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Capítulo 8

La siguiente semana el estado de la bruja oscura mejoró notablemente. Seguía débil y recuperando energía, pero su carácter volvía a ser el de antes del trauma generado por Voldemort (lo cuál no la hacía en absoluto más soportable). Kreacher le subía cantidades ingentes de comida y cuando volvía a por los platos no quedaba nada; nunca sabían cuánto comía cada uno de los dos seres de aquella habitación. Empezó a tener fuerzas para salir de su cuarto y Sirius le pidió que aunque prefiriese comer sola, al menos le acompañara algún rato en la Biblioteca o en alguna otra sala para que el resto se acostumbraran a ella. Harry y Lupin no la habían visto desde la noche en que llegó ensangrentada y el resto ni eso. La bruja aceptó, pero nunca iba sola. O bien en sus brazos o en su escote solía asomar aquella pequeña cabecita negra de ojos azules que la miraba con adoración. Hermione le había contado a Charlie que el dragoncito se había salvado al elegir a Bellatrix, pero no se atrevió a confesar lo rápido y la intensidad con la que habían conectado, le daba miedo haber creado una versión aún más letal de la más temida mortífaga.

Una tarde, Harry y Hermione estaban consultado libros en la extensa Biblioteca de Grimmauld Place cuando Bellatrix apareció para jugar al ajedrez con Sirius. El chico contuvo el aliento como sucedía cada vez que la veía; incluso la castaña, que obviamente había ganado puntos a ojos de la morena, seguía temblando en su presencia. Fingieron seguir con la lectura pero ambos dirigían miradas disimuladas y constantes hacia los Black. La bruja se sentó en un sillón frente a su primo que ya había preparado el tablero. Mirándole el escote con descaro y viendo que esta vez no viajaba nadie, el hombre comentó:

-Qué bien, has dejado a tu monstruito.

La bruja entrecerró los ojos decidiendo si eso era un insulto y si debía castigarle, pero al poco sonrió. Los rizos de su caótica melena que caían sobre su hombro derecho empezaron a agitarse. Dos pequeños ojos brillantes como zafiros aparecieron. La slytherin se apartó el pelo y al instante el dragón, cuyo escamoso cuerpo era casi del mismo tono oscuro que el cabello de su dueña, apareció sobre su hombro. El pequeño parecía satisfecho por haber encontrado un nuevo método de transporte y camuflaje.

"Ah.. Ahí está..." comentó Sirius con poca alegría. No había hecho las paces con el animal tras el mordisco inicial. Aunque le tranquilizó ver que salvo a la loca que su prima, al resto de seres humanos también intentaba agredirles, no era solo él. El animal saltó sobre el regazo de Bellatrix y se enroscó ahí. Bellatrix lo acarició con una mano mientras comenzaba la partida. Habían pasado unos dos minutos cuando alguien decidió que no estaba de acuerdo con que su dueña dividiera su atención entre él y unas inútiles piezas de madera. El wiseshadow saltó sobre el tablero, giró sobre sí mismo y con un movimiento de cola se deshizo de todas las piezas. Sirius abrió la boca para protestar pero decidió que mejor fuese su madre la que le echase la bronca. La mortífaga cogió al dragón y volvió a colocarlo sobre su regazo

-¡Oooh! ¿No le hago suficiente caso a mi pequeñín? -preguntó con una voz inquietamente dulce- ¡Entonces se acabó! ¡No más ajedrez, ni primos molestos, ni nada que no sea el dragoncito más adorable del mundo!

Hermione y Harry se miraron entre sí mientras la bruja le hacía al dragón cosquillas en la tripa y le susurraba que era lo más bonito del universo. El animal hacía ruiditos de satisfacción: había logrado su objetivo. Los chicos hacía tiempo que no presenciaban nada tan surrealista. Pensar que se trataba de la misma mujer que se había burlado de Neville preguntándole por sus padres resultaba casi siniestro y realmente increíble. Sirius, que también la miraba atónito, reaccionó pasado un minuto e interrumpió sus mimos:

-¿Así lo vas a criar? ¿Dejándole hacer lo que le dé la gana y permitiéndole todos los caprichos?

