
Capitulo 24
Había caído la noche y hacía un brisa cálida para ser el mes de mayo. Era luna llena y se reflejaba perfectamente en el agua del lago del parque en donde estaba.
Miraba al cielo oscuro con algunas pintitas en él, pero que en realidad eran diminutas estrellas.
Sus ojos le dolían por lo abiertos que los había estado teniendo desde lo ocurrido en el gimnasio. La práctica se había dado por finalizada y cada quien se iba para sus casa. Con la mente y el cuerpo en otro sitio, le murmuró a Ushijima que se llevase a Nao a su casa.
No estaba mentalmente preparado para ver a su hijo sin pensar que Soichi es su medio hermano. Tampoco quería decirle algo hiriente por descubrir tal verdad.
Cogió sus cosas y las guardó en su coche. Condujo hasta llegar a ese parque y se quedó sentado toda esa tarde en una banca frente al lago hasta que llegó la noche.
—¿Como pasó?- murmuró.
Los grillos sonaban y habían algunas luciérnagas volando por el lugar mostrando una vista realmente hermosa, incluso romántica.
Pero el no estaba pendiente de las vistas.
—Sé más especifico.- habló en el mismo tono.
Kageyama suspiró pero no quitó la mirada del cielo.
Atsumu le había seguido hasta el parque. Seguramente por el sentimiento de culpa por decirle que Hinata y él tienen un hijo en común. Otra posibilidad que ronda su cabeza era que el rubio temía que hiciese alguna tontería. Bueno, al menos las tonterías graves las dejó hace tiempo después de ese accidente.
Inconscientemente se tocó una de sus muñecas unos segundos.
—Hinata y tu.
Juntó sus manos y estiró las piernas. Esperó por una respuesta durante largos minutos que parecía no llegar
Quería saber la verdadera historia tras toda la mentira en la que había estado viviendo. Estaba completamente seguro que saber la verdad le dolería tanto o más como el día en el que se despertó y no vio al pelinaranja a su lado.
Su mente no dejaba de repasar que era lo que había hecho mal. Ambos se amaban y se daban besos furtivos cada vez que andaban por los pasillos de la escuela. Hablaban del futuro juntos, pero nunca pensaron en hijos. Creía que eran demasiado jóvenes para tener un hijo. Tampoco habían hablado de la posibilidad que el equipo nacional los reclutase, o algún equipo importante. Simplemente... hablaban de ellos dos juntos. De lo que les gustaría hacer una vez graduados...
Pero todo eso se había acabado.
En esa semana, había culpado al equipo nacional por la decisión de Hinata. Si ellos no le hubiesen querido reclutar, Hinata nunca se habría ido. Pero luego también se culpaba a sí mismo.
Si hubiese hablado con el pelinaranja... O se hubiese decidido con más antelación, quizás Hinata y él habrían criado a Soichi como la familia feliz y amorosa que deseó tener desde que su abuelo falleció.
Pero volvía y recordaba que si Hinata no se hubiese ido, su pequeño Nao, su bebé, a quien crió y amó con todo su corazón, nunca habría nacido.
—Cuando conocí a Hinata, fue en nuestro último año de secundaria. Nuestras escuelas se enfrentaban y le ganamos con bastante diferencia. Por ese entonces, era realmente malo jugando pero tenia buenos reflejos.- rió amargo.— Lo volví a ver cuando entramos en preparatoria y pensé que era una mala jugada que nos había hecho el destino.
Atsumu se giró en la banca y prestó atención a las repentinas palabras del menor.
—Nos hicimos amigos y creía que el cosquilleo que sentía en mi estómago era por tener mi primera amistad. Luego me di cuenta que me gustaba.- suspiró— Cuando perdimos en la Inter High, me echaba la culpa de nuestra derrota, pero él vino y se me confesó. Mi frustración y tristeza desapareció al saber que ambos sentíamos lo mismo. Después de eso quisimos mantenerlo en secreto del resto del equipo. Nuestra...- rió ante el recuerdo.— Nuestra primera cita fue en el cine. Estábamos tan nerviosos que no nos dimos cuenta que elegimos una película de miedo.
