Capítulo 7
—Tienes que decirle a Ray.
— ¿Por qué se supone que debo decirle?
—No debes, tienes, porque además de ser uno de tus mejores amigos, ¡es tu novio, Gerard!
Exhalo pesadamente cerrando la puerta de la nevera con cierto frustre. No hay nada que me apetezca ahora, y la insistencia de Bob no me ayuda en lo absoluto.
—Es sólo Frank, Bob. ¿En serio vas a hacerme una escena por esto?
El rubio chasquea con su lengua, dejando sus manos caer sobre la mesa en un estruendo.
— ¿Sólo Frank? ¿Ahora se supone que es "sólo Frank"? —hace comillas con sus dedos—. Para ti nunca ha sido "sólo Frank", Gerard.
—Han pasado diez años, Bob.
— ¿Y eso qué? Diez, veinte, treinta. Yo te conozco, y tú no has superado a ese enano enclenque. Porque apuesto todo lo que tengo con que sigue siendo un enano.
—Ray también me conoce. Y ya deja de molestarlo.
—Sí, pero está levemente cegado desde que está contigo. El amor ciega, pequeño Gee, y tú bien puedes ser testigo de ello, porque desde que viste a Frank de nuevo, ¡estás bailando en la oscuridad!
Otro suspiro, sólo otro suspiro más. En mi constitución se establece específicamente el que no puedo mandar a Bob a la mierda. No importa cuánto colme mi paciencia, Bob es indispensable en mi vida, pero hacerse oídos sordos de vez en cuando no afecta. Me lanzo en el sofá de la pequeña sala de estar, dejando mi cabeza caer hacia atrás.
—Mi vida no comenzará a basarse en tú salvándome el culo todo el tiempo, Robert. Comprendo lo que quieres decirme, pero te llamé porque necesitaba hablarte sobre esto y no has hecho más que reprenderme desde que nombre a Frank.
—Sólo por si no lo sabías —enderezo mi cabeza para verlo sentarse en mi mesa de centro frente a mí—, llevo salvándote el culo desde la escuela. Exámenes de matemática, pruebas de historia, incluso educación física.
—Muerte de Mikey, rechazo de mi madre...
—Y el invencible enamoramiento por el jodido Frank Iero.
—Yo amo a Ray, Bob —asiento junto a mis palabras—. ¿Pero recuerdas cuando dijiste que todo esto resultaría un desastre algún día?
— ¿Acaso dije que ese desastre tendría un nombre, un apellido y un aire sexual de los mil demonios? Dijiste que tenía tatuajes, los tipos con muchos tatuajes son simplemente irresistibles, Gerard, y si en secundaria lograba hacer que se te parara con sólo un estúpido escorpión en el cuello y la jodida palabra "Halloween" en sus dedos, entonces no me quiero imaginar ahora.
—No tienes la menor idea de todo lo que sentí al verlo de nuevo —suspiro sacudiendo mi cabeza lentamente, centrándome en un punto vacío por sobre su hombro.
— ¿Como algo creciendo en tus pantalones, por ejemplo? Vamos, Gee, creí que estábamos lo suficientemente grandes como para llamar las cosas por su nombre; eso se llama "tener una erección", se suele experimentar cuando algo o alguien te excita.
Por alguna razón escucho todo lo que me dice sin ninguna interrupción, pero al final opto por estamparle un cojín en el rostro con fuerza, la suficiente para hacer que casi se caiga se espaldas.
—Deja de escupir mierda y toma las cosas en serio, Robert. ¡Fue como si me devolvieran a la secundaria y no enviaran un aviso antes! Experimenté lo de las risas nerviosas, sonrisas sin razón, hasta las hijas de perra mariposas.
— ¿Te das cuenta? Nunca has sentido eso por Ray.
—... No con tanta intensidad.
— ¡Y en menos de media hora!
Bob parece bastante exasperado con el hecho de que puede perderme en cualquier momento. No mentiré, cada vez que sucede algo similar, me hace sentir como un niño cuya protección está propensa al riesgo. Una parte de mí se lo agradece, pero la otra parte desea gritarle que deje de ser un jodido paranoico con mi persona. Llega al punto de estresarme.
