CAPÍTULO 7
Tranquilízate y procura que dejen de temblarte las manos, así todo es más fácil de empalmar.
-¿Por qué estás mirándome? -le pregunté adormilada a Lusian. Cuando desperté, con la capacidad para apenas abrir un ojo, lo descubrí observándome con cara de bobo.
La cálida oscuridad que nos envolvía me sugirió que era de madrugada y apenas una tenue luz de una lámpara de noche lograba iluminar su rostro, dejándome admirar la sonrisa plantada en su boca y sus ojos estudiándome como si estuviera intentando descifrarme con admiración.
Estaba acostado sobre su estómago, con los brazos flexionados bajo la almohada, siendo un espejo de mi posición.
-Me aseguro de que esta vez no huyas de mí -respondió sacando un brazo y retiró dulcemente un mechón de cabello que cubría parte de mi rostro.
Pensé entonces en la enredadera que debía ser mi cabello, y eso me gustó porque junto con el dolor de mis piernas, me recordó la exquisita forma que tuvimos de hacer el amor como cinco veces seguidas, hasta que yo no aguanté más y me rendí.
-Dime si tengo cara de querer huir para cambiarla. No hay otro lugar en el que querría estar -le aseguré.
Eso pareció gustarle mucho. Acunó mi mejilla en la grande palma de su mano y se acercó con ávidamente para besarme.
Me hice hacia atrás, asombrada, cuando sus ojos destellaron fugazmente como dos esferas llenas de luz, como si tuviese incrustados un par de focos de luz Led.
-Por Gustavo Doré, golfo. Tus ojos brillaron -dije incrédula, tomando su rostro entre ambas manos. Y lo estudié, asegurándome de no estar teniendo una alucinación post orgásmica.
-No estoy seguro de que me siga gustando que me digas golfo -se quejó, frunciendo su ceño con fastidio.
-Llevo años llamándote así. Deja que me acostumbre... Pero te perdiste la parte en que dije que tus ojos estaban brillando -lo reprende sentándome sobre mis rodillas sin soltar su varonil cara.
-¿De amor o de lujuria? Porque estoy sintiendo ambas en este momento -informó, sin cortarse un pelo. Me tomó hábilmente de las caderas, girándose sobre su espalda, e intentó acomodarme sobre él, pero no lo dejé.
Que me mataran si no tenía ganas de estar sentada sobre su cadera, pero lo que había visto necesitaba toda mi atención.
Vicky se cruzó de brazos, enfurruñada, clavándome mil estacas con la mirada.
-No seas tonto... -Lo tomé de la mano y tiré de él con fuerza, instándolo a ponerse de pie.
Cuando lo hizo, agradecí el lapso friolento que tuve después de nuestro quinto round salvaje porque tuve la oportunidad de cubrirme con su camisa que me llegaba por debajo del trasero. Así, cuando me puse de pie, no mostré por completo mi desnudez.
Y por supuesto, cuando él se levantó de la cama, mirándome como si estuviera haciendo una vergonzosa escena, estaba completamente desnudo. Pero claro, él no temía mostrarse ante mí con su precioso traje de Adán, ya que su grande ego le impedía ver que hacía un frío de los mil demonios, a pesar de la época del año en la que estábamos.
Intentando no mirar en dirección a su gran atributo frontal, lo guíe hasta el espejo de cuerpo completo que estaba frente a mi cama y lo obligué a mirarse.
-¿Los ves? -dije colocándome a su lado izquierdo.
Esperaba que aquel destello no hubiese sido solo un espejismo, o en su defecto, que ocurriera como en algunas películas de vampiros, donde ellos no poseían un reflejo al que aferrase de una vida humana pasada.
Hubo algo en mi interior que se movió como un pequeño interruptor. Me sentí totalmente dichosa al estar enamorada de alguien como Lusian Bennett, dejando a un lado su libertinaje.
Mi pecho se apreció cálido, como si una fogata se hubiese encendido en el interior. Mi corazón se sintió más grande. Cada poro en mi piel lo absorbió tanto visualmente como emocionalmente. A pesar de haber aceptado amarlo y dejarlo entrar por completo en vida, no me había dado la oportunidad de saborear el sentimiento hasta ese momento.
Lusian, que pareció haber perdido cualquier capacidad de habla, se acercó unos pasos más al espejo y no solo observó sus ojos. Su mirada recorrió su silueta de pies a cabeza, paralizado.
A mí me pareció hermoso y sublime ver esa luz en sus ojos, pero no podía averiguar si Lu lo estaba tomando de la misma manera.
-¿Qué ocurre? -pregunté expectante, sujetándome de su brazo.
Su mirada se desvió en mi dirección a través del espejo.
-¿Recuerdas que en alguna ocasión hablamos sobre mi aura? -inquirió.
-Por supuesto -contesté-. Dijiste que era blanca y negra o algo así.
-Qué creativa. -Abrió los ojos de más y volvió su atención al espejo-. Estoy seguro de no ver ni un punto negro.
Sorprendida, me fijé en el espejo, deseando poder mirar lo que apreciaban sus ojos. Seguramente hubiese sido maravilloso ver aquello, aunque no había comprensión alguna del porqué estaría sucediendo.
-¿Eso es bueno o malo? -Inquirí insegura.
-No lo sé. Nunca la vi cambiar, al menos no de este modo. Cuando te marchaste a Italia... -Guardó silencio y se giró, dejándonos frente a frente-. Todo cambió -continuó, clavando con intensidad su mirada en la mía en medio de la oscuridad. Vi sufrimiento en sus pupilas-. Me sentí completamente perdido y entonces mi alma se trastornó, convirtiéndose en un abismo que me consumía cada día. El brillo en ella desapareció dejando pura negrura. Apenas podía percibir una pequeña flama como de una vela en el centro de mi pecho. Todo lo demás era oscuro. Fui un agujero negro en tu ausencia.
Escuchar eso y el modo en que sus palabras fuero confesadas, me hizo un hueco grande en los pulmones y en la boca del estómago. Sufrí esos años con él en un par de segundos. Me sentí miserable por haberle ocasionado tal dolor y sobre todo, me supe una egoísta. Aunque definitivamente en ese tiempo no pensé que Lusian sufriría mi ausencia de esa manera. Quiero decir, Lusian el Golfo Bennett no parecía tener tiempo para sufrir por desamor.
Me perdí en sus ojos, que aunque ya no brillaban, me mostraron el gran amor que sentía por mí. Y seguía asomándose cierto dolor.
