Capítulo 29
A las doce de la mañana, para desesperación de Bellatrix que odiaba la inactividad tras tantos años de encierro, la situación no había variado. De hecho, había empeorado: aprovechando su inmovilización, Saiph se había acurrucado junto a su pecho y dormía profiriendo de vez en cuando gruñidos de satisfacción. No le hubiese importado en absoluto despertar a su primo, que seguía abrazándola como si fuese una muñequita, ella no era la muñeca de nadie. Además, su mal humor matutino se agravaba con las noches de insomnio. Pero jamás molestaba a su dragón cuando dormía y esa vez, tampoco. Había pasado la noche en vela dándole vueltas a la visita del animago y no había alcanzado conclusión alguna. Entendía cuando en Grimmauld Place durmió en su cama: tenía pesadillas, miedo por Harry y no quería estar solo, síntomas de Azkaban que comprendía. Pero en esas ocasiones, él jamás la abrazó, ni la agobió en forma alguna. Ahora, que ella supiera, no acechaba ningún peligro, podía dormir solo sin terrores. Pero no. Ahí estaba, agarrándola por la cintura, con la cara hundida en su melena y durmiendo como si lo fueran a prohibir.
Una hora después, cuando Bellatrix empezaba a añorar la soledad de su celda, el dragoncito abrió los ojos y se desperezó. Ella le sonrió y le acarició la tripa. Él la miró como preguntándole por qué no se comían su chocolate de media mañana y ella, con un movimiento de cabeza y expresión de hastío, le señaló al durmiente animago. Al instante la criatura decidió salvar a su mamá. Se acercó a la mano que tenía Sirius en su cintura y le propinó un certero mordisco. Se despertó con un grito al instante. La bruja aprovechó para salir de la cama de un salto, no iba a arriesgarse a otra condena. Se sentó en uno de los sofás y llamó a uno de los elfos para pedirle el desayuno. Al minuto volvió con todo tipo de alimentos que colocó en la mesita del té. La duelista se enroscó en el sofá mientras veía a Saiph devorar un coulant de chocolate. El hombre los observó sacudiendo la cabeza y tras lavarse la cara y la sangre de la mano, se sentó junto a la bruja y le dio un beso en la mejilla.
-¿Qué tal has dormido, princesa?
La mortífaga se mordió la lengua para no maldecir. "¿¡Y ahora con quién demonios habla!?", se preguntó a sí misma ante el apelativo, "¿Pensará que soy una de sus fulanas?". La habían llamado todo tipo de cosas, pero desde luego, 'princesa' no era una de ellas. ¿Por qué no la llamaba loca o pirada como siempre? Además era una pregunta trampa: si le decía la verdad, le haría daño y no quería después del viaje que había hecho para verla. Pero tampoco podía mentirle, había conseguido engañar a Voldemort pero nunca a su primo. Optó por lo fácil. Se sentó sobre él y le besó durante largos segundos para que al menos dejara de decir estupideces. Funcionó. En esa posición se dio cuenta de al parecer esa mañana el animago estaba despierto en varios sentidos. "Que se joda", pensó, "Ahora no me apetece a mí". Cuando notó que él empezaba a bajar la mano que tenía sobre su cintura, ella se separó.
-Bueno, cuéntame, ¿qué haces aquí? -preguntó la bruja alegremente.
Sirius reprimió un gruñido: por mucho que su cerebro y su corazón deseasen que su primera vez con Bellatrix fuese romántica, el resto de su cuerpo no estaba de acuerdo. Se sirvió una taza de té para serenarse y buscó la forma de responder sin exponerse demasiado:
-Te fuiste sin despedirte, te echaba de menos -contestó con sinceridad-. Puedo quedarme como un mes, supongo, es lo que le he dicho a Harry y al resto.
Ella asintió. Le preguntó entonces si iba todo bien, si había pasado algo grave en su ausencia o si le preocupaba algo. Lo formuló con sutilidad, sin atreverse a inquerir directamente: "¿Tienes una enfermedad terminal, te da miedo contagiar a Potter y por eso has venido aquí y estás tan pegajoso?". Le miró a los ojos sabiendo que él tampoco podría mentirle sin que ella lo detectara.
