Capítulo XXVIII
En diversas ocasiones, Freen había sentido un poco de lo que era la felicidad estando al lado de Becky, lamentablemente esta no duraba tanto, solo algunos minutos o tal vez una hora, pero nunca se prolongaba cuando ambas se separaban.
Lo pudo comprobar una vez más cuando llegó a su casa.
Su padre estaba ahí, lo que era poco común ya que él llegaba a la hora de la cena, se encontraba pateando un bulto en el suelo de madera, una escena tan conocida para Freen. Ella dejó rápidamente su mochila al lado de la puerta para correr a colocarse enfrente del cuerpo inerte de su progenitora recibiendo ella el puño de su padre en su mejilla, el fuerte impacto la hizo caer al suelo golpeándose la otra parte de su rostro.
—¿Qué te he dicho de meterte entre las discusiones que tengo con tu madre? —Su padre habló cuando vio a su hija limpiarse la sangre de la nariz.
No pudo responder, el golpe la dejó aturdida un rato impidiéndole formular alguna palabra o frase coherente.
Minwoo tomó a Freen de la mano obligándola a levantarse del suelo.
—M-me lastima. —Sollozó al sentir el fuerte apretón en su mano sumándole a eso las uñas enterrándose en su dañada piel, no supo ni porqué lo había dicho, ese no era un impedimento para perdurar el fuerte agarre.
—Mira escoria, si yo quiero puedo dejarte en la calle pidiendo limosna o prostituirte para conseguir más dinero, agradece que tu inútil madre tenga el valor de pedirme que te deje seguir estudiando.
Freen cerró sus ojos con fuerza sintiendo sus lágrimas teñirse con el color rojizo de la sangre.
—Fuera de aquí, no vas a cenar y no quiero que te aparezcas por aquí hasta mañana ¡¿entendiste?! —Gritó haciendo más presión en la mano ocasionando un sollozó lastimero de la adolescente.
—F-Freenky. —La débil y rota voz de Nuntawan atravesó los oídos de la llamada, sabía que si no respondía las cosas se iban a poner peor para ambas.
—S-sí señor. —Por fin pudo formular.
Su mano fue soltada bruscamente haciendo que caiga de nuevo al frío y manchado suelo, como pudo se reincorporó, tomó su mochila y salió corriendo rumbo a su habitación. Sus pies querían dar la vuelta y salvar a su progenitora de los golpes que ahora su padre seguía dándole, pero su cabeza le dijo que no, que era mejor no meterse y con suerte no le rompería un hueso a la mujer.
Freen pudo llegar a casa a tiempo gracias a Becky, esta le pidió a su chofer que la llevase a su alojamiento lo más rápido posible pero claro, este se estacionó antes de siquiera montarse encima del puente, era peligroso que vean a un carro tan lujoso como ese por un barrio tan pobre y miserable como lo era aquel.
Becky siempre la ayudaba, no importaba nada cuando se trataba de su salud, ella había prometido proteger en lo que podía a la pelinegra y esperaba cumplirlo.
Aunque Freen sentía que ya hacía suficiente solamente con estar a su lado.
La adolescente se limpió el rostro y las manos algo manchadas de sangre con un paño viejo, tomó al conejo de peluche de su mochila y se recostó en su colchón que ella llamaba cama. Podría no tener a Becky con ella para que la consuele en momentos como ese al escuchar a su madre agonizar, llorar y gritar por piedad, Becky no estaba y aun así la sentía cerca.
Abrazó el suave cuerpo de tela sintiendo a través de los pequeños brazos de peluche el calor y cariño de la verdadera Rebecca Armstrong.
⋯⋯⋯ ⊰ ᯽ ⊱ ⋯⋯⋯
¿Cómo fue su fin de semana? una mierda total, como todas.
Se habían acabado las medicinas para poder curar sus heridas y las de su madre, lo único que pudieron hacer fue desinfectarlas con agua y con jabón para que la situación no empeore. Ese día fue nuevamente con su capucha puesta ya que tenía una mejilla de un morado sumamente oscuro, su nariz también se encontraba algo dañada y ni hablar de su mano, que estaba similar a su mejilla y cualquier movimiento que hacía con ella le dolía como el infierno.
Y esa era la razón de la situación actual.
