Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 52

Las semanas siguientes Sirius y Bellatrix apenas se separaron. Eran tan felices juntos que ambos temían en secreto que algo lo estropeara. Nunca en sus vidas la felicidad había durado tanto y en aquella ocasión... tampoco fue la excepción.

Salían del Club de Duelo de la zona mágica del centro de Estocolmo. Como hacía buena noche, optaron por dar un paseo por la ciudad. La morena iba distraída comentando el combate mientras los magos y brujas pasaban a su lado. De pronto, el animago murmuró con fastidio: "Mira, tu amiguito Dolohov, ¿no se había ido del país?". Bellatrix se tensó al instante y siguió el curso de su mirada. Efectivamente, era su compañero. Y no estaba solo, su mujer le acompañaba. Había olvidado que le advirtió que tenía que volver a Estocolmo para recoger su certificado matrimonial en el Ministerio: se habían casado ahí hacía meses pero tardaron en completar el papeleo. La slytherin empezó a temblar y a mirar a su alrededor para ver cómo podía distraer a su marido. Pero ya era tarde, la lividez en el rostro de Sirius demostró que había reconocido a la esposa del mortífago.

Se trataba de una rubia, alta y de ojos verdes. Aunque parecía algo abatida y vapuleada por la vida, se notaba en sus rasgos que no siempre fue así. Las pequeñas arrugas que enmarcaban sus ojos eran probablemente fruto del cansancio tras años aciagos. No obstante, pese a que el tiempo no le había dado tregua, seguía resultando atractiva.

-¿Mar... Marlene? –preguntó Sirius con un hilo de voz preso de la más absoluta incredulidad.

Marlene McKinnon, gryffindor del mismo año que los dos Black, auror y miembro de la primera Orden del Fénix hasta que Voldemort mató a su familia y a ella. O eso creía el animago hasta ese momento.

Viendo que no iba a ser una reunión fácil, las dos parejas se apartaron a un portal para evitar el tráfico. Nadie supo qué decir durante largos segundos.

-Sirius... -murmuró la rubia notablemente incómoda- Te he echado de menos, estás tan guapo como siempre.

Sabiendo lo que iba a venir después, ni a Bellatrix ni a Dolohov les enfureció el cumplido. La morena ni siquiera le escuchó; solo oía gritos de angustia dentro de su cabeza, sus propios gritos.

-¿Qué me has echado de menos? –susurró él- ¿Qué estoy guapo? –repitió en un tono de voz creciente.

Hasta ahí duró su contención:

-¡POR LOS COJONES DE MERLÍN! LLEVO VEINTE AÑOS CREYENDO QUE ESTABAS MUERTA, ¡VEINTE AÑOS! CREÍAMOS QUE VOLDEMORT OS ASESINÓ, LLORAMOS POR TI, ¡YO LLORÉ POR TI DURANTE MESES! ERAS MI NOVIA, MARLENE, ¡LLEVO TODOS ESTOS AÑOS CULPÁNDOME POR NO HABERTE PROTEGIDO CASI TANTO COMO POR LILY Y JAMES!

-Lo siento con todo mi corazón. Es cierto que mató a mi familia. A mí me secuestró para obtener información, pero Dol me salvó... Es una historia larga y...

-¿Y HAS ESPERADO A ENCONTRARNOS POR LA CALLE PARA DECIRME "AH, POR CIERTO, ¡QUE ESTOY VIVA!"?

-Quise contártelo antes, pero... Ya no soy la chica alegre y luchadora que conociste, aquello me traumatizó y me da vergüenza y me deprime pensar en lo que pudo ser... Además, eras feliz con la mujer a la que en el fondo siempre supe que querías, no quería inmiscuirme y...

-Claaaro, yo no lo hubiese comprendido... -comentó el animago completamente desquiciado- ¡Cómo va a entenderlo alguien que estuvo doce años en la cárcel! Insensible de mí...

