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Capitulo 14

Habían regresado a su casa en la tarde. Para ser más exactos un poco pasada la hora de la merienda.

Kageyama por el espejo retrovisor de su coche había visto como Nao se había quedado dormido en todo el trayecto de vuelta. También miraba el asiento central de los asientos traseros a cada rato. Lo había limpiado bien, pero él creía ver aquella mancha de sangre que Hinata había dejado en su coche.

Recordar todo aquello era horrible. Durante el camino no dejó de apretar el volante con fuerza y su ceño nunca había estado tan fruncido como hasta ahora.

Ver de aquella manera a Miya le dejó claro las cosas. Pero se negaba a dar su brazo a torcer con dejarle a Hinata. Sí, había visto como sufría como un condenado pensando en como Shirabu le dijo que Hinata y uno de sus hijos habían muerto, pero que gracias a los médicos pudieron salvarlos. A él también le había dolido pero quería ser él el que se quedase agarrando su mano hasta que despertase en aquella cama de hospital.

Sí, también había visto a Hinata junto a su... familia en la habitación del hospital apenas unos segundos mientras todos dormían. También pudo apreciar mejor a sus hijos, viendo el parecido de cada uno con sus padres pero sus ojos no podían dejar de mirar al mocoso que le había pateado aquella vez.

No sabia porqué pero sus ojos parecían buscarlo. Quizás fuese aquella cabellera naranja lo que hiciese mirarlo recordándole a Hinata.

Sacudió su cabeza y volvió a centrar su azulina mirada en su hijo que devoraba un sándwich con crema de cacao y un gran vaso de leche a su lado. Él estaba apoyado en el borde del fregadero con su traje sastre aún puesto. Uno de sus brazos lo tenía apoyado en el pecho y tenía el codo del otro apoyado encima con su teléfono en su mano dando con él pequeños toques en su barbilla.

Su cabeza no dejaba de pensar en aquella descabellada idea que se le pasó en el hospital mientras veía a Miya en la UCI de Neonatos. Se sentía frustrado pero cada vez que volvía a centrar su mirada en Nao pensaba que su idea no era tan descabellada después de todo.

Vio como Nao acabó de masticar su sándwich y se bebía con rapidez su vaso de leche. Se relamió los labios al dejar el vaso en la mesa de nuevo y se giro para mirarle. Rió bajito al ver toda la boca de Nao manchurrada de la crema de cacao y dejando el teléfono en la encimera, se acerco hacia su hijo con un paño entre las manos.

Le agarró con delicadeza la barbilla y empezó a limpiarle la cara borrando la evidencia del chocolate en ella. Dejó el paño en la mesa y se agachó para ver mejor a su niño. Le agarró las manos y sonrió torcido, recibiendo una sonrisa mucho más amplia y mostrando sus dientes de parte de Nao.

—¿Por qué no buscas una película y la vemos juntos en el cuarto de papá?

A Nao le brillaron los ojos.

—¿Solo una?

—Podemos ver todas la que tu quieras.

Nao sonrió mucho más amplio si aquello era posible. Le dio un abrazo realmente fuerte y dejó un sonoro beso en su mejilla antes de bajarse de la silla.

—Nao.- llamó antes de que saliese de la cocina. El niño se giró a mirarle.— Primero hay que darse un baño.

El niño bufó. No le apetecía bañarse justo cuando su papá le dijo que podían tener una sesión de películas ellos dos juntos.

—Está bien... Me ducharé primero.- murmuró cabizbajo.

—Nao.- volvió a llamar y el niño alzó su cabeza algo triste esta vez.— Prepara la bañera. Nos bañaremos juntos.

Nao abrió su boca formando una pequeña o y asintió con rapidez. Salió corriendo y subió de la misma manera las escaleras tropezándose más de una vez.

Kageyama suspiró y llevó el plato y el vaso al fregadero para lavarlos. Cogió su teléfono buscando un numero y marcó poniendo la llamada en altavoz. Se remangó la camisa y se dispuso a fregar.

—¿Kageyama-san?

—Yamato-san. ¿Está ocupado?

—Oh no, tranquilo. Solo me sorprendió tu llamada.- le dijo.— ¿Ocurrió algo? ¿Hoshiumi-san le volvió a molestar?

—No.- dijo mientras cerraba el grifo y se apoyaba en el fregadero.— La verdad quisiera que nos podamos ver mañana. ¿Cree que podrá?

