Capítulo 6
He leído cientos de libros. He buscado frases en internet en mis momentos de aburrimiento, he comprado revistas, leído novelas, reseñas; incluso de esas historias ficticias que algún fan ha publicado en cualquier página con respecto a artistas. Letreros, comerciales, miles de millones de películas subtituladas.
Nada.
Ninguna palabra pasa por mi mente, ninguna palabra sale de mi boca, me quedo tieso. Sólo cuando mis mejillas comienzan a doler y su ceño comienza a fruncirse es que me doy cuenta de que he estado sonriendo y apretando su mano más de lo debido. La voz de Matt se oye lejos, como si estuviese bajo el agua y los sonidos se hicieran sordos, pero al salir a flote sólo está Frank, y nadie más que Frank.
— ¿Gerard?
— ¿Ah?
— ¿Todo bien? —siento la mano de mi jefe sobre mi hombro, doy un respingón soltando la mano de Frank, creo que doy un paso hacia atrás. Me siento ido en cierto punto.
— ¿Ah? Ah... sí, sí. ¡Sí! Todo bien... Excelente —balbuceo, oigo a Frank reír por lo bajo. Su risa no ha cambiado. Sigue siendo igual de contagiosa que antes, como la de una ardilla.
—Nosotros nos conocíamos de antes, Matthew —él hace un ademán con la mano, lo curioso es que nunca deshace el contacto visual. Me duele el estómago, siento punzadas...—. Estudiábamos juntos en Nueva Jersey. Secundaria.
— ¿Secundaria en... Nueva Jersey? —mi jefe parece sorprendido ante la noticia—. No me lo esperaba. ¿Es como un reencuentro?
—Al-algo parecido —río nervioso. ¿Nervioso? ¿Éste... personaje sigue teniendo la capacidad de ponerme nervioso?
— ¿Tienes tiempo? —la voz de Frank se adelanta, dejando a Matt de un lado y sin oportunidad de acatar algo más.
Responderé a su pregunta cuando la puerta suena y mecánicamente nuestras cabezas giran hacia ella; Kellin aparece arrastrando a Glory consigo, la cual realmente parece indignada con su situación actual.
— ¡Gerard! —exclama mi amigo zafándose del agarre de la castaña. Al ver a Matt se paraliza.
—Glory, por favor —chasquea Matt—, esperen un segundo. Señor Quinn, ¿se le ofrece algo?
—Sólo estaba buscando a Gerard y ésta... loca se me monta encima —gruñe mi amigo dando la vuelta para posarse a mi lado. Matt se lleva a Glory de la oficina disculpándose, la chica nos da una mala mirada antes de salir y Kellin vuelve a gruñir sin siquiera subir la mirada de su ropa arrugada. Frank sólo observa la escena y se ve bastante agraciado con ella.
—Kellin-
— ¡¿Se puede saber por qué demonios saliste corriendo así?! Sabes que esa secretaria está loca, y aun así me dejaste a la deriva.
—Kellin —intento de nuevo, soy interrumpido otra vez.
—Además de que tuve que escapar de la obsesiva de la sala de fotocopiadora que sigue enamorada de mí, ¡casi me caigo por las escaleras, y hasta Luke me vio! Va a querer el dinero que no tengo y la verdad-
— ¡Kellin!
— ¡¿Y quién coño es éste tipo?!
— ¡Él es Frank, el comprador del retrato ayer en la subasta!
Mi amigo se paraliza en su puesto. Si cerraba los ojos y hacía mucho silencio probablemente podría escuchar los sonidos de pez que estaba haciendo con su boca, totalmente estupefacto.
—Oh... —es lo que sale luego de un segundo de percatarse.
—Sí, oh —asiento, queriendo ocultar mi rostro entre mis manos. Yo tuve la misma reacción.
—Entonces yo... creo que... voy a... —balbucea, abriéndose camino hacia la puerta—, mi novio... Vic dejó mucho trabajo... ya saben... arte... ¡Nos vemos, Gee!
La puerta suena de un portazo, dejándonos sólo a Frank y a mí frente a frente, con su pregunta aun suspendida en el aire. Sólo puede reír y me veo en la obligación de seguir su risa, su ceño se frunce con ligereza.
— ¿Acaso dijo "novio"?
—Sí, es... Puedo explicarlo-
— ¿Eso quiere decir que sí tienes tiempo?
Tengo todo el jodido tiempo del mundo.
— ¡Sí! —contesto enseguida, agradeciendo el que mis pensamientos no saliesen a flote. Me sonríe y me apunta a la puerta con su pulgar, entonces proseguimos a salir. Los silencios se hacen incómodos luego de avisarle a Matthew que saldré. Si no me equivoco, creo que me dio el día libre; jamás lo había visto así de entusiasmado, pero recuerdo que mencionó a Frank como un "fiel comprador" y los hilos toman conexión.
Paro un momento en mi oficina para buscar una chaqueta, sin prestarle la más mínima atención al intento de conversación por parte de Kellin y salgo, sólo para encontrármelo sonriendo como si no fuese mi amor platónico de toda la vida y no hubiese sólo aparecido en mi vida luego de diez benditos años.
Algo me dice que perderé la cabeza en cuanto una conversación se estabilice, porque de inmediato me doy cuenta de que estoy sintiendo lo mismo que solía sentir cuando tenía 16. Y estaba perdidamente enamorado de Frank.
—Hay una heladería a un par de calles de aquí —con mi mano apunto una vez estamos en el frío de Nueva York, él gira a verme con atención—. No me molestaría invitar.
— ¿Bromeas? Debo ser yo quien invite, Gerard. Ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos —su sonrisa no desaparece, comienza a caminar hacia donde he apuntado, yo sólo guío—. No sabía que vivías en Nueva York.
— ¿No lo sabías? ¿Y cómo llegaste a la subasta de anoche?
—Me mudé aquí no hace más de tres meses. Estaba esperando estabilizarme para poder comenzar a moverme. Jersey es un poco más calmado, ¿sabes?
—Ni que lo digas —niego riendo entre dientes—. Los... primeros meses son difíciles, pero luego sólo te acostumbras. Nada fuera de lo común.
—Lo imagino. Suelo hacer compras a ésta galería desde hace un tiempo. Debía venir a una de las subastas o me volvería loco. ¿Es acá?
—Sí, aquí es —asiento al ver a la heladería frente a nosotros, me adelanto a abrir la puerta y lo dejo entrar primero—. De verdad me gustaría invitar.
—Tú sólo ve a buscar alguna mesa —vacila mirándome con desdén, sólo puedo sonreír. ¿Puedo sonreír, cierto?—. ¿Algún sabor en específico?
—Uh, chocolate.
—Chocolate será.
De dos en dos subo las escaleras al segundo piso, tomando una mesa de dos cerca de un gran ventanal. El hecho de que el espacio sea reducido y sobre todo esté vacío me hace estremecer. Me tomo ese tiempo a solas para pensar. Frank ha comprado el retrato de Mikey, y ahora todo tiene sentido. Si mi memoria no fallaba, la última vez que lo vi, no terminó muy bien.
Fue en el funeral de Mikey, él me llamó, yo no giré. Así de simple. Mis sentimientos por él quedaron sepultados junto a Mikey. No he sentido nada más por nadie... Hasta que Ray irrumpió en mi vida amorosa hace 2 años.
—Chocolate para ti —doy un salto ante su voz, ríe levemente posando el helado frente a mí—. Ron con pasas para mí.
— ¿Siempre te ha gustado el ron con pasas? —pregunto frunciendo mi ceño. Lo he visto comer y pedir ron con pasas antes. Una de las pocas cosas que bien podía recordar sobre él. Todos los viernes, días de práctica, algún castigo; la cafetería siempre tendría un helado de ron con pasas listo para Frank Iero.
—Desde siempre —sonríe el muy desgraciado. Como si su sonrisa no tuviese ninguna reacción sobre mí. No es posible que me haya atrevido a desenterrar mis colegiales sentimientos para con él en menos de quince minutos. La vida se ve más complicada que eso—. ¿Cómo has estado, Gerard?
Ha frotado sus manos y apoyado sus codos de la mesa, dejándome ver los tatuajes formados en ambos dorsos de sus manos. Puedo leer un par antes de suspirar y encogerme de hombros. ¿Qué mierda puede ocurrir en la monótona, rutinaria y siempre estable vida del depresivo en silencio Gerard?
—Me mudé a Nueva York hace un poco más de 5 años. Estudié en la universidad de Bellas Artes, me gradué con honores y fui aceptado en una de las mejores galerías de Brooklyn, que es donde trabajo ahora —alzo mis comisuras con desgano de una sonrisa real—. Y hasta ahora sólo se ha basado en eso. ¿Que hay de ti? ¿Qué te trajo del tranquilo Jersey al ajetreado Nueva York?
—Eso sí que es interesante —ríe comiendo de su helado, sacudo mi cabeza regresando el gesto. Quiero decirle que no mienta, pero sería estúpido considerando el que no quiero iniciar una conversación centrada en mí—. Sobre mí... Recién me mudé aquí, como ya sabes. Tengo una tienda de tatuajes, si no lo notaste —alza sus manos soltando otra risa—, y soy un gran fanático de tu arte, Gerard Way.
— ¿Jamás te fijaste de la firma en la parte inferior derecha en los cuadros? —mis ojos se entrecierran, muerde su labio tras saborear su helado. Labios delineados abarcan mi visión, obligo a desvanecerla. No es lo correcto.
—Quería conocer al artista misterioso de arte ingenioso que tenía un nombre conocido para mi memoria, y de ésta manera fue que las cosas tomaron camino.
Sus hombros se encogen, creo perderlo de vista por el segundo en que pestañeo. No es lo correcto... Pero se siente de maravilla el poder observarlo de frente y no desde una esquina. Se siente de maravilla el poder visualizarlo con claridad, y no a través del rabillo de mi ojo. Se siente de maravilla el poder volverlo a ver, y que siga siendo el mismo chico-intento de punk del que me enamoré en secundaria.
Si entrecerraba mis ojos y giraba mi cabeza un poco hacia la derecha; quizás podía ver su delineado negro y a veces rojo, junto al simple tatuaje del escorpión en su cuello y el par de perforaciones en su labio y nariz. Su sonrisa sigue siendo resplandeciente y sus ojos no han perdido ese característico brillo. Todos esos dibujos, todos los borradores, letras y notas en la última página de mis cuadernos.
Todo siempre ha pertenecido a Frank.
» ¿Y tu vida personal?
Su pregunta me desconcierta por un momento. ¿Mi vida personal? Se refiere a... Mierda.
— ¿Qué quieres saber de mi vida personal? —río nerviosamente. Luego de mucho pensarlo y analizarlo, llegué a la conclusión de que aun tiene esa capacidad de proporcionarme nerviosismo. He vuelto al colegio y no me había dado cuenta. Qué hijo de puta.
—Gerard, yo... Yo sé que para ti la muerte de Mikey no fue nada fácil-
—Gracias por comprar el retrato —articulo con rapidez, callándolo abruptamente—. Antes... de que se me olvide. Gracias por comprar el retrato de Mikey. Y a ese precio —silbo—, no debiste-
—Fue un honor. Capté la idea enseguida. Reconocí su rostro de inmediato fue... Hiciste una versión de él, adulta.
—Imaginé cómo sería él de estar aquí ahora. Fue en el décimo aniversario. De hecho, tu retrato es una réplica. El retrato original lo regalé a Bob el mismo día que lo dibujé.
— ¿Bob? ¿Bryar? ¿Robert?
—Sí, ése Bob.
—Vaya —sus cejas se alzan—. ¿Mantuvieron la amistad? Eso es asombroso. ¿Qué hay de Ray? ¿Has sabido algo más sobre él?
Suelto una risa ante su incredulidad, quiero golpearme cuando su ceño se frunce en extrañeza. No sabe el porqué de mi risa. Mi risoteo cesa y mi mandíbula tiembla entre jadeos, buscando alguna respuesta para darle.
—Ray... Ray es mi novio, desde hace 2 años.
Ni siquiera puedo mirarlo cuando pronuncio las palabras, salen torpes y débiles, pero llegan a él como un rayo de luz.
—Oh... —sus labios se entreabren, casi como Kellin hace un rato en la oficina. Estupefacto, y... ¿desconcertado?—. No... lo sabía. ¿Y el chico de cabello largo en la oficina quién era?
—Él es Kellin, mi mejor amigo de la universidad. Se caracteriza por quedarse aun cuando le dices que no quieres —suspiro rodando los ojos—. Es por eso que es mi amigo. Entiende las cosas como son, no tiene precisamente un filtro, siempre va a estar ahí se lo pidas o no, y es... Bastante bueno en ese campo, a decir verdad.
Su sonrisa se vuelve a ensanchar al igual que sus risas de niño pequeño. Me hace sonreír abiertamente también. Parecía que él nunca perdería esa esencia que te da seguridad, un alma libre, una persona deseosa, es todo lo que Frank brota al hablar, al reír, al ser él.
—Es increíble que haya pasado tanto tiempo —su cabeza se ladea de izquierda a derecha. Me agrada el hecho de que pueda mantener el contacto visual y al mismo tiempo hacer que yo también lo haga, considerándome yo un eslabón débil.
—Nunca llegamos a mantener una conversación extensa —presiono mis labios. Por mi mente pasa la última vez que supimos del otro—. Quería disculparme...
— ¿Disculparte? ¿Por qué?
—En el funeral de Mikey. Tú me llamaste, incluso quisiste detenerme, yo ni siquiera me giré a verte. Lo siento, Frank.
—Gerard —jadea con su ceño fruncido, como si lo que he dicho ha sido lo más absurdo que ha escuchado en años—. Perdiste a tu hermano, tu mejor amigo. Era normal que me dieras la espalda si lo que querías era privacidad, no es algo por lo que te debes preocupar. No ibas a girarte y sonreírme como si nada estuviese pasando. De haber sido así hubiese sentido mucha pena por ti como persona pero no lo hiciste, y me demostró lo que realmente sentías.
—... Así que... —pestañeo repetidas veces.
—No acepto tus disculpas. Simplemente porque no es algo por lo que te debas disculpar. Además, pasó hace mucho tiempo, a penas éramos unos niños. Todo está bien.
Sus palabras me tranquilizan y puedo bajar mis hombros, sintiendo grotescamente como un peso desciende de ellos. Siento mi teléfono vibrar en el bolsillo y lo saco para recibir los mensajes de Kellin pidiéndome volver porque necesitaba ayuda. Nota mental: hacer que Vic lo deje sin sexo por al menos dos semanas.
— ¿Tienes que irte? —subo mi mirada, conectando de inmediato con la suya. En pena asiento, él presiona sus labios—. Déjame anotar mi número en tu teléfono. Me rehúso a que sea la última vez que nos veamos.
Antes de siquiera poder contentar, mi teléfono ya está entre sus manos y teclea sobre la pantalla táctil con una destreza que ni yo poseo, pero lo observo en todo momento y nos sonreímos hasta que estamos en las afueras de la galería.
—Fue bueno verte de nuevo, Gerard —con su cabeza hace un mohín y se acerca para abrazarme, torpemente recibo el abrazo y con la misma sonrisa que ha tenido todo este tiempo comienza a caminar en dirección contraria al edificio. Un torbellino de punzadas golpea la boca de mi estómago, me ha tomado un segundo percatarme de que son las dichosas mariposas de las que todos suelen hablar en algún momento.
Quiero saltar de felicidad. Quiero correr y abrazar a Kellin, que es la persona más cerca a la que me encuentro. Quiero hacer miles de dibujos y bocetos nuevamente, todos abarcando un par de orbes avellana.
Quiero llamar a Mikey y decirle que hablé con Frank, y que ésta vez yo no tuve que hacer nada. O casi nada. Entonces la realidad me golpea. No estamos en la secundaria, no tengo 16 años, soy un adulto, tengo un novio al que digo amar con locura.
Y Mikey no está.
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