? El embarazo es algo bonito.
—No hables sin saber.- sermoneó Oikawa meciendo a Ai entre sus brazos.— Va a ser su cuerpo el que cambie. Sufrirá estados emocionales fuertes y le darán ganas de dormir como un perezoso. Es normal tener miedo. Sobretodo si no sabes si tienes el apoyo de quien más lo necesitas.- apartó los ojos de la niña y los centró en el rubio.— Puedo asegurarte de que todos nosotros ha pasado por alguna mala experiencia durante nuestros embarazos. Y tu más que nadie deberías de saberlo.
Atsumu quedó en silencio.
El castaño tenia razón.
El día que se encontró a Shouyo en aquella playa llorando por saber de su embarazo y sin el padre de la criatura cerca se le estrujó el corazón. Durante la espera de Kenjiro, todo fue tranquilo, amoroso incluso hasta mágico. Los gemelos eran tranquilos hasta llegar a Japón. No puede saber si haberse quedado en Brasil habría cambiado la desesperación que vivió en en aquella sala de espera en el hospital de Miyagi. Pero a veces pensaba que podría haber sido más tranquilo. Y ahora con este nueve pequeñín por venir esperaba que fuese un embarazo normal, tranquilo. Pero como había sentido con los gemelos, su corazón se sentía intranquilo, inquieto. De que algo malo podría pasarle a Shouyo.
Oikawa había escondido su embarazo por miedo a que Iwaizumi dijese algo. Cuando estaba listo para decirle una vez hubiese solucionado sus problemas profesionales, le deja de la forma más vil que existe: mediante un mensaje.
Satori había vivido un buen embarazo hasta que por culpa de palabras por parte de Ushijima le deja con el corazón más que roto. Al menos había acabado bien.
Kenma parecía llevarlo tranquilo y bien. Pasando del mundo como usualmente hace y con sus ojitos fijos en una pantalla. Ignoraba a Kuroo se pegaba más a su pelinaranja amigo en busca de amistosos mimitos como un gatito con su amo.
Con Kita a saber como había sido. Si creía en las palabras de su hermano, podía entender que aquella preciosidad de Haruka había sido planeada y amada cada segundo desde que se enteraron de que estaba en camino. Sin malos tragos o preocupaciones durante el embarazo, y un parto normal y tranquilo como debería de ser para cualquier madre.
Luego estaba Akaashi. Intentando un embarazo dejándole devastado por no poder concebir, pero sumamente feliz con sus tres retoñitos como si hubiese parido a cada uno de ellos. Veía el amor destilar de sus ojos cada vez que veía a uno de sus muchachitos, y a su vez, era completamente amado por ellos y por Bokuto.
—¿Te dolió?
La tranquila voz de Shiro le sacó de sus reflexiones internas y prestó atención a como sus ojos verdes miraban atentos su espalda y tocaba con su dedo indice los números en su espalda.
Los tocaba con tal delicadeza temiendo que fuese a hacerle daño.
Tal vez también procuraba no tocar demasiado al estar empapado por el agua mientras que él ya estaba sequito gracias al sol acariciando su piel.
Soichi estaba junto a los bebés haciendo caras raras para que riesen consiguiendo que solo soltasen balbuceos babosos. Pero aquello parecía satisfacer al niño.
Seiya por su parte, estaba entre las piernas de Shouyo que le secaba los rubios mechoncitos con suma delicadeza.
—Al principio te duele un poco. Luego es una sensación de molestia más que de dolor.- respondió la pregunta.— Pero duele más si está cerca de un hueso.
—¿Sabias que hacerte tatuajes es malo, Miya-san?- la vocecita de Seiya se dejó escuchar.— La tinta es mala y puede producir enfermedades terminales. Además que si se rompe un hueso y quiere hacerse una radiografía, los químicos de la tinta interfieren con los rayos x.
—¿Y como un mocoso como tu sabe eso?- cuestionó Oikawa.
—Porque me gusta leer, algo que tu seguramente no haces. Ni siquiera creo que sepas lo que es un libro.- acomodó sus gafitas en el puente de su nariz.
El castaño gruñó por haber sido insultado por un pequeño mocoso sabelotodo y volvió a prestar toda su atención en la pequeñita en sus brazos.
Aquella criatura tan mona era lo que debería de importar ahora.
