Capítulo 26
Cuando Sirius y Remus entraron al castillo muchas de las familias ya se habían marchado. Algunos profesores y alumnos seguían juntos, intentando darse fuerzas y alegrarse por la victoria aunque fuese difícil entre tantas pérdidas. Mientras buscaban al trío dorado, Bill se acercó a ellos y se despidió para marcharse con Fleur y contarle en persona cómo había ido todo. En ese momento, Seamus Finnigan le dio una palmada en el hombro al pelirrojo y le dio la enhorabuena.
-¿Por qué? -preguntó Bill extrañado ya que apenas conocía a aquel chico.
-Porque si tu mujer es en la cama la mitad de buena que en el campo de batalla, eres el tío con más suerte del mundo.
El Weasley enrojeció, agachó la cabeza y se marchó lo más deprisa posible. Sirius intentó ocultar la sonrisa irónica para que su compañero merodeador no volviese a darle la brasa. Minutos después, localizaron a los tres chicos hablando con la directora en una esquina del Gran Comedor. Le estaban contando sus aventuras en la caza de horrocruxes y la mujer les escuchaba horrorizada al darse cuenta de la magnitud del encargo que Dumbledore les encomendó. Lupin se aseguró de que estaban todos bien y anunció que volvía a casa con su mujer y su hijo. Sirius se sentó junto a Harry y le felicitó con inmenso orgullo. El chico sonrió y le quitó importancia:
-No habría sido posible sin vosotros. Ni sin... ¿dónde está?
-La he mandado a casa para no tener problemas -explicó su padrino.
Todos asintieron. McGonagall tomó la palabra con resignación:
-Black, dile a tu prima que me mande vuestras fotos. Y otra de su dragón, ese pequeño monstruo me ha salvado la vida abrasando a un gigante. Os haré el homenaje en el Aula de Detención que lleváis pidiéndome desde que con trece años destrozasteis el Gran Comedor -suspiró ella con cansancio.
Sirius se alegró de haber logrado por fin el reconocimiento largo tiempo merecido. Aún así, decidió defenderse de la puya: "Fue Bella la primera que se subió a la mesa sin tener en cuenta que el resto del colegio desayunaba pacíficamente".
-No fue ella quien alcanzo al profesor Flitwick con un hechizo que le hizo escupir babosas durante horas -recordó la mujer con gravedad.
-¡Por que no creí que a Bella le diera tiempo a agacharse!
McGonagall sacudió la cabeza como llevaba haciendo con esa pareja desde que entraron en Hogwarts. Ron preguntó con interés cómo era posible que dos alumnos hubiesen destrozado el Gran Comedor. La profesora procedió a explicárselo.
-Mis dos estudiantes más desequilibrados iniciaron una batalla subidos a sus respectivas mesas entre gritos de "traidor de sangre" y "ridícula fanática". Una discusión cotidiana, a nadie nos extrañó. Antes de que pudiéramos detenerlos, cuando su prima estaba apunto de derrotarle...
-¡Eh! -protestó Sirius.
-Cuando su prima estaba apunto de derrotarle -repitió la directora ignorándolo-, sus tres conflictivos amigos alzaron sus varitas para defenderle. Y al momento, el séquito de Bellatrix se levantó también para proteger a su reina. Enseguida el asunto escaló a una contienda entre las dos casas.
"¡Madre mía!" exclamó Hermione horrorizada. Sus dos amigos, que adoraban las historias de los merodeadores, escuchaban embelesados mientras Sirius sonreía recordando aquel episodio. La escocesa siguió el relato con su tono autoritario y sereno.
-Lo mejor fue que a ambos Black les dio rabia que las otras dos casas no tomaran parte en su guerra. Así que su querido padrino, señor Potter, en un despliegue de magia que jamás tuvo el detalle de mostrar en clase, desvaneció las sillas de toda la mesa de Hufflepuff haciendo que los alumnos cayeran al suelo. Mientras, Bellatrix, con un hechizo locomotor, logró que los alimentos que había sobre la mesa de Ravenclaw atacaran a los alumnos. Huelga decir que ambos grupos entraron también en la batalla. El evento pasó a ser recordado como "El Motín del Gran Comedor" -comentó la bruja sacudiendo la cabeza-. Es la única ocasión en la historia de Hogwarts en que las cuatro casas han perdido todos los puntos.
