Capítulo 15
Esa noche todos durmieron un poco mejor, al menos sabían dónde estaba Bellatrix. Al despertarse, Ron acudió a Grimmauld Place para desayunar con ellos. Les contó que los aurores y los magos expertos en sofocar incendios habían logrado apagar el fuego y conservar la estructura de la Madriguera. Sin embargo, la casa había sufrido importantes daños y varios voluntarios habían quedado para ayudar con las reparaciones. Todos se ofrecieron a colaborar de inmediato y quedaron en acompañarle después de desayunar. Nadie se atrevió a preguntar si habían averiguado cómo habían frustrado los mortífagos las barreras protectoras; sospechaban que la causante dormía tres pisos sobre ellos. Aunque se hubiese visto obligada a hacerlo para mantener su coartada ante Voldemort y básicamente salvar su vida, poco atenuaría eso el enfado de los Weasley, así que evitaron el tema.
Cuando terminaron de desayunar, subieron a ducharse y arreglarse y quedaron en el recibidor en media hora para ir juntos a la Madriguera. Sirius comentó que prefería quedarse porque no se encontraba bien, el día anterior había inhalado mucho humo y se sentía un poco mareado. No engañó a nadie; quizá a Ron que sabía que habían recuperado a la mortífaga pero no en qué condiciones. De inmediato intuyeron que pretendía quedarse para no dejar a su prima sola por si pasaba algo. El sentido de culpabilidad del animago era visible en todo su ser. Su ahijado, temiendo que siguiese insistiendo en subir a verla, aseguró que se quedaba él a defender el fuerte. Sirius se intentó negar pero Harry no iba a ceder:
-No -sentenció el chico-. Tú tienes más experiencia y serás más útil que yo ayudando.
Y bajando la voz añadió:
-Sirius, te odia. No quiere verte ni en pintura. Si le pasara algo y estuvieras tú aquí, preferiría desangrarse antes que pedirte ayuda. Así que es mejor que me quede yo.
A Sirius no le quedó otra que asentir alicaído y marchase junto al resto. El resto de la semana siguieron el mismo sistema, aunque a veces fue Hermione la que se quedó en casa. Nadie vio a la bruja oscura. Kreacher tampoco les traía información, le era más fiel a ella. Solo sabían que comía y seguía viva; visto lo visto, les valía con eso. La castaña también se sintió tentada a visitarla, pero había dejado claro que no quería ver a nadie. Temía que a ella también la odiara: si la hubiese dejado en paz esa noche en la biblioteca alguna de las veces que se lo pidió, nada de eso hubiera sucedido. O igual eran paranoias suyas y la detestaba solo en la misma medida que a todos los seres humanos.
El que sí apareció por la planta baja durante la segunda semana fue Saiph. El dragón debía echar de menos atacar y molestar a gente y recuperó su antigua tradición de robarles cosas a los chicos. Lo malo era que se había vuelto mucho más veloz y volaba ya como un profesional (cosa que Hermione no se cansaba de repetir que era imposible a su edad), así que resultaba prácticamente imbatible. Harry lamentaba que estuvieran en guerra y no poder competir contra él sobre una escoba al aire libre. Aún así, tenerlo molestando por ahí les hacía sentir extrañamente bien, lo habían echado de menos y lo consideraban un síntoma de que todo iba mejor.
E iba mejor hasta el día en que durante una de las persecuciones por los pasillos apareció Sirius. En el instante en que lo vio, el dragón empezó a rugir y a expulsar humo por la nariz. Un segundo después, sus pequeñas fauces se abrieron y escupió una llamarada que el hombre esquivó de milagro. Aunque no del todo: su chaqueta comenzó a arder. Se la quitó de inmediato y la tiró al suelo intentado apagar el fuego. Tanto él como los chicos usaron varios hechizos de agua y a pesar de que la superficie ardiente no era grande, les costó casi quince minutos apagarlo del todo. Para entonces, Saiph se había retirado. Dieron por hecho que había subido a comunicarle a su madre el incidente.