—¿Os measteis encima?- dijo con tono burlón Atsumu interrumpiendo al pelinegro.
—Nos fuimos antes de que eso pasase.
Volvió a callar durante unos minutos.
Se puso a contar las estrellas que podía apreciar en el cielo. Quizás hubiesen muchas más, pero la contaminación lumínica lo impedía.
Sentía la penetrante mirada del mayor encima suya y le incomodaba a medias.
Se estaba abriendo en canal con el rubio desde el inicio de su relación con Hinata, y nada le aseguraba que no acabaría llorando. Ya sea contando su propia historia o escuchando la del rubio.
Porque estaba seguro que Atsumu le contaría la versión de su relación de Hinata que a saber por cuantos años había vivido.
—Nosotros discutíamos mucho, pero eso era normal entre nosotros. Las verdaderas peleas empezaron cuando fuimos a las nacionales... Cuando a Hinata le dio fiebre en el partido contra Kamomedai, pensé que debería de haberme dado cuenta antes y no dejarle jugar. En vez de eso le dije que yo seguiría más tiempo en la cancha. Tampoco fue tanto, después de todo perdimos a los pocos minutos que él se fuera.- rió amargo.— Me disculpé con él después de eso y estuve a su lado todo el tiempo hasta que se mejorara.
—¿Y qué tiene que ver vuestras peleas con eso?
Kageyama apretó los labios y se aguantó las ganas de girar su cabeza y fulminar con su mirada al rubio.
Quizás si no le interrumpiese lo sabría.
—Al regresar a Sendai, yo me ponía celoso de ti porque le tratabas de lo que yo creía de manera especial en vuestros mensajes y llamadas; y Hinata se ponía celoso de Korai por lo mismo. A partir de ahí nuestras peleas giraban en torno de vosotros dos y descubrimos las maravillas del sexo.
Tanto Atsumu como Kageyama rieron por ese ultimo comentario.
Sin duda el sexo era algo satisfactorio.
—Fuimos demasiado torpes en nuestra primera vez. Como en muchas otras primeras veces. Recuerdo qué... cuando pasamos a segundo, quiso hacerme curry. Yo le ayudé pero acabamos quemándolo.- rió.— Después de tantos años, no puedo evitar que se me queme la comida.- soltó un suspiro tembloroso.— Cada vez que su madre no estaba, iba a su casa y cuidábamos juntos a Natsu. Jugábamos a la familia y ella decía que era nuestra hija. Él siempre se sonrojaba y yo amaba verlo así. Pero la vez que más se sonrojó, fue cuando fuimos por primera al parque de atracciones. Nos subimos en el río del amor y su cara competía con su pelo.- cerró los ojos y sonrió.— En ese momento pensé que quería estar con el por siempre.
Volvió a abrir los ojos y volvió a mirar al negro cielo.
Contó de nuevo las estrellas porque había perdido la cuenta mientras hablaba.
—Cuando pasamos a tercero nuestra relación era estable. Seguíamos teniendo muchas primeras veces y seguíamos aprendiendo cosas del otro.-pausó.— Me llegó una carta donde decía que me querían reclutar en el equipo nacional y en los Adlers. Yo no sabía que hacer. Y para el día de la graduación, Hinata me dijo que quería romper. Obviamente no lo acepté y pensé que si uníamos nuestros cuerpos recordándole que lo amaba, cambiaría de opinión.
—Pero no fue así.- concluyó Atsumu y el pelinegro asintió.
—Cuando desperté no estaba, y nadie sabia a donde se había ido. Y lo único que pensé es que se había fugado contigo dejándome atrás y que el tiempo que pasamos juntos fue solo un juego para él.- cogió aire y lo soltó lentamente.— Yamaguchi y Tsukishima me recomendaron que me uniese a los Adlers, y lo peor que pude hacer fue hundir mis penas en alcohol.