-Oh, pero Slughorn enseguida rompió el empate otorgándole cincuenta puntos a la causante de todo por "las habilidades de duelo más sorprendentes que un alumno ha desplegado jamás" -apuntó Sirius con desprecio ante el favoritismo.
Los gryffindor fruncieron el ceño ante la injusticia. Harry le preguntó a McGonagall por qué no le reprobó la conducta a Slughorn. La bruja murmuró entre dientes: "Porque tenía razón. Bellatrix estaba en segundo y desarmó e inmovilizó a más de una decena de alumnos de séptimo". El animago, pese a la envidia, no pudo evitar sentir orgullo por su prima. Hermione preguntó qué había hecho Dumbledore. Con el mismo tono amargo, la directora comentó: "Albus se limitó a mirar con interés y a vaticinar que si alguno de los dos Black se unía al bando del Señor Oscuro, lo íbamos a tener bastante complicado". A nadie le extrañó que el exdirector hubiese disfrutando del espectáculo mientras dejaba que el resto de profesores solucionaran el problema. Ron se interesó por qué casa había resultado vencedora. Antes de que Sirius pudiera replicar que no estuvo claro pero que evidentemente Gryffindor, la mujer se le adelantó:
-Ambos cabecillas ganaron un año entero de castigo, una carta de mi puño y letra para sus padres y algunos viajes al Bosque Prohibido que tuvimos que suspender porque se hacían amigos de los centauros y nos dio miedo las posibilidades que aquello les abría.
-¡Ah, sí, lo de las cartas también fue muy justo! -rememoró el animago con sorna- Mi madre me castigó sin ir de vacaciones y dejándome en el colegio en Navidad. Y mi tío le envió a su hija favorita una túnica con un dragón bordado diseñada para ella por mostrar "un increíble uso de la magia y defender los valores de la casa Black".
"Tampoco bastó eso para que dejara de ceder a sus provocaciones..." murmuró McGonagall dejando caer sutilmente que habían protagonizado duelos bastante peores que aquel. Harry le preguntó discretamente a su padrino si podría pasarle los recuerdos para verlos en el pensadero. Sirius le guiñó un ojo y asintió. La directora levantó las manos en un gesto de derrota, les dio las buenas noches y se alejó para interesarse por los heridos.
-¿Podemos volver a casa? -preguntó Hermione con agotamiento.
El animago aceptó de inmediato y se despidieron del resto de profesores y amigos. Dejaron a Ron en la Madriguera y los otros tres se aparecieron en Grimmauld Place. Aunque ya era tarde, quedaron para cenar y beber juntos; pese a todo, debían celebrar la victoria. Harry podía por fin tener una vida normal y Hermione recuperaría a sus padres. Y Sirius... Sirius no tenía nada claro. La chica le suplicó que Bellatrix cenara con ellos y él le prometió que la arrastraría escalaras abajo si hacía falta. Después de ducharse y cambiarse de ropa, subió al cuarto piso dispuesto a cumplir su promesa. Llamó pero no hubo respuesta. Decidió entrar.
La slytherin no estaba en su cuarto. Sirius se encogió de hombros y pensó que estaría en la biblioteca o en el comedor. Ya estaba cerrando la puerta cuando le pareció ver algo sobre la cama que no estaba cuando se despertó ahí esa mañana. De inmediato, sin tener claro por qué, tuvo un mal presentimiento. Se acercó y vio que se trataba de un sobre con el sello de los Black. Vio que ponía su nombre en la elegante caligrafía de su prima. La serenidad que había mantenido durante la batalla se convirtió en un pronunciado temblor. Desgarró el sobre y leyó con rapidez:
Querido Siri:
Siento irme así, pero odio las despedidas y no tiene sentido retrasarlo. Estos meses con vosotros han sido... raros, supongo. Pero aún así ha estado bien volver a tener una familia disfuncional. Juré que me iría y me voy; me voy lejos, prometido. Nadie me volverá a ver y no te culparán por dejar libre a la mortífaga más temida. Podéis decir que estoy muerta o lo que consideréis más oportuno para calmar a la gente.
Gracias por cuidarme, defenderme y protegerme cuando nadie lo hizo y aunque jamás lo haya merecido. Gracias, en definitiva, por hacer lo que siempre me jacté de no necesitar: salvarme. No voy a permitir que cometas un error que lamentarías toda tu vida solo por la excitación que provoca la guerra y por echar un polvo (que hubiera sido glorioso, no te lo niego, pero solo eso). Siempre nos quedará el recuerdo de cuando casi follamos en la cámara de los Lestrange.
Espero que encuentres la felicidad que mereces con una mujer -u hombre-lobo, no te cierres puertas, insisto- que tenga todas las cualidades de las que yo siempre careceré (aunque esté mucho menos buena/o). Vigila a nuestros críos, te necesitan, no dejes que se desperdicien todas las horas que he dedicado a entrenarlos. Sé que no significa mucho viniendo de un monstruo como yo, pero siempre serás mi idiota traidor favorito.
Con locura y con pasión,
Trixie.
P.S. Te dejo mi libro para que aunque algún día me olvides, siempre tengas al conejito irlandés asesino.
Junto a la carta estaba el antiguo volumen de cuentos fantásticos que tanto le gustaba a la slytherin. Lo abrió por la primera página y vio que había una dedicatoria: "Recuerda siempre que pa' fantástica yo. Bella". La sonrisa amarga que esa frase le provocó se mezcló con su llanto y se convirtió en una especie de tos. No fue capaz de contabilizar cuántas veces releyó aquellas frases ni cuántos minutos pasó llorando. Se vio obligado a interrumpirse cuando alguien llamó a la puerta. Se secó las lágrimas en un gesto poco significativo, ya que sus ojos estaban profundamente hinchados y su rostro reflejaba la más profunda de las tristezas. Entró Hermione con una expresión muy similar a la suya.
-Se ha ido para siempre, ¿verdad?
El animago asintió con dolor eligiendo no mirarla. Oírlo en voz alta lo hacía más real. La chica se sentó junto a él y pasaron unos minutos en silencio. Al rato se dio cuenta de que la castaña llevaba un cuaderno entre los brazos. Le preguntó qué era por romper el asfixiante silencio:
-Todos sus hechizos. Todos los que inventó y nunca nos quiso contar cómo se hacían. Con todo tipo de detalles y explicaciones, pero...
Sirius asintió entendiendo el final: "pero no son ella". La sabelotodo apoyó la cabeza en el hombro del animago y él le pasó un brazo por la espalda intentando reconfortarla. Igual hubiese sido mejor deprimirse en una habitación donde no oliese a Bellatrix por todas partes, pero les fue imposible moverse. Rememoraron la primera noche que subieron a verla y se negaba a comer, cómo le brillaban los ojos cuando conoció a Saiph, las partidas de ajedrez que el dragoncito boicoteó... El animago también pensó en las noches en que los carruseles de pesadillas le impidieron conciliar el sueño y su prima le había permitido dormir en su cama; pero no lo compartió, necesitaba quedárselo para él. Intentaron recordar también todos sus crímenes, para equilibrar la balanza, pero por algo ya no representaban para ellos el peso que deberían tener. La mujer que torturó a los Longbottom, mató a decenas de personas y participó en el asesinato de Dumbledore no era la alegre chiflada que había vivido con ellos y mejoró sus vidas en más de un aspecto. Solo que sí lo era.