—No necesitas cuidar siempre de mis pasos, Bob. Soy un adulto.
—Sí, un adulto muy imbécil que ha vuelto a caer en las garras de su viejo amor de secundaria. Y no te creas, todos siempre necesitamos de ese alguien que cuide nuestros pasos, sea quien sea.
Respiro hondo retomando mi postura en el sofá. Me inclino hasta tomar sus hombros.
—Debes ayudarme y comprenderme en esto. Bob, ¡jamás pude hablarle a Frank correctamente!
—Por Dios, Gerard, tú no eras un jodido antisocial. Tú les hablabas a todos cuando no tenías ataques de tristeza y te cohibías de todo, jamás sufriste realmente de maltrato escolar, ¡y más de una vez te vi hablando con Frank!
—Como amigos.
— ¿Y qué más querías? Mikey murió, ¡y jamás tuviste los putos cojones de confesarte! Él era tu amigo tal cual era amigo de todos, al igual que tú. No hubo ninguna historia retorcida detrás de ustedes, sólo un Gerard demasiado idiota que no cumplió con el último deseo de su difunto hermano menor.
—Y es mi oportunidad, Bobby —insisto moviendo mis manos. No logro recordar la última vez que fui tan optimista sobre algo, pero pensar en Frank... De inmediato mi mente me transporta al pasado.
— ¿Tú oportunidad de qué? ¿De cumplirle el bendito deseo a Michael? ¿10 años después? Ojalá tuviese algo que me asegurara alguna fecha de expiración, porque puedo jurar que lo que quieres hacer, ya no es válido, Gerard.
Carraspeo levantándome del sillón con mi frustración saliendo a flote. Bob no podía estarme diciendo esto. Todos éstos años, mi mente ha dado vuelta a ese "último deseo" de Mikey. Todo éste tiempo perdiendo cada cuanto mis esperanzas, y ahora todo simplemente sólo comenzaba a alumbrar. Así, de la nada. Yo soy un torbellino, alguien inestable, alguien que siente que aun le falta un rumbo y que lo ha perdido hace mucho tiempo. O quizá nunca ha tenido uno, no se sabe.
Cuando vi a Frank, sentí cómo todo comenzaba a tener sentido de nuevo. Como si aun fuese un adolescente, como si mi familia aun estuviese unida; como si nunca hubiese dejado de ser verdaderamente feliz. Yo necesito a Frank para poder ser feliz.
Y todo colisionaba cuando llegaba a Ray. Bob tiene razón, ¿qué se supone que le diré?
"Oh no, Ray, ¿recuerdas a Frank? ¿Mi amor imposible de secundaría? Pensé que luego de todo este tiempo lo había superado, pero luego apareció de nuevo y me di cuenta que no. Terminemos."
Ugh.
Me siento todo un gilipollas con el sólo pensar que podría estarlo lastimando. No miento cuando digo que lo amo, a cierto punto mi vida no tendría el mismo sentido si Ray ya no está conmigo, lo cual me desconcierta. Pero es una situación de pros y contras, y entonces sólo sentía que quería pegarme un tiro en la sien.
Rápido y seguro, me dijeron una vez.
—Bob, es que... —balbuceo comenzando a caminar de un lado a otro, el ojiazul me sigue con la mirada—. ¡Tú no entiendes! Mira —suspiro restregando mi rostro—, va a sonar patético, llámame loco, o la mierda que se te pase por la cabeza, pero el día que vinimos del cementerio, que te regalé el retrato de Mikey, yo... hablé.
— ¿Hablaste? —hace un mohín, sonando incrédulo. Yo le asiento—. Hablaste. ¿Con quién?
—Con... —gruño—, no sé, ¿Mikey?
Ahora sus cejas se alzan, pareciendo todavía más incrédulo, vuelve a hacer otro mohín.
—Con Mikey, vale. ¿Y qué fue lo que te dijo?
—Joder, Robert, no me mires así. Escucha, ¿sabes cuando oras por las noches? ¿Le hablas a Dios como de manera directa?
—... ¿Todavía crees en Dios?
—No es como si no pudiera, me da igual, ¿pero comprendes mi punto?
—Ah... ¿Le hablaste a Mikey como si fuese Dios?
—Algo así —mis pasos no se detienen—. Fue... Sólo estaba parado en la cocina y comencé a beber y de la nada sólo... Le dije. Hablé hacia él, a Mikey. Le dije que no era feliz, que intentaba serlo. Le dije que me sentía solo, y que no lo consideraba justo para ninguno de ustedes. Creí que era egoísta por pedirle algo de felicidad, así que también se lo dije. Le pregunté si era mi ángel guardián y que si podía hablar con Dios, le pedí que le dijera que no fuese tan duro conmigo porque intentaba ser buena persona. Y no sé qué me hace pensar que Mikey me escuchó, Bob. Cuando vi a Frank, sentí... todo lo que dejé de sentir la última vez que lo vi. Me sentí vivo de nuevo. Es algo loco pero... es así como es.
Mi vista es baja, pero al subirla de lo primero que me percato es de la lágrima escurriéndose por su mejilla sonrosada, y cómo al pestañear el resto de ellas caen como si de un diluvio se tratase, empañando su rostro. Alzo mis brazos dejándolos caer con peso muerto a mis costados luego de encogerme de hombros. Bob no dice nada, con lentitud se pone de pie y sin borrar ningún rastro de humedad fuera de su rostro se acerca a mí, sé de sus intensiones de inmediato, por cual recibo el abrazo con fuerza por un buen minuto.
—Voy a apoyarte, Gee. Así... sienta que esto lastimará a Ray, eres mi mejor amigo y mi cuñado y... Sólo ten mucho cuidado con lo que haces, ¿sí?
Por un momento me hizo sentir que hablaba con mi madre, me hace sentir un calor en el pecho. Por este tipo de razones no podía sólo dejar a Bob de un lado, él siempre estaría ahí para mí y se lo agradecería todo el tiempo. No conseguiría a nadie más que me apoyase de tal manera, y si lo hacía, entonces mejor tenía mucho cuidado con no perderla. Palmea mi rostro suavemente y suelta una risita.
—También me anoto a ese plan.
Una voz a nuestras espaldas nos hace dar un respingón, al girar notamos a Kellin parado en el marco de la puerta principal con los brazos cruzados, sus tatuajes resaltando bajo su camiseta blanca. Fruncimos nuestros ceños, y cuando haré a mis dudas sobresalir me interrumpe.
»Estuve diez buenos minutos con mi oreja pegada a la puerta, eso contando que tus vecinas las viejas no dejaban de mirarme mal, pero no quería interrumpir —pasa, cerrando la puerta tras él, pero vuelve a recostarse de ella entrelazando sus brazos sobre su pecho nuevamente.
Intercambio miradas con Bob, él sólo alza sus manos en desinterés y va a echarse en el sofá en donde yo había estado sentado antes.
»Y quería decirles que también me anoto a ese plan. Será como... traicionar a Ray, pero supongo que si es por ti, entonces lo vale —se encoje de hombros—. Además, esto no tiene que salir de aquí necesariamente, ¿cierto?
No me he movido de mi puesto, pero al tomar una reacción sólo me limito a suspirar y bajar mis hombros, negando con mi cabeza hacia su pregunta. Él asiente presionando sus labios en lo que sería un intento de sonrisa y se encamina en mi dirección hasta rodearme con sus brazos, acepto el gesto.
—Me debes una extensa explicación sobre ese tal Frank, hijo de las mil perras —murmura en mi oído, terminado por gruñir y pasar bruscamente su brazo por mi cuello, haciéndome soltar una risa. Caminamos hasta el sofá para invadir el espacio de Bob.
Probablemente esto vaya a lastimar a Ray, y mi mente no deja de rodear ese hecho. Lo que menos quisiera sería lastimar a alguien tan importante como lo es él. Pero supongo que, en palabras similares a las de Kellin, Frank lo vale. Y mucho.
Nota: Se suponía que iba a ser más largo, pero todo se me borró y me molesté mucho y debí escribirlo todo nuevamente, pero quería subir hoy, así que aquí está. No he estado teniendo buenos días, es mi mejor esfuerzo. Disfruten, se les quiere xxx.
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