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Capítulo 7

Al día siguiente Hermione no parecía más ajetreada que de costumbre. Desayunó, envió un par de cartas y se encerró en la biblioteca para seguir buscando información sobre horrocruxes. Sirius pasó todo el día atareado con asuntos de la Orden -cada vez llegaban informes más preocupantes de Hogwarts- pero aún así, la castaña notaba que de vez en cuando le dirigía miradas vigilantes. La chica sospechaba que se arrepentía de haberle confiado la vida de su prima. Por suerte, a última hora de la mañana, el animago tuvo que salir para una reunión con Shacklebolt y dejó de sentir sus ojos grises clavados en su nuca.

El dueño de la casa volvió por la noche justo para cenar con el trío. Al terminar, de forma rutinaria, él y Hermione subieron al cuarto piso. Kreacher les había contado que Bellatrix había tomado las tres comidas pero en cantidades mínimas. Cuando entraron a su habitación, la bruja estaba sentada en el suelo con la espalda apoyada en el armario más próximo al cuarto de baño. Llevaba un jersey largo parecido al del día anterior pero en morado. Hermione no podía evitar darse cuenta de lo maravillosos que quedaban los colores oscuros en contraste con la palidez de su piel. La duelista no levantó la vista del libro que estaba leyendo.

-¿Qué haces en el suelo? -inquirió la chica.

Parecía una pregunta obvia dado que la habitación tenía un escritorio con una silla, dos sillones y una cama king size... "Me concentro mejor aquí" comentó la bruja con tranquilidad. Sirius se echó a reír para después dedicarle una mueca burlona.

-¡Claro que sí! Porque no es posible que como a nuestra loca favorita no le da la gana comer, se haya quedado sin fuerzas después de ducharse y no haya sido capaz ni de llegar hasta su cama.

La mirada de odio que el comentario le valió confirmó que había acertado. La gryffindor se dio cuenta de que además la bruja parecía mareada, ¿cómo podía alguien ser tan cabezota? Su primer impulso fue ayudarla, pero supuso que no le haría ninguna gracia que la tocara una sangre sucia y además ella tenía poca fuerza física. Para su sorpresa, vio que Sirius se sentaba en uno de los sillones con toda la tranquilidad del mundo. Hermione dedujo que no iba a ayudarla hasta que ella lo pidiera. Y Bellatrix nunca pedía ayuda. "Madre mía... ¡Son peor que Harry y Ron! ¿Qué estoy haciendo con mi vida?" se preguntó la sabelotodo internamente. Sacudió la cabeza, miró al hombre y le sugirió que le echara una mano para llegar hasta la cama.

-No. No ha pedido ayuda, no creo que la necesite.

-No la necesito -confirmó la obstinada bruja.

-¡Madre mía, es que sois tal para cual! -exclamó Hermione irritada- ¡Que tenéis treinta y seis años! ¿No os da vergüenza a vuestra edad comportaros como críos?

-Eso mismo nos decía McGonagall a los dieciséis -comentó Bellatrix.

La gryffindor la miró sorprendida. Sirius le contó que la rivalidad y el odio ya les acompañó durante sus años en Hogwarts. Al parecer, los merodeadores y los futuros mortífagos solían encontrar motivos de discordia cada semana. Ambos Black luchaban siempre el uno contra el otro y, generalmente, cuando la batalla se disolvía porque aparecía algún profesor, ellos seguían con su duelo. Eso les valió numerosas detenciones juntos, a no ser que los pillara Slughorn, en cuyo caso solo el chico recibía castigo: el elitista profesor jamás perjudicó a la princesa de slytherin. Hermione no daba crédito. No entendía si se odiaban mucho o se amaban.

-Hubo veces que nos castigaron por pelearnos durante una hora de castigo que nos habíamos ganado por pelearnos -rememoró la mortífaga.

Parecía un trabalenguas. La chica observó la mirada ausente que en ese momento mostraban los dos, como si estuvieran reviviendo esa época escolar díscola pero feliz. Hasta que la bruja oscura cerró los ojos porque se estaba mareando.

-Estoy de acuerdo con McGonagall entonces. Pero uno de los dos va a tener que comportarse como un adulto -les regañó con seriedad mirando a Sirius.