Becky mantenía una cara de susto hacia su mejor amiga en el momento en el que esta dio un grito tan fuerte que estaba casi segura que media preparatoria la había escuchado. La menor aún estaba aturdida por el grito pues jamás de esperó una reacción así de Freen al tomarle la mano.
—¿Qué ocurrió? ¿ya no quieres que te tome la mano? —Su voz sonaba con miedo ya que temía que la segunda pregunta sea aclarada con una respuesta afirmativa.
—Y-yo... —Freen tomó la mano de Becky con su mano buena y la llevó a otra parte de la preparatoria pues su agudo grito llamó la atención de muchas personas y no le gustaba ser el foco de atención.
Su fiel árbol se mantenía ahí, tranquilo, fresco y con una buena sombra esperándolas. Ninguna se sentó esta vez, Becky no pensaba en otra cosa que no sea el porqué de la sorpresiva reacción de la mayor.
—Freenky, por favor, dime que pasa. —Insistió ya más preocupada.
Y Freen como siempre, le mostró.
Jaló la manga de su suéter dejando a la vista la gran mancha morada en su mano junto con marcas rojizas en forma de media luna en ella.
—Ah, ahora entiendo. —Dijo Becky tomando suavemente la mano contaría la cual se veía en pésimas condiciones.
La castaña se agachó en el pasto, se quitó la mochila y rebuscó entre sus cosas en pequeño botiquín, al hallarlo sacó crema y una venda blanca. Aplicó la crema sobre el moretón con mucha delicadeza pues al parecer a Freen le dolía demasiado. Con ayuda de sus dedos pudo dar muy leves toques para esparcir dicha crema logrando que todo el dorso quede cubierto, a continuación, enrolló el vendaje alrededor de la mano igualmente con delicadeza.
—¿Mejor? —Becky levantó la mirada encontrándose con los ojos llorosos de Freen y su labio inferior siendo maltratado por sus dientes por la fuerza que usaba al atraparlo. —Oh, te dolió mucho ¿no es así?
Freen asintió ocasionando que una lagrima se resbale por su mejilla.
—Ya está, pronto se va a sanar, no llores ¿sí? —Becky se levantó nuevamente, pero sin soltar la mano de Freen. —¿quieres que diga las palabras?
Freen lo pensó. Siempre se sentía mejor cuando Becky recitaba las tiernas palabras que ella había inventado para sanar tanto las heridas externas como internas, pero sabía que estas siempre venían acompañadas por una caricia y realmente le dolía cualquier contacto que su mano tuviese por más leve que este sea. Becky observó la indecisión en los ojos de la mayor y prefirió mejor no decir su pequeño juego.
—Mejor no, te duele mucho. —Aunque trató de disimularlo, Freen tenía un rostro que demostraba desilusión. —Ya sé, esto será solo un toque, no creo que duela tanto.
La mayor no se esperó sentir los finos labios de Becky por encima del vendaje. A pesar de que la tela de la venda bloqueaba el contacto directo con su piel podía sentir los labios en esta, sentía con claridad la textura de los rosaditos labios acariciando con delicadeza el dorso de su mano y extrañamente, se sintió mejor, aún mejor que cuando recitaba sus típicas palabras.
—Ya está bien, no llores. —Limpió una lagrima que resbalaba por la mejilla de Freen y supo que su mano no era el único lugar dañado cuando la mayor soltó un siseo.
Sin querer esperar más bajó la capucha encontrándose primero con sus mechones rebeldes, luego con el gorro amarillo que al parecer a Freen le había gustado tanto que siempre se lo ponía. Sus ojos viajaron por el rostro contrario una vez este estuvo descubierto.
Los ojos de la mayor desviaron el trayecto de Becky haciendo alusión a la primera ley de Newton del movimiento, atrayendo su mirada repentinamente, es como si ambos orbes estuvieran llamando a los suyos para apreciarse entre sí y escapar, aunque sea unos minutos del mundo para sumergirse en el suyo propio. A veces, los ojos de Freen llegaban a tener brillos en ellos y otras llegaban a estar tan oscuros como un pozo sin fondo el cual debía ser descubierto para saber que había más allá de sólo obscuridad porque todo, absolutamente todo tiene un pequeño camino u orificio que le permita a la luz entrar e iluminar el lugar.
Freen creía que los ojos de Becky era la luz que iluminaba a los suyos.
