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Capítulo 59

Nota: Este va a ser (otra vez) el último capítulo que suba en un tiempo. Tengo más escritos, pero quiero esperar a tener esa nueva trama más desarrollada para publicarla. Creo que a este fic le tengo demasiado cariño porque nunca quiero terminarlo jaja. Os adoro muchísimo a quienes leéis y comentáis, esta se ha convertido en la parte más importante de mi vida, así que muchísimas gracias.

La semana que viene empezaré a publicar otro Bella/Sirius, ojalá os guste.

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Tenía que suceder tarde o temprano. Cuando Hermione les presentó a Pansy, tanto su novia como sus padres lo hicieron todo muy fácil (demasiado). Pero estaba segura de que con Bellatrix no sería igual. Aún así, les indicó a sus progenitores que se acercaran antes de marcharse. Ellos no iban a acudir al concierto y su hija los iba a llevar a casa. El matrimonio muggle se acercó a las dos brujas.

-Bellatrix, estos son Emma y Tom, mis padres.

Ambos sonrieron y al instante el hombre le ofreció la mano para estrechársela. La mortífaga se cruzó de brazos y los miró con desconfianza. "Eso dicen ellos..." murmuró. Hermione cerró los ojos y confirmó que iba a ser un suplicio. En su día cometió el error de contarle el dato inocente de que sus padres siempre le regalaban dinero por su cumpleaños porque no sabían qué le gustaba. La mortífaga dedujo que no la conocían en absoluto, hasta ella que era una asesina insensible solía acertar con los regalos.

-¿Perdón? –preguntó Emma.

-Si ustedes son los padres de globulito, ¿dónde estuvieron el año pasado cuando yo y mi marido tuvimos que cuidarla?

-¿Cómo ha llamado a...? –empezó Tom.

-¡Chist, muggle! Aquí las preguntas las hago yo.

-Bellatrix, ya sabes que... –empezó Hermione.

-Tú calla también, que tengo que decidir si estos señores te pueden cuidar o no.

Hermione miró su bolso calibrando si darle un trago a la poción de suerte líquida para solucionar aquello. Ya les había advertido a sus padres que su "amiga bruja" tenía un carácter especial, pero eso no hacía la situación menos incómoda. Aún así su padre lo intentó:

-¿Y dónde está su precioso dragón, Madame Black?

-¿Cómo conoce a Saiph? –preguntó Bellatrix con desconfianza mirando de reojo la fuente de chocolate en la que su hijo se hallaba buceando.

-Hermione tiene una foto de usted con él en su mesilla. El dragoncito lleva un gorrito de Navidad muy gracioso y...

Al instante su hija le ordenó que se callara. Tarde. Bellatrix la miró con una sonrisa torcida ante el dato de que tenía una foto suya en la mesilla. Sacudió la cabeza y se centró. Empezó por calibrar la gravedad del asunto: les preguntó a los Granger qué les parecía la novia de su hija. Al instante ambos respondieron:

-Pansy es una chica encantadora, es muy buena influencia para nuestra niña y...

Respuesta incorrecta. La bruja alzó la mano para que se callaran y llamó a su marido.

-¡Siri, ven aquí! Estos señores dicen que son los "padres" de globulito.

El animago acudió. Estrechó la mano a los Granger con más educación que su mujer y sonrió con cordialidad. Pero en su fuero interno también pensaba que ellos habían cuidado mejor a la joven que sus progenitores. Así que se colocó junto a su mujer y permitió que tomara las riendas.

-Les voy a hacer unas preguntas para ver si se pueden quedar con nuestra hija –informó Bellatrix- y cuando digo "nuestra" me refiero a de mi marido y mía, porque lo suyo está por ver.

-¡Oiga, pero...! –empezó a protestar la mujer.

-¡Silencio, señora muggle! –ordenó la bruja.

-Oye, Bella, agradezco que te preocupes por mí –aseguró Hermione-, pero...

-¡Silencio, globulito muggle! –le ordenó la slytherin con firmeza.