Tampoco pudo calcular el tiempo que pasó hasta que apareció su ahijado, que en cuanto los vio, comprendió la situación. Él no le había cogido tanto cariño a Bellatrix y por tanto no era tan permisivo con sus crímenes, pero también había recibido un extraño regalo. Una colección de cromos de ranas de chocolate habían aparecido en su cama con diversos arañazos/autógrafos de Saiph. A diferencia de los otros dos, a él Bellatrix solo le había escrito una frase amenazante: "Más te vale cuidar a tu tercer Black favorito". Aún así, él decidió que se tomaría el encargo en serio. Hasta a Kreacher le había dejado la bruja uno de sus jerséis; el viejo elfo lloró más que Sirius.
Cuando bajaron a cenar la comida estaba fría y prácticamente nadie probó bocado. El último Black de Inglaterra tuvo las peores pesadillas que había tenido nunca, por supuesto todas ambientadas en Azkaban. No veía la hora en que el Ministerio cumpliera la promesa de Shacklebolt y lo destruyeran, igual así desaparecían... Durante la siguiente semana el mundo mágico empezó a recuperarse. Nombraron al citado auror como Ministro de Magia y McGonagall inició las reparaciones de Hogwarts. El trío dorado con ayuda de Sirius tuvo que relatar varias veces ante diferentes organismos secretos la historia de los horrocruxes para dejar constancia de aquella aberración y poder evitarla en el futuro. Muchos preguntaron por Bellatrix. Hubo numerosas versiones y rumores, pero finalmente se la dio por desaparecida o muerta y la orden de búsqueda que pesaba sobre ella perdió prioridad. Sirius quedó por fin oficialmente exonerado de todos los cargos.
Cuando llegó el verano y todo se había asentado, Hermione se marchó a Australia para buscar a sus padres y traerlos de vuelta a casa. Harry y Ginny realizaron su tour por Francia -con varios bailes incluidos- como llevaban meses planeando. Lupin, Tonks y el pequeño Ted también se fueron de vacaciones al extranjero para olvidar la guerra definitivamente. Y como todos ellos se preocuparon por la situación del animago, él les aseguró que necesitaba ese tiempo para viajar, encontrarse a sí mismo y decidir qué hacer con su vida. Sus amigos lo entendieron, lo respetaron y se alegraron de que decidiera centrarse en recuperar la vida que hacía décadas le fue arrebatada.
Logró engañarlos a todos, hasta a su viejo amigo Remus lo convenció de que era hora de pasar página. Al fin y al cabo, como miembro de la familia de sangre pura más importante del país había sido instruido desde niño para saber mentir y guardar las apariencias. No viajó. Se escondió en su casa a las afueras de Londres donde se había refugiado al cumplir los diecisiete gracias a la herencia de su tío Alphard. Por aquel entonces creyó que viviría en aquel apartamento hasta que se casara y se dedicara a viajar y a conquistar el mundo (solo o con la mujer de su vida). Entonces no quería hijos, demasiada responsabilidad y ataduras para el más díscolo de los merodeadores. Y tras Azkaban, menos aún, ni siquiera estaba en condiciones de cuidar de sí mismo... Con Harry ya tenía de sobra. Aunque en el fondo seguía fantaseando con una relación como la que tuvieron Lily y James (un poco más longeva, ser posible).
La casa era pequeña y aislada, pero no necesitaba más. De hecho, encontraba placer en que su guarida fuese tan angosta y solitaria como su mundo interior. Su última estancia había sido cuando en su tercer año, Harry y Hermione lo salvaron de la muerte. Permaneció ahí hasta que la Orden le brindó su apoyo. Todo seguía como en su juventud: fotos con sus dos amigos (y con el traidor de Peter tachado con rabia o recortado), libros sobre la transformación en animago y varios útiles mágicos de sus travesuras como merodeadores. Con la excusa de enviársela a McGonagall, pudo pedirle a Bill una de las fotos de Bellatrix con Saiph que tomó durante la fiesta en Grimmauld Place. Quitó un retrato familiar y colocó esa en el marco. Fue el único objeto que no destrozó en ninguno de los accesos de ira que sufría dos o tres veces por semana.
