Capítulo 31
Capítulo dedicado a @Chicadelosmilmundos porque le he copiado una expresión que me puso en un comentario y me encantó. ¡Mil gracias, preciosa!
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Faltaban dos semanas para Navidad, pero las calles de Londres ya resplandecían entre guirnaldas de luces e imponentes abetos. Harry y Ginny habían elegido ese viernes para celebrar su fiesta y que todos pudieran asistir, ya que en las fechas señaladas muchos se iban de viaje. Habían invitado a sus amigos más cercanos, pero nada de adultos. Esa decisión no debió a sus deseos de desenfreno, más bien a todo lo contrario: no querían problemas. Y habían comprobado que en sus vidas, los menos cuerdos y más tendentes al conflicto eran los adultos.
-¿Te ha respondido Sirius? -preguntó Hermione.
-Todavía no -murmuró Harry sirviéndose el café.
El joven había escrito a su padrino para preguntarle si le parecía bien que organizara la fiesta en su casa. Aunque Grimmauld estaba a su nombre, sintió que lo menos que podía hacer era pedirle permiso. De todas maneras, habían dado cita a los invitados esa misma noche: ya era tarde para cambiar de opinión. Hermione y Ron habían acudido a ayudarle con los preparativos. Ginny había vuelto de Hogwarts la noche de antes y estaba aún en la Madriguera. La castaña untó una tostada con mermelada y comentó distraída:
-Estará ocupado con... Seguro que no le importa.
Por comentarios casuales, la sabelotodo sospechaba que Harry ignoraba los verdaderos sentimientos de su padrino hacia su prima. O pretendía ignorarlos. Una cosa era que Sirius se preocupase por ella y otra muy distinta que tuviese segundas intenciones con una asesina. El chico ni se lo planteaba. Otro tema prohibido era el bochornoso anuncio de Ron. El Profeta había rectificado dos días después indicando que el autor del anuncio negaba haberlo enviado. Casualmente, el texto que entregó una lechuza anónima se convirtió en cenizas una vez publicado. El pelirrojo quiso denunciarlo, pero con lo de Azkaban no había personal para investigar un delito menor. Sus amigos, al verlo tan desesperado, le ofrecieron ayuda, pero su única petición fue que no volvieran a sacar el tema. Así que desayunaron en silencio.
En cuanto terminaron, comenzaron con los preparativos. La casa ya estaba adornada con motivos navideños y habían logrado sofocar un poco el lúgubre ambiente y la siniestra decoración. Añadieron encantamientos para crear muérdago y acebo artificial y un mural en homenaje a los compañeros que habían perdido durante la guerra. También prepararon música, comida y bebidas. Con esos asuntos ocuparon la mañana. Cuando por fin terminaron, faltaban dos horas para que empezaran a llegar los invitados. Los tres se derrumbaron en el sofá agotados. Ron le pidió a Harry si le podía prestar una túnica de gala, seguía sin tener ninguna digna. Esa inocente petición hizo que Hermione se demacrara. Había olvidado por completo el tema del vestuario.
-¿Vais a ir elegantes? ¿La gente se va a arreglar?
-Ya te digo... -murmuró Ron- Ginny y Angelina se fueron de compras y todo. Es una fiesta organizada por el Elegido que mató al Señor Tenebroso, todo el mundo quiere estar a la altura.
-No es por eso, Ron... -le reprochó Harry- Pero es cierto, Mione, es una fiesta de Navidad y la gente se va a vestir para eso, como en Hogwarts, ya sabes.
Hermione asintió. Claro que lo sabía. Lo pensó cuando el chico le contó la idea varios meses antes. Pero apartó a un lado algo tan banal como su vestuario porque tenía muchos exámenes que preparar. Ella no tenía vestidos de fiesta, ¿para qué? No eran prácticos, mucho mejor ir en vaqueros. Ya no le daba tiempo a ir de compras, tendría que repetir el que llevó a la fiesta anterior... Normalmente no le importaría, pero esta vez iba a asistir Pansy. Y ansiaba impresionarla. Ansiaba impresionarla para demostrarle que una sangre sucia podía ser igual de elegante que la princesita de slytherin. Continuó hablando de temas insustanciales con sus amigos, pero su ilusión por la fiesta se redujo bastante. Y se odió por caer en semejante estereotipo.
Respecto a sus amigos, aunque al principio la reacción fue fría, no les pareció mal que invitara a su ex compañera. Querían dejarlo todo atrás, olvidar la guerra y las desavenencias que vivieron en su etapa escolar. Además, Hermione le había asegurado a Harry que Pansy se sentía muy arrepentida por intentar entregarlo a Voldemort y deseaba pedirle perdón. Al Elegido le extrañó pero le pareció bien. La castaña llevaba días rezando para que la disculpa sonara medianamente sincera. Sospechaba que no sería así, pero los problemas de uno en uno. La voz del pelirrojo la interrumpió.
-Harry -le avisó Ron-, hay un cuervo intentando entrar.
-¡Ah! Será la respuesta de Sirius por fin -murmuró el chico acercándose a la ventana-. Más nos vale que le parezca bien porque si no...