-No, está todo bien, como siempre. Yo estoy bien y los chicos también, pero como ellos están ocupados y yo no tengo nada que hacer, me apetecía viajar.
Algo había pasado. Pero parecía leve, no tan grave como para justificar su cambio de actitud. Decidió dejarlo por esta vez, ya lo averiguaría. En lugar de insistir, le preguntó cómo la había encontrado. Sirius le contó lo del hechizo localizador de Saiph y la visita a Narcissa para conocer los detalles de la fiesta. Le extrañó que Bellatrix le preguntara por su hermana favorita pero sin demasiado interés. Igual no la había perdonado por elegir a Draco antes que a ella después del sacrificio que había hecho por ambos. Tampoco le contó mucho, no quería preocuparla ni que se pusiera triste nada más llegar, ya le detallaría la situación más adelante.
Pasaron dos horas así, sin hacer nada y prácticamente sin hablar. Solo alguna frase mientras observaban a Saiph comer y revolotear por la habitación. Y para ninguno de los dos fue incómodo ni aburrido. De alguna forma parecía natural, cotidiano y no resultaba violento. Pero finalmente Bellatrix tuvo que levantarse para prepararse para la reunión de por la tarde: aún quedaban dos días del exclusivo congreso para familias de sangre pura. Sirius le suplicó que se quedara, que cualquier rollo de esa gente sería profundamente aburrido y soporífero.
-Tengo que ir. Es un foro abierto en el que algunos miembros cuentan sus proyectos empresariales, buscan cooperación, financiación y todo eso. Me interesa participar para beneficio de mis negocios.
Sirius supo que esas palabras escondían mucho más de lo que parecía: "¿En qué andas metida?" preguntó con el ceño fruncido. "Bueno...", empezó ella dudando de si revelar sus planes. Decidió que sí: "Llevo varios meses centrada en...". En ese punto su primo la cortó, le bastaba con saber que confiaba en él para contarle la verdad.
-No quiero saberlo. Prefiero permanecer ajeno a los negocios turbios de la mortífaga más temida durante unos días. Ya me lo contarás más adelante.
La verdad es que le daba miedo, le daba miedo que fuese algo peligroso que pusiese su vida de nuevo en peligro (Bellatrix amaba el peligro) o que le demostrarse que no había cambiado en absoluto. "Como quieras..." respondió ella encogiéndose de hombros. Aún así, no logró desviar el tema principal: Sirius seguía sin querer separarse de ella. Así que la duelista tuvo que ofrecerle algo a cambio.
-Mira, voy al foro este que termina a las siete y luego vengo a buscar a mi chica y la llevo a cenar a algún lugar bonito y romántico, ¿vale? -se burló ella- Mientras, puedes recorrer la casa, practicar en alguna sala de entrenamiento para la próxima vez que te de una paliza, salir a volar o lo que prefieras.
Tras arrojarle un cojín por referirse a él como su chica, aceptó a regañadientes. Ocultó perfectamente la ilusión que le hacía salir a cenar con ella. En ese país nadie los conocía así que podría besar a su prima ex presidiaria en público sin miradas ni comentarios de terror y repulsa; igual de envidia sí, ambos eran extraordinariamente atractivos, pero eso le molestaba un poquito menos. Al rato Bellatrix entró de nuevo en su habitación con uno de sus habituales vestidos con corsé, le dio un beso de despedida (que al final se prolongó diez minutos y dejó a Sirius de nuevo insatisfecho) y le prometió que volvería lo antes posible. Él asintió y ella se escabulló con Saiph, que la acompañaba a todas partes, antes de que cambiara de opinión.
En cuanto la dueña se marchó, el animago aprovechó para aparecerse en su hotel y recoger su equipaje. En cinco minutos había vuelto a la mansión: Bellatrix había alterado los hechizos protectores para que él sí pudiese encontrarla. Uno de los elfos domésticos apareció y se ofreció a enseñarle las principales estancias de la casa. El animago no era fan de esas criaturas, pero aún así aceptó. A pesar de que la visita duró casi dos horas, no entraron ni a la mitad de habitaciones, ni salieron al exterior. Vieron bibliotecas, salas de entrenamiento para humanos y para dragones, campos de vuelo interiores (Sirius no sabía que eso existía), salas de baile más lujosas que cualquier palacio real, piscinas cubiertas esculpidas en roca con agua natural que manaba de los lagos del exterior... Terminó casi mareado.