—Pero algo bueno salió de eso, ¿no?
El pelinegro asintió y sonrió pequeño.
—Nao nació del desliz con Hoshiumi. Me arrepentí de aquello infinidad de veces, pero no me arrepiento que de ello naciese Nao.- sus ojos se aguaron al recordar a su bebé.
La primera vez que lo sostuvo en sus brazos. La primera vez que le dio el biberón. Cuando le cambió su primer pañal. Cuando le dijo papá. Cuando le sonreía. Sus primeras palabras...
—Nao es lo mejor que me ha pasado desde que Hinata se fue.- giró su cabeza viendo por primera vez a Atsumu.— No soy el mejor padre del mundo y Nao lo sabe y por las malas.- dijo con voz rota.— Trabajo duro en los Adlers para darle todo a mi hijo, pero sé que necesita un padre. Y no cumplo mi papel.
—No es tu culpa, Tobio-kun.
—Cuando volví a ver a Hinata, pensé...- rió entre lágrimas.— ...pensé que podríamos recuperar lo de antes y que podría ser una buena madre para Nao. Que le daría todo el amor que me faltó darle.- se limpió los ojos pero fue inútil. Sus lagrimas seguían saliendo.— Pero me doy cuenta que había rehecho su vida y tenia una familia. Puede que lo hubiese aceptado si no fueses tu su esposo. Pero lo eres. Y no puedo evitar pensar que era cierto que ustedes dos estaban juntos. Y no importa que digas que eso no era verdad.- le dijo cuando vio las intensiones del rubio al abrir la boca para rebatirle aquello.— Pero la guinda del pastel de todo esto es... que vienes y me dices que Soichi... Es mi hijo. Eso no hace que sea menos doloroso.- sorbió sus mocos y volvió a quitarse las lágrimas de sus ojos para ver al rubio.— ¿Pero por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué dejó de hablarte después de que le dije las verdades a la cara? Discúlpame, pero no tienes derecho a reclamarme nada cuando en realidad la verdadera victima de esta historia soy yo.
Atsumu abrió y cerró la boca como un pez en busca de aire, y la acabó cerrando.
Bajó la mirada a sus manos y jugó con sus dedos.
En realidad, no podía culpar al ojiazul. Podía jurar que Shouyo era el amor de su vida y se había ido dejando un vació en su corazón. Sin un porqué, ni una explicación. Y que regresase con una familia después de años de espera por volverlo a ver... Dolía.
Claro que lo hacía.
—Cuando... los vi jugar su primer partido en las nacionales, Shouyo llamó mi atención. Mis ojos solo podían seguirlo a cualquier lugar que se moviese.- alzó la vista y le sonrió torcido a Kageyama.— Pero también podía ver que tu tenías algo con él aparte del juego. Y quedó bastante claro cuando jugamos.- soltó un suspiro.— Fue amor a primera vista, pero era algo que no podía ser. Él estaba contigo y yo tenía que resignarme a que nuestro amor se diese.
—Pero se dio.- murmuró el pelinegro.
—Pero pasaron casi cuatro años para que pasara. No fue después del nacimiento de Soichiro que le propuse intentar una relación.- Kageyama le miró sorprendido.— Varias universidades extranjeras y nacionales quisieron reclutarme para su equipo de voley, pero me dije que era mejor irme de aquí. Nada me retenía aquí, y Shouyo era claramente un amor no correspondido.
—No lo era.- volvió a murmurar.
—Cuando lo volví a ver, fue un año y dos meses después de que me fuese a Brasil. Solía pasear por la playa y me lo encontré sentado en la arena llorando. Se enteró de que estaba embarazado de dos meses.- Kageyama contuvo la respiración.— Me contó todo lo vuestro, y como había dejado Japón para que te centraras en tu carrera. Yo había decidido guardar mis sentimientos por él, pero verle en la playa los desenterró de la arena cual cofre del tesoro. Le tendí mi mano, y le ofrecí a compartir la casa que mis padres me habían podido comprar antes de irme. Y aceptó.