-¿¡Y por qué yo!? -protestó él.

-Porque si te pones a su altura pierdes el derecho a quejarte de que actúa como una cría cabezota y todo eso -suspiró la castaña.

Hermione jamás creyó que regañaría -de forma velada- a Bellatrix Lestrange con tanta tranquilidad. A la aludida no pareció molestarle, seguía en el suelo mirándolos como quien contempla a los animales en el zoo. Era evidente en su actitud que ya todo le daba igual. Estaba convencida de que en dos días todo habría terminado, había hecho las paces consigo misma y con el mundo. Sirius evidentemente se había dado cuenta nada más entrar. Así que por eso (y porque quería mantener su derecho a insultarla) se levantó del sillón simulando fastidio. Se acercó y se inclinó junto a ella.

-Vamos, chiflada, agárrate a mi cuello.

La bruja le dedicó una mirada entre el desprecio y la burla pero le pasó los brazos por el cuello. El animago la cogió en brazos sin ningún esfuerzo, la llevó hasta su cama y la depositó con cuidado. Hermione le había llevado un brownie que había hecho Kreacher. La duelista lo miró disimulando el deseo pero lo rechazó alegando que ya había cenado, su orgullo siempre superaba a la gula. "Yo he traído whisky, esta vez con vasos. Pero te tienes que comer el brownie" la chantajeó Sirius. A regañadientes, la slytherin aceptó. Hermione no quiso unirse a la recena, así que los miró completar el extraño ritual. Ambos cogieron un trozo del bizcocho y empezaron a partirlo en pequeños cuadraditos. Después, llenaron medio vaso de whisky, echaron los trozos dentro y empezaron a comérselos metiendo los dedos en el líquido.

-¿¡Pero se puede saber qué guarrada estáis haciendo!? -les amonestó Hermione de nuevo.

-Lo llamamos brownie de fuego -comentó Bellatrix con la boca llena.

-O whisky de chocolate -murmuró Sirius también masticando.

-Nos castigaron en varias fiestas de los Black por nuestros experimentos culinarios... -comentó la morena.

-Y por beber whisky con trece años -añadió su primo.

Hermione abrió la boca para decir algo. No encontró nada a la altura. Sacudió la cabeza y se fue de la habitación para dejarles disfrutar del festín en la intimidad. No necesitaba dos nuevos niños a los que cangurear, tenía de sobra con Harry y Ron.

Era evidente que en la decisión de Sirius de mantener con vida a su familiar había pesado poco la ayuda que pudiera prestarles en la guerra. Por mucho que deseara odiarla, en el fondo la quería. Pero no era correspondido. A Bellatrix nadie le había enseñado a querer. Había querido a sus padres desde el respeto y a su Señor únicamente desde el temor. Pero poco que ver con sentimientos afectivos. Consideraba que querer a alguien constituía una debilidad y una pérdida de tiempo. Si quisiese a su primo o si simplemente fuese capaz de ver que él la apreciaba, Hermione estaba segura de que no pensaría en suicidarse. Pero no era capaz. A pesar de aquella velada comiendo brownie empapado en whisky mientras rememoraban en silencio sus turbias vivencias juveniles, nada había cambiado.

Al día siguiente, Hermione volvió a pasar la mañana en la biblioteca buscando información sobre cómo destruir los horrocruxes. Por mucho que lo tuvieran guardado bajo llave, la idea de estar conviviendo con el guardapelo les producía escalofríos a todos. Cohabitar con el alma de Voldemort no era agradable y no veían el momento de destruirlo. Decidió centrarse en el hechizo de fuego fiendfyre. Estaba bastante segura de que ese encantamiento de magia negra bastaría para destruir un horrocrux, pero también sabía que era incontrolable y una vez provocado, no habría manera de apagarlo. Por eso lo había descartado. Tenía nociones de que existía un contra hechizo, pero no encontraba nada al respecto. Tras varias horas, localizó un volumen encuadernado en cuero en la estantería dedicada a hechizos de fuego. Parecía fuera de sitio, pero valía la pena echarle un ojo. Intentó abrirlo y no pudo. Probó todos los conjuros que se le ocurrieron pero paró pronto por miedo a dañar el libro. Decidió preguntarle al dueño.

-Harry, ¿Sirius está en casa?

-Sí -respondió el chico que estaba ayudando con la investigación- Creo que está con ella.

"Ella" era el calificativo con el que sus amigos solían referirse a Bellatrix, como si su nombre también fuese tabú. Cogió el díscolo volumen y subió hasta la habitación de la bruja. Llamó a la puerta y Sirius le indicó que pasara. Estaban sentados en los sillones jugando al ajedrez mágico. Hermione odiaba aquel juego, así que decidió preguntar e irse rápido, temía que la obligaran a hacer de juez o algo similar. Le explicó a Sirius el problema que tenía y qué información buscaba. Le tendió el libro y el hombre procedió a examinarlo. Bellatrix seguía centrada en el tablero de juego y parecía ignorarlos. Al poco el animago finalizó su análisis:

-La familia Black protegía los libros que contienen los hechizos más peligrosos con cierres de sangre. ¿Ves esta pequeña aguja que hay en el cierre? Solo un Black de pleno derecho puede abrirlo con una gota de su sangre.

-Nunca había oído algo así... -murmuró Hermione, esa familia no dejaba de sorprenderla- ¿Te importa abrirlo?

Cuando Sirius puso una mueca de fastidio y Bellatrix su característica sonrisa burlona, no supo dónde estaba el fallo. Pero su cerebro se puso en marcha y volvió sobre la explicación recibida. "De pleno derecho"... El animago era un exiliado, no se le consideraba parte de la familia Black, él no podía abrir el libro. En cuanto se dio cuenta, para ahorrarle el bochorno, repitió la petición a Bellatrix.

-Si me lo pide el idiota -contestó ella sonriendo.

Saber que al día siguiente terminaba el plazo y podría abandonar aquel mundo que tanto odiaba la ponía de buen humor. Hermione maldijo internamente, esa mujer iba a resultar molesta hasta el final. Le suplicó a su amigo con los ojos que le hiciera el favor.

-Ábrelo, loca pirad...-recibió una mirada asesina de la castaña y reculó- Por favor, Bellatrix, ¿tendrías en tu infinita misericordia la bondad de abrir el puñetero libro?

La duelista aceptó el volumen que le tendía la chica y lo acarició perdiéndose en su tacto. A Hermione esa imagen le pareció de lo más erótico que había visto nunca. Sacudió la cabeza horrorizada por el pensamiento. Se dio cuenta de que la bruja evitaba pincharse para activar el mecanismo de apertura.

-Puedo abrirlo -murmuró-, pero no trata el tema que te interesa. Es sobre conjuros para doblegar la voluntad de las personas y algunas otras criaturas.

-¿Cómo la maldición Imperius?

-Esa es el capítulo tres, pero hay quince más.

Hermione la miró sorprendida. ¿Se sabía el índice de memoria? Ya le daba igual que el libro no guardara relación alguna con el tema que la atañía. Esa mujer era su alma gemela... literariamente hablando, claro. Lástima que fuese una asesina supremacista de la sangre pura y todo eso. No se atrevía a preguntarle, así que el hombre se lo aclaró intuyendo una vez más su interés:

-Bellatrix era la bruja más brillante de su generación, como tú, siempre sacaba la máxima calificación en todas las asignaturas. Puede citar casi cualquier libro de la Biblioteca. Una friki sabelotodo, un bicho raro.

-¡Ni de coña! -bramó la bruja- ¡Yo no me parezco a ella, ni soy una friki! Tengo memoria eidética, recuerdo textos e imágenes con mucho detalle aunque prefiera olvidarlos, nunca tuve que estudiar.

-Esa es la definición de friki, querida -apuntó Sirius ampliando su sonrisa burlona.

Por supuesto ese nuevo dato aumentó la fascinación de la castaña. Seguro que Bellatrix también había sido considerada rara por aquello. Era evidente que cuando Sirius se burlaba de su habilidad a ella le molestaba; la morena quería ser normal, al menos en ese aspecto. Le fastidió una vez más comprobar que ya hacía años que se premiaba la mediocridad y la torpeza y se hacía sentir mal a los niños con más capacidades. Cuando terminó su reflexión, vio que la mortífaga había abierto el volumen y se lo tendía:

-Toma. Llévate el libro y llévate a este -comentó señalando a su primo.

