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Capítulo 43

Durante la mañana del día de su boda, Bellatrix se ausentó para atender sus negocios (y porque era la única forma de estar al menos unas horas sin ver a su prometido). Draco, que se había hecho amigo de los dragonologistas que vivían en la zona, les enseñó a los chicos algunos de los ejemplares que vivían en las laderas. Sirius los acompañó y apoyó al rubio cuando aseguró que los dragones ya habitaban la montaña antes de la llegada de la mortífaga; la slytherin les había advertido que ante todo ocultaran sus planes. A los dos chicos les fascinaron las enormes criaturas y pasaron una mañana fantástica.

Por la tarde, cuando apenas faltaba una hora para la ceremonia, Harry acudió a la habitación de Sirius para asegurarse de que iba todo bien. Así era, el animago estaba ya preparado y completamente tranquilo; llevaba media vida soñando con ese día... El chico aprovechó para darle una noticia:

-Quería que fueses el primero en saber que en dos meses me voy a casar con Ginny. Me hacía ilusión hacerlo a la misma edad que mis padres, se lo pedí y ella dijo que sí. Y querría que para no romper la tradición fueses mi padrino...

Sirius le miró sorprendido, le felicitó y le abrazó con alegría. Le aseguró que estaría encantado de devolverle el favor y ser su padrino de boda. Ambos brindaron con champán para celebrarlo. Al poco apareció Draco, tan elegante como mandaba su apellido, sin embargo, parecía algo demacrado. El animago le preguntó si se encontraba bien.

-Bueno... -contestó el rubio nervioso- Temo que igual no vais a poder casaros hoy...

El hombre se angustió al instante y le preguntó si su prometida se había arrepentido. El chico negó con la cabeza y aseguró que la situación era más grave.

Hermione, por su parte, le había preguntado a Bellatrix si necesitaba ayuda para vestirse. La bruja le respondió que lo que ella pretendía no era ayudarla sino volver a verla desnuda, que mejor siguiera disfrutando de la biblioteca. La castaña le repitió que era insoportable pero se marchó con gran alegría. La biblioteca de aquella mansión era mucho mejor que la de Hogwarts y Bellatrix le había permitido llevarse lo que quisiera. Se hallaba investigando diversos volúmenes cuando el ruido de la puerta de entrada y el repiqueteo de unos tacones sobre el suelo de mármol la hizo salir al pasillo. La expresión en el rostro de Narcissa Malfoy le hizo replantearse la persecución, pero aún así, la siguió (a una distancia prudencial, era una gryffindor pero no una idiota). Cuando alcanzó la habitación de la duelista, entró y se quedó junto a la puerta por si había que inmovilizar a alguien. Se sintió a salvo porque las dos brujas estaban en el vestidor y quedaba fuera de su vista. No obstante, escuchó la conversación con toda claridad:

-¡Bellatrix Black! -exclamó la rubia.

-¡Cissy! ¿Qué tal va todo? ¿No estabais en Italia? Llevas el pelo muy bonito.

-Estaba -respondió con frialdad-. Pero me he enterado por alguien que no es mi familia de que mi hermana pretendía casarse a mis espaldas.

-Es que Siri me lo propuso hace una semana o así y quería casarme cuanto antes... Y no quiero una boda tradicional con mucha gente, familias importantes, politiqueo y todo eso.

-¡No, claro! Mucho mejor casaros en medio del bosque, sin invitados y entre dragones. ¿Que sois, animales?

-Si nos vieses follar no te haría falta preguntar...

-¡BELLATRIX! -la reprendió Narcissa al instante- Pensabas casarte sin avisarme, lo menos que puedes hacer es tomártelo en serio.

Hubo unos segundos de silencio.

-Tienes razón, Cissy, lo siento -se disculpó la morena arrepentida-. Ya sabes que suelo huir de mis responsabilidades, pero debería haberte avisado. ¿Querrías ser mi madrina aunque nos casemos como animales en medio de un bosque?

Más segundos de silencio, seguramente para desquiciar a la mayor. "Por supuesto que sí, Bella" concedió la rubia al rato. Hermione dedujo que se estaban abrazando y suspiró aliviada. Le mandó un patronus a Draco para confirmarle que la amenaza estaba neutralizada y podían casarse. "En realidad me gusta la idea de casaros en el bosque, es muy vuestro" murmuró la rubia saliendo a la habitación, "Solo quería torturarte".

-Eres peor que yo, Cissy -la reprendió la morena saliendo también-. Ah, ¡hola, globulito! ¿Has visto que te he dejado la primera edición de Historia de Hogwarts? Te lo regalo, pero cuídalo porque vale más que el propio castillo...

"JODER" fue lo único que acertó a responder la gryffindor. Sí, había visto el libro y había soltado lágrimas de emoción mientras lo abrazaba, pero ya no lo recordaba en absoluto. Bellatrix llevaba un vestido negro de seda natural con escote corazón y bordeado de encaje y diamantes, la cola caía elegantemente y destelleaba en el suelo. Se adivinaban bajo la tela unas sandalias de tacón alto con el mismo diseño y unos mitones de encaje. Su melena lucía brillante y sus rizos caían mejor peinados que de costumbre pero igual de caóticos. Hermione no recordaba haber visto a ninguna novia tan espectacular nunca; ni a ningún ser humano en general. Fue una de esas raras ocasiones en que se quedó sin palabras para describir algo. La nueva invitada no tuvo problema en romper el silencio:

-¿Qué hace aquí la sangre sucia de Potter? -preguntó Narcissa extrañada.

-¡Eh! ¡No llames sangre sucia a mi sangre sucia! -protestó la bruja oscura- Es mi otra madrina y se lleva muy bien con Draco, así que todos contentos, ¿verdad, Cissy?

La rubia y la morena se miraron desafiantes durante largos segundos. Finalmente Narcissa suspiró y mostró su aquiescencia. Hermione, con gran nerviosismo, se presentó formalmente y les refirió la genial mañana que habían pasado con los dragones gracias a Draco. Al momento se ganó a Madame Malfoy. Esta les contó que había dejado a su marido en Italia con la familia porque echaba de menos a su hijo. Bellatrix tuvo el detalle de no suspirar aliviada al escuchar que Lucius no acudiría a su boda. Seguía despreciándolo por cobarde e inútil. Su no-presencia era el mejor regalo que podía hacerle.

-¿No estas nerviosa?

A Hermione le extrañó que a la siempre hiperactiva bruja se la notaba completamente relajada. Se la veía muy tranquila intentando ponerle a Saiph un chalequito a juego con su vestido. Narcissa y la chica compartieron una mirada de estupor, pero decidieron que no ganarían nada recordándole a Bellatrix que su hijo era un dragón y no un peluche.

-Pues sí, un poco... -contestó mirando un reloj de pared- Porque hace veintitrés horas que no echo un polvo. ¿Alguna de las dos querría...?

-¡BELLATRIX! -bramaron las dos al unísono.

-Exacto, sería gritar mi nombre pero en horizontal -respondió la bruja divertida.

Las dos mujeres pusieron los ojos en blanco y la dejaron por imposible. Como aún les quedaban diez minutos antes de bajar, la mortífaga abrió una botella de whisky, les sirvió dos dedos a cada una y ella se quedó la botella. Brindaron por su matrimonio y hasta Hermione dio un trago, estaba bastante más nerviosa que la novia. A Narcissa se le ocurrió preguntarle a su hermana dónde había escrito los votos. El "¿Cómo?" que obtuvo como respuesta evidenció que la morena había obviado por completo aquella tradición. Al momento le cayó la bronca de su hermana pequeña. La gryffindor sabía cómo funcionaba aquello en las ceremonias muggles: eran las promesas con las que los novios sellaban su compromiso, pero no sabía si en el mundo mágico era diferente. En la boda de Fleur y Bill hubo votos pero fue un acto meramente simbólico. Aunque los Delacour eran de sangre mestiza, igual en las familias de sangre pura era diferente. Anticipándose a su pregunta, la duelista se lo explicó:

-Por mucho que nos casemos como animales, va a ser una ceremonia de sangre pura y los votos son vinculantes, es parte del ritual. La bruja que oficia la ceremonia traza una espiral casi transparente alrededor de los novios y conforme cada uno habla, va variando o no de color en una escala del blanco al dorado. El color final determina el éxito del futuro matrimonio y cada cosa que se dice ha de ser verdad o el ritual se interrumpe automáticamente. No tienen que ser promesas, puede ser una historia o algo relevante, lo que quieras pero sincero. Por eso luego lleva años divorciarse, hay que deshacer el conjuro y no es sencillo.

-En mi caso la espiral terminó amarilla, fuimos el único matrimonio de nuestra generación que nos aproximamos tanto al dorado -rememoró la rubia orgullosa-. Sin embargo, en la boda de Bella y Rodolphus la espiral no llegó ni al blanco, se quedó transparente.

-¿Pero si mintieron no se detuvo el ritual? -preguntó la castaña con interés.

-Oh, no, no teníamos ninguna conexión, pero todo lo que nos dijimos fue verdad -aseguró la morena.

-Pocas cosas más románticas he vivido... -comentó con sorna su hermana- En los votos de Bella, delante de las familias más nobles del país, hubo frases como "Sé que eres muy deficiente así que prometo no tener nunca hijos para no perpetuar semejante desgracia" y "Te juro que siempre que lo necesites te daré tu espacio y cuando no, también". Por suerte los invitados se lo tomaron a risa...

La bruja oscura rió al recordarlo. Hermione la miró dudando de si era broma. Vio que en absoluto.

-En serio, hermanita, tienes que escribir algo o te quedarás en blanco -le aseguró la rubia.

-Bah, se me ocurrirá algo -respondió despreocupada.

-Bella -intervino la sabelotodo-, Sirius está completamente ciego contigo, su mundo gira en torno a ti; seguro que él lleva meses preparándolos. Si lo que tú dices no está a la altura, quedarás mal y le harás sentir peor.

-¡Que no! -protestó como una niña pequeña- Quiero a ese idiota y no necesito escribir tonterías para decírselo. Además ya es la hora, vamos.

Tenía razón. Sus madrinas suspiraron y cruzaron los dedos porque la improvisación saliera bien. Eran las siete de la tarde y los colores del cielo iban del azul al rosa pasando por un abanico de amarillos y naranjas. Era la hora mágica: los escasos minutos que transcurren entre la puesta de sol y la oscuridad de la noche durante los que la iluminación resulta más cautivadora. A Hermione se le erizó el vello de emoción ante la belleza de aquel atardecer. Y al ver el escenario en el que tendría lugar la ceremonia, la sensación se intensificó. Los elfos que se habían encargado de prepararlo se habían esmerado.

La zona elegida era un bosque de cedros japoneses en cuyos tallos crecían enroscados macizos de rosas negras. Cientos de pequeñas lamparitas doradas con forma de hipogrifos y thestrals flotaban entre los altos árboles, que a su vez se hallaban adornados con guirnaldas de estrellas. En el suelo las hojas creaban una perfecta alfombra en tonos ocres y dorados casi irreal, probablemente fruto de un encantamiento. Todo olía a lluvia y a eucalipto y la temperatura era fresca pero agradable. Lo más sorprendente era que de vez en cuando, dragones de entre quince y veinte metros surcaban el cielo o pasaban a su lado sin perturbarse lo más mínimo.

-Vale, retiro mis objeciones, Bella -concedió Narcissa- La magia era esto.

Bellatrix abrazó a su hermana riendo y la rubia sintió algo en las costillas.

-¿Qué diablos...?

-Perdona, es una de mis dagas -respondió la bruja colocándose bien el arma.

-¿¡Hasta a tu boda tienes que ir armada!? -preguntó Hermione exasperada.

-¡Por supuesto! Estoy haciendo todo esto de la boda y el romanticismo para hacer feliz a Siri, pero no pienso renunciar a ser yo.

Era un caso perdido. Aunque también era verdad: Bellatrix tenía que ser una estrella guerrera hasta el día de su boda. Hermione se adelantó y se colocó junto a Harry y Draco. Sirius, que iba más elegante y Black que nunca con un esmoquin de gala, le guiñó un ojo a la castaña. La chica le sonrió nerviosa y saludó también al fotógrafo y a Merlina, la jueza que oficiaría la ceremonia. Cuando ya estaban todos en posición, Narcissa -que acababa de volver de viaje pero siempre vestía como para una boda real- cogió a su hermana del brazo y la acompañó hasta el centro.

Daba igual que fuese su futura mujer, su tía, su ex amante o la novia de su padrino: no hubo uno que consiguiera cerrar la boca hasta varios segundos después de ver a Bellatrix. Daba igual que fuese una asesina, Sirius se aseguró internamente que no merecía una mujer tan perfecta. Harry solo dejó de contemplar a la mortífaga cuando Hermione le dio un codazo y le señaló a su padrino con la cabeza. La expresión de Sirius era la imagen del amor más profundo y absoluto, hasta Voldemort lo hubiese sentido. Se veía en su rostro una devoción sin igual. El chico volvió a mirar a la duelista cuando se colocó frente a su prometido. Recordó la historia de Sirius de cuando era una niña que sonreía y sus ojos brillaban tanto que casi cambiaban de color. Lo comprendió. En ese momento, aceptó finalmente que casarse con su prima era lo mejor que podía haberle pasado.

"Queridos magos, brujas y dragones..." empezó la ceremonia la oficiante sonriendo a Saiph. El dragoncito rugió orgulloso sobre el hombro de su madre, que finalmente había conseguido ponerle el chalequito y el fotógrafo los eligió como objetivo principal. La jueza pronunció varios conjuros en latín y seguidamente, como había predicho la morena, trazó una espiral trasparente en torno a ellos y miró a Sirius para que comenzara con sus votos. El animago, sin ápice de nervios y sin necesidad de leer nada, miró a Bellatrix y la cogió de las manos.

-Mi infancia no fue agradable porque no tuve una familia que me quisiera. Cuando por fin encontré amigos en el colegio, los perdí y acepté que ya nunca volvería a ser feliz ni a sentirme parte de alguien. Sin embargo me he dado cuenta de que nunca he llegado a estar solo, siempre hubo algo que me hacía mantener la esperanza y es porque tú siempre estuviste a mi lado. ¡Hasta tuviste el detalle de torturar gente para poder compartir pasillo en la cárcel!

Bellatrix se rió abiertamente mientras el resto maldecían el humor negro que ninguno de los dos dejaba nunca de lado. Tras la pausa, el animago continuó:

-Eres tan inteligente, divertida, valiente, leal, salvaje y auténtica que a veces se me olvida que además estás buenísima -la bruja asintió con su sonrisa de superioridad- y soy el hombre más afortunado del mundo por tenerte. Eres mi patronus, la única capaz de alejar mis miedos y hacerme sentir a salvo. Todo ha merecido la pena si al final eres tú quien me despierta cada mañana llamándome idiota. Te prometo que te cuidaré hasta el final, me mantendré guapo para ti y mataré a cualquiera que intente tocarte un pelo. Siempre fuiste tú, Trixie, y quiero que sigas siendo tú durante el resto de mis días. ¡Y Saiph, claro!

A la mortífaga le dio igual que el protocolo indicara que debían esperar, eliminó la poca distancia que los separaba y le besó. Él le devolvió el gesto sin dudar. Hermione y Draco -que llevaban llorando prácticamente desde la primera frase- aprovecharon el momento para limpiarse las lágrimas. Se dieron cuenta de que la espiral que danzaba en torno a la pareja se había vuelto de un amarillo suave. Hermione y Narcissa se miraron nerviosas. Inconscientemente, ambas aguantaron la respiración mientras se repetían mentalmente: "Por favor, por favor, ¡que Bella no lo fastidie!". Merlina le indicó a la morena que era su turno.

Bellatrix estaba dispuesta a pasar el mal rato solo por Sirius. Odiaba expresar sus sentimientos, más aún en voz alta y delante de su familia y amigos. Pero cuando se vio reflejada en los ojos grises de su prometido, se dio cuenta de que nada importaba, solo ellos dos y no tenía ningún problema en gritarle al mundo entero que amaba a ese idiota. Así que sin apartar sus ojos de los suyos, empezó:

-Yo siempre creí que era feliz, que mi infancia había sido genial. Desde pequeña hice lo que mis padres esperaban de mí, me gustara o no. Creí que lo que sentía era felicidad pero... Desde que lo conseguí a los doce años (un récord sin precedentes, por cierto), para conjurar mi patronus solo servían mis recuerdos contigo y tantos años después sigue siendo así. Nunca se lo confesé a nadie porque no lo entendía. Y la verdad es que sigo sin entenderlo, pero... lo importante es que lo que ha unido Azkaban no lo separe el sentido común. Te juro que estaré a tu lado siempre, te luciré con orgullo como mi primera dama y si alguien intenta hacerte el más mínimo daño, lo de los Longbottom parecerá una fiesta infantil. Tú eres mi horrocrux, Siri, he puesto en ti una parte de mi alma. Y sé que todo el mundo piensa que mereces algo mejor, así que gracias por elegirme a mí.

Resultó que a Sirius también le daba igual saltarse el protocolo. Se enjuagó las lágrimas de felicidad que acudían a sus ojos y agarró a la bruja por la cintura. Ese beso ya no resultó romántico: era más bien la pasión y la ansiedad vital de dos presidiarios que se reencuentran tras años sin verse. Era profundamente ellos. Los pocos invitados que no tenían los ojos empañados por las lágrimas comprobaron con envidia y sorpresa que la espiral se volvía por completo dorada. Empezó a refulgir con una lluvia de chispas y polvo dorado que cayó sobre ellos y adornó el vestido negro de la bruja. Fue tan hermoso e intenso que los invitados decidieron obviar la cruel mención de la tortura a los Longbottom. Cuando finalmente la jueza carraspeó, los contrayentes se separaron por fin.

-¿Los anillos? -preguntó la mujer.

Harry colocó las alianzas sobre la palma de su mano. Eran por supuesto negras, con un hipogrifo y un thestral grabados por fuera y por dentro la fecha y los nombres de "Trixie y Siri". Saiph voló hacia él, las atrapó con sus garras y volvió junto a la pareja. Su madre le besó con orgullo y cogió una. Sirius aceptó la otra y murmuró sonriente: "Gracias, Saiph". El dragoncito, orgulloso de lo bien que había cumplido con su cometido, se volvió a posar sobre el hombro de la mortífaga.

-Sirius Black, ¿quieres recibir a Bellatrix Black como tu legítima esposa? -preguntó la oficiante.

-Desde los diez años... -murmuró para risa del resto- Sí, por supuesto que sí – aseguró colocándole el anillo a Bellatrix.

-Bellatrix Black, ¿quieres recibir a Sirius Black como tu legítimo esposo?

-¡Joder, claro que sí! -respondió ella poniéndole el anillo.

Narcissa sacudió la cabeza. No podían decir simplemente "sí", por supuesto que no. Jamás reconocería ante nadie que estaba celosa porque esa boda había superado a la suya con mucho... A lo que se dio cuenta, la pareja había vuelto a besarse sin encomendarse a nadie. Hermione temió que a ese ritmo consumaran el matrimonio delante de ellos. La jueza pronunció unas palabras en latín para completar la ceremonia. Todos sintieron como el viento que los envolvía se transformaba en magia en su estado más puro y salvaje. El ritual terminó y Merlina murmuró con una sonrisa: "Puedes... seguir besando a la novia". Sirius no la escuchó pero obedeció igualmente.

Si separaron sus bocas fue solo porque Saiph empezaba a ponerse nervioso. Al instante, Harry corrió a abrazar y felicitar a su padrino y Hermione emuló el gesto con Bellatrix. La última en darles la enhorabuena fue Narcissa. Se acercó a su primo con una sonrisa y mientras se abrazaban le susurró al oído: "Como vea triste a Bella un solo día, te harás cargo de las consecuencias. Soy una mujer de recursos: apoyé a Voldemort y no tuve que tomar la marca; perdimos la guerra y estoy en total libertad. Así que mucho cuidado con no tratar a mi hermana como a una reina". El animago asintió casi con temor. La rubia le sonrió de nuevo y le besó en la mejilla.

Mientras se dirigían al claro del bosque donde los elfos habían preparado el banquete, Bellatrix, de la mano de Sirius, le preguntó qué quería su hermana. "Nada, amenazarme con matarme si te hago daño. Y Draco hizo lo mismo ayer, por cierto" contestó él alegremente. "Oh" murmuró la bruja profundamente complacida de tener por fin una familia que se preocupaba por su bienestar.

-Bueno, siguen siendo dos contra un montón de los tus fanáticos -se defendió la duelista.

-Sí -confirmó el animago-, pero uno de los dos es Narcissa Malfoy. Prefiero enfrentarme a toda la Orden que a ella, de verdad te lo digo.

La morena sonrió orgullosa de su hermana pequeña.

La cena fue magnifica y todos disfrutaron mucho. En cuanto terminaron, Bellatrix les informó con más detalle del que todos hubiesen deseado que se retiraban para finalizar el ritual y que se aseguraría de hacerlo varias veces para no cometer el mismo error que con Rodolphus. Le encargó a un demacrado Harry que cuidara a Saiph mientras y supervisara sus inmersiones en la fuente de chocolate. Seguidamente, Sirius cogió a su mujer en brazos y la llevó a su mansión sin separar sus labios de los de ella. Y efectivamente pasaron toda la noche consumando el matrimonio.

El día siguiente tampoco hicieron muchas más cosas, la mortífaga solo salió de la cama para jugar con Saiph. Cuando se la encontró persiguiéndolo por los pasillos, Sirius la obligó a parar un momento para darle su regalo de boda. Habían quedado en no hacerse regalos porque tenían -literalmente- de todo, pero sabía que su mujer había pasado por aquello solo para hacerle feliz y quería agradecérselo. La bruja le miró sorprendida, se sentó en el sofá y aceptó la caja que le ofrecía. Se trataba de un colgante de plata de una serpiente. Estaba encantado y al colocárselo se deslizaba por su cuello y se enroscaba como si se tratase de un animal de verdad. A cualquiera le hubiese resultado escalofriante; la mortífaga se lo puso al instante con fascinación y muy emocionada con la posibilidad de asfixiarse a sí misma. Ahí Sirius empezó a arrepentirse.

-¡Vale, ahora mi regalo! -exclamó ella alegremente.

El animago hubiera deseado que no le regalara nada. Había aceptado vivir en su mansión y dejar que prácticamente lo mantuviera, pero cuando le compraba ropa, libros o cualquier cosa en general se sentía mal porque él no podía devolverle el gesto. La herencia de su tío le daba para vivir sin problemas pero tampoco con muchos lujos. No se atrevía a hablarlo con ella porque aún recordaba el trauma que le había generado la última vez que hablaron de dinero. Así que decidió aceptar lo que fuese y no desilusionarla.

-Claro, ¿qué es? -preguntó él logrando fingir entusiasmo.

-Yo -respondió ella quitándose la capa.

Cuando la prenda cayó al suelo, Sirius comprobó que Bellatrix llevaba debajo el uniforme de slytherin (un par de tallas por debajo de las que su escote necesitaba). Jamás la hubiesen dejado poner un pie en Hogwarts con aquella apretada blusa, la minifalda y las botas de cuero; pero obviamente no era ese su objetivo. Miró al animago con expresión de: "¿A qué esperas, no te gusta tu regalo?". Como su primo estaba muy ocupando mirándola embobado e intentado no babear, aclaró con expresión inocente:

-Puedes hacerme lo que quieras.

Sirius la atrajo hacia él y no hicieron falta más palabras. Sí fue necesaria una poción revitalizante en algún momento de la madrugada, pero poco más. Pasaron tantas horas disfrutando de su actividad favorita que no supieron ni cuándo les venció en sueño. Muchas horas después, Sirius amaneció en la cama de Bellatrix abrazado a ella. Nunca dormía tanto, pero tampoco nunca había hecho tanto ejercicio... La bruja sin embargo estaba despierta leyendo un libro en un idioma que el merodeador ni siquiera reconocía.

-Buenos días -susurró él.

-Son las ocho de la tarde, Siri -se burló ella-. Son ya buenas tardes, o buenas noches, lo que prefieras.

Él se giró para mirar el reloj y comprobó que, efectivamente, había transcurrido casi un día desde su boda. Por las ojeras de Bellatrix, supo que ella no había dormido mucho. Y sin embargo ahí estaba, a su lado, muerta de aburrimiento porque sabía que así él dormía mejor. Era imposible quererla más.

-Joder, Bella, eres el mejor regalo que me han hecho nunca. Te adoro.

A ella se le iluminó la cara. "¿Mejor que los de Lupin o Potter?" preguntó ilusionada. Él le confirmó que muchísimo mejor.

-¡Entonces díselo! -exclamó ella y no en broma- Yo me ocupo de contárselo a Hermione.

Sirius rió y hundió la cara en el cuello de su mujer, de quien no quería separarse ni un solo minuto durante el resto de su vida. Esa noche cenaron con los chicos que se marchaban al día siguiente. Quedaron en verse dos meses después, en la boda de Harry y Ginny en Londres. Hasta entonces, el matrimonio dedicó cada minuto a estar juntos... y con un Saiph un tanto furioso porque Harry no le había permitido bucear en la fuente de chocolate (su madre enseguida lo solucionó llenándole una bañera entera).

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