Efectivamente era de su padrino. Sus amigos cruzaron los dedos. El moreno leyó el texto con rapidez y suspiró. Le daba permiso con una condición. Sus amigos preguntaron cuál era.
-Que esté a la altura del legado que crearon mi padre y él. Exige que haya por lo menos tres comas etílicos, una habitación en llamas, que ni un solo mueble quede reconocible y alguien debe aparecer embarazado al día siguiente. Especifica que esto último no tiene por qué ser una mujer.
-¿Cómo va a ser posible...? -empezó a preguntar Ron.
-Yo no quiero saberlo -le cortó la castaña.
-Y dice que es obligatorio hacer un concurso de beber y quien pierda... -Harry se interrumpió cuando otro papel cayó del sobre- ¡Ay va! Mione, esto es para ti.
A la castaña le extrañó que le hubiese escrito Sirius. "No es su letra..." murmuró Harry pasándole la hoja que lleva su nombre. Sabían de sobra de quién era la letra. Lo que no entendieron era por qué no le escribía directamente a ella. Dedujeron que Sirius le habría comentado lo de la fiesta a última hora mientras redactaba la carta y ella habría adjuntado una nota rápida para no perder tiempo. La chica desplegó la hoja y confirmó sus sospechas: no había ni encabezamiento.
Te conozco y sé que no habrás ordenado bien tus prioridades. Sube a mi cuarto, abre el armario de la derecha y busca un vestido corto de satén granate. Utiliza un encantamiento para ajustar el escote, porque ya te gustaría tener mis tetas, mon amour. Te parecerá que es demasiado para ti... Lo es, de eso se trata. Póntelo. En el armario de al lado hay unos botines negros de encaje, pero si no los sabes llevar, ponte algo de lo que llevéis los muggles en los pies. Ni se te ocurra decir que te lo he prestado yo, mis ancestros se revolverían en sus panteones. Y como me lo estropees, será lo último que hagas. No pongas los ojos en blanco, sabes que me adoras.
B.
P.S. Mándame foto. Y es imprescindible que ganes a Potter en cualquier concurso de beber, ¡debes mantener mi legado!
Realizó un esfuerzo notable para conservar el semblante neutro porque sus amigos la miraban sin pestañear. Fracasó estrepitosamente. Rió, suspiró aliviada, gruñó indignada y volvió a reír. Harry le dedicó una mirada suspicaz. Jamás lo hablaron, pero él sí se enteró de la relación entre su amiga y la mortífaga. Hermione se disculpó y les prometió que los veía en una hora para recibir a los invitados. Subió las escaleras y entró al cuarto de la slytherin. Se frenó nada más entrar. Demasiados recuerdos, igual no era buena idea; la última vez que estuvo ahí fue cuando Sirius y ella lloraron juntos durante horas. Sacudió la cabeza, respiró hondo y avanzó. La parte de respirar fue un error. Seguía oliendo a ámbar y jazmín, a oscuridad, a Bellatrix. Antes de acatar sus órdenes, se tumbó en la cama y releyó las líneas.
Le fascinaba lo bien que la conocía. No solo por prever que estaría sin vestuario, sino por sospechar que cualquier vestido suyo le parecería demasiado y no se atrevería a llevarlo. Por tomarle el pelo con lo de no saber llevar tacón para que su espíritu de sabelotodo la obligara a lucirlos. Por hacerla reír. Incluso por saber que la amenaza de asesinato la haría poner los ojos en blanco. Y por la envidia de su escote, eso también. Aunque lo peor casi había sido la posdata. Que la altiva Bellatrix Black la considerase la mejor candidata para mantener su legado era todo un honor; un honor extraño, pero un honor. Y todo eso viniendo de una mujer con una incapacidad diagnosticada para distinguir las emociones humanas.
-Más te vale casarte con ella, Sirius -murmuró mientras se levantaba de la cama y se dirigía al armario-, porque si no...
Fue incapaz de terminar la advertencia porque encontró el vestido. Era absolutamente espectacular, no entendía de moda, pero sin duda era alta costura. Y por supuesto algo que jamás se habría atrevido a llevar: demasiado sexy y ostentoso. La imagen mental de Bellatrix con esa prenda la arrastró a cámaras que prefería no volver a abrir. Así que sacudió la cabeza, ajustó el escote y se lo probó de inmediato.
-Madre mía... -masculló.
Era de manga larga y le llegaba hasta medio muslo. Se ceñía a su cuerpo remarcando su figura de forma provocativa pero elegante. Se acarició la cintura perdiéndose en la suavidad de la tela y en los reflejos brillantes que le devolvía el espejo. Se puso los botines indicados (practicó un rato para no tropezar con el tacón) y su figura quedó aún más realzada. No se había visto tan atractiva en la vida. Normalmente hubiese sentido vergüenza y reparos de llevar algo tan alejado de su aspecto de ratón de biblioteca, pero si su mortífaga favorita se lo ordenaba, ¿quién era ella para contradecirla? Además, Pansy se iba a morir. Y eso le hacía ilusión por más de un motivo. Se maquilló, arregló un poco el pelo y bajó con sus amigos. Harry se quedó sin palabras, Ron babeó abiertamente. Conforme llegaron el resto de los invitados, la reacción fue la misma.
