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Capitulo 30

—A ver... Pañales. Talcos para bebés. Varios biberones. Formula para la leche. Toallitas para bebés. Pomada para la irritación... Sí creo que está todo...

Cerró la cremallera de aquel enorme bolso y pasó al que tenia a su derecha mirando -por quinta vez- su interior.

—Crema solar. Sombreritos para evitar el sol. Ropita cómoda. La mantita para abrigarlo. Sus zapatitos. Un par de bañadorsitos... Bien... Parece estar...- No. Ay no. No conté con la brisa costera. ¿Que pasa si se le mete arena en los ojos? No soportaría ver a mi bebé llorar por la molestia de la arena.

Escuchó un suspiro cansado a sus espaldas y al girarse pudo ver a su hombre caminando directo hacia él y abrazarle desde atrás.

Apoyó su cabeza en su hombro y le restregó la frente en el.

—Akaaaasheee... Préstame atencioon~

Bokuto apretó su abrazo y pegó mucho más sus caderas con la zona trasera del pelinegro sobresaltándolo por aquel acto.

Keiji sintió sus mejillas enrojecer levemente y guió sus manos anteriormente en el bolso de viaje de su pequeño Ryo hacia las ágiles de Bokuto que empezaban a moverse por su pecho hacia arriba.

—Bokuto-san por favor. Déjeme asegurarme que todo está en orden. R-ryo necesita...-

—Lo que Ryo necesita está en los bolsos que ya has revisado.- le interrumpió en voz baja sintiendo su aliento chocar contra su oreja.— Esos bolsos no necesitan tanta de tu atención como lo necesito yo.

Su estomago se retorció y su corazón empezó a correr con prisa.

Sentía como la erección de Bokuto iba creciendo a pasos agigantados y aquello solo lo hacia ponerse tanto tímido como excitado a partes iguales. Era obvio que el mayor se comportase más infantil de lo usual al no haberle prestado atención durante unos días. Pero es que necesitaba tenerlo todo bajo control.

Tenia que ordenar los bolsos de todos para su viaje a la costa. Shiro se encargaba del suyo pero se había asegurado de comprobarlo por si acaso. Sora le ayudó con el suyo propio metiendo ropa y juguetes. El de Ryo fue el que preparó con más precisión y que había revisado varias veces. Y él suyo lo había hecho hacia días evitando que a Bokuto se le ocurriese meter alguno de sus juguetes...

Pero eso solo provocó que estuviese sintiendo aquel sable pincharle la retaguardia.

—B-bokuto-san-

—Ne~ Keiji...- volvió a susurrar.— ¿Por qué solo me llamas Kotaro cuando hacemos el amor?

El pelinegro se encogió en su lugar y jadeo al sentir las traviesas manos del mayor jugar con sus pezones que empezaban a endurecerse.

El fugaz recuerdo de Kenma en la fiesta de hace unos días llegó a su mente cuando los largos dedos del albino apretaron con algo de fuerza sus botones rosados y su garganta amenazó con soltar el nombre del contrario.

"—¿Acaso piensas llamarle Bokuto-san incluso cuando os caséis?"

Claro que quiere llamar a Bokuto por su nombre, pero solamente podía hacerlo cuando su mente era nublada por el placer que las caricias del contrario le brindaban. Decir su nombre de manera consciente le hacia sentir vulnerable, aún si tenían una relación de diez años. Ambos estaban completamente enamorados del otro. Eran como un par de lobos que no dejan a su pareja hasta la muerte.

—Decir su nombre de esta forma... Lo excita...- dijo entre jadeos Keiji.

Aquello eran solo simple caricias que le tenían la mente en las nubes y le costaba hilar las palabras en una frase coherente.

No habían besos húmedos siendo repartidos en su cuello, y no habían tocamientos en su zona mas intima y sensible. Solo eran caricias en su pecho que lo dejaban con ganas de más y completamente húmedo.

—Eso es otra cosa... Deja de hablarme como si fuera un superior. Somos amantes. Tenemos una familia. No somos desconocidos a los que dirigirnos con respeto.

—P-pero yo...-

Volvió a jadear al ser girado de forma brusca. Ambas erecciones se rozaban sobre la ropa y Bokuto apretaba sus nalgas con fuerza haciendo presión en ambas erecciones. No quería admitir que el comportamiento de Bokuto siendo salvaje en momentos íntimos como estos, le excitaba de sobremanera.

Aquellos ojos dorados que tanto ama le miraban con deseo. Sus pupilas completamente dilatadas y la respiración pesada en cada exhalación.

—¿Tengo que usar la fuerza para oír mi nombre, Keiji?

Gimió bajito al sentir uno de sus largos dedos apretar su entrada por encima del pantalón.

No debía de sucumbir al deseo que tenia de que el contrario le cogiese con fuerza como tantas veces ha hecho. Estaban en la habitación de su bebé y era indecoroso hacer actos como aquellos en ese lugar.

—Concéntrate en mi, Keiji.

El ojiesmeralda se mordió el labio inferior al sentir como Bokuto empezaba a restregar sus erecciones. Aferraba sus manos en el pecho del mayor arrugando la camisa entre sus puños y contenía sus gemidos lo mejor que podía.

Jadeó al sentir como era alzado y su espalda chocaba contra la pared. La presión entre sus entrepiernas era mayor al igual que el férreo agarre de Bokuto en sus nalgas.

—Keiji... Hace un tiempo que no me mimas.

—S-siempre lo hago, Bokuto-sah...

Sus ojos se abrieron por completo al sentir como su dura erección era sacada de su prisión de tela y era frotada con suavidad en el exterior. Si no fuera porque Bokuto lo tenia bien sujeto y él tenia sus piernas alrededor de las caderas contrarias y su espalda contra la pared, habría caído al suelo al sentir sus piernas débiles.

—Sabes que no me refiero a eso, Keiji.- apretó la punta con su pulgar.— Desde que tenemos hijos he pasado a un segundo plano.