—Creo tener tiempo en la mañana. ¿Le parece bien?

—Sí, gracias.- se mordió el labio inferior algo inseguro.— Me gustaría que buscase unos papeles.

—Sin problema.

—Gracias otra vez. Le mando enseguida lo que necesito.

Sin decir nada más la llamada se cortó y se secó las manos. Volvió a coger su teléfono y le mando al hombre por mensaje lo que quería.

Volvió a los teléfonos y marcó otro numero. Lo que estaba por hacer si que era descabellado hasta para él.

—Kageyama-chan~- era la voz de Satori.

—¿Se encuentra Ushijima-san?

—Waka-chan está conduciendo.- respondió con tono alegre.— ¿Se te ofrece algo Kageyama?

—Um... Podrías... ¿Podrías decirle que le diga al entrenador que me tomare una semana de vacaciones?

Escuchó un jadeo por parte de Satori y sentía que con solo escuchar aquello se ponía cada vez mas nervioso.

—¿Qué?- dijo todavía sorprendido.— ¿Estás bien? ¿Acaso estás enfermo?

—No. Yo solo... Quisiera pasar más tiempo con Nao.

El otro lado de la linea quedó completamente en silencio pero podía escuchar la respiración de Satori. Quería y a la vez no saber que era lo que estaba pensando el pelirrojo en ese momento.

—Está bien.- dijo al final.— Se lo diré.

—Gracias.

Colgó la llamada y apagó su teléfono. No quería que alguien lo molestase.

Subió las escaleras y al pasar por delante de la puerta de la habitación de su hijo lo pudo ver rebuscando en el armario su pijama. Cuando vio el que sacó su corazón latió con rapidez. El pijama era de un tono verde pastel de la cantidad de veces que ha tenido que lavarlo; y tenía unas desgastadas pelotas de voleibol en él.

Aquel pijama se lo había regalado para su cumpleaños hace tres años y recuerda lo grande que le quedaba, pero eso a Nao pareció no importarle. Lo había usado tantas veces que ya había perdido la cuenta.

Ahora que era grande, aquel pijama parecía que pronto le quedaría pequeño.

Nao se giró y se sonrojó al ver allí a su papá.

—E-el baño ya está listo.

—¿A que estamos esperando entonces?- preguntó con una sonrisa.— Si no nos damos prisa el agua se enfriará.

Nao asintió y trotó hacia el baño seguido por el paso tranquilo de su padre.

Se quitaron la ropa y ambos se metieron dentro del agua caliente. Kageyama abrazó a su hijo y él se dejó hacer. Su papá hoy estaba raro pero no le importaba, aprovecharía aquello.

Ambos se lavaron el pelo entre risas y se salpicaron agua haciendo que cayese incluso por fuera de la bañera. Nao recibió cosquillas por parte de su padre y él no dejaba de reír por ellas. 

Cuando estuvieron completamente bañados y sin rastro de jabón en sus cuerpos, Kageyama fue el primero en salir enrollándose una toalla en su cintura. Ayudó a salir a Nao y lo envolvió con otra toalla. Le tendió su pijama que lo agarró enseguida; y lo cargó en sus brazos hasta su habitación.

Lo dejó en la cama y empezó a secar cada una de las partes de su cuerpo. A su vez repartía besos por su cara y su barriga haciendo reír a su niño y sentía que durante mucho mucho tiempo se había estado perdiendo cosas como estas mientras se centraba en jugar, jugar y jugar.

—¿Por qué no invitas el viernes a ese amigo tuyo? Koichi.- le dijo mientras le secaba el pelo con la toalla con suavidad.

—Se llama Soichiro, papá. Soichiro.

—Lo que sea.- le restó importancia.— ¿Qué te parece?

Nao bajó la mirada y jugó con el borde de su camisa.

—Se lo preguntaré.- murmuró.

Kageyama le acarició la cabeza y le besó la frente.

—No pasa nada si no viene. Haremos algo divertido los dos.

Sus ojitos azules miraron los de su papá buscando alguna mentira en ellos tras sus palabras, pero solo pudo ver el brillo en ellos y una ligera sonrisa que muy pocas veces veía. Al final acabó asintiendo y esperó a que su papá se vistiera.

Miró las películas que había cogido de su habitación y frunció un poco su ceño pensando cual sería la mejor película que ver. Había unas cuantas que apenas recordaba, pero había otras muchas que quería volver a ver.

—¿Que película veremos?- preguntó su padre acostándose a su lado viendo las carcasas de las películas.

—No lo se... Quisiera verlas todas.

—Mm...- dijo pensativo.— ¿Que tal ésta?- preguntó señalando una película.

Nao jadeó y miró a su padre con una cara que el pelinegro no supo interpretar.

—No puedes hacer eso papá. No puedes ver las segundas partes sin haber visto la primera.

—¿Ah... sí?- dijo cohibido por haber sido regañado por su hijo.— Pero no tiene un dos como en esta otra.- señaló otra película que decía Los Increíbles 2.

—¡No siempre es así papá!- dijo dando botes en la cama.— Ésta es la segunda de esta otra.

Kageyama miró ambas caratulas y frunció el ceño sin poder encontrar alguna diferencia en ellas. Ambos tenían el fondo azul y habían muchos peces en el. Él las veía igual.

—¿Pero que diferencia hay entre Buscando a Nemo y Buscando a Dory?

—Creo que alguien como tu no lo entendería, papá.

Kageyama abrió la boca y soltó una risa más parecido a un bufido.

—¿Como que alguien como yo? Pequeño mocoso.

El pelinegro se abalanzó sobre Nao y empezó a hacerle cosquillas escuchando sus risas llenar la habitación. Le hizo pedorretas en la barriga sintiendo como el niño se removía intentando alejarse de él y aún escuchando las risas de Nao.

Las películas cayeron al suelo y con las respiraciones agitadas y con los restos de la risa de Nao se metieron bajo las mantas.

—Te quiero mucho Nao.

—Yo también te quiero, papá. Mucho, mucho, mucho.

Abrazó a su hijo y ambos cayeron dormidos.

Al final, su noche de películas acabó siendo una de risas y cosquillas.

—¿Que quería Kageyama?- preguntó Wakatoshi con la vista puesta en la carretera.

Satori le miró de reojo viendo su marcado perfil y luego miró por el retrovisor a sus acompañantes.

Semi y Shirabu estaban cada uno en la esquina del coche, siendo Shirabu detrás de su sillón y Semi del de Waka-chan. Ambos miraban por la ventana y tenían el ceño ligeramente fruncido. Pensó que ambos se habían reconciliado por lo que le dijo esa mañana Shirabu cuando fueron a desayunar a la casa de su querida suegra. Notese el sarcasmo.

Sería la madre de su adorado Waka-chan, pero no se tragaba a la mujer, y sabía que a ella tampoco le caía bien. Él único que se salvaba era su padre. Recuerda que incluso en sus días de preparatoria hasta la abuela de Waka-chan era tan insoportable como su hija.

Cuando regresaran a Tokio le haría una pequeña visita a su suegro.

¡Pero volviendo con Semi y Shirabu! No entendía lo que pasaba con aquel par. Shirabu le dijo lo que había ocurrido con el enano del Karasuno y que todo aquello acabó como un terrible susto.

Nunca olvidará la sangre manchando aquel traje blanco.

También le dijo que al salir del hospital, Semi lo esperaba. No hubieron palabras y se dejaron dominar por el deseo olvidando el resentimiento. Lo habían hecho en el cuarto del conserje y habían llegado pasada las tres a la casa de su madre. La cara de sueño no se las quitaba nadie, pero parecían realmente radiantes en el desayuno.

Y le frustra no saber que es lo que pasa con sus amigos.

—Me pidió que le informases al entrenador que se tomará una semana de vacaciones.

Wakatoshi pegó tal frenazo que casi provoca un accidente al hacer que los coches que iban detrás de ellos frenaran de la misma manera.

—¡¿Pero que te pasa?! ¡¿Nos quieres matar o qué?!- le reclamó Semi desde su asiento.

Satori se masajeó la barriga intentando calmar los movimientos de su bebé debido al susto. Miró a Wakatoshi quien tenía el ceño realmente fruncido y volvía a poner el coche en marcha escuchando los reclamos de los demás vehículos.

—¿Por qué Kageyama haría algo como eso?

—Me dijo que quería estar con Nao.

—Pero ya está con Nao.

—No lo suficiente, Waka-chan.

Shirabu y Semi observaban el intercambio de frases entre el matrimonio realmente incómodos. Los dos sabían que aquello no iba a acabar bien.