Pansy había quedado en aparecer de las últimas para no llamar mucho la atención. Cuando sonó el timbre y solo faltaba ella, Hermione corrió al recibidor con una intensa mezcla de nervios y emoción. Se dio ánimos de nuevo y abrió la puerta. Casi se quedó sin palabras. La morena llevaba un vestido negro hasta las rodillas con pequeñas lentejuelas y el pelo recogido en un moño. Un look diseñado para triunfar en sus fiestas de familias de sangre pura pero no por ello menos favorecedor. Iba a comentar algo o darle un abrazo de bienvenida pero no pudo.
-Es... es... es... -empezó a balbucear Pansy- es de Giselle de Reginar, la diseñadora más cara y exclusiva del mundo. ¡Solo hace diez piezas al año, la gente de la nobleza y las altas esferas pasa toda la vida en lista de espera sin conseguir siquiera que les dé número!
A Hermione le costó entender de qué hablaba. Hasta que vio que era su vestido lo que miraba embobada. Claro que imaginaba que era un diseño a medida, pero no hasta tal punto... En la próxima carta le preguntaría a la bruja cómo lo había conseguido. Y le daría las gracias. Le daría las gracias mucho porque la expresión de Pansy no se pagaba con todo el oro de Gringotts. Cuando le preguntó mil veces de dónde lo había sacado, la castaña respondió sin mentir: "Del armario". La slytherin no pudo seguir insistiendo porque apareció Harry para darle la bienvenida. Antes de que el chico pudiera hablar, la invitada se adelantó:
-Muchas gracias por invitarme, Harry, si me permites tutearte. No sabes cuánto siento lo que sucedió, estoy profundamente avergonzada y arrepentida. Me faltó coraje, tenía miedo de que le ocurriera algo a mi familia por las presiones del Señor Oscuro y actué sin pensar fruto de los nervios y la inconsciencia. Ojalá algún día encuentres la forma de perdonarme, pero comprenderé que no seas capaz de hacerlo.
"Eh..." fue todo lo que acertó a responder el chico sorprendido (pero no tanto como Hermione). La gryffindor no daba crédito. Dedujo ilusionada que se había rebajado así para hacerla feliz y eso la emocionó. Al rato el moreno reaccionó y la perdonó sin reservas. Entonces aparecieron Ginny y Ron, que no se fiaban de la slytherin.
-¡Ginevra, qué alegría volver a verte! Estás tan guapa como siempre. ¡Oh y Ronald! Siento muchísimo lo del Profeta, menuda vergüenza, he cancelado mi suscripción. Sabía que sería mentira, Hermione creyó que sí era tuyo pero yo no dudé ni por un segundo; siempre me pareciste un chico muy atento y correcto.
"¡Oye, eso no es verdad!" protestó Hermione ofendida. Se había equivocado, ahora sabía por qué se estaba comportando así: para hacerla rabiar. Se estaba ganando a sus amigos como la serpiente sibilina que era, estaba teniendo con ellos las cortesías que no tenía con ella. Y lo había conseguido. Los dos Weasley la miraron atónitos, le dieron las gracias y la invitaron a entrar. Aceptó no sin antes dedicarle una mirada burlona a la sabelotodo. Fue así durante toda la velada: Pansy bailó con Luna de forma más cariñosa de lo que lo hicieron Harry y Ginny. Hermione, ya un poco harta, decidió pagarle con la misma moneda y le pasó a Neville los brazos por el cuello. Un minuto después, la slytherin les interrumpió de forma casual y bailó finalmente con la castaña. Solo pararon cuando comenzó el obligatorio concurso de beber. El duelo final fue entre Harry y Hermione, ambos tenían que mantener el honor de alguien a quien querían. Y por muy poco, ganó la chica. Recibió los cumplidos con una sonrisa forzada y murmuró:
-Disculpadme un momento.
Corrió al baño y vomitó un chupito tras otro. "Espero que esté orgullosa de mí..." pensó arrodillada frente al váter. Sintió que alguien le sujetaba el pelo y le frotaba la espalda. Se giró y era Pansy. Pese a lo afectuoso de la situación, se burló de la gryffindor por no saber beber.
-¡Por favor! -replicó Hermione- ¡Tú no has aguantado ni la primera ronda!
-Porque yo tengo esa cosa llamada elegancia y sobriedad -respondió con aire altivo.
En el fondo, la morena estaba profundamente admirada de la capacidad etílica de su amiga, pero jamás lo reconocería. Mientras seguía eliminando alcohol, Hermione pensó entristecida que después de verla en esas condiciones, había perdido cualquier oportunidad con Pansy. Hasta que sintió cómo la chica le acariciaba la espalda, el estómago e incluso los brazos. Sintió un hormigueo por todo el cuerpo. La morena debió notarlo y con voz embelesada murmuró:
-Tengo... tengo que decirte algo... No creí que esto me pasaría a mí, pero estoy enamorada de ti. A pesar de lo asqueroso de esta situación, deseo pasar el resto de mi vida así, acariciándote y disfrutando de lo increíble que eres. Nunca he conocido a nadie similar ni me había sentido así al estar cerca de nadie, nerviosa y asustada pero profundamente feliz. Y aunque es evidente que no será fácil... Me... me gustaría ver si funcionamos como pareja...
Hermione temblaba literalmente. Hacía mucho que no sentía una emoción similar y jamás creyó que la morena se le declararía así. Se limpió la boca con la mano y se giró hacia ella. Pansy, algo avergonzada, no se atrevió a mirarla a la cara, tenía la vista fija en su cuerpo y siguió murmurando: "Y aunque sé que lo nuestro es imposible porque estás con otra...". Hermione la iba a cortar y a aclararle que estaba totalmente disponible, pero Pansy continuó hablando. "Quedarías mejor en mí, sabría cuidarte mejor que una hija de muggles. Nunca había tocado nada tan suave y delicado..." terminó casi con lágrimas de emoción.
Efectivamente estaba enamorada. Estaba enamorada de su vestido. Hermione le hubiese lanzado un crucio ahí mismo. Pero se limitó a confirmarle que era imposible, jamás se lo prestaría. Incluso lo había envuelto en un hechizo protector antes de beber y vomitar para evitar desperfectos. Pansy hizo un puchero y se levantaron del suelo. Hermione no supo si lo había hecho para tomarle el pelo o porque lo sentía así; sospechaba que ambas. Se lavó los dientes para quitarse el mal sabor y antes de salir, decidió que de todas formas, iba a darle su regalo.
-Te he comprado algo -murmuró entregándole un envoltorio-. Es muggle, pero aún así, creo que te gustará y te sentirás identificada. Ya sabes, gente esnob y estirada que asiste a fiestas elitistas para cazar marido rico y miran a las chicas pobres por encima del hombro.
Pansy relinchó al desenvolver "Orgullo y prejuicio" pero aún así sonrió y le dio las gracias. Le emocionó que, en cierta forma, hubiese buscado un regalo a su medida. Algo nerviosa, abrió su bolso y sacó también un paquete, aunque ahora le daba un poco vergüenza entregárselo. La castaña lo abrió con emoción. Era una minifalda verde de ante muy alejada del estilo de Hermione.
-Era para que tuvieras alguna prenda digna, pero... fue antes de saber que eras la dueña de mi amor.
-¿Soy la dueña de tu amor? -se burló la castaña.
-¡Sí! ¡No! Arg... ¡No en ese sentido, eres la dueña del vestido de mis sueños, ya lo sabes! -replicó alterada.
Justo en ese momento, por uno de los encantamientos que reaccionaban al hablar de amor, una rama de muérdago floreció sobre ellas. Se miraron nerviosas. Ambas se burlaban de esas tradiciones ridículas, pero por una vez, pareció adecuado honrarlas. Acortaron distancias con palpable nerviosismo, Pansy ladeó la cabeza sutilmente, Hermione acercó sus labios. Y en ese momento, alguien llamó a la puerta. Se separaron de un salto y apareció Ginny. "¡Venid, hora del brindis!" exclamó sin duda algo achispada. La castaña maldijo internamente, pero obedecieron.
El brindis resultó emotivo por el recuerdo a los caídos en la batalla y más de uno lloró. El resto de la velada transcurrió con más calma. Pansy y Hermione charlaron alegremente con varios amigos y disfrutaron mucho de la compañía. Hasta que la morena se dio cuenta de que se le había pasado el tiempo volando:
-¡Me tengo que ir! -exclamó mirando el reloj- A mis padres no les gusta que llegue tarde. Ha sido una velada encantadora, muchas gracias por todo.
Se despidió de los anfitriones y Hermione la acompañó a la calle. Los nervios volvieron al encontrarse solas de nuevo entre el aguanieve que no terminaba de cuajar. Pansy se distrajo al escuchar el ulular de un búho en un árbol cercano y la gryffindor decidió que no quería esperar más. Así que cuando la morena murmuraba un adiós nervioso sin atreverse a mirarla, Hermione posó los labios sobre los suyos. Hubo unos segundos de acomodarse a la situación. Iba a pasarle los brazos por la cintura cuando la morena la apartó y se separó con brusquedad.
-¿¡QUÉ HACES, QUÉ TE CREES QUE HACES!? ¡Estás loca! -gritó Pansy mirándola con los ojos muy abiertos- ¡No te acerques a mí nunca más, maldita enferma!
Hasta el búho alzó el vuelo al oír los chillidos. Antes de que Hermione pudiera replicar, la morena desapareció con un "pop". La estudiante se quedó paralizada en mitad de la calle. No entendía que había pasado, creyó que la slytherin también lo deseaba, no se hubiera arriesgado de no ser así. Nunca había experimentado un rechazo similar. Era un dolor nuevo y extraño. Deseó poder llorar para desahogarse, pero no cayó ni una lágrima. Continuó petrificada en la acera varios minutos. Hasta que el aguanieve resbaló por su cuello y decidió entrar: no quería estropear el vestido. De forma inconsciente, deslizó sus dedos bajo su manga derecha y acarició la cicatriz en forma de B. Su autora tenía razón: el amor era una estupidez.
Quizá si Sirius hubiese aceptado esa máxima, no le hubiese extrañado que, al despertar, una vez más, la bruja que se revolvía entre sus brazos hubiese amanecido primero. Bellatrix siempre había dormido mucho y se levantaba tarde, pero al parecer esa costumbre se había invertido. Sería el horario o el clima sueco... Estaba entretenida jugando con su varita a incendiar las cortinas y a arreglarlas en el último minuto. Sabía que odiaba esas cursilerías (igual que él, en realidad) y que la hacían sentir muy incómoda, pero no pudo evitar girarla hacia él, besarla y susurrarle:
-Gracias, Trixie. Nunca en mi vida había dormido tan bien, ni siquiera antes de Azkaban.
La bruja asintió nerviosa, le devolvió el beso y se disculpó. Fue al cuarto de baño de su habitación y se encerró ahí. Abrió el armario de las pociones y seleccionó un tubo con un líquido de color dorado. Se sentó en el tocador y lo contempló indecisa durante varios minutos. Finalmente, entre náuseas, se lo bebió. De inmediato sintió cómo empezaba a hacer efecto. Se metió a la ducha y experimentó cómo una energía artificial pero completamente palpable la invadía. Era una sensación estupenda después de tantos días agotada por la falta de sueño. Se vistió y volvió al cuarto de su primo que seguía remoloneando. "Ven, vuelve a la cama, preciosa" la invitó Sirius. Bellatrix estaba desesperaba con los apelativos cariñosos, pero tampoco se atrevió a decírselo. Ya le estaba costando bastante controlar la energía que colapsaba su torrente sanguíneo como para ocuparse de más frentes...
-No, se acabó. Llevamos días aquí perdiendo el tiempo. Vístete y vamos a hacer algo.
Tras la orden, desapareció del cuarto. A regañadientes y solo por no separarse de ella, el moreno obedeció. Cuando estuvo presentable, bajó a la entrada. Su prima, que le esperaba impaciente, le arrojó una escoba de último modelo (ni siquiera había salido aún al mercado) y le informó de que iban a volar con Saiph.
-¿¡Estás loca!? -preguntó él- ¡Estamos a bajo cero!
-Usa un hechizo para conservar el calor -replicó ella simplemente- y mantenlo, ¿crees que tu cabecita será capaz de recordarlo?
La respuesta fue un bufido despectivo. Ejecutó el conjuro y salieron fuera. Ambos eran muy hábiles con la escoba y la bruja jamás se dejaba ganar. Aún así, no fue capaz de vencer a su hijo ni una sola vez. Era increíble lo rápido que volaba un dragoncito tan pequeño. Durante largos minutos Bellatrix detenía su escoba únicamente para contemplarlo extasiada. Sirius reconoció que nunca había disfrutado tanto volando. Por supuesto olvidó mantener el hechizo para preservar el calor. Lo recordó la mañana siguiente cuando despertó sintiendo un frío terrible por todo el cuerpo y cierta inestabilidad en su magia: el típico resfriado mágico. No era capaz ni de ejecutar los hechizos más sencillos.
Tuvo que admitirlo ante su prima cuando ella volvió de tomarse la poción vigorizante en secreto. La bruja se burló de él como procedía y después le preguntó si necesitaba que se quedara a cuidarle. Él aceptó de inmediato. A ella le pareció bastante egoísta por su parte, pero no comentó nada. Así le podía devolver el favor por los meses que la cuidó en Grimmauld Place. No le gustaba deber nada a nadie.
Bellatrix pasó el día entero a su lado intentado ayudarle sin demasiado éxito. Era evidente que entre sus aptitudes no se contaban la paciencia ni la habilidad para aliviar a los enfermos. Le cuidaba de forma extraña y torpe, pero con buena voluntad y a él le parecía absolutamente adorable.
-Esto es una poción para el resfriado mágico que está caducada, pero funcionará igual, supongo... -comentó ella examinando el frasco- No tengo ni idea de cómo se toma.
Sirius la miró extrañado. En el mundo mágico hasta los niños sabían que dicha poción se tomaba en tres ingestas cada ocho horas. Le preguntó si nunca había tenido un resfriado y ella le explicó que sí:
-Claro, pero acompañado de otros síntomas como mareos, desangramiento o dormir en el suelo de un calabozo -comentó con tranquilidad-. Así que nunca me he preocupado de tratar el frío.
Eso le hizo sentirse un poco mal por aprovecharse de su ignorancia, pero aún así, Sirius supo que no se le iba a presentar otra ocasión similar. Varias veces le explicó que necesitaba abrazarla para entrar en calor. Bellatrix accedía y se metía en la cama con él; aunque dudaba bastante que fuese verdad, no quería parecer tonta o desagradecida. De lo que estaba segura era de que achucharla, olerle el pelo y besarle el cuello no ayudaba en absoluto (dio gracias de que esos resfriados no fueran contagiosos). Pero de todas formas, se quedó quieta. "¡Por Morgana, has matado a hombres solo por rozarte el hombro! ¿Qué te está pasando?" se recriminó varias veces.
Sorprendentemente sus cuidados funcionaron, a la noche Sirius se encontraba mucho mejor. Intentó utilizar en sí mismo un hechizo congelador o algo similar para poder seguir así unos días, pero la mortífaga no dejó de vigilarlo ni un segundo e incluso le confiscó la varita. A la mañana siguiente realizó un encantamiento para comprobarlo y Sirius estaba bastante más sano que ella, así que no le quedó otra que levantarse. Salieron a volar con Saiph (ella se encargó de los hechizos de calor), luego fueron a comer, por la tarde practicaron duelo y tras la cena observaron las estrellas -mientras follaban salvajemente- en los bosques de alrededor. Fue un día perfecto, al menos para Sirius.
Eso le ayudó a olvidar otras preocupaciones. Como el hecho de que parecía que algo no iba bien con su prima. Estaba más agitada que de costumbre, de vez en cuando parecía ocultar tics nerviosos y se la veía profundamente cansada a pesar de su energía desbordante. Lucía casi tantas ojeras como en su época de mortífaga. De no ser porque dormía junto a él, hubiese jurado que llevaba días sin pegar ojo. Sabía de sobra que le pasaba algo, pero ella le aseguró que era por temas de sus negocios y no era importante. Sospechó que no era verdad, pero la bruja había dejado pasar el tema de su renuncia al alcohol y sentía que se lo debía.
Por su parte, Bellatrix intentaba reducir la cantidad de pociones vigorizantes para no hacerse adicta, pero cada vez era más difícil. Varias veces al día reunía valor para contarle a su primo la verdad, pero entonces él le comentaba lo feliz que estaba o lo que le gustaba dormir con ella y perdía el coraje acumulado. Intentó al menos pernoctar en su propia cama, igual eso ayudaba, pero tampoco funcionó. Sirius había estado un par de veces en su habitación, disfrutaba contemplándola cuando se vestía o maquillaba, pero la decoración oscura y siniestra con calaveras y serpientes por todas partes no le seducía mucho. Le contestó que mejor en su cuarto porque le encantaba y le gustaba que su cama oliera a ella. Ante semejante cursilería, Bellatrix no supo qué replicar y se resignó de nuevo.
La noche en que se cumplía una semana de su visita, el animago ya no rechazó su preocupación por Bellatrix. Tanto fue así que por primera vez no logró conciliar el sueño. Y observó cómo la morena se entretenía durante horas practicando hechizos, leyendo casi a oscuras o realizando las pocas actividades que el abrazo de su primo le permitía. Él no comentó nada ni mostró que estaba despierto. Sintió un profundo desasosiego al pensar que quizá llevaba así mucho tiempo. Igual desde que se tuvo que ir de Inglaterra o incluso desde después de Azkaban... O igual solo desde que estaba con él. No supo qué opción era peor.
Cuando amaneció, fingió despertarse, la duelista le dio un beso y se marchó a su baño. No bloqueaba la puerta con ningún hechizo porque nadie iba a entrar... Hasta que ese día Sirius irrumpió en la estancia justo cuando ella sacaba la poción del armario. Lo miró sin saber qué decir, así que habló él.
-¿¡Pero qué demonios haces!? -exclamó arrebatándole el frasco.
Recordaba perfectamente el problema que la bruja había tenido con esas pociones durante su encierro en la Mansión Lestrange. La destapó y se acercó al lavabo dispuesto a tirarla, no iba a permitir que ella también se hiciese adicta, ya valía con su casi-alcoholismo. La salud de Bellatrix le preocupaba mucho más que la suya.
-¡No, por favor! -suplicó ella intentando recuperar la poción- ¡La necesito, me quedan muy pocas!
-¿Cuanto tiempo llevas tomándolas? -preguntó él intentando mantener a raya el enfado.
-Solo cuatro días, ¡devuélvemela! -volvió a suplicar sabiendo que sacar su varita sería inútil, su primo la conocía demasiado bien.
Sirius se dio cuenta de que la situación era más grave de lo que creía. No por la poción en sí, sino porque lo normal sería que Bellatrix le hubiese atacado (sin importarle juramento alguno) y no que estuviese suplicando al borde de las lágrimas. Por suerte, en ese momento apareció Saiph. Lo hacía cuando sentía que su mamá estaba triste y siempre lograba animarla. Esa vez no fue diferente. Tras largos minutos de caricias y besuqueos, la bruja salió del baño para darle una merecida rana de chocolate. Cuando el dragoncito se la terminó, Sirius se acercó a ella y le dijo con suavidad que tenían que hablar. Ella asintió, alegrándose de afrontar el problema por fin. Le confesó que no podía dormir fuera de su cama y menos con alguien abrazándola, la hacía sentir incómoda y violenta y no había logrado descansar en toda la semana.
-¿Por qué no me lo has dicho? -preguntó Sirius desconcertado.
No tenía ningún sentido. La mortífaga amaba quejarse, protestar, hacer sentir mal a los demás... lo último que haría en una situación así sería callarse. Pero era evidente que lo había hecho. Su respuesta tampoco aclaró mucho:
-No quiero parecer desagradecida, es lo mínimo que puedo hacer para darte las gracias por salvarme de la cárcel y todo eso... Además no entiendo bien lo que quieres de mí y no sé si la amistad funciona así. Estamos bien, no quiero fastidiarlo... -explicó ella indecisa.
-No quiero que lo hagas para darme las gracias, quiero que lo hagas porque... ¿Qué más has hecho para darme las gracias, qué mas te he obligado a hacer?
Ya no sonó tan calmado. Había intentado controlar su temperamento, pero nunca se le había dado bien y esa situación le desquiciaba. No sabía si era el hecho de que Bellatrix estuviese tan rara y le hubiese mentido, que solo le considerara un amigo o que él la hubiese avocado a tomar esas pociones por no haber estado más atento a sus deseos.
-¿Qué? ¡Nada! -exclamó la morena de inmediato- ¡Lo he hecho porque quería!
-Merlín... -murmuró él que apenas la escuchaba- ¿Así empezaste con Voldemort?
"¡Por qué me recuerdas ahora eso!" exclamó ella casi llorando. Volvió a odiarse a sí misma. ¡Cómo podía ser tan estúpida! Siempre le pasaba lo mismo: era la persona más fuerte, segura y decidida hasta que sentía que alguien se preocupaba por ella. Entonces se entregaba completamente y siempre acababa saliendo herida. No entendía por qué Sirius estaba enfadado, no sabía qué había hecho, pero se sentía profundamente mal. Él se dio cuenta de que se había pasado y se arrepintió de inmediato. Le pidió perdón y la abrazó. Volvió a ser como antes de la guerra, como antes de todo, cuando él la abrazaba y ella simplemente permanecía rígida e incómoda. Como vio que eso no ayudaba, la soltó e intentó calmarse.
-Escucha, Bella, no sé muy bien como tratarte... -empezó él con dudas- Lo normal en ti es que si te molesta algo lo grites al instante y no solo no lo has hecho, sino que has puesto en peligro tu salud. Estás rara y...
-¡¿QUE YO ESTOY RARA?!
La temida Bellatrix Lestrange resurgió entonces con fuerza.
-¿¡POR LAS ESCAMAS DE SAIPH, QUE YO ESTOY RARA!? -repitió chillando- ¡Fuiste tú quien vino aquí sin explicarme en ningún momento para qué! ¡Estás nervioso e inseguro todo el rato, no me insultas como antes ni me llamas loca, sino que me dices cosas empalagosas que me niego a repetir! ¡No quieres beber conmigo como llevamos toda la vida haciendo y tampoco me cuentas por qué! ¡No sé cómo entretenerte, no quieres hacer nada, solo el vago en la cama; entiendo que el sexo está genial, pero no sé a qué viene tanto abrazo y todo eso! ¡No sé qué quieres de mí, no me lo has dicho! No me atrevía a preguntarte porque me daba miedo que estuvieras enfermo o te pasara algo. Te conozco desde que naciste y nunca te has comportado de esta manera, ¡así que no tengas el valor de decirme que YO estoy rara!
Sus emociones estaban tan alteradas que la magia oscura casi brotaba de su cuerpo. Sirius se dio cuenta de que ninguno de los dos había sido sincero. Comprendió que para cualquiera, el motivo de su comportamiento habría sido evidente, pero no para Bellatrix. Ya se lo habían advertido, tenía que haber sido más claro... Pero bueno, más valía tarde que nunca:
-No estoy raro, Bellatrix, estoy enamorado -suspiró él finalmente.
-Ah... -respondió ella calmándose lentamente pero bastante desconcertada- ¿De quién?
Sirius iba a reprocharle su falta de tacto ante una confesión tan sensible cuando vio en sus ojos que no era ninguna broma. La pregunta iba en serio. Sus nervios tomaron el control de nuevo.
-Joder, de verdad no lo sabes... La bruja más brillante de tu generación ¡y un cuerno!
-¡Eh, no me insultes! -protestó ella- Es que no entiendo qué tiene que ver eso conmigo, ¿necesitas mi ayuda o algo? No hacía falta que te acostaras conmigo, te hubiese ayudado igual...
-Eres increíble... ¿Crees que te utilizaría así? -musitó mordiéndose la lengua- Es culpa mía, no tenía que haber venido.
Salió de la habitación y prácticamente corrió escaleras abajo. Necesitaba aire, o frío, o lo que fuera. "Remus y Hermione me lo advirtieron, no es capaz de amar, no sabe lo que es. Nunca me querrá" se repetía mientras huía. "Aunque nunca ha querido a nadie ni nadie la ha querido, no sabe verlo y no es culpa suya. Se ha portado extraordinariamente bien conmigo..." argumentaba en su propia contra. No sabía qué hacer, no tenía ni idea. En cuanto alcanzó la puerta de salida se convirtió en su forma canina y corrió entre los bosques que Bellatrix le había enseñado para aclarar sus ideas. Su prima creía que había ido a visitarla solo para follar o para convencerla de que le ayudara a conquistar a otra persona. Ella nunca se había enamorado, pero para él también era la primera vez, quizá no había sabido enfocar bien la situación. Para Sirius había sido la mejor semana de su vida y al parecer para la mortífaga solo había sido raro y violento. Quizá podían hablarlo, quizá podía explicárselo y ella... Y ella nunca sería capaz de amarle, estaba tristemente seguro.
Después de lo que supuso que serían varias horas de trotar entre aquellos fascinantes bosques, volvió a su forma humana y se sentó en una roca dejando que su vista se perdiera en la lejana ciudad de Estocolmo. No oyó llegar a la mortífaga.
-Lo siento -susurró ella-. Perdóname, Sirius.
-¿Por qué? -inquirió mirándola.
-Por lo que te he hecho -respondió ella evitando su mirada.
-¿Qué me has hecho?
-Bueno... No... No lo sé... -respondió la bruja nerviosa- Pero te he hecho algo y estás triste, no quiero que estés triste.
El animago sacudió la cabeza con amargura. "No es culpa tuya, no tienes que disculparte" suspiró al rato.
-Si algo tengo claro es que cuando la gente está triste y enfadada suele ser culpa mía -replicó ella intentando sonar alegre.
Él la miró pero no contestó, simplemente negó con la cabeza. La mortífaga no se rindió, se sentó a su lado y comentó:
-No sé qué te pasa, pero te puedo ayudar. Entiendo que igual necesitas dinero ¿o una casa más grande? ¿O ella es de sangre pura y quieres que te vuelva a incluir en la familia?
Sirius la miró. Por un lado, le resultaba abominable desear su cariño y que la duelista le ofreciese dinero. Pero por otro, le emocionaba que hubiese dedicado horas a pesar qué podía necesitar y cómo podía ayudarle. Así que se esforzó por ser suave y aguantar su genio.
-No -suspiró al fin sin mirarla-. Simplemente no me querrá nunca.
Bellatrix asintió lentamente, eso lo entendía. Al parecer todo el mundo tenía a su propio Voldemort. Miraron al horizonte en silencio. La bruja, sin saber cómo animarlo pues nunca se había visto en esa situación, le cogió la mano para transmitirle que estaba ahí, que estaba a su lado aunque no pudiera ofrecerle mucho más consuelo. Decidió responder algo para mostrar que intentaba ponerse en su lugar.
-Ah, vaya... Bueno, yo no sé qué hacer con eso... -murmuró en voz baja- Yo solo he querido a Tom y él nunca me quiso.
-Eso no fue amor, fue un cobarde aprovechándose de una chica con problemas -replicó Sirius con frialdad.
Se arrepintió de inmediato y le dolió en el alma insultarla así, pero por un segundo le pareció buena estrategia: así ella se cabrearía -como mínimo- y eso facilitaría la despedida. O igual le atacaba y por el juramento morían los dos, un final poético. No se atrevió a mirarla, sabía lo que le había costado confesar eso y que solo pretendía animarle, pero no era posible. Solo quedaba esperar la violenta respuesta. Tardó en llegar y tampoco fue lo que auguraba.
-No he querido a nadie entonces -susurró avergonzada-. Ni nadie me ha querido. No sé como ayudarte... Si me dijeras algo que yo pudiera hacer...
Esa no era en absoluto la reacción que esperaba el gryffindor, lo cual aún le hizo sentirse peor. La bruja le estaba confesando esos sentimientos que tanto la avergonzaban para intentar echarle una mano. La estaba haciendo sentir mal y se repugnaba por ello. La cosa no mejoró cuando Bellatrix volvió a referirse a la persona de la que supuestamente él estaba enamorado.
-¡Pero en cualquier caso es una idiota! Aunque no tengas mucho dinero ni apellido ni nada de eso, a mí me has cuidado aun cuando nunca lo he merecido y... -como si se le ocurriera de repente- ¿Quieres que hable yo con ella? Igual puedo convencerla de...
El animago tenía ganas de llorar y de gritar con todas sus fuerzas. Era a la vez lo más bonito y lo más triste que le habían dicho jamás. Al rato no fue capaz de aguantar más. Suspiró profundamente, le apartó la mano con suavidad y se levantó. Necesitaba estar solo.
-Déjalo, te lo suplico, déjalo -susurró él alejándose con amplias zancadas.
Sin dudar, Bellatrix corrió detrás de él.
-¡Pero quiero ayudarte! Has sido muy bueno conmigo y quiero hacer algo por ti... -aseguró agarrándole del brazo para que no se fuera- ¡Ya sé! Puedes quedarte la Mansión Black, es una de las casas más caras de Inglaterra y así verá que...
"¡No quiero tu maldita limosna!" espetó él, empujándola para liberarse de ella. Consiguió que se soltara y se alejó sin mirar atrás. Entonces escuchó un golpe seco. Él tenía mucha fuerza y la slytherin estaba más débil de lo habitual tras una semana sin dormir. Así que cuando se giró, Bellatrix estaba en el suelo. El animago la miró horrorizado. Antes de poder disculparse y correr a ayudarla, sin molestarse en controlar el llanto la bruja murmuró:
-Esto querías, ¿verdad? Encontrar la forma de hacerme daño sin incumplir el juramento... Enhorabuena.
Al instante, justo cuando Sirius llegaba junto a ella y abría la boca para responder, Bellatrix desapareció.
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