—E-ellos necesitan de nuestra atención.

—Mo~ Akaaaaasheeeeeee... Hinata y Tsumu-Tsumu tienen hijos y están embarazados de nuevo. No es justo~

¿Como le explicaba que aquella situación y ésta no eran lo mismo?

Para ellos debería de ser más fácil engañar a un par de niños de ocho y seis años del porque sus papás hacen ruiditos en medio de la noche que a un adolescente de dieciséis como lo era en su caso.

A Shiro no le podían decir que su mamá había tenido una pesadilla y hacia ruiditos por ello; y que su papá lo estaba consolando. Para nada. Shiro estaba completamente consciente de lo que era el sexo.

—Te dije que te centraras en mi.

—¡Ah...!

Un travieso dedo se había introducido dentro de su intimidad y se movía de forma lenta y sensual. ¿Como un solo dedo le hacia sentir tan excitado?

—Estoy tan duro ahora mismo, que te jodería hasta que olvidases tu nombre.

Gimió fuerte.

Le prendía cuando Bokuto le hablaba sucio y eso el mayor lo sabía. Demonios.

—¿Te acuerdas de nuestros amiguitos?

Akaashi volvió a gemir mientras asentía. ¿Como olvidaros si por ellos había hecho su maleta personalmente?

—Quiero ponerlos lentamente en ti mientras yo me divierto. Y lo haré aunque te niegues. Porque ambos sabemos que estás deseándolo.

Joder, joder, joder, joder.

Lo conocía tan bien.

Aquel tapón anal que le puso hace meses en la reunión de equipos y aquella varilla que le impedía llegar al éxtasis al estar enterrada hasta el fondo en su dura erección. Lo habrían usado una vez y puede que eso lo haga más excitante, pero se negaba a usarlos. Varias veces antes de que adoptasen a sus hijos el peliblanco había sugerido jugar con ellos pero se había negado en rotundo.

No le iba a admitir a Bokuto que mientras entrababa, él abría el cajón donde los guardaba y se quedaba mirándolos por horas hasta que sabía que el contrario podría llegar y encontrarlo in fraganti.

—¿Lo sientes? ¿A que está frió?- dijo cuando sintió al pelinegro dar un pequeño bote al rozar la punta del tapón anal contra su entrada.

—B-bokuto-san por favor...

—¿Por favor qué, Keiji?- preguntó forzando al metal entrar en la entrada del contrario.

—N-no deberíamos...-

Sus músculos se tensaron y Bokuto paró de hacer lo que hacía, para girar ambos sus cabezas hacia la puerta. Sus respiraciones se atascaron al verla abierta, no semi-abierta como se había asegurado Bokuto; y sus ojos solo podían mostrar sorpresa.

Akaashi apartó su mirada completamente avergonzado. Sus mejillas ardían como nunca y quería enterrar la cabeza en la tierra como si fuese una avestruz. Era la mayor vergüenza que podría haberle pasado.

—L-lo siento... P-pensé que... 

—¿Sería demasiado decir que no es lo que parece?- intentó bromear Bokuto.

—E-eh... Y-yo... Sora dijo... y luego Kuroo-san...- hacía movimientos con sus manos detrás suyo.— ¡Perdón por interrumpir! ¡No vi nada!

Cerró la puerta con fuerza y salió corriendo del lugar.

—Sabía que esto estaba mal...- dijo torturado Akaashi.

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·

·

La tensión se podía cortar con un cuchillo dentro de aquel coche. La música hacía lo suyo para intentar relajar el ambiente, pero parecía imposible.

Bokuto tenía la mirada fija en la carretera e intentaba con todas su fuerzas no pensar en lo que pasó y en lo que podría haber pasado si no hubiesen sido interrumpidos. Akaashi iba en la parte trasera en el asiento del medio vigilando a Sora que iba durmiendo en su sillita y a Ryo que iba también completamente dormido. Su diminuta manito apretaba con fuerza el dedo de Akaashi derritiéndole el corazón, pero sin lograr que la vergüenza dejase su cuerpo.

Shiro iba en el asiento del asiento del copiloto mirando por la ventana y con las mejillas encendidas como un par de tomates bien maduros y brillantes. No quería pensar, pero era inevitable. Tiene muy fresco en su memoria el como su padre apretaba a su madre contra la pared. Como acariciaba con su pulgar la cabeza de su pene e intentaba introducir algo por su intimidad.

Estaba avergonzado como sorprendido. Pero sobretodo avergonzado.

Nadie quiere ver como sus padres tienen sexo. Es perturbador.

—S-shiro...- habló Akaashi.

—¡No...!- tragó saliva.— No digas nada, por favor. Solo agradece que fui yo quien les vio y no Sora.

—Y yo que me estaba divirtiendo.- murmuró Bokuto.

—¡Papá!/¡Bokuto-san!- gritaron al unisono Akaashi y Shiro.

—Pero Akaaaashee, quiero estar a solas contigo~

Las mejillas del pelinegro se volvieron a sonrojar.

—N-no diga eso en frente de los niños.

El mayor hizo un puchero.— Los niños están durmiendo. Y Shiro es bastante grande para entender que papi y mami se quieren divertir.

El castaño quiso hundirse en el asiento del copiloto y no salir de él nunca. Se imaginaba que era normal que sus padres quisieran y tuvieran momentos íntimos para ellos solos... ¡Pero es que no le hacia falta saber lo que hacían!

—Puedo quedarme con Sora y Ryo unas horas con Kenma-san mientras...- volvió a pasar saliva.— Mientras os dejo solos.

—¡¿En serio Shiro?!- preguntó emocionado Bokuto.

El adolescente asintió.

—Pero debéis decirme cuando tengo que irme. No quiero tener otra sorpresa como la de antes.

Oikawa se estiró alzando sus brazos haciendo que por el movimiento la camisa que tenia puesta se alzase dejando ver su enorme y abultaba barriguita.

