Capítulo 55
Los Black dedicaron los días siguientes a las reuniones sociales para solucionar sus desacuerdos. Empezaron visitando a los Malfoy. No por deseo ni decisión propia, sino porque a la mañana siguiente de espantar a la cita de Draco, Bellatrix recibió una lechuza de Narcissa. La invitaba a tomar el té con el tono formal y condescendiente que usaba cuando se fraguaba una gran bronca. Así que como se lo había prometido, la morena se apareció junto a Sirius dispuesta a defender la libertad sexual de su sobrino.
Entraron al salón donde les esperaba la rubia. Estaba sentada en un sofá tomando el té como la aristócrata que era. A su lado Draco los miraba compungido. De nuevo, Lucius debía estar ocupado en el Ministerio... o conspirando con sus pavos reales para librarse de su cuñada.
Antes de pronunciar palabra, la señora de la casa les dedicó una mirada de desprecio. Seguidamente comentó:
-A tu marido no lo he invitado, él tiene la culpa de todo esto.
-¿¡Yo por qué!? –protestó él.
-Porque si no hubieses traicionado a la familia y hubieses estado en slytherin, no habrías sido amigo de Potter, ni padrino de su hijo y no estaríamos en esta situación.
El animago la miró estupefacto. No tenía ganas de discutir, pero tampoco quería irse. Así que decidió fastidiar a su prima pequeña. "Está bien, me voy" suspiró. Bellatrix le agarró de la mano intentando impedirlo, pero le bastó una mirada para entender el plan, así que le liberó. Narcissa alzó las cejas sorprendida de su victoria y curvó sus labios en una pequeña sonrisa de satisfacción.
-Bueno, querida hermana, quiero que sepas que no fue nada fácil conseguirle a mi hijo una cita con la...
Se interrumpió al ver que un enorme perro negro aparecía en el salón correteando alegremente. Se aseguró de dejar un rastro de huellas de barro y finalmente se tumbó en el sofá que ocupaba Bellatrix. Apoyó la cabeza en su regazo y ella le acarició sonriente. Antes de que su hermana abriera la boca para protestar, la mayor aclaró:
-Ya no es mi marido, ahora es mi mascota. Todo en orden, procede.
Narcissa puso los ojos en blanco. Durante un segundo se le pasó por la cabeza la idea de criticar a Sirius. La desechó a gran velocidad: su hermana siempre la había protegido, pero su marido era el límite. No quería experimentar sus crucios.
-Como te decía... Catharina pertenece a la monarquía noruega, su familia es de sangre pura y me ha costado meses conseguir que...
-Si todo eso está muy bien, Cissy, si a mí la muchacha me cayó bien. De hecho me parece mejor opción que la que tienes ahora, ¡date una alegría con ella!
-¡BELLATRIX! ¡No digas necedades y menos...!
-El caso es que si a Draco no le gustan las chicas es cruel que le obligues a salir con ellas.
-Es solo una fase, si...
-¡No me jodas con el "es solo una fase, ya cambiará de idea, no sabe lo que quiere porque es muy joven"! –la interrumpió Bellatrix con hastío- Sé que es nuestras familias era impensable lo de liarte con alguien de tu mismo sexo, pero las cosas cambian, Cissy. Ya hay parejas homosexuales de sangre pura y existen métodos para tener descendencia preservando los genes y la sangre.
-¿Y has oído cómo se habla de esas parejas? Yo no quiero eso para mi hijo.
En ese punto Bellatrix soltó una carcajada.
-¡Por el amor de Circe, Cissy! ¿Crees que es humanamente posible que se hable más y peor que lo que se ha hablado de nosotros? Somos unos parias desterrados y pasados de moda que perdimos dos guerras y visitamos la cárcel como quien va a la playa a veranear. ¿Crees que les importa una mierda con quién follemos? ¡Eso es lo de menos!
Su hermana la contempló enfurecida, más por la hiriente sinceridad que por la burla. Draco estaba agradecido porque se estaba esmerando por él. Y Canuto daba la sensación de que, pese a ser un perro, se estaba partiendo de risa y disfrutando profundamente. Mientras le rascaba detrás de las orejas, Bellatrix continuó:
-Fíjate en mí. Me he casado con mi primo, un expresidiario zumbado que cuando se aburre se transforma en perro. ¿Has leído algo de eso en la presa? No. Anunciaron nuestra boda como nuestro apellido y estatus requiere, pero ni una línea más. Después de todas las barbaridades (y aún así se han quedado cortos) que llevan décadas escribiendo sobre nosotros, ya no pueden mantener el nivel. Les hemos puesto el listón demasiado alto.
Hubo unos segundos de silencio mientras la rubia buscaba la réplica. Bellatrix decidió aportar el argumento que le había aconsejado Sirius cuando prepararon el encuentro.
-Cissy, tú siempre has sido una gran madre, lo has dado todo por Draco. Mentiste a Voldemort por él y él estaba dispuesto a matar a Dumbledore por vosotros. Si le pides que se case con una chica a la que no quiere, lo hará, ¿pero quieres eso para tu hijo? ¿Deseas que seas que tu felicidad sea la causa de su infelicidad?
A Draco le costó disimular una débil sonrisa porque supo que su tía había acertado. Miró a su madre con aspecto inocente y rostro compungido. Narcissa le miró primero a él, después a su hermana que la contemplaba con una sonrisa y luego a Canuto que ladeaba la cabeza con curiosidad esperando su reacción.
-En primer lugar, es curioso oír eso de la misma mujer que sentenció: "Si yo tuviera un hijo sería un honor que muriera por el Señor Oscuro" –comentó Narcissa.
-Sí, tiene su gracia –reconoció Bellatrix.
-Está bien, ya ha quedado claro vuestro punto de vista. Podéis marcharos, esto es entre mi hijo y yo.
-Pero... -empezó la morena.
Canuto bajó del sofá y le señaló a la mortífaga la puerta. La slytherin no necesitó más pistas. Se despidió de su hermana y su sobrino y se marcharon. Ya fuera, recogió a Saiph y liberó de sus fauces al pavo real albino favorito de Lucius. Sirius volvió a su forma humana.
-Nos ha echado porque no quiere reconocer que tienes razón –le explicó el mago-. Ahora hablará con Draco y seguro que lo arreglan. Le costará un tiempo asumirlo, pero lo hará.
-¡Ah! Genial entonces, otra misión cumplida –comentó la morena satisfecha-. ¡Qué bien lo hacemos todo!
Su marido asintió completamente de acuerdo. Pasaron el resto de la mañana volando con Saiph. Después llamaron a un elfo para que les llevase algo de comer al claro del bosque en el que estaban y se les hizo de noche con sus juegos y tonterías. Aprovechando que el cielo estaba despejado, Bellatrix extendió su capa sobre la hierba y se tumbó con la cabeza apoyada en el regazo de Sirius. De inmediato Saiph se acomodó sobre su estómago La bruja contempló las estrellas mientras el animago le acariciaba la cara.
-Me ha escrito Harry –murmuró él mientras trazaba círculos sobre su frente y sus mejillas-, dice que esta semana ha ido a Hogwarts para dar una charla en Defensa.
-Mm... -respondió únicamente su mujer que estaba muy a gusto en esa posición.
-Me ha contado que Minnie colgó nuestros carteles de Azkaban en el Aula de Detención. Los alumnos peregrinan para hacerse fotos como si fuésemos Merlín y Morgana. En los recreos juegan a ser "los Black" e intentan escapar de Azkaban. Suelen incordiar a Filch para que haga de dementor.
Bellatrix rió con ganas. Habían creado un digno legado. No obstante, había un pensamiento que no conseguía apartar de su cabeza, una angustia punzante en un rincón de su cerebro que la acosaba en todo momento.
-Siri... Tenemos que ir a Londres, tengo que conseguir el libro que quiere Hermione de la Mansión Black.
-¿Estás segura? Sé que es un libro único y muy importante, pero si vas a sufrir no merece la pena.
-Lo de menos es el libro. Necesito demostrarme a mí misma que puedo entrar en esa casa, vencer mis traumas de la infancia y el odio hacia mi madre.
-De acuerdo. Mañana tengo la reunión con el Jefe de Aurores sueco que me pidió ayuda para sus planes de expansión, pero podemos ir pasado mañana.
-Muy bien –murmuró la bruja con la mirada perdida.
Sirius sabía que si a su prima le daba respeto entrar en esa casa no era por los recuerdos. Era porque contaba con alguna amenaza real y tangible. Pero ella no parecía querer hablar de ello hasta que fuera necesario, así que no insistió. En su lugar le preguntó dónde se alojarían. Claro que podían quedarse en Grimmauld Place, pero ahora Harry y Ginny eran un matrimonio... un matrimonio con evidentes problemas y ellos no tenían ningún deseo de meterse en medio. Bellatrix se negó en redondo.
-Podemos quedarnos en la Mansión Malfoy, desde que Cissy y Draco se vinieron aquí ya no vive nadie.
-Ah... Vale... -murmuró Sirius.
La bruja notó una ligera decepción en su voz. Apartó la vista de las estrellas y la fijó en su marido.
-¿No te parece bien? Puedo buscar otro sitio que te guste más. La Mansión Lestrange es mía o...
-No, no es eso, es que... -su voz murió en un susurro nervioso.
-Siri, les has puesto nombre a cada una de las vértebras de mi columna, creo que hay confianza para que me digas lo que piensas.
El animago sonrió y aceptó que tenía razón.
- Bueno, siempre me hizo ilusión, porque me daban envidia James y Lily... Cuando de joven me compré mi apartamento en las afueras nunca llevé a ninguna chica. Me prometí que cuando estuviera con una novia sería la definitiva y... Sé que es cursi y absurdo pero...
-Vale –murmuró la morena encogiéndose de hombros-, nos quedamos ahí.
-Es que es bastante pequeño y suele hacer frío... No me parece el lugar en el que le gustaría hospedarse a la dueña de una montaña.
-La dueña de la montaña vivió la mitad de su vida en una celda de dos por tres, podrá soportarlo.
El merodeador sonrió de nuevo y la besó en la frente. Le comentó que podían ir, se lo enseñaba (en medio minuto porque no había mucho que ver) y si no le gustaba se aparecían en la Mansión Malfoy. A la slytherin le pareció estupendo. Cerró los ojos mucho más relajada al haber planeado ya el viaje maldito. Se relajó hasta el punto de dormirse. Sirius, que sabía que las últimas noches no había descansado bien, no se atrevió a despertarla. Así que la cogió en brazos y observó el bosque a su alrededor.
-Tú sabes salir de aquí, ¿verdad?
Al instante Saiph alzó el vuelo y Sirius lo tomó por un sí. Siguió al dragoncito que en pocos minutos los llevó hasta la entrada de su mansión. La bruja ni se inmutó durante el trayecto. Eso era más cómodo y menos mareante que la aparición.
Al día siguiente estaban desayunando cuando uno de los anillos de la bruja se calentó. Alguien se había aparecido en su montaña. Sospechó quién era y suspiró. No estaba preparada para más drama. Sirius tampoco, por eso intentó de nuevo contener sus ganas de pegarle un puñetazo a Dolohov. La última interacción de Bellatrix con su amigo había sido cruciar a su mujer, así que juzgó que debían solucionarlo. Y no eran los únicos.
-A Marlene le gustaría hablar contigo –le indicó a Sirius-, no ha venido para no agobiar... Bueno, en realidad no ha venido para que tu mujer no la asesine. Pero está en el café italiano del centro mágico, por si quieres ir...
Los Black se miraron dudosos. Finalmente Sirius decidió que debía hacerlo, aunque solo fuese por cerrar esa dolorosa etapa. Informó a su mujer de que volvía enseguida, le dedicó a Dolohov otra mirada asesina y se apareció. Sin pensarlo para no arrepentirse entró a la cafetería.
Ahí estaba sentada en una mesa: su casi-novia de la juventud. Nunca tuvieron nada serio, pero tenían complicidad, lo pasaban bien y deseaban luchar juntos para cambiar el mundo. Al final fue el mundo quien les cambió a ellos. Marlene ya no era la rubia rebosante de energía que traía locos a todos los gryffindors, no parecía quedar nada de eso. Era como si un dementor se hubiese afincado en sus ojos azules y arrebatado su brillo. Sirius pidió un café y ocupó la silla frente a ella.
Estuvieron en silencio varios minutos. Él escrutando su rostro, intentado sin éxito reconocer a su vieja compañera de aventuras. Y ella intentando elegir las palabras que nada lograrían arreglar.
-Gracias por venir.
Sirius enarcó una ceja. ¿Eso era todo? Reunió paciencia y asintió mientras esperaba a que prosiguiera.
-Estás tan guapo... Más incluso que de joven. Supongo que es porque ahora estás con la persona que realmente...
-Marlene, ¿qué pretendes con esto? –la cortó Sirius- ¿Me vas a explicar que pasó o...?
-No, la verdad es que no -reconoció ella no con vergüenza sino con la simpleza de quien asume la deprimente realidad-. Creí que era fuerte, valiente y que estaba dispuesta a dar la vida por vosotros... Pero me pasó como a Peter: tras dos días de tortura, estuve más que dispuesta a colaborar. Después de eso supe que debía renunciar a mi vida.
-¿No entiendes que no es eso lo que me molesta? Bueno, no solo eso... Es el hecho de que nos lo ocultaras, de que huyeras y rehicieras tu vida mientras nosotros moríamos. De una forma u otra, pero todos morimos tras la primera guerra.
-¡Es que no podía! ¿¡Cómo iba a mirarte a la cara después de que por mi culpa encontraran a los Longbottom!?
-Probablemente me hubiese cabreado lo indecible, sí. Pero teniendo en cuenta que me he casado con la mujer que los torturó... Al parecer soy más permisivo de lo que creía.
La rubia esbozó algo parecido a una sonrisa, tal vez por la ironía, tal vez por no llorar. Se terminaron sus cafés y finalmente sus miradas se volvieron a encontrar.
-¿Me odias?
-No –respondió Sirius con sinceridad-, no te odio.
La rubia lo meditó durante unos segundos y respondió:
-Creo que ese fue el problema: ni siquiera puedes odiarme. Prefieres no hacer ese esfuerzo y olvidar. No como a tu prima, que la odiabas con pasión. Siempre, en todo momento. Aun cuando bailabas conmigo en el baile de Navidad, tus ojos bailaban con ella.
Sirius resopló ante semejante cursilería. Luego tuvo la creciente sospecha de que igual toda aquella traición se debía de nuevo al motivo más viejo del mundo.
-Dime por favor que nada de... esto fue porque tenías celos de Bella.
-Querría decirte que no, pero no lo sé. Ya da igual, todo da igual. Como bien has dicho, todos morimos entonces, no queda nada. Y ahora ambos somos felices, yo lo soy, quiero mucho a Dolohov y él a mí. Fue el único que mostró compasión cuando me secuestraron y me agarré a él con todas mis fuerzas. Por eso preferí empezar una nueva vida en Alemania. Pero antes de volver, querría saber si algún día podrás perdonarme...
El animago la miró con la incredulidad patente en su rostro. No comprendía cómo alguien podía rendirse así: Voldemort mató a su familia y ella no volvió para luchar contra él. Les dejó a ellos esa tarea e inició una nueva vida. No vio necesidad de explicárselo, no le apetecía ni gritar. Marlene tenía razón: ya no sentía odio ni pasión hacia ella. Nada. Y se dio cuenta de que era lo mejor. Así que respondió:
-Quizá algún día. Vamos a dejar pasar otros veinte años y volvemos a hablar. Sé feliz, Marlene.
Con una breve sonrisa burlona marca de los Black, salió del café y volvió a aparecerse en su montaña. Encontró a Bellatrix jugando con Saiph a atrapar bolitas; tenían que ser bolitas de chocolate para que el dragón disfrutara más. Sirius se acercó a ella y le pasó los brazos por la cintura. Ella le besó y él le preguntó dónde estaba Dolohov.
-Hemos hecho las paces y me he deshecho de él –respondió alegremente-. ¿Qué tal te ha ido a ti?
-Muy bien –respondió Sirius-, dice que estoy más guapo que cuando tenía veinte años.
Bellatrix sonrió y respondió revolviéndole el pelo:
-Eso es porque lo estás.
-¿No estás celosa?
-No. Sé que eres mío y ya nadie puede cambiar eso –respondió ella mirándole a los ojos-. ¿Entonces todo bien?
-Sí, ya está. He aceptado que el gran amor de mi juventud fue una chica a la que odié... y al final me casé con ella. Nunca ha habido nadie más.
-¡Y mi esfuerzo me costó! Años y años de boicotear a tus pretendientas... y a Lupin.
Sirius sonrió y sacudió la cabeza. La besó y practicaron duelo hasta que el animago se tuvo que marchar al Ministerio. Bellatrix aprovechó para escribir a Hermione y contarle que irían por fin a recuperar el libro. Ya que estaba en el Ministerio, el animago empleó una de las chimeneas especiales por las que se podían hacer conferencias con el extranjero. Le contó a Harry que les iban a visitar y el chico se emocionó porque así podrían asistir a la fiesta sorpresa de cumpleaños que le estaban preparando a Hermione.
-¿En qué consistirá? –le preguntó Bellatrix cuando se lo contó esa noche.
-Lo están preparando Harry y Ron, una cena informal en Grimmauld con sus padres, sus amigos e incluso Minerva, creo. Y por la noche van a ir a un concierto de las Brujas de Macbeth.
-¿Ese grupo que tiene nombre femenino pero está formado por ocho tíos?
-Sí.
-No los aguanto.
-No sé por qué no me sorprende que tú odies algo, amor mío –respondió él con sorna-. No están mal. Podemos ir a beber y a gritar en un entorno en el que no nos pueden echar la bronca.
-¿Crees que puedo gritar crucio mientras apunto a los miembros del grupo y que nadie sepa lo que pasa?
-Puedes probar.
La bruja sonrió satisfecha de su nuevo plan. Casi disminuyó la angustia por haberse comprometido a volver a la mansión Black. Esperaba no tener que arrepentirse de ello, pero como siempre, la realidad le saldría al paso.
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