Shouyo se apoyó en el duro pecho de su esposo cuando acabó de secar el pelito de Seiya que enseguida gateó hasta donde estaba Soichi viendo junto a él a los bebés.
Atsumu le acarició el aún plano vientre con cariño y le besó infinidad de veces su hombro plagado de hermosas pequitas que apenas se notaban si no te fijabas.
—Me gustaría darme un baño.- giró apenas su cabeza para mirar al rubio y besarle el mentón.— ¿Me acompañas?
—Deberíais divertiros.- les dijo Kenma con su mirada fija en su consola.— Nosotros podemos cuidar a los niños.
—¿No quieres ir al agua?
El teñido pausó su preciado juego y miró con aburrimiento al rubio.— Me hundiría más rápido que el Titanic. Así que no.
Suspirando, Atsumu se puso en pie y ayudó al pelinaranja a ponerle en pie también. Entrelazaron sus dedos y caminaron hacia el mar después de asegurarse que sus bebés estaban bien durante unos minutos lejos de su radar.
En lo que ellos bajan, Kageyama subía con Nao en sus brazos y unos pasos más adelante Sora y Kenji corriendo para ir a la sombra. El pelinegro giró apenas su cabeza para ver como la pareja reía de sus cosas ajenos a todo y a todos centrándose únicamente en ellos dos.
Al llegar hasta su toalla pudo escuchar un suspiro colectivo.
—Me dan envidia...- murmuró Futakuchi.— El amor sale de sus poros.
—Yo adoro a mi Waka-chan, pero quiero a alguien como Atsumu que me envuelva en algodones como lo hace con el enano.
Kageyama alzó una ceja y miró hacia la pareja a lo lejos. Habían parado de andar quedando prácticamente a mitad de la playa mirándose a los ojos. Juraba que hasta les veía los brillitos salir de ellos desde su lugar.
Se hablaban en susurros aún si eran lo únicos allí. Rozaban sus narices y se sonreían en cada palabra. Su estúpida mente enamorada y herida le hacía imaginar que en aquel lugar, él podría estar haciendo lo mismo con el pelinaranja si se hubiese enterado lo que atormentaba al mayor en aquel tiempo.
Ahora podía entender que la felicidad de Hinata, era al lado de Atsumu. Quizás en la suya habrían gritos y peleas pero que al rato se apaciguarían y serían los tontos enamorados de siempre. Pero uno vive de sueños.
Y Hinata era su sueño viviente.
Tan cerca, pero a la vez tan lejos que hasta dolía.
—Por dios chibi-chan, que atrevido.- silbó Oikawa.
Al volver a mirar a la pareja vio como Hinata había metido sus manos dentro del bañador de Atsumu amasando sus nalgas importándole poco si le veían.
La respuesta de Atsumu fue inmediata. Le acercó a su cuerpo y le besó con lentitud.
Se agachó y agarró al menor entre sus brazos escuchándole reír mientras agitaba sus pies. Le dio un par de vueltas antes de retomar su andar y caminar hasta el agua e ir adentrándose lentamente viendo como se iban sumergiendo cada que avanzaban.
—Papi, estás frunciendo el ceño.- murmuró Nao poniéndose en pie.
Con su dedo tocó el lugar donde se formaban las arrugas frunciendo él mismo su ceño sin darse cuenta.
Kageyama quiso reír.— ¿Lo hago?
El peliblanco asintió.
Ambos Kageyama se envolvieron en su propia burbuja ignorando al resto que alternaban sus miradas entre el par de enamorados dentro del agua y la conversación entre padre e hijo.
—Deberías de quitar la cara de susto papá.- le dijo medio en broma medio en serio Nao.— A sí nadie te va a querer.
Los ojos del pelinegro se abrieron sorprendidos.— ¿Quieres que esté con alguien?
—Así no te sientes tan solo.- bajó la cabeza.— Quisiera que mamá estuviera con nosotros... Pero no me quiere.
—No digas eso...- besó sus cabellitos. Quería quitarle aquella idea a su hijo de que Hoshiumi en el fondo, pero muy en el fondo le quería, pero no podía. Y que él tuviese toda la custodia de Nao era la prueba de que Hoshiumi no quería tener nada que ver con Nao.— A mi me basta con tenerte a ti. A mi lado. ¿Tu no?
—¿En serio?- las palabras de su padre parecían haberle ilusionado.
—Pues claro. Daría mi vida por ti.
El niño sonrió amplió al oír las palabras de su padre de saber que él era todo lo que necesitaba en su vida.
—¿A donde vas?
—Tengo sed.
—¿Quieres que vaya a por un vaso de agua?
—No. Puedo yo.
Se sentó mejor en el colchón y tanteó en la mesilla de noche en busca de sus gafitas de culo de botella. Se las acomodó bien y miró la oscuridad de la habitación siendo iluminada únicamente por la luz de la luna.
Sentía mucha sed, quizás producido por la comida de la cena, y no podía dormir.
Él y Soichi seguían despiertos aún si se habían acostado hace una hora en la cama. No tenía ninguno de sus libros consigo porque seguía sin ellos. Llevaba dos asquerosas semanas sin leer ninguna página que llenase su sed de saber. En cambio, llevaba dos semanas teniendo a Soichi jugando a su lado.
Los dos se habían acostado en la cama mirándose a los ojos, o al menos él intentándolo al no poder ver nada. Estaba seguro que si el contrario se acercaba hasta tenerlo prácticamente frente contra frente no podría verlo con claridad.
Solo sería un manchurrón borroso grande frente suyo.
Sus pequeñas manos estaban juntas. La suya siendo sostenida por la de Soichi que le daba pequeños apretoncitos de vez en cuando.
Así había sido igual la noche anterior.
—No tardo.- le dijo a Soichi quien solo se dedico a sonreirle de aquella manera que solo él sabía.
Bajó de la cama tocando con sus pies la madera del suelo y caminó despacito hacia la puerta y la abrió con cuidado. Tal vez todos ya estaban durmiendo y no quería despertar a nadie.
Asomó la cabeza por el hueco de la puerta mirando a ambos lados del pasillo igualmente oscuro que la habitación. Salió cerrando la puerta con el mismo cuidado al abrirla y caminó directo a las escaleras con sus pies en puntitas.
Bajó agarrándose fuerte del barandal hasta llegar al piso inferior donde pudo ver que la luz de la parte que los dirigía a la playa estaba encendida. Miró a la cocina y luego hacia la puerta de cristales que daba al exterior y de nuevo a la cocina. Quería beber agua, porque tenía sed... Pero la curiosidad por saber el porqué de que aquella luz estuviese encendida picaba más que su sed.
Por eso, retomó su camino hacia las puerta de cristal y asomó uno de sus ojitos para ver a los padres de Soichi sentados en una de las dos hamacas acolchadas que traen todas las casitas de la villa.
Atsumu se encontraba con la espalda apoyada en el respaldo y sus piernas estiradas a lo largo. Shouyo en cambio estaba sentado encima de sus piernas y sus manos acariciaban la cara del rubio con cuidado y cariño. Las manos del rubio en cambio, una de ellas estaba apoyada en la cadera del más bajo y la otra acariciaba el plano vientre.
Pero lo que ambos tenían en común era el brillo lleno de amor que desprendían sus ojos.
Aquello le dejó a Seiya con la boquita abierta de asombro. Y se sentía un pequeño intruso en tan bonita imagen que los papás de Soichi interpretaban.
—¿Cuanto crees que le dure a Tadashi-kun el resfriado?
Seiya no supo interpretar el tono de voz del mayor.
—Quizás un día más. Dos como mucho.- peinó unos mechones rebeldes que caían por su frente.—Estoy seguro que cuando se le pase todo ese calentón que tiene, querrá tener a su hijo entre sus brazos.
El de gafas se preocupó de su mamá. ¿Estaba tan malito que hasta tenía fiebre?
La fiebre era muy traicionera, que si no la tratabas bien podría conllevar a severos daños cerebrales. Debería de llamar a su papá que lo sepa. Era la responsabilidad de cuidar de su mamá cuando estaba así de malito. Como su mamá hacía con él.
—¿Te molesta que Seiya esté con nosotros?
Oh... Hablaban de él.
—Para nada.- negó el rubio.— Es un buen niño. Y aprende rápido. Está a punto de nadar por si solo.
—Mm... Puede que sea un buen alumno, peeero.... Puede que seas un buen profesor.