-Desde que te conocí, tus noches nunca han sido solitarias... No creí que sufrirías así. Lo siento tanto, Lu. Nunca quise lastimarte -murmuré, atragantándome con las emociones arrasadoras que se anudaron en mi garganta.
Por la Capilla Sixtina. Cada minuto parecía estar amándolo más.
-Tener compañía no asegura ahuyentar la soledad, mi amor -musitó acariciando lentamente el perfil de mi mandíbula con la yema de su dedo, provocándome un lindo estremecimiento-. No sé quién soy o lo que soy, pero estoy seguro de una cosa: solo siento cuando estoy contigo. Nada me satisface. Hubo orgasmos que dejé a medias porque tu imagen aparecía ante mí. Nunca creí que podría tenerte como ahora te tengo, pero mi alivio descansa en tu existir y vivo cuando puedo mirarte.
Jamás había escuchado tanta vehemencia en palabras pronunciadas por él. Fueron como un verso escrito para nunca morir con el trascurso de los años.
Todo lo que ya sentía se elevó en una infinita potencia que saturó mi corazón. Mi cuerpo completo vibró ante el conocimiento de lo que yo signifiqué para Lusian por todos esos años.
Fue entonces que me pregunté por qué no lo vi de verdad. No entendía como había ignorado al hombre delante de mí, que si bien, externamente parecía un seductor incorregible, dentro llevaba un ser extraordinario y excepcional. ¿Cómo es que me negué por tantos años a ver la realidad? Nunca lo entendería, pero estaba dispuesta a compensar todo ese tiempo perdido sin amarlo y sentirme amada por él hasta que la vida se me apagara.
Ya había estado enamorada anteriormente de una criatura igual de extraordinaria, pero su amor me perdió en el camino... lo entendía. Dejé de sentirme yo misma y me alejé de quien era realmente.
Con Lusian todo parecía lo opuesto. Me sentía en la libertad de seguir siendo yo sin ser juzgada o cuestionada. Tenía la certeza de que íbamos en la dirección correcta y más allá de ser un llano camino, lo pude ver como un sendero lleno de emociones, subiendo y bajando, provocando vértigo y adrenalina.
Antes quise convertir mi mundo en el lugar perfecto para un ángel. Por el contrario, con Lu quería compartir mi imperfecto mundo y que él compartiera el suyo conmigo.
No encontré palabras a la altura de lo que Lusian confesó, por lo que me limité a abrazarlo con gran fuerza, dejando suaves besos a lo largo de su mandíbula y por toda su mejilla, hasta que llegué a la curva de su cuello.
-Por fin te he dejado muda -dijo Lusian con una sonrisa en la voz y me abrazó presionando sus labios en mi sien-. No sé si eso es bueno o malo.
Ya no lo escuché tan feliz y eso me recordó su miedo a descifrar quien era.
-No vas a asustarme si sabemos qué eres en realidad. Para mí siempre serás Lusian. Mi Lusian... -Me separé de su cuello solamente para dejarle ver en mis ojos la verdad y lo implicada que estaba con él -. Te lo juro.
-Te amo tanto -gruñó y me levantó entre sus brazos.
Rodeé su cadera con mis piernas y me abracé a su cuello. Juntando mis labios candorosamente a los suyos, pedí poder transmitirle, en ese acto tan íntimo de besarnos, todo lo que en palabras no podía expresar.
Me bebí el sabor de su boca, rozando lentamente mi lengua con la suya, en la fricción exacta para que mis terminaciones nerviosas graabaran a mi memoria cada uno de sus movimientos, mientras que su lengua se encontraba paulatinamente con la mía. Experimenté más a fondo la textura suave y húmeda de sus labios, que probaron los míos como una manzana dulce y jugosa.
De un momento a otro me vi tendida sobre el mullido colchón, con Lusian sobre mi cuerpo, casi levitando. Sus manos lentas y ágiles desprendieron uno a uno los botones de la camisa que llevaba puesta, hasta que dejó en exposición mi torso completamente desnudo para su absoluto deleite.
Lo vi sonreír entre las sombras cuando admiró mi desnudez. Fui fiel testigo del cambio en su expresión. Más allá de sentirme adorada por su simple mirada, me sentí reclamada en todos niveles, logrando que mi cuerpo reaccionará con pequeños temblores de placer y uno que otro jadeo se me escapó. Moldeó la piel de mi cuello con su lengua y la curva de mi cintura con su mano, dando pequeños apretones, mientras que su boca iba explorando la piel de mi garganta, siguiendo el camino hasta el lóbulo de mi oreja.
Lo sentí entre mis piernas, acomodándose entre ellas, como si hubiese sido diseñado para estar ahí toda la vida. Cada curva de mi cuerpo encajó a la perfección con cada curva del suyo, convirtiéndonos a ambos en una estatua de mármol creada por las talentosas manos de Miguel Ángel.
Fue fascinante la manera en que volvió a repetir las pasadas palabras sin pronunciarlas, en actos tan simples como una caricia o un beso. Me amó con sus manos y sus labios. Mis dedos adoraron cada centímetro de su cuerpo, acariciándolo en reciprocidad a sus caricias.
Iba a volver a tomarme. Sabía que volvería a reclamarme y yo quería que lo hiciera porque así obtendría la posibilidad de reclamarlo para mí de nueva cuenta.
Desafortunadamente, tenía la triste tendencia a arruinar los mejores momentos de mi vida con pensamientos inestables. El auto sabotaje era una alarma de mi poca práctica para manejar mis emociones. Me vi bombardeada por preguntas sin respuestas.
¿Qué éramos Lu y yo? Sin lugar a dudas, su confesión debió haber dejado implícita la respuesta, pero necesitaba algo más, algo que pudiera tocar o quizá solamente pronunciar. Estúpidamente necesitaba nombrar de algún modo lo que empezamos, porque de esa forma me sentiría más segura respecto a lo qué esperar.
Lo detuve cautelosamente, colocando mis manos sobre sus hombros. Esperaba poder tomar el aire suficiente para poder hablar.
-Lu... ¿qué somos? -pregunté apenas escuchando el sonido de mi voz por encima del latido fuerte de mi corazón.
El exquisito hombre encima de mí se detuvo a medio camino de unir por completo su cuerpo al mío. Ladeó su cabeza, mirándome con curiosidad y entrecerró los ojos, mostrándome que no estaba entendiendo muy bien el rumbo de la situación.
-¿A qué te refieres con que qué somos? -me preguntó con voz ronca, evidenciando su excitación.
Un poco cohibida, bajé la mirada, mordí mi labio con nerviosismo y me encogí levemente, consciente de que estaba arruinando un gran momento.
-Sí... ¿qué somos? ¿Amantes, novios, amigos con derechos o qué? -indagué aplicando a mis palabras la velocidad suficiente para no arrepentirme de haberlas dicho.
Sentí su dedo bajo mi barbilla y levantó mi rostro, mostrándome una ceja elevada, cargada de incredulidad y cierta diversión.
-¿En serio, Ax? -me interrogó bajándose de encima de mí.
-Sí... necesito saberlo -dije con convicción.
Se arrastró sobre el colchón hasta la cabecera y me llevó con él, dándome la oportunidad de acomodarme en su costado. Me abrazó dejándonos cara a cara, prestándome uno de sus brazos como almohada y me sorprendió dándome un beso en la frente, de esos besos suyos que tanto me gustaron desde siempre.
-Somos momentos bellos...-comenzó a decir-. Eso es lo que somos. Momentos llenos de ganas y deseo, con un toque de lujuria y un poco de pasión. -Besó fugazmente mis labios y acunó mi mejilla en la palma de su mano, acariciándome con el pulgar-. Nos buscamos, satisfacemos nuestros deseos dentro y fuera de la cama y nos encontramos nuevamente hasta que un nuevo deseo nos pique la piel y nos alborote el alma.
Me quedé mirando sus labios mientras hablaba, absorbiendo la caricia que dedicó a mi mejilla en todo el tiempo de su lindo discurso. Discurso que no me dejó realmente complacida. No me estaba dando un nombre en concreto de lo que éramos. Fue ambiguo con su respuesta y no me gustó.
-¿Entonces eso somos? -cuestioné frunciendo el ceño, insatisfecha.
Eso solo me hizo ganar una risa baja de parte de Lusian. Me rodeó de la cintura y me pegó más a su cuerpo, regalándome la oportunidad de tener su rostro a escasos centímetros del mío. Pude sentir su respiración chocar contra mis labios, encendiendo un poco el fuego que yo solita había apagado.
-Sí, somos lo que tú y yo queramos, en el momento y el lugar que tú y yo queramos. En la oscuridad de la habitación, bajo la luz de la luna o en un bello atardecer -recitó.
-¿Por cuánto tiempo? -Pedí saber con voz baja y humedecí mi labio inferior.
Lusian era bueno con las palabras. Me decía las cosas más hermosas sobre la tierra. Pero con todo y eso, no me estaba dando lo que quería: un compromiso de verdad.
-Por momentos, pero pueden ser millones de ellos. Podemos hacer que nunca se acaben -dijo.
Maldita sea, no me decía nada en concreto y comencé a frustrarme y a entrar en pánico. Estaba pensando seriamente en que para Lusian nuestra relación iba a ser abierta y eso no me iba a funcionar ni por un minuto.
Me removí incómoda bajo el escudriño de su mirada y quise apartarme de él, pero me lo impidió, agarrándome con más fuerza de la cintura. Fue ahí donde pude notar algo en su expresión. Estaba comenzando a asomarse una sonrisa burlona en sus labios, ese tipo de sonrisas que siempre ocupaba conmigo cuando le parecía divertida e inmadura.
En ese momento me di cuenta de que tenía que tomar una decisión importante, la cual no debía ser tomar a la ligera. No pensaba ni por asomo pedirle que fuera mi novio, solo para calmar mis ansias. Quería que él lo hiciera, por muy infantil que eso pareciera. No importaba en qué siglo estuviéramos, para mí era importante porque era una chica de cuentos e historias románticas.
Refunfuñando, aparté su mano de mi cintura y me senté, abrochando rápido y mal los botones de la camisa. Tuve frío de nuevo. Y estaba haciendo berrinche.
-Me enferma saber que hace no muchas horas estuviste con alguien más, Lusian -dije molesta, peleándome con los botones que no querían entrar en su lugar.
-Es que no recuerdo que antes te haya enfermado -contestó entretenido.
La cama se movió bajo de mí y al girar mi cabeza para ver lo que estaba pasando, descubrí a Lusian acostado sobre su espalda, mirando el techo con una amplia sonrisa de pura e irritante satisfacción.
-Pues no lo hacía, pero no me sentí así por ti antes-dije evidenciando mi creciente mal humor.
-No la besé -aseguró mirándome de reojo. Cuanto deseé que quitara esa estúpida sonrisa de su cara.
Imaginé que aventándole la almohada la quitaría, pero eso sencillamente me haría ver más infantil de lo que ya me sentía. La conversación no me estaba llevando al lugar que yo quería.
-Eso no está ayudando. Te estás burlando de mí-le reproché y me acosté en mi lado de la cama, dándole la espalda, rindiéndome ante el ataque de unos sencillos botones.
Tuve ganas de llorar y eso solamente me irritó más.
De lo más profundo de mi mente, una voz cautelosa me susurró que eso era lo que quería evitar cuando comencé a descubrir mis sentimientos por Lusian. Con él todo sería complicado... Y yo nada más deseaba seguridad de una relación, sino mejor no quería tenerla. De hecho, después de Daniel, en ningún momento consideré tener una relación amorosa con nadie.
Percibí su cuerpo caliente pegándose a mi espalda y su brazo me rodeó, dejando su mano sobre mi abdomen, que acarició suavemente en círculos por encima de la tela.
-Dulzura -susurró en mi oído-. He tenido sexo con cientos de chicas, pero nunca había hecho el amor. Hasta que estuve contigo.
Me reí con ironía, acomodando mi cabeza sobre la almohada, intentando en lo posible alejar mi oreja de su boca y mis emociones de sus palabras embaucadoras.
Y pensando... No pudo ser más trillado.
-Eres bueno -dije con sátira-. ¿Sabes cuántos libros he leído en donde el tipo guapísimo y buenísimo le dice eso a la protagonista? Más de los que pueda contar. Y en las películas eso también lo dicen. Vas a tener que hacerlo mucho mejor -refunfuñé moviéndome hasta quedar casi con la mitad del cuerpo fuera de la cama.
Deseaba que la conversación se terminara. Mágicamente detecté muchas ganas de dormir para despertar y darme cuenta de que solo había sido un hermoso sueño.
-Estás haciendo berrinche, Alexa. Suena cliché para ti, pero no para mí. Lo que me hiciste sentir desde el primer día en que te vi no lo he sentido con nadie más. Yo no soy como los demás idiotas. No soy como todos esos hombres. Si no lo siento, no prometo -dijo, alzando medianamente el tonó de su voz -. Siempre has sido especial para mí. Maldita sea, mírame-gruñó y como una muñeca de trapo me giró, ayudándose de la mano que tenía sobre mi abdomen.