Marlene bajó la vista sin saber qué replicar. Sirius tenía los puños apretados y su rabia era evidente. Bellatrix seguía visiblemente asustada. Dolohov la miró y le dirigió una mirada de disculpa por no haber evitado la situación. El gesto no pasó inadvertido para el gryffindor. Al instante cerró los ojos intentando controlar su respiración. Se giró con lentitud hacia Bellatrix y le preguntó: "¿Tú lo sabías?". No hubiera hecho falta que respondiera. Su rostro estaba aún más pálido de lo habitual, sus ojos mostraban un temor (mezclado con rabia) inédito en ella y prácticamente temblaba del nerviosismo. Miró a Sirius y no se planteó mentirle. Simplemente asintió avergonzada.

Bellatrix hubiese deseado que le gritara a ella también, que le lanzara un maleficio o incluso que le pegara. Sabía gestionar y encajar todo eso. Pero su marido simplemente la miró con la más profunda de las decepciones. No hicieron falta palabras para hacer patente que el que se lo hubiese ocultado le dolía más que el hecho en sí. No le pidió que se justificara ni ella se ofreció a hacerlo, no cambiaría nada y Bellatrix no era ninguna cobarde que buscara excusas. Pero deseaba profundamente cualquier reacción por su parte, cualquier cosa que demostrara que seguían compartiendo algo. Sirius ni se planteó hacerlo: él jamás le haría daño. Pero ella le había partido el corazón.

Metió la mano en su bolsillo y buscó su cartera. Siempre llevaba consigo una runa mágica que actuaba como traslador para llevarlo a Londres por si Harry tenía alguna emergencia.

-Siri, por favor... -susurró ella agarrándole del brazo y conteniendo las lágrimas con dificultad- Sirius, no me dejes...

-Suéltame, Bellatrix –advirtió él con sequedad.

En cualquier otra situación, la mortífaga hubiese desobedecido. Pero conocía a su marido, era exactamente igual que ella. Necesitaba gritar, destruir cosas, llorar sin que nadie le viera... y necesitaba hacerlo solo. De ser al revés, ella hubiese cruciado a quien intentara agarrarla. Así que retiró su mano y le suplicó una vez más que no la dejara sola. Pero el animago ya se había desvanecido. Bellatrix se tragó el dolor (o más bien lo pospuso hasta estar sola) y miró al matrimonio con una ira sin adulterar.

-Lo siento, Belle –empezó Dolohov-, teníamos que venir los dos para firmar el certificado ante el juez ya que nos casamos aquí. Marlene hablará con él y...

Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio!

Al segundo Marlene estaba en el suelo retorciéndose de dolor. Dolohov le gritó enfurecido a la mortífaga, pero sabía que en ese estado, solo conseguiría empeorar las cosas. Así que agarró a su mujer y los desapareció a ambos. Bellatrix se quedó con la varita levantada en su temblorosa mano. Cuando fue capaz de reaccionar, salió del portal y se apareció en su montaña. Se encerró en su mansión y lloró, gritó y destrozó cosas durante horas. Solo Saiph consiguió calmarla de madrugada. Extenuada y con miedo a empeorar aún más las cosas, se tomó una poción para dormir y se metió en la cama.

Dejó pasar dos días. Era el tiempo que a ella le duraba la fase de autodestrucción. Después venía la del lamento y la nostalgia, la necesidad de recrearse en el dolor y convertir la herida en un abismo. Necesitaba encontrar a Sirius. No podía perderlo, le quería mucho más de lo que ella pensó que sería capaz.

Estaba sentada en uno de los bosques contemplando a una pareja de dragones bebiendo en un lago. Ya era noviembre y el frío nórdico era legendario, pero le daba igual. Llevaba tan solo un jersey largo y las botas de combate; estaba sentada en el suelo sin hechizo alguno que la calentara. Saiph se pegaba a su estómago para protegerla: su cuerpo jamás perdía el calor y podía transmitirlo a voluntad. Su compañera le acariciaba distraída.