Su prima representaba perfectamente la ostentación y el derroche de las familias de sangre pura que siempre había detestado. Ojalá eso le hiciera quererla un poco menos... Pero no. Además era su dinero, podía gastarlo en lo que quisiera. Sabía que no solo disponía de las fortunas heredadas de los Black y los Lestrange: desde muy joven Bellatrix había invertido y desarrollado todo tipo de negocios legales e ilegales. Había multiplicado el generoso capital que le dejó su padre en muy pocos años. Era realmente admirable.
El tiempo que le quedaba hasta que volviera la bruja decidió invertirlo en escribir a Harry. No era una tarea que le atrajera especialmente pero siempre le gustaba hablar con su ahijado y el sistema de polvos flu funcionaba solo en Inglaterra, ahí no podían conversar por la chimenea. Cuando terminó de contarle que estaba todo bien, que era muy bonito y podían estar tranquilos, subió a la lechucería y eligió uno de los cuervos. No sabía si el animal recorrería toda la distancia o si el sistema postal internacional le permitiría entregarlo en la lechucería central y que una lechuza completara el resto del viaje. Pero salió volando al instante. Volvió a su habitación y decidió ducharse y vestirse para estar preparado. Cuando minutos después salió del vestidor vio que Bellatrix había vuelto. Se había tumbado en la cama para esperarle y se había quedado dormida. "¿Cómo puede tener tanto sueño si hemos dormido como doce horas?" se preguntó él. Pero parecía cansada, así que intentó no molestarla y se sentó en un sillón. Su intención era distraerse leyendo, pero simplemente se quedó mirándola dormir.
Cuando la mortífaga despertó eran las diez de la noche. Parecía algo desorientada sin tener claro dónde estaba ni qué había pasado. Miró a Sirius que le sonreía desde el sillón.
-Estabas cansada, ¿eh? -preguntó con sorna.
-Lo siento... -respondió ella avergonzada.
-No te preocupes, no tenemos que ir a ningún sitio. Podemos...
-¡No, no! -exclamó levantándose de inmediato y alisándose el vestido- Te he dicho que te llevaría a cenar y yo siempre cumplo lo que prometo. Vamos.
Salieron de casa y la bruja los apareció en la zona mágica del centro de Estocolmo. Caminaron hasta una pequeña plaza empedrada presidida por una puerta rojiza. La protegía un encantamiento escáner que no permitía entrar a cualquiera, pero por supuesto, se abrió en cuanto Bellatrix se acercó. Bajaron por una escalera de piedra hasta llegar a la entrada de un elegante restaurante cuyo elegante letrero rezaba Le Thestral Rouge. A pesar de que había un par de parejas delante de ellos, el maïtre les ignoró y les atendió de inmediato.
-¡Madame Lestrange, qué alegría verla de nuevo! -exclamó el hombre con un leve acento francés -Acompáñenme por favor, ¿desea un reservado o....?
Bellatrix le indicó que no hacía falta, le gustaba observar a la gente y que la miraran con envidia. Sirius se extrañó de que respondiera al nombre de su exmarido pero no dijo nada. El encargado empezó a guiarles por el local. Estaba ambientando en los cabarets de la Francia bohemia de principios de siglo con colores granates y burdeos. En cada una de las mesas vestidas de forma exquisita lucían pequeñas lámparas de cristal de Murano. Los asientos eran de felpa, tipo sofá y había bastante separación entre las mesas para favorecer la privacidad. Los pocos elegidos que habían conseguido turno tenían pinta de disponer de caudal suficiente como para comprar Gringgots. Cuando el maïtre les ofreció el mejor sitio del local y Bellatrix mostró su aquiescencia, se sentaron.
-¿Por qué usas el apellido Lestrange? -preguntó el animago acomodándose.