Me resistí un poco antes de levantar la mirada hacía él. No iba a ceder tan fácilmente, aunque ciertamente no sabía en qué debía hacerlo.
-No comparto tu ideología liberal -aclaré de mala gana, desviando mi mirada.
-Si vamos a estar juntos, sólo seremos tú y yo. Debes estar tranquila con eso. ¿Puedes confiar en mí? Jamás te haría daño. Nunca pensé que existiera la posibilidad de estar así contigo. ¿Me crees tan imbécil como para arruinarlo? - Dijo, perdiendo los estribos.
Bien, ya había tomado un mejor rumbo la charla. Sin embargo no me lo pidió. No pidió que fuera su novia y eso me estaba molestando más de lo que podía aceptar. No quería ser yo quien lo hiciera y no parecía que para él tuviera importancia.
-¿No vas a pedirme que sea tu novia? -Le pregunté levantando la cara en su dirección.
Con la risa que dejó brotar de su pecho me hizo saber que me encontraba divertida. Pero yo no me estaba divirtiendo.
-¿Y por qué no me lo pides tú? -Dijo, dándome un golpecito en la punta de la nariz con su dedo.
-Porque así no es cómo funcionan las cosas. Tú me lo pides y yo encantada digo que sí. O me vas a decir que no eres tan pretencioso como aparentas -rezongué.
-Sabes que podría inventar una palabra para darle nombre a lo nuestro y hacerla oficial en todos los idiomas. No entiendo porque quieres limitarnos a un título social -dijo, asomando al erudito en su interior.
Junté ambas cejas, casi rindiéndome a su falta de interés por ser mi novio. Y es que, sí, eso había sonado muy romántico, pero igual quería cumplir con el protocolo, aunque algo me decía que iba a tener que claudicar un poco. Pero no sin antes dar batalla.
-Según yo es lo adecuado cuando empiezas una relación con alguien. Porqué estamos empezando una relación, ¿no? Ya nos conocimos durante muchos años, no podemos saltarnos ningún paso - sentencié.
-Hagamos un trato... tú me pides que sea tu novio, aunque para mi eres mucho más que eso, y yo te pido que te cases conmigo -sugirió.
La saliva se me atoró cuando escuché boda implícita.
-¿Cómo sabes que voy a querer casarme contigo? -Le pregunté, con desdén.
-Porque soy más pretencioso de lo que aparento -respondió y acercó sus labios a los míos, sin darme el placer de poder tocarlos.
Genial... no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Esperaba no arrepentirme después y que mi dignidad se viera ensombrecida.
Tomé aire con fuerza y lo expulsé lentamente, armándome de valor. Nunca me imaginé que decir esas palabras fuera tan complicado. En realidad nunca en mi vida se me pasó por la cabeza tener que decirlas.
-¿Quieres ser mi novio? -Pregunté rápidamente, evitando mirarlo.
Me avergonzaba haberlo dicho y no tenía idea de por qué. No obstante estaba buscando por mi cuenta la tranquilidad que necesitaba, como una mujer independiente y empoderada.
-No lo sé, terror. Esas cosas se piden con más romanticismo. No estoy seguro de que sea lo que deseas -dijo, dejando al descubierto, en cada una de sus palabras, lo mucho que se estaba riendo de mí.
-No voy a hacerte una cena con velas, vino y flores -aseguré, irritada -. Si no quieres, pues ni modo. Te lo pierdes.
Enfurecida por su falta de seriedad en el asunto, me impulsé para levantarme de la cama y dejarlo solo, con su grande ego y su lindo trasero desnudo. Pero no me dejó llegar muy lejos.
Escuché un gruñido, mitad divertido y mitad irritado, cuando me rodeó por la cintura con un brazo y tiró de mí, volviendo a convertirme en una muñeca de trapo.
-Sí quiero -dijo roncamente, dejándonos frente a frente, sobre la cama-. Quiero todo contigo, dulzura, sobre todo cuando te pones caprichosa y mimada... -aseguró y confirmando sus palabras con un beso.
Y no sólo fue con un beso. Me vi despojada de la camisa en cuestión de segundos y ocupó nuestros cuerpos para sellar la última parte del contrato.
Despertar con dolor de extremidades, me pareció que sería una de mis actividades favoritas, tras abrir los ojos y encontrarme de frente con un Lusian dormido y relajado sobre su espalda, con un brazo sobre su abdomen y el otro extendido en mi dirección.
Puede que quizá haya perdido la cuenta de las veces que hicimos el amor después de pedirle que fuera mi novio. Sólo recordaba que quería más, pero mi cuerpo no estuvo muy de acuerdo conmigo y terminé quedándome dormida, bien pegadita al cuerpo del hijo mayor de Raphael Bennett.
Vicky estuvo de acuerdo conmigo por primera vez en mucho tiempo, porque se fue a hibernar a su cama de dosel.
Y ahí estaba yo, como una psicópata, observando a Lusian dormir.
Su pecho subía y bajaba, al compás de su respiración lenta y pausada. Su rostro, de mandíbula cuadrada y nariz recta, con una casi imperceptible protuberancia en el puente, seguramente por una pelea adolescente, era la viva imagen de la tranquilidad.
Me fijé entonces en un detalle que jamás noté, a pesar de que lo conocía desde hacía más de diez años: en el lado izquierdo de su quijada tenía una diminuta desviación, haciéndolo ver aún más masculino de lo que ya parecía.
Viajé mi vista expectante, de camino hacía al sur, memorizando sus pectorales bien definidos y duros, sin rastro de vello, generándome la duda de si debió haberse hecho depilación láser o era así de perfecta su genética. Después fui más abajo, donde comenzaban a marcarse las líneas de su abdomen, precisando una tableta de seis, como para poder pasar la lengua entre cada canal de su piel bronceada. Entonces llegué al lugar más exótico de su cuerpo: a esa v perfectamente marcada en sus caderas, casi luciendo como una pieza artesanal detallada en porcelana. Tal vez hubiese sido el modelo perfecto para la inspiración de Donatello o Raphael.
No me complació la sabana que cubría esa parte más abajo de su cadera, pero tampoco tenía muchas ganas de moverme, así que dejé todo como estaba.
Los rayos de luz, que se colaban entre los espacios de la cortina rosa de la ventana, alumbraban unas cuantas cicatrices en su abdomen: Dos del lado izquierdo, que se apreciaban muy antiguas, y un par más en el centro, una de ellas mostrándose reciente.