—Tenemos partidos importantes, no puede faltar a ellos. Ni a las practicas.

—Te recuerdo que Kageyama tiene un hijo.

—Pero estos partidos son más importantes. Kageyama no debería de perder el tiempo con una semana libre con Nao.

A Satori se le llenaron los ojos de lagrimas y apretó los puños.

¿Esto era lo que le esperaba a partir de ahora? ¿Que su Waka-chan pusiera primero el voleibol y después a su familia? No quería creer aquello ya que su Waka-chan siempre le envolvía en besos y mimos todos los días y más ahora que esperaban a su primer hijo.

Pero las palabras que dijo... Le habían dolido.

Podía ver como Kageyama sufría por sacar horas en el día para poder estar aunque sea un momento con Nao. Aquel chiquillo era su mundo. Y no podía entender como Waka-chan no podía ver el mismo sufrimiento que él veía en Kageyama.

—Para el coche.- se felicitó mentalmente por no quebrársele la voz.

—...¿Qué?

—Que pares el coche.- repitió.

Shirabu y Semi intercambiaron una mirada preocupada.

—¿Por qué haría algo como eso?

—¡Wakatoshi, que pares el maldito coche!

El castaño se arrimó en el arcén y vio como Satori salía del coche. Dio un portazo al bajarse y le vio apoyarse en el quitamiedos*. Con el ceño más fruncido se bajó de la misma manera y le miró por encima del techo del coche.

Shirabu miró con preocupación a Satori a través de la ventana que se mordía el labio inferior y tenía los brazos cruzados por encima del pecho. Semi se acercó al castaño y miró de la misma manera al pelirrojo.

—Satori. Regresa dentro.

—No lo haré.

—Satori.- volvió a decir serio.—Regresa den...-

—Vete.

—¿Qué?

—¡Que te vayas!- gritó empezando a alterarse.

Wakatoshi apretó los labios. Dándole una ultima mirada abrió su puerta y se subió al vehículo. Lo puso en marcha y se fue dejando atrás a Satori que ya había empezado a llorar.

Boquiabierto, Semi giró su cabeza viendo por el cristal trasero a Satori.

—¿Pero que haces? ¿Piensas dejarlo allí?- decía Semi.

—Déjalo. Es solo una rabieta. Se le pasará.

—¿Y dejarlo solo en mitad de la carretera arreglarán las cosa?- preguntó Shirabu.

—El lo pidió.

—¡Pero no lo decía enserio!- reprendió Semi.

Wakatoshi no dijo nada más y siguió conduciendo.

Por otro lado a unos metros más atrás, en otro coche otra situación incómoda se estaba dando.

Kuroo conducía extrañamente callado y serio. A su lado iba Kenma sin ni siquiera estar jugando con su consola. En los asientos traseros iban Bokuto agarrando la mano de Akaashi siendo el de pelo blanco el que también iba extrañamente callado.

Akaashi prefería no preguntar que fue lo que pasó entre Kenma y Kuroo, pero como Bokuto se mordía el labio era obvio que también quería hablar. Aún así, no decía nada. Tal vez fuese por el ambiente.

Cuando se despertó esa mañana apenas y podía caminar. En la madrugada sintió un inexplicable calor invadirle el cuerpo y cuando estuvo consciente pudo sentir claramente como Bokuto le estaba dando una mamada y le simulaba pequeñas embestidas con sus dedos en su entrada.

Al final acabaron haciéndolo un par de veces más y volvieron a caer dormidos hasta el momento de tener que irse del hotel.

Literalmente no podía mover un solo músculo de su cuerpo y tuvo que ser cargado por Bokuto hasta el coche. No había comido nada, y tenía hambre, y el silencio que había dentro de ese lugar le estaba agobiando y empezaba a estar de mal humor.

Cuando se habían visto esa mañana les habían contado lo sucedido con Hinata. Él se preocupó en demasía en instintivamente se llevó la mano a su vientre plano. Bokuto había preguntado por detalles más específicos pero no obtuvo nada del par de gatos.

—Esto... Kuroo... ¿Pasó algo entre Kenma y tu?- preguntó Bokuto inocente y con ganas de saber la tensión entre el par.

— No es nada.- se apresuró a decir Kenma.

Akaashi vio como el pelinegro apretaba con fuerza el volante.

—¿No decir donde estaba Chibi-chan en estos años no es nada?

—Se lo prometí a Shouyo.

—¿Y yo qué? ¿Estoy pintado?- preguntó empezando a enfadarse.— Era tu amigo en aquel entonces, podrías haberme dicho. Ahora soy tu novio y parece que no te importa.

—Se lo prometí a Shouyo.- repitió.

—¿No pensaste en Kageyama?

Kenma frunció el ceño.— Eso ya no importa. Kageyama tiene su familia y Shouyo la suya. Cada uno es feliz con lo que tiene.

—Pero Kageyama sería más feliz si Chibi-chan estuviese a su lado- insistió Kuroo.

Fastidiado, Kenma dio un golpe al cristal de la ventanilla sobresaltando a Akaashi y Bokuto y miró con enfado a Kuroo.

—¡Tu no sabes por lo que Shouyo ha pasado! Él tuvo sus razones para irse y te puedo asegurar que está mil veces mejor con Atsumu que con Kageyama.- apretó con fuerza los puños— Atsumu lo ama y Shouyo lo ama de la misma forma. Así que te pido que no te metas donde nadie te ha llamado.- se cruzó de brazos y volvió a mirar por el cristal.— Nadie te ha dado velas en este entierro, Kuroo.

El pelinegro apretó los labios en una fina linea y no dijo nada más.

Bokuto se encogió en su asiento y agachó la cabeza sintiéndose culpable por haber preguntado. Sus amigos se habían peleado y había sido su culpa.

Akaashi le acarició los cabellos y apoyó su cabeza en el hombro contrario. Pero aquello no duró mucho. Se enderezó con rapidez y abrió los ojos como platos.

—Kuroo-san...- tocaba el asiento del pelinegro con algo de desespero.— Kuroo-san para el coche.

Kuroo lo miró por el retrovisor extrañado.

—¿Te encuentras mal?- preguntó Bokuto empezando a preocuparse. —¿Que tienes? ¿Mareos? ¿Dolor de cabeza? ¿Dolor de estomago? ¿Vómitos? ¿Quieres que te llevemos al médico?- soltó todas aquellas preguntas sin casi respirar en cada una de ellas.

Akaashi sacudió la cabeza.

—No es eso. Mirad.- señaló a donde estaba mirando.

Bokuto jadeó.— ¡Es Sato-chan!

Kuroo disminuyó la velocidad y aparcó a un par de metros de Satori en el arcén. Bokuto fue el único que se bajó y corrió hacia el pelirrojo. Akaashi habría hecho lo mismo si no le doliese cada uno de sus músculos. Kenma y Kuroo seguían demasiado enfadados como para hacer algo correcto.

Sin ser bruscos, Bokuto dejó una mano encima del hombro de Satori haciendo que este se sobresaltase.

—Sato-chan... ¿Que haces aquí? ¿Donde está Ushiwaka?

—Me dejó aquí.- dijo con su voz rota.

—Vamos. Nosotros te llevaremos.

Satori asintió y sorbió su nariz. A paso lento caminaron de vuelta al coche y ayudó a Satori a entrar. Akaashi se movió sintiendo sus músculos quejarse y dejando que Satori quedase en el centro.

Akaashi le abrazó y le apoyó la cabeza en su hombro mientras le acariciaba los rojos cabellos sintiendo como sus lágrimas mojaban su camisa.

Bokuto le abrazó como pudo y le miró preocupado.

—¿Que ocurrió Sato-chan? ¿Por qué Ushiwaka te dejó allí en tu estado?

—Kageyama llamó.- Kuroo y Kenma se tensaron.— Y dijo que se tomaría una semana de vacaciones para estar con Nao.

—¿Y que tiene que ver Ushijima-san en esto?- preguntó a Akaashi.

—Waka-chan no entiende que Kageyama quiere pasar tiempo con Nao. Es su hijo... Es normal que quiera estar juntos.

—¿Pero por qué te dejó botado como a un perro?- preguntó Kuroo sin tacto.

A Satori le tembló mucho más el labio.— Porque le grité... Pero yo solo quería que comprendiese a Kageyama.

—No es culpa tuya Sato-chan.

Satori asintió aún derramando lágrimas y sorbiendo los mocos que amenazaban con salir de su nariz.

—¿Me podrías dejar en casa de SemiSemi? No quiero ir a casa.

—Por supuesto, Sato-chan.- sonrió Bokuto mostrando todos sus dientes.

Satori le devolvió una sonrisa mas pequeña y se acomodó más en el hombro de Akaashi.

Shouyo tenía los ojos brillantes de pura emoción. Entre sus brazos tenía a su precioso bebé. A su Takeo.

Los médicos se sorprendieron de la rápida recuperación que tuvo su niño en apenas unas horas y vieron viable que madre e hijo se reuniesen después de todo. Era tan chiquito que quiso llorar. Con sus escasos cabellos naranjas y con esa boquita tan diminuta que se le asemejaba a la de Atsumu. Su bebé era el niño más hermoso del mundo.

El rubio fue quien lloró al tener al bebé entre sus brazos. Le acariciaba la nariz con ternura y estaba seguro que esa noche los tendrían en su cama y los observaría mientras dormían. Se levantaría a darles el biberón o cambiarles el pañal mientras él con cansancio los miraría con amor.

Miró al frente suyo, donde sus bebés mayores sostenían a su pequeña entre sus brazos. Kenji tenia los ojos bien abiertos mirando de cerca a Ai* mientras que Soichi mantenía sus bracitos de tal forma como le había indicado Atsumu.

Ellos todavía seguían en el hospital pero llegada la tarde le dieron el alta y podrían irse devuelta a casa. Atsumu había llamado a su hermana y cuando la vio entrar ambos se sonrieron y se dejo abrazar por la menor. Preguntó por su madre y según su hermana ella no quiso acompañarla porque seguía sin aceptar a Atsumu, lo que implicaba también no aceptar a Kenji y los bebés.

Podía ver claramente la preferencia de su madre por Soichiro al ser hijo de Kageyama. ¿Acaso ella sabría que tenía un hijo?

—¿Donde está papá?- preguntó Kenji sin apartar la mirada de la bebé.

—Fue a buscar las cosas que dejamos en la posada.

—¿Y tardará mucho?

—Claro que no. Porque ya estoy aquí.- habló Atsumu entrando por la puerta con una sonrisa.

Acarició las cabezas de sus niños y besó la frente de la pequeña Ai. Dejó el bolso que llevaba al hombro en el sofá y caminó hacia el pelinaranja. Le dio un largo beso a su pequeña esposa con una sonrisa de por medio al tenerlo ahí, y bien; y se agachó para darle uno en la frente de Takeo.

—Te traje algo de ropa para que te pudieras cambiar.

—Gracias.

Dándole un beso, le dio a Takeo y con lentitud se bajó de la cama. Sacó la ropa del bolso y se dirigió al baño que había en la habitación. Cerró la puerta y se quitó la bata de hospital. Se colocó nueva ropa interior y los pantalones. Cogió la camisa y alzó la vista al espejo.

Allí pudo ver la cicatriz de su cesárea. Tenía toda aquella área de un color rojizo y se veía las costuras que le habían practicado para poder cerrar la carne. Con cuidado se acarició el estómago y sonrió leve. Sus bebés ya no estaban allí, pero los podía tener entre sus brazos ahora y llenarles de amor.

Quizás este embarazo no fue del todo satisfactorio como llegó a pensar, pero sin duda lo que pasó no le iba a impedir que dejase de querer tener otro hijo. Aún así tendría que hablar con Atsumu porque sabía muy bien lo que estaba pensando, y lo mejor era hablarlo lo antes posible.

Sacudió la cabeza y se colocó la camisa. Se puso los calcetines y los zapatos que también le había traído el rubio y salió.

—¿En que momento compraste eso?- preguntó con una pequeña sonrisa.

Sus bebés tenían unos mamelucos en forma de oso. Tenían los gorritos puestos dejándole ver unas tiernas orejitas redondas. Podría morir de ternura por ver aquello.

—Antes, cuando...- no terminó de hablar y desvió la mirada.

Shouyo enarcó una ceja— ¿Que hiciste Tsumu?

El rubio rió nervioso.— Sería más fácil si te lo muestro.

El pelinaranja asintió suspirando y cogió entre sus brazos a Takeo. Atsumu se volvió a colgar el bolso al hombro y cogió a Ai. Soichi agarró la mano de Kenji y la familia caminó lejos de la habitación. Al llegar al ascensor Kenji pulsó el botón para llamarlo y cuando entraron tocó el botón que tenía un cero en él. 

Al salir de del hospital, siguieron al rubio hasta el aparcamiento del lugar y ahí fue cuando Shouyo lo vio. Un enorme monovolumen de color gris de al menos siete plazas. ¿A donde había ido a parar su modesto coche de cinco plazas?

No, no. No. La pregunta no era esa.

¿De donde había sacado Atsumu el dinero para comprar aquello? 

—¿Que es esto Atsumu?

—Am...- volvió a reír nervioso.— ¿Nuestro nuevo coche?

—¿Es una pregunta o una afirmación?- Shouyo volvió a alzar una ceja.

Atsumu dejó caer los hombros y soltó el aire por la boca.

—Ambos sabemos que no teníamos planeado que los gemelos nacieran en este viaje.- bajó su mirada hacia Ai.— Y nuestro anterior coche era demasiado pequeño para todos.

—Podría haber ido en un Taxi.

—Pero yo no estaría tranquilo si no os tengo cerca.

Shouyo se sonrojó por tan sinceras palabras.

—Pude vender el otro coche y con el dinero comprar este. Bueno.- rectificó.— Puede que haya tenido que usar mi tarjeta para dar lo que sobraba.- miró apenado a Shouyo.— Puede... que haya también comprado las sillitas para los bebés.

El pelinaranja rió bajo y se acercó al rubio. Se puso de puntillas y le dio un casto beso en los labios.

—Los has vuelto hacer, Súper papá.

Atsumu solo pudo sonreír con las mejillas totalmente sonrojadas.

Iwaizumi estaba sentado en el tatami de su habitación leyendo una revista. Tenía el ceño más que fruncido pero, ¿que podía esperar?

Había sido un completo idiota por esperar que Oikawa cumpliría su promesa de almorzar juntos. Al final él había comido solo y su gran banquete había sido un ramen instantáneo. Miró la hora de su teléfono que indicaba casi las nueve de la noche y era prácticamente la hora de su cena, pero las ganas de comer se le quitaban siendo sustituidas por la rabia y el enojo que tenía.

Escuchó las llaves girando en la cerradura de la puerta de la entrada y bufó.

—¡Estoy en casa Iwa-chan!- la voz de Tooru era alegre en demasía.— ¡Te traje un poco de pollo frito!

No le contestó y escuchó sus pasos por el apartamento. Lo vio entrar por la puerta de su habitación y cuando cruzaron miradas, el castaño puso sus manos en su cadera e hizo un puchero.

—Mo~ Si estabas aquí podrías habérmelo dicho Iwa-chan.

—Estoy aquí.- dijo con un tono rozando lo borde.

Oikawa se giró de manera dramática y caminó hacia el armario. Sacó su maleta y empezó a a guardar su ropa en ella. Iwaizumi frunció mucho más su ceño, si es que aquello era posible.

—¿Se puede saber que haces?

—¿No es obvio Iwa-chan?- rió inocente.— Guardo mi ropa.

—Eso ya lo veo. Pero porqué.

—Mañana regreso a Argentina.

El ceño del moreno se suavizó de tal manera que hasta sintió como los músculos de la cara se relajaban lentamente. ¿Qué había dicho?

—Pero no te ibas hasta el viernes. ¿Que fue lo que pasó?

—El entrenador me mandó un mensaje. Al parecer los torneos empiezan antes de lo previsto así que tengo que regresar antes. Ya compré el billete.

Iwaizumi apretó los dientes y asintió.

—¿A que hora sale tu vuelo?

—A las diez. ¿Crees que podrás ir al aeropuerto?

Iwaizumi no dijo nada y Oiwaka algo triste esperó por una respuesta que nunca llegó.

Al día siguiente, Iwaizumi nunca se apareció en el aeropuerto y Tooru se fue con el corazón más que roto. Habría entendido que no hubiese ido a despedirse, pero aquel mensaje le destrozó.

Hemos terminado.-Hajime.

*Los quitamiedos son las vayas que se colocan a un lado de la carretera.

Ai: significa amor.

He estado demasiado frustrada en todo el sentido de la palabra con este capitulo.

No sabía que escribir y acabó saliendo esto. Puede que después de leer el nuevo capitulo del manga -en ingles el domingo, y luego ayer en español- me haya ayudado a acabar esto. También siento que es un poco más largo que los anteriores.

Ver a Atsumu en este capitulo me motivo demasiado y empecé a escribir dejando mi mente volar.

Espero que les haya gustado.

Nos leemos pronto.

~Zeni13~

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