La chica suspiró y se rindió. En el fondo tenía curiosidad por ver de qué iba aquello. Nadie la había apreciado tanto como para diseñar un examen en su honor... Sirius parecía profundamente entretenido. Con voz de profesora severa, la mortífaga empezó:

-Si el expresso de Hogwarts va a atropellar a Potter y a Weasley que están en medio de la vía, porque son la clase de idiotas que harían cosas así, y Hermione puede salvarlos accionando una palanca para que el tren frene de forma brusca pero se arriesga a que el resto de pasajeros salgan heridos o incluso mueran... ¿Qué haría globulito?

Los Granger alternaban la vista entre los tres sin saber qué tipo de broma era esa. Hermione tampoco daba crédito.

-¡Ni tú sabes qué haría yo en esa situación! –le espetó a la bruja.

-Te quedarías leyendo en tu compartimento porque sabes que el tren tiene un hechizo por el que aparta de la vía cualquier obstáculo.

Hubo unos segundos de silencio.

-Pues sí que lo sabías... -masculló Hermione sorprendida.

-Por supuesto. Y ahora tengo que pensar otra pregunta por tu culpa. Así que hazme el favor de no molestar mientras interrogo a estos señores. Entretente con algo: come, bebe, mírale el trasero a Sirius o lo que sea.

Sirius sacudió la cabeza por lo bruta que era su mujer pero no pudo evitar sonreír. La señora Granger miró a su hija horrorizada de las compañías que se buscaba. Y Tom, víctima de los nervios, no pudo evitar fruncir el ceño y que su vista se desviase. A la mortífaga no se le escapó el gesto.

-¡Oiga pero usted no, señor muggle! ¡No le mire el culo a mi marido! –exclamó soliviantada- ¡¿Pero qué clase de gente son ustedes, cómo les vamos a dar la custodia de nuestra cría?!

Sirius intentó no reírse y la calmó asegurando que era imposible no mirarle. La animó a proseguir con el examen. La bruja oscura se serenó con dificultad y empezó de nuevo ante los aturdidos Granger. Les dijo que iban a comenzar con una pregunta fácil: quiénes eran el/la muggle y el mago o bruja que Hermione más admiraba.

-¡Marie Curie! –exclamó el señor Granger orgulloso de saberse esa- Y la bruja o mago...

Ahí hubo más dudas. Su mujer tampoco lo sabía, así que se arriesgó.

-¿Esa profesora suya que nos acaba de presentar? ¿Minerva?

-¡Pero cómo va a ser su bruja favorita una mujer que se puede transformar en gato y copular con otros gatos! –exclamó Bellatrix – Es Rowena Ravenclaw, porque valoró a las mujeres y demostró su inteligencia y capacidades en un mundo de hombres. Les voy a dar medio punto solo porque soy una mujer generosa.

Hubo muchas otras preguntas cada vez más absurdas, como en qué posición le gustaba dormir a Hermione o qué preferiría: casarse con un elfo doméstico o tener a un centauro de mascota. En uno de los momentos más surrealista de sus vidas, los Granger se esforzaron por acertar. La joven no interrumpió porque le fascinó que Bellatrix recordara todo lo que le había contado. Sirius escuchó entretenido. Al rato se distrajo con el escote de su mujer y después levantó la vista y vio que Saiph había acabado con la fuente de chocolate y alguien debía limpiarlo. Finalmente, Emma y Tom aprobaron justos.

-Está bien –sentenció la morena-, les vamos a permitir que se la queden porque ya tenemos un hijo un tanto... problemático.

Así era. Sirius se había alejado para recuperar al dragoncito y había sustraído la capa de Lupin para limpiarle el chocolate de las escamas. Cuando lo consiguió, lo cogió en brazos permitiendo que le mordisqueara y volvió junto a Bellatrix.

-Pero que sepan, señores muggles, que los estaré vigilando –advirtió con frialdad.

Los Granger no llegaban a entender quién era esa mujer, pero parecía peligrosa y les daba miedo. Su hija les había aconsejado que le siguieran la corriente. Así que asintieron y se despidieron de ella a toda velocidad alegando que se les había hecho tarde. Antes de reunirse con ellos, Hermione miró a Bellatrix. No sabía si lanzarle un maleficio por el mal rato o abrazarla por preocuparse por ella. Así que simplemente le indicó:

-Te has equivocado en una.

-¡No es verdad! –replicó la mortífaga.