En esas cicatrices encontré la magnificencia de la imperfección.
Fue en ese momento que dejé de preguntarme por qué no había visto a Lusian como lo veía ahora. Entendí que antes no estaba preparada para alguien como él. Comprendí que siempre lo amé de un modo distinto, pero poder ver esos defectos, por encima de lo que eran sus virtudes, me hizo saber que lo quería por completo y que incluso aceptaría hasta la más profunda cicatriz.
No lo vi antes tan él, porque no me había visto a mí misma, tan yo.
En esos tres años de buscarme y al fin encontrarme como individual, y no como parte de un grupo de amigos que se volvieron mi familia, me preparé para poder compartir lo que soy, sin necesitar complemento, ni querer complementar a nadie.
Dediqué mucho tiempo en perfeccionar mi relación con Joshua, durante muchos años, porque lo veía perfecto para mí y nunca me vi capaz de observar sus defectos, porque la sociedad y nuestra historia desde niños, sugería que debíamos estar juntos, que éramos perfectos juntos. Yo me veía perfecta a su lado.
Con Daniel encontré la perfección en su naturaleza, y lo coloqué en un altar, sin darme cuenta que al adorarlo, hice a un lado la oportunidad de amarlo, amarlo de verdad. Lo vi tan intachable, que no me di permiso de creer, que aun siendo un ángel, también tenía deficiencias. Lo idealicé... Y terminó siendo un demonio. Y de todos modos, sabiendo eso, quise estar con él, si pensar en lo mucho que eso me lastimaría con el paso del tiempo. Me aferré a seguirlo viendo inmaculado, porque quería seguir viviendo en un cuento de hadas inexistente. Y cuando se fue, creí que jamás existiría algo mejor para mí. Pinté un mundo de color rosa, sin recordar que los colores grises también tienen su gracia, sin querer ver que la vida era multicolor.
Tan multicolor como el hombre que dormía a mi lado. Entendía que no sería siempre todo miel sobre hojuelas, y que tendríamos complicaciones. Pero el conocimiento de eso, me hizo saber que quería vencer cualquier complicación, para poder estar con él. Hice a un lado las falsas expectativas de la fantasía, porque sus defectos lo hacían más real que cualquier cosa.
Mientras pensaba en mi proceso emocional, no me di cuenta de que acariciaba distraídamente el interior de su brazo izquierdo, justo donde había pintado su piel, con un increíble tatuaje de una brújula, probablemente vikinga, sobre un mapa con las orillas difuminadas, dando el efecto de haber sido quemado.
-¿Te gusta?- Me preguntó un adormilado Lusian, con voz ronca y una dulce sonrisa.
No me di cuenta de que había despertado, aunque el pobre apenas si podía mantener sus ojos abiertos.
Se removió, quedando sobre su costado, dejándonos frente a frente.
-Sí -respondí, sin cohibirme para seguir acariciándolo-. ¿Qué significa?
En un segundo, Lusian pareció haber despertado del todo. Sin embargo, se me quedó viendo en silencio. Lucía como si estuviera sopesando el responderme o no.
-¿Qué hora es? -Me preguntó.
-Como las ocho o algo -contesté.
-Terror, es muy temprano para que quieras hablar de esto - se quejó, girándose de nuevo, quedando sobre su espalda y se cubrió los ojos con un brazo.
Me giré, recargué mi barbilla en su pecho e inicié una lenta danza con mis dedos sobre su pectoral derecho, guardando silencio por un par de segundos, observándolo. Cada que tenía la oportunidad de poder mirarlo, parecía que mi corazón se hacía un poquito más grande, colmándose de todo lo que me hacía sentir.
-Yo creo que cualquier hora es adecuada para hablar de un tatuaje -dije, con voz cantarina.
Ipso facto, Lusian se irguió y sin darme espacio para entender lo que estaba pasando, me tumbó sobre el colchón, recargando su torso en mi costado, y me besó. No fue algo que estuviese esperando a tan tempranas horas. Fue un beso duro y exigente. Sus labios se movieron sin delicadeza sobre los míos, irritándome quizá un poco la piel alrededor de la boca. Su lengua se coló inflexible en el interior de mi cavidad bucal, examinando cada rincón bruscamente. Una de sus manos se envolvió con fuerza en mi cabello, con la finalidad de inmovilizar mi rostro contra el suyo.
Poco a poco me di cuenta que no era un beso cualquiera. La imposición con que reclamaba mi boca, llevaba una nota de desesperación. Parecía como si se estuviera despidiendo...
Mi estómago se encogió.
Casi cuando tuve toda mi fuerza de voluntad junta para detenerlo y examinar la situación, Lusian me prohibió seguir saboreando sus labios.
Con un gruñido se separó de mí y se levantó de la cama. Se puso el bóxer y el pantalón, mientras que yo me quedé tumbada en la cama, intentando recuperar mi capacidad de respirar.
Y sentí frío, de ese que llega hasta el alma.
Algo no estaba bien.
-¿Qué haces? -Le pregunté, sentándome con la espalda recargada en la cabecera, cubriéndome con la sabana, después de flexionar mis piernas y abrazarlas.
-Me preparo -contestó distraído, aparentemente buscando algo en el suelo.
Su ceño se frunció y llevó su búsqueda a la cama.
-¿Para qué te preparas? - interrogué con cautela, sin estar muy segura de querer saber la respuesta.
-Para irme -contestó, cogiendo de la cama la camisa que anteriormente yo utilicé para cubrirme y se vistió con ella.
-¿Por qué quieres irte? ¿Qué está pasando? Me estás asustando, Lusian.
Lusian se detuvo de empezar a abrochar los botones de la camisa. Estaba parado al pie de la cama, con la mirada turbia sobre mí. Se le veía agobiado.
Justo en esa posición y con la tenue luz del día reflejándose en su torso desnudo y en su rostro levemente inclinado hacia abajo, se dibujaban sombras sobre las severas líneas de sus facciones, pareciendo un Dios vengador.
¿Por qué tenía que ser tan atractivo? Incluso con el pánico creciente que se apoderó de mí, verlo con la camisa suelta y los pantalones cayéndole sugestivamente de la cadera mostrándome su apetecible v, me provocó un espasmo en la entrepierna.
Por Henry Holiday...
-Es probable que tú quieras que me vaya. Te dije que no querías hablar de esto ahora -sentenció con dureza.
-Dijiste que era muy temprano para hablarlo... pero quiero saber-dije con seguridad.