Se levantaba tarde tras lo que solía ser más un coma que descanso, comía cualquier cosa en una taberna de un pueblo cercano y luego bebía whisky hasta el amanecer. Y reiniciaba el proceso. Buscó consuelo en algunas chicas que se le acercaban en los bares, unas porque lo reconocían y buscaban el morbo de pasar un buen rato con "El prisionero de Azkaban" y otras simplemente para compartir su soledad. Por mucho que se esforzara, las trataba con indiferencia, no se quedaba a pasar la noche y jamás, jamás, se permitió besar a ninguna. No por miedo a establecer lazos afectivos (ojalá eso fuese posible), sino porque aunque todo lo demás cambiara, su último beso iba a permanecer intacto.
Cuando se dio cuenta de que empezaba a actuar como un alcohólico violento y egoísta, intentó enderezar la situación. Procuró preguntar sobre sus vidas y tratar mejor a las pocas personas con las que se relacionaba en los antros que visitaba, pero no lo conseguía y además resultaba agotador. Así que dejó de salir de casa. Como Kreacher se había quedado en Grimmauld Place para cuando Harry se hiciera cargo de la casa, contrató a uno de los elfos de las tabernas. No vivía con él pero le llevaba comida y whisky una vez al día, así que le pareció un acuerdo óptimo.
Solo hubo un proyecto en el que se interesó durante aquellos meses. En un mapa que se llevó de Grimmauld Place marcó todas las propiedades que sabía que Bellatrix poseía. Aventuró incluso algunos lugares donde pudiera tener escondites de mortífaga o herencias de los Lestrange. Como no se veía capaz de salir de casa y tampoco tenía mucha confianza en la empresa, contactó por carta con los Ministerios de cada país para que le informaran de si los inmuebles en cuestión estaban habitados. Con más o menos problemas, obtuvo todo respuestas negativas. Ya contaba con ello. Conocía lo suficiente a su prima para saber que no se habría refugiado en algún lugar conocido, sino que habría adquirido una mansión en algún país donde a nadie se le ocurriría buscarla. Sabía que le gustaban Francia, Rusia, los Países Bálticos, la costa este de Estados Unidos... Osea, que podía estar en cualquier parte. Pensó en preguntarle a Narcissa, pero en los últimos meses no mantuvo una relación muy estrecha con su hermana. Además, tampoco sabía qué había sido de ella ni de su familia tras la guerra. En su guarida de ermitaño ni siquiera recibía El Profeta, así que desconocía por completo la actualidad del mundo mágico.
Por mucho que Remus y Nymphadora lo pasaron bien conociendo Sudamérica con su hijo, conforme pasaban las semanas, ambos empezaron a preguntarse si habían hecho bien dejando a Sirius solo. Les había parecido que su plan de viajar era bueno y sobre todo que era sincero, pero por otro lado el moreno era un embustero tan grande... A Lupin le extrañaba que hubiese racionalizado tan rápido lo absurdo de la relación con la que llevaba toda la vida obsesionado. Lo comentó con su mujer (obviando lo referente a Bellatrix, no era quién para revelarlo) y ella le tranquilizó asegurando su amigo era mayor y sabía cuidarse solo. No obstante, la metamorfomaga decidió mandarle una carta a su madre para ver si ella sabía algo de su primo. La respuesta fue negativa pero no inesperada: si estaba de ruta por Europa no sería fácil dar con él. Ese pensamiento tranquilizó al hombre-lobo unas semanas y se convenció de que estaba paranoico tras la guerra y todo iba bien.
Hermione también pensó bastante en Sirius, casi tanto como en Bellatrix. Gracias a la ayuda que el animago le prestó antes de marcharse, localizó a sus padres sin problemas. Viajó a Australia, les devolvió sus recuerdos y tras la conmoción inicial, la perdonaron sin reservas. Dedicó el mes de junio a conocer el país con ellos y cuando hubieron zanjado los asuntos pendientes regresaron a Inglaterra. La castaña mantuvo correspondencia con McGonagall y finalmente decidió que estudiaría el último año por su cuenta. Por un lado, no quería separarse de sus padres tras haberlos recuperado y por otro, resultaría demasiado doloroso regresar al castillo empañado por el recuerdo de tantas muertes. La directora le transmitió todo su apoyo y le envió el temario. Con lo que ya había estudiado el año previo sumado a lo que había aprendido gracias a los Black y a sus aventuras, se dio cuenta de que prácticamente podría realizar los exámenes ya. Aún así, prefirió matricularse para terminar sus estudios como es debido.