Hermione asintió con suficiencia y murmuró: "Rowena ya no es la bruja a la que más admiro". Sin añadir nada, se marchó. Bellatrix disimuló una sonrisa y colocó la mano en la espalda de su marido (y la bajó hasta donde ya no era espalda). "La hemos criado bien" sentenció Sirius observando a Hermione. Su mujer estuvo de acuerdo:

-Mucho mejor que esos muggles que no la conocen... ¿Qué clase de padres no saben cuál es la posición favorita de su hija para dormir?

-Unos muy ineptos, desde luego –aseguró el animago-. Yo sé que la del nuestro es hecho un ovillo lo suficientemente cerca de ti para notar tu olor y tu calor y lo suficientemente cerca de mí para poder darme patadas si sueña que pelea contra otro dragón.

Bellatrix susurró: "Por eso te adoro". Le besó y sonrió con una intensidad que ninguna poción de la felicidad igualaría jamás.

Tras dejar a sus padres en su casa, Hermione volvió a Grimmauld Place. Aún quedaban un rato para la cena y después irían al concierto de las Brujas de Macbeth. Observó a los invitados que quedaban: Harry y Ron jugaban con Saiph a lanzarle cosas para que él las abrasara; Bellatrix bailaba con Luna y no quedaba claro cuál de las dos estaba peor de lo suyo; Sirius le estaba confesando a una enfurecida McGonagall que cada vez que le buscaba de joven para castigarle y encontraba a un perro sonriente, era él; Tonks y Ginny hablaban con Fleur y Bill mientras los gemelos charlaban con Lupin y Cindy. Hermione se sirvió un vaso de ponche y al poco la metamorfomaga y Ginny se acercaron a rellenar sus copas.

-Uff –murmuró Ginny-, ¡menos mal que nos hemos librado!

-¿Eh? –preguntó Hermione.

-No te acerques a esos dos. ¿Recuerdas que antes de la guerra nos contaron que iban a seguir un tratamiento para poder tener hijos? –preguntó Tonks.

Hermione asintió.

-Bien, pues como ella es medio veela y él es medio hombre-lobo les está costando muchísimo, han probado ya varios y no hay manera. Y están de un humor de trolls.

-Entiendo que es un proceso duro, pero esto es una fiesta, podían aguantarse su mal humor o no haber venido... -comentó la pelirroja.

La sabelotodo casi no había hablado con ellos, pero era verdad que no los había notado muy relajados... Seguro que no era para tanto, todos eran adultos y sabían comportarse.

Cuando Kreacher anunció que ya estaba la cena, Hermione abrió la boca para protestar. Al instante Harry la interrumpió y le explicó que no le habían hecho trabajar: habían pedido comida a un restaurante y él solo se había ocupado de servirla en el comedor. La chica cerró la boca avergonzada por su impulsividad. McGonagall aprovechó el momento para despedirse y huir de aquella reunión de exalumnos alcohólicos. Sirius le preguntó a Bellatrix si quería quedarse. La slytherin asintió, ya se le habían pasado los síntomas del veneno, podía aguantar la cena (o más bien la compañía). Ya verían luego si asistían al concierto.

Todos ocuparon sus sitios y empezaron a comer. La charla fue agradable y distendida. Hasta que Fred y George comentaron que Bill tenía tan mala cara que el pavo estaba intentando huir de la fuente para no verlo. El resto rieron y se lo tomaron a broma. El matrimonio aludido no.

-Tengamos la fiesta en paz –sentenció Tonks-, vamos a cambiar de tema.

-Oh, clago, mejog habla de tu hijo como haces siempre –le espetó Fleur que sin duda estaba demasiado sensible con el tema.

-¡A nuestro hijo no lo metas en esto! –exclamo Lupin al instante- Hablaremos de Teddy cuando nos dé la gana.

-A los narggles les incomoda esta conversación –murmuró Luna distraída.

-Para el resto está siendo súper cómoda -masculló Sirius.

El animago consiguió que su mujer y su sobrina se rieran y que Bill y Fleur echaran chispas por los ojos. Le odiaban profundamente: seguían pensando que se alió con Bellatrix para salvarla de su más que merecida cadena perpetua. Si no lo manifestaban era porque Harry había advertido que de ese tema ni una palabra. Hermione intentó poner paz:

-No os preocupéis, es normal que os cueste quedaros embarazados. Pero seguro que conseguís...