Pensé en qué podía ser tan malo, como para que Lusian creyera que querría que se fuera. Yo no quería que estuviera en otro sitio, más que conmigo, sin importar cualquier cosa. Además, no entendía porque hablar sobre el significado de un tatuaje, parecía ser complejo.
-Tú... el tatuaje significas tú. Eres tú -confesó ásperamente.
Oh... sinceramente no estaba preparada para esa respuesta. No obstante, no parecía malo tatuarse en representación de alguien más, ¿o sí? Quiero decir, no era mi nombre el que estaba dibujado permanentemente en su piel. Sólo era una imagen simbólica.
Y efectivamente no sentí ganas de que se fuera. Aunque la información me sobrecogió. Resultaba intimidante saber que una persona se había tatuado por ti, fuese cual fuese el motivo.
-Ammm... te informo que no tengo deseos de que te vayas. O sea, es impresionante saber que te tatuaste por mí, pero no es para tanto. Y sigues ahí, parado, esperando salir corriendo, Lusian. ¿Cuál es el problema? -Inquirí.
Quise levantarme, pero me arrepentí de último momento. No estaba segura de si mi novio quería que estuviéramos cerca. Comencé a pensar que el tatuaje no era precisamente algo lindo.
-El tatuaje eres tú, pero tú no eres la razón por la que me lo hice... -dijo, logrando perturbarme por el tono rauco que utilizó.
Tragué saliva, sintiéndome pequeñita en medio de la cama, y me encogí, aferrándome a la orilla de la sabana con la que cubría mi pecho.
-No estoy entendiendo -murmuré.
-Seis meses después de que te marcharas, una ambulancia tuvo que sacarme del Blue Moon por sobredosis: cocaína y LSD -declaró llanamente.
¿Cómo?
Toda la sangre se drenó de mi sistema y mi estómago se encogió hasta el punto de casi desaparecer, junto con mi corazón. Me tapé la boca con una mano, para acallar el jadeo de asombro que nació en la base de mi garganta. Mis ojos, abiertos como platos en dirección a Lusian, mostraron lo atónita que me había dejado su confesión.
Supuse que mi reacción alertó a Lusian, porque corrió hasta mí, y se sentó a mi lado, a la orilla de la cama, tomando mi rostro entre ambas manos.
-Lo lamento, pero escúchame por favor. No digas nada hasta que sepas toda la historia, y después, si tú quieres, me voy -me pidió angustiado, presionando su frente sobre la mía.
Asentí lentamente, tragando con fuerza la saliva que se me atoró, gracias al fuerte nudo que se enroscó en mi garganta.
La verdad era que no me asustaba. Viví rodeada de gente adicta, desde temprana edad, por las fiestas a las que me escapaba con Joshua, cuando su papá se perdía por días, alcoholizándose. Pero me dolía imaginar a Lu inconsciente, drogado y al borde de la muerte. Siempre nos gustó emborracharnos hasta perder el sentido, pero jamás pensé que Lusian Bennett fuera un chico de farmacodependientes.
Lu soltó mi rostro y tomo una de mis manos entre las suyas.
-Entre la recuperación tras el accidente, el asimilar que no podría jugar profesionalmente y tu partida, Joshua se aisló. Se encerró en un mundo al que no me dejó entrar. Dejé de verlo y me quedé sólo. Buscando la manera de llenar esos vacíos, encontré como olvidarlos, entre el alcohol, el sexo y las drogas. Viví en una fiesta de oscuridad eterna por meses. Caí en los excesos, hasta que toqué fondo. Que tú te fueras me dejó perdido, Ax.
Lusian levantó la mirada hacía mí, dándome la oportunidad de ver en sus ojos una tormenta de emociones.
-Cuando desperté en el hospital, mi papá estaba ahí -continuó-. Y por primera vez me dijo que me amaba. Tuve que tocar fondo para poder tener a mi papá. Pero no sirvió mucho, estaba tan intoxicado, que cuando salí, volví a lo mismo, aunque con culpa y remordimientos.
>>El día que vi mi alma en completa oscuridad me asusté, me estaba consumiendo... y entonces te recordé, porque permanecer drogado me hacía olvidarte. Recordé tu risa, tus abrazos y tus besos en mis mejillas. Recordé lo bien que se sentía vivir en un mundo en el que tú existías. Recordé la primera vez que te vi, y como me deslumbraste con el brillo de tu alma. Y una flama en el centro de mi pecho se encendió.
Aquello encogió mi corazón, casi quebrándolo. Calientes gotas humedecieron mi rostro.
-No llores -me pidió-. No quería perderme y encontré en ti el ancla para no hacerlo. Ya no te tenía físicamente en mi vida, pero estabas, omnipresente. Y quería ser el mismo Lusian de siempre, ya sea que regresaras o no. Siempre figuraste como una brújula para mí, desde que te conocí. Por eso me tatué la brújula, para recordarme todos los días lo que significas para mí, aunque no podía mirarte. Y poco a poco fui mejorando. De hecho compré el Blue porque después del incidente conmigo, fue en decadencia hasta casi quedar en bancarrota. Y no iba a darme el lujo de perder parte del pasado en donde tú estabas.
No pude quedarme callada por más tiempo. Me agobiaba más de lo necesario lo que me confesó y me sentí atrapada, como un claustrofóbico en un sótano. Era como si las paredes de un edificio hubiesen caído sobre mí, asfixiándome.
-Lusian, me estás dando demasiada responsabilidad con todo esto. No puedes depender de mí para estar bien. Si lo nuestro no funciona, no quiero tener que quedarme a tu lado, sólo por temer que te hagas daño -dije angustiada, apartando mi mano de las suyas.
Entonces entendí porque Lu sabía que quizá tenía que irse.
Me levanté de la cama sin dejar de cubrirme con la sabana.
-No estás entendiendo -dijo Lusian, detrás de mí, siguiéndome hasta el armario.
No quería hablar. No quería mirarlo. No quería escucharlo. Era demasiado figurar como una salvadora... ya tenía suficiente con ser la maldita Elegida de una profecía que no me dejaba claras las cosas sobre su verdadero significado.
Ay, por favor... no era momento para ponerme a llorar como una magdalena.
Entre mi visión borrosa por las lágrimas desbordando, llorándole a una relación que se había acabado, apenas empezando, tomé una sudadera vieja de color marrón, que Joshua y yo nos compramos idénticas en un viaje a Nueva York, y me la puse.
-Tú me pediste saber, Alexa. Ahora di algo -dijo Lusian a mis espaldas, con aire sombrío.
Saqué el primer pantalón de mezclilla que encontré en una pila arrumbada de ropa y me lo puse, sin preocuparme por no haberme puesto pantis antes.
Casi por completo vestida, aunque me faltaban los zapatos, me giré para poder encarar a Lusian y decirle unas cuantas verdades, que hicieron acto de presencia de entre mis recuerdos, mientras cubría mi desnudez.
Igual por poco y me retracto de decirle cualquier cosa, porque lo descubrí mirándome con dureza. Podría jurar que hasta se veía más alto por la forma en que erguía la espalda y cuadraba sus hombros.
-Tú le dijiste a Kathara que no querías ser rescatado. Le dijiste que ella no era una doncella a la que esperaba el caballero oscuro para salvarlo. Pues yo tampoco lo soy. No puedo...-dije, a punto de desahuciar nuestra corta relación.
-No estoy esperando que me rescates, nunca lo esperé así. Eres como las palabras de un sacerdote frente a un moribundo, o como la terapia de un psicólogo, ante un depresivo. Solo yo puedo darles significado... -murmuró, tomándome de los brazos, porque seguramente adivinó mis intenciones de apartarme -. Antes de conocerte, también me drogaba... creo que fue una de las razones por las que mi padre me envió al internado en España. Pero cuando te conocí en casa de Joshua, me diste paz, terror. No puedo explicarlo, pero supe que podía ser mejor persona. Recordarte me recordó que yo era mucho mejor que eso que fui durante meses tras tu partida. No eres un salvavidas... Digamos que eres la inspiración del escultor o pintor, para crear su más grande obra. Mejor dicho, tú eres Beatriz y yo Dante.
Maldito fuera Lusian Bennett. No era posible, ni justo, que ocupara algo que me apasionaba tanto, como la historia Florentina de Dante y Beatriz, en mi contra. Pero no tomó en cuenta una cosa, aunque no hice mi especialidad en Dante, entendía mucho mejor que él aquella historia.
-¿En serio, Lusian? Beatriz no bajó por Dante, él la encontró en el Paraíso. Más bien quieres que sea tu Virgilio y que te guie por el purgatorio y el infierno, hasta elevarte -aseveré.
Debía admitir que al inicio, cuando más chica, pensaba que Beatriz había bajado al infierno por Dante, hasta que estudié mejor la obra y supe que no, que Beatriz nunca dejó el Paraíso. En su momento, creí que sería la representación perfecta de Beatriz y que tenía que bajar al infierno por Daniel, lo cual era un épico error. Pero ya no era más esa mujer.
-No estás escuchándome de verdad -dijo Lusian, con irritación -. Para empezar yo jamás te pediría que bajaras por mí al infierno, ni siquiera dejaría que lo hicieras. El amor que siento por ti me lo impediría, por muy deseoso que estuviera de estar contigo. Si lo quieres poner así, entonces finjamos que eres Beatriz en el Paraíso, aunque dudo que vayas al cielo cuando mueras. Y entonces yo soy un alma errante del infierno en busca de redención -propuso y entonces se quedó en silencio, meditando -. ¿Te parece si ponemos a Joshua como Virgilio?
Para mi mala suerte, aquello me hizo sonreír, sonreír mucho. Porque sí, Joshua siempre fue como un guía para ambos, aunque tampoco era un santo.
-¿Y luego qué? -Inquirí, intentando poder quitar mi sonrisa, aunque me fue imposible.
Lusian ya no se mostraba tan tenso y agobiado. De hecho, sus labios anunciaron que quería sonreír, pero que dios lo ayudara si lo hacía, porque estábamos en un tema importante y solemne.
-Y luego nada -respondió, inalterable.
-¿Cómo que nada? -Pregunté arrugando la frente, sin entender.
-Que de lo que estás hablando tú es ficción-dijo-. Y yo te estoy ofreciendo algo real. Cuando hablé sobre Dante y Beatriz, me refería a lo que fueron en realidad. Él escribió la obra italiana más famosa de la literatura mundial y ella fue su musa para escribirla. Es lo que quiero que sepas que eres tú. Eres el recordatorio de que la vida es hermosa... Así como él utilizó a Beatriz como fuente de su inspiración para escribir, tú me inspiras para tener una mejor vida. Y sinceramente me asusta que pienses que quiero que me salves. Sé que eso sólo me llevaría a alejarte de mí.
Me indignó que Lusian se mostrara tan estudiado sobre el tema, porque era mi tema. Era mi pasión, no suya.
-Dante fue promiscuo -dije, como prueba de mi sabiduría.
-Por el amor de Dios. ¿No sabes quedarte callada nunca? - Murmuró entre dientes, exasperado -. Entonces, ¿me voy?
Él sabía perfectamente que eso no iba a pasar, por eso en un segundo lo tuve pegado a mí, aunque no me tocó, sólo podía sentir las vibraciones de su cuerpo, alertando al mío de su cercanía.
Qué fácil era caer en su hechizo, cuando se me ponía así de cerquita, siendo muy consciente de lo que provocaba en mí. Tuve tantos deseos de tocarlo, de que mis manos recorrieran la gran cantidad de piel que dejaba asomar la camisa sin abrochar. Quise llevar mis manos a sus hombros y quitarle la estorbosa tela que los cubría, pero me resistí de hacerlo, porque necesitaba saber algo importante.
-¿Ya no te drogas? -Pregunté en un susurro ahogado, claudicando un poco ante mis deseos de tocarlo.
Presioné suavemente mis manos sobre su abdomen y miré de sus labios a sus ojos, en espera de su respuesta.
-Estoy limpio de eso desde que me tatué, dulzura... te lo prometo. El alcohol y el sexo ya es otro tema - contestó, rozando de arriba abajo mi nariz con la suya.
-El sexo te lo puedo dar sólo yo, desde ahora, en exceso...- susurré falta de aire y me permití viajar mis manos hacía arriba, sintiendo bajo mis palmas las marcadas líneas de su tableta.
-Eres de la única que quiero saciarme - dijo en respuesta, dándome un beso lento y suave que terminó con una pequeña mordida en mi labio inferior.
-¿Y si no funcionamos juntos, Lu...?
-Haremos lo posible para que funcione, pero si no podemos, no te preocupes. Aunque tú eres la brújula, yo soy el que maneja el timón de mi vida. Sólo quiero recordar que tengo una mejor versión de mí, para seguir el camino adecuado -anunció, contra mis labios.
En un segundo me sentí envuelta en una espesa neblina de seducción, gracias a la respiración de Lusian, que chocaba suavemente contra mi boca. Además, no podía negar que mis sentimientos hacía él pronunciaban más el deseo por estar unida a su cuerpo por largas horas. Sin embargo, no creía que fuera momento para un encuentro carnal. Lo que acabábamos de hablar no había sido un tema cualquiera y debíamos liberar la tensión de otro modo.
Así que, para aliviar la sobrecarga sexual de la que estaba siendo víctima mi cuerpo, comencé a abrochar los botones de su camisa, empezando por el de hasta abajo.
-No sabía que dominabas tan bien el tema de Dante y La Divina Comedia -comenté, concentrada en meter el botón en el agujero correcto.
-¿Impresionada? -Me preguntó, dejándome escuchar una sonrisa en su voz.
Cuando levanté la cabeza para mirarlo, no pude negarme el besarlo. Aunque fue un beso rápido, sin connotaciones sexuales.
-Sí, un poco. Aunque no entiendo por qué. Nunca te he visto agarrar un libro -dije, volviendo a mi tarea anterior, llegando a la mitad de los botones.
-Sé que crees que soy un holgazán inculto, pero aunque nunca me gustó la escuela, tampoco soy un ignorante. Todo lo que sé, lo aprendí por mi cuenta -dijo, con todo el orgullo del mundo.
Yo me sentía orgullosa de él, por más razones que esa.
Terminé de abrocharle la camisa, dejando los tres botones de arriba sin abotonar y sonreí satisfecha por mi trabajo, acomodando las solapas de su camisa.
-Lo que creo es que no has explotado al máximo todas tus capacidades porque te da miedo el fracaso -dije, abrazándolo del cuello.
-Terror, lo hice bastantes veces en esa cama, contigo y no creo haber fracasado ni una sola vez -expuso, dibujando una gran sonrisa arrogante en su rostro, expresión que llegó hasta sus ojos -. Y te amo, ¿sabes? Pero apestas, cariño. Necesitas una buena ducha.
Lusian y yo no tomamos nuestro tiempo para bañaros. Él en el baño de Joshua, que sorprendentemente aún no había llegado y yo en el baño de mi habitación en casa de los Parker.
El baño me ayudó un poco a despejar mi cabeza, porque aunque había entendido el verdadero significado del tatuaje de Lu, y la razón por la que se lo hizo, aún me sentía intimidada por tener un cargo tan importante en su vida, sin pedirlo.
Para mi infortunio, mientras las gotas de agua caliente caían deliciosas sobre mi cabeza y espalda, algo más sobrecogedor invadió mis pensamientos:
¿Qué rayos pasaría con la dichosa profecía? Estuve tres años sin tener que preocuparme por nada de eso y parecía que tenía que volver a hacerlo.
De alguna manera volverían a actuar allá arriba y abajo, para su conveniencia. Estaba segura de que me separarían de él. Cuando muchas parejas se preocupaban por la economía, el color de su nueva casa y cuantos hijos tendrían, yo debía preocuparme por una profecía en la que se me obligaba a tener un hijo de quien sabe quién, ya fuese de los buenos o de los malos.
Eso, en caso de que todo fuera real, y no producto de mi imaginación, porque por bastante tiempo no tuve que pensar en nada relacionado a la profecía, ya que no tuve que preocuparme por el motivo de ser arrebatada del lado de alguien de quien me había enamorado. Y eso solo si comenzábamos a enlistar las razones.
Eso me revolvió el estómago. Nuestro futuro juntos se me presentó más incierto que unos minutos atrás. ¿Cómo haríamos para evitar esa profecía? Debíamos hablarlo, porque en cualquier momento esos dos arcángeles podrían aparecer, para recordarme que ellos manejaban mi vida y no yo. U otro Dante.
Sentí escalofríos. No quería otro Dante ni otro Daniel. Lusian me daba mucho más de lo que ellos me habían ofrecido por separado.
Salí de la ducha, volviendo a vestirme con la ropa que llevaba puesta. No creí necesario ensuciar otra tanda de ropa, cuando la que llevaba antes de bañarme estaba limpia. Apenas si la usé por cinco minutos. Aunque definitivamente debía buscar unas bragas lo antes posible. De hecho, en la cajuela de mi auto estaba mi equipaje y mi auto seguía estacionado frente a la casa de Joshua. No obstante, me sentía muy cansada para siquiera bajar las escaleras. Ya me pondría ropa interior en otro momento.
Pedí una pizza a domicilio y me acosté sobre las sabanas desordenadas de la cama. No, no iba a acomodarlas, solo esperaba que quien hiciera la limpieza posteriormente, lavara a conciencia toda la ropa de cama.
En la espera de que Lusian apareciera sexy y recién bañado por la puerta, me puse a pensar en lo que me confesó.
Podía sentir el aguijonazo en mi pecho al solo imaginarlo tan vulnerable en una cama de hospital, rendido ante sustancias toxicas. Un contraste bastante extremo, a la persona que siempre iba caminando por la vida con la barbilla en alto, arrogante, mirando al mundo como si no merecieran estar cerca de él. Era imposible creer que Lusian el Golfo Bennett hubiese tenido una sobredosis. Y me dolía mucho pensarlo, y saberlo... De los tres siempre pareció el más duro. Aunque dentro de mí, siempre supe que había un frágil ser humano, escondido detrás del caparazón de megalomanía que construyó a su alrededor.
Tal vez estuve a pocos minutos de quedarme dormida, pero mi novio apareció en el umbral de la puerta, sin superar mis expectativas de sexy y mojado. Más bien fue la imagen más graciosa que vi en mucho tiempo.
Lusian, a falta de ropa, pareció haber saqueado el armario de Joshua. Llevaba puestos un pantalón color caqui bastante ajustado y una camisa tipo polo color naranja. Por suerte pudo usar sus zapatos, porque algo me avisaba que sus enormes pies no entrarían en los zapatos de Joshua.
-No te rías -exigió, antes de que pudiera echarme a reír.
Asentí, en convenio con él, y se acercó hasta la cama, se inclinó sobre mí y dejó un suave y perfecto beso sobre mis labios.
-Creo que nos hace falta una fiesta en la piscina -anunció, irguiéndose.
-No tengo ganas de una fiesta -me quejé, estirando deliciosamente todas mis extremidades -. Quiero tener más sexo contigo -ronroneé, tomándolo del brazo, intentando atraerlo hacía mí.
Se echó a reír, logrando que me sintiera un poco avergonzado y volvió a inclinarse, pero esa vez fue para acercar sus labios a mi oreja.
-Hablaba de una fiesta en la piscina, exclusivamente para dos invitados -murmuró sugestivamente, enviando pequeñas descargas eléctricas a mis piernas y más arriba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro