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Capítulo XXXVI

Becky aún seguía con los ojos bien abiertos tratando de procesar la información recién obtenida.

La madre de Freen había muerto.

Los sollozos de la mayor se escuchaban de manera ahogada al estar su boca en el cuello de Becky, sus brazos llenos de vendas se aferraban lo más fuerte que podían a la espalda de Becky al igual que sus piernas abrazaban la cadera contraria. Becky solo alcanzó a envolver con sus brazos el frágil cuerpo.

Freen estaba lejos de sentirse incómoda, de hecho, no podía ni creer lo cómoda que se sentía en ese momento. Los fuertes brazos de Becky cerrándose alrededor de su cuerpo la hacían sentir protegida, el cálido cuerpo le proporcionaba tranquilidad, la respiración cerca de su oreja le causaba un escalofrío por su espina dorsal sintiéndose jodidamente hermoso, una sensación que no quería terminar nunca.

Sus uñas se clavaron en la piel de la espalda y la suela de sus tenis hicieron más presión en la cadera de la castaña. Becky correspondió el fuerte apretón pegando imposiblemente más el delgado cuerpo de Freen al suyo.

Ambas temían que aquello sólo fuera imaginación suya y ya no tener a su mejor amiga entre sus brazos.

—Fini. —Llamó Becky. Freen la ignoró olímpicamente sintiéndose demasiado cómoda al estar escondida en el cuello de Becky. La menor no la dejó ocultar su rostro por mucho tiempo pues tomó sus mejillas entre sus manos obligándola a mirarla. —Preciosa, no llores, por favor. —Sus pulgares intentaban detener las lágrimas que caían cual cascadas, claramente esto fue en vano pues más y más lágrimas salían con el paso de los segundos.

Freen cerró fuerte sus ojos dejando a las lágrimas y sollozos explicarle a Becky su dolor y miedo, su desorientación y angustia. Becky sintió un fuerte golpe en su corazón al mismo tiempo que las lágrimas se acumulaban en las esquinas de sus ojos marrones.

—Princesa. —Suspiró y repartió amorosos besos por la frente contaría, sus labios bajaron a las mejillas húmedas y terminaron en la pequeña nariz rojiza. —Está bien, preciosa. Sácalo todo, estoy aquí contigo y lo estaré siempre.

—Ella se fue. —Repitió con la voz rota y el corazón destrozado. Sus oscuros ojos soltando lágrimas sin tener indicios de querer parar, sus labios temblando por los sollozos y su nariz rojiza por el frío del lugar.

Becky soltó una pequeña lagrima al escuchar eso de nuevo.

Si bien no convivió con la madre de Freen más de dos horas le había tomado un aprecio especial. Freen siempre que hablaba de ella lo hacía con admiración, como si ella fuera una heroína para ella, como su único ejemplo a seguir y, aunque no pudo cumplir su rol de madre a la perfección, Freen adoraba su fortaleza.

Ambas adolescentes se quedaron sentadas en la banqueta de una silenciosa calle, los vehículos pasaban y los conductores les dedicaban una mirada de confusión. Ambas estaban destrozadas, aunque se podía notar como una lo estaba más que la otra. Lágrimas caían débilmente de los ojos de Becky, lágrimas caían furiosamente de los de Freen.

Becky besó con paciencia la frente de su mejor amiga, dejó varios besos por ahí comenzando a notar como el llanto bajaba de intensidad. Sus manos bajaron hasta la cintura de la mayor proporcionando un débil abrazo, sus pechos se pegaron de nuevo, pero está vez Freen no enredó sus brazos en el torso de Becky, solamente apoyó sus manos en su pecho y lloró sobre su hombro. Las lágrimas que no pudo terminar de derramar en su casa las estaba derramando en el hombro de su mejor amiga, tan caliente y fresco a la vez, tan descubierta y protegida al mismo tiempo, tan pequeña pero tan grande. Tan en casa, en una verdadera casa.

Becky seguía besando la dañada piel cubierta por curitas de distintos colores, su mejilla izquierda fue la afortunada de recibir tales masajes por parte de unos finitos labios. Freen sorbió su nariz a la vez que Becky dejaba un sonoro beso en la pálida mejilla.

—Ella no se fue. —Habló sintiendo el cuerpo encima suyo temblar ante el frío y el llanto que poco a poco iba cesando. —Ella está aquí, no en cuerpo, pero sí en alma. ¿No le prometiste vivir una vida feliz?

Freen asintió emitiendo ligeros hipidos.

—Puedes cumplirlo, pero no de esta forma. —Una de sus manos subió hasta la cabeza de la mayor para quitarle el gorro amarillo, un manto de cabellos negro apareció cuando la prenda fue removida y Becky comenzó a besar cada zona que sus labios lograban tocar. —No dejándote rendir. —Continuó hablando después de un rato. —Tampoco te pido que mañana ya estés bien después de haber presenciado aquello, solo te pido un poco más de fuerza. Sé que eres realmente fuerte, has aguantado tanto y aún sigues aquí, sé que podrás seguir adelante y cuando logres salir de ésta tu madre estará muy feliz y orgullosa de que hayas podido cumplir tu promesa.

—P-pero, ella no está. —Su voz se escuchaba aguda, rota, con temblor en cada letra pronunciada, casi inaudible. —¿cómo voy a...

—Ella está aquí. —Freen sintió la gran mano de Becky tocar su pecho. —El cuerpo es mortal pero el alma no lo es. El alma es lo que caracteriza a la persona, es lo que le da vida y lo que lo lleva a ser como es. —Comentó volviendo a atrapar el delgado cuerpo entre sus brazos. —Como un robot; lo que lo hace funcionar es el mecanismo que hay dentro de él, la parte de afuera, la que vemos, solo es para que se vea bonito.

Freen giró levemente su cabeza logrando conectar sus ojos con los de la castaña, se sentía tan bien estar así. Becky presenció cómo una pequeña lágrima se resbalaba de la esquina de uno de los pequeños ojos de Freen y la limpió restregando su mejilla con la contraria.

—Ella está aquí, porque ella también prometió cuidarte y cuando las madres prometen, lo cumplen.

Otro beso fue depositado en la mejilla ligeramente sonrojada, solo que esta vez, el beso duró unos cuantos segundos más y obtuvo un poco más de fuerza que los anteriores.

Freen se permitió cerrar sus ojos dejándose llevar por las caricias y besos cargados de amor. Una vez más, confió su cuerpo, su corazón y su alma a Rebecca Armstrong.

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Definición de paz: situación o sentimiento donde no hay guerras, discusiones o disgustos llevando a una sensación tranquila y serena.

Definición de paz según Sarocha: Rebecca Armstrong.

No supo el momento exacto en el que se quedó dormida entre los brazos de su mejor amiga, sus cálidas palabras siendo un somnífero con alta potencia que logró tranquilizarla, sus caricias siendo más suaves que un mismo colchón o almohada, su presencia siendo altamente protectora y segura llevándola a confiar su sueño a la chica que la abrazaba como si nunca lo hubiera hecho.

Aunque eso sí era real, Becky nunca había abrazado a Freen y aún no podía creer que la tenía entre sus brazos.

Freen sintió el frío viento acariciar su sonrojada nariz, su cuerpo se sentía cálido a pesar del clima frío y sus ojos se sentían tentados en volverse a cerrar. El movimiento que sus brazos hacían logró despertarla y lo primero que divisó fue el cuello de Becky.

Los brazos de Freen colgaban de los hombros de Becky haciendo que caigan suavemente por el pecho de la castaña. La espalda de Becky servía como un buen soporte para su propio pecho y al bajar la mirada se encontró con sus muslos siendo sostenidos por las manos de su mejor amiga.

—Puedes seguir durmiendo si quieres, aún nos queda tiempo. —Informó al notar los dedos de Freen acariciar la tela del uniforme buscando algún soporte para su débil cuerpo.

Freen abrazo el cuello de Becky ocultando su nariz en el cuello de esta, el aroma femenino de Becky inundó sus fosas nasales llevándola a la gloria pura. Amaba sentirla cerca ya sea escuchándola, sintiéndola u oliéndola, cualquiera de los cinco sentidos servía para saber que Becky estaba cerca y eso le bastaba.

Los pasos lentos pero firmes de Becky comenzaron a tomar mayor velocidad no queriendo seguir exponiendo a Freen al frío, las noches eran las más frías con el paso del tiempo y no quería que llegaran tales horas para sentir el cuerpo de su mejor amiga temblando por la tela fina de su suéter que no lograba calentarla lo suficiente. Sus dedos se hundieron ligeramente más en los muslos de Freen para un mayor agarre, sus pies tomaron impulso y trotó por las frías y desoladas calles.

Pasaba casa por casa, calle por calle, semáforo tras semáforo y minuto tras minuto, su objetivo era su hogar pues no se sentía con las ganas suficientes de estar en el exterior con Freen así de rota, prefería estar en la comodidad de su habitación ofreciéndole a Freen todo lo que necesite, desde ropa y un baño hasta agua y comida deliciosa, sería capaz de ofrecerle el mundo entero con tal de no ver su precioso rostro inundado en lágrimas de tristeza.

Sus pies se encontraban fríos, cansados y dolían por estar tan expuestos, sintió un alivio al ver la gran casa con bonitos detalles reconociéndola como su lugar de residencia. Se cuestionaba mentalmente si tal vez debería entrar con Freen en su espalda o tal vez debería despertarla y bajarle la escalera como había hecho la vez anterior, no quería toparse con sus padres o Richie y que se entrometan en este inoportuno momento pero tampoco quería despertar a Freen de su plácido sueño que se notaba no había tomado la noche anterior.

Optó por la primera opción no teniendo el coraje suficiente para quitarle sus minutos de tranquilidad. Con cuidado logró abrir la puerta de su casa sin hacer sonido alguno, adentro se encontraba algo oscuro pues muchas luces no estaban encendidas. Recordó que sus padres deberían estar trabajando en esos momentos ya que se había acostumbrado a tenerlos ahí temprano estos últimos días.

Por primera vez agradecía que ellos trabajarán hasta tarde.

Fué subiendo las escaleras con cautela pues no sabía si Richie se encontraba cerca y tampoco quería que despierte a Freen.

—Becky. —Susurró la pelinegra sintiendo el cambio de clima a uno más caliente y acogedor.

—Shhhh. —Calmó dando leves masajes con sus pulgares en los muslos de la contraria. —Sigue durmiendo, todo está bien.

Freen escuchaba tentadora la propuesta, pero no podía tomarla, no cuando pudo observar un gran y bonito cuadro de dos adultos con una niña y un bebé sonriendo felices a la cámara, supo entonces que se encontraba en la casa de su amiga y le atormentaba la idea de llegar tarde a la suya, no quería recibir más golpes de los que ya recibió.

—Becky. —Volvió a hablar deslizando sus manos hasta que estas queden en los hombros de la castaña.

Freen no supo el momento en el que fue depositada en el suave colchón de la cama más grande que alguna vez haya visto.

—Nos queda media hora más, puedes dormir un poco y no te preocupes por nada, te despertaré cuando el tiempo acabe. —Su voz se escuchaba más dulce y tranquila que otras veces. Sus manos se encargaron de arropar el cuerpo de Freen con mucho cuidado, como si fuera un bebé recién nacido.

Freen ya se encontraba despierta, con sus curiosos ojos viendo el rostro de su mejor amiga que aún se encontraba ocupada tratando de mantener su cuerpo caliente y cómodo. Freen notó algo que nunca había notado en los tres años que llevaban juntas y eso era la impresionante belleza que Becky tenía, sus ojos pequeños y de un color café obscuro, sus mechones lacios y castaños moviéndose al compás de los movimientos que su cabeza hacia, sus finos y rosados labios presionando entre sí buscando concentración y lo mejor de todo, sus bellos hoyuelos asomándose por cada mejilla.

El corazón de Freen dio un vuelco cuando ambos pares de ojos se conectaron.

—¿No quieres dormir? —Preguntó Becky con cautela al verla con los ojos abiertos.

Freen se removió en la cama buscando comodidad, fue fácil encontrarla gracias al suave colchón y las abrigadoras sábanas.

—Solo... solo un rato. —Respondió pensando en que debería llegar a tiempo a casa a preparar la cena, su madre no estaba por lo que dicha obligación se le pasaba a ella.

—Te despertaré a tiempo. —Le dedicó una ligera sonrisa a Freen, la cual, fue correspondida.

Becky acomodó por última vez las sábanas y se levantó para dejar descansar a Freen, no avanzó mucho pues sintió un agarré en su mano izquierda.

—Quédate. —Pidió en un susurro.

Becky miró con ternura a su amiga, la petición hizo que su corazón se derrita y al mismo tiempo palpite emocionado de poder observar dormir a Freen, de poder verla en calma.

Freen no esperó respuesta, ella halo de la mano haciendo que Becky pierda el equilibrio y caiga suavemente de rodillas enfrente de la cama pudiendo observar mejor el rostro contrario. Freen tomó la gran mano entre las suyas y usó esas tres manos como una segunda almohada, quería cerciorarse de que Becky no la dejaría sola por nada en el mundo.

La castaña sonrió enternecida.

Los segundos corrían en su normalidad y los párpados de Freen caían lentamente, pronto su respiración se volvió tranquila y su rostro denotaba paz absoluta. Becky acarició los negros mechones con el cuidado y amor, que su mano libre le permitía.

Porque por lo pronto, solo quería darle eso a Freen, su cuidado y su amor.

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