-¿A dónde habrá ido? –se preguntó- De momento se lo habrá ocultado a todo el mundo, necesitará estar solo. Así que a Grimmauld no y con el cansino tampoco... Tiene una casa de cuando vivió solo, pero no sé dónde está... ¿Crees que habrá ido ahí?

El dragoncito la miró con intensidad.

-No, tienes razón, no habrá podido quedarse en casa sin más. Deseará hacerse el mayor daño emocional posible. Lo único que se me ocurre es... Sí, tienes razón, debe estar ahí. Vamos entonces.

Saiph respondió con un gruñido suave. "Ah sí, tienes razón, no puedo ir en jersey y bragas" reconoció. Volvieron a la mansión, se vistió, metió un par de cosas en un bolso encantado y salió a la zona de aparición. Usó un traslador gemelo del de Sirius. Segundos después, se hallaban en un callejón de Londres. Pero la capital británica no era su destino final. Se mentalizó y miró a su compañero de nuevo.

-Escucha, Saiph, solo estuve ahí una vez acompañando a mi maestro cuando yo apenas tenía veinte años. Tengo la imagen bastante borrosa. Creo que conseguiré aparecerme, pero la despartición es bastante segura. Nah, no te preocupes, podré soportarlo –le tranquilizó-. Pero necesito que te pegues a mi piel con fuerza, no respires y no muevas ni una escama durante el viaje, ¿entendido?

El dragoncito rugió. La morena asintió. Lo colocó lo más protegido posible junto al pecho, se abrochó bien la capa y cerró los ojos. Se concentró y evocó la difusa imagen de aquel viaje de reconocimiento al que Voldemort la llevó. El mareo fue mucho más desagradable que en otras ocasiones, pero logró contener las náuseas. No obstante, antes de abrir los ojos sintió un profundo dolor en el hombro izquierdo. Lo ignoró y se centró en lo importante:

-¿Todo bien, pequeñín?

Saiph asintió y ella comprobó que estaba intacto. Suspiró aliviada. Pasó entonces a su propio cuerpo. Tenía una herida abierta el citado hombro que además estaba dislocado. Como su vestido era negro la sangre apenas se distinguía. Utilizó un conjuro para frenar la hemorragia, pero nada más. No podía curárselo ella misma: requería hechizos sanadores muy potentes y no eran su fuerte.

-Luego me ocupo –murmuró despreocupada-, ahora vamos a buscar a Siri.

Contempló el cementerio del Valle de Godric sin ninguna emoción. La noche previa debía haber nevado porque todo estaba cubierto por una capa blanca. No le costó encontrar la tumba de los Potter. Estaba adornada con una corona de lirios y decenas de pétalos; probablemente los pétalos se debían a que Sirius se había cabreado y destruido varios ramos antes del definitivo. Como ni en la lápida ni en las flores había restos de nieve, la bruja dedujo que el visitante había estado ahí recientemente. Rezó porque siguiera en el pueblo.

¿Qué habría hecho Sirius tras blasfemar ante la tumba de los Potter e intentar buscar consejo en quien fue su mejor amigo? Deprimirse más, probablemente. Y después... Solo le habría quedado una cosa, por desgracia. Rogó a Morgana porque no fuese demasiado tarde.

Salió del cementerio y echó a andar hacia el pequeño pueblo. No se cruzó a muggles ni a magos, todo estaba desierto y envuelto en una pegajosa melancolía. Mantuvo una mano dentro de la capa para acariciar a Saiph, eso la tranquilizaba. Pasó junto a una oficina de Correos cerrada, rodeó un par de casas que parecían deshabitadas y localizó por fin el pub. A pesar de que parecía bastante oscuro, estaba abierto. Llevaba la varita dentro de la manga y la utilizó con discreción para abrir la puerta, no tenía fuerzas para empujar.

La mortecina luz del antro la recibió. Quizá en otro tiempo fue una taberna pintoresca y acogedora, pero ahora tan solo había suciedad y decadencia. A la mortífaga le gustaban esos ambientes, se movía bien en ellos. El camarero, un hombre de avanzada edad y gestos nerviosos la miró con desconfianza. Ella le ignoró y se acercó al único cliente que había en la barra.

-Sirius... -murmuró nerviosa.

El animago llevaba casi una hora sentado con la mirada fija en su consumición: un vaso de absenta, alcohol en estado puro. Bastaría un sorbo para recaer en el vicio y hundirse de nuevo en sus miserias. Por eso le estaba costando tomar la decisión. Bellatrix nunca llegó a saber lo que sucedió el verano en que ella se marchó de Inglaterra, pero sí dedujo que desarrolló algún tipo de problema con la bebida. Supuso que porque se vio desocupado y sin futuro, en absoluto lo achacó a su separación. Pero le daba mucha angustia que volviera a refugiarse en la bebida. Le observó acariciar el vaso y suplicó:

-No lo hagas, Siri.

Después de lo que pudieron ser minutos, la miró. ¿Cómo podía haberle traicionado así? Era la persona a la que más quería, le había dejado pasar muchas cosas, pero para él la confianza siempre fue lo básico. Y lo había perdido.

-Márchate, Bellatrix –suspiró él.

-No me llames así...

-Es tu nombre, ¿cómo quieres que te llame? –respondió como si no la entendiera.

Claro que la entendía: él casi nunca usaba su nombre completo. Era Bella cuando charlaban, Trixie cuando bromeaban, cielo cuando la besaba y loca cuando quería provocarla; volver al término que usaba el resto del mundo sonaba sorprendentemente frío. Como ella supo que lo hacía a propósito, no replicó.

-Te lo hubiese contado, pero no preguntaste, nunca sacaste el tema conmigo. No creí que te sintieras culpable por eso también.

-No lo creíste porque no eres capaz de comprender los sentimientos humanos –respondió él-. Y nunca te pregunté porque temí que los hubieras matado tú.

La morena asintió. Hubiese sido perfectamente posible, habría matado encantada a toda la familia si Voldemort se lo hubiese pedido. Si no lo hizo fue porque se encargó él mismo.

-Tienes razón, no lo entiendo. Y la verdad es que no te lo conté porque tenía envidia. Yo tampoco supe que estaba viva hasta hace un año y creí que si lo sabías volverías con ella. Fue la novia que más te duró, siempre ibas al baile de Navidad con ella... Era de los vuestros, estando ella no sé si me habrías elegido a mí.

-¡Por el amor de Circe, Bellatrix! ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? ¡¿Cómo puedes creer que tendría algo con ella si...?!

-De la misma forma en la que tú siempre has temido que yo tuviera algo con Dolohov –le interrumpió ella con calma-. No me digas que no te sentiste aliviado cuando te conté que se ha ido del país.

No pudo replicar ante eso. Tenía razón. Ambos eran celosos, egoístas y sus carencias afectivas les hacían necesitar que les recordaran que los querían a cada minuto. Eran un desastre absoluto. Cierto que solo podían comprenderse el uno al otro, por eso su relación era tan intensa y pasional. Pero quizá era mejor estar solos. Tal vez no merecía la pena tantos disgustos, pese a lo que él mismo le dijo a Hermione. Apartó la mirada y volvió a la absenta.

-Sirius, por favor, si ya no me quieres tendré que aceptarlo y lo... lo... lo dejaremos –susurró ella con profunda tristeza-. Pero no bebas, por favor, no te hagas esto.

Pasaron unos minutos más en silencio mientras el camarero los vigilaba a cierta distancia. Finalmente el animago alejó el vaso y se levantó. Ya no era como cuando visitaba a los Potter y bebía ahí con James, nada era igual. Salieron del pub y contemplaron las calles desiertas. Bellatrix no sabía qué más decir y Sirius se hallaba sumido en un estado de irrealidad muy profundo. Finalmente, fue él quien habló.

-Cuéntame qué sucedió.

-Bueno... Igual debería contártelo ella, ¿no?

-Quiero que me lo cuentes tú –sentenció Sirius mirándola por fin.

"Vale..." respondió ella algo nerviosa, odiaba contar historias; por eso le gustaba que le leyeran cuentos, para no tener que narrarlos ella. Ordenó sus pensamientos intentando armar un discurso coherente mientras Sirius la observaba. Bueno, lo haría como pudiera: "Todo empezó con...". Al instante fue interrumpida: "¿Eso es sangre?". La oscuridad del pub no le había permitido observar su aspecto. Ella le quitó importancia y aseguró que daba igual. Sirius la ignoró. Le apartó la capa y le bajó la manga del vestido.

-¡Te has despartido!

-Sí, pero no es grave, solo está dislocado, luego lo arreglo.

-Tienes que ir a un hospital, nosotros no somos buenos con la magia curativa.

-No, no. Tendría que ir andando o en escoba porque no puedo volver a aparecerme así y me da pereza. Ya lo haré luego. Ahora déjame que te cuente...

El gryffindor la ignoró por completo. Sacó su varita y le indicó que se estuviera quieta. La mortífaga obedeció. Ejecutó un conjuro para cerrar la herida lo mejor que pudo. Funcionó. La brecha desapareció y solo quedaron rastros de sangre. La bruja le dio las gracias y sonrió tímidamente. Iba a empezar su relato pero de nuevo fue interrumpida.

-No me atrevo con los conjuros para recolocar los huesos, si lo hago mal será un desastre. Tiene que hacerlo un profesional.

Viendo que no lo iba a dejar estar, Bellatrix suspiró:

-Arréglamelo tú. No uses magia, recolócamelo.

-No. Te dolería muchísimo.

-Es solo un empujón fuerte y ya está, he soportado cosas mucho peores, no me harás daño. Seguro que a Lupin se lo hiciste mil veces después de que se transformara.

-Sí... Pero él...

-Como insinúes que ese profesor con aspecto de vagabundo es más fuerte que yo, te mataré.

Sirius suspiró. Le preguntó si estaba segura y ella asintió con rapidez. Sacó a Saiph para no hacerle daño y le acomodó en el bolsillo encantado de su capa. El animago se situó junto a ella: "Voy a contar hasta tres. Uno, dos... tres". Realizó la maniobra para recolocar el hueso de un solo golpe. Bellatrix cerró los ojos y ahogó un grito, pero no hubo ninguna otra muestra de dolor. Estuvo un rato respirando pesadamente mientras se calmaba. Sirius no pudo evitar comentar:

-Remus lo soportaba mucho peor que tú.

La slytherin sonrió con tristeza. El animago le preguntó si necesitaba hielo o algo que aliviara el dolor. Ella negó con la cabeza. Solo había una cosa que la haría sentir mejor. Dudó, pero al final se lo pidió:

-¿Podrías abrazarme? Aunque vayas a dejarme, por favor, una última vez...

Sirius estuvo a punto de negarse. Aquello no cambiaba nada. Por supuesto que no quería que Bellatrix sufriera, pero su traición seguía doliendo igual. Aún así, volvió a acercarse a ella y la estrechó entre sus brazos. Ella no le devolvió el gesto porque no se atrevía a mover el brazo todavía. Apoyó la cabeza en su hombro, cerró los ojos y aspiró su aroma. Estuvieron así casi un minuto. Finalmente, Sirius se separó y le repitió que le contara lo que sucedió con los McKinnon. La bruja comenzó su relato mientras recorrían las callejuelas del Valle de Godric. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro