Capítulo 40
Conforme los días pasaron, la relación entre Pansy y Hermione fue mejorando. Aprendieron a ajustarse la una a la otra, a comprender sus necesidades y a respetar su espacio. Como deseaban que la relación funcionara, hablaron y se pusieron de acuerdo sobre los aspectos importantes. Sobre todo se negaban a ser una pareja empalagosa de las que pasan todas las horas juntas, se comen la boca en público y se repiten cada dos minutos cuán mísera sería su vida sin la otra. Así que todo fluía bien. Quedaban algunas tardes y hacían planes, pero sin agobios ni obligaciones. Ambas necesitaban tiempo para pasar con sus amigos o centradas una en sus estudios y la otra en sus prácticas. Y lo discutían todo sin rubor:
-Yo no pienso casarme nunca, no creo en el matrimonio y no lo veo necesario -sentenció Pansy.
-Sí que crees y en otras circunstancias lo verías absolutamente necesario, pero no conmigo, no si eso te convierte en una traidora de sangre.
-Ay, Hermione, quería ser romántica y no expresarlo tan claro -la amonestó-, pero si lo quieres ver así, de acuerdo.
"Lo acepto" suspiró al rato la castaña. Sabía que no iba a hacer cambiar a Pansy en ese aspecto: su familia era lo más importante y ahí entraba la pureza de sangre. No iba a poder cambiarla y tampoco quería: odiaba las personas que dejaban de ser ellas por amor o que obligaban a cambiar a la otra. Ambas consideraban que si algo te obligaba a modificar tu forma de ser, no era amor. Así que no le quedaba otra que resignarse y pedir algo a cambio. La informó de que quería tener hijos. La mueca de asco de la slytherin fue digna de foto, pero también era consciente de que en algo debía ceder:
-Vale. Pero los cuidarás tú, yo no pienso estropear mi perfecta manicura por unos seres babosos y llorones. Y la que se quedará sin vida, trabajo, ni amigos por su culpa serás tú.
-De acuerdo, pero llevarán primero mi apellido.
-Por supuesto. Pero te encargas tú de buscar el semen, no quiero saber cómo ni dónde -informó arrugando la nariz con repulsión.
"Muy bien. Igual se lo pido a Ron" murmuró Hermione deseando provocarle celos. Al instante Pansy le aseguró que era buena idea: el pelirrojo tenía una mandíbula ancha, eso era un rasgo deseable para un bebé. No parecía bromear, al fin y al cabo Ron era de sangre pura. Así que a Hermione le salió mal la estrategia. Dejaron ese tema y pasaron a debatir la cena del día siguiente. La gryffindor les había confesado a sus padres que tenía novia y, para su sorpresa, ambos se alegraron mucho. Creyeron que le costaría encontrar a alguien: querían a su hija pero no la conocían mucho, seguían dándole dinero en su cumpleaños para que se comprara algo que le gustara. Así que les ilusionó que su vida sentimental avanzara e insistieron en que invitara a su pareja. Para aumentar su sorpresa, Pansy aceptó. Así que ahí estaba, explicándole las costumbres básicas muggles mientras su compañera se burlaba y reía sin parar. Pero accedió a comportarse.
Y se comportó. Demasiado. Les llevó un carísimo vino en agradecimiento y alabó hasta el tapete de la mesa del salón. La habían criado para agradar y siempre triunfaba. Ni por un segundo pensó Hermione que actuara así en deferencia hacia ella. No. En cuanto se sentaron a la mesa y con total seriedad Pansy calificó el cuchillo del pan como "maravilla orfebre de la cubertería", la señora Granger exclamó:
-¡Qué suerte ha tenido Hermione de encontrar a una chica tan educada e inteligente! Sé que nuestra niña tiene un carácter algo complicado, pero seguro que contigo se vuelve más sociable y...
-¡Mamá, por favor! ¡Que estoy delante! -protestó Hermione soliviantada.
El resto rieron y cenaron alegremente mientras la castaña maldecía internamente el cinismo de su novia. Y a sus padres por no defenderla ni un poco. Al terminar, los señores Granger se marcharon al cine. Invitaron a Pansy a quedarse a dormir porque ya era tarde y les daba miedo que volviera sola a casa. La gryffindor suspiró: ni siquiera había logrado explicarles lo sencilla que era la aparición. Pero decidieron aprovechar la ocasión. Ambas estuvieron de acuerdo de que era un buen día para su primera vez. Subieron a la habitación de la chica que atenuó la luz y lo preparó todo para que fuera más romántico. Cuando empezó a besar a Pansy, la morena se separó de un salto como si recordara algo importante. Hermione se asustó y le preguntó qué pasaba. La slytherin, casi con temor, preguntó:
-Te... te habrás depilado, ¿verdad? Y me refiero a todo, todo.
La gryffindor puso los ojos en blanco con incredulidad. Pero sabiendo que era su primera vez con una mujer, simplemente asintió. Se pusieron a ello de nuevo. Hermione tomó la iniciativa evocando en su mente paso por paso lo que le había enseñado Bellatrix. Salió bien, salió realmente bien. Cuando la castaña terminó, ni siquiera le preguntó qué le había parecido: sabía que había sido de Extraordinario. Aún así, la slytherin se sintió en la obligación de elogiar su técnica:
-Joder... Sí que era verdad que habías hecho esto antes... Ha sido con mucho el mejor polvo de mi vida -jadeó la morena- O igual es que Draco no era gran cosa...
-¡Por supuesto que no es culpa de Draco! Ya sabes que siempre he sido la mejor de la clase -presumió con tranquilidad.
-¿Y por qué tú no estás agotada? ¿Por qué tú no te has...?
-¡Porque te lo he hecho yo a ti! -exclamó Hermione con incredulidad- ¿Crees que me voy a correr solo por oírte gemir? Vaya ego tienes... Tendrás que esforzarte bastante más.
Más por orgullo que por deseo, la morena lo intentó. Los resultados no fueron igual de positivos, se notaba que era su primera vez. Hermione intentó indicarle cómo proceder pero no se dejó aconsejar. Recordó que Bellatrix le explicó que la interacción física era secundaria: para que la experiencia resultara placentera, casi todas las partes del cerebro debían trabajar de forma conjunta. Cerró los ojos y se concentró en eso, su imaginación era capaz de mejorar cualquier técnica. Así que, aunque con bastante menos intensidad que su compañera, logró terminar. Pansy dio por hecho que ella también había estado espléndida y no preguntó. Hermione supuso que sería como el primer beso: ya mejorarían.
-Mi primera vez con Draco fue desastrosa, el pobre se esmeró mucho, pero estábamos súper nerviosos... Nos costó un poco pillar la técnica -comentó la morena-, pero bah, las primeras veces siempre son un asco.
Hermione dio gracias a Morgana por no estar incluida en esa última sentencia. Bendita Bellatrix y su ofrecimiento de "Me aburro en Grimmauld Place, ¡follemos!". Sonrió al recordarlo mientras se acariciaba la muñeca inconscientemente. Pansy observó el gesto y le preguntó quién era "B". La gryffindor volvió a la realidad sobresaltada. La luz de la luna que se colaba por la ventana incidía en su cicatriz. No estaba preparada para contarle la verdad. De alguna forma, deseaba que siguiera siendo un secreto, que sus recuerdos con Bellatrix siguieran siendo solo suyos. Así que contestó:
-Alguien muy importante para mí. Me enfadé cuando me hizo esto, pero... Me dio el cuaderno que contiene el hechizo para eliminarlo y resultó que solo funciona si de verdad deseas que desaparezca. Y no funcionó.
De alguna forma la hacía feliz sentirla en su piel, se sentía más fuerte y segura de sí misma cuando acariciaba la marca que le dejó la mortífaga. Su novia insistió en averiguar el nombre, pero ni se acercó. Así que se durmieron, pero cada una en su lado: "Nada de abrazarme y darme calor que eso me desquicia" sentenció Pansy. Hermione no pudo estar más de acuerdo, pero le advirtió que como le robara las sábanas, la tiraría de la cama. La slytherin no dudó que cumpliría su promesa.
Muchos kilómetros más allá, otra slytherin también cumplió la promesa que hizo a su prometido: los días siguientes no salieron de su mansión y apenas de la cama. Narcissa fue a visitarlos y consiguieron reducir su animadversión hacia Sirius. Por mucho que le odiase, la rubia vio que el animago miraba a su hermana como si fuese la criatura más maravillosa y fascinante del mundo. Aún así, conservaba la fachada de frialdad, tenía una imagen que mantener. Se lo contaron a Draco, que al principio se horrorizó. Pero finalmente aceptó ser el padrino en caso de que Harry no asistiera y ocultárselo a su madre. También decidieron posponer la luna de miel: ambos estaban cansados de tantos viajes y traslados, solo querían quedarse tranquilos en casa.
-¿Estás ya, Siri? -preguntó la bruja impaciente desde el pasillo.
Esa mañana habían quedado en el Ministerio de Magia Sueco con la mujer que los casaría. Querían iniciar los trámites: los contratos mágicos de matrimonio llevaban unos días de preparación y había que cumplimentar varios documentos antes de la ceremonia. Por supuesto, siendo amiga de Bellatrix, no lo iba a gestionar una funcionaria cualquiera: era la jueza suprema de la Alta Corte de Suecia. Su destacado cargo era irrelevante para casarlos, pero la bruja o hacía las cosas a lo grande o no las hacía. No iba a dejar a cualquiera oficiar su boda.
-Ya estoy -respondió finalmente el animago.
-¡Ya era hora! ¿Qué diablos hacías tanto rato en la ducha? ¿No tienes suficiente conmigo? -preguntó la morena mientras salían de casa.
-¿Crees que esta maravilla de pelo se cuida sola, Trixie? -preguntó Sirius sacudiendo su cabello.
Bellatrix puso los ojos en blanco, casi hubiese preferido la otra opción... Apretó a Saiph junto a su pecho y los apareció a los tres. El Ministerio Sueco era parecido al inglés en amplitud y majestuosidad, solo que la decoración era más clara, en tonos blancos y brillantes. Sucedía en todos los países bálticos: las horas de luz eran tan escasas que se esforzaban en que el mobiliario inspirase optimismo. Otra ventaja respecto a su homólogo británico era que a ese edificio se entraba por la puerta y no por el váter o la chimenea. La mortífaga se saltó los registros de seguridad y nadie la detuvo. Al parecer en ese país también había alcanzado la fama.
Mientras recorría los pasillos con determinación, le confesó a Sirius que siempre que entraba a un edificio de esas características le recordaba al juicio que la llevó a Azkaban. Él la cogió de la mano para reconfortarla, pero se dio cuenta de que no lo necesitaba. Se lo comentó como un dato curioso, sin temor alguno. Era evidente que no se avergonzaba de su actuación. Ese era el único aspecto de su prometida que hacía dudar a Sirius. Aunque la había perdonado de corazón y era incapaz de sentir ningún odio hacia ella, nunca lo habían hablado. Cualquier momento sería tan malo como los demás, así que cuando subieron al ascensor, se lanzó:
-¿Te sientes orgullosa de aquello?
Ella frunció el ceño y le preguntó si era necesario tener esa conversación en ese momento. Sirius dudó. Ella se respondió a sí misma que mejor sí: si iba a dejarla, mejor hacerlo antes de iniciar los trámites de la boda. Así que frenó el ascensor, se apoyó en la pared y le pidió que concretara:
-¿De qué parte? -preguntó en un suspiro de rendición- ¿Del juicio, la guerra, los asesinatos, de torturar a los Longbottom o de qué?
-De todo en general -respondió él con cierto temor.
La bruja cerró los ojos y meditó por unos momentos una respuesta que ni siquiera tenía clara. Habló con firmeza, sin asomo de vergüenza, pero con cierto cansancio en la voz.
-Es como si no fuera mi vida, ¿sabes? Apenas recuerdo nada... Sé que me sentí orgullosa durante el juicio, con el estúpido de Crouch hijo lloriqueando... Vaticiné que podían encerrarnos en Azkaban, no me importaba, Voldemort resurgiría. Nos liberaría y nos premiaría más que a nadie por haberle apoyado hasta el final. Y así fue. Pese a las torturas, los aurores nunca lograron doblegarme, sigo sintiéndome orgullosa de eso.
-¿Y de lo de Frank y Alice?
-De lo de Frank y Alice... -repitió Bellatrix rebuscando en su memoria- No recuerdo nada de eso, Sirius. Nada. Sé que estuve ahí y lo hice, nunca lo he negado. Lo vi en la memoria de Rodolphus y sin duda era yo. Pero solo recuerdo el dolor por haber perdido a Tom e ir a su casa a buscarlos. Luego nada. He intentado ver las imágenes en un pensadero, pero en mi cabeza no hay nada. Yo lucho con magia oscura: dejo que tome el control de mi cuerpo para ser más poderosa y consumir la energía de los demás en lugar de la mía. Casi siempre había podido controlarlo, pero el dolor alteró mi magia y... Lo investigué por curiosidad, para comprender qué me había pasado. Es lo que los muggles llaman trastorno mental transitorio: una pérdida absoluta del sentido común y de toda razón, dejas de ser consciente y responsable de tus actos. No tienes por qué creerme, pero sabes que yo siempre...
-Tú siempre has asumido la responsabilidad de tus actos, lo sé. En ningún momento has negado tu culpa. Te creo -aseguró con tono neutro-. Pero eso es grave, ¿y si te vuelve a pasar? Soy el primero que rechaza a los sanadores de almas, pero...
-No me volverá a pasar. Es decir, sí, me ha pasado dos veces más, la primera cuando torturé a los Lestrange. Pero supe controlarme. Como me preocupó ya no por las consecuencias, sino porque quiero ser dueña de todos mis actos, hablé con medimagos expertos en la mente mágica. Pasé varios meses practicando métodos de control mental y esas cosas. Ahora, cuando noto que voy a perder el control y la magia negra va a nublar mi raciocinio, puedo recuperar el dominio de mi cuerpo y de mi magia. Puedo luchar, digamos, como lo harías tú y de esa manera mi consciencia permanece intacta. Cuando vi que Rodolphus y Rabastan pretendían violarme, noté como mi cordura se tambaleaba, así que apliqué los métodos que me enseñaron y pude torturarlos con toda tranquilidad.
-Pero los torturaste de forma muy salvaje, no digo que yo no hubiese hecho lo mismo, pero...
-No merecían menos. Pero lo hice siendo consciente de ello y créeme que lo recuerdo. De no haberlo hecho así, el resultado de sus cadáveres habría sido probablemente el mismo, pero luego no habría podido recuperar la estabilidad mental necesaria para ocultarlos, para huir, ni para nada. Me habría quedado gritando o riendo en medio del charco de sangre hasta que llegara alguien, como me paso con los Longbottom. Ahora puedo controlarlo y no me volverá a pasar.
-De acuerdo, pero...
-Sí -murmuró Bellatrix en voz baja-. Supongo que sí me arrepiento un poco de lo de los Longbottom, sobre todo porque lo hice en nombre de un imbécil. No lo volvería a hacer de no ser que lo merecieran. Y lo siento un poco por su hijo.
El merodeador la miró dudando.
-Lo siento, Sirius, es todo lo que te puedo dar. Sé que preferirías que me arrepintiese con toda mi alma y te prometiera que jamás voy a volver a torturar a alguien, pero la realidad es que lo he seguido haciendo. En los últimos meses he torturado a aurores que abusaron de su poder, a los responsables de la cárcel de dragones, a algún imbécil sin mucho motivo... Y probablemente habrá más en el futuro. Soy una asesina, te lo he dicho desde el principio, te dije que te buscaras a otra. Tú aún sueñas con cambiarme pero no lo vas a lograr y esto es agotador. Para los dos. Siempre va a estar entre nosotros y si no me aceptas así... debemos dejarlo ya, porque me siento profundamente cansada.
Luchar no mermaba en absoluto la energía de la mortífaga, la magia tampoco, ni siquiera volar durante horas... pero los problemas emocionales la dejaban exhausta. No sabía gestionar sus emociones ni entender las de los demás. Se esforzaba mucho en intentarlo y acababa rendida y sin fuerzas. Sirius lo sabía y guardó silencio durante unos segundos procesando la información. Finalmente, la miró a los ojos y con seguridad afirmó:
-Sé que no puedo cambiarte, Bella, y temo que ya ni siquiera deseo hacerlo... Necesitaba entenderlo, pero ya te dije que te perdonaba. Ahora ya está, forma parte del pasado. Por desgracia (y negaré haber dicho esto) creo que te haría falta organizar una masacre nacional para que dejara de querer casarme contigo.
El rostro de la bruja se iluminó. "Solo una pregunta más..." murmuró el animago. El rostro de la bruja perdió la luz. Le miró asintiendo débilmente en un gesto de "O es sencilla, o no llegamos a la boda".
-Me has dicho que sentiste que perdías el control dos veces más. Una fue con los desgraciados esos, ¿cuál fue la otra?
La bruja bajó la mirada, la fijó en sus botas y murmuró casi avergonzada: "Cuando al terminar la guerra creí que los hombres lobo te habían matado".
-Joder... -masculló el animago con fastidio- Ahora la masacre para que renunciase a ti tendría que ser mundial...
La bruja rió sin descartarlo. Volvió a mirarle y le preguntó: "¿Nos casamos entonces?". "Por supuesto que sí" respondió él con una amplia sonrisa. Reactivaron el ascensor y llegaron a la última planta. Ahí había pocos despachos, solo los de los altos cargos. Bellatrix llamó a una puerta cuyo letrero rezaba "Merlina Lundvik" y de inmediato se abrió. Una bruja de unos cuarenta años rubia, alta y de porte aristocrático se levantó al instante del escritorio para saludarlos.
-¡Madame Black, Míster Saiph, qué alegría! ¿Cómo ha ido la gira del libro?
-Puedes tutearme, querida -respondió ella sonriente-. Oh, ha sido estupendo, pero echaba de menos esto, ya me he aclimatado a esta ciudad.
Intercambiaron un par de cortesías más en las que quedó evidente que el respeto era mutuo: ambas eran mujeres con un gran poder por el que habían luchado en un mundo de hombres. Bellatrix le presentó a Sirius. La jueza le estrechó la mano y le aseguró en un inglés perfecto que era un placer conocerlo. El animago pensó que si se quedaban a vivir en Estocolmo debería aprender sueco. Luego consideró que mejor dejaba que hablara su mujer mientras él se quedaba a su lado y sonreía: estaba encantado con su papel de primera dama. Merlina les indicó que se sentaran y sacó la documentación necesaria. Era evidente que había dejado de encargarse de menudencias como los enlaces matrimoniales hacía décadas, pero se la veía realmente orgullosa de poder casar a una de las brujas más famosas del mundo mágico.
-Vamos a ver... -comentó volviendo a sentarse y pasando las hojas del archivo con su varita- Ah sí, quería que vinierais porque hay un problema con vuestro caso...
-Ya sé que somos primos -empezó la mortífaga- pero...
-Ah, no, en absoluto, eso es irrelevante -aseguró quitándole importancia con un gesto de su mano-. Mi mujer Helena es mi prima hermana, así la herencia y el apellido quedan en familia.
-¿Entonces? -preguntó Sirius nervioso.
-El problema es que tú estás casada, Bellatrix, con... -murmuró revisando el documento.
-Con Rodolphus Lestrange, sí -le cortó ella intranquila-. Pero está muerto, soy viuda. No puedo divorciarme ni nada de eso porque está cadáver absoluto.
La jueza disimuló la sorpresa ante la última sentencia, le bastó para comprender que había sido un enlace de conveniencia y bastante mal avenido. Mientras, la morena apretó los puños con fuerza. Como Rodolphus le jodiera también eso y encima desde la tumba... Sirius le cogió la mano bajo la mesa. Fuese lo que fuese, lo solucionarían. Aunque él también estaba asustado, sabía que cada familia de sangre pura elaboraba sus propios acuerdos prenupciales y estaban blindados por magia, eran imposibles de romper. La magistrada dejó el informe sobre la mesa y miró a la duelista.
-El asunto es que hay algo raro con ese matrimonio y no logro ver dónde está el fallo. Es evidente que os casasteis, me han enviado de vuestro Ministerio el acuerdo previo y el contrato matrimonial sellado con magia. Como sabéis, las bodas en nuestras familias suponen un extenso ritual con varios pasos...
-Sí, ¿y? -la cortó la bruja impaciente.
La jueza no estaba en absoluto acostumbrada a que la interrumpieran. Sirius -igual de nervioso que su prometida- le dedicó un gesto de disculpa. Uno de los dos tenía que ser el educado y la mortífaga no era famosa por ello. Merlina entendió que era importante para Bellatrix y no era el primer contratiempo con el que se encontraba su relación, así que lo comprendió y fue al grano.
-Algo hicisteis mal. Legalmente, nunca estuvisteis casados.
Ambos Black abrieron los ojos sorprendidos, no esperaban eso. El hombre le preguntó cómo era posible.
-Algún paso del ritual falló. No fue el acuerdo prenupcial de vuestros padres ni vuestras firmas en el contrato final porque lo he comprobado yo misma, así que no creo que fuera en el aspecto legal. O bien quien ofició la ceremonia no era un juez con capacidad para...
-Lo era -aseguró Bellatrix.
-O no ejecutasteis bien los hechizos necesarios para el ritual durante la ceremonia...
-Los ejecutamos bien.
-O alguno estabais bajo la maldición imperius...
-No, lo hicimos libremente.
-O... quizá... ¿no... consumasteis el matrimonio?
Lanzó la última pregunta con una mezcla de reparo y curiosidad.
-Pues va a ser eso... -murmuró Bellatrix enroscando sus rizos entre sus dedos.
Lo soltó en un tono de "En fin, el señor aquel y yo no copulamos, qué le vamos a hacer" que hizo que los otros dos se echaran a reír. La jueza le explicó que en ese caso, al faltar el último paso, el ritual quedó incompleto. A efectos legales, como el contrato estaba firmado y constaba como "En curso", ambos aparecían en el árbol familiar del otro. Fueron durante toda su vida prometidos esperando a completar el último paso para convertirse en un matrimonio. Pero nunca lo hicieron. En cuanto murió Rodolphus, los nombres de ambos desaparecieron del tapiz del otro y el contrato quedó anulado. Eso le generó una nueva angustia a la mortífaga:
-¿Entonces el patrimonio y la herencia de los Lestrange no son legalmente míos?
Sirius soltó un bufido, su novia era toda una romántica y sus prioridades estaban claras. La bruja le besó en la mejilla y le susurró al oído: "Sabes que no lo necesito, solo quiero saber que le he jodido hasta el final". Eso eliminó su enfado: odiaba a Rodolphus por la forma en que trató a Bellatrix, estaba totalmente de acuerdo en fastidiarle hasta con el último galeón.
-Tu padre lo estipuló muy claro en el acuerdo previo -explicó la rubia-. En el momento en que tú y tu prometido firmasteis el contrato matrimonial, todo lo suyo pasó a ser tuyo y viceversa. Da igual que no completarais el ritual, si uno de los dos moría, todo lo suyo pasaba al otro. La fortuna de los Lestrange y todas sus posesiones te pertenecen legalmente, no solo las de tu marido, sino las de toda su familia ya que él era el último miembro de Inglaterra.
La bruja sonrió con crueldad. "Ojalá me estés viendo desde el infierno, Roddy" pensó. Conociendo a su tío, Sirius estaba seguro de que Cygnus Black había incluido esa cláusula sospechando que su adorable hijita asesinaría a su prometido tarde o temprano. A su forma, la protegió. Aunque la vendió por dinero y reputación al fin y al cabo, como todas las familias nobles, eso repugnaba al animago. Si Bellatrix no se negó a ese matrimonio fue únicamente por su profundo amor a su padre. Y aún así, ella siguió queriéndole. A pesar de que el odio a su suegro amenazaba su alegría, la siguiente pregunta de su prometida le calmó.
-¿Entonces Siri va a ser mi primer marido?
La rubia asintió sonriente.
-Voy a ser tu único marido, Trixie -corrigió él.
"Ya veremos", murmuró ella, "Tendrás que ganártelo...". El animago puso los ojos en blanco y la jueza se rió. Sirius estaba demasiado feliz ante esa nueva perspectiva como para que le afectasen las pullas de la mortífaga. Una vez aclarado ese punto, Merlina comenzó a rellenar la documentación. El único aspecto que modificaron fue que Sirius insistió en el régimen de separación de bienes: no quería que pensasen que se casaba por dinero. A la bruja le dio igual y aceptó. Cuando la magistrada terminó de completar la información, se lo leyó entero para asegurarse de que estaban de acuerdo y le tendió la pluma a Sirius.
-Firmad al final y así ya solo quedará el ritual de la ceremonia que celebraremos cuando me digáis.
El animago asintió y contempló el papel. Sintió emoción pero también nervios. Bellatrix era la mujer de su vida, era la única, no había duda de eso. Pero ¿y si ella se arrepentía? ¿Y si se cansaba de él? El proceso de divorcio en los matrimonios de sangre pura era dificultosísimo, llevaba años y... "¡Trae aquí!" exclamó la bruja cansada de su debate mental. Le arrebató la pluma y garabateó su nombre en el lugar indicado. "Ahora tú, idiota" le ordenó. Sirius sacudió la cabeza. Esa era su mujer, sin duda. Estampó su firma junto a la de la mortífaga. La jueza sacó su varita, realizó un conjuro sobre el documento y el acuerdo quedó sellado. Sirius sintió repentinamente una calma y una felicidad absolutas.
Era lo mejor que le había pasado en su vida. Estaba tan embobado contemplado su firma junto a la de Bellatrix que tardó en darse cuenta de que la bruja se había puesto la capa, había reacomodado a Saiph y se estaba despidiendo. Se levantó él también y le dio las gracias a Merlina. Se despidieron de ella hasta el día de la boda que sería la semana siguiente, el día aún estaba por decidir. Al salir, fueron a comer a un restaurante en uno de los rascacielos de la ciudad. Tuvieron que pedir un reservado, la mortífaga apenas podía aparecer ya en público: gracias a la fama mundial de su libro tenía fans por todas partes. La mayoría no se acercaban por miedo, pero aún así, la contemplaban babeando e intentaban aproximarse lo máximo posible. Más de uno había recibido hechizos aturdidores y no de la varita de la mortífaga... Cada vez que alguien piropeaba en exceso a su novia, el prisionero de Azkaban se tomaba la justicia por su cuenta.
Tras una comida estupenda volvieron a casa. El correo había llegado. Harry, Remus, Hermione y Tonks habían contestado a sus cartas. Las cogió con nerviosismo, como cuando en el colegio le daban las notas al final de curso y la furia de sus padres dependía de ello. Se sentó en el sofá de uno de los salones con la pila de sobres.
-Estaré en la sala de entrenamiento de esta planta -le informó la mortífaga.
Sirius supo que lo hacía para darle espacio, sospechando que probablemente la lectura no iba a resultar agradable. Precisamente por eso prefería tenerla a su lado.
-¿Te puedes quedar mientras...?
-Claro -respondió ella.
Se medio tumbó en el sofá apoyando la cabeza en su hombro y le pasó un brazo por la cintura. El animago empezó por la de Hermione sabiendo que sería la más amable. La chica le daba la enhorabuena pero le pedía que lo pensara bien y no se dejase llevar únicamente por su corazón. No estaba segura de poder asistir a la boda porque estaba muy liada estudiando su último curso desde casa de sus padres, pero lo intentaría. Bellatrix solo la ojeó por encima, pero sobrentendió que se resumía en "Os quiero, pero me da reparo ir y que mis amigos se enfaden conmigo". El texto de Tonks era similar aunque más directo: se disculpaba por no poder ir y le decía que se alegraba de que fuese feliz pero que su tía estaba loca, que se asegurara bien de que le compensaba. Añadía además unas líneas de Andrómeda indicándole que si casaba con su hermana, se olvidara de ella.
Después abrió la de Remus. No esperaba sorpresas y no las hubo: "Te advertí que tu prima está enferma. Si eliges hundirte con ella, lo respeto, pero no me pidas que encima lo presencie". Esa era la frase más amable. El animago se entristeció, se lo perdonó un poco porque sabía que estaba triste por su separación y seguramente tendría envidia; pero solo un poco. Hasta que se disculpara, le retiraba la palabra. Solo quedaba la de Harry, era sin duda la que más miedo le daba. Era importante para él que su ahijado estuviese en su boda. Pero le daba miedo que el odio hacia Bellatrix pesase más que su amor por él. En cuanto abrió el sobre se despejó toda duda. La misiva comenzaba, sin saludo ni nada, con: "Vale que nos ayudó en la guerra, pero fue únicamente para salvarse ella, te vas a casar con una asesina". La leyó rápido, hizo una bola y la lanzó a la chimenea con rabia.
-Lo siento, Sirius -susurró Bellatrix- Podemos posponerlo...
El animago apenas la escuchó, estaba demasiado absorto en su propio mundo. La bruja entendió que igual necesitaba estar solo. Se incorporó y añadió:
-Te dejo tranquilo, luego te...
-¡No, no! -protestó el animago abrazándola- ¡Les odio, son estúpidos! Me he sacrificado por todos ellos, he arriesgado mi vida por protegerlos y he vivido en condiciones infrahumanas, ¡joder! ¿¡No pueden alegrarse por mí y dejarme elegir cómo vivir mi puñetera vida!? ¿¡Se creen que si tú no estuvieras buscaría una novia formal, aburrida, que me llevara por el buen camino y me obligara a tener críos!? Antes reconstruyo Azkaban con mis propias manos y me encierro yo mismo...
La bruja rió e introdujo una mano por su camisa entreabierta. Le acarició el pecho con cariño y apoyó la cabeza en su hombro mientras murmuraba:
-Bueno... Igual si solo fuese tu prima, o una asesina, o si solo estuviese loca, lo entenderían... Pero has tenido la mala suerte de que en mí se dan las tres cosas a la vez.
-¡Es que yo si juego, juego fuerte! Mi sueño de toda la vida ha sido casarme con una chica más inteligente y trastornada que yo y no me vale cualquiera, ¡quiero a la más trastornada de todas! Y que además esté súper buena y me comprenda, ¡y joder, así solo estás tú en el mundo entero! ¿¡tan difícil es de entender!?
-Para mí está muy claro -sonrió la bruja.
-¡Ves! ¡Por eso sé que solo puedes ser tú! -respondió el merodeador aún enfurecido.
Tras unos minutos de silencio, la bruja, apenada más por no saber consolarlo que por la situación en sí, murmuró: "¿Y no hay nada que yo pueda hacer para que te sientas mejor?". Sirius la miró a los ojos. A los cinco segundos ni siquiera recordaba por qué o con quién estaba enfadado. "Bueno...", murmuró apartándole el pelo de la cara. "Estoy muy triste y me siento solo... Eres mi prometida, deberías buscar una forma de animarme..." razonó él poniendo mirada de perrito triste. La bruja rió, se sentó en su regazo y le besó. Sirius respondió al gesto con verdadera necesidad. Encontró de nuevo en sus labios la serenidad y felicidad que el mundo le robaba. Cuando a los cinco minutos ambos habían perdido la camisa y el beso ya se había prolongado lo suficiente, la slytherin murmuró: "Llévame a la cama y hacemos algo para animarte".
-Vale, pero ¿no podemos hacerlo aquí? -preguntó él sin dejar de besarle el cuello.
El sofá era enorme e igual de cómodo que la cama. O la alfombra persa de pelo corto, o las paredes de piedra... Le dada igual, solo quería disfrutar ya con ella.
-Es que... -murmuró la bruja casi con timidez- Me gusta cuando me llevas en brazos.
A Sirius le sorprendió gratamente que su novia se estuviese acostumbrando a sus gestos de afecto, así que no tuvo ninguna queja. La ayudó a enroscar las piernas en su cintura y se levantó. "Entonces te llevaré hasta el fin del mundo" aseguró. La mortífaga sonrió, le insultó por ser tan cursi y le volvió a besar.
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