Una tarde de agosto visitó el Callejón Diagón para comprar un libro de Transformación en Flourish y Blotts. Como sus padres trabajaban por las tardes, al terminar las compras decidió tomar un té en una cafetería que acababan de abrir. Tras los estragos que causaron los mortífagos algunos comercios habían desaparecido y otros habían sido reemplazados. Estaba centrada en el volumen que acababa de comprar picoteando distraída una porción de tarta de zanahoria cuando escuchó una voz familiar:
-¡Hombre, mi sangre sucia favorita! ¿Qué haces tú por aquí?
Hermione levantó la vista y ni se esforzó en ejecutar una mueca de desprecio.
-¿Qué tal, Pansy? ¿No deberías estar en Azkaban con tu familia por apoyar a Voldemort y sus patéticos ideales?
-No, qué va. Mi familia se mantuvo al margen, en el fondo siempre fuimos fieles a Dumbledore.
Hermione soltó una risa burlona.
-Sí, claro... Apoyar al vencedor no implica fidelidad sino más bien cobardía.
-Me gusta considerarlo instinto de preservación -comentó la morena despreocupada-. ¿Sabes que saqué un Extraordinario en el examen de ese libro?
-No sabes cuánto me alegro -respondió la castaña con el más profundo desinterés-. Me alegro de que sigas como siempre. Buenas tardes, Pansy.
La slytherin la miró entre molesta y ofendida por ignorarla así. Se giró sin despedirse dispuesta a marcharse pero cambió de opinión. La verdad era que tras su intento de sacrificar a Harry durante la batalla y al haberse separado de Draco porque tampoco asistió a su último año, apenas tenía amigos. Sus padres estaban demasiado ocupados con sus negocios e intentando que su reputación no se viese afectada tras la guerra. Así que llevaba todo el verano más aburrida que en las clases de Historia de la Magia. Decidiendo que la opinión de su enemiga no importaba puesto que ella era la reina en cualquier lugar, se sentó en la silla que quedaba libre y comentó:
-Como tengo una hora libre y para que veas que soy una persona magnánima, voy a ayudarte con el libro.
Hermione abrió la boca para responder que antes aceptaría ayuda de un escreguto de cola explosiva. Pero lo pensó mejor. Necesitaba dejar atrás sus viejas y absurdas rencillas. Y además sus amigos también estaban fuera de la ciudad, su vida social era más bien nula. Por lo tanto, le ofreció una tregua (ya iniciada durante su colaboración contra la acromántula). Con impostada reticencia la morena aceptó y Hermione le tendió la mano para sellar la paz. Pansy la contempló con cierto remilgo.
-Una cosa es mantener la cordialidad y otra tocar a una sangre sucia...
Hermione retiró la mano, sacudió la cabeza e hizo ademán de levantarse. Su ex compañera la frenó al instante:
-Vale, vale, tranquila... -murmuró mirándola como si su reacción fuese exagerada- Te invito a otro trozo de pastel y estamos en paz, ¿vale, Granger?
-Preferiría una disculpa.
-Peeero, ¡no va a suceder! -exclamó la slytherin llamando al camarero.
Pidió un capuchino para ella y otro trozo de pastel para su compañera. Hermione decidió quedarse. Al principio la conversación resultó tensa y algo forzada. Empezaron por el libro en cuestión y con asuntos académicos. Después se pusieron al día de las vidas de sus ex compañeros y cotillearon sobre los profesores. También departieron sobre sus proyectos de futuro. Hermione le confesó su deseo de dedicarse a la defensa de las criaturas mágicas y recibió su correspondiente burla. Pansy le contó que había entrado a trabajar como becaria en el Departamento de Cooperación Internacional del Ministerio y estaba contenta. La gryffindor aprovechó y murmuró que dudaba que le sentara bien recibir órdenes y ser la última del escalafón. Tocó hueso e intercambiaron miradas de odio. Pero duró poco, enseguida surgió el rumor de cómo Luna había rechazado a Neville por sugerencia de los nargles.
