Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14

HASTA LOS SECRETOS MEJOR OCULTOS BUSCAN SER LIBERADOS

Igual si me negaba y me echaba a correr fuera de la mansión me alcanzaría, debía tener ciertos poderes si era el diablo. Medité la palabra, llegando a la conclusión de que sonaba totalmente absurda, incluso pronunciada por mi voz interior

Asentí con cierta reticencia, abrazándome a mí misma. No era mucho, pero fue la única manera que encontré de proteger a mi bebé.

Lo seguí cautelosamente a su estudio, y mi corazón se hundió cuando la puerta se cerró, haciéndome dar un respingo.

—Deja de tener miedo, por favor. No soy él... te lo juro —me aseguró sentándose en su imponente sillón.

Me senté en una de los dos sillones, un poco más pequeños que el suyo y levanté mis piernas, hasta dejar mis rodillas contra mi pecho, abrazándolas.

—¿De qué quieres que hablemos?

Y hablamos... bueno, en realidad él habló.

Cientos y cientos de años atrás antes de cristo, el portal que conduce a los demonios a la tierra, reveló una grieta a causa de una saturación de almas errantes que fueron enviadas a penitencia, por los pecados cometidos. Este suceso dio lugar sobre las llanuras del Rio Jordan, al norte de donde hoy se encuentra el Mar Muerto. Cinco ciudades: Sodoma, Gomorra, Admá, Zeboím y Bella fueron sometidas a su aniquilación total, después de que Abraham regresara de Egipto. Sus habitantes eran descritos como blasfemos, sangrientos, hostiles y sádicos. Estas ciudades fueron destruidas por Dios con fuego y azufre caídos del cielo, tras el fracaso de Abraham al no encontrar diez justos entre sus pobladores, para evitar su destrucción.

Una tropa de demonios aprovechó aquella grieta en el portal, revelándose a las leyes de Lucifer, de no acudir a la tierra sin su consentimiento, y escaparon con la intención de crear caos y apoderarse de tierras sagradas. Aún con todo y que se rebelaron contra él, no intercedió, viendo la oportunidad perfecta para destruir lo que le pertenecía a su padre.

El arcángel Miguel se dio cuenta casi de inmediato, bajando con una parte de su ejército de ángeles soldados, para impedir dicho acto violento, iniciando así una épica batalla que comenzó en el Monte Sinaí, esparciéndose hacía terrenos asiáticos y africanos.

Aquella devastadora batalla entre ángeles y demonios se prolongó por semanas, causando así la muerte de muchos ángeles y confusión entre los hijos de Dios.

El arcángel Gabriel, conocido entre sus hermanos, como el más poderoso y noble, guardia de los recién nacidos y mensajero de Dios, intercedió en dicha batalla, al darse cuenta que más allá de terminar con un bando victorioso, culminaría con la extinción de los soldados de Miguel.

Gabriel, al no ser un guerrero, recurrió a otro tipo de artimañas, pactando un encuentro con su hermano Lucifer, para poder llegar a una tregua, incapaz de seguir viendo a su gente morir.

Lucifer y Gabriel tuvieron su encuentro cerca de Jerusalén, en donde el arcángel le ofreció como tregua crear un ser supremo que tendría el poder de liderar a cualquiera de los dos ejércitos, regalándoles la victoria en la batalla final por el bien y el mal. Lucifer aceptó con cierta resistencia, consciente de que era como echar una moneda al aire, mas supo que era la única oportunidad que tenía para dominar lo que le pertenecía a su padre, y cobrar venganza por su exilio. Y también ya había visto a muchos de los suyos caer en batalla.

Gabriel entonces acudió a Miguel, pidiéndole que parara con aquella masacre, y le informó sobre el acuerdo al que había llegado con su hermano caído. Lucifer retiraría a sus tropas únicamente cuando se iniciara la creación de aquella criatura. Para Miguel no fue una grata noticia, no estuvo de acuerdo al inicio, pero al ver la destrucción en la que había caído su ejército, no le quedó más que aceptar, con la única condición de que fuese su sangre la que poseería aquella criatura que crearía el mensajero de Dios.

Se necesitaba sangre guerrera para una batalla de esa índole, no sangre benevolente, mencionó Miguel. Su arrogancia le impidió a Miguel ver que la sangre de su hermano, el mensajero de Dios, era la más apta para aquello, pero no viendo otra opción, Gabriel aceptó.

Miguel le entregó un manto con su sangre, directo de una herida sobre su corazón.

Al reencontrarse nuevamente Gabriel con el caído, el arcángel llegó con un pastor, hijo de Dios, que encontró solitario en una montaña, donde parecía que su única compañía eran sus ovejas.

Para poder crear a la criatura suprema, se necesitaba la semilla de un hombre y una mujer para ser fecundada con dicha semilla. Entonces Lucifer donó su sangre, directo del corazón, y la mezclaron en el manto que Miguel le había otorgado a Gabriel. Lucifer entonces hizo el trabajo sucio, haciendo una herida profunda en la palma de la mano del ermitaño pastor, y la cubrieron con dicho manto, amalgamando así a tres razas en uno solo, dándole vida al Portador de las tres razas.

Entré tanto, se maldijo al alma más pura capaz de resucitar de las cenizas del purgatorio, para albergar al hijo de Miguel y Lucifer. Se necesitaba un alma con el suficiente poder de soportar la oscuridad y la luz de la reencarnación, quien poseyera el balance perfecto entre el bien y el mal, para dar a luz al líder que comenzaría la batalla final.

—Y así se escribió la Profecía del Portador y la Elegida —dijo Raphael, concluyendo con aquella historia.

Probablemente toda la sangre en mis venas se drenó, hasta el punto de hacerme sentir débil y nauseabunda, porque tuve que buscar desesperadamente un cesto de basura en donde poder vomitar.

No hallé ninguno, por lo que tuve que tomar una respiración profunda, para apaciguar la revolución que se había creado en mi estómago y poder recuperar mis capacidades lingüísticas, ya que vi probable haberlas perdido en algún punto de aquella historia.

En mi proceso de unir todas las piezas de aquella historia, el señor Bennett sacó de uno de los cajones de su escritorio un libro que me pareció muy familiar. Era un libro de apariencia muy antigua, que colocó sobre la superficie, frente a mí.

—Aquí se cuenta la historia con más detalle, pero lo más importante ya lo sabes.

—Da... Alguien me dijo que Miguel había hecho la profecía por temor a que los humanos claudicaran a la inmoralidad de nuevo, la razón por la que Sodoma y Gomorra cayeron... —anuncié, porque fue lo primero que se me ocurrió decir —. Y otro alguien me dijo que debía tener un hijo del diablo para traer la guerra o algo así. Y conocí al arcángel miguel ¿Sabias? Y él me dijo que debía tener un hijo con él o algo parecido, para traer la paz. No entiendo nada. ¿Son el mismo, con diferentes propósitos?

Recordaba vagamente lo que alguna vez Daniel me contó acerca de la Profecía. Ya no sabía si algunos vivían en la ignorancia de la verdadera razón de la profecía, si había muchas teorías o Daniel había mentido más de lo que ya sabía.

—Todos manejan las cosas a su conveniencia... pero aquí está toda la verdad.

Miré el libro por mucho tiempo, temiendo que si lo tocaba me lastimaría, y después levanté la mirada hacía el señor Bennett, con una insistente pregunta merodeando en los rincones de mi mente.

—¿Quién es el Portador? —Pregunté en voz baja, temiendo que al pronunciarla algo malo y desagradable me ocurriría.

No pasó, de cualquier modo. Tenía aún todas mis extremidades.

—Yo soy uno y mi padre también lo fue. También el padre de mi padre, y su padre... —contestó. Carraspeó acomodándose en su asiento y su mirada se intensificó sobre la mía —. Y Lusian también lo es.

De alguna manera, inconscientemente, había llegado a aquella conclusión, pero el que se pronunciaran en voz alta las palabras, fue impactante. Una noticia difícil de creer, pero la veracidad de aquella confesión yacía en todas las cualidades, habilidades y defectos que poseía el futuro padre de mi hijo. Todo, desde su total falta de respeto por la ética y la moral, sus excesos y abusos, el cambio en sus ojos y voz, y su porte altivo; hasta sus virtudes, como su humildad y nobleza, su amor por mí, su capacidad de ver almas, sanar heridas y matar a un demonio, eran la prueba fehaciente de que Lusian no era parte de aquello sino que Lusian era todo aquello.

—Entonces no eres el diablo. Todo este tiempo me hicieron pensar que eran dos personas completamente diferentes con los que tenía que tener un hijo... y sólo es uno. No lo entiendo. Y ese uno es Lusian... qué jodidos —farfullé incrédula.

Me quedé sin aire al ser completamente consiente de la verdad y tuve la insistente necesidad de correr hasta Lusian y abrazarlo, porque a saber cómo estuviese sintiéndose, pero tenía muchas preguntas aún y necesitaba que fuesen respondidas, antes de enfrentarme a la verdad; Lusian y yo éramos, técnicamente, la Profecía de la que tanto habíamos estado temiendo y huyendo.

Y peor aún... nuestro bebé, aparentemente, era quien traería la guerra a la tierra entre ángeles y demonios.

Me cubrí el estómago instintivamente, asustada de lo que aquel ser que crecía en mi interior tendría como futuro.

—¿Mi bebé está en peligro? —Pregunté entrecortadamente, invadida por un pánico atroz.

—No tienes que preocuparte por eso. Tendrá una vida larga... será a la hora de su muerte, cuando decida a qué bando liderar. Yo confió en que tú y Lusian lo llevarán por un buen camino, pero debemos tener cuidado de Lucifer. Es probable que decida interferir a su favor, sin quitarle su libre albedrio. Algo me dice que puede llegar a ser bastante persuasivo.

Me tranquilizó esa información y me sentí más animada para seguir aquella conversación. Aunque me preocupaba lo de Lucifer, en su momento cruzaríamos ese puente.

Por otra parte, las cosas se acomodaron a nuestro favor, sin mover un dedo. No teníamos que ir en contra de nada ni nadie.

Me permití creer que estaba tomando las cosas con bastante madurez, aunque nada me aseguraba que no entraría en crisis después. No todos los días te enteras que vas a tener un bebé apocalíptico y que su padre lleva sangre de un arcángel y el diablo.

Algo me advertía que iba a tener una noche larga y de insomnio.

—¿Cómo sabes todo esto? —Le pregunté ansiosamente, apretando más mis brazos entorno a mi cintura.

—Generaciones y generaciones de información —respondió —. Ese libro ha sido parte de todos mis antepasados, desde que se creó al primero.

—Y se te ocurrió no decirle a Lusian, hasta ahora. Él está odiándote mucho —susurré, tragando saliva.

¿Y si Lusian me estaba necesitando más de lo que se me ocurría, en esos momentos? Debía ser rápida en mis indagaciones.

—Mira, Linda — comenzó a decir Raphael, inclinándose hacia adelante, con los codos recargados a la orilla de la mesa del escritorio —, es evidente, que por la naturaleza de nuestra existencia, seamos inestables. ¿Qué actitud tomaría un chico desequilibrado, rebelde y enojado con el mundo, al enterarse que parte de la sangre que corre por sus venas pertenece a Lucifer? Ya lo viste... aun siendo ya un hombre casi maduro, no pudo controlarlo. Concientizarnos de lo que somos, activa por completo ambas partes... pero somos dominados por lo peor que se nos dio. Recuerda, no hay luz sin oscuridad, se necesita la segunda, para tener la primera.

Raphael tenía un punto a su favor, pero no justificaba todo ese tiempo de mentiras y de hacerle sentir a su hijo que no lo amaba y que lo culpaba por la muerte de su madre.

—Pero lo lastimaste. Lusian ha vivido creyendo que lo odias —comenté tristemente, desviándome de lo verdaderamente apremiante.

—Lo sé, querida. Los Portadores nos hemos caracterizado a lo largo de nuestra historia por ser hombres sin escrúpulos, dominados por nuestro lado más oscuro. Cada uno de nosotros cometió atrocidades inimaginables... violaciones, homicidios, torturas, fraudes millonarios, secuestros... en fin, todo lo malo que puedas imaginar, eso hacemos—confesó sombríamente, sin una pizca de vergüenza.

Lo que pensara siempre fue el menor de mis problemas, me preocupaba más lo que pudiera llegar a hacer.

Me llevé la mano al pecho, asombrada y aturdida por aquella confesión. Me fue difícil imaginar a Raphael Bennett como un hombre violento y sin sentimientos, tomando a una chica a la fuerza. Y mucho menos pude imaginar que Lusian lo hubiera hecho. No obstante, aparte de ser famoso por sus habilidades en la cama, también fue señalado por sus peleas en los bares y su mal carácter. Y ni hablar de su temporada de drogas.