—¿Ah, sí?- se inclinó hacia adelante guiando ambas manos a la espalda contraria por encima de la camisa.
—Mjm.
Al saberse solos, unieron sus labios en un suave beso.
Sus bocas se movían apenas nada pero que demostraban mucho. Se acariciaban con cuidado y suavidad. Aspiraban los suspiros que salían del otro y movían con delicadeza sus manos por el cuerpo contrario.
Al separarse, unieron sus frente mirándose a los ojos con sonrisitas pillas bailando en sus labios y amor brillando en sus ojos.
—Te amos.- le dijo Atsumu
—Yo también.
Seiya jadeó con sus manitas cubriendo su boca y se giró para ir de nuevo a la habitación. De repente se le habían quitado las ganas de querer beber agua.
Subió con rapidez pero con cuidado los escalones tropezando con el último y fue directo a la habitación que compartía con Soichi.
El pelinaranja al sentir abrir la puerta alzó la cabeza viendo al rubio entrar.
—Tardaste.- reprochó.— Dijiste que no ibas a tardar.
Subió a la cama y se arrodilló en ella. Llevó sus manitas hacia sus mejillas. Las sentía calientes. Era un asqueroso bicho que había visto una escena privada llena de amor.
Sabía que sus papás se querían pero nunca les había visto decirse palabras tan bonitas como los 'te amo' o besarse delante suyo.
—¿Estás enfermo? Tienes la cara roja.
Soichi le puso una mano en la frente al rubio y la otra en la propia comprobando que estaba bien extrañándole aún más porque no explicaba el porqué de su carita roja.
—Vi a tus papás.- el pelinaranja alzó una ceja sin entender.— Se decían 'te amo' y se daban muchos besitos.
—¿Y?- preguntó.— Ellos siempre son así.
—¿Siempre?
—Pues claro. Se quieren mucho. Sino, yo no estaría aquí. Ni Kenji. Ni Ai. Ni Takeo.- dijo seguro.— ¿Acaso tus papás no se quieren?
—Sí... Pero nunca se dan besitos o se dicen cuanto se quieren delante mio.- parecía desanimado.
—Quizás son tímidos.- se llevó la mano a la barbilla sopesando diferentes opciones.— A ti te quieren, ¿no?
Seiya asintió con rapidez.— Me lo dicen siempre.
Soichi volvió a sonreirle de aquella manera tan suya. Casi parecida a la sonrisa que tenía Shouyo mientras era abrazado por Atsumu.
Quizás el niño había heredado tan bella sonrisa de su mamá.
—Pues si tus papás te quieren, todo está bien.
Seiya le devolvió la sonrisa. Una de verdad. No una mueca como las que solía hacer porque no sabía como sonreír.
Se quitó sus gafas dejándolas encima de la mesilla de noche y se giró para quedar mirando a Soichi aunque no viese nada. Su mano fue sostenida como minutos atrás por la de Soichi y podía sentirlo mucho más cerca.
Cerró sus ojos dispuesto a dormirse y el pelinaranja le siguió.
—Te quiero, Seiya.
El susurro de los labios de Soichi le hizo abrir los ojos e intentar enfocar al niño con su mala visión, sin lograrlo.
Quería ver su carita al decir aquellas palabras.
Quiso gruñir frustrado y decepcionado.
—Yo también, Soichi.
El apretón que le siguió a sus palabras era mejor que ver la cara del contrario.
Quise actualizar ayer pero un inesperado ataque de alergia me atacó. Pero con una pastillita ya esto mejor.
Me costó horrores escribir este capitulo porque escribía y al rato borraba lo escrito porque no me convencía. Creo que la única parte que pude escribir bastante a gusto fue la de Sakusa y Komori.
Al menos quedé satisfecha con el resultado. Espero les haya gustado.
Creo que a partir de aquí voy a pediros que me digáis UNA SOLA PAREJA para cada capitulo. Y AtsuHina no vale porque esa la intentaré poner en todos los capítulos. Puede que sea mucho pedir pero bueno...
Por lo que dejen aquí a su parejita →
Respecto a que Wattpad tiene en 'Dominio Público' las historias, parece que ya ha arreglado su fallo y vuelve a estar bien. Aún así no me fío, por lo que dejaré el aviso en el inicio de la historia por si acaso. Les agradezco el apoyo por ello.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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