Kageyama bajó su mirada y se mordió el labio.— ¿Como... fue el embarazo?
El rubio soltó aire antes de volver a hablar.— Fue tranquilo. Hasta que llegó el quinto mes.- rió.— Por las noches, Shouyo entraba a mi habitación diciendo que tenía antojos de lo más raro. Y yo procuraba cumplirlos. Le compré la ropa del bebé. La cuna. Los biberones. Pinté la habitación donde dormiría... Pero cuando llegó el día que Soichi nació, me asusté. Yo había salido a trabajar y cuando llegué Shouyo había roto la fuente y el bebé ya venía. Lo llevé al hospital y esperé.
Se removió en la banca y sacó su cartera de los pantalones de chándal que llevaba. La abrió y de ella sacó la foto que le tomó al pelinaranja en el hospital hacía nueve años atrás.
Tenía al pequeño Soichi entre sus brazos y una gran sonrisa adornaba su cara.
—Recuerdo que... Que le dije que se parecía a él, pero me dijo que en realidad se parecía a ti. Y la verdad, Tobio-kun, es que Soichi se parece a ti en muchos aspectos.- le entregó la foto al pelinegro que la miró con atención.— Los dos fruncís el ceño de la misma manera. Tenéis los ojos azules. Os gusta la leche aunque la suya sin lactosa, claro.- ambos rieron y el ojiazul alzó la mirada.— Pero en lo que más os parecéis, es en el amor incondicional que le tenéis a Shouyo.
A Kageyama se le volvieron a empañar los ojos y parpadeó varias veces para que sus ojos dejasen de segregar lágrimas.
—¿Por qué decirme ahora que soy el padre de Soichi?- dijo con la voz quebrada.
Atsumu suspiró y apoyó la espalda en el respaldo de la banca.
Alzó la vista viendo que algunas nubes empezaban a cubrir el cielo.
—Quiero que sepas, que amo a Soichi como a mi propio hijo. Pero cada día se empieza a parecer a ti. No me molesta, porque al fin y al cabo es mi hijo. Pero todos los días cuando me levanto y cuando me acuesto, pienso el porqué mis ojos no son azules.
—¿Por qué lo haces?
—En Brasil escuchaba los murmullos de las personas. Comparándonos a Soichi y a mi. Como nuestros ojos no son iguales. Pensé en usar lentillas de color un millón de veces, pero Shouyo me descubrió y me dijo que no lo hiciera. Pero al llegar aquí mi ansiedad creció. Cualquiera que conociese a Shouyo, sabría lo que pasó entre tu y él, y que era obvio que Soichi no es mi hijo.
Kageyama soltó el aire y volvió a mirar la foto.
Hinata siempre había sonreído de forma amplia. Y parecía que eso nunca había cambiado. Pero en aquella foto, parecía mucho más feliz que nunca. Puede, que Soichi fuese la razón de su nueva sonrisa. El tuvo la misma sonrisa al tener a Nao en sus brazos.
Aún así... Soichi había crecido en un ambiente familiar y lleno de amor. Él intentó que Nao creciese de la misma forma, pero no lo hizo bien.
—No deberías de hacerle caso a lo que dicen los demás. Aunque es un poco hipócrita de mi parte.- rió el ojiazul. Volvió a mirar al rubio y sonrió.— Has criado bien a Soichi, y da igual lo que los demás piensen. Tu eres su padre.
—Pero tu eres su verdadero padre.
El otro negó.— Tu lo eres. Yo solo ayudé a que viniese aquí.- miró una ultima vez la foto y se la dio al mayor.— Desde que tengo memoria, mi abuelo fue quien me crió en lugar de mis padres. Él fue más un padre que un abuelo. Y eso es lo tu eres para Soichi.- sonrió de lado.— Yo solo soy un desconocido para él. El hombre que besó a su madre. El padre de Nao. Pero tu eres su padre. Y estoy seguro que aunque le digáis la verdad en el futuro, eso no cambiará.
Atsumu suspiró tembloroso y le dio un empujón a Kageyama.
¡Se suponía que él no era quien debía de llorar!
Que el menor le dijese que... Que... Que él era el padre de Soichi, era algo que le hacia sentir un calorcito en el corazón.
—Quiero que pases tiempo con Soichiro.
—¿Qué?- alzó sus manos y negó.— No puedo, seria incómodo.
—Podemos quedar los cinco: tu, Nao, Soichi, Kenji y yo.
—¿Qué hay de Hinata?
—Estoy seguro que no querrá venir. Pero se lo diré.
Kageyama asintió.
—Y... ¿Podrías no decir nada sobre que eres el padre de Soichi?- se mordió el labio.— Shouyo nunca quiso que lo supieses porque cree que intentarías quitarle la custodia.
—Tranquilo. No diré nada.
Ambos soltaron un suspiro y miraron las estrellas.
Pasaron minutos en completo silencio hasta que se acabaron levantando de la banca y empezasen a caminar hasta la salida del parque.
Sus pasos se escuchaban chocar contra el camino de piedra y la brisa movía sus cabellos.
—Es tarde... ¿No deberías de estar en casa?- preguntó el ojiazul.— Shouyo estará preocupado.
—Ah... Eso.- rió nervioso.— Como te dije, Shouyo no me habla. Él es como mi aire, y sentía que me ahogaba en esas cuatro paredes y huí.
—¿A qué te refieres?
—Desde ayer estoy en la casa de Samu.
Daba vueltas en la cama y no podía dormir.
Puede que tuviese sed. O puede que fuese la inesperada visita en la casa del tío Satori.
El tío Wakatoshi había ido a buscarle a la practica de voleibol en la escuela y junto al tío Satori y al pequeño Ryoma fueron a su casa. El tío Satori le había bañado junto a Ryoma, aunque él tenia su propia bañera de color rojo. Y cuando fue la hora de cenar y le preguntó al tío Wakatoshi donde estaba su papá, y lo único que obtuvo fue un cambio de tema.
Sería un niño, pero ni mucho menos era tonto.
Algo pasaba y no quería que se enterase.
Cansado de dar vueltas, se levantó de la cama que era asignada para él cuando se quedaba a dormir en la casa del tío Satori y bajó las escaleras en silencio. Las maderas de los escalones habían sido cambiadas hace poco, y por mucho que saltara en ellas no se escucharían crujir.
Llegó al piso inferior con sus pies descalzos y puso rumbo a la cocina. Vio las luces encendidas y paró de andar. Con más sigilo, caminó de puntillas hasta el umbral del arco de la cocina y asomó su cabeza con cuidado.
Su tío Wakatoshi tenía la mano estirada sobre la mesa de la cocina y acariciaba con las yemas de los dedos la de su tío Satori.
—¿Me dirás por qué Nao-kun está aquí? ¿Le pasó algo a Kageyama-chan?
Wakatoshi suspiró.
—¿Nao está dormido?
—Claro que lo está.- frunció el ceño el pelirrojo.— Y no me cambies de tema, Waka-chan.
—No lo hago... Pero esto es mejor que Nao no lo sepa.
Satori se tensó por completo y miró preocupado al contrario.
—¿Le ocurrió algo malo a Kageyama-chan? ¿O el estúpido de Korai volvió a hacer algo?
Nao en su escondite se tensó y estremeció al escuchar el nombre de su mamá.
Cada vez que su mamá aparecía su padre se ponía de muy mal humor y tardaba varios días en que se le pasase el enfado.
—Hoy en la practica vino ese chico que estaba con Hinata Shouyo en Karasuno.
Satori giró la cabeza pensando y luego asintió.
—Miya Atsumu. Es su esposo.- le sonrió al chico.— Y no le gusta que le digan Hinata Shouyo. Ahora es Miya Shouyo.
—Eso no tiene sentido.
Satori se rió y se inclinó hacia delante uniendo sus labios con los de Wakatoshi. Nao en su escondite se llevó sus manitos hacia sus ojos evitando ver. Pero movió sus deditos para mirar un poquito.
Satori al separarse le sonrió y le habló bajo. Aún así, al estar en completo silencio, incluso Nao lo escuchó.
—Entonces no tendría sentido que mi apellido fuese Ushijima.
—Pero eres mi esposo.- dijo como un niño enfurruñado. Satori alzó una ceja y el contrario abrió la boca en una perfecta o.— Ya entiendo.
—Claro que lo haces, Waka-chan.- le acarició una mejilla.— Pero sigues sin decirme el porqué Nao está aquí.
—Miya Atsumu vino dando gritos hacia Kageyama.
—¿Por qué haría algo como eso?- bufó divertido el pelirrojo.
—Am... Miya Atsumu dijo que Kageyama era el culpable de que Miya Shouyo no le hablase.
—¿El enano y su esposo se han peleado? Increíble. Pero entendería que pensase que Kageyama-chan fuese el culpable. Después de todo ellos dos estaban juntos mucho tiempo y se amaban.- se llevó una mano a la barbilla.— Si el enano pelinaranja no se hubiese marchado puede que se hubiesen casado y formado una familia.
Nao jadeó y se llevó las manos a su boca.
Shouyo-san... Y su papá se habían querido. Lo suponía debido al beso que le dio en aquel partido. Pero lo que había dicho el tío Satori se lo había confirmado.
—Puede que lo sean.
—¿A que te refieres?
—El hijo mayor de Miya Atsumu. En realidad es hijo de Kageyama y Hinata. Es el medio hermano de Nao.
—Lo sé. Me di cuenta al verle los ojos
El peliblanco aguantó la respiración y se tensó.
¿Soichi... era su hermano?
Dio un paso hacia atrás y luego otro y otro, para salir corriendo de nuevo hacia las escaleras, subirlas y encerrarse en su habitación. Se tiró en la cama y se tapó hasta la cabeza con las colchas.
Lágrimas corrían por sus mejillas sin saber porqué.
Estaba extrañamente emocionado por saber que tenía un hermano, y que ese hermano era Soichi. Le gustaba Soichi para ser su hermano.
Pero también se sentía triste.
¿Qué pasa si su papá prefería a Soichi como su hijo en vez de a él? Después de todo, quería a Shouyo-san y tenían un hijo juntos. Él nunca debió de existir. Soichi era mejor que él y seguro que su padre vería eso y no le querría más.
Si eso pasase de verdad... No sabría que hacer.
—¡Ya estoy en casa gatito!- Kuroo se quitó los zapatos y camino por el pasillo.
Al final había decidido mudarse con Kenma después de saber que tendrían a un pequeño gatito en unos meses. Cuando regresó a su casa, con el ánimo por las nubes, se puso a corregir los exámenes pendientes y aprobó a aquellos que tenían más de un 4'5 en ellos. Él no era de los que aprobaba a los estudiantes aunque tuviesen un 4'9.
Ya sabía como se sentían los profesores cuando estudiaba y pedían que subiesen sus notas.
Recogió sus cosas y se mudó a la inmensa casa donde vivía Kenma.
Abrió la puerta de la sala de cine y se encontró a Kenma jugando otro de sus videojuegos. Se dejó caer a su lado y le dio un beso de bienvenida, aunque debía ser el teñido el que le besase a él.
—Me has hecho perder.
—Se dice bienvenido.
—No te lo mereces. Me has echo perder.- Kuroo rodó los ojos y Kenma suspiró.— ¿Como te fue con Bokuto?