Me dio un vuelco al corazón al pensar en ello. No, no fue sólo un vuelco, se me revolvieron las entrañas y sentí una opresión dolorosa en el pecho. Podía pasar por alto que se acostara con todas las chicas de América, pero que se atreviera a tomar a alguien sin su consentimiento era algo con lo que no podría vivir nunca, ni aunque hubiera sido en su adolescencia, antes de conocerme, por muy enamorada que estuviera de él. Todo tenía un límite.

—No... —susurré entrecortadamente, negando con frenetismo —. Ustedes no son así. Tú eres un buen hombre. Cuidas de mí como si fuera tu hija y sé que amas a tu hijo y eres noble y condescendiente. Lusian tampoco puede hacer esas cosas... no te creo. Lusian es de las mejores personas que he conocido en toda mi vida y tú también.

De inmediato sentí que me habían arrebatado una gran parte de mi vida.

—Tranquila, linda. Siempre domina la oscuridad, por la sangre de Lucifer sobre nuestra fragilidad humana, pero hubo unos peores que otros. Depende del entorno en el que crecemos... No tienes que preocuparte por nuestros pecados.

—¿Me lo prometes? —Cuestioné con escepticismo—. ¿Tú y Lu no han, ya sabes, matado a alguien o abusado de alguna niña?

—No, te lo juro. Fui un hombre terrible, pero jamás hice ese tipo de cosas. Después, afortunadamente, me enamoré de tu madre y me volví un blando. Cuando ella murió me prometí que te cuidaría y protegería en honor a lo que me enseñó a sentir: Amor. Aquí fue donde se me vino una complicación, dividida en dos: Debía protegerte, incluso de mi propio hijo. Como podrás imaginar, enterarme que la elegida era hija de la mujer a la que amé, fue una sorpresa.

Según mi comprensión auditiva, no me quedó ninguna duda sobre lo que me aclaró Raphael, y no era porque necesitara creerle, sino que de verdad lo hacía. Probablemente yo sí había nacido con un don, el don de leer la verdad en las personas. Después de recordar la traición de Kathara, inmediatamente me deshice de esa idea. Pero le creía y mis miedos se esfumaron.

—Yo nací cinco años después de que naciera Lusian, pero ya conocías a mi mamá y supongo que ya estabas enamorado de ella... Y tuviste un hijo con su mejor amiga. ¿Cómo tuviste a Lusian?

Lo mejor era estar completamente segura.

Raphael tomó una respiración profunda y se dejó caer hacia atrás, recargando su espalda en el respaldo, con la cabeza en dirección al techo.

Intenté no alarmarme.

—Lusian es el producto de una noche de copas. Confirmo entonces, sin escrúpulos.

—Pero aun así decidiste hacerte cargo de él. ¿Sin escrúpulos? —Le pregunté, elevando una ceja.

—Mi única cualidad fue amar a Miranda cuando era un joven rebelde y desequilibrado. Nosotros no nacimos con la capacidad de sentir empatía, pena, vergüenza, remordimientos ni nada de esas emociones tan humanas en consecuencia de nuestras actividades... Pero también llevamos sangre de un arcángel, que aunque Miguel no parece tener muchas cualidades dignas de admirar —dijo aquello con cierto tono irónico —, encontramos ahí la excepción a nuestra falta de emociones virtuosas; en una mujer, aquella que puede llegar hasta lo más profundo de nuestra alma y en nuestra propia sangre —aclaró.

—Tuviste amigos. Lusian ama a Joshua como si fuera su hermano y a Louis también, un poco. No me creo que no sientan cosas lindas.

—Pero no tuve ningún tipo de miramientos para enamorarme de la mujer de mi mejor amigo, ni Lusian los tuvo cuando se acostó con la novia de su hermano. No todo es blanco o negro, linda.

Si era sincera, no lograba comprender aquello. Raphael pintaba a los portadores como criaturas sin sentimientos, acentuando su lado oscuro, sin darse cuenta que incluso los simples mortales también tenías defectos y elegían caminos equivocados.

Quizá, como Lusian, no se sentía digno de ser alguien mucho mejor que un chico lleno de oscuridad y sin derecho a conocer las virtudes de la vida. Para mí esos dos hombres, cada uno por separado, eran mucho mejor que mis dos padres juntos.

—No deberían despreciarse tanto tú y tu hijo... —le reproché.

Inesperadamente, una duda asechó en mi cabeza, haciéndome olvidar por completo del tema de conversación en el que nos habíamos envuelto Raphael y yo.

—¿Louis también es como Lusian? —Pregunté rápidamente, atropellando las palabras.

—No. Sólo el primogénito hereda la sangre de Miguel y Lucifer. Louis solo es como cualquier humano... y también producto de una noche de desinhibiciones.

En realidad no quería escuchar los detalles turbios de la existencia del menor de los Bennett.

—Menos mal. Lo nuestro no hubiera funcionado. Pero entonces, aclárame algo. Con todo esto, quieres decir que, ¿si hubiera nacido unos... cincuenta años atrás, sin ofender, hubiera tenido que... ya sabes, hacer un bebé contigo? —Pregunté ofuscada.

No era una idea del todo repulsiva. Raphael era un hombre casi tan atractivo como su hijo, de hecho, eran casi idénticos. De cualquier modo no podía imaginarme perdidamente enamorada de él.

Raphael sonrió ante mi pregunta, mirándome con simpatía.

—No lo creo, linda. La naturaleza es sabia y el tiempo es justo—respondió amablemente.

Su respuesta me tranquilizó, aunque seguía pensando que no hubiera sido del todo malo.

—De acuerdo, los tiempos de Dios son perfectos. Qué novedad —comenté poniendo los ojos en blanco —. Dime otra cosa, ya que estamos en la hora de las complacencias y estás bastante comunicativo. ¿Cómo supiste que soy la elegida y cuándo?

— Veo cosas

—Ah claro... mi alma.

—Así es. Lo supe en cuanto te vi por primera vez. Cuando Nathan y Miranda regresaron a Farmington de México, no podía creer que precisamente la elegida fuera la hija de la única mujer a la que he amado. Supe de inmediato que tenía que alejar a Lusian de ti.

Inoportunamente me sentí enfadada e indignada.

—¿No pensaste que tal vez Lusian no sería como todos ustedes? Él nunca quiso lastimarme, ni una sola vez, desde que me vio. Además, si tú sabías que supuestamente debíamos tener hijitos en el futuro, ¿para qué hacerlo?

—Lusian ya era como todos nosotros, linda. Su alma era casi tan oscura como la de todos nuestros antepasados, él también era dominado por su parte más oscura. Tal vez si tu madre hubiera sido otra, no hubiera tenido problema en dejar que las cosas fluyeran por su naturaleza. Pero precisamente resultó que La Elegida era hija de Miranda. Sabía que en cualquier momento Lusian y tú se encontrarían, pero lo impedí tanto como pude.

—Entiendo lo de querer proteger a la hija de tu amada —comenté con retintín —. Pero tu justificación, creo yo, sólo es una máscara para tu egoísmo. Para protegerme, siendo hija de Miranda, pudiste alejarte de ella, mudarte a otro país y estar con tu hijo sin hacerlo a un lado. Pero decidiste alejarlo a él, para poder seguir cerca de ella. De todos modos Lusian y yo íbamos a encontrarnos porque así está escrito.

Raphael se quedó quieto, como si lo hubiera amenazado con un arma. Ni siquiera temí que estuviera enfadado conmigo, aunque no lo estaba, pero no podía negar ese hecho.

Asintió levemente, dándome la razón, con los músculos de su rostro en tensión, dándole un aspecto mucho más intimidante de lo que ya era.

—No hubiera podido cuidarte cuando ella murió —rebatió en voz baja y controlada —Y quise intentar hacer de Lusian un hombre de bien, para cuando te conociera.

—Pero tú no sabías que ella iba a morir. Y tampoco hubieras tenido de que protegerme si te hubieras ido lejos con Lusian.

—Nunca lo pensé así —murmuró secamente.

—Tal vez si no amara tanto a tu hijo, esto sería un asunto sin relevancia. Sólo quería que supieras que siempre hay opción, aunque nos veamos atrapados en situaciones fuera de nuestro control. Siempre, Raphael. No quiero juzgarte, pero justo en este momento, ese niño al que sentenciaste a una vida de soledad y dolor por el rechazo de su padre, debe estar necesitándome. Piensa que le tengo miedo, por dios... Con permiso —vociferé poniéndome de pie.

Tomé el antiguo libro que había sido blanco de mis sospechas anteriormente, y me lo llevé al pecho, como algo muy preciado. Y en realidad lo era, porque era parte del hombre al que amaba y con el que deseaba reunirme inmediatamente.

Caminé a grandes y fuertes zancadas, con la urgencia de salir de allí.

—Quiero pedirte un favor —dijo Raphael oscamente, antes de permitirme abrir la puerta.

Me detuve en seco, y haciendo acopio de toda mi buena voluntad y buenos modales, me giré, atendiendo a su llamado.

—¿Qué cosa? —Pregunté secamente.

—Lusian ya sabe todo esto, pero hay detalles que no mencioné. Por favor, si es necesario que le cuentes todo lo que tú sí sabes, no dudes en decírselo para que comprenda mejor las cosas... después de todo, sabe mejor que nadie lo que significa para nosotros amar a una mujer.

Fruncí el ceño, incapaz de entender qué era lo que me pedía, hasta que una luz se encendió en mi atolondrado cerebro.

—¿Te refieres a lo de mi madre?

—Es correcto.

—¿Y de qué le serviría a Lusian saber que amaste a mi mamá y no a la suya? ¿No crees que ya tiene suficiente?

—Mi hijo no entiende por qué lo aparté por tanto tiempo. Sabe que lo mantuve alejado de ti por lo que es y por miedo a que te lastimara, porque eres la hija de dos de mis mejores amigos. Y sabe que por eso lo envié al internado y nunca lo dejé asistir a las reuniones y fiestas conmigo, desde que tus padres regresaron a Farmington contigo. Pero, no me malinterpretes, no entiende mi devoción hacia ti. Piensa que puse a los demás por encima de él y hasta cierto punto es cierto, pero protegerte de mi propia hijo no sólo era cuestión de honor por ser la hija de mis mejores amigos... lo hice por amor. Jura que él jamás te hubiera lastimado. Y además dice que le quité tiempo contigo. Es muy probable que te hubiera conocido antes que conocieras tú a Joshua y me culpa por... ya sabes, todo el tiempo que ustedes fueron pareja.

—Y sigues con tus tontas justificaciones de que fue por amor. Dile tú, a mí no me pongas en apuros —me crucé de brazos, comenzando a sentirme molesta y también culpable —. Además, ¿por qué es tan pretencioso? A saber si me hubiera fijado en él cuando era una mocosa de seis años. Seis años, por el amor a florencia. No, yo no pienso decirle nada —refunfuñé.

—Me temo que sólo de la mujer que ama entenderá el verdadero significado. Lusian, por amor, pudo alejarse de ti mientras sostenías esa relación con Joshua e incluso pudo haberse alejado de ti cuando pensaron que Daniel era tu felicidad y tu destino... Pero no lo hizo, porque sin importar el costo, lo único que deseaba Lusian era estar cerca de ti. Puede que tengas tu conclusión sobre mi actitud, pero Lusian no es tan diferente.

Vaya, eso había sido un buen gancho al hígado. No había manera en que yo pudiera rebatir sus palabras. Si bien era cierto, que desde mi punto de vista, parecía egoísmo el modo en como actuó Raphael, Lusian veía las cosas de la misma manera, entonces, si conocía la verdad detrás de las acciones de su padre, no le costaría saber que él hubiera hecho lo mismo y así tal vez podría dejar de torturarse.

—No te lo pido para que deje de odiarme, existen más razones para que lo haga y lo siga haciendo, pero quiero que deje de atormentarse...

Asentí lentamente, mordiéndome el labio, pensando en que tal vez había sido un poco grosera con el señor Bennett. De pronto me sentí muy avergonzada, porque jamás la había hablado de ese modo.

Bajé la vista hacía mis tenis, buscando las palabras justas para disculparme. Pero no fue una disculpa lo que salió de mi boca.

—¿Sabes quién era Daniel? Me refiero a que, sé que lo conociste y supiste de nuestra relación pero... ¿Sabes qué era? —pregunté dubitativa, sin el valor de mirar a Raphael a la cara.

