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Capítulo 47

Sirius se despertó inquieto cuando apenas había amanecido. Bellatrix llevaba toda la noche dando vueltas en la cama incapaz de dormir. Siempre le costaba conciliar el sueño, pero no tanto. Se giró hacia ella y le preguntó:

-¿Te encuentras bien, Trixie?

-Sí –murmuró ella-, es solo que...

-Dime –la animó atrayéndola hacia sí.

-No quiero que vengan todos esos a molestarnos.

"Todos esos" era un colectivo constituido por Harry, Hermione, Ron, Ginny, los gemelos, Tonks, Angelina y Lupin. Ese fin de semana se celebraba el partido del Torneo Europeo de Quidditch de la selección inglesa contra la sueca. Como Ginny formaba parte del equipo por primera vez, sus amigos habían decidido ir a apoyarla. Y así de paso veían a Sirius y a Bellatrix (más al primero que a la segunda, ya que prometió ir a visitarlos con frecuencia pero al final siempre le daba pereza). Se alojarían en un hotel del centro de Estocolmo donde estaba concretado el equipo de Ginny. Salvo Hermione: era la única a la que la mortífaga había invitado a quedarse en su mansión; también a Harry, pero dado que su mujer no tenía en gran estima a los Black, se vio obligado a declinar la invitación. Bellatrix estaba segura de que al final se les colaría en casa también Lupin –no había forma de librarse de ese cansino-, pero trataría de evitarlo. Le creaban tanta ansiedad las visitas que no lograba pegar ojo.

-Son muy molestos –sentenció-, odio tener que aguantarlos. Estamos muy bien aquí los tres, no quiero tener que verlos.

-Pero, Bella...

La mortífaga gruñó y se ocultó bajo el edredón. Al principio a Sirius le dolía que detestara a sus amigos, pero enseguida lo aceptó. Bellatrix se sentía muy incómoda con otras personas y odiaba esa sensación. Solo le quería a él y a Saiph y, egoístamente, al animago le parecía bastante bien. Tiró del brazo de la bruja hasta colocarla sobre su cuerpo y la abrazó. Ella apoyó la cabeza en su pecho pero no emergió de su escondite. Él le acarició el pelo y murmuró: "Pero a Hermione le tienes cariño y hace meses que no la vemos, ¿no te hace ilusión?". La slytherin tardó un poco en responder:

-Le tengo cariño –reconoció-, pero es demasiado inteligente y entrometida. Ahora que están empezando a implantar nuestras medidas en el Ministerio temo que sospeche algo. No quiero que me venga con sus moralismos.

Eso sí que podía suponer un problema. Sirius sabía que nadie sería tan permisivo como él con sus asuntos de dudosa legalidad. Aún así le recordó que se le daba muy bien mentir; si sucedía, lograría escurrir el bulto, como siempre. La slytherin gruñó como respuesta. Él cambió de tercio y para intentar animarla le comentó algunos de los planes que habían hecho: torneos de duelo, cenas en restaurantes elegantes y el partido de quidditch que pintaba emocionante. La morena respondió que sí, que todo eso le gustaba pero no necesitaban a nadie más para hacerlo.

-Está bien, cielo –suspiró él jugando con sus rizos-, no hace falta que vengas, iré yo. Tú quédate aquí tranquila con el monstruito y yo los entretengo hasta que se vayan.

-¡No! –protestó de nuevo- Tú eres mío. Debes entretenerme a mí y a nadie más, ¡no es justo que vengan y te me roben!

Sirius sonrió y le dio un beso en la cabeza. Adoraba sus contradicciones: por un lado, odiaba sus muestras de afecto y su necesidad de estar todo el día juntos; por otro, como se separara un minuto para quedar con otra persona, se ponía celosa. El único ser tan absurdo y caprichoso que conocía era, por desgracia, él mismo. Así que se diseñó un plan B:

-Está bien. Entonces vamos los dos y cuando te sientas incómoda y que ya no aguantas a esa chusma que tanto aborreces, me avisas y huimos como buenos Black traidores.

Ahí se rió Bellatrix.

-¿Lo manifiesto con esas palabras? –preguntó ella.

-Nah, bastará con que me mires y lo sabré.

-Vale... -aceptó ella- Pero aunque veas a Potter y a Lupin no se te olvidará quererme a mí más que a ellos, ¿verdad?