-¿Cómo es posible... un fuego así? -resolló Harry agotado por el esfuerzo.
-No lo sé -reconoció Hermione también exhausta-. Es evidente que el fuego de dragón (o al menos de esta raza) no actúa como un hechizo normal, se parece más a un fiendfyre.
Harry miró a su padrino:
-Saiph suele bajar a jugar a la hora de la merienda, mantente alejado. Tengo la incipiente sospecha de que no le caes muy bien.
Hermione estuvo de acuerdo: "Si nos ha costado un cuarto de hora apagar esa pequeña llama, como incendie algo de tela o madera y se propague, ardemos todos". Una vez más, el animago tuvo que aceptar que tenían razón. Durante tres días no recibieron más visitas del pequeñajo, debía estar enfadado por el encuentro. Al cuarto volvió a aparecer pero menos simpático e incluso más violento que de costumbre. Al trío dorado le costó varias ranas de chocolate y muchos cumplidos suavizar al dragoncito.
Transcurrida una semana más y con mucha ayuda, la Madriguera quedó perfectamente rehabilitada y protegida. La matriarca Weasley estaba tan agradecida que insistió en dar una fiesta para celebrarlo, aduciendo además que ni siquiera habían festejado la Navidad. Todos convinieron que era una locura, estaban en guerra y no podían permitírselo. La mujer insistió en que precisamente por eso necesitaban algo que celebrar. Se dieron cuenta de que en algún sentido -un tanto macabro- se trataba también de una especie de fiesta de despedida, por si alguno de los que asistentes no sobrevivía a la batalla. Algo así como "bebamos primero y muramos después". Como Molly era el corazón de la Orden y todos la temían bastante, tuvieron que aceptar a regañadientes. Sirius consiguió que al menos la celebraran en Grimmauld Place que era más seguro. Ella aceptó, al fin y al cabo solía ir mucho al piso franco (o lo hacía antes de que tuviesen una inquilina mortífaga). Quedaron en prepararlo todo para el viernes siguiente.
En cuanto terminaron las labores de reparación, Hermione volvió a la lectura. Llevaba tiempo obsesionada con el libro de cuentos que le legó Dumbledore y había investigado la fábula de las Reliquias de la Muerte de forma exhaustiva. Si la capa era real, la piedra de la resurrección y la varita de sauco también podían serlo. La piedra no le interesaba mucho, le daba miedo por las repercusiones que su uso podría conllevar. La varita que no podía ser derrotada sí que le intrigaba. No había encontrado ninguna lectura que certificara su existencia, sin embargo, había leído el nombre de Gellert Grindelwald relacionado con ella. Todo el mundo conocía el legendario duelo entre él y Dumbledore, pero la chica necesitaba más información que la obtenida por tradición oral. Varias semanas antes había solicitado los ejemplares del Profeta de aquella fecha. Como era un periódico de hacía más de cincuenta años y tenía que pedirlo a través de muchos intermediarios para que no descubrieran el piso franco de la Orden, sabía que tardaría semanas en recibirlo.
-Hermione, paquete para ti -comentó Sirius lanzándole el sobre que acababa de entregar una lechuza.
Con esa frase culminó el proceso. La chica corrió a desenvolver el producto y apareció un viejo ejemplar de 1945 en cuya portada se enfrentaban los dos legendarios magos. Leyó el reportaje con detenimiento. Relataba el ascenso y el reinado del terror de Grindelwald, se especulaba sobre su relación con Dumbledore y finalmente se detallaba el duelo. Informaban de que se había prolongado más de cuatro horas y describían algunos de los hechizos y las técnicas usadas, pero no había información de las varitas. Sin embargo, en una de las fotos, muy poco nítida por la antigüedad, el ángulo y el movimiento, se adivinaba la varita del mago oscuro. Hermione no estaba segura, pero podía ser la que vieron a usar al director de Hogwarts en varias ocasiones. Como Ron había ido a visitar a su madre después de comer, llamó a Harry y a Sirius para confirmar su teoría y comprobar si ellos lo veían más claro.
