Capítulo 4
—Quiero hacer un brindis —la voz de Ray se alza por encima de las demás voces, observo a todos girar en nuestra dirección—, para celebrar que nuestro Gerard ha recaudado más de lo esperado en ésta ultima subasta, como se lo merece, ¡salud!
Sonrío alzando mi copa una vez todos hacen coro a su última palabra y Ray regresa a mi lado, su brazo se posa en mi rodilla y se inclina para besar mi mejilla. Bob niega con su cabeza tras tomar de su bebida, pero sé que detrás de la copa está sonriendo. Puede actuar como si le molestara, pero realmente sé que no es así. Son dos años desde que Ray y yo estamos juntos, tiempo suficiente para acostumbrarse a la idea.
—Ese tipo parecía no querer soltar el cuadro —Kellin frunce su ceño—, la vieja tampoco. Por un momento pensé que se desataría una guerra de locas. Quien perdiera más cabello ganaba.
—Le iría al tipo —Vic hace un mohín con su copa—. Después de todo, la anciana se ve que está a un taco de pollo de la tumba.
—No jueguen sobre la muerte, chicos —parece reprender mi novio. Hace una seña hacia mí que quiere disimular pero no lo logra.
—No, no, está bien. No hay ningún problema —sacudo mi cabeza restándole importancia. Igual no la tiene. Ray hace el ademán de hablar, vuelvo a interrumpirlo—. Amor, está bien.
—No, no lo está.
—Déjalos bromear sobre lo que quieran. ¿Acaso detendrás a estos idiotas de ser lo que son?
— ¿Una pareja muy hermosa? —Kellin alza su ceja.
—Unos idiotas —aclara Bob rodando los ojos. Ellos bufan.
—Y nosotros somos una pareja más hermosa que ustedes, así que mátenme esa —ladea el afro a mi lado, sólo puedo negar con mi cabeza al intercambiar miradas con Bob. Sé lo que se pregunta: ¿cómo demonios terminamos entre tantas personas estúpidas y sin remedio?
Aclaro mi garganta.
—Iré a tomar aire —aviso levantándome del sillón, dejando mi copa en la mesa del centro—. No me gustan las multitudes.
— ¿Puedo ir contigo? —la mirada de Bob se clava en mí. Le asiento, de hecho tenía planeado pedirle que me acompañara. Se veía que ambos necesitábamos salir de entre tanta gente.
Caminamos hasta las afueras del apartamento. Es un gran apartamento, a decir verdad. El balcón es espacioso, uno de mis lugares favoritos para estar. El viento sopla con fuerza y agradezco el que tanto la música como el meollo de personas en la residencia se hiciese más sordo. El silencio es tranquilizante.
—No sé cómo conseguiste que todas éstas personas vinieran —suspira apoyando sus brazos de la baranda de cemento—. No creí que cupieran tantas personas en este sitio.
—Todo fue idea de Ray. Sabe que no me gusta el ruido, ni que me hostiguen de personas. Pero se vio entusiasmado al momento, no pude decirle que no.
—Ay, Gee —suelta una risa aguda, suena como un niño—, ¿cuando comenzarás a decidir por ti antes que el resto?
Jadeo una risa metiendo mis manos a los bolsillos de mi traje negro. Idéntico al suyo, y al de Ray. Kellin y Vic visten camisas blancas con saco azul y corbatas de colores. Detesto las corbatas de colores.
—Adivino, no es lo que Mikey hubiese querido, ¿cierto?
—Gerard —jadea—, Michael está muerto. Y tú parece que te fuiste con él. Él te lo dijo: no tenías porqué tomar su lugar. Piensa por ti. Por primera vez, piensa por ti. Haz lo que tú de verdad quieres hacer.
— ¿Y qué es lo que quiero hacer según tú, Bob? ¿Qué es lo que yo quiero?
—Quieres sacar a todas éstas personas de aquí, porque están haciendo demasiado ruido, te están asfixiando, están moviendo tus cuadros y detestas cada una de esas cosas porque tú lo detestas todo. Quieres una noche con Ray, como novios que son y relajarte porque has trabajado mucho estos días. No es tan complicado, Gerard.
Presiono mi mandíbula. Hubiese deseado no haber dejado mi copa sobre la mesa para haber tomado de ella, sólo puedo presionar mis puños y respirar hondo. Es exactamente eso lo que quiero. Pero me jode que mi mejor amigo haya tenido que decírmelo, en vez de yo haberlo realizado.
» ¿Te parece bien? —lo veo posarse frente a mí, tengo mi vista clavada al suelo—. Gerard, ¿te parece bien?
—Sí —susurro comenzando a asentir—. Sí, Bobby, me parece bien. Sí.
—Excelente —frota sus manos antes ponerlas sobre mis hombros—. Respira, Gee. Todo está bien. La subasta fue un éxito, se vendieron como siempre. Todos estamos muy orgullosos de ti. Sólo mantén la calma.
Palmea con sutileza mi mejilla un par de veces hasta comenzar a alejarse, devolviendo sus pasos dentro del apartamento.
— ¡Bob! —llamo de repente, él se da la vuelta.
— ¿Sí?
Balbuceo, se me van las palabras. Acabo por desistir, no tiene caso.
—No, nada. Olvídalo.
Si de algo me arrepiento en mi vida, es el hecho de haber creído que, luego de la muerte de Mikey y el rechazo de mi madre, ni Bob ni Ray se quedarían conmigo. Pude plantearme varios escenarios en los cuales estaría afrontando todo por mí mismo sin ningún apoyo. Sin embargo, ninguno se hizo realidad, ellos estuvieron siempre conmigo al punto de mudarse de su estado natal a otro con el solo propósito de acompañarme.
Bob suelta otra risa irónico y sus pasos regresan hasta mí. Con una sonrisa alza su vista.
—Mírame a la cara, Gerard —se apunta—, ¿sabes quién soy? Me llamo Robert Bryar. Me conoces desde que tienes seis malditos años, cuando estabas en primer grado y Mikey a penas tenía cuatro. Estuve contigo en primaria, secundaria y universidad. Sin contar las veces fuera de lo académico. Veinte años de ver tu cara de culo, ¿y te atreves a mentirme tan descaradamente?
Voy a decir algo, pero me doy cuenta de que realmente no hay nada para decir. Mi cabeza comienza a doler poco a poco por la presión y sólo puedo bajar mis hombros y reír. Bob siempre tendría algo bueno para decir.
»Ahora, ¿qué querías decirme?
—Esta noche... En la galería. El hombre que compró el retrato de Mikey.
—Ese fue un tipo duro. No se dejó vencer.
—Ya lo sé, pero el punto es que... No comprendo por qué se empeñó tanto en querer el cuadro, ¿comprendes? Siento... Siento que lo conozco.
— ¿Que lo conoces? —jadea una risa—. ¿Sólo por insistir en comprar un cuadro tuyo? Vaya, Gee, eso es...
—No, Bob —chasqueo con la lengua—, no lo entiendes. A simple vista no lo reconocí, pero podía jurar que era...
— ¿Que era quién, Gerard? —pregunta ante mi silencio. Frunzo mi ceño intentando recordar a ese hombre.
—Yo... lo he dibujado antes. Yo no olvido las cosas que dibujo, porque son lo único que tengo, que me pertenecen de forma material, no tengo absolutamente nada más.
— ¿No crees que has bebido un poco demás y ahora vez personas? No es por nada, pero has estado bebiendo mucho últimamente. Eso no es bueno, Gerard. No de nuevo.
—Escucha, no va a pasar de nuevo, ¿está bien? —sacudo mi cabeza—. Conozco a ese tipo. Y siento que Mikey lo conocía, y tú, y Ray también.
— ¿Mikey lo conocía? —yo asiento—. Vale, estás retrocediendo, ¿qué? ¿12 años? Si Mikey lo conocía, entonces ha pasado mucho tiempo, Gee. ¿Recuerdas su nombre?
Su nombre. Como si no hubiese pensando en su nombre. Lo conocía de alguna parte y mi brillante mente no podía hacer algo tan simple como recordar un jodido nombre. A duras penas he conseguido sacar su imagen de mi cabeza para concentrarme en mi alrededor, eso no pasa. No a mí.
Y después de todo, sí. Tengo un jodido nombre, pero no puede ser él. Él desapareció el mismo día del funeral de Mikey, las probabilidades son mínimas.
—Pensé que llegaste a verlo —muevo mi mano con desdén—. Nos pasó por el lado cuando bajé del escenario.
—Lo lamento, hermano, pero no recuerdo haberlo visto. No de frente. Quizá sólo su perfil, y de haberlo conocido sabría quién era, pero no pude saberlo al momento.
Suspiro pesadamente. Ese extraño no puede significar nada. Sólo compró uno de mis cuadros por más de mil dólares, ¿y eso qué? La anciana rechoncha también estaba en su juego. Él no era el único.
»Mira, te diré algo —camina hasta posar sus manos nuevamente en mis hombros—. No creo que sean cosas por las cuales debas preocuparte, pero en tal caso, deberías preguntarle a tu jefe por información. Quizás él sepa.
—Ya no, Bob. Olvídalo —bufo—. ¿Conocer a Mikey? Nadie conocía a Mikey que pueda volver a nosotros a este tiempo. Han pasado más de 10 años de ser así. Necesito descansar, es todo.
— ¿Seguro? —yo asiento—. No necesitas descansar, tienes cara de algo más.
— ¿Seguirás-?
— ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?
— ¿Disculpa? —alzo mi ceja con ironía. Él suelta una risa. Intento encontrar la gracia en mis palabras, pero no lo hago. Su brazo pasa por mi hombro.
—Tú lo que necesitas es una noche de sexo, renovarte, pequeño Gee. Escucha, voy a sacar a todas éstas personas de aquí, y me aseguraré que Kellin se esfume con el otro imbécil y raramente sólo quedarán Ray y tú en el apartamento, ¿está bien?
— ¿De manera casual? —suelto una risita.
—De manera casual —concede en otra risa—. Ahora ve por algo de agua, no más champaña. Me encagaré del resto.
—Te lo agradezco, Bobby. Mikey sí que te hubiese amado.
— ¿Más de lo que ya hacía? Dudo que eso fuese posible.
Riendo nos adentramos nuevamente al apartamento y con una seña él se desvía a nuestro grupo mientras yo sigo mi camino hasta la cocina. Sigo las órdenes de Bob a la perfección y, no sé cómo coño, pero la música se detiene al fondo y poco a poco las voces y pasos se van disolviendo. Me hubiese gustado saber cuál mentira el rubio se habrá inventado para sacarlos a todos de aquí.
Mi teléfono vibra en el mesón a un lado de mi vaso con agua y me percato del "que tengas una buena noche" de parte de Bob con un emoji de un guiño. Éste hombre no cambiaría.
—Bob les dijo a todo que había una fuga de gas, y que lamentablemente todos debían salir de aquí —siento los brazos de Ray rodearme, su nariz se esconde en mi cuello—. Incluso sacó a Kellin y Vic corriendo, pero me dejó a mí aquí adentro. Y tal parece que a ti también. ¿Qué traman?
— ¿Qué tramamos? —mi ceño se frunce dando una vuelta para encararlo. Me encojo de hombros—. ¿Pretendes que sé las locuras que pasan por la cabeza de Bob? Es Bob, amor.
—No te ves molesto, después de todo.
—No me gustan las multitudes, Ray.
—Pero estábamos celebrando. Te veías entusiasmado.
—No, tú te veías entusiasmado, y yo no quería quitarte esa emoción —rodeo su cuello con mis brazos—. Pensé que tú sabías que no me agradan este tipo de cosas. Podíamos sólo estar nuestros amigos, tú y yo, y con eso para mí sería más que suficiente.
—Pues... —suspira—, lo lamento, Gee. Debí ser más considerado y preguntarte. No debí hacer esto sin tu consentimiento.
—Está bien —beso sus labios. Él carraspea.
—No, Gerard, no está bien.
—Sí, sí lo está —vuelvo a besarlo. Niega con su cabeza.
— ¿Qué nos está pasando? Últimamente todo nos está saliendo a las patadas, el ambiente está muy tenso, me siento distante a ti. ¿Hay algo que me quieras decir?
—No nos está pasando nada, pero si sigues pensando de esa manera, ten por seguro que va a estar pasando algo.
Me suelto de su agarre, tomando mi vaso me dirijo de nuevo hacia la nevera. Por lo bajo lo oigo chasquear con su lengua.
»Se cumplieron 10 años de la muerte de mi hermano, Raymond. Lo extraño como un maldito idiota, pero te tengo a ti, y eso me hace feliz, ¿lo entiendes? Eres mi novio, mi mejor amigo, mi compañero, y te amo. Eso tengo para decirte.
Hago el ademán de salir de la cocina, pero no he puesto un pie cerca de la puerta cuando siento su mano tomar mi brazo y dar un tirón hacia, rodeando mi cintura con rapidez.
—Sé los planes de Bob desde un principio —murmura clavando su vista en mí—, me hizo repetirle "soy Raymond Toro y haré el amor con Gerard Way esta noche". Sólo estaba esperando a que dijeras algo. Te amo.
Bajo mis hombros ahogando una risa. Eso suena muy a Bob.
—Disculpa si me he mostrado distante-
—Ya no importa, Gerard —me besa—. Ahora importamos nosotros.
—Sí importa, porque... —mis palabras se disuelven cuando sus besos pasan a mi cuello. Es mi jodido punto sensible, y eso sí lo sabe—. Porque... ¿Hace cuánto que no tenemos sexo?
—Oh, mucho tiempo —sus manos comienzan a acariciarme, deslizo mis dedos por su cabello—. La última vez fue cuando Kellin se quedó aquí con Vic. Los escuchamos haciéndolo la noche anterior y quisimos venganza.
—No me importaría cobrarle venganza a mis vecinos también —río recibiendo sus labios luego. Él silba.
— ¿Quiere decir que tendremos una buena noche hoy?
—Al menos eso fue lo que Bob nos deseó.
Ambos reímos y de un salto ya estoy rodeando su cintura, sus manos se posan en mis glúteos y mi lengua invade su cavidad bucal, siendo enseguida recibido por él. Mi mente sigue recorriendo la imagen del extraño en galería, probablemente debería seguir el consejo de Bob y preguntarle a Matt, después de todo no perdía nada con intentar.
Aun así, cuando la puerta de mi habitación se cierra, caigo en mi cama y nuestra ropa comienza a sobrar; ese extraño es lo de menos. Todo lo importante está justo frente a mí, y no necesito nada más.
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