-¡Eh! -protestó el animago- ¡No hemos terminado la partida y voy ganando!

La bruja resopló y guardó el tablero y las piezas con un movimiento de varita. "Tú no me has ganado a nada en la vida" murmuró. Cogió un vestido del armario y se dirigió al baño a ducharse. Antes de cerrar la puerta, volvió a mirar a la chica: "Mañana tráeme mis dagas. Y ahora fuera los dos". Tras aquella sentencia, se encerró en el cuarto de baño. El hombre se levantó sacudiendo la cabeza en un gesto de exasperación y salió con Hermione. La gryffindor se sintió mal porque por culpa de su interrupción, Bellatrix había echado a Sirius que confiaba en poder pasar el máximo tiempo posible con su prima por si la perdía al día siguiente. Se disculpó con él en cuanto pisaron el primer escalón.

-No es culpa tuya -aseguró él- Ella es así, locura, cambios de humor... Todo eso.

Hermione vio que a pesar de que el tono pretendía ser alegre y quitarle hierro al asunto, el hombre estaba profundamente triste. Solo por eso se abstuvo de comentar que igual si no la hubiese llamado "bicho raro" no se hubiese enfadado. Creyó que le preguntaría cómo iba su plan porque estaban a horas de la fecha límite, pero no sucedió. Sospechó que la idea de perder a Bellatrix le dolía de verdad, pero era demasiado orgulloso para mostrarlo en público. No volvió a verlo en todo el día. Se encerró en su habitación e incluso comió ahí. A Harry y al resto no les extrañó. Desde que el clima de guerra les envolvía, todos tenían días en los que necesitaban aislarse.

Cuando llegó la fecha en que terminaba el plazo, Hermione se despertó nerviosa a primera hora. Sirius no desayunó con ellos. Observó que Kreacher subía el desayuno para dos, así que imaginó que querría aprovechar esas horas con Bellatrix por si eran las últimas. Al resto de habitantes de la casa y por supuesto a la Orden no les habían contado nada de aquel problema. Ambos coincidieron en que no entenderían la necesidad de mantener a la mortífaga con vida e incluso corrían el riesgo de que alguno la dejara escapar o le facilitara un arma. Además, el asco que la duelista sentía por su vida era fruto de toda aquella experiencia que no habían querido compartir, así que sería difícil de explicar. Si al final salía mal, ya se lo contarían.

Sirius pasó todo el día con su prima. Había probado a llamar a Andrómeda para pedirle ayuda, pero en cuanto nombró a su hermana mayor no quiso saber nada. Con Narcissa, dado que vivía en la sede de Voldemort, ni lo intentó. Tendría que bastarle él. Si hace unos meses le hubiesen descrito esa escena, jamás hubiese creído lo profundo que iba a ser el dolor. Pero evitó mostrarlo por orgullo y porque Bellatrix parecía más feliz que nunca. Le insultaba menos que de costumbre e incluso le dijo que le iba a dejar una de las mansiones de los Black para que Harry se pudiera quedar con Grimmauld Place. Él deseó gritarle que no quería casas ni dinero, quería a la prima que probó en él la maldición cruciatus a los catorce años cuando él vociferó delante de todo el colegio que era "más estúpida que un troll". Pero no lo hizo. No le confesó eso ni nada parecido. Lo hubiese hecho de haber tenido la certeza de que cambiaría algo, pero no era así. Y el orgullo y la arrogancia de los Black eran más que legendarios.

Cuando Hermione entró esa noche a la habitación, el desconsuelo en la mirada del animago era evidente para cualquiera. Para cualquiera menos para su prima, que a pesar de estar semiinconsciente, sonreía con la tranquilidad de quien llega a la meta tras años de correr sin suficiente oxígeno. Estaba medio tumbada en la cama, con la espalda apoyada en sus múltiples cojines. Les interrumpió en medio de una deprimente conversación:

-...y quiero estar en el panteón familiar, junto a papá, ¿vale? Y con mi varita.

Su voz sonaba ausente, como si ya hubiese emprendido el viaje. Sirius miró a Hermione que acababa de volver de la calle y aún llevaba el abrigo puesto. La chica sintió un nudo en la garganta al encontrarse con esos ojos grises de los que también parecía que la vida escapaba. Cuando la bruja oscura se dio cuenta de que había llegado, se sacudió el mareo, se frotó los ojos con cansancio y la miró.

-Tengo una cosa para ti -le dijo la chica metiendo la mano en el amplio bolsillo de su abrigo.

-¡Bien, dame mis dagas! -exclamó alargando la mano.

-No son tus dagas, es un regalo.

La bruja apartó la mano al instante enfurecida. "¡¿Crees que con un patético regalo vas a hacer que cambie de opinión, estúpida cría?!" bramó enfadada por lo que consideró una ofensa. Hermione no le tuvo en cuenta el insulto (de hecho, ni siquiera la había llamado "sangre sucia"), estaba moribunda y la compasión de su primo debía haberla deprimido más. La ignoró, se acercó a ella y colocó sobre el estómago de la bruja un paquete irregular envuelto en terciopelo negro.

-Más te vale quitar eso de mi vista o...

En ese momento, el envoltorio de terciopelo se agitó. Bellatrix apartó las manos y fijó la mirada en el pequeño bulto. Aparecieron unos ojos increíblemente azules. Dos diminutas garras se abrieron camino entre la tela. Después unas pequeñas alas negras. Tras sacudirse durante unos segundos, consiguió liberarse. Una cría de dragón cuyo cuerpo azabache no medía más que el puño de Hermione se sentó sobre el abdomen de Bellatrix. El animal dedicó unos minutos a observar su entorno sin moverse. La bruja lo observaba fijamente con la boca a medio abrir y casi sin respirar. Sirius estaba igual de paralizado, pero al rato, miró a Hermione pidiendo una explicación. La chica habló con suavidad para evitar distraer al dragón:

-Hace unas tres semanas, Ron recibió una carta de Charlie en la que le contaba emocionado que el único wiseshadow sueco que tienen en su Santuario de dragones en Rumanía había tenido crías. Es una raza extremadamente rara debido a su carácter -recitó como si estuviese leyendo los libros que había consultado-: son totalmente independientes del resto de dragones, de hecho, suelen atacarse siempre. Solo se juntan cuando son adultos y únicamente para procrear (a veces ni para eso). Sin embargo, sienten una profunda necesidad de encontrar un compañero mago o bruja porque se nutren de su magia para crecer y la fortalecen. Pero es fundamental que sea alguien compatible, si no, mueren igual. Es como las varitas: el wiseshadow elige al dueño y no al revés. Tardan bastante en crecer, pero cuando lo hacen, son una de las razas más grandes y la más inteligente.

Ambos Black la escuchaban absortos y el animal la miraba como diciendo: "¿Inteligente? ¡Ese soy yo!". Así que continuó:

-Charlie contaba que había tenido cinco bebés. Uno de ellos le eligió como compañero desde el segundo día. Conforme avanzó la semana, otros tres eligieron a otros de los criadores que trabajan con él. Estaban muy contentos porque la raza está casi extinta y así podrán cuidarlos y ver si de mayores deciden repoblar. Esos cuatro bebés eran muy buenos y apenas hacían nada, simplemente dormían como todos los recién nacidos. Sin embargo, les empezó a preocupar el quinto. Llevaron a su nido prácticamente a toda la gente que trabaja y visita el Santuario. Dada la importancia de preservar la raza, avisaron incluso a expertos dragonologistas de países cercanos. No es solo que el animal no aceptase a ninguno, es que descubrieron que pese a no tener ni un mes, es tremendamente agresivo. Aún le están saliendo los dientes y aún así muerde un montón; sus garras son diminutas pero hace arañazos profundos; hasta dentro de como mínimo un año no podrá generar fuego, pero él lo intenta cada vez que se le acerca alguien con la ilusión de poder quemarlo.

Mientras la escuchaban, los tres humanos contemplaban sin parpadear a aquella criatura de apariencia frágil e inocente que intentaba ponerse de pie sobre el estómago de la slytherin.

-Se quedó mucho más pequeño que sus hermanos al no tener una fuente de magia con la que quisiera crecer. La noche después de que nos contaras lo que te sucedió, escribí a Charlie y me dijo que pensaban que le quedaban pocos días de vida. Prácticamente lo daban por muerto. Le dije que siendo así, no le importaría mandármelo. Me contestó que si hubiese alguna posibilidad de que aquí congeniara con alguien, me lo traían de inmediato. Pero que era imposible que yo conociese a alguien cuyo carácter fuese compatible con el bebé que se había lanzado a la yugular de un criador que intentó suministrarle un calmante y lo había mandado al hospital desangrándose.

Hermione no pudo evitar un sentimiento de calidez al ver la expresión de odio que Bellatrix mostró ante el comentario de que daban al dragoncito por muerto. Sin embargo, el gesto de la slytherin cambió radicalmente a una mirada de devoción absoluta cuando escuchó que un ser que no tenía ni un mes casi había logrado asesinar a una persona.

-Le comenté que sí que se me ocurría alguien. Me contestó que agradecía mi buena voluntad pero que se trata de una raza muy obstinada, por mucho que yo creyese que podía suavizar al animal con mi carácter bondadoso, no iba a suceder así. Le pregunté que qué le parecía el carácter de una mortífaga que tenemos viviendo en casa y que ha matado y torturado a decenas de personas...

-Han sido centenas -corrigió Bellatrix- pero continúa.

-Le tuve que explicar la situación. Cuando superamos las fases del terror y la incredulidad, me aseguró que lo mandaban de inmediato. Eso sí, si trata de asesinarte no se hacen responsables. No consiguieron darle ninguna poción para calmarlo durante el viaje: ha mordido y arañado a los dos magizoologos que le han traído. De hecho, solo he tenido que recorrer con él dos calles y aún así he gastado medio bote del ungüento para mordiscos de dragón que me han dado.

Ambos giraron la vista durante unos segundos hacia las manos de la chica, completamente cubiertas de una crema amarillenta.

-Me han dado también otra poción... -susurró con pena- para que se la demos si no es compatible con ninguno de nosotros. Así no sufrirá...

El pequeño animal se movió por fin. Fue clavando sus pequeñas garras en el vestido de Bellatrix para trepar hasta su escote. Como la bruja estaba bastante incorporada, el dragón pudo aprovechar para sentarse ahí un rato y descansar. Al poco, continuó su ascenso escalando por el pecho y las clavículas hasta llegar al cuello de la mortífaga. La duelista no movió ni un músculo: si ese bichito tan adorable quería morderla y desangrarla sería una muerte aún mejor que con sus dagas. El dragón frotó la cabecita contra su cuello mientras husmeaba con su hocico haciéndole cosquillas. Después de pasar unos minutos así ante la mirada hipnotizada de los tres humanos, alargó una de sus garras para atrapar uno de los rizos que caían sobre la cara de la mortífaga. Se entretuvo estirando y hociqueando hasta que una de las patas se le quedó atrapada entre aquella maraña de pelo. Bellatrix lo liberó con mucho cuidado. El dragón volvió a descender a su escote y ahí se ovilló. Pasados dos minutos pareció que se había dormido.

-Pero... se ha dormido, no me hace caso... ¿no le gusto? -preguntó la duelista entristecida.

Hermione la contempló sorprendida.

-Charlie supo que el suyo le había elegido porque aceptó dormir en un cojín cerca de él. Y el suyo fue el más efusivo... Este, después de atacar literalmente a todos los magos y brujas a los que ha conocido, ha recorrido tu cuerpo y se ha impregnado de tu olor. Ahora está durmiendo con la cabeza apoyada en tu corazón.

Ambos Black comprobaron que efectivamente la pequeña cabeza de la criatura estaba en la parte izquierda del pecho de la mortífaga, donde debía tener el corazón (si es que tenía uno...).

-Además su parte favorita de tu cuerpo coincide con la tuya -ironizó Sirius mirando al dragón descansar sobre su amplio escote.

-No tiene ni un mes, hasta los cuatro no suelen hacer mucho más que dormir -aclaró la chica- Pero Bellatrix, claro que le has gustado, te ha elegido a ti.

Durante unos segundos, Hermione creyó que la mujer iba a echarse a llorar. Pero contuvo las lágrimas y acarició a su nuevo amigo con cierto respeto. El dragón profirió un suave ruidito de satisfacción. La castaña tuvo que reconocer que era lo más adorable que había visto en toda su vida. Sirius pareció pensar lo mismo. Alargó también una mano para tocar al animal:

-Es absolutamente imposible que algo tan pequeñito sea...

Al instante, el dragón que parecía profundamente dormido giró la cabeza con una velocidad desorbitada. "¡Joder!" aulló el animago intentando liberar el dedo que la criatura había atrapado. Cuando por fin lo consiguió, estaba sangrando. Sin decir nada, Hermione le pasó la pomada curativa, ya contaba con aquello. Bellatrix lo contempló con los ojos brillantes y murmuró:

-Te ha hecho sangre. No tiene ni un mes y te ha hecho sangre... -bajó su mirada al animal que volvía a dormitar tranquilo- Te compraré todo lo que quieras, podrás morder a todo el mundo y te incluiré en el tapiz de los Black... Igual borro a todos los demás para que nos quedemos solos tú y yo, mi pequeñín.

Su voz mostraba una veneración absoluta. Sirius la miró con odio mientras se curaba el dedo y Hermione sospechó que la bruja oscura probablemente no había mirado con tanta devoción ni a Voldemort en su mejores tiempos. Sabía que era el miembro más antiguo de cada familia de sangre pura el único que podía modificar los tapices genealógicos, pero estaba segura de que no incluían animales ni criaturas mágicas. La mortífaga le preguntó cómo se llamaba y la gryffindor le explicó que no les ponían nombre hasta que no adoptaban a un mago para no cogerle cariño si al final no sobrevivía. Le dijo que le pusiera el nombre que quisiera. Bellatrix murmuró algo como "Dejaré que lo elija él" y los otros dos decidieron no preguntar.

-Entonces qué -intervino Hermione con sorna- ¿tienes motivos para vivir o te traigo tus dagas?

La mortífaga la miró como decidiendo qué hacer. Los Black no tienen deudas con nadie y menos con una sangre sucia. Así que respondió sin dejar de acariciar y contemplar a su pequeñajo:

-Os faltan la copa de Helga Hufflepuff, la diadema de Rowena Ravenclaw y Nagini. Sospecho que puede existir un séptimo, pero tengo que asegurarme porque no os gustará. La diadema está en Hogwarts y si lográis entrar, podéis bajar a la Cámara de los Secretos a por un colmillo de basilisco que también lo destrozará. El contra-hechizo de fiendfyre es fiendlocked, pero a diferencia del primero, este es extremadamente difícil de usar. Cualquier loco puede provocar un fiendfyre pero solo un puñado de magos en todo el mundo mágico pueden ejecutar un fiendlocked. Si adecuáis una habitación a prueba de fuego, yo lo haré.

Hermione y Sirius la miraron con la boca abierta esforzándose por retener todos los datos. Antes de que pudieran contestar nada, la bruja oscura se cansó de tener espectadores, quería pasar tiempo a solas con el nuevo amor de su vida:

-Y ahora largo, queremos dormir -soltó con tono autoritario- Ah y, Siri, dile a Kreacher que mañana prepare todos los platos que sepa cocinar, tenemos que ver qué le gusta más a mi pequeñín. Y ahora fuera, ¡fuera!

Sin salir de su estupor, ambos gryffindors abandonaron la habitación. Se sentaron en las escaleras del rellano de la cuarta planta para intentar procesar lo que acababan de vivir. Al poco, Sirius murmuró:

-Le has regalado un dragón. Le has regalado un dragón asesino que llegará a medir veinte metros y lanzará fuego. Se lo has regalado a Bellatrix Lestrange.

La chica asintió. Eso no era lo peor y tuvo que explicárselo:

-No sé si te has dado cuenta, pero el animal te ha hecho daño y Bellatrix sigue viva. Le he proporcionado una forma de matar a cualquier persona sin incumplir el juramento.

El animago abrió más los ojos al procesar ese nuevo dato. No comentó nada. Cinco minutos después, abrazó a la castaña e intentando disimular la emoción de su voz le susurró:

-Gracias, Hermione. Gracias por salvar a Bella, gracias por darle un motivo para vivir. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.

La chica sonrió y le devolvió el gesto:

-No tienes que darme las gracias. Ya lo hará ella ayudándonos con los horrocruxes.

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