Capítulo 9
Un par de días después Bellatrix consideró que por fin se encontraba con fuerzas para salir de casa. Se vistió con uno de sus característicos vestidos negros con corsé, botas de tacón alto y bajó al salón. El trío de oro estaba con Sirius intentando trazar un plan para colarse en Hogwarts, aunque incluso el esquivo Aberforth les había recomendado que esperaran, que aún no era el momento. Pero ellos estaban realmente ansiosos por acabar. En cuanto apareció la slytherin, levantaron la cabeza y sintieron un escalofrío de miedo: por mucho que estuviera de su parte, verla con su habitual aspecto de mortífaga les traía muy malos recuerdos. No saludó. Se dirigió directamente a su primo:
-Tú, idiota, necesito que te vistas como un mago elegante (si te ves capaz), te tomes esto -dijo dejando sobre la mesa un frasco de poción multijugos- y me acompañes a Gringotts.
Por mucho que cada vez que aquella mujer aparecía se producía una situación extraña o incómoda, nadie acababa de acostumbrarse. Pero Sirius ya estaba habituado a tratar con ella:
-Déjame en paz, loca. No voy a arriesgarme a visitar un sitio tan protegido solo porque te haya dado una de tus neuras y necesites dinero.
El trío tragó saliva y pensaron en cómo salir de la habitación sin llamar la atención para evitar estar ahí cuando todo estallara en unos cinco segundos. Para sorpresa de todos, Bellatrix simplemente se encogió de hombros y murmuró "De acuerdo". Se giró sobre sus tacones y se fue. Todos respiraron aliviados, todos menos una persona a quien esa reacción le resultó extraña.
-¡Espera! -gritó Hermione.
La chica ya empezaba a conocer a la duelista y sospechaba que si se rendía con esa facilidad era porque no era a ella a quien beneficiaba la excursión. Había algo en su mirada de superioridad, en su sonrisa burlona y en cada uno de sus gestos que parecía demostrar que sabía que su primo se arrepentiría. Tuvo suerte y al escuchar su llamada, la morena se giró durante breves segundos. La sabelotodo aprovechó para comprobar su teoría:
-¿Qué querías de Gringotts?
-Nada, no era importante. Tengo un horrocrux, pero no creo que se mueva de ahí.
Lo dijo como si tal cosa, quitándole importancia con un gesto de su mano y desapareció por el pasillo. Tras un breve debate de si sería verdad, concluyeron que con Bellatrix no se podía dar nada por sentado. Y a nadie se le escapó que ahora no iba a hablar con tanta facilidad. Fue Harry el que expresó en palabras lo que todos pensaban:
-Sirius, ve y discúlpate.
-¡Ni de broma! ¿¡Por qué iba a disculparme!?
-Porque la has llamado loca y neurótica -aclaró su ahijado.
-Pero ella me ha llamado idiota y...
-Y lo ha hecho porque sabía que estaba en posición de hacerlo -suspiró Hermione- ¿Recuerdas lo de ser adulto para poder seguir quejándote de que ella no lo es?
Sirius soltó un bufido y tras varios segundos más de protestas, salió en busca de su prima. La encontró en la habitación del tapiz de los Black ayudando a su pequeñajo en sus prácticas de vuelo. El dragoncito aguantaba poco, pero seguía siendo mucho más habilidoso que cualquiera de su especie con el doble de tiempo que él. Bellatrix lo miraba con el orgullo patente en sus ojos. Hablando de orgullo, Sirius se tragó el suyo y le pidió perdón con palabras aunque siguió insultándola con la mirada. La bruja aceptó sus disculpas pero ya había perdido el interés por la causa, ahora estaba centrada en la clase de vuelo de su compañero. A Sirius le costó mucho convencerla de que continuaran más tarde con la lección. "Venga, vamos, petarda" comentó arrastrándola fuera de la habitación. Entonces algo en la pared llamó su atención:
-¡Por el amor de Merlín, realmente lo has incluido en el tapiz!
-Claro que sí. ¡A qué está guapísimo! -exclamó Bellatrix mirándolo embelesada- Así él continuará el legado de los Black, porque no parece que tú y yo vayamos a perpetuar la especie...
Del retrato de Bellatrix salía una pequeña rama que la conectaba con su hijo. Los ojos azules brillaban en la figura del oscuro dragoncito que aparecía altivo como "Saiph Black". Invirtieron un rato en contemplarlo una con amor y el otro con estupor. Finalmente, el hombre sacudió la cabeza y pensó que tampoco era lo más raro que su prima había hecho esa semana. Volvieron al salón donde los tres chicos esperaban impacientes. La bruja oscura relató que Voldemort le había confiado la copa de Hufflepuff diciéndole que era muy importante para Él pero sin alegar motivos. Esa fue otra de las pruebas que confirmó las sospechas que la mortífaga ya tenía sobre la inmortalidad de su maestro. Le pidió que la guardara en la cámara de los Lestrange ya que Él no tenía acceso al banco y era uno de los lugares más seguros del mundo mágico. Ella aceptó sin dudar.
Era fundamental recuperarla cuanto antes porque Voldemort volvería pronto de visitar a los gigantes y probablemente iría a comprobar sus horrocruxes. Además había que hacerlo antes de que se enterase de que los Lestrange estaban muertos y Bellatrix había cambiado de bando. La necesidad de que Sirius la acompañase era evidente: por un lado, ella no había recuperado sus fuerzas del todo y no estaba segura de que el esfuerzo de aparecerse o cualquier otro le provocara mareos. Por otro, sabía que la Orden no la iba a dejar salir sola por miedo a que los traicionase; Sirius querría vigilarla o protegerla, como él prefiriera llamarlo. Y así ella se aseguraba de poder volver a entrar en Grimmauld Place. Por último, en teoría, Madame Lestrange seguía encerrada en la Mansión de su marido y no podía salir de casa sin él. Voldemort contaba con aliados entre los duendes que le avisarían de cualquier movimiento sospechoso y eso tenía a la duelista desquiciada.
Cuando Sirius volvió de su habitación vestido con bastante más elegancia de la habitual -casi parecía de sangre pura- cogió el frasco de poción multijugos que la bruja había dejado sobre la mesa y se resignó:
-¿Quién voy a ser?
Con un suspiro y un escalofrío la slytherin murmuró: "Mi marido". Sirius y Hermione se dieron cuenta en ese momento de que por mucho que intentara tomárselo a la ligera o fingir calma, Bellatrix aborrecía la sola idea de volver a ver al ser humano que más había odiado jamás. El plan le dolía a ella mucho más que al resto, pero era necesario para tener mayores posibilidades de éxito.
-¿Le arrancaste un pelo antes de matarlo? -preguntó Hermione.
-Le arranqué varias cosas más -sonrió la bruja con crueldad- Vamos, bébetelo.
Sirius asintió lentamente y se lo bebió de un trago intentando obviar su desagradable sabor. Su altura aumentó unos centímetros, su pelo se volvió más claro, sus ojos más oscuros y sus rasgos más toscos. Rodolphus Lestrange apareció ante ellos. El asco en la expresión de su prima fue más que evidente. "Joder, te volvería a matar..." murmuró ella.
-¿Nos vamos? - preguntó él.
Bellatrix asintió pero antes le explicó a su hijo que "mamá tiene que salir un momento pero volverá enseguida para comer con su pequeñín". El dragoncito la miraba ladeando la cabeza como si realmente comprendiera sus palabras. Por mucho miedo que les diese su asociación, a todos les maravillaban las interacciones entre la bruja oscura y su retoño. Cuando se hubo despedido del animal con besos y abrazos (todos se miraron entre sí, ¿de verdad esa era Bellatrix Lestrange?), se giró hacia Hermione:
-Mientras yo no esté, es tu responsabilidad cuidarlo. Le he dejado en la estantería su rana de chocolate del medio día, pero no se la des nada más abrirla, le gusta que salte y perseguirla. Si se aburre, le entretiene el encantamiento avis -explicó mientras la chica asentía- Y si me pasara algo en Gringotts u os atacaran durante mi ausencia, usa a Potter como sacrificio y pon a salvo a Saiph.
Hermione estaba tan sorprendida con las indicaciones y estaba realizando tal esfuerzo por memorizarlo todo que incluso asintió ante la orden de usar a su amigo como señuelo. Antes de que Harry y Sirius pudieran protestar o llamarla loca, Bellatrix, siguiendo la costumbre de tratar a su marido como el ser inferior que era, le ordenó que abriera la puerta de una vez. Los chicos les desearon suerte. Como la bruja aún no estaba recuperada del todo, el falso Rodolphus decidió aparecerlos él. En cuanto intentó cogerla de brazo, recibió una sonora bofetada.
-¡Joder! -protestó frotándose la mejilla dolorido.
-Lo siento, es la costumbre -murmuró la bruja.
Mirando hacia otro lado, la morena lo agarró del brazo y desaparecieron.
El trío dorado volvió al salón e intentó distraerse. Saiph dormitaba en un sillón sobre una túnica de Bellatrix; en todos sus nidos almacenaba prendas de la bruja para dormirse con su olor. Como pasaba todo el día junto a su dueña y esta rara vez salía de su cuarto, los chicos apenas tenían oportunidades de verlo, así que aprovecharon la ocasión. Su aspecto adorable e inocente unido al cariño con el que le acababan de ver tratar a la mortífaga daba una imagen totalmente inofensiva. Y a Ron lo convenció. Por mucho que sus amigos le advirtieron que era una idea nefasta, él aseguró que había pasado veranos en el Santuario con Charlie con dragones diez veces más peligrosos. Después de que tras el primer intento de caricia Ron tuviese a un bebé dragón enganchado al hombro por los colmillos, cambió de opinión. Cuando logró liberarse la herida sangraba profusamente. Hermione sacudió la cabeza y le pasó el tercer tarro de ungüento contra heridas de dragones que estaban gastando.
En cuanto dieron las doce del medio día la criatura despertó del letargo y empezó a agitar la cola y a batir las alas como pidiendo algo. Hermione supuso que sería su rana de chocolate. Fue a buscarla y la abrió cerca del sillón donde estaba Saiph. El escurridizo alimentó salió del envoltorio y el drangocito le permitió tres saltos de ventaja. Al cuarto se lanzó sobre ella y al quinto la atrapó con sus garras. Antes de empezar a comérsela, miró a los tres chicos que le observaban extasiados. Como su gesto parecía nervioso, Hermione intuyó que quería algo. Inmediatamente lo felicitó por lo bien que la había atrapado. Sus dos amigos -incluso Ron que temió otro ataque de él o de su madre- la imitaron y alabaron su velocidad y su técnica. El cachorro pareció satisfecho y la devoró enseguida. Los gryffindors se miraron entre sí, al parecer Bellatrix mantenía bien alto el ánimo de su hijo. Cuando terminó, volvió a dormir.
El trío estaba demasiado angustiado pensando en que los Black se retrasaban y no lograban centrarse en su investigación. Cuando llegó la hora de comer y Bellatrix aún no había vuelto para cumplir su promesa de comer juntos, Saiph volvió a ponerse nervioso. Hermione siguió entonces el consejo de su dueña. El encantamiento avis era un hechizo de transformación avanzada que conjuraba una bandada de pájaros dorados. La chica lo ejecutó sin problema y los tres amigos observaron con curiosidad las reacciones del animal. Durante unos pocos segundos miró a los pájaros embelesado. Seguidamente, se levantó sobre sus patas traseras, cogió impulso en el sillón y agitó las alas para volar y lanzarse sobre las criaturas. Utilizando sus garras y volando con rapidez, en menos de un minuto había asesinado a los diez pájaros que cayeron al suelo hasta evaporarse. La chica lo miró con horror, sin duda era familia de Bellatrix. El gesto que les dirigió él fue victorioso y al momento Harry entendió que su gesta merecía otra ronda de felicitaciones que el animal recibió encantado. Pareció calmarse de nuevo.
La tercera vez que Saiph se puso alerta, supieron que algo pasaba. Levantó la cabeza, abrió los ojos y saltó del sillón. Como volaba más nervioso de lo habitual, Hermione entendió que era algo importante.
-Creo que viene alguien.
En cuanto oyeron la puerta, corrieron hacia el recibidor donde ya esperaba el dragón. Bellatrix entró como una exhalación, con el rostro demacrado, el maquillaje corrido y la cólera evidente en cada gesto. A pesar de ello, recibió a su hijo con cariño y lo cogió entre sus brazos. Sirius apareció poco después, ya con su aspecto habitual, mirando al suelo con una inusual mezcla de lo que parecía temor y vergüenza.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Harry.
-¿Ha ido bien? -inquirió Hermione de forma casi simultánea.
-¡Jodidamente bien! -maldijo la duelista con rabia.
Sacó algo del bolsillo, lo arrojó a los pies de Harry sin ni siquiera mirarlos y desapareció escaleras arriba con Saiph en sus brazos. El chico tragó saliva mientras recogía aquel objeto que le siseaba cosas y confirmó que realmente era un horrocrux. Lo dejó en una mesita próxima para evitar tocarlo más de lo necesario antes de ocultarlo en la caja fuerte junto al guardapelo. Procedieron a interrogar a Sirius para que les contara qué había pasado. Habían tenido éxito pero era evidente en los gestos de ambos que algo había ocurrido. Él insistió en que todo había ido bien, no les habían descubierto y no había habido bajas ni heridos. El hombre parecía esquivo y confuso y sus respuestas no satisfacían a sus inquisidores. Le exigieron que les contara la verdad o tendrían que preguntar a su prima. El hombre suspiró y se rindió. Pero suplicó que por lo menos se sentaran en el salón con un té y un whisky. Era una petición justa, así que aceptaron. Pasaron a la sala y Kreacher apareció con las bebidas. Ya acomodados, Sirius decidió que cuanto antes se lo quitara de encima, mejor.
-Llegamos a Gringotts y todo fue bien. Bellatrix entró delante, los duendes la temen más que al Señor Oscuro, Él por lo menos no puede acudir al banco... Comprobaron por su varita que era realmente ella (a mí me ignoraron) y gracias a eso no se activó la Perdición del ladrón y se mantuvieron los efectos de la poción multijugos. Con el duende sorteamos al dragón que protege la cámara de los Lestrange y llegamos a la puerta.
Los chicos asintieron, hasta ahí todo normal.
-El problema fue que el duende tenía orden de acompañarnos hasta dentro y hacer un inventario de lo que nos lleváramos. Quien-vosotros-sabéis no se fía de los Lestrange como antaño y al guardar ahí un horrocrux, cualquier cambio debe serle notificado. Tiene comprados a los duendes. Pensamos en coger la copa sin más y rezar para que tardaran en comunicárselo lo máximo posible. Pero ambos tuvimos el miedo de que igual que la orden de vigilarnos, hubiera otra para impedirnos extraer de la cámara ese objeto concreto.
-Es muy probable que sea así -comentó Hermione.
-Eso creímos. Le dijimos que no íbamos a llevarnos nada, solo necesitábamos comprobar una cosa, pero aún así insistió en entrar. Bellatrix empezaba a perder la paciencia. Pensé en usar la maldición Imperius, pero desde que comenzó la guerra los duendes están más alerta, los han entrenado para resistir ese conjuro y matan a quien intente controlarlos así. No me atreví a correr el riesgo. Vi con horror que mi prima sacaba la varita. Su proceso de pensamiento fue similar al mío, solo que ella sabía que el duende no iba a poder combatir la maldición cruciatus. Me asusté. Seguro que en cuanto empezara a torturarlo, él haría saltar alguna alarma y la cosa empeoraría.
-Sí, Bellatrix tiene el don de empeorar las cosas -comentó Harry- ¿Qué hiciste?
-Pues... Estaba nervioso, ¿vale? En cuanto Bellatrix se pone a lanzar maldiciones se vuelve loca y ya no hay forma de detenerla. Le repetí al duende que no queríamos coger nada, que eran asuntos conyugales y como seguía sin ceder... -cogió aire antes de soltarlo- le di un beso.
Soltó la última parte entre dientes, de forma casi inaudible, pero a sus oyentes -que prácticamente habían dejado de respirar- no se les escapó. Abrieron los ojos de forma desmesurada y gritaron a la vez:
-¿¡QUÉ!? ¿¡La besaste!? ¿¡A Bellatrix!?
-No, al duende... ¡Claro que a Bellatrix, se supone que era mi mujer!
Los chicos siguieron mirándole incapaces de cerrar la boca, ni de borrar la expresión de horror y asco, ni de añadir nada coherente. No pidieron más datos del beso. Era evidente que para convencer al duende de que eran un matrimonio apasionado no hubiera bastado con uno casto y rápido, tenía que haber habido lengua y manos. Y Bellatrix se tuvo que ver obligada a consentir y colaborar para mantener la coartada. Tampoco era una locura tan grande: en familia Black era raro el que no se casaba con su primo o cualquier otro pariente... Curiosamente, Hermione parecía incluso más afectada que Harry. Así que fue él el primero que habló:
-¿Al menos funcionó?
-Ya lo creo que sí. El duende salió de la cámara de inmediato, justo a tiempo para ahorrarse la escena de Bellatrix vomitando. No sé si le molestó más besar a su primo o a su marido.
-Supongo que la combinación de ambos fue lo peor -comentó Hermione con sequedad.
El hombre asintió.
-El caso es que intenté sujetarle el pelo o hacer algo para que se sintiera mejor, pero me apartó de un empujón y tropecé con algún objeto, estaban por todas partes. No había tenido el detalle de avisarme de que todo estaba bajo un encantamiento duplicador y en cuanto lo rocé, empezó a multiplicarse. Cuanto más intentábamos evitarlo, más veces se duplicaban los objetos que nos rodeaban y lo inundaban todo con rapidez. Por suerte, Bella pudo detener el encantamiento y todo volvió a quedarse quieto.
-Pero los duendes lo oirían, ¿no? ¿No entraron? -preguntó la castaña preocupada.
Sirius soltó una carcajada caústica.
-Al revés. Ayudó a fortalecer nuestra coartada. Nadie quiso comprobar qué era lo que madame y monsieur Lestrange estaban haciendo en la intimidad de su cámara.
Los chicos sacudieron la cabeza intentando borrar aquella imagen. El hombre decidió terminar la anécdota ahora que había soltado la parte más bochornosa.
-A partir de ahí no hubo más problemas. Bellatrix cogió la copa, la metió en uno de los bolsillos encantados de su falda y salimos. El duende nos miró con suspicacia. Ella parecía agotada, tenía el pintalabios corrido y los ojos llorosos por el esfuerzo (pasó un buen rato vomitando) y a mí se me veía completamente sudado con la ropa arrugada (por el bochorno y la lucha contra los objetos multiplicados). Os aseguro que la desconfianza le duró unos dos segundos, parecía más que evidente lo que habíamos hecho y pudimos salir sin problemas. Creo que han sido los minutos de silencio más tensos de mi vida. No me ha dejado ni tocarla para aparecernos, lo hemos hecho por separado.
-¿Y crees que se lo contarán a Él? -preguntó Hermione.
-Lo dudo mucho. Primero porque han incumplido el acuerdo al dejarnos solos en la cámara. Y segundo porque no me imagino la cara con la que el duende le explicaría a el Señor Tenebroso que los Lestrange han ido a su cámara para echar un polvo salvaje...
Tragaron saliva y asintieron. Tenía todo el sentido del mundo, pero no por eso dejaba de resultar altamente inquietante.
-Sucedió otra cosa curiosa... -murmuró el hombre- Al parecer, Snape guardó por orden de su Señor la espada de Gryffindor en la cámara de Bellatrix. Ella en aquel momento no lo pensó mucho, según me ha contado. Pero cuando lo meditó meses después, recordó que esos objetos se aparecen solo ante un miembro de la casa adecuada y no es posible sustraerlos ni nada similar. Ya que estábamos, lo comprobó, habría sido lo más sencillo para destruir los horrocruxes. Con un encantamiento que destruye los objetos falsos, corroboramos que se trataba de una copia. Así que la lealtad de Snape cada vez está menos clara...
-Bueno... -murmuró Harry- Ya nos preocuparemos de eso más adelante. Lo importante es que no ha habido daños y tenemos el horrocrux.
-Sí. Quitando el hecho de que no voy a poder mirar a mi prima a la cara nunca más, no ha habido daños.
"Pues a otra parte no la mires..." pensó Hermione.
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