—Conocí a sus hijos.- dijo feliz.— Bueno a dos de tres. Sora es igual a Bokuto. Y Ryo es tan chiquitito. Seguro que nuestro hijo será igual.
—O hija.-añadió.— Hijo o hija.
—Da igual. Es nuestro bebé.
—También puede ser que tengamos gemelos como Shouyo.
Kuroo se separó de Kenma y le miró sorprendido.
—Eso es imposible. No tenemos antecedentes de gemelos o mellizos en nuestras familias.
—No tiene por que ser genético. Hay uno entre cuarenta y ocho embarazos donde nacen gemelos. Con la reproducción asistida, ese porcentaje es mayor.
—¿Te has puesto a investigar?
Kenma se encogió de hombros y empezó a jugar con los botones del mando de la consola sin mirarle a los ojos.
—No siempre estoy jugando. Me hago la comida y esas cosas...
—Pero ahora vivimos juntos. Yo puedo hacer todo eso.
Kenma alzó su mirada y le miró bajo sus largos mechones castaños.— Pero tu vienes cansado del trabajo. Y siempre tienes que corregir más trabajos y exámenes.
Kuroo sonrió malvado y empujó con cuidado al teñido sobre el suelo de tatami quitando de sus manos el mando de la consola.
El menor miraba a todos lados de manera nerviosa y eso divertía mucho más al pelinegro.
—¿Eso que noto en tu tono de voz son celos, Kenma? Nunca pensé que sería más importante que tus videojuegos.
Kenma se sonrojó y seguía sin mirarle a los ojos.— N-no lo eres. S-son las hormonas del embarazo. Me hacen sentir inquieto.
Kuroo rió.
—Gatito, no estamos en una de esas novelas de adolescentes que escriben mis hormonadas estudiantes donde yo soy el macho alfa y tu el lindo omega que busca mis feromonas.
Kenma esta vez le miró con una ceja alzada. ¿Que demonios decía?
—¿Volviste a oler productos químicos del laboratorio de química?- preguntó.— ¿O Bokuto te dio algo ilegal?
—Lo único ilegal que me podría dar Bokuto, son los onigiri que le roba a Akaashi de la nevera.
—Pues deja de decir tonterías si nada raro ha entrado en tu sistema.
—En el mio puede que no entre nada. Pero en el tuyo me gusta cuando algo entra en cierto lugar.
Kenma suspiró y empujó a Kuroo lejos de él.
Se levantó y volvió a coger el mando de su consola volviendo a iniciar la partida que el pelinegro le había hecho perder en el momento que entró por la puerta.
—No tendremos sexo.
—Vamos Kenma~... El sexo es bueno.
—Puede ser.- concordó.— Pero Shouyo dice que es a partir del cuarto mes que el libido empieza a subir.
—¡¿Qué?!- dijo alterado el pelinegro.— ¡¿No tendremos sexo en tres meses?!
—Exactamente.
—¡Se me caerá el pene! ¡Y jalármela no es una opción!
—Pues lo siento por la cosa que tienes colgada entre las piernas, pero no habrá sexo en tres meses.
Kuroo suspiró frustrado y se pasó las manos por la cara hasta llegar al pelo y revolverlo con furia. Esto no se quedaría así.
Haría que Kenma se arrepintiese de sus palabras.
Kageyama se quitó sus zapatos y tiró las llaves de su casa y del coche al pequeño cuenco que tenía encima de un mueble en el genkan.
Su bolso del entrenamiento lo tiró de la misma manera al suelo y caminó como un alma en pena hacia las escaleras. Las subió con lentitud agarrándose bien de la barandilla. No quería caerse y matarse por romperse el cuello por culpa de unas asquerosas escaleras.
Al llegar al segundo piso, se fue a su habitación y se quitó su ropa de deporte. Se puso unos pantalones cortos y una camisa cómoda. Volvió a salir de su habitación y entró en la de su hijo.