-No, no se puede –intervino Bellatrix nada sobria-. Greyback me contó que los genes de los lobos y los de las veelas son absolutamente incompatibles, se aniquilan entre sí.

Los pocos sensatos que había ahí reunidos supieron que el comentario era poco acertado. Ya no por la información en sí, sino por comentar como si tal cosa que ella fue amiga del hombre que convirtió a Lupin y casi a Bill. Y a saber por qué debatieron sobre las veelas... El profesor la perdonó porque también fue ella quien lo mató y les salvó en la guerra. Pero el Weasley en absoluto. No fue capaz de controlar su furia y exclamó:

-¡BUENO, SI LO DICE LA QUE FUE LA PUTA DE VOLDEMORT SERÁ VERDAD!

Prácticamente todos se quedaron paralizados. Incluso a Saiph, que dormía ovillado en la falda de su dueña, tardó un par de segundos en reaccionar. Aún así no le hizo falta abrir las fauces porque...

CRUCIO!

Bill Weasley cayó al suelo aullando de dolor como si le estuvieran desgarrando las entrañas. La maldición no se detuvo. Al hacer el juramento inquebrantable, Bellatrix juró no atacar a nadie relacionado con la Orden. El incumplimiento de aquello cruciando a un miembro le supondría la muerte. Su cara al ver al pelirrojo retorciéndose no reflejaba el placer que debería. Se había quedado completamente estática, sin saber qué hacer.

Unos segundos después –bastantes- el resto horrorizados empezaron a ordenarle que lo detuviera, que frenara aquello. Bellatrix reaccionó por fin. Guardó su varita y con dificultad susurró:

-Siri, Siri, ya está, puedes parar.

Su marido ni siquiera la escuchaba. De su varita seguía emergiendo la luz roja y de sus ojos un odio y una rabia que Bellatrix nunca había visto. Ningún mortífago fue capaz de lanzar la maldición torturadora con esa potencia, solo ella misma y su maestro. Y ahora su marido.

-Sirius, mi amor, ya está –insistió intentando bajarle el brazo.

Por ella Bill podía morir ahí desgarrándose la piel. Pero le daba pánico las repercusiones que pudiese tener para Sirius. Fleur alzó su varita para atacarle pero al instante Harry la desarmó para evitar más daños.

-Te ha insultado –masculló Sirius-, no pienso permitir que nadie te trate mal.

-Lo sé y te lo agradezco. Pero ya está, ya le has castigado. Llevas un minuto haciéndolo, tendrá calambres durante meses –aseguró ella-. Siri, mírame por favor, no quiero perderte. No merece la pena, hazme caso, por favor.

Tardó unos segundos, pero finalmente bajó su varita y miró a Bellatrix. Ella sonrió, le besó y le cogió la mano intentando tranquilizarlo. Mientras, el resto procuraron ayudar a Bill a recuperarse. "Sirius, me da igual lo que piense de mí el resto del mundo", susurró la mortífaga con calidez, "Solo me interesa lo que pienses tú. No me afecta nada de lo que me diga nadie más. Lo único que me da miedo en esta vida es que a ti o a Saiph os pase algo". El merodeador asintió aún temblando de la rabia e intentando serenarse. Luego cerró los ojos pensando en las consecuencias que aquello tendría. Porque por supuesto, en cuanto Bill se recuperó un mínimo, él y Fleur empezaron a bramar:

-¡POR ESO NUNCA ME FÍE DE TI, ERES TAN MALO COMO ELLA!

-¡VOLVEGÉIS A AZKABAN POG ESTO Y DE ESTA SÍ QUE NO SALÍS! –exclamó la rubia.

-Antes de que Sirius vuelva a Azkaban, os mato yo a todos –informó la mortífaga.

A pesar de que sonó tranquila, todos los presentes sintieron un escalofrío. Parecía capaz de cualquier cosa por defender a su familia. El trío dorado no sabía qué hacer, Hermione lloraba de la angustia. Ginny y los gemelos sentían rabia de que hubiesen atacado a su hermano. Lupin y Cindy se miraban profundamente incómodos. Tonks pensaba a toda velocidad porque ella era auror, era la autoridad ahí y tenía que tomar una decisión. Luna seguía comiendo pudin.

-¡Haz algo! –le exigió Fleur a la metamorfomaga- ¡Detenlos a los dos!

-Tienes razón –reconoció Tonks-, soy yo la que debe hacer algo. Así que Bellatrix, hazme el favor de...

Con un gesto discreto, Nymphadora ladeó la cabeza señalando a los invitados de su derecha y rezó porque su tía lo entendiera. Lo entendió. La mortífaga sacó su varita y a toda velocidad desmemorizó a la gente que quedaba a su lado de la mesa. La auror hizo lo mismo con los de su lado. Y después empezó el teatro.

-¿Qué ha pasado? –preguntó Harry algo mareado.

-Ni idea –murmuró Ginny-. Estábamos comentando lo del quidditch y de repente no sé.

-Han sido los nublus –aseguró Luna-, aparecen cuando hay tensión en el ambiente y lo relajan con sus polvos sedantes.

-¿Y hacen que tengas calambres y un dolor atroz por todo el cuerpo? –preguntó Bill en el suelo.

-Igual es porque te has caído de la silla, genio –comentó Ron.

-Bah ya sabéis que en esta casa tan vieja pasan cosas muy raras. Vamos a tomar el postre que si no llegaremos tarde al concierto y me muero de ganas –comentó Tonks.

Todos estuvieron de acuerdo y aceptaron la explicación a falta de otra mejor. La auror les dirigió miradas de reojo a sus tíos. Adoraba a Sirius y no quería que le sucediera nada malo, entendía el arrebato que había sufrido, pero desde luego las cosas no podían quedar así. No podía ir usando las maldiciones imperdonables con esa tranquilidad. A Tonks le preocupó más que nunca la influencia que Bellatrix tenía sobre él.

Terminaron de cenar sin mucha conversación, aún desconcertados por el aturdimiento general. Después se levantaron y cogieron sus capas y abrigos. Los Black comentaron que ellos pasaban del concierto porque Bellatrix no aguantaba al grupo. A nadie le extrañó. Bill y Fleur también se disculparon porque él se encontraba fatal, apenas podía moverse y solo quería meterse en la cama. La mortífaga supo que si se aparecían así, él se despartiría, así que tendrían que coger algún transporte muggle para volver a casa. Mejor, que se fastidiaran. Sirius se rezagó y miró a su mujer sabiendo que les quedaba algo por hacer. Esperaron a que el resto se adelantaran y la bruja llamó a su sobrina:

-Dora, quiero darte las gracias por...

-No, no me des las gracias, Bellatrix –respondió con brusquedad-. Esto no puede quedar así. Ya nos ha costado aceptar que te dejen libre como para que ahora consigas que Sirius...

No pudo terminar la frase. Sintió una ligera desorientación y le costó volver en sí.

-Dora, ¿estás bien? –preguntó la mortífaga frunciendo el ceño- Tienes que mirar por dónde vas, te has tropezado con el armario y te has dado un buen golpe. Tendrás suerte si no te sale un chichón. O quizá ha sido el alcohol, este vino de elfos es muy fuerte, yo tampoco voy muy fina... Venga, que pierdes a tu alegre novio –comentó empujándola hacia Fred que ya había salido.

Al principio la metamorfomaga la miró confundida. Pero al poco se encogió de hombros: tropezarse y darse golpes era algo que le sucedía a menudo. Y desde que tenía a Teddy bebía menos y estaba menos acostumbrada al alcohol. "Mal cóctel" pensó. En cuanto Fred le pasó un brazo por la espalda para aparecerlos juntos, sonrió enormemente ilusionada por ver a su grupo favorito con su novio. Los Black los despidieron con una sonrisa.

A Sirius no le había hecho ilusión desmemorizar a su sobrina por la espalda. Pero mucho menos dejarla con esos recuerdos y crearle el conflicto de cómo gestionarlos. Le preocupaba Dora realmente. Había sido lo mejor. Cogió a Bellatrix de la mano y los apareció en su apartamento. Saiph se fue a hacer su ronda nocturna y ellos entraron. Mientras se cambiaban en silencio, la bruja miró a su marido de reojo sin saber qué decir. Finalmente se sentó en la cama y le obligó a hacer lo mismo.