La acarició y sonrió completamente encantado de sentir leves pataditas por el movimiento de su bebé. Habia dejado de sentir las mortales patadas contra sus costillas hacia unos días y eso le ponía sumamente feliz. Estaba a casi poco más de un mes para explotar y poder ver al fin al fruto de su amor con Hajime, y pasar de ser una familia de dos a una de tres.

Aspiró el aire que le rodeaba sintiendo el claro olor a salitre y brisa marina. Su sonrisa se amplió por ello.

Habia logrado convencer a su hombre para ir hasta la costa como les había dicho Shouyo en el tiempo que estuvieron juntos. Puede que hubiese hecho algo de berrinche por querer ese capricho, pero lo había conseguido.

Hajime había logrado estar libre de casos importantes -aunque alguien que trabaja como abogado de familia no le resulta importante- y asegurado de no coger algún caso del que no podría librarse en un tiempo. Tan solo se había traído consigo un caso que tenia tiempo intentando concretar; por la custodia de un niño inocente. El padre -el cliente de su Iwa-chan- se veía bastante capaz de mantener al menor de tan solo tres añitos teniendo un buen trabajo mientras que la madre se negaba a dejarle la custodia completa, siquiera la compartida. Habían demostrado que la mujer cambiaba de trabajo cuando no le gustaba el que tenia y salia todas las noches llegando casi al amanecer.

No estaba capacitada para cuidar a un niño. Hasta alguien como Oikawa se daba cuenta de eso.

Ricos besitos en su nuca y fuertes brazos rodeándole desde atrás hizo que le doliesen sus ya sonrientes mejillas al ampliar más su sonrisa. Se recargó en el duro pecho de Iwaizumi sintiendo como acariciaba con infinito amor su barriguita mientras que él acariciaba con la yema de sus dedos los musculosos brazos.

—Creo que hacerte caso fue lo mejor que pude haber hecho.

Oikawa rió.— Yo siempre tengo razón Iwa-chan. Tu eres el único que no me presta atención.

—Yo si te presto atención, tontokawa.- mordisqueó suavemente su hombro.— A lo que no presto atención son a tus tonterías.

—No me tientes...- suspiró el castaño al sentir como el moreno empezaba a ponerse duro. Se estaba poniendo juguetón.— Quisiera que me hicieras el amor. Bien rico y suavecito como me gusta que lo hagas pero...- un lindo puchero se asomó por sus labios aunque el contrario no lo pudo ver.—... Mi libido ha caído en picado. El sexo es insípido ahora

El moreno repartió pequeños besitos por el blanco cuello y le siguió acariciando la barriga. A veces rozaba su nariz por la piel del cuello y perfilaba hasta donde podía la linea de su mandíbula sintiendo como Oikawa se dejaba hacer recibiendo gustoso los mimitos como un lindo gatito.

—No me hace falta hacerte el amor para demostrarte lo mucho que te amo.

El castaño sonrió por el meloso comentario y acarició inconscientemente el anillo en su anular izquierdo*. Su propuesta nunca se la habría imaginado así, tampoco esperaba que le propusieran matrimonio, pero era encantador. Él siempre había estado junto a Hajime desde que tenia memoria, y solo pensaba en quedarse lo que le quedaba de ella con él. Ambos se amaban y veía inútil e innecesario el casarse. Pero verle arrodillado en el aeropuerto de Argentina... Se le removieron todas la emociones contenidas por sus asquerosas hormonas de embarazado; y había dicho que si.

Parpadeó varias veces intentando alejar aquellos recuerdos. Eran bonitos, sí, pero sus estabilidad emocional no era la mejor y preferiría no volver a llorar

—¡Hemos llegado Tooru!

Oikawa jadeó y rompió el abrazo que tenia con Iwaizumi y corrió todo lo que su enorme barriguita le permitía hasta la entrada de la casita playera que habían alquilado por una semana.

—¡Fu-chan has venido!

La emoción que emanaba Oikawa era palpable y su bonita sonrisa solo hacia que el moreno no pudiese reprocharle nada por haber invitado a Futakuchi y Aone a pasar esa semana juntos bajo el misma techo.

Estaba seguro que si le decía que no a su chico, habría sido capaz de venirse con la pareja dejándole solo una semana. Por eso había adelantado todos sus casos.

No pensaba dejar solo a su parejita embarazada.

Dentro suyo cargaba el tesorito más importante de toda la tierra. Ni todo el oro del mundo podría dejar tanto a su pequeño tesorito como a su chillona y exigente pareja.

—Me alegro de verte Tooru.

Ambos chicos gorditos por su embarazo se abrazaron de lado al no poder hacerlo de frente y se fueron juntitos de la mano hacia el enorme sofá que tenia la sala.

Hajime suspiró masajeándose las cienes. Ya había sido dejado de lado.

Quería abrazar a Oikawa como nunca antes. Sentía que un deseo irrefrenable de no soltar su cuerpito.

—¿Qué tal el viaje?- le preguntó a Aone mientras le ayudaba con su equipaje; dirigiéndolo hacia la habitación que ocuparían.

—Tranquilo. Kenji durmió todo el camino.

—¿El bebé le hace sentir cansado?

Aone se sonrojó.— B-bueno... Se podría decir...

El moreno no volvió a preguntar nada. El sonrojo del menor respondía a su pregunta.

Y era mejor no seguir preguntando.

Después de que acomodaran todas sus cosas, decidieron ir a la playa que estaba justo detrás de la casa.

Se cambiaron a por unos bañadores, y ambos chicos embarazados se pusieron un enorme sombrero de paja cubriéndoles del sol. Hajime se había encargado de llevar los bolsos con las toallas para todos, la crema solar y una camisa para Oikawa ya que había salido sin ella por la puerta trasera directo hacia la arena; y una sombrilla para cubrirse del sol.

Aone por su parte se encargó de llevar una pequeña nevera portátil con bebidas fresquitas en su interior. Con ayuda del moreno hicieron algunos bocadillos que envolvieron en papel de aluminio y guardaron en bolsas.

—Oikawa, vuelve aquí.- llamó Iwaizumi al ver como el castaño iba directo al agua.

—Solo quiero mojar mis pies.- se quejó dando la vuelta hasta donde el castaño como niño regañado.

—Que malo eres, I-wa-chan.

La nariz de Iwaizumi se arrugo en desagrado y rodó los ojos. Aunque no la había escuchado, la risa de hiena empezó a sonar en su cabeza echándole a perder su buen humor.

—Kuroo...- dijo entre dientes.

—¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! ¡Yo también estoy!

Era precisamente por esto que no quería venir. Era por aquel par que le sacaba canas verdes que no quería ir a la playa.

Kuroo y Bokuto estaban rodeándole el cuello cada uno con uno de sus brazos: uno gritando como un niño y el otro con una sonrisa socarrona en los labios. En momentos como estos deseaba que Daichi estuviese con ellos pero el menor no podía dejar su puesto de trabajo y Suga se negaba a dejar a su policía solo en Miyagi.

—Oikawa-san. Tes ves más lindo hoy.- habló Shiro acariciando la gordita barriga del castaño.

Cuando había sido un crío, se pasaba horas acariciando la barriga de su madre al saber de Sora mientras ella dormía. Al saber de Ryo, hacía lo mismo con Sora hablándole en susurros a la barriga.

Les transmitía su amor a sus hermanitos desde fuera.

—¿De verdad?- dijo ilusionado Oikawa. Parecía que el alago le había gustado.

—¿Donde está Sora?- preguntó Futakuchi.

—Oh... vio a Nao y salió corriendo.- apuntó por encima de su hombro.

Al mirar más atrás pudieron ver al niño peliblanco junto a Sora y Kenji. La familia de Atsumu se acercaban hacia ellos junto a Kageyama que tenía entre sus brazos al cachorrito de Nao; y con Seiya agarrando la manito de Soichi que iba agarrada a la del rubio mayor.

—Estas son las mejores vacaciones de mi vida, ¿no lo crees, Iwa-chan?- dijo burlón Kuroo.

—Eres desagradable.- le dijo Kenma pasando de largo al pelinegro y caminando con tranquilidad hacia Shouyo.

Su amigo pelinaranja era lo único bueno de aquellas vacaciones.

—¿Por qué él está aquí?

El ceño de Soichi estaba completamente fruncido casi juntando sus cejas naranjas completamente enfadado.

Atsumu miró a donde apuntaba el dedito del niño y volvió a mirar a su hijo escasos segundos para seguir sacando las maletas del coche. Estaba pensando una buena excusa que decirle a su hijo del porqué Kageyama y Nao se iban a quedar en la casa que habían alquilado esa semana pero no se le ocurría ninguna.

No podía decirle que hacía aquello para que intentara tratar al pelinegro porque era su padre. Estaba seguro que decirle aquello no sería muy bueno para su pequeña mente.

—Creí que estaría bien que se quedaran con nosotros.- se encogió de hombros. Puso sus manos en las caderas y miró a los ojos de Soichi.— Alquilar una casa solo para ellos es demasiado.

—Pues se podrían haber quedado con los papás de Seiya. Ellos llevan quedándose juntos mucho tiempo. Seiya me lo dijo.

Atsumu suspiró y se agachó quedando a la altura del menor. Le atrajo en un abrazo dejando que su cabeza quedase en su pecho. Le acarició la espalda con una de sus manos y sintió sus diminutos bracitos rodearle.

—¿Por qué te cae tan mal Tobio-kun? Es una buena persona.

—Besó a mamá. Y solo tu puedes besar a mamá.

—¿Solo eso?

—No cuida bien de Nao. Hizo que mamá fuera al hospital. Su comida es mala y siempre está mirando a mamá.

Atsumu retuvo un suspiro. Puede que Kageyama no fuese el mejor padre del mundo, pero lo intentaba. Es verdad que por la presencia del menor su pequeña esposa tuvo demasiado estrés no recomendable para su estado terminando un horrible susto, pero no era culpa del chico. Tampoco iba a negar que era el mejor cocinero, pero sin duda lo único que se le daba bien al pelinegro era el voleibol. Y de que miraba de más a Shouyo pues... No podía mandar en el corazón del chico

No podía ir y arrancarle los ojos para que dejasen de ver a su pequeña esposa. Puede que al principio seria difícil, pero estaba seguro que Kageyama seria capaz cerrar aquel capitulo que tenia con Shouyo y abrir uno nuevo con alguien especial.

—¿Crees aguantar vivir una semana con él?

El niño refunfuñó.

—No lo se... ¿Y si me quedo con el tío Samu? ¿O KenKen?

—¿Tan mal te cae Tobio-kun para eso?- le separó mirándole con una sonrisa divertida.

—No es eso...- bajó la mirada.— No se como explicarlo papi... Es que... Hay algo en él que no me gusta. Me siento incomodo.

Atsumu suspiró derrotado.— Está bien.- acarició su cabeza.— Aguanta unos días. Si no puedes le diré a Samu que cuide de ti.

Soichi le abrazó con fuerza y cogiendo su propia mochila con sus cosas entró a una de las pocas casa más grandes de aquella villa; pasando de largo a Kenjiro y Nao que jugaban con el cachorrito que ya había sido puesto en el suelo.

Shouyo había entrado para darle de comer a los gemelos dejándole al pelinegro y a él el equipaje. No le había dicho nada de sobre que Kageyama se quedase con ellos, al contrario. Al ver a menor le sonrió y saludo con un amoroso abrazo a Nao.

—No le gustó que viniese, ¿verdad?

—Ni un poquito.- dijo apenado.— El que besases a Shouyo le dejó marcado.

—Agradezco lo que haces por querer acercarme a Soichi, pero es mejor no forzar a que me tolere.

El rubio paró sus movimientos y miró ceñudo al contrario.

—Algún día, Soichi dejará de ser un niño y es ahí donde le tenemos que decir la verdad.

—Preferiría evitar ese momento.

—Y una mierda.- apretó sus puños.— ¿No te has dado cuenta que cada día se va pareciendo a ti físicamente? He hablado con Shouyo de esto, y está tan en contra de decirle la verdad a Soichi como tu.

—Pues deberías hacerle caso.- murmuró.

—Pero yo no estoy dispuesto a que mi hijo me odie en el futuro por no decirle algo tan delicado y se entere por otra persona.

Cerró con fuerza el maletero de coche y cogió lo que pudo entre sus brazos caminando directamente hacia la casa.

Kageyama suspiró restregándose la cara. Aquello no era tan sencillo, dios.

Soichi podría parecerse a él todo lo que quisiera, pero aquello no cambiaba que Atsumu fuese su padre. Decirle la verdad al niño solo hará que se cierre en banda; el lo haría. La única verdad que había para Soichi era que Miya Atsumu era su padre y si alguien le decía lo contrario estaba equivocado.

Podía ver el amor que el niño le profesaba al rubio.

Para Soichi, Atsumu era como un superhéroe y él era al villano al cual debería de vencer.

Se agachó para coger las cajas que el rubio había dejado para que llevase; y las agarró bien entre sus manos. Pero no pudo dar ni dos pasos al escuchar un carraspeo a sus espaldas.

Al girarse, vio a Tsukishima de la mano con Seiya. Ambos acomodándose sus gafas con su dedo medio. De tal palo tal astilla.

—¿Te tienen de recadero o qué?- dijo burlón Seiya.

Kageyama entrecerró sus ojos en su dirección. ¿Por qué aquel niño no podía parecerse más a Yamaguchi?

—Me alegro de verte también Seiya.

—Pues la verdad yo no. Si hubiera sido por mi, habría preferido no ver tu cara de vinagre.

—Mocoso malcriado.- susurró entre dientes el pelinegro.

¡Y encima Tsukishima no decía nada! El muy maldito se quedaba callado. Como satisfecho de que le atacase de aquella manera.

—¿Y bien? ¿Que quieres?- le preguntó a Tsukishima.

—¿Puedes quedarte con Seiya?

—Pues...

—Parece que Tadashi enfermó y no quiere contagiar a Seiya.

Si hubiera podido, Kageyama se habría rascado la nuca incomodo con aquello.

—No me molesta cuidarlo...-

—No gracias. Eres un peligro para lo sociedad.- interrumpió el niño.

—Pero sabes que no estoy solo. ¿Tu hermano no puede?

—No pudieron venir.- internamente, ambos rubios se alegraban de aquello.— Aunque no me gusta decirte esto... Eres al único a quien le confiaría a Seiya.

—Está bien.- no va a confesar que le conmovió las palabras de su ex-compañero.

El rubio se agachó un poquito para ver a su niño y le acarició la cabeza.

—Pórtate bien. Y no le causes problemas a Miya-san y Shouyo.

—¿Eso quiere decir que le puedo sacar canas verdes a Bakayama?

Oi.- gruñó el nombrado.

—Solo un poco.

El niño sonrió y cerró los ojos para recibir un cálido beso en su frente por parte de su padre. Se colocó su mochila tras su espalda agarrando con fuerza las asas de esta y vio como su padre se despedía con su mano para volver a la casita que habían conseguido.

Retuvo un suspiro y la inseguridad invadió su cuerpecito.

Por fuera aparentaba ser un niño seguro, confiado y orgulloso. Sobretodo delante de los abusones de sus compañeros. Pero en realidad era más frágil e inseguro de lo que aparentaba.

Miró a Kageyama batallando con las cajas que cargaba y caminaron hacia la casa. Quería preguntarle si sabia donde estaba Soichi para no tener que buscarle; pero creía que aquello le hacia muy vulnerable.

Se había cansado de perseguir a Nao ya que su atención estaba en el hermano de Soichi y el horrible chucho que cargaba a todos lados. En cambios, Soichi lo había buscado y se emocionaba de estar con él aún si no hacían nada.

—Oh, Seiya. ¿Que haces aquí?- preguntó curioso Shouyo que cargaba a Ai entre sus brazos.

—Parece que Yamaguchi está enfermo y no quiere contagiarlo.- respondió Kageyama por el niño.

—Ya, enfermo.- le fue inevitable aguantar una gran sonrisa.— Soichi está arriba.- hizo un gesto con la cabeza a las escaleras.— Dile que se ponga el bañador. Dentro de poco saldremos a la playa.

El niño asintió e hizo una reverencia antes de subir por las escaleras.

Pisaba con la punta de sus pies sin hacer ruido y aferraba su mano izquierda al barandal de madera. Miró las numerosas puertas que habían en el segundo piso y se encaminó a la única que vio abierta. Como lo supuso al acercarse, allí se encontraba Soichi dándole la espalda.

La habitación no era la gran cosa. Era de un tamaño normal con una gran cama pegada a una de las paredes con una mosquitera colgando del techo. Una pequeña cómoda a unos metros de la puerta y unos cómodos sillones de mimbre con una pequeña mesita de café frente a ellos. La única y gran ventaba que había tenia un pequeño banquito pegado debajo de esta y el pelinaranja estaba allí sentado con los brazos apoyados en el marco mirando hacia el exterior la gran masa de agua que era el mar y la dorada arena.

Abrió la boca para decir algo pero nada salia de ella. Se sentía tímido de romper aquel agradable silencio en el cual el contrario estaba envuelto. Pero parece que el jadeo que no llegó a salir de su garganta fue suficientemente alto para que Soichi lo escuchase y girase su cabeza.

Sus ojitos azules se abrieron completamente sorprendidos y una gran sonrisa se asomó por sus labios.

—¡Seiya!

El pelinaranja saltó de su sitio corrió hasta estar en frente del de gafas.

Los bracitos de ambos picaban por darle al contrario un fuerte abrazo pero se contuvieron. En cambio Soichi amplió más, si es que aquello era posible, su sonrisa y Seiya intentó hacer una pareciendo aquello más una mueca.

—¿Que haces aquí?

—Mi mamá esta enfermo y mi papá le pidió a bakayama que me cuidase.- arrugó su nariz.— Pero no confió en él.

—Yo tampoco.- su sonrisa seguía ahí. Brillando.— ¿Pero entonces te vas a quedar aquí?

—Sí...- murmuró bajito.

—¡Eso es genial!- le agarró sus manos sin poder contener su entusiasmo.— ¡Podremos dormir juntos! ¡Jugar juntos! ¡Hacerlo todo juntos!

El corazón de Seiya latía con fuerza dentro de su pecho.

—¿No te aburrirás conmigo?- preguntó inseguro.

—Siempre dices lo mismo.- le apretó un poquito sus manos unidas.— Yo nunca me aburriré de ti.

El niño de gafas tragó saliva. Nervioso. Feliz. Ansioso. Con millones de emociones acumulándose en su interior.

—T-tu madre dice que iremos a la playa... Dice que tenemos que ponernos en bañador.

—Oh...

El calorcito en sus manos desapareció y vio al de ojos azules acercarse a su propia mochila encima de la mesita de café y rebuscar con sumo cuidado la prenda de baño.

Con pasos vacilantes, caminó hasta donde estaba el contrario y dejó su mochila al lado de la otra y la abrió de igual manera buscando su propio bañador. Él nunca había usado uno por lo que no sabia nadar tampoco haciendo sus inseguridades crecieran.

Vio como el pelinaranja sacaba unas bermudas cortitas de color negro y cerraba su mochila. Él agarró el suyo, color rojo carmesí que contrastaba con su blanquita piel y se mordió el labio inferior. Era un bañador slip que su mamá había insistido en comprarle pero él se moría de vergüenza de usarlo. Cuando se lo probó su mamá quedó encantado, pero él intentaba no morir de la vergüenza.

El silbido de la ropa siendo retirada le hizo girar su cabeza girándola con rapidez a otro lugar al ver como Soichi se quitaba los pantalones junto a la ropa interior quedando desnudo de cintura para abajo. Él en su vida nunca había visto a alguien desnudo que no fuesen sus papás cuando se bañaban juntos en la bañera cuando era más pequeño.

Con manos torpes y rápidas, también se puso su rojito bañador y se sintió expuesto al dejar al descubierto sus piernas.

—¿Ya estás listo?

La cabeza de Soichi asomando por un lateral le hizo dar un bote y parpadear mientras asentía apenado.

El pelinaranja le sonrió y agarró una de sus manos entrelazando sus dedos. Caminaron despacito hasta estar en la planta de abajo donde parecía que eran los únicos a los que esperaban y salieron de la casa por la puerta trasera que daba directamente a la playa.

Sintió en sus pies la suavidad de la arena y se maravilló por ello. Movía sus dedos de los pies de forma divertida y una sonrisa sincera se asomaba por sus labios ingenuamente feliz.

Un apretón en su mano le hizo apartar la vista de la arena de sus pies para ver de nuevo la brillante sonrisa de Soichi solamente en su dirección. Sus labios temblaron amenazando con romper la bonita sonrisa que tenía pero aguantó.

—¡Kenji! ¡Nao!

Seiya alzó una ceja girando su cabeza al escuchar gritos a la lejanía; y escuchando un bajito ugh por parte de Soichi a su lado.

Sora venía corriendo moviendo su mano llamando al de niños. Los abrazó con efusividad ignorando por completo que él y el pelinaranja estaban allí también.

—Ven. Sora me cae mal.

Soichi jaló de su mano y se adentraron más en la playa que era utilizada solamente por las personas que alquilaban las casas de la villa.

—¿Le dijiste a alguien lo que pasó en el restaurante?- le dijo el pelinaranja al estar completamente solo pero a la vista de todos; sentados en la arena.

—Nn... Dijiste que era un secreto. Nuestro secreto.

No recibió respuesta del contrario, pero tampoco la necesitaba. 

Sus rodillas se rozaban al estar con las piernas cruzadas y sus manos no se habían soltado en ningún momento.

Hacía una rica brisa que movían sus mechones que acariciaban sus frentes y sus miradas estaban fijas en el agua a metros de ellos. Tenía una necesidad de apoyar su cabeza en el hombro del menor* pero eso solo lo hacían las personas que se querían y Soichi era solo su amigo... Al cual le agarraba la mano y mantenían junto un secreto.

—¿Quieres nadar?- preguntó Soichi mirándole.

—No se nadar.- le dijo tímido.

—Mi papá me enseñó a nadar. Podemos decirle que te enseñe.

—P-pero me tendría que quitar las gafas para que no se mojen.

—¿No te acuerdas?- le sonrió y le agarró la mano libre.— Te dije que nunca soltaría tu mano.

Sus mejillas se sintieron calientes y culpó al sol por ello.

El pelinaranja tiró de él para ponerle de pie, y corrieron por la arena hasta llegar a donde estaban todos: algunos sentados en la arena, otros tumbados...; y con algunas sombrillas ya clavadas en la arena y abiertas impidiendo que les diese el sol.

—¡Papi!- llamó Soichi la atención de todos pero solo centrándose en Atsumu.— ¿Puedes enseñarle a Seiya a nadar?

—¿Ahora?

—N-no hace...-

—¡Claro! ¡Enséñale como lo hiciste conmigo!

—Primero hay que ponerse la crema solar- habló Shouyo con el ceño fruncido.

—No pasará nada.- dijeron a la misma vez padre e hijo sonriéndose entre ellos divertidos.

El pelinaranja entrecerró los ojos en la dirección de ambos. Ya empezaba a recolectar sermones que les daría a ambos cuando volviesen tan rojos como un camarón.

El rubio se quitó la camisa y Shouyo se contuvo de morderse el labio. Seiya y Soichi hicieron lo mismo y le dio sus preciadas gafitas a Akaashi que era el que estaba más cerca y se agarró con fuerza de la mano de Soichi.

No veía absolutamente nada. Todo eran manchas borrosas e irreconocibles. Solamente podía distinguir la anaranjada cabellera de Soichi a su lado y de Shouyo algo más lejos.

—¿Que tienes en la espalda?- preguntó curioso Kuroo a Atsumu.— ¿Son números?

—¡Oh! ¡Yo lo se! ¡Yo lo se!- dijo Soichi emocionado. Sabía que eran esos números.

Se acercó junto a Seiya hasta su padre y le obligó a agacharse dejando a la vista de todos la espalda del rubio que se mostraba algo apenado por aquello.

Su familia era la única conocedora del significado de aquellos números. Cuando se cambiaba o duchaba en los vestuarios del gimnasio procuraba que nadie le viese aquellos números grabados con tinta en su piel.

Sabía que llevar un tatuaje en Japón era mal visto. Los primeros se los hizo en Brasil, donde era normal decorar de aquella tu piel. Cuando quiso seguir añadiendo tinta a su cuerpo estando en Japón, había buscado un sitio confiable que le añadiese un par de números más.

—Son fechas.- dijo Soichi.— Ésta...- señaló la primera.— Fue el día que papá conoció a mamá.

El niño sonreía mirando los números en la espalda de su padre ajeno a las miradas que le dieron a Shouyo y a Kageyama. Ambos adultos intentando ignorarlas.

—Esta otra fue el día en que nací.- apuntó la segunda.— Ésta fue del día que papá y mamá se casaron. En este, fue cuando Kenji nació. Y éste es el más nuevo, porque fue cuando Ai y Takeo nacieron.- corrió al costado derecho y le alzó el brazo dejando ver unas letras en vertical.— Son las iniciales de todos.- dijo feliz el niño.— S de Shouyo. S de Soichiro. K de Kenjiro. A de Ai y T de Takeo.

Todos miraban mudos tanto el costado derecho como la zona izquierda de la espalda en completo silencio, algo incómodos. Atsumu lo podía sentir. Tragó saliva y bajó su brazo para agarrar la mano de Soichi.

—Vamos, hay que enseñarle a Seiya-kun a nadar.

La bonita sonrisa del niño se borró un poco al notar la voz tensa de su padre pero igualmente asintió.

El adulto y el par de niños caminaron hacia el agua dejando al resto detrás.

—¿Su equipo lo sabe?- habló Kageyama hacia el pelinaranja que vigilaba el sueño de sus niños tumbados en la toalla.— Podrían echarlo por eso.

—¿Acaso no sabe que los tatuajes están mal vistos?- secundó Iwaizumi.

—Es su cuerpo.- habló Kenma.— Deberían de callarse.

—No lo defiendas.- sermoneó Kuroo.— Está en Japón. Está mal.

—Precisamente...- habló Shouyo mirando hacia el mar. Atsumu tenía las manos de Seiya agarradas caminando de espaldas y el niño moviendo sus piernas. Soichi a su lado parecía alentarle.— Precisamente como no estaba en Japón lo hizo.- les habló sin apartar la mirada del rubio.— El equipo sabe de los tatuajes. Y si os dais cuenta, los hizo en lugares donde no se ven para que, si algún día decidíamos volver no les juzgaran como ustedes lo hacéis. Atsumu sigue siendo Atsumu. Y si no podéis estar junto a él solo porque está tatuado, es mejor que lo digáis para no estar cerca vuestro.

—Yo creo que es guay.- se encogió de hombros Shiro y miró a Shouyo.— Además, me parece súper romántico. Tienes las fechas más importantes de su vida grabadas en la piel.

—No digas tonterías.- frunció el ceño Oikawa.— No hay nada más romántico que viajen hasta la otra punta del mundo para que se te declaren.

—Por favor... tu declaración fue demasiada bochornosa para considerarse romántica.- rió Kuroo.

—¡Lo tienes Seiya! ¡Lo tienes!

La alegre voz de Soichi llegó hasta ellos viendo como el niño parecía nadar con algo de dificultad y Atsumu seguía con sus manos estiradas frente al rubio por si llegaba a hundirse; con una sonrisa en los labios.

Parece que si no es él, su niño se encargaba de que la sonrisa del rubio no se borrase de sus labios.

Tsukishima caminaba con algo de prisas hacia la casita alquilada después de dejar a Seiya en las torpes -y esperaba que responsables- manos de Kageyama. 

Había dejado a Yamaguchi solo acostado en la cama de la habitación que utilizarían y moría de nervios. El pecoso no parecía verse bien pero había insistido en venir a este viaje para que su bebé viese lo hermosa que era la costa. No quería que por un resfriado se echasen a perder los planes.

Introdujo las llaves en la cerradura y abrió la puerta.

—¡Tadashi, ya estoy...-!

No pudo ni acabar la frase ni quitarse los zapatos cuando sus labios fueron salvajemente besados sin piedad. De inmediato correspondió al beso y apretujó las redonditas nalgas del más bajo y le pegó a su cuerpo.

Yamaguchi empezó a restregarse en el cuerpo contrario logrando que reaccionase como quería al sentir la ya dura erección que se notaba a través del pantalón que llevaba. Dio un saltito enredando sus piernas en las caderas del mayor y con su mano cerró la puerta que seguía abierta.

Su espalda chocó contra la pared sintiendo ambos cuerpos más apretados y jadeó gustoso. Sus dedos se enredaban en el pelo rubio y las gafas que tenía habían volado a algún lado de la entrada importándole poco si las rompían sin querer. 

Se podrían reponer.

—Dijiste que estabas enfermo.- pasó su lengua por todo el  cuello.

—Era mentira.- jadeó en busca de aire.— Llevo una semana esperando esto.

—¿Por qué?

Yamaguchi gimió al sentir una profunda mordida en su hombro descubierto al llevar una camisa sin mangas.

Joder, como amaba aquel lado desinhibido de Tsukki.

—Podemos quedar embarazados.

Los movimientos sensuales que le hacían tener la mente en otra galaxia pararon de golpe haciéndole abrir los ojos.

Su pecho subía y bajaba en busca de aire por tanta acción en la entrada de la casa; viendo como los bonitos ojos de su rubio estaban abiertos de la sorpresa.

—¿Qué dijiste?

—Qué podemos embarazarnos.- tragó saliva. No se iba a echar para atrás después de llegar tan lejos.— Fui al médico para Shirabu-san me mirase y dice que podemos tener otro hijo.

—¿Es seguro?

—Dice que mi interior es algo agresivo, pero que no es imposible tener otro hijo.- las pupilas del rubio parecían cubrir todo el iris.— Podemos hacerlo todas las veces que queramos sin impedimentos.

—Por eso fingiste estar enfermo para que no estuviese Seiya.- dijo comprendiendo.

—Quería tenerte para mi solo. No podía hacerlo en la casa de Kageyama.- volvió a tragar saliva y dio un jalón algo fuerte a las hebras rubias escuchando un gruñido por el acto.— Por eso cógeme duro, Tsukki.

Sus bocas volvieron a fundirse en abrasador beso donde sus lenguas se encontraron y lucharon por ver quien ganaba.

Las manos del pecoso abrió la camisa blanca del rubio arrancando los botones que rodaron por las tablas de madera del piso y quitándola con prisa de su cuerpo. Le siguió su propia camisa que fue retirada con prisas. Sus cuerpos se pegaron más y sus manos se pasearon expertas por la ancha espalda del mayor arañando con algo de fuerza sabiendo que encendía al contrario.

El beso fue roto separando ambas bocas jadeantes. Los labios entreabierto del pecoso empezaron a soltar sonoros gemidos al sentir húmedos besos recorrer su cuello y como el rubio empezaba a simular embestidas aún teniendo sus pantalones puestos. Quería desgarrarlos.

Sus duros pezones fueron vilmente atacados por los traviesos dedos de Tsukishima que apretaba con fuerza en ciertos momentos para luego darle suaves caricias dejándole con ganas de más. Sus labios parecían necesitados de nuevo y volvieron a unirlo en otros apasionado besos en que dientes y lenguas entrechocaban.

—Por un demonio Tsukki, fóllame ya.- demandó.

El rubio gruño en su oído le dejó en sus pies sintiendo sus piernas temblar como si fuese un cervatillo recién nacido.

Le dio la vuelta con fuerza y le bajó sin ninguna delicadeza los pantalones hasta el suelo. Lo sintió agacharse y separar sus nalgas con ambas manos.

Después, no pudo acallar los incesantes gemidos que salían de su boca. El rubio movía su lengua en su apretada intimidad mandándole descargas de placer por todo el cuerpo. Se movía de forma circular para luego pasar a lentas y tortuosas penetraciones dejándole con ganas de algo más grande y grueso llenándole.

—Tsukki, por favor...- suplicó.

—¿Por favor... qué?

Yamaguchi jadeó gustoso al sentir como la dura erección del rubio restregarse en la raja que separaba sus nalgas.

—Métela. Profundo. ¡Fóllame joder, Tsukki!

Un sonoro gemido volvió a salir de su garganta al sentirse invadido por aquel pedazo de carne caliente. No se había dado cuenta de cuanto lo deseaba.

—No sabes como me pone que hables de esa manera.- paseó su lengua repasando la oreja del menor.

El pecoso gimió bajito. Gustoso.

Una de sus piernas fue alzada por las fuerte manos del rubio y sintió como se deslizaba hacia afuera dejando solo la punta dentro. Se mordió el labio inferior para que no saliese ningún gemido de sus labios pero fue imposible.

Gimió mientras cerraba los ojos al sentir como entraba de nuevo de un solo golpe llegando mucho más profundo al estar en aquella posición.

Las mordidas habían vuelto a atacar a su piel de los hombros y parte del cuello mientras arremetía con fuerza contra él. Gruñidos salían de la garganta del rubio y los dedos que alzaban su pierna estaba seguro que se quedarían grabados en su piel.

El golpe de sus pieles tras cada dura embestida combinados con sus gemidos y gruñidos eran la sinfonía que resonaban en las paredes de la entrada. Clavaba sus cortas uñas en la madera de la pared e intentaba jalar aire para sus pobres pulmones.

Desgarró su garganta al sentir como su punto más erógeno fue tocado haciéndole llegar al orgasmo manchando pared y suelo.

Su cuerpo vibró al sentir como Tsukishima intentaba llegar a su propio éxtasis, y gimió bajito, casi fue un susurró al sentir como la semilla caliente del rubio bañaba su interior.

—Espero que no estés cansado.- le susurró el mayor en el oído.— Porque no pienso desaprovechar esta oportunidad, Dashi.

*Sinceramente, no se donde va el anillo de compromiso y donde el de matrimonio.

*Recordemos que Seiya es unos meses mayor que Soichi.

Después de un tiempo sin actualizar, he regresado.

Me centré en 'Yo en Karasuno' porque me llegó un gran momento de inspiración y no lo quería perder abandonando esta historia un tiempo. Pero como recompensa por esperarme, os traigo un capitulo algo largo. Intentaré traeros otro capitulo en estos días.

Espero que les haya gustado el capitulo e ignorad las faltas ortográficas. Ya las corregiré.

Hacía tiempo que quería que Atsumu tuviese un tatuaje pero no sabía cual podría ponerle hasta que me decidí por las iniciales de su familia y las fechas más importantes.

Seiya y Soichi volvieron a purificar mi alma pero la ensucié de nuevo al escribir la sabrosura del TsukiYama.

Díganme aquí la parejita que quieren ver en el siguiente capitulo →

Nos leemos pronto.

~Zeni13~


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