Capítulo XLVIII
A Freen le había tomado unos cuatro días para volver a su sonrisa, una sonrisa que Becky amaba ver a la vez que se estaba acostumbrando a apreciarla.
En ese transcurso de días Richie había estado preguntando por ella, del porqué de su estado de ánimo, de los sollozos que escuchaba a través de la puerta y del por qué su hermana no la dejaba pasar a ver qué ocurría con la princesa.
A petición de Freen, no dejó entrar a Richie ya que no quería que la viese en ese estado, tan rota, tan triste y vulnerable, un lindo angelito como lo era Richie no podía ver el mundo real tan pronto, no se sentía la candidata para que él vea lo cruel que puede llegar a ser la vida, al menos no por ahora.
Ahora, con Freen sonriendo como antes, le permitió la entrada a su hermano menor, pero de inmediato se arrepintió.
Él había llegado con un set de construcción, el cual traía diversas piezas que Becky no sabía muy bien cómo encajar. Solo había logrado identificar algunos bloques grandes y pequeñas figuras que ahora Richie tenía dispersas sobre la alfombra.
Un poco- mucho de imaginación en ese desorden de piezas hacía que la escena se viera adorable.
También trajo libretas y colores, deseando dibujar con ambas adolescentes. Pero, a falta de atención, terminó echando a Becky de la cama, logrando que solo Freen y él estuvieran ahí, con libretas en sus regazos y lápices de colores entre sus dedos
Becky apoyó su mentón en la orilla de la cama y pellizcó ligeramente el muslo de Freen ganándose una mirada de sorpresa y duda.
—¿Qué pasa? —Indagó sobando el lugar pellizcado, aunque en realidad no le había dolido.
—Quiero atención. —Puchereó.
Freen de inmediato sonrió ante lo infantil que podría ser su novia. Richie estaba demasiado concentrado en su dibujo como para prestar atención a la charla de las adolescentes.
—Tienes mi atención. —Respondió devolviendo su vista a la libreta con un medio dibujo ahí.
—No es verdad. —Se quejó como una auténtica niña pequeña. —Eres mi novia, deberías darme más atención a mí que a ese pedazo de papel.
Freen soltó una leve carcajada. Volvió a mirar los ojos de cachorro de Becky e hizo un movimiento con su cabeza indicándole que podía subirse a la cama y estar a su lado.
Becky sonrió con una idea mejor.
Al ver cómo la castaña estiraba sus piernas para adentrarse en la cama, volvió a concentrarse en hacer un buen dibujo, sentía demasiada vergüenza al ver el intento de conejo que hizo hace unos tres años para Becky. Justo cuando el lápiz tocó la hoja su cuerpo fue levantado con una facilidad impresionante y, en menos tiempo de lo que pensó, ya se encontraba sentada en el regazo de Becky con la nariz de la antes mencionada en sus mechones negros.
Richie aplaudió no tan fuerte, le gustaba ver las interacciones de la pareja, aunque también le gustaba la atención de Freen, al ver que tendría todo eso no pudo evitar emocionarse.
—Pequeño, ¿te parece si traes lo que le preparamos a Freen? —Becky habló mientras rodeaba la cintura de Freen con sus brazos y dejaba un delicado beso en su nuca.
—¡Ya voy! —Y, dicho eso, el menor dejó todo de lado y salió corriendo hacia quién sabe dónde.
Freen, algo confundida, dejó la libreta sobre la cama.
—¿Qué están planeando? —Preguntó entre risas, mientras la nariz de Becky le hacía cosquillas en el cuello.
—Espera a que él llegue y lo sabrás —Respondió Becky, abrazando con cariño el cuerpo de su pareja.
Freen sonrió ampliamente, estos momentos eran los que volvían su vida amena y feliz.
Becky besó suavemente su cuello, con puro amor de por medio, sin ninguna pizca de sentimientos malos, solamente con amor, un amor tan profundo que inclusive sentía que la dichosa palabra amor era demasiada pequeña.
—Eres tan preciosa. —Becky dejó varios besos en la nuca de Freen, ambas se miraban a través del espejo del tocador con sonrisas cómplices.
Freen frunció el ceño sin quitar su sonrisa, siempre se quedaba sin palabras ante las declaraciones del menor.
—Tan hermosa y solo mía, de nadie más. —Sus labios acariciaron su mejilla esta vez, dejando en claro cuánto se contuvo por hacer aquello ante la presencia de su hermanito. —Solo mía.
—Solo tuya. —Concordó.
Becky no pudo soportar las ansias de ver aquel angelical rostro de frente, ver cada pequeña facción de ella y, aunque éste mantenga miles de cicatrices seguía siendo tremendamente bello a sus ojos. Giró lento el cuerpo de su novia logrando que ambAs se miren sin algo de por medio, solo sus sinceras y cariñosas miradas puestas en su persona.
—No puedo creer que Richie tenga más tu atención que yo. —Besó la punta de la nariz.
—Ambos tienen mi atención. —Aclaró acariciando las suaves mejillas de Becky.
Freen atrapó la piel de la mejilla de Becky entre su pulgar y su índice, no se esperó que, al estirarla, lo hiciera demasiado. Hizo una pequeña O con su boca, impresionado de la flexibilidad de esas mejillas.
Intentó hacer lo mismo con la otra y sucedió exactamente lo mismo que con la anterior. Becky sonrió encantada de ver en primera plana el asombrado rostro de Freen, tan maravillada por algo tan simple, con un bonito brillo es sus ojos y una sincera sonrisa en sus labios.
Cuando Becky creía no poder enamorarse más lo hacía.
Becky bajó sus manos desde la cintura hasta la cadera de Freen ganándose un siseo casi inaudible. Freen dejó de jugar con las mejillas de su novia al no poder ocultar dicho sonido antes de tiempo.
—¿Qué fue esta vez? —Preguntó sabiendo que una herida debía estar en un lugar de su cadera. Quitó sus manos de ahí y las subió nuevamente a la cintura contraria, algo que Freen agradeció.
—Solo... Solo llegó borracho, no tenía lista la cena, se quitó el cinturón y comenzó a golpearme ahí. —Soltó despacio al mismo tiempo que su sonrisa se desvanecía, odiaba tanto tener que romper esos lindos momentos con las heridas provocadas por su progenitor.
—¿Puedo ver?
Freen se sonrojó y negó, el golpe estaba un poco más abajo del elástico de sus pantalones anchos, no se sentía con la seguridad necesaria para mostrar más piel de la que normalmente mostraba.
—¿Es muy grande? ¿solo son golpes o fue más grave? ¿te duele mucho? —Comenzó a atacar con preguntas. Sabía que a Freen le costaba siquiera estar sentada en sus piernas dejando que sus propias manos toquen su cintura, sabía que era un esfuerzo que hacía, pero a la vez se estaba acostumbrando, no insistiría si la mayor no se sentía cómoda pero tampoco se quedaría con la duda de cómo estaba la dichosa herida.
—Está bien, solo es un moretón, no es grave. —Tranquilizó, era verdad que solo eran un moretón, pero su pigmentación era tanta que casi no podía decir con seguridad si era morada o negra.
Becky la miró triste, sabía que se tragaba sus lágrimas y su tristeza al igual que su dolor sólo para intentar ser feliz, lo había conseguido de cierto modo pero la depresión no era algo que se curaba de la noche a la mañana, algunos días estaba feliz y otros solo quería llorar y dormir todo el día.
Un verdadero infierno para ambas.
La castaña rozó sus narices en un gesto amoroso, transmitiéndole amor y seguridad por medio de esa pequeña acción.
—Te amo.
—También te amo.
Y por fin, juntaron sus labios delicadamente. Sus besos siempre eran tranquilos, lentos, sin hambre o morbo de por medio, solo con montones y montones de cariño y amor, con sentimientos más hermosos que la misma afrodita.
Las manos de Freen tomaron de nuevo las mejillas de Becky mientras que las de ella no se movieron de su lugar. Becky recordaba siempre las veces que casi se lanza a los labios de su mejor amiga para besarla desesperadamente, con necesidad y ansias de probar sus gruesos labios, tener aquellas cerezas correspondiendo a sus besos era algo que aún le costaba procesar y creer, tener a Freen así era un verdadero sueño y honor.
Ambas se sumergieron en un mar lleno de amor, un mar en donde solo se sentían sus caricias entre sus labios, no se sentía el frío que se colaba por la puerta, ni tampoco el sonido de los carros pasando por la vía pública, su gran mar era tan abundante que incluso enmudeció el rechinido de la puerta y los suaves pasos de un niño.
Richie dejó una bandeja de comida encima del colchón con cuidado de no hacer ruido o de no moverlo bruscamente ya que podía caer.
—¡Iugh! —Dijo a un volumen no tan alto, solo lo necesario para que las adolescentes noten su presencia.
Al momento en el que los oídos de Freen captaron la aguda voz su cabeza se escondió entre el cuello y el hombro de Becky con su rostro rojo de vergüenza, sus mechones negros lograron hacerle cosquillas a la más alto.
—Cuanto tengas una pareja y se den besos yo también te voy a decir iugh. —Becky le sacó la lengua a su hermanito.
Ambos hermanos Armstrong fruncieron el ceño ante las palabras de Becky; Richie por encontrar desaprobatoria la idea de besarse con alguien y Becky al escuchar sus propias palabras decidiendo que su hermanito no tendría pareja hasta los treinta años.
Freen notó el extraño silencio y decidió curiosear qué era lo que Richie había traído.
Su estómago rugió feliz al percatarse de los distintos platillos. Cinco comidas distintas eran lo que sus ojos podían captar con antelación. Desde una elaborada pasta hasta el más sencillo sandwich que no dejaba de verse delicioso. Regresó su mirada a su novia, preguntándole con la mirada si todo eso era para ella.
—Sabes... he notado que estas más delgada que antes, cuando te cargué la otra vez no pesabas nada y pensé...
Paró sus palabras al sentir una manita dando leves golpes en su pierna.
—Pensamos. —Se corrigió. —Que sería bueno que comieras un poco más.
La ansiedad se manifestaba de distintas formas dependiendo de la persona, en algunos casos podía incluir un notorio nerviosismo, problemas para dormir o con la inquietante idea de tener que consumir algo a pesar de no tener hambre. Freen había desarrollado la del nerviosismo, pero ahora se preguntaba si no había desarrollado también la de las terribles ganas de comer. No tenía mucha hambre, casi se había acostumbrado a lo poquito que comía en casa, pero al ver algunas de estas comidas aun humeando y desprendiendo un atractivo aroma no pudo resistir más.
Con timidez tomó los palillos y comenzó a probar un pequeño bocado de cada una de las comidas. El regazo de Becky no se había sentido tan cómodo como en esos momentos en los que se concentraba en que sus papilas gustativas disfruten de sobre manera la gran cena que le habían preparado.
Freen encontró todo realmente bueno y no tardó en comer cada uno de éstos. Becky sonrió feliz al igual que Richie lo hizo, la mayor se comía todo ni muy de prisa pero tampoco tan lento, a su propio ritmo queriendo estar así toda su vida.
No tardó cuando los platos se encontraban ya vacíos y el estómago de Freen felizmente lleno. Becky le quitó con delicadeza cada una de las migas alrededor de su boca y acunó a su novia entre sus brazos como si de un bebé gigante se tratara. Comer tanto le había proporcionado una extraña sensación somnolienta.
Ambos hermanos se encargaron de levantar todo cuando Becky mandó a Freen a su casa. Notó cómo el chofer regresó de llevar a Freen y supo que todo marchaba bien.
Justo cuando estuvo a punto de dormir, justo cuando las frazadas cubrieron su piel cálidamente Richie apareció de nuevo en su habitación, esta vez con un papel en su mano derecha.
—Ella sí tenía su atención en ti. —Susurró con cierta molestia luego de entregarle el susodicho papel a Becky.
Ahí se podía observar un dibujo realmente bueno de la mitad de la cabeza de Becky asomándose por el colchón de la cama, Freen la había tomado a ella como su modelo a dibujar.
Todo había salido incluso mejor de lo planeado, solo esperaba que está etapa de felicidad se alargara o, de ser posible, nunca terminara.
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