-Siri, esto me da miedo... No me malinterpretes: me ha emocionado, encantado y puesto cachonda y orgullosa. Pero no quiero que te vuelvas malo por mi culpa... Nunca habías usado crucio hasta que empezaste a estar conmigo.

-Es verdad –reconoció él-. Antes de ti le hubiese dado tal paliza que no le hubiese quedado un solo hueso en su sitio, te lo aseguro.

Bellatrix sonrió al saber que no mentía.

-Cielo, no me gusta que hablen mal de ti. Y no me gusta que todo el mundo (tú incluida) considere que tú eres una asesina y yo un pobre trastornado inocente.

-Pero es objetivo, Siri, yo tengo muchos más defectos y soy mala por naturaleza, tú no.

-Yo soy arrogante, temerario, violento, nunca pienso antes de actuar ni en las consecuencias de mis actos, no me arrepiento de lo que el resto consideran que he hecho mal, jamás hago caso de los consejos que me dan, me encanta discutir...

La bruja frunció el ceño.

-Todo eso ya lo sé, creía que me ibas a contar tus defectos.

Sirius sonrió de verdad. Bellatrix se había enamorado de su parte más negativa, de lo que el resto repudiaban, por eso podían quererse con tanta intensidad. Le acarició la mejilla con cariño y murmuró mirándola a los ojos:

-Te prometí cuando nos casamos que mataría a cualquiera que intente tocarte un pelo. Lo dije de verdad y lo mantengo. Te quiero con todo mi ser, con el humano y con el perruno.

Bellatrix sonrió y susurró:

-Yo también te quiero. Lo poco bueno que hay en mí eres tú.

Sirius la besó y seguidamente la miró con gesto de indiferencia:

-Yo he cumplido, llevo el mismo pijama que anoche –murmuró-. Soy un inocente slytherin que vive por y para preservar su pureza y el honor de...

No pudo terminar porque Bellatrix se abalanzó sobre él y le empujo a la cama con brusquedad. La chimenea de la habitación caldeaba el ambiente y chisporroteaba en un agradable crepitar. En el exterior, la lluvia fría caía sobre los árboles de la campiña refrescando el ambiente. Pero no escucharon ninguno de los reconfortantes sonidos de la naturaleza; estaban demasiado ocupados devorándose mutuamente. Solo cuando terminaron y se tumbaron juntos, escucharon la relajante eufonía de los elementos.

-Siri...

-¿Sí? –jadeó él extenuado.

-No sé... ¿No sientes como que...?

-¿Que se nos da jodidamente bien follar, luchar y todo en general?

-Exacto –asintió ella-. ¿Eso es normal? ¿Le pasa a todo el mundo?

A Sirius le encantaba que su mujer le considerara un experto en asuntos afectivos, siempre le preguntaba dando por hecho que él tenía todas las respuestas. Por supuesto era un desastre en la materia, pero como la única persona más negada que él era Bellatrix, su opinión sentaba cátedra. Así que le expuso su visión del asunto:

-Claro que no, nadie conecta a tantos niveles como tú y yo. Creo que es necesario haberlo perdido todo (familia, libertad y cordura) para quererse como nos queremos nosotros, con todo lo que somos, con todo lo que nos queda. Nuestros amigos tienen pareja, pero también tienen sus vidas y un pasado y unos recuerdos que a nosotros nos robó Azkaban. Tú eres mi vida entera y quiero que sea así.

La morena asintió con ojos brillantes totalmente convencida de la verdad absoluta que suponía aquello. Mientras se perdían en el sonido de la lluvia y el fuego, mirándole a los ojos la slytherin susurró:

-¿Me querrás siempre?

-Hasta que se apaguen las estrellas, mi amazona –respondió él revolviéndole el pelo.

"Yo también" sonrió Bellatrix apoyando la cabeza en su pecho. Él continuó jugando con sus rizos hasta que algo arañó el cristal de la ventana. Con un gesto de la varita del animago, se abrió y entró Saiph. Se sacudió con energía durante unos segundos para liberarse del agua y seguidamente se acurrucó sobre el tatuaje con su imagen mirando a su mamá. Sirius sintió un agradable escalofrío al entrar en contacto con las escamas del dragón. Subió un poco la manta para taparlo a él también y los abrazó a los dos. Eran la mejor familia del mundo y mataría a cualquiera que intentara negarlo.

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