Dio un par de pasos dentro de la estancia y miró cada rincón del lugar con la luz proveniente de la luna. Soltó un suspiro tembloroso y su labio inferior empezó a temblar sin control alguno. Fue hasta la cama y se sentó en ella. Cuando lo hizo, no pensó que en verdad necesitaba hacerlo.
Sus piernas eran de gelatina y sus manos no paraban de temblar. Las hizo puño pensando que así dejarían de hacerlo, pero era inútil.
En todo su camino hasta su casa, no había derramado una sola lágrima. Pero estar en la habitación de su bebé destruía cada una de las barreras que había estado alzando en ese momento. Se aferró al borde de la cama y de las colchas con dibujitos de naves espaciales y gritó.
Gritó a todo pulmón dejando salir cada una de sus emociones.
Odiaba la vida. Era un asco.
Su pecho no había dejado de doler desde que supo que el mocoso que le había pateado en aquel partido donde había besado a Hinata, en realidad era su hijo.
Su hijo con Hinata.
Dolía el no haber sabido de su existencia en todo este tiempo. Y dolía que Hinata pensara que él sería capaz de quitarle al niño de sus brazos. No podía ni cuidar bien de Nao, ¿como lo haría con Soichi?
¿Y que le diría a Nao?
Ser adulto era un asco. ¿Por qué crecer y afrontar los problemas que evades siendo un niño?
Se dejó caer de espaldas en la cama y abrazó el pequeño cuervo que le había regalado a su hijo hace años. Su lágrimas mojaban la almohada. La almohada de su bebé. Que olía a gel de bebé. Todo la habitación olía a bebé.
Lloró con mucha más fuerza y sus hombros no dejaban de temblar. Quería a Nao a su lado. Abrazarlo y oler el champú de bebé que compraba solo para él. Escuchar su risa cuando le hacía cosquillas. Solo...
Quería a Nao consigo.
Volvió a gritar con fuerza una y otra vez desgarrándose las cuerdas vocales.
La vida era una mierda. ¿Por qué no acabó con la suya cuando pudo? No quería seguir en ese mundo lleno de dolor y sufrimiento. Uno por el que había estado viviendo durante nueve años y que ese día se hacía más doloroso.
Pero... recordaba a Nao. Él le necesitaba. No podía dejar que Hoshiumi lo tuviese, porque sabía que su bebé sufriría con él.
Se sorbió los mocos, y se limpió las lágrimas. Sus ojos probablemente estuviesen rojos e hinchados. Los podía sentir. Se levantó con el cuervo en uno de sus brazos, y con pasos tambaleantes salió de allí. Caminó hacia las escaleras de nuevo, y las bajó lentamente tropezando un par de veces.
Llegó al genkan y se puso unas zapatillas. Cogió las llaves de su coche y de la casa y salió.
Iría a buscar a Nao. Por muy tarde que fuese.
Esa noche, necesitaba a su bebé durmiendo a su lado.
Siendo la una de la madrugada, actualizo para acabar con la incertidumbre del capitulo anterior.
Estoy sufriendo escribiendo a Kags de esta forma. Es muy vulnerable y siento que me representa. Cuando estaba escribiendo la ultima parte de Kageyama, me salió Skinny Love (que me sorprendió que tiene nueve años y yo no lo sabía) y me dieron ganas de llorar mientras lo escribía. Así que, os ordeno amablemente que pongáis la canción en esa parte, y lloráis un poquito si no lo hicisteis.
Y aunque acabó algo sad este capitulo, el momento KuroKen dejó un momento divertido.
Díganme la parejita que quieren leer en el siguiente capitulo. No me digan UshiTen porque no estoy conforme con lo que escribí aquí, por lo que estará también en el siguiente.
De paso aviso, que no volveré a actualizar hasta el día 7 de junio. Ese día empieza la primera AtsuHina Week y quiero actualizar la historia ese día para recordaroslo y que os paséis a leer la Week.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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