-¿Y de tu querido Malfoy sabes algo? -preguntó Hermione.
-Naah. Desde que huyó como un cobarde sin ser capaz de cargarse a Dumbledore, perdí el interés. Además con los juicios que hay estos meses a saber cómo acabará su familia. Es verdad que estuvimos juntos varios años, pero cuando era el chico más guay del colegio, ahora ya no está a la altura de una dama de alta cuna como yo.
Hermione puso los ojos en blanco. No sabía qué resultaba más ridículo: que presumiera de haber sido novia de Draco solo porque era el chico malo de moda, que lo hubiera abandonado cuando dejó de serlo o que la reina de la cobardía acusara a otros de serlo. Por no hablar de su obsesión con el dinero y la posición social... Además sospechaba que gran parte de sus alardes eran impostados. Intentó darle otra oportunidad.
-En la guerra le dio su varita a Harry para que pudiera derrotar a Voldemort.
-Sí y seguidamente huyó corriendo a las faldas de su mamá. Ya no hay nada de interés en Draco.
-Hombre... -murmuró Hermione fingiendo desinterés- Su tía sigue estando tremenda.
Dio un sorbo a su bebida y observó con disimulo cómo Pansy abría los ojos desmesuradamente. Ocultó su sonrisa y su orgullo al dejar sin palabras a la arrogante slytherin. Cuando recuperó el habla, con cierta duda por si le estaba tomando el pelo, la morena balbuceó:
-¿Te... te refieres a la traidora de sangre o a la... loca?
-A la loca. No sé que habrá sido de ella -respondió con calma-, pero yo la veo en el cartel de Azkaban y, chica, qué quieres que te diga, me pone más que a Ron un plato de pavo.
Cuando Pansy empezó a boquear como un pez sordomudo, Hermione no pudo más y se rió abiertamente. Por un lado, no había dicho ninguna mentira. Y por otro, le pareció que en los ojos de su compañera relampagueaba una chispa de interés. El silencio fue tan largo que ya hubiese resultado ridículo contestar. La slytherin comentó que se le había echo tarde, se ocupó de la cuenta y se despidió con cordialidad. Hermione sonrió y se marchó también a su casa. Le hizo gracia que Bellatrix siguiera ayudándola en ese campo aun en su ausencia. Durante los días siguientes, curiosamente, ambas siguieron coincidiendo en la cafetería.
-Cualquiera diría que vienes solo por verme, Granger -se burló Pansy una tarde mientras compartían un brownie.
-Baja a la tierra, Parkinson, ni que este lugar fuera tuyo....
-De hecho lo es. Mis padres lo compraron tras la guerra y lo rehabilitaron para mostrar su buena voluntad y su deseo de dejar cualquier... malentendido atrás.
-Ajá -respondió la chica ocultando su sorpresa-. Te concedo que tu familia y tú tenéis un don para salir bien parados hagáis lo que hagáis.
-¡Oh, gracias! Sé que siempre has sido una de mis mayores fans, pero es bonito oírtelo decir.
La castaña soltó un bufido y sacudió la cabeza. Pero siguieron viéndose cada tarde sin necesidad de quedar. También asistieron a presentaciones de libros, fueron de tiendas o simplemente a dar un paseo por la zona. Hermione sintió que poco a poco iba ganando una amiga que quizá pudiera llegar a ser algo más. No obstante, moría de ganas de ver al resto de sus amigos y saber cómo les había ido el verano.
El reencuentro sucedió el primer día de septiembre. Se reunieron todos para comer antes de retomar sus ocupaciones y se pusieron al día. Hermione les narró el viaje a Australia para recuperar a sus padres y les contó su plan de estudiar desde casa el último año. Harry y Ginny habían disfrutado mucho por Francia: Fleur y su hermana habían hecho de guías y el Gran Baile de las Veelas había sido maravilloso (omitió el dato de que nadie bailó con un nivel de magia y belleza comparable al de su padrino y la mortífaga). Los Weasley habían viajado a Egipto de nuevo todos juntos, incluso con los hijos que habitualmente permanecían ausentes. Hablaron también de sus planes de futuro: Harry y Ron empezaban el entrenamiento de auror esa semana, Tonks volvía a su trabajo y Lupin retomaría el puesto de profesor de Artes Oscuras mientras Andrómeda cuidaba a su nieto.
Todos intentaron esconder su alarma al comprobar que nadie había tenido noticias de Sirius. Remus había confiado en que Harry habría recibido al menos una postal por su cumpleaños y lo mismo había pensado el chico del hombre-lobo. En seguida todos pronunciaron palabras de tranquilidad y lo achacaron al carácter despreocupado, temerario y algo egoísta del animago. Además, le habría sido difícil localizarlos estando todos de viaje... Y por ese mismo motivo era muy complicado que a él le llegase cualquier misiva. Pero Lupin no se quedó tranquilo y el chico-que-sobrevivió menos aún.
Tampoco Hermione, que extrapoló la situación: si a pesar de la alegría tras recuperar a sus padres ella sufría accesos de tristeza por la idea de no volver a ver a la duelista, ¿cómo lo estaría pasando Sirius? Fue la primera y la que en más ocasiones presenció las interacciones de ambos primos y desde el principio le pareció que había algo en la confianza y la admiración que el animago sentía hacia su prima que no era del todo inocente. Además, en un gesto infantil pero inevitable, la noche en que Bellatrix se marchó y ella y Sirius lloraron juntos, le echó un vistazo a la carta que él sostenía. Lo poco que pudo leer confirmó sus sospechas. Por supuesto que le parecía raro y un tanto antinatural, pero ambos habían llevado unas vidas tan duras que probablemente ninguna otra persona pudiera comprenderlos y compartir sus cargas. Aunque no podía evitar odiar un poco a Sirius, tampoco podía culparle. Sabía el efecto que causaba la bruja oscura, ella misma había sido víctima y no se arrepentía en absoluto. Además, gracias a ella tenía muchísimo más aplomo para ligar: le debía una y grande. La sabelotodo volvió a centrarse en la conversación.
-Es evidente que no ha vuelto, a Grimmauld Place no ha venido -comentó Harry-. Porque no creo que... ¿alguien sabe dónde está el apartamento en el que vivió de joven?
Todos negaron con la cabeza. Pero Hermione vio que Lupin dudaba por unos segundos.
-Vale, pues quedamos en eso -recapituló Tonks-. Hoy es día uno, si para el diecinueve no aparece para la fiesta de cumple de Hermione, le pedimos ayuda a Shacklebolt para localizarlo.
Todos estuvieron de acuerdo y se despidieron. Justo antes de salir, Hermione consiguió pillar a su antiguo profesor a solas y susurrarle: "Voy contigo". Remus la miró entre sorprendido y extrañado y le preguntó que a qué se refería. La estudiante le dedicó su mirada de suficiencia habitual:
-Es evidente que tú sí que sabes dónde está el apartamento de Sirius y te informo de que voy contigo.
El hombre valoró durante unos segundos si continuar con la farsa, pero aquella era sin duda la chica más brillante de su generación y no iba a poder engañarla.
-Te lo agradezco, Hermione, pero no creo que esté ahí. Y si lo estuviera, si llevara ahí escondido todos estos meses... no estaría en buenas condiciones...
-Precisamente por eso. Es mi amigo y me preocupo por él. Además, él me ayudó con la búsqueda de mis padres e incluso se ofreció a acompañarme si no me atrevía a ir sola. Me ha cuidado muy bien durante todo este año. Quiero estar ahí para él como él ha estado para mí.
Remus se dio por vencido y aceptó. La informó de que al día siguiente le mandaría una lechuza para quedar e irían juntos sin decírselo al resto para no preocuparles antes de tiempo.
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