-No lo sé, podría ser... Pero así en blanco y negro no se distingue nada -comentó el animago observando la borrosa foto.
Harry tardó más en hablar, él era quien más tiempo y misiones había desempeñado con Albus. Ante las miradas ansiosas, decidió arriesgarse. Estaba casi seguro de que esa era la varita que había visto usar a Dumbledore en su excursión a la cueva de los horrocruxes. Pero tampoco podía tener la certeza. Aún así, decidieron partir de esa base. Si la leyenda aseguraba que Grindelwald la poseyó, tenía sentido que al derrotarlo pasara a pertenecer a Dumbledore. Harry y Sirius estaban interesados en el tema pero no entendían por qué a Hermione le obsesionaba tanto. Pensaron que esperaba encontrarla para que Harry la usara contra Voldemort, pero les aclaró que en absoluto era esa su preocupación.
-Si con tan poca información nosotros hemos llegado a la conclusión de que Dumbledore tenía la varita de la fábula, Quien-vosotros-sabéis lo deduciría mucho antes -desarrolló la castaña-, lo cual quiere decir que en cuanto Dumbledore murió, Él buscaría la forma de recuperarla.
Los dos hombres tragaron saliva ante la idea.
-Creo que le enterraron con ella... -comentó Harry.
-Seguro que sí, es lo que se suele hacer -confirmó Sirius.
-Eso significa que es muy probable que bajo el mandato de Snape, Quien-vosotros-sabéis se colara en Hogwarts, profanara la tumba y la recuperara. No sé si le obedecerá bien puesto que fue Snape quien mató a su anterior dueño, pero en ocasiones anteriores ha valido el robo para poder usarla. Y si Él la tiene en su poder...
-Es prácticamente invencible -terminó la frase el chico.
Su amiga asintió con pesar.
-Durante la batalla de los Siete Harrys Él mismo te persiguió -recordó Hermione-. Dijiste que vuestras varitas tuvieron una conexión extraña, ¿eso significa que no era la de sauco? ¿Viste qué varita uso?
-¿¡Estás de broma!? ¡Nos estaba persiguiendo de noche lanzando hechizos a lo loco detrás nuestro y volaba sin escoba! La varita fue lo que menos me interesó -expuso el Elegido-. Pero entiendo lo que dices, sería importante saber qué varita está usando para rediseñar la estrategia de defensa. Es evidente que si la tiene, cualquier barrera de Hogwarts caerá ante él...
La chica asintió y los tres se quedaron en silencio cavilando durante unos minutos sobre cómo podían confirmar ese dato.
-La batalla aérea es la última vez que lo hemos visto -recapituló Hermione-, entiendo que si Harry no pudo fijarse en la varita, el resto de miembros de la Orden menos aún. Y aunque lo viera de lejos, es evidente que ninguno hemos estado tranquilamente delante de él para distinguir si es de sauco, de roble o de nogal...
Harry abrió los ojos ligeramente y comentó: "Eh... Hay alguien que sí y seguro que sabe qué varita usa...". Sirius y Hermione le miraron ansiosos esperando la respuesta. Su expresión entre la duda y el temor despejó cualquier incógnita. Sintieron un escalofrío e inconscientemente miraron hacia arriba. La sabelotodo se maldijo por no haberlo pensado antes. Había realizado tantos esfuerzos por dejar de obsesionarse y enamorarse de Bellatrix que la había apartado demasiado de su pensamiento. A esa deducción le siguió el debate de cómo pedirle ayuda a la furibunda bruja sin subir a molestarla como habían prometido. "Puedo dejar la nota junto a mi merienda y seguro que su hijo me la roba..." ironizó Harry. Ya en serio sugirió mandar a Kreacher con una carta.
-No -descartó la castaña de inmediato-. El otro día le pedí que le subiera una nota (para preguntarle si ya estaba bien de sus heridas) y él me chilló que qué me había creído, que no es una sucia una lechuza. Le sentó francamente mal...
Sirius dedicó unos minutos a maldecir al elfo hasta que la joven intercedió por él y le suplicó que lo dejara en paz. Se comentó la idea de pasarle un mensaje por debajo de la puerta, pero resultaría infantil y probablemente también lo considerara una invasión de su espacio. Surgió incluso la posibilidad de mandarle una lechuza, pero no tenían ninguna entrenada para llamar a puertas...
-¿Y un patronus? -preguntó Hermione.
-Igual no se lo toma bien y piensa que le estamos restregando que ella no puede invocar uno -murmuró Harry.
-Sí que puede -intervino el animago-. O podía antes de meterse a mortífaga, a Azkaban y todo eso... Era una pantera.
Los chicos asimilaron esa nueva información. Tras mucho debate, decidieron que a falta de una idea mejor lo harían así. Ahí se abrió una nueva discusión: ¿quién ejecutaba el hechizo, la voz de quién le enfurecería menos oír a través del espectro? Evidentemente su primo el traidor quedó descartado de inmediato. Al mestizo le pareció evidente que su amiga era la mejor posibilidad, Bellatrix la apreciaba (evitó comentar nada de su pasada relación pero se sobreentendió perfectamente).
-No -suspiró Hermione-. Creo que me odia porque por mi culpa, alguien se comportó con ella como un animal... Tendrás que hacerlo tú, Harry, eres el mal menor, no tiene nada contra ti.
Sirius no recordaba ningún otro periodo de su vida en el que se hubiese avergonzado tanto y tan seguido, simplemente asintió y miró a su ahijado que buscaba una excusa para evitar aquello. Como no la encontró, fue su cierva la que le llevó a la duelista el amable mensaje de que les gustaría preguntarle una cosa referente a las reliquias de la muerte que sería de gran ayuda. El chico rezó porque su voz no sonara demasiado temblorosa. Media hora después seguían esperando a que la bruja apareciera.
-No creo que baje... -comentó Harry abatido- Y como tampoco tiene forma de responder, supongo que simplemente nos ignorará.
Justo cuando sus oyentes asentían, un sorprendente patronus que nadie reconoció y que desde luego no era una pantera apareció ante ellos. Lo contemplaron epatados. Salvo Dumbledore, nadie más poseía un patronus que fuese una criatura mágica y no un animal común. Pero el enorme dragón traslucido con las fauces abiertas que ocupaba medio salón parecía totalmente real. Antes de que nadie pudiese comentar nada, escucharon la voz despectiva de Bellatrix: "Que suba Potter y traiga whisky". Eso fue todo. Hermione sintió un pinchazo de dolor al ver que no la elegía a ella; aunque también experimentó cierto orgullo al confirmar su teoría de que Harry era el mal menor, al menos aún sabía cómo pensaba. El aludido se demacró por completo. Sirius se sintió frustrado porque tenía la esperanza de que bajara ella y poder asegurarse de que estaba bien.
-Solo Dumbledore tenía una criatura mágica de patronus... -comentó Harry intentado desviar la atención de su recién adquirida misión- ¿No nos habías dicho que era una pantera?
Su padrino asintió desconcertado.
-Un patronus puede mutar y convertirse en el de la persona a la que más quieres -recordó Hermione- O... criatura en este caso. Es evidente que su conexión con Saiph es lo suficientemente profunda como para alterarlo.
Hubo unos segundos de silencio mientras procesaban la explicación. Al final Sirius se resignó, abrió uno de sus armarios privados y le tendió a su ahijado una botella de su mejor whisky de fuego. También le dio indicaciones sobre cómo tratarla para tener más posibilidades de salir de una pieza. El elegido aceptó la ofrenda pero no se movió. La sabelotodo le preguntó que a qué esperaba, cuanto antes mejor.
-Eh... Es que me da miedo -confesó él.
-¡Te has enfrentado a Vol... a quien-tú-sabes en condiciones mucho peores! -exclamó su amiga.
-Ya... Pero Él insiste en matarme con un rápido avada kedavra, Bellatrix es mucho más... creativa.
Sirius soltó una risa amarga y estuvieron de acuerdo. Aún así no quedaba otra opción. El chico asintió con pesar, se armó de valor y salió del salón. Lo siguieron con la vista recorrer el pasillo y les extrañó ver que no se dirigía hacia las escaleras sino a la cocina. "¿A dónde vas?" le gritó su amiga. "Bellatrix no es la única que exige tributo" comentó metiéndose una rana de chocolate al bolsillo. Tras eso, se encaminó hacia las escaleras con pesar.
-¡Harry! -lo llamó de nuevo Hermione.
El chico volvió al salón, cualquier excusa era buena para retrasar lo inevitable.
-Oye... Ya que vas... Podrías pedirle que viniera el viernes a la fiesta...
-¿¡Estás loca!? -preguntó su amigo con ansiedad- ¿¡Crees que va a venir a una fiesta en la que probablemente se bata algún récord de gente a la que odia!? Creo que asistirá hasta Andrómeda.
-Precisamente por eso. Igual solo por molestar y sembrar el caos... Eso siempre la anima...
Harry vio el brillo de esperanza en los ojos de la sabelotodo. Se notaba le había dado vueltas a la idea y casi no se había atrevido a sugerírselo, pero se moría de ganas de ver a la mortífaga y tener la oportunidad de hablar con ella. Aún así, el moreno ya le tenía suficiente miedo como para añadir esa carga extra. Entonces vio en el rostro de su padrino aún más necesidad y desesperación que en el de Hermione. Maldijo internamente y suspiró. Finalmente respondió que se lo comentaría, pero les juró que como le asesinara de cualquier forma, volvería en forma de poltergeist para fastidiarles el resto de sus vidas. Ambos aceptaron disimulando la emoción a cada cual peor.
Cuando Harry se halló ante la última puerta del cuarto piso no decidía si sus nervios estaban justificados o no. La mujer le había invitado a subir y no podía matarle sin incumplir el juramento; pero seguía siendo una mortífaga que disfrutaría torturándole para hacer daño a Sirius y seguro que se le ocurrían formas de lograrlo sin incumplir el pacto. Aún así, reunió todo su coraje de gryffindor y llamó. La voz desganada de Bellatrix le indicó que entrara.
La habitación era mucho más grande y luminosa que la de Harry aunque no había objetos personales, solo un cuadro alucinante de un dragón. El aroma a ámbar y jazmín flotaba agradablemente por toda la habitación, ese olor que ya todos identificaban como el de la bruja oscura. Estaba sentada en uno de los sillones con un libro de dudoso aspecto. Se había recuperado bastante bien: ya no tenía ninguna herida, su piel parecía más sana, sus rasgos se habían curado de la falta de sueño y su melena oscura lucía brillante como antes. Seguía bastante delgada y su aspecto era de cansancio, pero dedujo que más que físico era emocional, aquel encierro y el odio acumulado la mantenían al límite. Llevaba únicamente un jersey ancho que le llegaba casi hasta las rodillas. Tuvo que reconocer que pese a todo, era un mujer impresionante con una belleza entre aristocrática y salvaje que no igualaban ni sus hermanas. Se acercó con cuidado y colocó el whisky en la mesa junto a ella. La mujer no levantó la vista del libro. El chico sintió que faltaba alguien...
-¿Dónde está Saiph? Tengo algo para él...
-Ya no -murmuró la duelista.
El moreno la miró sin entender. Ella levantó por fin la vista del libro y señaló con la cabeza al dragoncito que se había sentado en un escritorio a espaldas de Harry. Estaba destrozando el envoltorio de la rana de chocolate para poder atacarla. El chico abrió los ojos desmesuradamente y comprobó que se la había robado del bolsillo de la sudadera. "¿¡Cómo lo ha hecho?! ¡No me he dado cuenta!" exclamó realmente sorprendido.
-Es un ladrón muy hábil -comentó su dueña-. Si Tom le hubiese mandado a él a recuperar la profecía nos habría ido mejor.
Harry soltó una risa nerviosa ante el comentario. No entendía si ese "nos" se refería a la Orden o a los mortífagos -sospechó que a los segundos-, pero mejor no preguntar. Para romper el hielo decidió alabar su patronus porque era extraordinario en todos los sentidos. Como estaba nervioso, habló rápido y sin pensar demasiado. Le incomodaba el silencio y se le escapó el comentario de que creía que tras Azkaban no tendría recuerdos felices. La duelista le miró entre la furia y la sorpresa de que se la jugara con una observación tan arriesgada, pero aún así contestó.
-No había vuelto a probar desde que escapé. Pensé que seguiría siendo una pantera, pero al parecer Saiph ha cambiado eso... Y sí, mis recuerdos felices se quedaron con los dementores, pero tengo algunos nuevos. La imagen de Rodolphus desangrándose, suplicándome que lo matara de una vez e intentando sacarse los ojos es un recuerdo realmente poderoso.
Harry de nuevo sonrió inquieto y decidió que ya estaba bien de preliminares. Se sentó en el sillón frente a la slytherin y le explicó sus teorías sobre la varita de sauco. Ella escuchó sin especial interés y se abstuvo de comentarios mientras estrenaba la botella de alcohol. Cuando terminó, el chico le formuló las preguntas que se habían hecho previamente. Ella guardó silencio un rato hasta que ordenó sus ideas. Le confirmó sus peores temores: Voldemort había obtenido la varita de sauco de la tumba del director. No obstante, por lo que había visto ella, no parecía obedecerle completamente, seguramente porque no era él quien había desarmado a su anterior dueño.
-Entonces obedecerá a Snape -comentó el chico.
Bellatrix recordaba perfectamente la noche del asesinato de Dumbledore. Cuando ella y los demás mortífagos llegaron, su sobrino ya había desarmado al mago. De golpe se dio cuenta del sentido del enfado de Voldemort cuando se enteró de que fue Severus quien cometió el crimen: hubiese sido mucho más fácil vencer al chico para ganar la confianza de la varita que al veterano Snape. Y no podía matarlo sin más: lo necesitaba de director para controlar Hogwarts. Nadie le reveló que fue el chico quien desarmó a Albus, probablemente porque nadie había caído hasta ese momento en lo que eso suponía. Harry la miró notando que pasaba algo, la bruja sabía algo que ellos ignoraban. Esperó una explicación pero la única respuesta que obtuvo a su observación previa fue un seco: "Espero que crea eso". Antes de que pudiera pedirle más información, retomó la palabra.
-Y hay otro asunto, Potter, que quería hablar contigo...
Eso sí que le dio miedo al gryffindor. La bruja le contó que por su estudio de los horrocruxes y sus seguimientos de Voldemort, sospechaba que existía un séptimo que el mago tenebroso nunca quiso crear. Tras escuchar toda la explicación y comprender que él mismo debía morir para terminar con Voldemort, Harry recordó de forma inconsciente la snitch que Dumbledore le había dejado en herencia. Le dio las gracias a la duelista por la información y le pidió que lo guardara en secreto, el resto le impedirían enfrentarse al Señor Tenebroso si sabían que se iba a dejar matar. La bruja estuvo de acuerdo. Harry se levantó para despedirse (y para hallarse lo más cerca posible de la salida) y tomó aire para darle el último mensaje.
-Una última cosa...
Le contó con voz temblorosa lo referente a la fiesta que iba a tener lugar en la sala de baile donde Saiph eligió su nombre. Le comentó que les haría ilusión (en genérico, sin indicar a quiénes) que ella bajara aunque fuese un rato. Añadió que habría whisky de fuego y varias bebidas alcohólicas más. Ese último dato la suavizó un poco, pero su mirada atónita no varió:
-¿Me estás pidiendo que asista a la celebración de que han reparado la casa que yo misma incendié?
-Eh... Hemos omitido ese dato, pero sí...
-¿Por qué demonios iba yo a pasar un solo minuto con una panda de imbéciles, traidores de sangre y miembros de la patética Orden?
-¿Por la ironía? -preguntó el chico que se había preparado la respuesta- Piensa en el pánico que causará a toda la gente que odias ver entrar a la mortífaga más temida del mundo mágico. Muchos temblarán, alguno gritará, otros intentarán atacarte... Creo que es el tipo de evento que podría entretenerte. Así cambias de ambiente... Y podrías llevar a Saiph, ver que tienes un dragón aún les dará más miedo.
La bruja no parecía convencida del todo, aunque era innegable que la idea de aterrorizar y aguar la fiesta a todas esas personas le resultaba altamente atractiva. En aras de conseguir su objetivo para complacer a su padrino y a su mejor amiga, añadió un último argumento sabiendo que apelar a su orgullo y a su superioridad no solía fallar. Y tenía que reconocer que no era mentira:
-Además, probablemente serás la más guapa y eso les dará aún más rabia... En la batalla de las escobas apenas te vieron, todos te recuerdan como en el cartel de Azkaban. Ahora estás mucho más...
Harry desvió la mirada hacia el dragón para esconder el sonrojo y no tener que terminar la frase. La criatura, que parecía haber captado el argumento que llevaba su nombre y lo había tomado como un cumplido, arrastró volando el envoltorio de la difunta rana de chocolate hacia él. El chico lo aceptó sin entender si pretendía que lo tirara, que lo reciclara o qué.
-Te está regalando el cromo -comentó Bellatrix-, probablemente lo tenga repetido.
El moreno la miró dudando de si le estaba tomando el pelo. No, parecía que hablaba en serio. Así que extrajo el cromo de Morgana Le Fay y lo guardó en su bolsillo. "¡Gracias, Saiph!" murmuró él acariciando al dragón. Logró hacerlo durante cuatro segundos, en cuanto al quinto se confió, recibió un mordisco en la mano. "Una cosa no quita la otra" le informó la bruja oscura. El chico asintió y se despidió. Cuando ya salía, la bruja murmuró que pensaría lo de la fiesta. Él le dio las gracias de nuevo y se marchó.
Aún le faltaban dos tramos de escaleras para llegar a la planta baja cuando el moreno vio a Hermione y a Sirius esperándole con ojos de cachorros abandonados. Se lo resumió en tres oraciones: "Quien-Vosotros-Sabéis tiene la varita de sauco aunque no le responde bien, Saiph me ha mordido tras regalarme un cromo y Bellatrix se pensará lo de la fiesta". No supieron qué parte resultaba más sorprendente, pero eso no les impidió acosarlo a preguntas:
-¿Cómo está? - empezó Sirius.
-¿Sigue teniendo heridas? -se solapó Hermione.
-¿Come bien? -añadió Sirius.
-¿Cómo de enfadada está? -se preocupó Hermione.
-¿Crees que bajará a la fiesta? -terminaron ambos a dúo.
Harry los contempló durante unos segundos antes de poner rumbo al comedor para la cena y empezar a responder. Parecía que estaba bien. No había visto ninguna herida. Debía comer pero seguía bastante delgada. Estaba enfadada con todo el mundo como siempre, pero había sido amable (dentro de su habitual hostilidad). No tenía ni idea de si acudiría a la fiesta. Solventadas esas cuestiones surgieron otras tantas y varias peticiones de que relatara su visita desde distintos puntos de vista. El Elegido se acostó esa noche con un agudo dolor de cabeza provocado por sus seres queridos y no por Voldemort.
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