Becky apreció el adorable color rosado en las mejillas de Freen y seguramente hubiera apreciado por más tiempo su sonrojo de no ser que por fin salió de su transe y en una de las mejillas de Freen encontró no sólo el color rosado, sino un morado que en definitiva no se veía bonito en ese lugar, igual pudo distinguir una línea roja en el centro de la nariz de la pelinegra.
—Te juro que algún día iré a golpearlo. —Habló Becky después de un rato. Volvió a aplicar un poco de crema en sus dedos y lo masajeó suavemente en la mejilla de Freen.
—A-auch, B-Becky. —Freen sostuvo la muñeca de la castaña pidiéndole silenciosamente que tenga más cuidado.
Bueno, tal vez no lo aplicó tan suave como ella creía.
Becky no era de enojarse fácilmente pero cuando se trataba de Freen podía llegar a ser la persona con menos tolerancia en el mundo. No se dio cuenta de esto sino cuando escuchó los quejidos de Freen indicándole que estaba haciendo demasiada presión en el moretón.
—Lo siento. —Relajó sus fracciones maldiciéndose a sí misma por lastimar a la mayor.
Freen le dijo que estaba bien con una media sonrisa.
Repitió su acción de esparcir la crema por la mejilla contraria pero esta vez, con verdadera suavidad. Al terminar hizo lo mismo que con su mano, dejó un beso en sus propios dedos y luego pegó estos mismos a la mejilla de Freen.
La mayor sonrió ligero porque Becky se había quedado con un poco de la crema en sus labios y aquello le pareció gracioso.
También sonrió por ese beso indirecto.
⋯⋯⋯ ⊰ ᯽ ⊱ ⋯⋯⋯
El relajante sonido que las cuerdas musicales emitían deleitaban los oídos de tres personas; Becky, Freen y la profesora Waraha.
—Me rindo de nuevo frente al espe-.
Una nota desafinada interrumpió la canción justo en el coro.
Freen soltó un pequeño bufido por haber interrumpido la gruesa voz de Becky con una nota errada, aunque el bufido también era porque su mano comenzaba a doler.
Freen y Becky estaban sentadas en un rincón del salón de música, Freen apoyada en el hombro de la más alta mientras sostenía la guitarra entre sus brazos.
—¿Qué ocurrió? —Preguntó Becky.
Freen miró a la profesora Waraha, ella tenía su ceño ligeramente fruncido por la nota errada anteriormente. —Me duele. —Susurró cerca de la oreja de Becky.
—Oh, no te esfuerces, tal vez podamos continuar mañana.
Freen asintió de acuerdo con la idea.
—¿Te duele mucho? —Susurró Becky de vuelta a lo que la mayor solo respondió con un sonido afirmativo. —Puedo escribir por ti tus apuntes en las próximas clases si quieres.
—Está bien, puedo escribir aún.
Becky sonrió
—Últimamente te sientes más capaz de las cosas. —Tomo la mano vendada y dejó un cariñoso beso en esta. —Estoy orgullosa. —Y de nuevo, sus ojos atraparon los contrarios.
Una tos exagerada y demasiado falsa resonó por todo el salón
—Disculpen, tengo gripe.
Becky soltó una risa nasal y Freen se ruborizó
—No se preocupe, profesora. Debería descansar. —Le siguió la corriente y Engfa no pudo evitar sonreír ante la gracia de la situación.
—Becky. —Llamó Freen.
—¿Mmm?
—¿Podrías tocar algo? —Preguntó pasando el instrumento en los brazos de la castaña.
Becky tomó la guitarra y la acomodó dando a entender que sí tocaría para ella
—¿qué quieres que toque, princesa?
Al darse cuenta de que había dicho la palabra princesa a un volumen alto miró de reojo a la docente quien se encontraba sentada enfrente de un piano, esta tenía una diminuta sonrisa en su rostro.
—Cualquier canción está bien.
Becky puso su atención en Freen de nuevo asintiendo a su respuesta.
Comenzó a tocar notas al azar, pensando en una canción que logre gustarle lo suficiente a Freen. Con sus dedos puestos en un Re comenzó a tocar un ritmo en especial, Freen la miró con ojos brillantes, denotando su interés por escuchar aquella canción en vivo, tal vez no por su cantante original, pero sí por su mejor amiga.