-Lleva sin olvidárseme desde que tengo uso de razón, Trixie.

-¡¿Desde cuándo tienes uso de razón y por qué no me habías dicho nada?! –exclamó ella fingiéndose ofendida

Él puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

-Esto me pasa por casarme con una pirada, ya me lo advirtieron... -murmuró revolviéndole el pelo- Anda, duérmete que aún es pronto.

-Antes dímelo, dime que me seguirás queriendo más que a ellos.

-Te querré siempre más que nadie, mi loca favorita –susurró él.

La respuesta fue un ronroneo de la bruja que seguía frotando su cara contra su pecho como un gato sediento de mimos. Sirius continuó acariciándole la melena y le repitió que intentara aprovechar unas horas de sueño. Ella obedeció y se durmió. El gryffindor se entretuvo observando cómo un pequeño bulto correteaba bajo el edredón. La cama era ridículamente grande y a Saiph le encantaba jugar al "dragón buceador". Era un pasatiempo de riesgo: cada vez que pillaba el pie de Sirius, le mordía. Así que debía estar atento para apartarlo a tiempo. Aún así solía perder varias veces.

Cuando Bellatrix despertó a media mañana, desayunaron. Después decidieron ir a nadar. Una ladera de su montaña daba al Báltico y pasaban horas en los acantilados de esa zona viendo las olas romper contra las rocas. Cualquiera diría que tras tantos años en Azkaban aquel sonido les traería malos recuerdos... pero en absoluto, estaban tan trastornados que les resultaba relajante. A veces, pese a que la temperatura del agua era de unos ocho grados, también se bañaban. El sentido común era algo que dejaron atrás hacía décadas.

-Siri, es muy raro que hagas eso –murmuró Bellatrix contemplándole.

La respuesta fue un ladrido. El animago a veces chapoteaba en su forma canina, decía que así lo de nadar "estilo perrito" cobraba su verdadero sentido. Bellatrix lo contemplaba entretenida sentada en las rocas. Le encantaba verlo nadar y le fascinaba su potencia física; al fin y al cabo era el prisionero que logró llegar a Inglaterra cruzando a nado el mar del norte... Por supuesto jamás le confesaba su admiración. Se limitaba a observarlo y a jugar con Saiph: al dragoncito le gustaba lanzar llamaradas y que ella las apagara generando bolas de agua con su varita. O zambullirse en el mar y que Canuto le persiguiera. Los tres adoraban ese lugar, era su hogar más de lo que nunca lo fue Inglaterra.

-No, ¡ni se te ocurra! –advirtió Bellatrix alejándose.

De nuevo, la respuesta fue un ladrido alegre. Dos segundos después, el enorme perro completamente mojado le estaba lamiendo la cara y empapando la ropa. La bruja intentó empujarlo pero pesaba demasiado. Saiph acudió en su rescate y le mordió una oreja. Canuto aulló y comenzó a perseguir de nuevo al dragoncito. Estuvieron haciendo el tonto así durante horas. Después fueron a comer a su restaurante favorito. Esa tarde llegaban sus invitados y por eso no habían hecho planes. Así que se tumbaron en uno de los sofás del salón a descansar. Mientras Bellatrix revisaba documentos para sus tramas, Sirius leía el periódico local. Ya empezaba a hablar algo de sueco y se le daba bastante bien. No obstante, nada conseguía retener su atención durante demasiado tiempo...

-Me aburro –informó arrojando el diario al suelo.

Bellatrix terminó con el pergamino que estaba garabateando y con un gesto de su varita, todos los documentos se desplazaron a la mesa. Se tumbó sobre Sirius y le besó. A ambos les pareció una buena forma de entretenerse. Unos minutos después, la mortífaga notó cómo uno de sus anillos se calentaba. Ese encantamiento la avisaba de que alguien autorizado había llegado a su montaña. Dedujo quiénes eran y pensó en advertírselo a Sirius. Pero decidió que sería más divertido traumatizar a sus invitados. Además, tenían toda la ropa puesta, la imagen no sería ninguna novedad. Continuó besando a su marido y le metió la mano bajo la camisa. Él le estaba acariciando la espalda pero ella le bajó la mano al trasero; el gryffindor no tuvo quejas, todas las partes del cuerpo de su mujer eran sus favoritas. En eso estaba pensando cuando oyó un grito horrorizado.

-¡VI A QUIRREL QUITARSE UN TURBANTE PORQUE COMPARTÍA CABEZA CON VOLDEMORT Y FUE MENOS TRAUMÁTICO QUE ESTO! –exclamó Harry.

A su lado, Hermione estaba lívida incapaz de comentar nada. Tras ellos, Lupin sacudió la cabeza y los miró con exasperación. Bellatrix se rió divertida y Sirius la apartó con cuidado. Dio gracias de estar vestido... aunque desde luego no estaba en situación de ponerse de pie.

-¿Qué tal el viaje? –preguntó la morena alegremente.

- Hemos cogido el traslador y hemos aparecido aquí. Fin del viaje –resumió Harry con frialdad.

-Joder, Potter, nunca te contratarán para retransmitir eventos... -murmuró la slytherin sacudiendo la cabeza- En fin, supongo que venís a saludar a Siri. Ven, globulito, te enseño tu habitación.

Hermione puso los ojos en blanco ante el apodo pero no pudo evitar sonreír. Echaba de menos las locuras de Bellatrix. Sirius carraspeó y miró a su mujer. Ella no necesitó más para entenderlo. Antes de incorporarse, se acercó a él y le susurró al oído: "Snape comiéndole la boca a Lucius". Surtió efecto al instante. El animago se puso en pie y abrazó a Harry. Saludó también a Lupin y Hermione y les preguntó por el resto. Habían usado otro traslador para aparecerse en su hotel, pero ellos no querían esperar a saludarlos, por eso habían viajado con Hermione. La mortífaga abrazó a la chica y la cogió del brazo para acompañarla a su habitación. Al pie de las escaleras, se giró hacia Harry y comentó:

-Potter, me han enviado una Cometa Plateada, es el nuevo modelo de escoba que le da mil vueltas a la Saeta de Fuego.

El chico la miró abriendo mucho los ojos con interés. Había leído sobre ese prodigio del vuelo pero faltaban meses para que saliera al mercado. Él mataría por probarla. La bruja lo sabía y comentó:

-Te la prestaré si en los minutos en los que yo no esté, te aseguras de que el cansino y tu padrino no practican el coito ni ningún otro ritual de apareamiento.

El chico asintió al instante sin apenas escucharla. Se ruborizó al hacerse la imagen mental de lo que acababa de sugerir, pero la escoba bien lo valía. Lupin sacudió la cabeza y Sirius le arrojó un cojín que alguien carbonizó al vuelo. "¡Saiph!" exclamó Harry con alegría al verlo aparecer. El dragoncito se lanzó sobre él, pero al instante sacó una rana de chocolate. Así por el momento, evitó ser mordido. Mientras su hijo se daba un festín, Bellatrix subió con Hermione a la primera planta. Le preguntó qué tal iba todo y la chica le contó que estaba encantada con su trabajo en el Ministerio. Con Pansy también iba bien, cada una tenía sus amigos y buscaban tiempo para estar juntas.

-¿Te trata bien? –preguntó la slytherin.

-Mejor que nunca. Al parecer no hay nada tan eficaz para que una relación se dulcifique como que una asesina en serie te amenace.

-No hace falta que me des las gracias –sonrió la duelista-, he venido al mundo para hacer el bien.

Hermione no pudo evitar reírse. Entraron a la habitación que los elfos habían preparado para ella. El mobiliario era muy elegante, en blanco resplandeciente y como estaba orientada al mar, se colaba por la ventana un agradable olor a brisa marina. La sabelotodo no pudo evitar contemplarlo todo con fascinación: el amplio vestidor, el lujoso escritorio, la cama con dosel... Todo pasó a un segundo plano al descubrir las estanterías plagadas de libros. Leyó sus títulos con emoción y acarició sus lomos con veneración. "Es casi como ver porno" se burló Bellatrix a sus espaldas. Hermione se sonrojó ante el símil. La morena le preguntó si le gustaba y ella aseguró que le encantaba.

-Lo único que me extraña –murmuró Hermione con fingida preocupación-, es que no hayas puesto un retrato tuyo para que te rinda culto, ni nada así.

La slytherin dio un respingo y miró a su alrededor sobresaltada.

-¿¡Dónde está mi retrato!? –exclamó alzando los brazos- Puedes estar segura de que el elfo que haya cometido semejante fallo será decapitado.

La joven la miró frunciendo el ceño. Bellatrix sonrió ampliamente. Se dio cuenta de que la chica no llegaba a discernir si mentía o no. Se alegró internamente de que así fuera. Hermione colocó su equipaje y Bellatrix la apremió para que se diera prisa: seguía sin fiarse de que Lupin le tirara los trastos a su marido. La castaña sacudió la cabeza y antes de que salieran, la agarró de la muñeca.

-Un momento, Bella.

La aludida la miró frunciendo el ceño.

-Gracias por esto. No por la habitación, sino por dejar que me quede, por aceptar los planes con nosotros, compartir a Sirius y todo eso... Sé que te cuesta, así que gracias.

La morena asintió desviando la mirada. La ponía muy nerviosa que el asunto se pusiera sentimental y que remarcara su ansiedad social. Cuatro días con tanta gente probablemente la volverían loca. Pero de momento, sobrevivía. Volvieron al salón donde Harry le estaba contando a Sirius sus progresos como auror. Lupin se hallaba entretenido mirando por la ventana:

-¿Cuántos dragones viven en vuestra montaña? –preguntó.

-Una decena o así –comentó Bellatrix-, no podemos saberlo seguro, hacen su vida ajenos a los humanos.

Sirius asintió y todos los creyeron. Tanto ellos como los Malfoy y los dragonologistas que vivían en el lugar habían quedado en dar los mismos datos. Nadie revelaría que los dragones superaban ya los dos centenares ni que guardaban un respeto reverencial a su salvadora. Mientras los Malfoy lo hacían porque conocían la verdad, a los trabajadores les parecía muy bien porque así protegían a los animales de posibles amenazas externas. Todos ganaban y nadie se asustaba de que la mortífaga tuviese un ejército de dragones.

Estuvieron un rato hablando hasta que dieron las nueve. Habían quedado para cenar con el resto en el centro, así que se prepararon para salir. Acudió también Draco, a quien le gustaba que le pusieran al día sobre las novedades de sus compañeros y además echaba de menos compañía de su edad. Saludó a Hermione con un abrazo y a Harry con una mirada ligeramente incómoda.

Antes de llegar al punto de aparición, una de las dragonologistas se sumó a ellos. Era alta, de figura atlética, melena rubia y ojos violetas; la clásica belleza nórdica con un punto exótico. Bellatrix la saludó y les preguntó al resto si les importaba que les acompañara. Al momento aseguraron que por supuesto que no. Se acercó a Lupin y murmuró:

-Cortarrollos, está es Cindy, la dragonologista de la que te hablé. Cindy, este es Remus (es amigo de Siri, no mío) –susurró como queriendo desligarse de él.

El hombre-lobo recordó entonces que sí que le había hablado de ella durante la boda de Harry. Según Bellatrix, ella también sufría licantropía. La contempló apabullado.

-¡Encantada, Remus! –exclamó ella alegremente tendiéndole la mano.

El mago aceptó el gesto tembloroso y balbuceó una respuesta similar. Sirius y Bellatrix se miraron satisfechos; él porque sabía que a su amigo le emocionaba conocer a una mujer con su mismo problema y ella porque confió en que así Lupin dejase de pasar tanto tiempo con Sirius. Como los invitados no conocían la ciudad, se repartieron para aparecerse. Sirius ofreció un brazo a Harry y el otro a Draco; Bellatrix –con Saiph dentro de su capa- le dio la mano a Hermione. Los hombres se esfumaron al instante, pero la mortífaga no parecía tener prisa.

-No es que me importe hacer manitas... -comentó Hermione- ¿Pero nos vamos ya?

-Espera, creo que ese va a vomitar de los nervios –murmuró divertida.

Unos metros más allá, Cindy había agarrado el brazo de Lupin con total confianza para aparecerlo. Le preguntó si estaba preparado. Era evidente que el hombre-lobo llevaba años sin tener una cita; Tonks se lo dio todo hecho y ahora no sabía ni cómo ligar. Finalmente asintió logrando dibujar una pequeña sonrisa y desparecieron. "Ya podemos irnos" murmuró la morena. "Mira que eres cotilla..." suspiró la castaña. "Pero me quieres así, globulito" susurró Bellatrix en su oído justo antes de desaparecerlas. 

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