-Claro que sí -respondió Bellatrix con voz infantil- ¡Cómo vas a decirle que no a esta carita! -exclamó cogiendo al dragón y elevándolo ante los ojos de su primo.

El animal miró a Sirius con una expresión de completa inocencia y dulzura. Pero él sabía que en el momento en que estuviera a su alcance, intentaría cercenarle el dedo. "Es igual que tú..." murmuró él sacudiendo la cabeza. Dragón y dueña se lo tomaron como un cumplido y se miraron satisfechos. Hermione decidió intervenir:

-En los libros pone que si de pequeño se le permite...

-He leído esos libros y están mal -la interrumpió la bruja- Pone que hasta los tres meses son absolutamente incapaces de volar y eso es mucho tiempo.

-Que tú tengas ganas de que vuele ya no quiere decir que los libros estén...

Sirius cerró la boca cuando el pequeño dragón con expresión de concentración, empezó a agitar las alas con energía y se elevó medio metro por encima de ellos. Revoloteó torpemente sobre sus cabezas durante unos segundos. En cuanto se cansó, Bellatrix levantó las manos y él se dejó caer sobre ellas. La duelista le recompensó rascándole la cabecita y el animal profirió un ronroneo de placer. Fue Hermione la primera que salió de su estupor:

-Es imposible. En los libros pone que antes de tres meses no levantan un centímetro del suelo y él tiene un mes...

-Bueno, siempre hay excepciones que aprenden antes, ¿no? -preguntó Harry.

-Sí, hay excepciones que aprenden a los tres meses. Lo normal es a los cinco -informó la castaña.

-Bah, esos libros los han escrito dragonologistas -comentó la mortífaga quitándole importancia- Tienen buena mano con las criaturas y esas cosas, pero aprender a cuidar dragones lleva toda una vida y no son gente especialmente inteligente ni poderosa en lo que a cualquier otro tipo magia se refiere.

"Dios mío..." murmuró Hermione horrorizada al darse cuenta de lo que aquello significaba. Obvió las preguntas de los Black de que quién era Dios y murmuró en voz alta el desenlace del pensamiento que acababa de formarse en su interior: "Por eso se los quedan los criadores...". Ahí fue Harry el que se perdió y le pidió que desarrollara en voz alta la explicación. La joven intentó poner en palabras sus temores:

-Esta raza de dragones se nutre del poder del mago o bruja y lo fortalece. Se los quedan los dragonologistas porque son personas pacíficas que viven en el Santuario ajenos al mundo y no tienen interés alguno en el poder y mucho menos en la destrucción. Los animales fortalecen su magia curativa, su tacto con las criaturas mágicas o ese tipo de habilidades, así que todo resulta armónico y natural -murmuró Hermione casi asustada- Bellatrix es mucho más poderosa que cualquier dragonologista... Este dragón tiene unas capacidades excepcionales porque su fuente de magia también las tiene. Por eso a nadie se le ocurriría...

Fue Sirius quien terminó el razonamiento que la chica no se atrevía a verbalizar:

-A nadie se ocurriría regalarle a una asesina demente que usó su primer avada kedavra con éxito a los seis años una criatura que no solo va a fortalecer su magia sino que además podría destruir ciudades.

Harry tragó saliva al igual que sus dos compañeros gryffindors al darse cuenta de las implicaciones que eso podía tener. Y ya era tarde para separarlos: eran una pareja absolutamente perfecta. Bellatrix, que había escuchado la explicación con interés, soltó una de sus siniestras carcajadas de mortífaga y abrazó a su nuevo hijo:

-¿Has oído, pequeñín? En unos años, cuando seas el dragón más poderoso de todos los tiempos, podremos arrasar ciudades enteras -el animal la miró con ojos brillantes como si el plan le emocionara- ¡Vamos a buscar una rana de chocolate que mi pequeñín se la ha ganado!

El dragón dio un saltito orgulloso sobre su regazo, trepó al hombro de su dueña y desaparecieron de la biblioteca. Sirius y los dos chicos se quedaron paralizados durante varios minutos. Seguramente Charlie no había contado con aquello... Estaban tan desesperados por deshacerse del cachorro agresivo que parecía que iba a morir que no se pensaron bien a quién se lo entregaban. Pero lo habían hecho. Decidieron que de momento nadie tenía porqué saber hasta que punto podía complicarse la situación. Ya tenían suficientes problemas.

El siguiente encuentro que tuvieron con la extraña pareja fue un par de días después. El trío dorado, Sirius y Lupin que se quedaba esa noche volvían tarde a Grimmauld Place. Habían acudido a la Madriguera como cada semana para cenar con los Weasley y ponerse al día. Bellatrix no solía bajar a la plata baja y apenas la veían. Sin embargo, en cuanto entraron, Sirius murmuró: "Vaya, está en este piso...". Desde el recibidor no se la veía, así que le preguntaron cómo lo sabía.

-Es como un obscurial, la siento antes de verla. Como un dementor que absorbe la energía, pero más siniestro porque ella se ríe a carcajadas.

Hermione le miró con cierta reticencia: seguía creyendo que los dos primos se parecían casi tanto como Fred y George. Y por supuesto el hombre no pudo dejarlo estar, se sentía responsable de la mortífaga y le gustaba cerciorarse cada poco de que no estaba incendiando el cuartel general de la Orden. No la encontraron en el comedor, ni en el salón, ni en la biblioteca. Solo quedaba una sala a la que los chicos nunca habían entrado. Harry le preguntó qué había ahí.

-Nada. Hace décadas era un salón de baile pero ahora es una habitación enorme, oscura y vacía en la que no hay ni muebles. Solo ella puede entretenerse en un sitio así...

-¿Y será buena idea interrumpirla? -preguntó Lupin.

-No, claro que no -aseguró Sirius abriendo la puerta.

Entró y el resto le siguieron incapaces de frenar su curiosidad. La puerta se cerró tras ellos. La habitación estaba completamente a oscuras excepto por unas pequeñas lucecitas que se repartían por el suelo de toda la sala. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, vieron que los puntos de luz emergían de la varita de Bellatrix, que se hallaba en el centro muy concentrada en su trabajo. Con cada movimiento salían nuevos puntitos conectados por líneas muy finas que brillaban sobre el suelo de mármol negro.

-¿Qué demonios hace? -susurró Ron entredientes.

-No tengo ni idea, pero no la desconcentréis, que mientras dibuja puntitos no está molestándonos -respondió Sirius.

Hermione, hipnotizada con el espectáculo, intentó hacerse la imagen mental de cómo quedarían esos dibujos vistos desde arriba. Entonces lo comprendió:

-¡No son puntitos, son estrellas! -exclamó fascinada- No sé mucho de astronomía, pero es un reflejo del cielo nocturno. Está dibujando una copia exacta del mapa de las constelaciones.

Con más o menos esfuerzo, los cuatro varones repitieron el proceso mental de la castaña y se hicieron la idea de cómo se vería aquel conjunto de puntos y rayas desde una perspectiva cenital. Todos reconocieron internamente que Bellatrix era brillante porque le estaba quedando extraordinariamente bien y Hermione igual por ser capaz de interpretarlo. Poco tardó el pelirrojo en preguntar por el propósito de aquel trabajo y todos se encogieron de hombros. A la slytherin era mejor no preguntarle las cosas: corrías el riesgo de que te las explicara. Después de varios minutos más, las ochenta y ocho constelaciones existentes quedaron completas y debajo de los puntitos empezaron a aparecer nombres. La duelista se dio por satisfecha. Se apartó la melena del hombro derecho y miró a su compañero:

-Ya está -le indicó-, ya puedes elegir tu nombre.

El animalito empezó a sobrevolar el brillante escenario contemplándolo con sus ojos vivaces. Al poco tiempo, se posó sobre uno de los puntos de la constelación de Orión mirando a su dueña:

-Sí, esa es la estrella de mamá -le felicitó orgullosa- ¡qué listo es mi pequeñín!

Levantó el vuelo de nuevo, se paró en la constelación del Can Mayor y repitió el proceso con otra estrella. "Sí, esa es la del idiota", comentó Bellatrix mirando a Sirius de reojo, "sigue andando".

-¿Es así? -le preguntó Harry atónito a su padrino- ¿Son esas dos?

-No tengo ni puñetera idea -murmuró Sirius en voz baja- Todas las estrellas me han parecido siempre iguales. Si lo dice ella será verdad, siempre le obsesionó este tema.

Hablaron sin mirarse, no podían apartar la vista del pequeño dragón que revoloteaba por la inmensa sala convertida ahora en una suerte de observatorio astronómico. De vez en cuando bajaba al suelo más por cansancio que por decisión y recorría las líneas que conectaban unas constelaciones con otras. Hermione y Lupin, los intelectuales del lugar, compartieron una mirada de admiración. Esa escena, el bebé dragón eligiendo su nombre entre las estrellas que Bellatrix había dibujado de memoria con luces más brillantes que un patronus, era la demostración de magia más atractiva y poderosa que habían presenciado en mucho tiempo. Ambos desearon que durara toda la noche. Pero tras media hora que a todos se les pasó como medio minuto, el dragón aterrizó de nuevo sobre la constelación de Orión y se colocó sobre uno de los puntos más brillantes. La duelista, que se había alejado para darle su espacio, se acercó a él y lo cogió en sus brazos:

-¿Esa quieres? Está en la misma constelación que la mía -comentó orgullosa.

El dragoncito profirió un enérgico rugido que todos tomaron por un sí.

-Muy bien, pues te llamarás Saiph.

Recibió otro rugido feliz y el dragón se volvió a colocar sobre su hombro para esconderse entre su melena. La bruja encendió la luz de la habitación y eliminó los hechizos que había usado para recrear el firmamento. Vio entonces las miradas de los cinco espectadores que la observaban pegados a la puerta sin saber cómo reaccionar. Los miró y suspiró "Por Circe, qué cosas más raras hacéis...". Ni siquiera Sirius acertó a comentarle lo irónico de su afirmación.

-Pero ya que estáis aquí... -murmuró la duelista saliendo de la sala- Necesito tu sangre, Granger.

Desde que le había conseguido a su hijo, "sangre sucia" había pasado a llamarse Granger. Recuperando de nuevo la incredulidad durante pocos segundos olvidada, los cinco siguieron a la duelista hasta el salón. Ella sacó un documento oficial que parecía un contrato o algo similar y una pluma sospechosamente parecida a la que les obligó a usar Umbridge con sangre como tinta. Dicha sospecha se confirmó cuando la bruja empezó a rellenar información en el papel -que no llegaban a distinguir qué era- y las palabras aparecieron en color escarlata. Sin embargo, no pareció dolerle ni se formó herida alguna en su piel. Cuando terminó, le alargó la pluma a Hermione.

-Firma aquí.

-¿Qué? -preguntó la chica asustada buscando a Sirius con la mirada para que le echase un cable.

-Es la partida de nacimiento de Saiph, me la mandaron ayer.

La castaña se inclinó sobre el documento y leyó que Bellatrix había rellenado su nombre, el de su hijo "Saiph Black" y demás datos pertinentes.

-Necesita una madrina por si acaso me pasara algo en la guerra. Se lo pediría a Luna pero no está y ya que tú lo trajiste... Y no tengo a nadie más a quién concederle semejante honor, ¡así que es tu día de suerte! Por supuesto te detestará igual, pero al menos tendrá alguien a quien entretenerse torturando.

Hermione odió a Luna porque al parecer ella tenía derecho incluso a que la mortífaga la llamase por su nombre. Los chicos no se fiaban un pelo de aquel proceso hasta que Sirius leyó el documento e intervino:

-Es verdad. Estos contratos se firman con sangre para que realmente exista un nexo entre tú y tu ahijado, yo lo hice con tus padres, Harry. Por supuesto nunca he visto a nadie que lo haga con una criatura no humana, pero ¡mi prima está pirada, vaya sorpresa! -se burló él- Firma si quieres, Hermione, no te obliga a nada.

La chica asintió ya con más confianza, aceptó la pluma y firmó. Mejor ella que Luna. Se dio cuenta de que la casilla del padrino quedaba vacía y creyó que se lo pediría a su primo, pero se giró hacia Lupin con gesto de resignación.

-Tú vas a...

-¡Eh! -protestó Sirius- ¿Por qué se lo pides a él y no a mí? ¡Que soy tu familia!

-Por varias razones -contestó la bruja sorprendida ante la propuesta- La primera es que si yo muero, es evidente que tú habrás muerto antes y de poco me serviría; la segunda es que ya tienes un ahijado y no te ofendas pero es bastante problemático; y la tercera es que de mis hermanas siempre fui la que peor te cayó, así que es evidente que a mi hijo no vas a quererlo. Por eso prefiero que sea el lobito quien...

-¡Sí que lo querría! -exclamó Sirius arrepintiéndose al instante de su vehemencia- Es decir... es una criatura manipuladora y cruel de apariencia adorable igual que su madre, pero es importante para ti y si te pasara algo intentaría que estuviera a salvo. Y diré en mi defensa que Narcissa no me caía mejor que tú.

La bruja había dejado de escuchar tras la primera coma. Poniendo ojitos, morritos y ladeando la cabeza se acercó a él y le preguntó con voz empalagosamente dulce:

-¿Crees que soy adorable?

Ninguno de los presentes, ni siquiera Lupin que había sido su amigo desde los once años, había visto al animago sonrojarse tanto. Empezó a balbucear excusas y a ponerse cada vez más nervioso. Hasta el dragón había emergido entre la melena de Bellatrix para contemplar su cara con interés. La confesión le había agradado, así que le tendió la pluma a su primo y comentó: "Está bien, puedes ser su padrino. Como también necesito dos testigos usaré a tu colega". El dueño de la casa se apresuró a aceptar y a escribir su nombre lo más lentamente posible para intentar serenarse tras la confesión previa. Cuando terminó, le pasó la pluma a su amigo y Remus firmó como testigo. Todos se preguntaban quién sería el segundo y último testigo: Harry o Ron. La bruja no dudó:

-Date prisa, Potter, quiero acabar ya.

Harry se sintió extrañamente honrado por formar parte de aquel ritual tan rocambolesco y procedió a escribir su nombre. "¡¿Estás de coña?!" saltó Ron olvidándose de que hablaba con la mejor lugarteniente de Voldemort. Daba igual que fuese su mejor amigo, no le gustaba ser el único en quedar excluido, sobre todo teniendo en cuenta que el dragón había llegado gracias a su hermano y que por tanto él era quien más sabía del tema.

-¡Yo soy de sangre pura (no te ofendas Harry), mi hermano cría a estos dragones y Harry te lanzó un crucio en la Batalla del Ministerio!

-Tu hermano daba por muerto a mi pequeñín, le odio. Potter es mestizo, sí, pero ser un Weasley tampoco es que sea para jactarse... Aquel crucio me proporcionó horas y horas de carcajadas al comprobar la inutilidad del ahijado de mi primo el idiota. Así que estoy completamente segura de que prefiero que sea su nombre el que aparezca en el documento de mi hijo.

Harry terminó de firmar y miró a su padrino con duda: "¿Me ha insultado?". El animago sacudió la cabeza: "Creo que menos que a mí, así que date por satisfecho". La bruja los ignoró, guardó el contrato y sin añadir nada se marchó con Saiph sobre su hombro.

Los cinco gryffindors se miraron entre sí y finalmente se encogieron de hombros sin decir nada. Bellatrix estaba completamente pirada y les estaba obligando a hacer unas cosas rarísimas, pero tenían que reconocer que Grimmauld Place resultaba mucho más entretenido desde que ella estaba allí.

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