Capitulo 27 parte 5
Nada más abrir los ojos esa mañana, lo primero que hizo Futakuchi fue bufar.
Su ceño estaba completamente fruncido y tenia un tierno puchero colgando de sus labios que pretendía ser una mueca de enfado. Pero no lo lograba.
Llevó sus manos a su abultada barriguita de casi seis meses y la acarició intentando mitigar las letales patadas de su bebé. Lo quería, lo amaba con todo su corazoncito, pero sus malditas patadas le habían hecho abrir los ojos de su placido sueño.
Ser padre, era uno de los sueños que quería cumplir en su vida, pero se estaba arrepintiendo de desear eso. Su pequeño bebé le pateaba las costillas como si fueran un bonito y redondo balón de fútbol. En el primer trimestre de su embarazo le pareció divertido que le asquease cualquier comida que le pusieran delante de sus ojos y solo podía comer cosas a base de arroz.
Y ahora que iba a mitades de su segundo trimestre, le pareció oportuno que le diesen mareos matutinos. La verdad, eso debería de ser en los primeros meses, no cuando tu barriga era tan grande que impedía verte los pies.
Y hablando de pies. Se le hinchaban demasiado y no le gustaba. Le dolían y junto con Oikawa, ambos estaban de acuerdo que esa barriga por muy bonita que era por llevar a la cosita más bonita que vería el mundo, era un estorbo para intentar mitigar el dolor de sus pobres pies hinchados.
Lo bueno era que ambos estaban de acuerdo que sus parejas les consentían todo. Y era lo menos que podían hacer después de haberlos dejado así. Bueno, el embarazo es cosa de dos a lo que se refiere el proceso, pero habían veces en que su amiguito de látex se rompía y ya se podía echar la culpa al papi que metió la salchicha en el pan.
Pero lo que probablemente estaba seguro, es que al menos tendría un hijo más cuando el que venía en camino fuese un poco más grande y cerraría la fabrica. Este sexy horno no estaba para muchos bollos.
Además, tenía que hacer que alguno de sus futuros hijos tuviese una relación estable con los de Oikawa. Su amistad se afianzaría y podrían incluso planear la boda de sus niños juntos.
Sería fantástico.
Con un estado de ánimo algo más alto debido a sus pensamientos positivos intentó sentarse en la cama, pero no pudo. ¿Donde estaba Aone cuando lo necesitaba?
Por las noches dormía boca arriba porque la piel de su barriga empezaba a ser algo tirante y no le dejaba dormir con comodidad si lo hacía de lado.
Despacio y con cuidado se puso de lado y con ayuda de su codo impulsándose hacia arriba, para quedar sentado. Soltó un soplido de cansancio y se acarició la barriga. Esperaba no soltar por el retrete todo lo que comiese, o la bilis. Tenía ganas de vaciar la vejiga, pero se negaba a sentarse en el váter. Era algo que todavía le costaba asumir. Su enorme pancita tapaba su cosita y temía no apuntar bien al no ver bien.
Pero no tenía de otra.
Se levantó despacio y caminando como un pato, fue hasta el baño. Se miró en el espejo su pelo desarreglado y su barriga al descubierto al estar sin camisa. Aunque se quejase, le gustaba verse al espejo, viendo como su bebé crecía.
—Estaré gordo, pero estoy más bueno que el pan.
Hizo sus cositas y se lavó las manos antes de salir del baño. Caminó por el modesto pasillo que conducía a la cocina y al entrar pudo ver a Aone de espaldas haciendo el desayuno para los tres.
Había discutido con el albino por si tener una casa de dos plantas o de una sola. Él exigía una de dos mientras que el contrario de una sola. Al final ganó él pero tuvo que aceptar que cuando le fuese más difícil moverse, su dormitorio estaría en el piso de abajo, por lo que acondicionaron lo que iba a ser el despacho de Aone en el dormitorio de ambos cuando entró en el cuarto mes y su barriga creció como un bizcocho en el horno.
Su mente no dejaba de pensar que aquel niño iba a ser igual de alto que su padre, aunque él no se quedaba atrás. Esperaba también y que fuese igual de apuesto que lo era su prometido.
Cerró su puño y con este tocó la madera del umbral llamando la atención del albino. Este al verle apagó la estufa y caminó hasta su lado. Le rodeó su cuello con sus manos y el más alto su cintura haciendo que la piel de su vientre chocase contra la de Aone.
El albino se inclinó hacia el frente y dio un tierno beso en los labios del castaño.
—Buenos días.
—Buenos días.- le dijo de vuelta.
—Pensaba llevarte el desayuno a la cama.
—Ya bueno, a tu hijo le pareció que la cama no era buen lugar para estar y por eso atacó mis costillas sin piedad.
—Sabes que es normal.- le dijo Aone acariciando su barriga con amor.— O eso dice Shirabu-san.
El castaño rodó los ojos y se separó del contrario para sentarse en una silla.
—Dudo que su bebé le pateé como si fuese un balón. Apenas y se le nota el embarazo.
—Sabes que cada embarazo es diferente.
Futakuchi murmuró un par de cosas más hasta quedarse callado y mirar como Aone termina de hacer el desayuno.
Los músculos de su espalda se contraían dependiendo del movimiento que hacia y eso le encantaba. Y estaba deseoso de pasar sus manos por esa espalda y clavar sus uñas dejando claras marcas que indicase que era suyo. Pero había un ligero problema.
Aone no le tocaba.
¡Estaba sexualmente frustrado!
Su libido ahora esta por las nubes y deseaba que Aone se enterrase en lo más profundo de él... Bueno, no tan profundo. Tenían que cuidar de un niño. ¡Pero lo peor es que podían intimar! Shirabu les había dicho que tener sexo era bueno pero tampoco tenían que fornicar como conejos.
Al menos podía compartir esta frustración con Oikawa. Deseaba que estuviese allí con él y hablar cuando Aone no estaba en casa y decirle como había dejado de tocarle. Sabía que Iwaizumi tampoco parecía saciar el alto libido de Oikawa, pero creía que era peor lo suyo. Solo recibía besitos en su frente a forma de cariño o algún que otro piquito en los labios. Nada de fogosos besos con lenguas enredándose en ellos o marcas en el cuello dejando en claro que tenían a alguien.
El albino esquivaba sus besos porque sabían que iban implícitos de querer algo más. Habían dejado de bañarse juntos, y solo lograba que el más alto le cuidase fuera de la bañera mientras que él se bañaba. Sus caricias eran detenidas cuando viajan más allá del ecuador hacia la zona sur. Y sinceramente, se había cansado de ser rechazado.
Aunque estaba deseoso de ser tomado por su chico, tampoco hacía falta que le penetrase. Podía poner su grueso, duro y gran pene entre sus piernas y embestirle sintiendo como se frotaba con el suyo. Era un limite que estaba permitido a poner si el contrario no quería tomarle como era debido.
Él solo quería sentir que la excitación que tenía acumulada disminuyese.
—¿Me quieres?- preguntó Futakuchi a Aone cuando se sentó en la mesa con el desayuno de ambos.
—Claro que lo hago.
—¿Te sigo pareciendo lindo?
—Nunca has dejado de serlo.
Vale... Ahora mismo el castaño estaba evitando no sonrojarse ante la sinceridad de Aone.
Debía de ser fuerte.
—¿Entonces no me veo gordo para tus ojos?
Aone rió.— Si por mi fuera, me gustaría que te quedases así para siempre.- alargó su mano hasta enlazarla con la del castaño.— Eres la persona más linda del mundo, y tu barriga abultada con nuestro bebé dentro acrecienta tu belleza.
Futakuchi.exel ha dejado de funcionar.
Las palabras que tenía destinadas a decirle se quedaron atascadas en su garganta y su mente prefería dejarle como un tonto con la boca abierta y las mejillas tan rojas como la nariz de un payaso.
—Si me veo lindo, ¿por qué no tienes sexo conmigo?- dijo con la esperanza de que tuviesen algo de acción antes de salir hacia el babyshower.— Puedo escuchar como te masturbas en el baño aún cuando detienes mis caricias.
—No quiero hacerte daño.
—No lo harás.- se apresuró a decir.— Nunca lo haces.
El albino apartó la mirada.— Es mejor como estamos.
Futakuchi dejó los palillos en a mesa y se levantó de su silla con el ceño fruncido.
Caminó hasta estar junto a Aone y se puso encima de sus piernas con dificultad y le miró con el mismo puchero con el que había amanecido esa mañana. Su vientre abultado tocaba el marcado de Aone y pretendía verse intimidante.
—Quiero sexo.
—Ya te he dicho que no.
—Por fi~- dijo como un niño pequeño.— Mi libido está por las nubes y tu eres el único que me calma.
Aone frunció el ceño y apartó la mirada. Debía resistir a las suplicas de Futakuchi como había estado haciendo durante meses. Era por el bien del castaño, por eso lo hacia. Aunque fuese difícil.
—Si quieres no hace falta que lo metas.- eso pareció llamar la atención del albino cuando su cabeza se movió ligeramente, casi nada.— Sabes que el perrito me ha encantado...- le dijo mientras que con su dedo indice repasaba la oreja derecha del contrario.— Y podrías rozar al pequeño Aone contra mi pequeño amigo.- se acercó un poco más y le mordió el lóbulo de la oreja escuchándolo jadear de la sorpresa.— No digas que no... Sabes que quieres.
Tenía que ser fuerte. Debía de serlo.
¿Pero podría?
Después de desayunar un poco de fruta picada con yogur, Shirabu y Semi estaban en la habitación de ambos acostaditos en la cama.
Bueno, Shirabu estaba sentado en la cama con la espalda apoyada en el respaldo de esta acariciando con tranquilidad e infinito amor los cabellos cenizos de Semi quien a su vez estaba acostado encima de sus piernas mirando su barriga de casi cinco meses que empezaba a abultarse más; mientras la acariciaba.
Se había levantado la camisa lo suficiente para que el otro le repartiese las caricias y algún que otro besito por la piel incluyendo su ombligo que empezaba a salirse hacia afuera, aunque era apenas notorio.
Habían decidido no hacer nada mientras esperaban a que llegase la hora de ir a la tan ansiada fiesta que Kuroo había preparado. Fue muy gentil de su parte hacer esta fiesta, sobre todo si contaban que parecía que habría un bebé tras de otro. El primero en reventar sería Oikawa que era el que llevaba un embarazo más avanzado. Le seguía Futakuchi con unos meses menos. Luego iba él con sus casi cinco meses y por ultimo estaba Kenma que apenas y estaba entrando en el segundo trimestre.
Y ahora que se ponía a recapacitar más a conciencia, todos empezaron siendo rivales y algunos terminaron siendo amigos. Sus amistades florecieron en amor aunque una se marchitó antes de tiempo pero que no tardó en buscar de nuevo su fuente de luz que la hiciese revivir, y ahora todos parecían una disfuncional pero bonita familia.
Y puede que este primer babyshower, fuese una de las tantas futuras reuniones familiares.
Solo que en esta habían pocos niños, y los que habían estaban en encargo a venir en poco meses. Y él había acabado siendo el médico privado de todos.
—Oh, parece que la pequeña ha dado una patadita.- rió Semi.
Y sí, pequeña.
Parecía que el destino quería darles de nuevo una nueva niña. Le sorprendía este hecho ya que ellos al tener solo un cromosoma X era más difícil de concebir a una niña. Pero ellos lo habían logrado. Aunque, esta niña nunca remplazará a Hikari, y estaban dispuesto a contarles a sus futuros hijos, de lo amada que fuese su hermana mayor aunque no pudieron disfrutar mucho de ella.
—Apenas se mueve.- dijo con una sonrisa Shirabu.— A veces me pregunto si de verdad está ahí.
—Claro que lo está.- Semi le acarició la piel con su nariz de forma cariñosa.— Sobre todo cuando papá le habla.
Shirabu rodó los ojos.
—Solo le hace caso a papá cuando él coge su guitarra y le canta.
—¿Ah, sí?- preguntó con una sonrisa.— ¿No será que me haces caso cuando tengo la guitarra entre mis manos?
—Puede que me parezcas más atractivo.
Semi rió y se enderezó para llegar hasta los labios de Shirabu y besarlos despacio.
Le acarició las mejillas con cariño y lo recostó en la cama quedando de lado. Sus labios se movían en sincronía y se separaban cuando necesitaban coger aire. Cuando acabaron de besarse, ambos cerraron sus ojos y empezaron a acariciar la nariz del otro con su propia nariz.
Semi fue el primero en retirarse apenas lo justo para mirar los ojos de Shirabu. Le acarició la cara con la yema de los dedos y miraba embelesado las facciones contrarias. Hikari era una bebé realmente hermosa, muy parecida al castaño y estaba seguro que si hubiese seguido con ellos habría tenido problemas cuando ella fuese una adolescente, teniendo que espantar a los mal nacidos que se atreviesen a acercarsele.
Y si creía que Hikari era una linda bebé, estaba seguro que su futura bebé que nacería en unos meses, sería igual de linda que como su Hikari.
Y si intentaban hacerle algo a su familia, esta vez si que daría su vida para evitar que se la arrebatasen de las manos.
—Te amo. ¿Lo sabías?- susurró Semi.
Shirabu se sonrojó y le echó la culpa a las hormonas del embarazo.
—Y-yo también te amo... Aunque no te lo digo mucho.
—No importa.- le dijo mientras le daba caricias en la espalda baja.— Se que lo haces.
Shirabu se movió un poco más cerca del cenizo y enredó sus piernas con las de él. Se sonrieron mostrando todos sus dientes y disfrutó de tener al contrario entre sus brazos. De sentir su calor y su cariño.
Era una sensación similar a la que sintió cuando Hikari crecía dentro suyo y Semi le cantaba para que se relajara.
Y aunque no pueda evitarlo, le sigue doliendo su perdida después de los años, pero que ahora era más llevadera. Y tampoco habían vuelto a saber de Goshiki después de ese horrible momento.
—¿Por qué no llevas tu guitarra a la fiesta?
—¿Que tal si las bestias del enano del Karasuno la rompen? ¿O la de la estrella de los Black Jackals?- dijo preocupado.— O peor... ¿Que tal si Satori la coge? Puedo sentir como mis oídos empiezan a sangrar.
Shirabu empezó a reír con fuerzas al escuchar eso ultimo.
—Satori no puede ser tan malo.- quiso defender al pelirrojo.
—¿Te recuerdo como hizo que los cristales de la escuela casi se rompen al tocar el violín en clase de música?- Semi negó con la cabeza.— Lo siento, pero no quiero pasar por eso de nuevo.
Shirabu se mordió el labio inferior y negó con su cabeza levemente. Con su mano acarició la cara del cenizo y suspiró enamorado. El contrario le regaló una bonita sonrisa y Shirabu le imitó.
—Aún pienso que deberías de llevarla. Estoy seguro que a los niños les gustará.
Semi hizo un puchero disconforme.— Tengo esa guitarra desde que entré al conservatorio. Es importante para mi.
—Confía en mí. Nada malo pasará.- aseguró.
El cenizo no pudo hacer nada más que asentir.
No podía discutir con Shirabu, sobre todo con uno embarazado. Agradecía que las hormonas habían aplacado la ira que se formaba cuando hacia algo mal. Era algo que agradecía en secreto.
—Está bien... Pero si le pasa algo, te lo recordaré hasta cuando seamos viejitos.
El castaño sonrió y le dio un pequeño beso sellando aquella muda promesa para el futuro.
—Deberíamos levantarnos.- habló Semi.—Probablemente Satori y Ushijima vendrán pronto.
Shirabu se quejó haciendo sonidos con su garganta y ni se movió ni un solo centímetro cuando el cenizo empezó a tironear de forma suave su brazo para que se moviera de su sitio.
Él sabía que aquel par no llegaría tan temprano. Su instinto le decía que acabarían haciendo algo indecente antes de venir y sería mucho más vergonzoso el tener que mirarlo a los ojos. A ambos. Y no quería arruinar la poca inocencia que aún Semi tenía al respecto de eso.
Acabó cediendo y se sentó en el borde de la cama. Observó como el mayor se movía hasta el armario y sacaba la ropa que ambos se pondrían. Una fresca y cómoda. Había comprobado que estar embarazado en época veraniega era lo peor que podía pasar. El calor era espantoso, sobre todo con una barriga en crecimiento. No quería imaginar el sufrimiento que debería de estar pasando Oikawa con una barriga mucho más grande que la suya.
Levantó sus brazos para que Semi pudiese retirar su camisa y sonrió divertido al mayor al ser mimado como a un niño pequeño.
Se dejó poner la camisa que escogió el contrario, y cuando sacó la cabeza jadeó de la sorpresa cuando sintió unos labios aprisionando los suyos, los cuales enseguida empezó a mover con ternura.
—No hagas eso... Me dejas tonto.- reprochó el castaño.
—Creo no poder cumplir eso.- dijo volviendo a besar sus labios.— Eres demasiado precioso para poder detenerme.
Shirabu se sonrojó y le dio una tierna patadita de conejo en su pecho para que se callase.
No iba a admitir que le aceleraba el corazón cada vez que escuchaba palabras tan lindas como esa. Estaba seguro que podría morir de la felicidad y de amor por culpa de Semi.
—Pero mira lo guapa que estás.- dijo Shouyo acomodando el vestidito de verano que le había comprado a su niña.— Serás la bebé más guapa de la fiesta junto a Haruka.
Ai balbuceó algo que el pelinaranja no entendió y la cogió entre sus brazos. Caminó fuera de la habitación de los gemelos y fue hasta la sala donde Soichi y Kenji miraban la televisión acostados en el suelo arrugando las ropas que él había aprobado después de que ellos las escogieran.
Dejó a la pequeña en el suelo mientras la rodeaba por una barrera de cojines y se llevó ambas manos a las caderas.
—Están arrugando la ropa.- regañó.
Soichi le miró de reojo pero no se movió. En cambio, Kenji se levantó y se sentó en el sofá evitando que su ropa se arrugase más de lo que ya estaba.
—Soichi, levántate del suelo.
—No quiero.
—Soichiro.
El niño bufó y rodó los ojos.
—¿Por qué tengo que levantarme? Ai está en el suelo. Tu mismo la dejaste ahí.
—No es lo mismo. Ella es una bebé.
—La ropa se está arrugando de la misma manera.
—Tiene razón mamá.- dijo Kenji encogiéndose de hombros.
—Eres igual que tu padre.- el pelinaranja menor no reaccionó ante el comentario.— Voy a vestir a tu hermano. Cuando vuelva más te vale que no te encuentre acostado en el piso.
Shouyo se giró y salió de la sala y se escondió detrás de una de las paredes y se asomó un poco para ver que hacía su hijo y si tenía que estar preparando un sermón por no haberle hecho caso.
Sin duda, Soichi cada día se estaba empezando a parecer a Kageyama y eso le asustaba. Hacía hace unas horas atrás, había entrado y preguntado de forma tímida si el pequeño monstruo de Tsukishima aparecería en la fiesta de hoy. Y ahora, era indiferente y su terquedad salía a la luz. Era algo que llevaba en la sangre y que era incapaz de borrar.
—Soichi... Sube al sofá. Mamá se enfadará.
—Me da igual.
—Pero Soichi... ¿Qué pasa si te castiga?
El pelinaranja bajó la mirada y no dijo nada. El de pelo cobrizo suspiró y se arrastró hasta estar de nuevo en el suelo, esta vez más cerca de su hermano.
Sus hombros casi se rozaban y Kenji terminó por apoyar su cabeza en el hombro de su hermano mayor.
—Si te castiga a ti, a mi también.
—No quiero que se enfade contigo.- murmuró bajito.
—Eres mi hermano. Y a los hermanos no se les deja solos.
Soichiro sonrió y apoyó su cabeza en la de su hermano.
—Siempre podemos decirle a mamá que estábamos jugando con Ai.- propuso pensativo Kenjiro.
—Pero a mamá no le gusta que mintamos.- dijo con el ceño fruncido el pelinaranja.
—Es solo una idea.
Shouyo suspiró bajo y caminó hacia donde de verdad debía de haber ido.
Entró a la habitación donde su bebé se encontraba y con cuidado lo alzó. Lo meció un poco viendo como sus hebras naranjas como las suyas empezaban a crecer, y podría jurar que la raíz parecía algo más oscura que el resto del pelo.
Besó su pequeña nariz y lo dejó en una pequeña cómoda donde tenía un cambiador instalado. Retiró su mameluco fresquito y le cambió el pañal a uno limpio. Le puso unos pantalocillos cortos junto a una camisa. Le colocó unos zapatitos que mostraba sus deditos y un gorrito que le cubriría del sol.
Lo volvió a cargar para dejarlo de nuevo en la cunita que compartía todavía con Ai. Agarró un bolso grande de color negro y empezó a abrir las gavetas de las cómodas sacando varias mudas de ropa por si sus bebés se ensuciaban. Agarró casi un paquete entero de pañales y toallitas húmedas para limpiarles. Protector solar -muy importante- y baberitos para que no se manchasen al comer.
Dejó espacio para los biberones y asintió de acuerdo de que llevaría un termo para que la leche estuviese calentita.
Salió de allí y fue a la habitación de Kenjiro. Allí buscó una muda de ropa cómoda por si se manchaba, e hizo lo mismo con Soichiro y volvió a donde estaba Takeo y metió la ropa en el bolso que parecía a punto de explotar.
Volvió a coger a su niño entre sus brazos y lo acomodó en uno solo de ellos para poder coger el bolso y colgarlo de su hombro. Caminó por el pasillo hasta llegar a la sala de nuevo, pero sin llegar a entrar al volver a escuchar como sus hijos hablaban.
—Yo creo que tiene la nariz de papá.- era Soichi.
—Pero se parece más a mamá.
—Mm... No quiero que se parezca a mamá.
Eso, le dolió a Shouyo en su pobre corazón.
—¿Por qué?
—Porque mamá es muy lindo. No quiero que ella lo sea también. Tendría muchos problemas.
—Pero papá también es guapo. Entonces también tendría problemas.
—Tienes razón.- concordó Soichi con su hermano.
Shouyo sonrió con lágrimas en sus ojos. Los temores que tenía sobre su hijo eran infundados. Solo era su corazón de mamá preocupada de que Soichi pudiese llegar a desarrollar la peor parte de la personalidad de Kageyama.
Pero Soichi no era Kageyama.
Se aclaró la garganta y se retiró cualquier signo de lágrimas de sus ojos y entró de nuevo al lugar. Ambos niños se giraron a mirarlo y les sonrió. Dejó el bolso en el suelo y se agachó para poder poner a Takeo junto a su hermana; quien enseguida agarró la manita de la contraria al estar juntos.
—¿Los podéis cuidar?- preguntó a sus hijos mayores.— Voy a decirle a papá que debemos irnos.
—Claro mami.- respondió Kenji.
Shouyo asintió y se levantó.
—Mamá...- el pelinaranja se giró al oír la voz de su bebé más grande.— Perdón... por no hacerte caso antes.
El pelinaranja mayor negó con la cabeza.— No hay problema cielo.
Volviendo a salir de la estancia caminó hacia su propia habitación. Al entrar pudo ver que en la cama, Atsumu había dejado perfectamente tendida la ropa que ambos se pondrían para ir a la casa de Kenma.
Podía escuchar como su sexy marido se daba una ducha en el baño de su habitación y una sonrisa lobuna apareció en sus labios. Se retiró la camisa que le pertenecía a Atsumu junto a los ajustados boxers que llevaba puestos. Podrían haberlo hecho prácticamente toda la noche, e incluso la vergonzosa masturbación en la que fueron pillados in fraganti, pero quería sentir más a su chico.
Quería sentirlo mientras aún podía.
Se mordió el labio inferior y se abstuvo de gritar de alegría y saltar de lo mismo. Conocía su cuerpo, demasiado bien, y podía sospechar que Atsumu también, y por eso le hizo todas esas preguntas esa mañana.
Estaba completamente seguro que estaba embarazado de nuevo, y que estaría de aproximadamente dos meses. Y que cuando había acabado así fue cuando Kageyama se quedó a cenar junto a Nao y Atsumu se puso celoso. Todavía recuerda ese momento en la bañera y luego como le siguieron muchos otros en la cama.
Todos sin protección alguna.
Su rubio marido era de los que donde ponían el ojo, ponían la bala. Ambos querían una familia grande. Él estaba dispuesto a pasar todos los embarazos que fuesen posibles para que su familia siguiese creciendo.
Sería una de las pocas personas en el mundo que contribuiría a que la natalidad del país subiese.
Abrió de forma suave la puerta del baño y vio la ancha espalda de Atsumu al frente. Sonrió con malicia y se acercó hasta las puertas de cristal y las abrió suavemente. Con sus flacuchos brazos rodeó el fornido cuerpo de su chico sintiendo como se sobresaltaba del susto.
—¿Qué haces Shouyo?
—Abrazarte.
—¿Eso implica que también estés duro?
El pelinaranja rió bajito. Se posicionó en frente del rubio y le sonrió. Cerró la llave para que dejase de salir agua que les mojase y se puso de puntitas para que sus labios se llegasen a tocar.
Atsumu rodó los ojos divertido y se inclinó para cerrar la distancia que los separaba y besó de forma sensual los labios de su pequeña esposa. Acarició su espalda desde sus hombros y fue bajando hasta llegar a sus nalgas y apretarlas con suavidad.
—Mgh...- gimió bajito separando sus labios de los contrarios.
Atsumu rozaba su nariz con la de Shouyo y este acariciaba los pelos de su nuca dejando que su propia burbuja personal les siguiese rodeando.
—Ya te dije que no lo haremos.
—Pero ya no debemos de ir a por Osamu.
—No hay excusa que valga. No lo haremos.
—Eres un aguafiestas.
Atsumu rió y le besó.— Ya lo hicimos mucho anoche.
—Quizás no quedé satisfecho.
El rubio volvió a darle otro apasionado beso acorralando al menor contra los fríos azulejos. Estrujaba sus nalgas y el contrario se restregaba contra el mayor.
Atsumu se agachó un poco para agarrar las piernas de Shouyo haciendo que este enredase sus piernas alrededor suyo. Separaron sus bocas haciendo que un chasquido se formase al hacerlo y sus respiraciones se hicieron más rápidas.
—Solo la puntita.
—Sabes que solo la puntita no bastará.
Shouyo gimió con frustración y apoyó su frente en el hombro del mayor.
—¿Por qué eres cruel?- preguntó.— Puedo sentir a Tsumu-chan dispuesto a atravesar las barreras.
—No me tientes Shou.
El pelinaranja hizo un puchero y el rubio tuvo que girar su cara. Esos bonitos ojitos caramelo junto a ese adorable puchero eran letales para él. Eran el arma más poderosa capaz de derrotarlo y caer en sus garras.
Debía de ser fuerte.
—Empiezan a verse las raíces castañas.- dijo Shouyo acariciando las hebras rubias.— Deberías de teñirlo.
—He pensado en dejar mi color natural.
—Me gustas de rubio.- acarició la mejilla del contrario.— Pero de castaño también serás super sexy.
Atsumu jadeó al sentir como el menor alargaba su mano y rodeaba su duro miembro con ella. Tanteó su entrada y sintió como la punta penetraba la entrada de su pequeña esposa.
Shouyo gimió complacido y se enterró por completo en aquel pedazo de carne.
—C-creo que s-seremos los últimos en llegar h-hoy.- dijo Shouyo con una sonrisa satisfecha.
—¿Como te sientes?- preguntó el castaño.
El más bajo le sonrió y volvió mirar por la ventana mientras se acariciaba el vientre que empezaba a abultarse.
—¿Como crees? Estoy deseando que sepa la gran noticia.
—No creo que le guste...- frunció los labios.
—No digas eso.- le miró mal.— Sé que amará a este niño como yo lo hago.
—Pero eso...-
—Quiero que Kageyama sea feliz por nuestra futura nueva familia... Solo nosotros tres.
El castaño tragó saliva y no dijo nada más.
Algo le decía... que aquello iba a terminar mal. Muy mal.
Bueno, bueno, bueenoooooo.
Quedó tensito el capitulo ¿no? Fue algo que se me pasó por la cabeza anoche cuando dejé a medio terminar el capitulo. En realidad iba a ser diferente el capitulo final, pero la semillita empezó a brotar en mi mente y echó raíces y quedó de esta manera.
Al final el AtsuHina ganó por demasiada diferencia -por no decir que todos los comentarios eran para el AtsuHina- contra el BokuAka.
El próximo capitulo será la ansiada fiesta -al fin- por lo que no podrán elegir ninguna parejita.
Después de la fiesta habrán tres ''arcos'' los cuales no se cuantos capítulos tomaran -aunque están bien montados en mi cabeza-, y la historia llegará a su fin.
Pero bueno.
Espero que les haya gustado el capitulo.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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