Siempre me persiguió una duda, después de la conversación extraña que tuve precisamente con Miguel y Rafael, los arcángeles. Ellos me aseguraron que Daniel no era mi ángel guardián y que no había sido enviado para protegerme. Mientras que Daniel me aseguró que sí era mi ángel guardián, pero que no lo habían enviado para protegerme, sino que él bajó por decisión propia, para protegerme, después de haberme amado cien años atrás.

Encontré el momento perfecto para saber la verdad. Tal vez así, podía dejar de sentir esa extraña culpa al herirlo por albergar sentimientos más profundos por alguien más, que los que una vez sentí por él.

—En el libro se nos explica a los portadores todo acerca de las almas, de todas las razas... sí, él era un ángel, pero no era tu ángel guardia. En alguna ocasión lo enfrenté, pidiéndole que se alejara de ti porque te ponía en peligro. Traer al mundo un hijo de un ángel dispuesto a caer sólo termina de una manera y es en la muerte de la madre. Él siempre supo que Lusian era el Portador y ni así pensó que lo de ustedes jamás iba a funcionar.

Por el amor al Portador. Sentí una fuerte aprensión que me llegó como fuego al estómago con aquel dato. No podía creerlo... Mas no iba a darle importancia en esos momentos, porque de a poco Daniel iba perdiendo el respeto y la admiración que alguna vez sentí por él.

—¿Sabes? Esa información hubiera sido de mucha utilidad en ese entonces. Si tan sólo se te hubiera ocurrido decirle a Lusian quien era... Nos habrías evitado noches de investigación sin sentido —protesté, animándome a volver a mirar a Raphael.

—¿Si tú hubieras sabido que la manipulación de tu destino era con el simple fin de unirte a Lusian, sin que aun estuvieras enamorada de él, lo hubieras hecho?

Genial, estaba acorralada.

Ambos sabíamos la respuesta y de nuevo Raphael llevaba la delantera.

—No— contesté en voz queda —. Pero tal vez, si Lusian hubiera sabido, entonces me hubiera alertado de alguna manera. Tal vez no me hubieran roto el corazón en mil pedazos.

Raphael se levantó de su asiento y se acercó lentamente a mí. Después de toda mi mala actitud contra él, esperaba que comenzara a enfadarse conmigo, pero en sus orbes, del mismo color que las de su hijo, sólo vi empatía y comprensión.

—Lamento que hayas tenido que sufrir tanto —confesó sinceramente al llegar hasta mí —. Daniel no estaba en los planes. Fue una complicación innecesaria. Creo que ya sabes esto, pero, solo tuviste sentimientos por él por lo que eres, de dónde vienes y hacía donde vas. Tú alma necesita más que un amor humano... Aunque te hubieras enamorado de cualquier chico, a la larga no hubieras sido feliz. No hubieras sido feliz con Daniel, porque sólo era la mitad de lo que necesitas. Y dudo mucho que hubieras experimentado ese tipo de sentimientos por un hijo de Dios.

Entendí todo en un abrir y cerrar de ojos. Aquella ocasión, en que cedi a mis deseos más profundos al tener a Dante tan a la mano, me dijo que era la mitad de lo que yo necesitaba. Que era una chica extraordinaria, por eso, aunque tenía sentimientos puros y nobles por un ángel, también experimenté sentimientos más carnales e intensos, muy oscuros, por un demonio.

Lusian poseía ambas partes; al ángel y al demonio. Eso explicaba por qué mis sentimientos hacía él se sentían cada vez más intensos, se afianzaban día con día. Lo tenía todo con él.

Definitivamente necesitaba ir a besarlo ya.

—Creo que debería ir con Lusian —musité, señalando a mis espaldas con el pulgar.

Raphael asintió, aceptando que la conversación había finalizado, pero me tomó de la mano y besó mi frente, como siempre deseé que lo hiciera mi padre, cuando había tenido un mal día.

—Te pido perdón por lo secretos... —susurró vehementemente y me soltó.

Le sonreí, aceptando silenciosamente sus disculpas y salí de su estudio, con cada centímetro de mi piel vibrando de anhelo por poder tocar a mi prometido, que era nada más y nada menos que El Portador.

Maldición, sin querer había herido a Lusian al darle a entender que le temía con mi actitud. No podía soportar la idea que lo siguiera pensando por más tiempo. No podía odiarlo, ni aunque fuera solo hijo de Lucifer, o el mismísimo Lucifer. Eso ya lo había aclarado yo en mi mente antes, cuando sólo teníamos hipótesis de lo que él podría ser.

El Portador. De todo lo que se me había ocurrido que podía llegar a ser Lusian, entre mi desesperación por poder estar con él yendo en sentido contrario de lo que la Profecía pedía y los deseos de tener una vida más aburrida, jamás pensé que sería él con quien me querían.

Subí las escaleras a toda prisa, ansiosa por poder tan siquiera mirarlo. Necesitaba asegurarme de que era real, porque de repente lo sentí como algo imposible. Como alguien sumamente importante y poderoso que no estaba a mi alcance. Un ser indudablemente extraordinario, lleno de defectos y virtudes que lo complementaban a la perfección. La ambivalencia de toda existencia.

Abrí la puerta de su habitación, notando instantáneamente en mis fosas nasales el aroma a cigarro. El cuarto estaba a oscuras, pese a que aún faltaban un par de horas para ver caer el atardecer.

Vislumbre la silueta de Lusian, sentado en el sillón más largo de la pequeña sala que adornaba una de las esquinas de su gran estancia, frente a la puerta que conducía a la terraza. Las cortinas venecianas color gris Oxford estaban cerradas, pero pequeños rayos de luz se colaban a través de pequeñas rendijas en la unión de estas, alumbrando ligeramente al hombre de mi vida.

Cerré la puerta siendo cuidadosa de no hacer mucho ruido y me acerqué lentamente hasta donde estaba Lusian, agradeciendo que la alfombra amortiguara el sonido de mi tenis al andar. No parecía que estuviese dormido, por la manera en que su espalda se erguía con cada inhalación que tomaba, pero estaba muy quieto, impidiéndome adivinar si por lo menos se percató de mi presencia.

Me paré frente a él, sintiendo mi corazón a mil por hora, como si tuviera oportunidad por primera vez de tocarlo y besarlo. Pero me amilané al notar, que ni conmigo frente a él, hacía ningún movimiento. Era inquietante, porque sostenía en una de sus manos un cigarrillo a medio terminar y en la otra un vaso con liquido color ámbar y unos hielos.