-Este era de los pocos sitios en Estocolmo donde me conocían. Vine alguna vez con Rodolphus también durante la Fiesta de la Ascedencia y a él le apreciaban mucho porque el fundador de este restaurante fue un Lestrange. Así que nunca pagábamos y a pesar de que hay que reservar con dos años, jamás nos hizo falta. No les he comunicado la mala noticia de su fallecimiento -comentó ella con sorna-. Y después de casi dos décadas de matrimonio, lo menos que puede hacer Rod es seguir pagándome las cenas desde la tumba.
Sirius asintió a pesar de la poca ilusión que le hacía la idea de que Bellatrix le hubiese llevado al mismo sitio donde tenía citas con su marido. Lo que sí que le tranquilizó fue la idea de no pagar: mirando los precios no estaba nada seguro de poder permitirse aquello. Desde que su futuro se vislumbraba largo y vacío, por primera vez, se estaba preocupando por administrar bien lo que le quedaba de la herencia de su tío.
-Tampoco os llevabais tan mal, ¿no? -comentó sin levantar la vista de la carta- Si veníais a cenar juntos y todo...
Bellatrix le miró entrecerrando ligeramente los ojos sin entender por qué su tono había cambiado. Aún así, contestó:
-Sí, veníamos a cenar juntos. En las mesas más distantes del local, con la persona a la que nos estuviéramos tirando en ese momento. Veníamos y nos íbamos cada uno por nuestro lado. Hubiese tenido más sentido buscarme otro restaurante... pero en ningún otro sitio de Suecia cocinan así.
Eso le pareció mejor al animago. Si bien le daba envidia que hubiera habido otros u otras, no podía ser hipócrita: él era el primero con una lista de amantes que no podría gestionar ni el sombrero seleccionador. Así que decidió quedarse con la buena noticia de que nunca había estado con el gilipollas de su marido. Aprovecharon la ocasión y ya que pagaba el difunto Rodolphus, ninguno se cortó en pedir las opciones más caras. Cuando ya no tuvo la carta para esconderse detrás, el valiente y arrogante mago se sintió profundamente nervioso. Se dio cuenta de que era la primera vez en su vida que tenía una cita de esas características y le dio miedo que saliera mal o resultase incómodo. Y lo peor era que Bellatrix parecía tan tranquila y segura de sí misma como siempre. Acaso se debía a que el concepto de la cena no era el mismo para ambos, pero ninguno lo pensó.
-¿Y qué me he perdido en estos meses, ha pasado algo interesante? -preguntó ella mientras mullía un cojín del sofá para acomodar a Saiph.
El gryffindor le contó los acontecimientos más relevantes desde el nombramiento de Shacklebolt como Primer Ministro. Así que terminó rápido. Salvo que le habían exonerado de los cargos y los trabajos de los chicos, no había cambiado nada. Ni leyes nuevas, ni proyectos. Le relató también la destrucción de Azkaban y solo a ella se atrevió a confesarle que el Ministerio se lo merecía por no haber cumplido la promesa de cerrarla. Por supuesto la mortífaga estuvo de acuerdo. Cuando le preguntó qué había estado haciendo él, Sirius le dio una respuesta vaga e imprecisa. Pretendía evitar por todos los medios revelar que había pasado cuatro meses amparado en el alcohol para superar su pérdida y otros tantos recuperándose. Se dio cuenta del fallo del plan cuando el camarero les trajo la botella de vino favorita de Bellatrix. Lupin le había advertido que un solo trago echaría a perder toda la rehabilitación.
-¿Por qué brindamos? -preguntó la bruja levantando su copa alegremente.
-Por la familia más noble y antigua de Inglaterra -proclamó él entre burlón y solemne.
-Te fuiste de esa familia a los dieciséis, idiota.
-Me fui el mismo año en que tú aceptaste casarte con Lestrange. Ninguno de los dos tomamos grandes decisiones...
"Touché" rió la bruja entrechocando las copas. El animago decidió emular el sistema de Hermione y se llevó la copa a los labios sin sorber. Funcionó, pero Bellatrix le conocía y estaba seguro de que no podría engañarla durante toda la cena.
Le preguntó qué había hecho ella durante esos meses. La slytherin le contó que había viajado por Europa para enseñarle a Saiph sus ciudades favoritas. Decidieron más tarde asentarse en Suecia en honor a la raza del animal, pero no estaban seguros de si se quedarían ahí o volverían a mudarse. Como le encantaba oírla hablar y distraerla del asunto del vino, optó por profundizar en su tema favorito: los progresos de su hijo. Al instante los ojos de la morena brillaron y le transmitió todas sus hazañas. Saiph se alimentaba de su magia y por tanto, podía elegir a qué ritmo crecer físicamente. El dragoncito prefería quedarse en tamaño de bolsillo durante el mayor tiempo posible, no quería renunciar tan pronto a dormir juntos y a viajar sobre su hombro. Sin embargo, sus capacidades sí que crecían exponencialmente: volaba todas las mañanas durante cuatro o cinco horas mientras Bellatrix le acompañaba con su escoba, lanzaba llamaradas sin necesidad de consumir la magia de su dueña y además, pese a su tamaño, era un cazador sobresaliente.
"Ha salido a su madre..." comentó Sirius mientras esperaba a que su compañera se despistara para vaciar la copa. Pero el deseo de toda su vida se convirtió en su condena: Bellatrix no le quitó el ojo de encima en toda la velada. Lo positivo fue que en ningún momento hubo silencios incómodos ni conversaciones forzadas. No era ya que parecieran hermanos, es que eran casi la misma persona de sexo opuesto: sus opiniones y la forma de expresarlas, la manía de redistribuir la comida por el plato antes de engullir e incluso la forma en que los mechones oscuros les caían elegantemente por el rostro resultaba idéntica. De eso se estaba dando cuenta el merodeador cuando una amable sentencia hizo tambalear su recién adquirida serenidad.
-Si no te gusta el vino podemos pedir el que quieras.
Sí que tenían que pedir otra botella porque la bruja no había precisado ayuda alguna para bebérsela entera. De todas maneras intentó disculparse
-No, no, está muy bueno. Es que estoy intentando beber menos.
Su compañera le miró como si le hubiese salido una cabeza de hipogrifo. En épocas de necesidad había visto beber a Sirius hasta frascos de perfume.
-Me tomas el pelo, ¿verdad?
-No... Es que me he dado cuenta de que bebía demasiado y no me gusta depender de nada, ni siquiera del alcohol.
-El alcohol es lo único que hace soportable la vida -le recordó ella sin eliminar la desconfianza de su voz.
-Bueno, ahora te tengo a ti para eso -respondió él con tranquilidad.
Bellatrix abrió los ojos aún más sorprendida y se quedó mirándolo durante varios segundos sin saber qué decir. El animago iba a añadir algo cuando su prima se echó a reír. Se rió mucho. Mucho. Varias personas de otras mesas les miraron pero a ella no le importó en absoluto. Cuando por fin se tranquilizó, comentó aún secándose las lágrimas: "Eres idiota, Siri, pero por lo menos me haces reír. Eso me gusta". Seguidamente se bebió de un trago la copa de su acompañante y llamó al camarero para pedir otra botella. Sirius no supo qué decir. Sabía que era probable que se lo tomara a broma, pero no creyó que hasta tal punto.
Después de ese malentendido que él procuró apartar de su mente, la cena continuó sin incidentes. Cuando terminó el postre tuvo que reconocer que era el mejor restaurante en el que había comido, al menos desde que se fue de casa hacía dos décadas. Efectivamente no tuvieron que pagar: "Sería una vergüenza aceptar su dinero, Madame Lestrange", informó el encargado. No solo eso, sino que además les dieron las gracias enormemente por su visita y les ofrecieron a la salida un carruaje de thestrals para dar una vuelta por el centro de la ciudad. Como Sirius no la conocía y la mortífaga amaba a esas criaturas, aceptaron. Antes de montarse, Bellatrix acarició a los mortíferos animales hasta que Saiph se puso celoso y emergió de su capa reclamando atención.
En seguida empezó el recorrido. Sirius tuvo que reconocer que la visita nocturna de Estocolmo era maravillosa, más aún con las luces y decoración de Navidad. Lo hubiese comentado con su compañera de no ser porque prácticamente se durmió en cuanto se sentó en los cómodos asientos. El traqueteo del carruaje le resultaba tranquilizador y su noche sin dormir seguía pasándole factura. El animago dividió su atención entre los señoriales edificios suecos y la bruja dormida con la cabeza apoyada en su hombro. Tuvo claro cuál de las dos imágenes prefería. Cuando una hora después los thestrals alcanzaron los bosques al pie de la montaña de Bellatrix, el transporte se detuvo y al instante ella se despertó. Maldijo otra vez por haberse vuelto a dormir.
-Estás adorable cuando duermes -se burló él.
-¡No es verdad! ¡Yo no estoy adorable, nunca! -protestó ella con rabia.
Seguía estando adorable. La duelista se despidió de las siniestras criaturas y agarró a su primo para aparecerse en la cima. Sirius tenía que reconocer que el método de aparición de los mortífagos era más cómodo: no se mareaba tanto y la sensación de la magia oscura recorriendo su cuerpo resultaba una invitación tentadora. Entraron al recibidor, uno de los elfos los saludó y al instante Saiph salió volando dispuesto a jugar a su juego favorito: abrasar elfos. Cuando alcanzaron el segundo piso, el animago pensó que había sido una noche casi perfecta y que realmente su prima se había esforzado por complacerle. Así que decidió darle las gracias:
-Oye, Bella, lo he pasado muy bien y quería decirte que...
-Ya, ya -le cortó ella con aburrimiento-. Ya hemos tenido tu cita romántica y toda esa tontería, ¿me vas a follar ya o...?
No le dio tiempo a terminar. Sirius estampó su boca contra la suya y la levantó por la cintura. La bruja enroscó las piernas en sus caderas, se agarró a su cuello y respondió al beso. Sin separar sus bocas, la llevó a su dormitorio y la colocó en la cama debajo de él. Bellatrix desabrochó el primer botón de su camisa y hasta ahí llegó su paciencia. Arrancó el resto de un tirón con gran habilidad y le empezó a quitar el cinturón. El animago la ayudó y enseguida los pantalones se reunieron en el suelo con su camisa. Incorporó ligeramente a la duelista que se desabrochó el corsé y él le sacó el vestido sin muchos problemas. Con más calma, la morena se quitó el sujetador y soltó una carcajada al ver la expresión absorta de su primo.
Sirius abandonó su boca y le besó el cuello y las clavículas hasta llegar a su generoso pecho. Chupó, mordió y pellizcó uno mientras masajeaba el otro con una mano. "¡Joder, esto sí!" pensó el animago. La mortífaga gimió suavemente pero se cansó pronto de la inactividad. Se incorporó y se deshizo de lo que les quedaba de ropa interior.
-Mm, Siri -murmuró ella palpando su notable erección- No estás nada mal...
Él volvió a reclamar su boca y le mordió suavemente el labio inferior. Deslizó una mano a la entrepierna de la morena y comprobó que no estaba tan preparada como él. Empezó a frotarle el clítoris con dos dedos mientras le besaba el cuello. Bellatrix, cansada de tanto besuqueo, le ordenó que le mordiera. Él obedeció y siguió recorriendo su cuello y hombros con los dientes. Enseguida notó que la humedad en la mano que tenía explorando aumentaba. La duelista juzgó que ya era suficiente. En un tono entre seductor y exigente susurró en su oído:
-Métemela de una vez.
La palpitante necesidad de Sirius obedeció al instante y la penetró sin dudar. La bruja se revolvió nerviosa con los ojos cerrados mientras se adaptaba a la intrusión, pero duró pocos segundos. Era increíble que pudiese ser tan dominante y salvaje sin dejar de ser la mujer más femenina que él había conocido. La bruja gruñó apreciativamente y le arañó la espalda sin delicadeza alguna. El animago gruñó de placer mientras adoptaba un ritmo rápido acoplándose a ella. Era mil veces mejor que cualquier otra mujer con la que hubiese estado: no solo el desbordante placer físico, había una dimensión completamente nueva en aquella experiencia. "Más rápido", indicó la bruja de vez en cuanto, "Más fuerte" exigió también. Sirius obedeció mientras seguía besándola y sintiendo la sangre que las uñas de la bruja liberaban en su espalda. Ambos gimieron con profundidad.
"Justo ahí, Siri" gimió la slytherin. Eso bastó para que, pese a su contención y al gran control de su cuerpo que tenía, el animago sintiera que no aguantaba más. Pero quería hacerlo a la vez que su amante y por la forma en que ella se frotaba y gruñía sentía que aún le faltaba un poco. Se odió a si mismo por recurrir a las imágenes de Snape en el momento más excitante de su vida, pero era la única forma de prolongarlo unos segundos más. Bajó una mano y empezó a frotarle el clítoris con habilidad. Tuvo incluso que pensar en otras mujeres con las que había estado: la idea de cualquier chica que no fuese su Trixie le repugnaba tanto que ayudaba a retrasar el orgasmo. Poco después, ella le avisó de que se iba a correr. Para él, eso hizo el resto. Sirius eyaculó dentro de su prima y notó como los fluidos calientes de ella se mezclaban con los suyos. Tras medio minuto de jadeos, se separaron por fin.
El gryffindor tuvo claro que era el mejor sexo que había tenido en su vida. No sabía si se debía a la depurada técnica de ambos, a que sus cuerpos parecían fluir al unísono (quizá por compartir genes) o a que por primera vez, lo había hecho estando profundamente enamorado. No supo cómo había sobrevivido toda su vida sin tener sexo con su prima. Se giró hacia ella y vio que tenía los ojos cerrados y la cara tapada por sus rizos oscuros. Por primera vez en esa situación, se sintió inseguro. ¿Y si a ella no le había gustado o se arrepentía? Sirius era un gran amante y sabía sin duda que se había corrido, pero eso era una reacción natural del cuerpo, no algo que se pudiese controlar. Recordó el primer beso tras la guerra que para él fue como beber un litro de felix felicis pero ella solo consintió incómoda. Se odió por tener que preguntar como un adolescente novato pero necesitaba estar seguro.
-Ha... ha estado bien, ¿no? -preguntó sonando más nervioso de lo que le gustaría.
La bruja abrió los ojos, se apartó el pelo de la cara y le miró extrañada. Normalmente se hubiera burlado por semejante pregunta, pero su compañero parecía nervioso y le notaba raro, así que tuvo piedad:
-Claro que sí, Siri -respondió con una sonrisa.
Adoraba sus sonrisas, casi incluso más que su cuerpo. Así que como respuesta, se incorporó, le abrió las piernas sin obtener resistencia y se acomodó entre ellas.
-Creo que podemos mejorarlo -murmuró él hundiendo la cabeza en su sexo.
Estaba completamente suave y depilado y empezó a lamer al instante. La mortífaga no respondió, cerró fuertemente los ojos y se concentró en la sensación de la hábil lengua sobre ella. Cuando Sirius pasó a succionar el clítoris, hundió ambas manos en el cabello del animago, empujándolo con fuerza para que trabajara más rápido y con más intensidad. A muchos hombres había que indicarles la intensidad y el ritmo requeridos en esa práctica, pero su primo era notablemente experto. Así que Bellatrix se dejó hacer mientras gemía suavemente. Él, que no necesitaba ninguna motivación extra, siguió chupando con avidez.
-Joder, Bella -murmuró sin apenas separarse-. Eres mi nuevo sabor favorito.
Ella profirió un gruñido de protesta. Le encantaban los cumplidos, pero no en ese caso que implicaban falta de contacto. Volvió a empujar su cabeza con fuerza arañándole la nuca. El camufló una sonrisa ante tanta necesidad y continuó succionando su parte más sensible mientras le acariciaba los muslos. Con aquellas atenciones, a la morena le bastaron pocos minutos para volver a correrse. Sirius no se retiró sino que lamió sus fluidos por completo. Después, volvió a tumbarse junto a ella y la besó. Tras comerse la boca durante un rato y parar otro tanto para recuperar el aliento, la bruja comentó entre jadeos:
-Joder, Siri, menos mal que no te maté...
-Tomaré eso como un cumplido -respondió él poniendo los ojos en blanco.
"Claro que lo es" aseguró ella mordisqueándole el cuello. Siguió hasta llegar a su pecho y el animago gimió complacido. "Esto me pone mucho" murmuró ella recorriendo sus tatuajes con la lengua (excepto el de Saiph, eso hubiera sido raro). Él tomó nota mental de tatuarse el cuerpo entero al día siguiente. Cuando la bruja bajó a su cintura sin cerrar la boca, él le impidió seguir descendiendo y la atrajo hacía sí. Ella le miró confundida. "¿No quieres que yo te...?" preguntó Bellatrix. "No" la interrumpió él "Quiero que esta noche sea todo para ti". Al instante Sirius fue consciente de que eso era probablemente lo más cursi que había dicho en su vida. Pero le dio igual, era verdad. Ella le miró desconcertada. El sexo no funcionaba así, siempre era un favor por otro. Además, ella también era muy docta en ese campo, quería lucirse... A Sirius debía pasarle algo, actuaba de forma muy extraña. Sin embargo, pese a su negativa, era evidente que su cuerpo había vuelto a despertar al oírla gemir y correrse y suplicaba atención. Bellatrix se sentó junto a él y comenzó a acariciarle de forma suave y casi imperceptible. Solo que era terriblemente perceptible para alguien tan altamente excitado y necesitado como Sirius.
-Pues algo habrá que hacer... -comentó ella con inocencia- Porque estás tan duro como al principio... Parece que me necesitas...
La falsa dulzura de su voz unida al roce de las yemas de sus dedos y a que no había estado tan cachondo en su vida, le hicieron suplicar de forma casi patética. "Por favor... Bella, por favor" gimió. De nuevo, en circunstancias normales, la bruja torturaría a su amante durante horas hasta permitirle tocarla (eso si se lo permitía), pero su primo parecía tan indefenso y apetecible... Había algo en él distinto a todos los demás, había algo que... Sin pensarlo mucho, se sentó sobre él empalándose a sí misma y comenzó a moverse rítmicamente.
-¡Sí, Bella! ¡Sí, así, así! -gruñó él con pasión- ¡Móntame, Bella!
Recibió una dolorosa bofetada -a la mortífaga nadie le daba órdenes- pero eso aún le excitó más. Aunque no tanto como la visión de los enormes pechos de la bruja bamboleándose con cada embestida. Se incorporó con esfuerzo y se metió uno en la boca. Chupó y lamió hasta que notó que esa distracción hacía perder el ritmo a la slytherin. Volvió a tumbarse y la sujetó por las caderas para moverla con fuerza. Como esa brusquedad y la idea de Sirius utilizándola así la excitaba profundamente, transigió con la pérdida de control. Aprovechando que gracias a su desarrollado sentido del equilibrio tenía libres las manos, la morena empezó a estrujarse los pechos con fuerza, como a ella le gustaba. Esa imagen le bastó a Sirius que volvió a estallar dentro de ella. Pero a pesar del éxtasis y la pérdida de energía, siguió friccionando hasta que Bellatrix se corrió también. Hubo varios minutos de casi mareo.
-Imagínate -susurró la bruja con voz entrecortada- lo divertidas que hubiesen sido las fiestas de los Black de haber sabido esto.
Él no pudo evitar reírse.
-Nos castigaron un mes por beber whisky -recordó el mago- si llegan a pillarnos...
-¿Como que pillarnos? Me refiero a follar sobre la mesa del comedor cuando tu madre empezaba a soltar un discurso sobre la importancia de la disciplina y la severidad en los jóvenes.
Sirius sacudió la cabeza ante la perversión de su prima y comentó:
-Seguramente nos hubiesen aplaudido por estar tan mentalizados en la preservación de la sangre.
La bruja rió también y le indicó a su somnoliento compañero que se durmiera mientras ella se daba una ducha. Él asintió vagamente, le dio un último beso y cerró los ojos. Bellatrix rezó porque su estrategia funcionara: su pretensión era que se durmiera rápido y la dejara a ella dormir en su lado de la cama sin abrazos constrictores. Ya había pasado una noche en vela, no necesitaba otra. Sonrió satisfecha cuando salió del baño adjunto y escuchó la suave y pausada respiración de su primo. Se metió en su lado con sigilo y dio gracias por poder dormir. Hasta que dos minutos después, sin abrir los ojos, Sirius la atrajo hacia su cuerpo y la abrazó. La mortífaga maldijo internamente y se preguntó por qué aguantaba aquello. Pero aguantó y veló el sueño de su compañero durante toda la noche.
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