
Capitulo 25
Sakusa se encontraba acostado, de nuevo por cierto, en la cama de Komori como tantas veces lo había estado desde su adolescencia.
El de pelo cobrizo era el único que podía tocarlo como lo hacia. Dejaba que sus manos recorriesen su cuerpo a placer y que su boca tocase su piel dejando húmedos besos en su recorrido. Sentir como aquellos largos dedos se introducían con delicadeza dentro suyo, haciéndole olvidar que sus manos desnudas tocaban cualquier tipo de superficie con posibles gérmenes.
Pero era de Komori Motoya de quien estamos hablando.
Y Sakusa era débil ante el.
Recuerda siempre estar solo. Sus padres no estaban la mayoría del tiempo en casa al igual que sus hermanos mayores. Y la verdad es que no le importaba estar solo.
Pero desde que Komori empezó a pasar tiempo con él en la primaria, se dio cuenta que no quería volver a aquella soledad o al menos no le importaba siempre y cuando Komori se quedase a su lado. Al pasar a la secundaria nunca creyó sentir celos de que el de pelo cobrizo no le prestase la misma atención que en la primaria por culpa de una chica.
Por favor, eran primos. Sentir celos por algo como eso era estúpido.
Pero no lo fue.
En su tercer año de secundaria, verle besarse con la misma chica que le ponía celoso hacía dos años atrás; le hizo consciente de sus sentimientos. Se había enamorado de Komori, su primo.
Recuerda que cuando llegó a su casa corrió hacia el baño y se inclinó frente al váter devolviendo todo lo que había comido ese día. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas y se lavaba con fuerza sus manos intentando eliminar cualquier rastro de lo que él creía era suciedad. Intentando que con eso, borrase cada uno de los sentimientos que sentía por el mayor.
Porque lo que sentía por el otro era algo prohibido.
Todos le señalarían si llegasen a saber lo que su corazón escondía por el chico. Este también podría mirarle con asco y alejarse de él volviendo a aquella soledad que por años había dejado de sentir por sentirse cálido junto a él.
Y así durante días, cada vez que llegaba a su casa terminaba vomitando por culpa de la presión y lavándose con intensidad sus manos importándole poco si se infringía algún daño aún cuando éstas eran necesarias para sus entrenamientos de voleibol. Y esto le estaba matando lentamente. Moría de amor, de uno prohibido. Y en sus tantos momentos de desolación y lágrimas, reía irónico pensando en la leyenda del Hanahaki. Él no estaría tosiendo pétalos de flor por un amor no correspondido, pero creía que eso dolía menos que lo que estaba sintiendo.
Aún recuerda como si fuese el día anterior cuando Komori le plantó cara cuando regresaban a sus casas. Lo había acorralado contra la puerta en el genkan de su casa y le miraba serio, algo inusual en el cobrizo.
—¿Me dirás que te ocurre?
—No me ocurre nada.- apartó la mirada.
El contrario apretó los puños a cada lado de su cabeza.
—Te conozco mejor que nadie. Y algo pasa contigo.
El pelinegro había apretado sus labios tras su mascarilla y sus ojos se empezaban a cristalizar.
Tener a Komori tan cerca, le ponía los nervios de punta. Quería que le abrazara, pero no de forma fraternal. Quería que le tocase aún si con eso corría el riesgo de exponerse a posibles gérmenes.
No pudo evitarlo y se deslizó por la puerta hasta el suelo dejando salir sus lágrimas mientras Komori lo miraba atónito. Repetía una y otra vez lo siento y el mayor seguía sin entender lo que el más alto quería decir. Se agachó hasta quedar a su altura y le agarró de aquellas muñecas que se doblaban más de lo que deberían.
—¿Por qué te disculpas?
—Lo siento, lo siento.- seguía diciendo mientras negaba con su cabeza.
—Kiyoomi. No te entiendo.
El pelinegro levantó su llorosa mirada y se lo dijo. Se lo dijo aún sabiendo que podría arruinar aquello que ambos tenían desde que eran unos críos.
—Me gustas.- sollozó.— Pero no como primo. Me gustas como hombre.- volvió a sollozar.— Lo siento.
Komori parpadea sorprendido y cuando las palabras del pelinegro cobraron sentido en su cabeza, su cara estalló en un intenso rojo.
Su pobre corazón corría como loco y sentía que su cara era igual que un tomate maduro. Dejando libre una de las muñecas del contrario, había dirigido su mano hacia la mascarilla bajándolo hasta la barbilla del pelinegro. Se inclinó hacia delante y plantó sus labios en los contrarios sintiendo el sabor salado de sus lagrimas que se habían colado tras la mascarilla.
Al separarse, le sonrió tímido.— No te disculpes por algo que yo también siento.
A partir de ahí, decidieron ir lentamente y a escondidas de todos.
Se robaban besos donde nadie les viese y que probablemente habrían infinidad de gérmenes en ellos. La primera vez que unieron sus cuerpos fue al entrar en la preparatoria, en su casa. En ese instante, Sakusa agradecía que ésta estuviese todo el tiempo vacía.
Al entrar en la universidad y a la vez a los Black Jackals, Komori le había propuesto vivir juntos, pero él siempre se negaba. Aún así habían dormido juntos en la cama del mayor innumerables veces que casi era como si viviese allí. Siempre era el primero en despertar de los dos, y cuando lo hacía se quedaba viendo como dormía boca abajo con la mejilla derecha pegada en la almohada y algo de baba salia de su boca entre abierta.
Justo como ahora.
Sus familias seguían sin saber lo que ambos escondían y eso le dolía. A veces, incluso pensaba que Komori estaba con él por pena a estas alturas, pero siempre se encargaba de recordarle cuanto le quería.
Y en cambio él... No sabía como demostrarle su amor sin que se sintiese ansioso. Veía a todas esas parejas en la calle con sus hijos caminando de la mano. A mujeres y hombres con sus vientres redondos a la espera de sus hijos en un tiempo.
Y él quería eso.
Quería un bebé.
Puede que fuesen humanos babosos llenos de gérmenes que lloraban y necesitaban atención casi todo el tiempo. Pero lo quería.
Quería un hijo suyo y de Komori. Quería demostrarle al chico que lo amaba por medio de un bebé. Pero tampoco era por eso. Veía a sus hermanos con sus propios hijos, veía a sus compañeros de equipo con sus propios hijos, y eso le hacía querer a sus propios hijos. O al menos uno.
Pero no podía simplemente quedar embarazado de Komori sin que sus padres lo supiesen.
Alargó su mano hacia su vientre plano y lo acarició.
Quería sentir lo que era ser madre. Que tu hijo estuviese creciendo en tu interior. Sentir sus pataditas cuando fuese más grande, y tenerlo entre sus brazos viendo lo frágil que era.
Pero no podía tener un hijo sin levantar sospechas.
—¿Te duele el estómago?
La voz adormilada de Komori le hizo dar un pequeño bote. Giró su cabeza viendo la sonrisa de lado que le regalaba el contrario.
Negó con la cabeza y se giró para poder verle bien. Estiró su mano por el colchón y la subió por el hombro izquierdo y parte de su espalda haciéndole estremecer, hasta llegar a sus cabellos cobrizos y los acarició con cariño.
Komori cerró los ojos y disfrutó de la inusual caricia. Los volvió a abrir y agarró con delicadeza la mano del pelinegro y le besó los nudillos. Aquel simple acto hizo que el más alto se sonrojara y apartase la mirada.
—¿Hay algo que quieras decirme, Kiyoomi?- le preguntó divertido.
—No...- murmuró.
Komori rió bajo y se aproximó al contrario hasta posicionarse encima suyo. De igual forma, hizo que Sakusa quedase de espaldas al colchón y se viesen de frente.
Puso ambas piernas a los lados de las caderas del pelinegro dejando que su erecciones matutinas se rozasen haciendo que soltasen un suspiro por el acto; al igual que sus pechos. Komori alzó su mano derecha y con la yema del dedo indice y corazón repasó la frente de Sakusa bajando por su pómulo y perfilando la mandíbula hasta llegar a la barbilla. Desde ahí subió hasta sus labios y los acarició con lentitud repasando el labio inferior que era algo grueso por el centro y que se iba afinando hasta llegar a las comisuras; mientras que el labio superior tenia un arco de cupido* prominente que al igual que el labio inferior, se iba afinando a medida que llegaba a las comisuras.
—Adoro tus labios.- le susurró.
Sakusa se sonrojó pero no apartó la mirada del mayor.
—¿Solo mis labios?
Komori se lo pensó unos segundos.— Adoro tus labios mientras gimes mi nombre.
Sakusa bufó y esta vez apartó la mirada. Menuda manera de matar el ambiente romántico.
—Apártate.- intentó empujarlo lejos.— Tengo que ir al entrenamiento.
—Vale... Perdona.- se disculpó.— Pero enserio adoro como gimes mi nombre. Me enciende.
Movió sus caderas dejándole saber al pelinegro lo duro que estaba con solo pensar en ello.
Sakusa suspiró complacido pero se negaba a sucumbir a los placeres carnales que era hacer el amor.
Komori inclinó su cabeza y atrapó los labios del pelinegro en un delicado beso. Movía sus labios encima de los contrarios de forma suave y lenta transmitiéndole todo lo que sentía en aquel momentos con aquel simple y sencillo roce.
Los brazos de Sakusa desobedecieron a su cerebro y se movieron por si solos hacia el cuello del contrario atrayéndolo hacia él. A su vez elevó sus caderas para que ambas erecciones se tocasen y las empezó a mover en círculos lentos y tortuosos escuchando un gruñido por parte de Komori.
El beso se volvió más salvaje y apenas separaban sus labios para respirar. El cobrizo introdujo su lengua en la cavidad contraria y empezó una lucha por el control con la lengua del pelinegro. Sakusa gemía sin control siendo acallado por aquellos adictivos labios y completamente ajeno de que en ese intercambio de fluidos, gérmenes podrían entrar en su sistema.
Komori separó sus labios dejando un hilillo de saliva como unión entre sus bocas; como al separar sus caderas dejando que sus duros miembros dejasen de friccionarse.
Su mano izquierda, que había estado acariciando un costado de Sakusa, se dirigió a su propio miembro para dirigirlo hacia la entrada del contrario. Con la punta, jugó con la apretada estrella escuchando los quejidos del pelinegro.
—Tienes que p-prepararme.- dijo con dificultad ante el placer que sentía su cuerpo con tan solo la fricción de aquella punta en su intimidad.
—No lo creo.- le dijo Komori haciendo fuerza profanando el apretado lugar.— Anoche lo hicimos varias veces... Y este lugar...- suspiró de placer al estar completamente dentro.—... solo se amolda a mi.
El de menos estatura empezó a moverse de forma lenta y pausada alargando el momento. Sakusa estaba completamente húmedo y líquido pre-seminal salia de su miembro.
Acariciaba los duros pezones del menor mientras se seguía moviendo en el interior. El pelinegro arañaba su espalda sintiéndose en el paraíso, en uno muy culposo. Enredó sus piernas en las caderas del mayor y gimió alto aún si todavía no había tocado aquel lugar que le hacia olvidar que su relación era prohibida.
—Motoya... Quiero más~...
Se mordió el labio inferior y sus ojos empezaban a acumular lágrimas de placer.
El contrario sonrió de lado y empezó a chocar con más fuerzas sus caderas contra las del menor.
El sonido de ambas pieles sonando se escuchaba con claridad entre aquellas cuatro paredes. Sus cuerpos empezaban a tener una leve capa de sudor y sus cabellos se adherían a sus frentes por ello.
Sakusa gemía sin control al sentir que su punto más dulce era tocado sin cesar y arañaba con fuerza la espalda ancha del libero que más amaba. Komori por su parte dejaba sus dientes marcados en los hombros del otro mientras mantenía la rápida velocidad de sus caderas sintiendo el orgasmo a punto de llegar. Besaba y daba leves mordidas a la manzana de adán del pelinegro sintiendo las vibraciones de ella por sus altos y descontrolados gemidos.
El pelinegro enterró con más fuerza sus uñas en la espalda del mayor al sentir como todo su cuerpo se tensaba por completo y su miembro dejaba salir todo el éxtasis que sentía. Gimió alto al sentir como también su entrada apretaba el miembro del de cabellos cobrizos y su cuerpo se estremecía al sentir el placer recorrerle hasta la punta de sus pies. Aquel orgasmo había sido el más intenso de su vida y nunca pensó que fuese posible. Sin duda un orgasmo seco era realmente placentero.
Se dejó caer como muñeca de trapo y sintió al momento como la semilla de Komori bañaba su interior. Cerró los ojos y suspiró extasiado.
El mayor se dejó caer encima suyo igual de cansado y satisfecho que él y se dejó abrazar.
Esta vez, esta unión... Había sido completamente distintas a las anteriores.
Había sido más intensa. Placentera. Y estaba seguro que los había unido de alguna forma que no podía explicar. Se sintió pleno al sentir las caricias que Komori le daba durante el acto. Como le miraba cada vez que unían sus cuerpos en uno solo. Como gruñía lleno de placer cada vez que le arañaba cuando tocaba muy dentro de él. Como para Komori, era solo de él y de nadie más.
Por muy prohibido que fuese el que estén juntos.
Pero le amaba. Y nadie podría hacerle cambiar de opinión ante eso.
Se podía escuchar el sonido del tick tack del reloj en aquella cocina. Era abrumador ese simple sonido ante el inmenso silencio que había entre los dos.
La verdad es que aquello le ponía de los nervios y sin duda muy tenso. Y ninguna de aquellas dos cosas iban bien para él en ese momento. Si se ponía nervioso, su bebé lo estaría y se pondría mal, y como futura y sexy mamá que sería no quería que su bebé se sintiese mal. Y tampoco podía ponerse tenso porque su bebé también lo notaria y no quería.
Y obviamente porque estar tenso era malo para la piel.
Por eso siempre se echaba sus cremitas en la cara, sus manos, sus brazos, etc; para seguir viéndose joven y súper sexy. Porque claro, cuando su bebé naciese y fuese a la escuela, quería ser la envidia de todas las madres del lugar. Además, ya es la envidia de todos con su sexy prometido.
Sin duda su malhumorado Iwa-chan, seria un esposo y padre súper caliente que le bajarían las braguitas hasta a las abuelas. Porque es obvio que Iwa-chan era un hombre candente con esos brazos llenos de músculos y un torso bien definido. Y él como su futura esposa no se quedaba atrás. Con buenas piernas, curvas bien definidas y rostro sin duda apuesto que su bebé heredaría.
Suspiró frustrado y se miró la manicura aún perfecta que se había hecho hace dos semanas con Futakuchi cuando acompañó a Iwa-chan a Tokio.
—Si te aburres aquí, ¿por qué viniste en primer lugar?
—A Iwa-chan no le gusta que esté solo.- le respondió aún mirando sus perfectas uñas.
El otro bufó.— Estás embarazado, no invalido.
—¡Lo se! Se lo digo a Iwa-chan pero no me hace caso.- le miró.— Tu me entiendes.
—Daichi era igual.- sonrió nostálgico.— Cuando esperábamos a Kaori, estaba paranoico hasta cuando tomaba el sol.- miró a Oikawa.— ¿Por qué no se mudan a Tokio? Estoy seguro que te divertirás más que aquí.
—Créeme que quiero, señor refrescaste.- el castaño bufó y Suga frunció el ceño ante aquel apodo.— Pero a Iwa-chan no le hace mucha gracia. Quiere quedarse atascado en Sendai.- se cruzó de brazos y empezó a murmurar.— ¿Por qué no es más atrevido como cuando fue a buscarme a Argentina? La reconciliación fue bastante apasionada y excitante.
Suga cerró los ojos.
No le hacia falta saber esa información.
—¿Y que es lo que se supone que haces?- preguntó el castaño. Odia estar callado y ya que el señor refrescante fue el primero en hablar le daría conversación.— Llevas todo el tiempo mirando la pantalla de tu teléfono.
Suga suspiró y se frotó el puente de la nariz. Bloqueó su teléfono y lo dejó con la pantalla mirando la mesa.
—Me despidieron del trabajo.- Oikawa jadeó.— Y llevó casi un mes buscando uno nuevo. El trabajo de Daichi nos ayuda un poco, pero tenemos que pagar facturas, el colegio de Kaori, la hipoteca de la casa... Todo era más sencillo cuando era un estudiante de preparatoria.
El castaño titubeó en alargar su mano y agarrar de manera reconfortante la del peligris. Pero se abstuvo. No tenían la confianza suficiente para darse apoyo.
—¿Por que no... le preguntas al esposo chillón de UshiWaka?- sugirió.— Tiene una escuela. Quizás podría ayudarte.
—Tendría que dejar atrás a mi esposo y a mi hija.
—¿Y qué problema hay?
Suga parpadeó sorprendido y luego frunció el ceño.
—¿Tu dejarías atrás a tu hijo y a tu esposo?- Oikawa abrió la boca pero Suga volvió a negar y le interrumpió.— Mejor no respondas. Ya dejaste atrás a Iwaizumi-san una vez. No me extrañaría que lo hicieses una segunda.
El castaño abrió la boca totalmente indignado por sus palabras.
Giró la cabeza a un lado y se cruzó de brazos.
—Tienes una muy mala imagen de mi.
—Tu mismo te la buscaste.- le dijo volviendo a coger su teléfono en busca de un trabajo como maestro en Sendai.— Gracias por tu sugerencia, pero me quedaré aquí junto a mi familia.
El menor de los dos, bajó la mirada y se sintió despreciable.
Podía ver como el del lunar se esforzaba en buscar un nuevo trabajo para poder pagar los recibos que les llegaban casi hasta el cuello. Pero sobre todo, un trabajo en ese asqueroso pueblo.
¿Y él?
Él se había largado nada más graduarse a Argentina dejando a su mejor amigo y amor de su vida atrás. Pero se había ido persiguiendo su sueño. Y puede, que si no estuviese esperando a su bebé no habría vuelto al lado de Iwa-chan hasta haberse retirado pasados los treinta.
Y aún así, habiendo vuelto, se la pasa tirado en el sofá de la sala viendo la televisión, en el futón viendo Netflix desde su ordenador o en videollamadas súper largas con Futakuchi. No movía ni un dedo en la casa, y aunque quisiese el moreno no le dejaba. Quería sentirse útil, no un mantenido. Pero lo único en lo que era bueno era jugando voleibol.
—¿Te encuentras bien, Oikawa?
—¿Eh?
—Estás llorando.- apuntó Suga.— Si quieres puedo llamar a Iwaizumi-san.- sugirió levantándose.
El castaño negó y se secó las lágrimas que no sabía que estaba derramando.
Intentó regalarle una sonrisa a Suga pero aquello pareció más como una mueca.
—No hace falta. Está con Sawamura-kun hablando cosas de hombres.- rió limpiando sus húmedas mejillas.— No lo molestes por una tontería.
Suga se sentó de nuevo y le miró preocupado.
—Llorar no es una tontería.- le dio un suave golpe en la frente con sus dedos. Oikawa hizo un puchero ante eso.— Y nosotros también somos hombres, ¿que nos diferencia de ellos?
Oikawa rió con ganas.
—Eres tan ingenuo, señor refrescaste.- se secó las lágrimas, ahora, producto de la risa.— Seguro que hablaran de quien la tiene más grande mientras se beben una buena cerveza. Mientras que nosotros somos más delicados.
—No soy delicado.
—Claro que lo eres.- asintió Oikawa.- Tenemos una bonita cintura, piel suave, facciones finas... Somos un deleite para la vista, Suga-chan.- se recostó en la silla y se acarició su vientre de cinco meses sobre la ropa.— Pero lo que más les gusta a esos tontos sin cerebro es ver como su hombría se manifiesta en estos pedacitos de cielo.- señaló con su dedos indice el vientre plano de Suga y el suyo propio.
El del lunar rió y negó con una sonrisa en sus labios.
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En otra parte de aquella casa, mas especifico en un despacho que era de Daichi, se encontraban el anterior nombrado e Iwaizumi sentados en el enorme sofá de tres plazas que había bebiendo una cerveza fría desde la botella.
—Deberías de preguntarle a su médico porque puede que no sea igual para cada persona...- comentó Daichi dando un trago del líquido amarillo.—... Pero a partir del quinto mes su libido se dispara. Sin duda les vuelve irresistibles y sexys.
—No me imagino a Suga siendo sexy en ese aspecto. Bueno, lo es. ¿Pero no tanto?- rió el moreno.— Es alguien muy tierno.
—Es un tierno sexy.- apuntó.— Uno que me puso y me sigue poniendo muy cachondo.
Hajime le dio una patada con su pie izquierdo.
—No me digas lo que haces con Suga, cerdo.
Daichi rió bajo.
Puede que ambos estuviesen algo tocados por una simple cerveza.
—No me digas que Oikawa no te excita con esa vocecita de niño mimando. -carraspeó su garganta.- Iwa-chan, Iwa-chan, Iwa-chan.- intentó imitar.
El moreno le volvió a golpear al castaño y ambos rieron.
¿Que tenia esa jodida cerveza? Parecían mas borrachos de lo que deberían.
—No te voy a negar... que Oikawa me enciende. Pero no es precisamente por llamarme Iwa-chan.- ambos giraron sus cabezas para verse.— Aunque no lo parezca, es alguien muy flexible.
—¿Ahora quien es el cerdo?
Miraron al techo soltando un suspiro y rieron bajo quedando luego en silencio.
Bebían con tranquilidad del contenido de la botella y escuchan el piar de los pájaros de afuera. En ese instante pudieron oír la estruendosa carcajada de Oikawa y Hajime tan solo pudo sonreír de lado.
—¿Entonces dices que empieza al quinto mes?- volvió a preguntar.
Daichi se encogió de hombros.— Hablamos de Oikawa, puede que su libido siempre esté por las nubes.
—Cierto.- concordó.
Volvieron a quedar en silencio escasos segundos para reír de nuevo.
Aquella conversación no había tenido nada de sentido.
—Para acabar este informativo, una noticia de última hora.- decía la mujer al otro lado de la pantalla del televisor.— El hijo del ministro de defensa Nijio, se enfrenta a un juicio sin precedente por violación al hijo de una de las estrellas nacionales del voleibol Bokuto Kotaro. Más noticias en el informativo de la tarde.
Satori apagó la televisión y se llevó las manos a la boca.
Aquello era una noticia horrible. Y no debían de transmitir algo como eso en los noticieros. Pero conociendo al ministro de defensa, querría que su hijo quedase limpio ante cualquier declaración contra él, y que mejor forma de limpiar su nombre que con cámaras rodeando el lugar esperando por la sentencia del juez.
Miró a Ryoma en su cunita al lado del sofá y le estremeció el pensar que podría pasarle algo como aquello. O peor aún, que fuese el culpable de tan horrible desgracia.
—Hey... ¿Te ocurre algo?
Escuchar la profunda voz de Wakatoshi le hizo pegar un bote en el lugar.
El zurdo se sentó a su lado y pasó un brazo tras sus hombros atrayéndolo hacia él. Suspiró satisfecho al sentir como el calor del contrario lo envolvía y podía escuchar el tranquilo palpitar de su corazón.
—El hijo de Bokuto fue abusado por el hijo del ministro de defensa.- murmuró.
—No sabía que tenía un hijo.
—Según el canal trece dice que lo tiene.
Wakatoshi suspiró.— ¿Por qué miras ese canal? Solo pasan cotilleos. No son educativos.
—Ver a las Kardashian no es educativo.
—Y aún así miras como lo único que hacen es estar con sus teléfonos y llamarse zorras y putas entre ellas.
Satori rió divertido.
—También se hacen ensaladitas. Esas que no te gustan.
Wakatoshi frunció el ceño.— Eso no es verdad. Todo lo que tu haces me gusta.
Satori se despegó del castaño y le miró con una sonrisa traviesa. Pasó ambas piernas a cada lado de las caderas contrarias y se sentó encima de sus piernas.
Wakatoshi guió sus manos hacia los glúteos del pelirrojo y agarró con fuerza haciendo que el contrario diese un bote ante tan inesperado movimiento.
Satori llevó sus manos alrededor del cuello del más alto y le dio un pequeño beso.
—No me mientas, Wakatoshi-kun~... He visto las muecas de asco que haces cada vez que te doy esas ensaladas.
—Puede que si fuesen servidas de otra manera, me las comería.
Satori se mordió el labio inferior. Podía sentir como el pene del contrario comenzaba a endurecerse, y que hablase con ese atrevimiento le hacia excitarse incluso más.
Eran pocas las veces cuando Wakatoshi era quien se volvía atrevido y tomaba la iniciativa.
—No hay otra forma de servir las ensaladas sino en el plato Waka-chan.
—¿Estás seguro? A mi mente vienen maneras más sabrosas.
Satori jadeó al sentir como sus glúteos eran apretados con más fuerza que la vez anterior.
En los ojos de Wakatoshi se podía ver un brillo de diversión y lujuria bailando en ellos. Se inclinó hacia adelante y unió sus labios con los del contrario. Su movimiento empezó siendo lento y tranquilo, pero fue Wakatoshi el que se atrevió de introducir su lengua en la cavidad contraria.
El pelirrojo gimió bajito y suspiró al sentir el húmedo músculo enredarse con el suyo propio. Sentía las manos traviesas del más alto introducirse dentro de sus pantalones cortos que dejaban a la vista sus blancas y largar piernas. Un dedo repasaba su intimidad dándole descargas de placer con cada roce dejando que su mente empezase a ponerse en blanco.
—Waka-chan...- dijo en un suspiro.— ... No podemos hacerlo aquí.
—¿Por qué no?- cuestionó mientras daba pequeños besos en el níveo cuello del mayor. Su dedo medio ya se movía dentro del interior del otro e iba introduciendo tortuosamente lento un segundo dedo.— Ya podemos tener un momento juntos. Shirabu dio su aprobación.
—Ah... L-lo se~- gimió moviendo sus caderas en torno a aquel par de dedos dentro de él.— P-pero Ryoma...
—Está dormido.- mordió el lóbulo de su oreja.— No se enterará si sus padres se divierten un poco.
Wakatoshi le proporcionaba mordidas por su cuello, y con su mano libre había removido hacia arriba su camisa y acariciaba sus duros pezones. Él por su parte enredaba sus dedos entre las hebras castañas y echaba la cabeza hacia atrás dejando sus labios entre abiertos que soltaban a cada tanto suspiros.
—T-todo es muy repentino, Waka-chan.- los dedos sus pies enfundados en unos calcetines hasta los tobillos, se retorcían ante todas aquellas sensaciones que estaba sintiendo.— H-ha sido un tiempo.
El más alto volvió a capturar los labios del contrario dejando a un lado el ya marcado cuello. Un tercer dedo se había unido a los otros dos en el interior de Satori y daban duras embestidas haciendo que soltase quejidos de sorpresa ante los rudos movimientos.
Sacó los dedos del interior y se alejó del contrario. Se levantó y apoyó a Satori con el pecho sobre la mesita de café que tenían en frente del sofá. El pelirrojo se estremeció al sentir la madera fría contra su cálido pecho y giró un poco su cabeza para ver como su Waka-chan se quitaba su camisa blanca tirándola a algún lado; dejando ver su marcado torso. Se bajó un poco los pantalones y su duro pene chocó contra su abdomen viendo la clara excitación que tenía.
Oh joder... Nunca se había sentido así de excitado.
Wakatoshi pegó su pecho contra la espalda de Satori, y dirigió su miembro hacia la entrada del otro. Introdujo la punta con lentitud y Satori soltó un quejido de dolor. No había mentido que había pasado un tiempo desde la última vez que lo habían hecho. Sus dedos arañaban la madera de la mesa y sus ojos soltaban lágrimas de placer y dolor al sentir como el más alto se iba introduciendo.
El castaño soltó un suspiro de placer al sentirse completamente dentro, y alargando su mano derecha, agarró el mentón de Satori y le obligó a mirarle para besarle con pasión y empezar a embestir con fuerza.
El pelirrojo abrió por completo sus ojos y ahogó un gemido en los labios de su Waka-chan.
Al separar sus labios, Wakatoshi le sonrió seductor.— Voy a llenar todo tu ser con mi esencia.
Satori gimió complacido por esas palabras y por sentir como empezaba a moverse de manera lenta y tortuosa dentro suyo.
—P-pero Ryoma... todavía e-es p-pequeño.
—No creo que le importe tener compañía, ¿verdad?- gruñó la última palabra al sentir como era apretado con fuerza.
—N-no~... ¡Más...! ¡Más duro Waka-chan!
Wakatoshi volvió a embestir de forma ruda haciendo vibrar al pelirrojo bajo él. Satori se cubría su boca con sus manos evitando soltar obscenos sonidos que despertasen a su dormido bebé y que luego la culpa le carcomiese por haberlo despertado por andar de calenturiento. De su pene escurría líquido pre-seminal manchando la bonita alfombra que habían comprado en Marruecos en su luna de miel.
El castaño no dejaba de agarrar con fuerza sus caderas para poder enterrarse con más fuerza dentro suyo y estaba seguro que aquello dejaría unas marcas muy feas al día siguiente, pero que nada más verlas, se volvería a poner muy caliente de imaginar del porqué se encontraban allí.
Una embestida mucho más fuerte tocando aquel sensible lugar, le hizo gritar bajo sus manos y que sus ojos se pusieran en blanco. El éxtasis le invadió y acabó de manchar -aún más- la alfombra con su esencia. Totalmente abatido, apartó sus manos de su boca y dejó que su sexy esposo acabase.
Lo escuchó gruñir cuando llegó al orgasmo y le llenaba de su cálida esencia. Dejó todo su peso en sus temblorosos brazos y evitó aplastar a Satori.
Aquello había sido intenso.
—¿Sabes...?- habló Wakatoshi intentando recuperar el aliento.— Dicen que puedes quedar embarazado al poco tiempo de dar a luz.
Satori rió entre divertido y cansado.
—¿Quieres otro hijo, Waka-chan?
El contrario calló unos segundos.— Una hija. Con el pelo tan rojo tan rojo como el tuyo. Y con la misma belleza que la tuya.- fue inevitable que Satori acabase sonrojado por sus palabras.— Quiero que todos los hijos que tengamos... Sean pelirrojos como tu. Divertidos como tu. Cariñosos como tu...
Satori volvió a reír.— ¿Quieres más hijos? ¿Y que sean como yo?
Wakatoshi asintió enseguida.— Quiero tantos hijos como tu quieras.
El pelirrojo cerró los ojos y suspiró complacido.
Serían unos años muy movidos.
—Como pueden ver, hay pruebas claras del delito que se le cometió a mi cliente.- habló Iwaizumi hacia el jurado de aquella sala de juicios.— Estas prendas eran las que mi cliente llevaba en el momento que aquellos chicos abusaron de él.
—¡Protesto! Esa acusación no tiene fundamentos.- dijo el abogado defensor.
—Denegada.- habló la jueza que dirigía el caso.— Continúe Iwaizumi-san.
—En ellas...- alzó de nuevo aquel uniforme escolar dentro de una bolsa de pruebas.— Tiene el ADN de más de una persona en él, y entre ellas, fluidos provenientes de Nijio Kou. También tenemos pruebas de que el joven Nijio ha dejado en estado a mi cliente.
Los miembros del jurado murmuraban entre ellos al oír esto, y Hajime empezaba a ponerse nervioso a medida que el juicio avanzaba.
Como era de esperar, al saber que quien había abusado de Shiro había sido Nijio Kou, el hijo del ministro de defensa, su padre contrataría a uno de los mejores abogados penalistas del país. Un abogado de familia como él estaba atado de manos.
Ganar aquel caso, le recordaba a sus partidos de preparatoria contra el Shiratorizawa. Es decir, imposible de ganar.
—He acabado.
La mujer asintió y apuntó un par de cosas.
El moreno se sentó y se puso a repasar de nuevo sus anotaciones sobre el caso.
—¿La defensa desea hacer preguntas?
El abogado defensor asintió y se puso en pie mientras se abrochaba el botón de su chaqueta del traje que llevaba.
Iwaizumi alzó la mirada e intentó transmitirle confianza a Shiro que seguía en el estrado.
—¿Como prefiere que lo llame?- fue lo primero que preguntó.— ¿Bokuto Shiro... o Wada Shiro?
—Shiro está bien...- murmuró.
El castaño miró hacia el fondo viendo a Bokuto y Akaashi sentados detrás de Iwaizumi.
Ambos tenían la mirada preocupada y estaba seguro que se agarraban con fuerza sus manos por la cercanía que tenían entre ellos.
Nunca pensó que aquella denuncia que hizo con Akaashi llegase hasta esto. No quería un juicio donde volvería a ver al maldito que abusó de él. A uno de los cuatro que lo hicieron. Pero tampoco sabía que el que más daño le había hecho había sido el hijo del ministro de defensa.
Recuerda que Bokuto se puso como una fiera cuando le contó junto a Akaashi lo que había pasado. Si no es por el pelinegro, estaba seguro que el de ojos dorados habría ido él mismo a acabar con las vidas de aquellos desgraciados. Tuvo el apoyo de ambos mayores y pensaba que habría sido de él si su madre no estuviese muerta. Lo más probable es que nunca hubiese denunciado y tendría que haber cargado con ese pequeño bebé que crecía en su interior.
El día anterior habían hablado con Iwaizumi de las posibles preguntas que podrían hacerle y que intentase mantenerse tranquilo. Alterarse no sería bueno en su estado.
Akaashi en todo momento se mantuvo a su lado. Le mimaba. Le dejaba leer aquellos libros que tenía en la sala. Se acostaba a su lado hasta que se quedaba dormido por las noches mientras le acariciaba el pelo y le tarareaba una canción desconocida para él.
El pelinegro tenia un aura maternal rodeando todo su ser, y Shiro lo podía ver cada vez que le sonreía, cuando cuidaba a Ryo y ayudaba en las tareas escolares de Sora. Y no olvidar como reprendía a Bokuto. Y hablando de él... Puede que no fuese el padre más ejemplar que podría existir, pero tenia sus momentos de seriedad y jugaba todo lo que podía con Sora.
Era una agradable familia disfuncional que le había apoyado en un momento como este.
—Tengo entendido que usted, joven Shiro, tiene dos hermanos menores. Todos ustedes son hijos de la misma madre, pero no del mismo padre. Es decir, tenéis diferente progenitores.
—Señoría, protesto.- dijo Iwaizumi con voz calmada.— Está divagando.
—Se acepta. Ame-san, vaya al grano.
El hombre se aclaró la garganta.
—Es cierto, que su fallecida madre era... ¿Una mujer de compañía?
Shiro se removió incómodo en su silla. Miró a Iwaizumi y este le asintió con la cabeza. Miró también a Akaashi y esté también le asintió.
—Lo era.
—Según su denuncia, los hechos fueron hace un mes, cuando su madre aún vivía...
—Señoría...- insistía Iwaizumi.
—Ame-san, le sugiero que sea claro. ¿Cual es su punto?
—Estoy llegando.- asintió el hombre. Se alisó el traje y volvió a mirar a Shiro.— Puso una denuncia de violación contra mi cliente porque Bokuto Kotaro ahora es su tutor legal. Una estrella nacional del deporte.- el hombre se apoyó en el barandal de madera y se inclinó hacia el frente.— Eso quiere decir, que si su madre biológica nunca hubiese muerto nunca habría puesto esa denuncia, ¿verdad?
—¡Protesto señoría! Son suposiciones.- gritó el moreno poniéndose en pie mientras se apoyaba en la mesa y apretaba sus puños con rabia.
—Denegada. Conteste la pregunta.
Shiro apretó los labios y miró con miedo a Akaashi.
—Joven, responda a la pregunta.- insistió la mujer.
El castaño bajó la mirada y apretó sus puños. Su estómago dolía.
—Probablemente, yo no...-
—Ahí lo tienen.- interrumpió Ame dirigiéndose al jurado.— Este joven, solo quería un nombre importante en el cual apoyarse sin pensar en el daño que le ha causado a la familia de mi cliente por una denuncia sin pruebas válidas. Este joven,- señaló a Shiro.— solo es alguien confundido. Y señala a mi cliente como el culpable de un delito... que no cometió.
—¡Eso no es cierto! ¡El...!
El sonido de un martillo de madera chocando en el lugar le hizo callar.
—Hable cuando se le pregunte, joven. Abogado...
—No tengo más preguntas señoría.
El hombre se volvió a su sitió y nada más sentarse se inclinó hacia su cliente para poder susurrarle algo para que los demás no lo pudiesen oír.
Shiro se volvió a sentar entre Bokuto y Akaashi, y era este último el que le abrazaba con fuerza de los hombros dejando que su cabeza se apoyase en su pecho; y Bokuto abrazaba a ambos como podían.
Por otro lado, Iwaizumi quería arrancarse los pelos. Esto estaba siendo más complicado de lo que pensaba, y las preguntas estratégicas se le estaban acabando.
Estaba claro que ahora el abogado defensor haría preguntas que beneficiasen al adolescente ricachón. Pero era su turno para preguntarle al chico. Y no sabía por donde empezar a preguntar.
¡Por dios!
¡El dominaba los tratados de divorcios! ¡No esto!
Suspirando, se puso en pie pero no se movió de su sitio.
—La fiscalía llama a declarar al acusado, Nijio Kou.
El adolescente, se levantó y caminó con tranquilidad hacia el estrado. Parecía que todo aquello no iba con él.
Iwaizumi quería hacerle crujir cada uno de esos huesos de aquel chaval.
Se aflojó la corbata y dejó su chaqueta en el respaldar de la silla. Su camisa blanca de botones marcaba cada uno de sus musculosos brazos, y el chico tragó duro. No había por ningún lado que dijese que no podía intimidar al acusado, y eso el moreno lo aprovecharía hasta sacarle la última gota.
—¿Qué edad tienes?
El chico parpadeó confundido.
—Diecisiete.
—Según... tengo entendido, ya cumpliste dieciocho.
—Ah... yo... Los cumplí ayer.
—Comprendo.- asintió el moreno. Caminó hasta quedar en frente de la mesa donde estaba y se apoyó en ella cruzando sus brazos.— Asiste a la misma preparatoria que Shiro, pero ambos estáis en la misma clase. He visto tu expediente académico. Has repetido curso dos veces y por eso estás en la misma clase actualmente... Debió dolerte. Que alguien más joven que tu tenga mejores notas que las tuyas. Pero lo que más te molestó seguramente fue su procedencia.- se separó de la mesa y caminó hacia el frente.— Que el hijo de una prostituta fuese mejor academicamente que tu, el hijo de un ministro importante. Por eso decidiste abusar de él. Que entendiese su lugar, ¿verdad? Por que a fin de cuentas, es un hijo de una prostituta y para lo único que sirven es fornicar, ¿cierto?
—¡Protesto señoría! ¡Son suposiciones!
—Lo retiro.- dijo Iwaizumi volviendo a su lugar.— No tengo más preguntas.
—¿La defensa tiene preguntas?
El abogado defensor se levantó e hizo lo mismo que Iwaizumi. Se aflojó un poco su corbata y se quitó la chaqueta que llevaba dejando ver también su camisa de botones blanca, pero sin que se le marcasen los músculos del brazo.
No iba a admitir que le había dado envidia ver el trabajado cuerpo del abogado fiscal. Incluso la estúpida corbata de marcianitos que llevaba le quedaba bien. Por dios, era ridícula.
—¿Sabe lo que es el estupro?
—No señor.
—El estupro es un delito que consiste en tener una relación sexual con una persona menor de edad, valiéndose del engaño o de la superioridad que se tiene sobre ella.- se giró hacia el jurado.— Como bien dijo la fiscalía, mi cliente actualmente es mayor de edad y se le puede acusar de estupro. Pero quiero dejar claro, que si mi cliente hubiese cometido tal delito, habría sido un menor de edad.
Se alejó del estrado y se fue hacia su mesa. Revisó un par de papeles antes de volver a hablar.
—¿Usted cometió el delito del que le acusan?
—Claro que no.
—Eso no es cierto.- murmuró por lo bajo Shiro a Akaashi apretando más su agarre.
—¿Puede, por favor, decirle al jurado la versión de los hechos?- apuntó a las doce personas que conformaban el jurado.— Solo hemos oído la versión de la supuesta victima. Tenemos derecho de saber ambas partes.
El adolescente asintió y se acomodó mejor en la silla.
—Mis amigos y yo, salíamos tranquilamente de clases y de repente ese chico me jaló hacia la parte trasera de la escuela. Mis amigos no paraban de decirle que me soltara pero parecía loco. Me bajó los pantalones y me suplicó que le tomara. La verdadera victima aquí soy yo.
Shiro apretó los ojos.
Aquello no era verdad.
Estaba mintiendo.
Y seguro que el jurado preferían creer al hijo de un ministro que a él, el hijo de una prostituta. Se aferró más a Akaashi y escondió su cara en su pecho intentando relajarse con el tranquilo palpitar de su corazón, pero era imposible.
—Me duele.- le susurró.
—¿Qué te duele cariño?- preguntó preocupado el pelinegro.
—Me duele.- repitió.
Ame-san seguía haciendo sus preguntas hacia Nijio, pero él apenas las podía escuchar. Todo a su alrededor se iba apagando y lo único que sentía era un enorme dolor atravesarle el cuerpo.
De repente un gritó salió de lo más profundo de su garganta dejando en silencio aquella sala de juicios.
Akaashi miró a Shiro, al igual que todos. Pero se alteró mucho más al ver un charco de sangre bajo la silla de su hijo, y como sus pantalones antes de un bonito verde pistacho, eran machados del líquido rojo.
—Ambulancia...- dijo bajo pero nadie le escuchó.— ¡Una ambulancia!
Shiro apenas respiraba y se había desmayado encima suyo.
Lágrimas corrían por sus mejillas y miraba angustiado a Bokuto.
—Kotaro... mi bebé.
Sin pensarlo dos veces, Bokuto cogió entre sus brazos a Shiro y salió de aquella sala con Akaashi detrás de él.
No había tiempo para escuchar los gritos de Iwaizumi igual de preocupado o de la jueza diciéndoles que no se podían ir.
Tampoco tenían tiempo para esperar que una ambulancia llegase hasta los juzgados. Aunque se saltase todas las leyes de tráfico, él llevaría a su pequeño búho al hospital.
*Arco de cupido: es la separación que tenemos en el labio superior que dependiendo de cada persona, es mas pronunciada o no.
Me siento sucia escribiendo sobre Sakusa y Komori sabiendo que son primos. ¡Pero me da igual! Vamos a culpar a Furudate por esto.
La verdad, es que su parte me pareció como parte de un buen os y me dan ganas de escribir un os prohibido de ellos dos. También creo que es lo más profundo que he escrito en la historia y me agrada. No se. Puede que saber que es una relación prohibida me haga escribirlo con este tipo de profundidad.
La parte del juicio, sin duda es una de las cosas más complicadas que he escrito. Puede que no lo parezca, pero lo es. Igualmente quería que fuese un poco más largo pero bueno. No se nada de leyes ni como van las cosas, pero digo yo que ver series policíacas sirve de algo.
Y para hacerles sufrir un poco más, no hay AtsuHina en este capitulo.
Estoy segura que los querrán ver en el siguiente capitulo. Aún así díganme que parejita quieren ver en el siguiente cap.
Para acabar, la AtsuHina Week ya está publicada, pero no como AtsuHina Week. Se llama ''Mi sueño eres tu''. Y si todavía no han leído el día de hoy, les invito a hacerlo.
Nos leemos en la AtsuHina Week.
~Zeni13~
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