—¿La conoces? —La mayor asintió y Becky sonrió. —Cuando tus pies ya no anden como solían hacerlo antes. —Jugó con los acordes, deslizando sus dedos por las cuerdas con gracia y facilidad. —Y ya no puedas arrastrar tus pies, ¿tu boca seguirá recordando el sabor de mi amor? ¿sonreían todavía tus ojos desde tus mejillas?
Becky cantaba con voz grave, en un tono tan bajo que se escuchaban como susurros que sólo Freen tenía la dicha de escuchar.
Y es que ese era el principal objetivo de Becky.
Ella amaba a Freen, ese era ya un hecho que si se discutía se iría siempre a la misma respuesta; Becky estaba loca por su mejor amiga hasta los huesos. Y así, tocando la guitarra solo para ella, estando tan de acuerdo con la canción al decir que así cumpliera veinte, treinta, cincuenta o hasta setenta años seguirá amándola de la misma forma que ahora en sus diecisiete años.
—Y estoy pensando en cómo la gente se enamora de formas misteriosas. —Sonrió, poniéndose a sí misma de ejemplo que nunca supo cómo ni cuándo su corazón comenzó a latir de forma desbocada al ver a Freen, o incluso cómo es que latía tan despacio al tenerla justo como ahora, tan cerca, con su cabeza en su hombro, observando atentamente los dedos de ambas manos moverse ágilmente por el instrumento. —Quizá sólo el toque de una mano. Bueno, yo me enamoró de ti todos los días. —Aquello no fue dicho solo por su boca, sino que fue expresado con todo su corazón. —Solo quiero decirte que lo estoy.
Y esa parte también era verídica, Becky deseaba tanto poder decirle que estaba tan enamorada de ella, pero no encontraba la ocasión ni situación perfecta para eso. Ella esperaba decírselo cuando Freen por fin le acepte un abrazo, tenerla entre sus amorosos brazos y besarla bajo la luz de mil estrellas.
—Pon tu cabeza sobre mi corazón latiente. —Becky dejó caer su cabeza sobre la de Freen, la pelinegra se removió un poco, pero encontró agradable la posición. —Estoy pensando en voz alta y tal vez encontremos el amor justo donde estamos.
Desde tanta cercanía podía escuchar la tranquila respiración de la mayor, podía observar sus pequeños dedos darse golpecitos entre ellos al ritmo de la guitarra y casi podía asegurar escuchar un tarareo al mismo compás que su grave voz. Bajó su mirada, sin dejar de cantar, viendo en primera plana el gorro y el cabello de Freen, Becky pensaba que cuando su cabello se haya ido y su memoria de desvanezca, cuando su familia, amigas o el resto del mundo ya ni recuerden una sílaba de su nombre, cuando sus dedos simplemente dejen de hacerle caso y ya no toquen las dulces cuerdas de la guitarra de la misma manera serían las únicas cosas que perdería de ese momento, porque su amor por Freen se quedaría intacto, cada vez más fuerte con el pasar de los segundos.
—Porque, cariño, tu alma nunca podría envejecer, es perpetua. —Levanto uno de sus hombros ligeramente, moviendo la cabeza de Freen y la propia con la acción. Freen la miró y sus ojos chocaron con los de Becky, ambas no pudieron evitar mostrar una pequeña sonrisa en sus labios. —Y bebé, tu sonrisa está siempre en mi mente y en mi memoria. —Y Freen, por alguna razón que no podía pensar ahora, sentía esa frase dicha para ella, tanto así que no pudo evitar que el color rojizo llegara a sus mejillas. —Y estoy pensando en cómo la gente se enamora de formas misteriosas y tal vez todo es parte de un plan. Bueno, seguiré cometiendo los mismos errores esperando que lo entiendas. Pero, cariño, ahora. —Lo último lo pronunció de una manera similar al cantante, con voz rasposa y de una forma que pareciera que lo estaba sacando todo desde el fondo de su pecho. Freen soltó una pequeñísima risa por ello seguido de Becky.
>> Tómame entre tus amorosos brazos, bésame bajo la luz de mil estrellas, pon tu cabeza sobre mi corazón latiente. —Becky frotó su cabeza con la de Freen quien lo imitó involuntariamente. —Estoy pensando en voz alta.
Y tal vez encontramos el amor justo donde estamos, princesa.
Y los melodiosos sonidos siguieron después de eso, ambas juntándose más sin notarlo siquiera, sólo siguiendo su instinto y acomodarse una sobre la otra, sin el prematuro deseo de separarse y dejar de sentirse. Freen ahora apoyaba una de sus manos en el muslo de Becky, calentando su piel y corazón de una manera tan repentina y hermosa que no encontró el valor suficiente de apartarse y volver a su tan acostumbrado espacio personal.
—Así que, cariño, ahora tómame entre tus amorosos brazos. —Y si bien Freen no la estaba abrazando tampoco pasó por desapercibido la pequeña mano haciendo más contacto físico del que ya tenían. —Bésame bajo la luz de mil estrellas. —Becky anhelaba tanto eso, tanto que si nunca llegara a probar esos labios tan rojizos creería volverse inmortal pues no estaba lista para morir sin haber tomado esos labios entre los suyos. —Oh cariño, pon tu cabeza sobre mi corazón latiente. —Estaba casi segura de que Freen podía escuchar el constante golpeteo de su corazón, era tan fuerte que incluso le hacía un agradable compas a la canción. —Estoy pensando en voz alta que tal vez encontramos el amor justo donde estamos; bebé, encontramos el amor justo donde estamos; encontramos el amor...
—Justo donde estamos. —Armonizaron con Freen haciendo una voz un poco aguda y Becky aún con su tono grave que, a los oídos de la profesora Waraha aquello se había visto y escuchado glorioso. Becky barrió sus dedos hacia abajo, logrando tocar la última nota de la canción.
Ninguna de las dos sabía cómo apartar la mirada de la otra, sus respiraciones encontrándose extrañamente agitadas al igual que sus corazones latían desbocados en busca de una razón para sentir sus mejillas ardiendo y brillando en un notable color rojo. Se sumergieron en la otra como ya era común para ellas, perderse un momento en los ojos contrarios cuestionándose ¿qué pensará de mí para mirarme de esa hermosa manera? ninguna de las dos sabía la respuesta porque sus mentes se encontraban en blanco, sus palabras estaban bloqueadas al igual que su cuerpo que no emitía movimiento alguno dejando que el ya tan conocido sonido de sus latidos se escuche solamente por ellas mismas ya que, no importaba si estaban rodeados de millones de personas, ellas son las únicas capaces de escucharse a sí mismas sin la necesidad de formular alguna palabra.
Engfa las miraba desde el piano, sonriendo, recordando sus días de estudiante en esa misma preparatoria junto a su actual novia.
—¡Engfa Waraha, dime que no estas a-! —La profesora del club de baile entró bruscamente al salón estrellando la puerta contra la pared ocasionando un estruendoso sonido que se sumó a sus gritos, eso ocasionó que las tres personas en ese salón salieran de sus pensamientos. —Uhh, perdón chicas. Aún quedan unos minutos del descanso, salgan, saben que no deben estar dentro de la preparatoria en estas horas, solo en la cafetería. —Habló refiriéndose a las alumnas. La docente era muy querida por todo el alumnado por su increíble tacto y delicadeza para hablar sin que los estudiantes se sientan sermoneados.
Ambas menores asintieron muy avergonzadas, pero aquello no fue impedimento para que se tomasen de las manos y salieran de aquella aula no sin antes devolver la guitarra y agradecer a la profesora Waraha.
—Otra vez espiando a los alumnos. —Charlotte cerró la puerta tras de ella cuando las estudiantes abandonaron el salón.
—¿De qué hablas? solo estoy afinando mis instrumentos. —Sonrió mostrando una sonrisa burlona.
—Los afinas siempre después de cada clase aún si no lo necesitan. —Charlotte caminó hasta la mayor y se sentó en sus piernas. —Nunca te quedas aquí en los descansos ¿estas vigilando que las chicas no hagan cosas indebidas o no quieres que dañen tus instrumentos?
Engfa río y sujetó las caderas de su novia para evitar que esta caiga
—La verdad, me gusta verlas, me recuerdan mucho a nosotras a su edad. Becky me recuerda a tí, siempre con una sonrisa buscando alegrar el día, Freen me recuerda a mí, sombría, seria, triste y misteriosa.
Charlotte sonrió ante aquello
—Los polos opuestos se atraen ¿no es así?
Waraha besó suavemente los labios de su pareja
—Así es.
Ambas adultas se sonrieron entre sí sabiendo a leguas que las adolescentes terminarían juntas de una u otra forma.
Aún más juntas de lo que ya estaban.
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