Casi di saltitos de alegría cuando por fin se movió, pero me mantuve estática en mi lugar, esperando que me diera alguna señal de que era bienvenida. No podía ni siquiera imaginar lo que estaría sintiendo o pensando, pero yo quería estar con él, necesitaba estar con él después de la gran avalancha de información que ambos tuvimos.

Se estiró hacia adelante y apagó su cigarro en el cenicero que reposaba sobre la mesita de centro negra y dejó el vaso a un lado, aunque en ningún momento me dejó apreciar nada más allá de sus altos pómulos y su mandíbula cuadrada. La oscuridad en la que estaba sumergido no parecía ser solo algo externo y del escenario.

Regresó a su antigua postura, recargando su espalda en el respaldo y lentamente alzó los ojos hacia mí, dejando al descubierto, ante mi fascinada y nerviosa mirada sus dos orbes oscuras, sumergidas en una profunda negrura, sin dejar lugar para cualquier atisbo de color blanco es sus orbitas oculares.

No pronunció ninguna palabra, se dedicó sólo a mirarme en silencio, y yo me dejé llevar por lo que, en ese momento, ver a Lusian así, significaba para mí.

Pude regodearme, con orgullo, en lo que él significaba para la raza humana. Nadie adivinaría que Lusian Bennett era una criatura elegida para comenzar el fin de los tiempos. Se me antojó sumamente excitante y al mismo tiempo adorable.

Mis sentimientos se potencializaron con sólo mirarlo en ese estado.

Me quité los tenis, tan sutilmente como se pueden quitar uso tenis sin desatar los cordones, y me subí a su regazo, como lo haría una niña pequeña para abrazar a papá. Rodeé su cuello con uno de mis brazos, y con mi mano en libertada acuné su mejilla, acariciando con suavidad la piel rasposa, gracias a la barba que comenzaba a crecerle.

Me sorprendió acunando mi nuca en una de sus fuertes manos y estampó duramente sus labios con los míos, exigiéndome más de lo que él parecía estar dispuesto a entregar. No obstante, me entregué por completo a su actuar exigente, devolviéndole con fervor aquel beso que comenzó a consumir lentamente la sangre en mi venas.

Dejé que hiciera de mi boca lo que se le dio la gana, mientras mi mano, que antes había acariciado su mejilla con ternura, recorría la extensión de su brazo con desesperación. Me aprecié desesperada porque no lograba encontrar la manera de sentirme más cerca de él. No existía algo humanamente posible que me hiciera fundirme por completo a su existir, como tanto estaba anhelando.

Con ferocidad recorrió la delgada curva de mi cuello, regando besos húmedos y fieros, al mismo tiempo que su mano se cerraba más sobre mi nuca, como si me pidiera en silencio no apartarme ni un centímetro de él, como si también estuviera buscando la manera de fundirse conmigo.

—¿Vas a dejarme? —Murmuró de repente, en voz baja y autoritaria, contra mi cuello.

Su pregunta me sacó medianamente del estado de éxtasis en el que estaba cayendo y me aparté de él.

—¿Qué? No. ¿Por qué haría eso? —Pregunté exaltada, sujetándome de sus hombros. Lusian Bennett me mareaba con un simple beso y temía irme de espaldas. — ¿No te das cuenta? Es todo lo que necesitábamos, podemos estar juntos sin que nadie se ponga en el medio. Y te amo, amo cada parte de ti. No me importa sangre de quien corra por tus venas...

Quiso volver a besarme, pero no se lo permití, inclinándome un poco más hacía atrás, dándole menos accesos a mis labios.

Eso pareció enfurecerlo, porque su mandíbula se tensó al punto de escuchar sus dientes crujir. No me importó de todos modos, iba a esconderse tras su máscara de chico malo y aunque no iba a presionarlo para hablar, tampoco dejaría que me alejara de él emocionalmente. Por suerte sus ojos habían regresado a su estado natural.

—Técnicamente existes para mí, como si fueras un objeto que deba pertenecerme. Te crearon como a Eva para Adán... ¿No te molesta eso? Porque a mí no, pero te conozco y sé que te gusta ir por la vida rebelándote, yendo en contra de lo que se supone deberías hacer. Y tampoco me gusta que no me moleste, porque no eres un objeto, pero maldición... Eres perfecta para mí. Necesito que me digas que algo de esto está mal —farfulló echando la cabeza hacía atrás, con los ojos cerrados.

Como iba a decirle que algo podía estar mal o era incorrecto, si jamás se había sentido nada tan bien y en su lugar. Él era la perfecta envoltura de la imperfección convertida en hombre, y lo amaba cada parte de mí.

Lusian me obsequiaba el regalo más grande que alguien pudiera ofrecerte. Me entregaba la libertad de ser descaradamente yo misma, sin inhibiciones, sin limitantes, sin ficciones, sin juicios ni reproches. Con él tenía el regalo más grande, al no tener que esconder a la niña que aún existía dentro de mí, detrás de la mujer en la que me había convertido al errar y acertar una y otra vez. Podía ser ambas y él amaba a ambas.

Creía en el amor a manos llenas. Creía en la pasión desenfrenada. Creía en el destino y en el reconocimiento de las almas. Pero también sabía que había algo más que eso. Amar requería dar tanto de uno mismo, que si no posees algo tan elevado como lo que dices, mejor se elige no tener nada. Quizá estaba completamente equivocada, pero creía que en la vida, la hermosa vida, tan corta, tan efímera, tan sagrada y tan volátil, o le daba todo o no le daba nada.

La Profecía podría querernos juntos, pero yo decidía como estar junto a él.

—Sí, lo sé, soy una rebelde sin causa. Pero nada de esto me parece que esté mal. Siempre fuimos, Lusian. Y benditos sean por eso...

Al parecer, para Lusian, la mejor manera de seguir con esa conversación fue llevándome a la cama. Y no sólo para dormir.

Entendía que necesitaba un rato de introspección, para poder procesar todo lo que se descubrió en un solo día, y estaba intentando no apartarme de él por completo. Sus palabras llegarían cuando él estuviera listo y yo esperaría pacientemente a que eso pasara.

No me ofendió ni me afectó que mientras me hacía el amor, no dijera nada. Ni siquiera me dijo que me amaba, sólo adoró mi cuerpo con sus manos. Él me dijo en silencio que deseaba estar conmigo, pero que también necesitaba espacio para la asimilación. Por eso lo dejé hacerme de todo lo que se le ocurría, hasta que terminé rendida en la alfombra, con él acostado a mis espaldas, rodeándome con uno de sus brazos.

Rendida no era sinónimo de dormida.

Pesé a que me sentía cansada física y mentalmente, no podía llegar a los brazos de Morfeo, por más que lo intentara.

La luz de la Luna era la nueva protagonista que nos alumbraba en la oscuridad, cayendo sutilmente en el brazo con el que Lusian me rodeaba. Gracias a esa pequeña iluminación pude ver, entre las sombras, el tatuaje en el interior del brazo de Lusian. Siempre encontraba nuevos detalles que pasaba por alto en mi inspección anterior. Me gustaba repasar con la yema de mi dedo cada línea que dibujaba la brújula y el mapa. Lusian hizo ese tatuaje suyo, lo modelaba en su fuerte brazo como si nadie pudiera tener derecho a dibujárselo también.

Mientras seguía las líneas del tatuaje, pensé en aquella vez que Lusian y yo amanecimos del mismo modo, en mi casa, después de que me encontrara con unas heridas muy mal hechas en la muñeca. Fue ahí donde se abrió a mí, enseñándome su habilidad para sanar. Después tuve mi crisis emocional, y terminamos dormidos sobre la alfombra, con el abrazándome del mismo modo.

Había pasado tanto tiempo desde entonces, que parecía que había sido en otra vida que ocurrió. Y ni siquiera aquella vez se sintió tan mal. De hecho, atiné a recordar que fue la primera vez que me había atrevido a mirarlo como hombre y no como amigo. O tal vez ya lo había hecho en una ocasión anterior, aun estando con Daniel. Pero admitirlo sólo se sentía desleal, así que mi primera vez, viendo a Lusian como realmente era, fue cuando cuido de mi una noche entera, antes de que me anunciaran que Joshua había despertado del coma.

Ese recuerdo me llevó a otro, y después a otro, todos ellos con Lusian aliviando mi tristeza, aceptando mis burlas, haciéndome reír y también haciéndome enfadar. Noches en que me dejaba dormir en su cama, porque él y Joshua jugaban videojuegos o veían alguna película de acción. Memorias en las que me animaba a ponerme el vestido más caro o los jeans de moda, por el simple hecho de que me hacía feliz. Y recordé también lo mal que la pasé cuando él y Joshua desaparecieron de mi vida por tres meses, supuestamente para protegerme de unos mafiosos, y en todo ese tiempo, aunque mi vacío se lo adjudiqué al abandono de Joshua, también me sentí devastada por la desaparición de Lusian, aunque no sabía cómo aceptármelo a mí misma, hasta ese momento.

Todo ese tiempo Lusian y yo existimos juntos, sin saber que existíamos juntos.

Era increíble verlo todo con claridad. Como si fuese solo una película de ficción.

—¿Crees que te hubiera hecho daño, si Raphael no me hubiera alejado de ti? —Preguntó Lusian inesperadamente, sacándome de mis divagaciones.

Retuve el aire unos segundos por la sorpresa de escuchar su voz después de tanto tiempo de silencio y lo saqué lentamente, aun siguiendo las líneas de su tatuaje con mi dedo.

—No. No voy a negar que lo pensé, pero cuando me conociste, aún eras un desastre. Lo sigues siendo, y no me has hecho daño nunca —respondí con seguridad, girándome para quedar frente a él.

Sonreí al poder verlo entre la penumbra de la habitación, con su cabello negro alborotado y sus ojos más brillantes que horas atrás. Lo estaba teniendo de vuelta.

—No me imagino haciéndote daño, pero él me dijo que...

Le di un beso para silenciarlo y no permitirle que siguiera por ese camino.

—Tampoco dañaste de ese modo a nadie más... no eres como ellos —le aclaré, mirando la linda curva que se había formado en sus labios.

—¿Te contó todo? Podemos comparar información —dijo con diversión, y me acercó por completo a él, ayudándose del brazo que aún me rodeaba.

—En resumen dijo que eres El Portador, que Lucifer y Gabriel pactaron terminar una guerra con el inicio de la creación de un ser capaz de liderar un ejército de demonios o ángeles, para hacerlos ganar, a cualquiera de ellos. Lo que convierte a nuestro bebé en un bebé peligroso y apocalíptico, pero no debemos preocuparnos por eso, porque no será el líder hasta que muera, después de una larga vida, y decida a qué bando liderar. Me dijo que los de tu clase fueron hombres despiadados y sin remordimientos, me explicó un poco de lo que pueden sentir y lo que no. Ah y también me dijo que tú debías hacer todo lo que yo quisiera porque soy La Elegida, tu Elegida —declaré, terminando el discurso con una sonrisa complacida y le di un fugaz beso en los labios.

Lusian rio roncamente y se acomodó a horcajadas sobre mí, dejándome a la mano su abdomen marcado, con esa exquisita v resaltando sus caderas, y me inmovilizó las muñecas, elevando mis brazos sobre mi cabeza.

—Por lo menos tu falta de consideración conmigo, para hacerme tantos berrinches, ahora tienen sentido. Naciste para torturarme — dijo bajando lentamente su cabeza hacia mí y me besó.

Fue un beso suave y dulce, pero no duró tanto como me hubiera gustado, porque se apartó y soltó mis muñecas, enderezando la espalda.

Le agradecía que aún me dejara admirar su torso desnudo.

—¿Me temes, terror? —Me preguntó en voz queda, como si temiera escuchar mi respuesta.

—¿Hijo del diablo, Lu? ¿En serio? —Cuestioné enarcando una ceja —No, no te temo, Lusian. Lamento eso, pero... parecías el diablo y nadie quiere encontrarse frente a frente con él. Tu rostro cambió... no eras tú, pero sí eras.

—En teoría soy hijo del diablo. Según esto llevo sangre pura de Lucifer. Eso me hace su hijo o lo que sea. Lamento haberte asustado, cuando me lo contó Raphael, se sintió como si alguien hubiera despertado dentro de mí y no supe cómo controlarlo en seguida. Pero me dolió como no tienes una idea que te apartaras de mí, ni siquiera cuando te enfadas conmigo me alejas.

—Perdóname, por favor. Me sentí fatal después de eso. Quería venir contigo. Te perdiste un gran momento cuando acuse a tu papá de ser el diablo... —Me mordí el labio, intentando ocultar una sonrisa—. Fue entretenido. ¿Ya no volverás a decirle papá? Fue lindo, Lu.

—Entre tanto que hay por ocuparnos, te interesa cómo le llame. Eres asombrosa —dijo y apareció una linda sonrisa en su rostro.

De pronto, la sonrisa que antes iluminaba el rostro de Lusian desapareció y en su lugar, apareció preocupación en sus facciones y la dejó asomar pos sus orbes negras enfocadas en mí.

—¿Qué? —Le pregunté expectante.

—Tendremos un bebé, el bebé de la Profecía. Todo este tiempo estuve buscando como evitar que ese bebé viniera al mundo. Por un corto periodo de tiempo creí que debías tener un bebé cono ese ángel farsante y siempre fui yo... todo este maldito tiempo fui yo, Alexa. Necesito golpear a mi padre —confesó, sin pizca de humor y volvió a acostarse a mi lado, recargándose sobre mi pecho, convirtiéndome en una suave y linda almohada desnuda.

—Debes perdonarlo, Lusian. Yo también estoy molesta con él, pero entiendo sus razones... y te ama. Lo sabes.

—No lo entiendes, dulzura. Cuando creí que podía hacer las paces con él, pasa todo esto. Es como si tuviera que odiarlo. Siento que debo odiarlo... creo que él necesita que lo odie. No lo sé, como si me advirtiera que no debo perdonarlo o quererlo, porque me haría daño.

Me dolió en lo más profundo la desesperanza en su confesión.

Llevé mi mano a su cabeza y comencé a pasar mis dedos entres su cabello.

—Tal vez desees golpear a alguien más que a tu papá —comenté, para no seguir perturbándolo con lo de su padre.

No es que estuviera muy segura de si debía informarle sobre lo de Daniel y su extenso conocimiento sobre todo lo que nos rodeaba, pero también era consciente de que algún día se enteraría y quería que fuera de mi boca.

Y tampoco quería guardarle secretos. Me acongojó pensar en el otro secreto, que no era mío, pero que me habían responsabilizado contra mi voluntad, para confesárselo. De igual forma no iba a ser en ese momento. Tal vez antes de mi último aliento, pero no de inmediato.

—No lo creo. Por tanto tiempo le pregunté si sabía algo sobre mí, que aclarara ciertas cosas y siempre me ignoró. Por supuesto que quiero golpearlo...

—Daniel sabía que tú eras el portador. Sabía todo lo que se necesita saber sobre la profecía. Siempre supo que debías ser tú —anuncié, deteniendo mi mano a mitad de camino de seguir recorriendo su cabello.

Lusian se quedó muy quieto por mucho tiempo y cuando creí que lo había perdido de nuevo se incorporó, recargando su peso en su codo, mirándome directamente a los ojos, conteniéndose de mostrar cualquier emoción en su rostro.

—¿Raphael sabía quién era él? —Preguntó, pero me sonó más a una pregunta retórica que a otra cosa.

—Bueno sí... También ve cosas como tú. Es obvio que iba a saberlo.

—¿Te das cuenta de que ambos te pusieron en peligro, verdad? Ese hijo de puta utilizó lo que siento por ti, para estar contigo, eso ya lo sabíamos... pero que supiera todo y aun así haya seguido con su estúpido plan no me hace querer golpearlo, sino matarlo —sentenció haciendo una extraña mueca —. Y yo sí puedo hacerlo.

—Calma vaquero, que hayas matado a un demonio, no quiere decir que puedas matar a un ángel —comenté tranquilamente, tomando el mechón de cabello que caía sobre su frente y empecé a retorcerlo con mi dedo índice —, y aunque pudieras, ¿por qué valdría la pena?

—También soy parte arcángel, ¿viste lo que hizo Miguel con él? Bien, soy parte arcángel —amenazó, pero más allá de parecerme peligros e intimidante, lo percibí gracioso.

Sinceramente esperaba que se enfadara más. Sin exagerar, imaginé que se pondría en modo letal, con sus ojos todos negros y esa voz rara y escalofriante, y que rompiera todo en la habitación, hasta salir en su busca, o en busca de Raphael, pero nada de eso estaba pasando.

Ladeé la cabeza con curiosidad, analizando su aspecto juvenil y despreocupado que siempre adquiría después de que atendíamos a Vicky.

—Tú no tienes intenciones de matar a nadie. ¿Por qué? —Pregunté con el ceño fruncido, aunque extrañamente aliviada.

—Porque yo tengo a la chica. Lo mataré si me lo encuentro alguna vez, pero ahora tengo a la chica y eso me hace suponer que será peor que si lo mato al instante. Lo torturaré besándote frente a él, le quitaré una a una sus esperanzas y vaciaré de a poco los recuerdos que tiene contigo —anunció bajando en cada palabra el tono de su voz, hasta que se convirtió en un peligroso susurro, con una clara advertencia implícita.

Después de aquella rara declaración me dio un beso y volvió a recostarse sobre mi pecho.

¿Qué había sido eso?

Medité su reacción y sin poder llegar a una conclusión de su extraño comportamiento, me atreví a volver a acariciar su cabello, aunque me quedó un gusto amargo en la boca.

Presentía que Lusian había dicho la verdad, y que sus palabras no habían sido solo metáforas.

No debía olvidar, por mucho que lo amara, que podía llegar a ser muy peligroso. Lusian era letal... por sus venas corría sangre oscura, tal vez llena de odio y de rencor.

Genial... aún tenías cosas de las que preocuparme.

Como un bebé apocalíptico, por ejemplo.

—¿Crees que sea prudente ver a Caleb? Quiero saber que nuestra bebé está bien. Después de todo, es el bebé más importante de la historia, después de Jesús...

—No sé por qué estás tan segura de que será niña y es extraño oírte hablar de cosas bíblicas en las que antes no creías. Pero sí, creo que debemos considerar ver a un doctor —comentó distraído.

Lo escuché bostezar al acurrucarse en mi costado.

Después de eso no hubo nada.

Sólo la insistente voz en mi cabeza que me preguntaba, qué podía ser capaz de hacer Lusian, y no me refería a algo físico, sino algo todavía menos humano. ¿Qué podría hacerle Lusian a un alma? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro