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Capítulo VIII

Al parecer, la misma profesora que había faltado la semana pasada faltó ese mismo día, era de esperarse, la docente tenía ya una notable edad avanzada, ningún estudiante se sorprendería si en cualquier momento anuncian el reemplazo de la vieja maestra.

Becky y Freen salían de las instalaciones como el resto de sus compañeros, estaba de más decir la felicidad de las chicas al salir del tortuoso lugar donde sentían sus cerebros explotar y sus traseros doler por todo el tiempo que pasaban sentadas.

—Quítate rarita. —Habló una pelirroja perteneciente al equipo de fútbol y si su memoria no fallaba, Freen creía haber escuchado que era la capitana.

La chica golpeó el hombro de Freen con el suyo y al pasar al lado de ella le dedicó una sonrisa de lado

—Deja de estorbar. —Y continuó su camino con sus amigas a quien sabe dónde.

Freen bajó la cabeza, solo quería un maldito día donde no la hagan sentir un bicho raro, una escoria, un error de la vida, ella quería que todos la comprendieran, pero al parecer, sería difícil.

Becky frunció el ceño e inmediatamente comenzó a caminar más rápido teniendo como objetivo a la muchacha de estatura mediana que ofendió a su mejor amiga.

—Bec... déjala. —Llamó Freen comenzando a caminar tan rápido como la castaña, está ni se inmutó, sus venas ardían en ira contra aquella pelirroja, era frustrante ver a su mejor amiga ser molestada injustamente todos los jodidos días. —Bec... —Freen la tomó de la mano evitando que siga avanzando.

—Fini. —Habló mirando a la mayor con tristeza.

—Ignórala por favor, no quiero que te metas en problemas por mi culpa.

Becky tenía un debate mental, por un lado, quería partirle la cara a la chica que hizo que Freen bajara la cabeza y por el otro no quería ver más triste a su amiga si resultaba herida de la segura pelea que hubiese armado.

Faye ya no estaba en su campo de visión, se había ido y Becky aún quería correr tras ella para obligarla a pedir perdón de rodillas. La castaña siempre fue protectora con la mayor, creía que Freen ya tenía suficiente con sus problemas familiares para seguir soportando molestias en la preparatoria, a veces reportaba a las alumnas, otras simplemente se las ingeniaba para hacerlas quedar en ridículo frente a todos, Becky podría ser cariñosa con Freen, pero peligrosa si la molestaban.

Jamás había llegado a los golpes, sus "venganzas" eran inofensivas y no dañaba más que el orgullo de la estudiante, pero esta vez fue diferente, sintió el repentino impulso de estampar su puño contra la mandíbula de la capitana de fútbol, fue extraño, jamás había tenido la necesidad de recurrir a la violencia, Becky esperaba que no vuelva a pasar.

Suspiró lentamente logrando relajar sus músculos.

—Está bien, lo siento.

Freen le sonrió pequeño ante su comentario.

Algunos alumnos se les quedaron viendo, la mayoría ya se había ido dejando a algunos hombres y mujeres atrás, se tomaban su tiempo para retirarse. Becky se preguntaba por qué el mirar de las personas, no era una sorpresa que ellas dos estén juntas, eran como uña y mugre, lo raro era verlas separadas.

Freen pareció notar la mirada curiosa que los alumnos (en su mayoría mujeres) les daban. Comenzó a sentirse pequeña ante la atención de tantos ojos en su persona. Hizo puños con sus manos, o al menos lo intentó: su mano derecha descansaba en el pliegue de su falda mientras que la otra apretaba con fuerza el agarre de la mano de Becky.

Y la castaña entonces lo entendió al sentir la presión.

—Tranquila, no pasa nada, ven. —Trató de tranquilizar al ver que Freen estaba a punto de tener otro de sus ataques de pánico.

Becky empujó a todo aquel que lograba bloquear su camino para que Freen no sea empujada por otros, ella jalaba de la mano de la otra abriéndole paso, como si fuera un personal de seguridad que cuidaba al famoso, como si fuera un escudo.

Becky logró esquivar a todos los adolescentes sin que ninguno tocará a Freen, ésta dejó de hacer presión en la mano contraria al caer en cuenta de que ambas estaban tomadas de las manos, no como antes que Becky le sostenía la muñeca, ahora ambas tenían contacto con sus palmas.

—¿Puedo sostenerte así? —Preguntó la castaña cuando Freen se posicionó a un lado de ella para caminar a su ritmo. Freen se quedó mirando ambas manos juntas, ella no sostenía la mano de Becky, pero Becky si la de ella, una agradable sensación en su pecho hizo acto de presencia, su mano se veía pequeña a comparación con la de Becky y le gustaba, le gustaba como se veían ambas manos juntas.

—Sí. —Dijo tranquilamente aun observando el agarré de Becky en su mano.

La menor se alegró por aquello, incluso más de lo debido, en una ocasión había querido tomar a Freen de la mano para llevarla a un lugar, esta se asustó y tuvo uno de sus ataques de pánico, desde entonces descubrió que a Freen no le gustaba que la tomasen de ahí pero aun así le permitió a la castaña tomarla de la muñeca, Becky quiso gritar de felicidad por el pequeño avance que estaba teniendo con Freen que, a pesar de que esta no le devuelva el apretón se dejaba llevar.

—Mira, hay un carrito de helado ahí ¿quieres ir? —Preguntó con notable felicidad.

Freen asintió cómo respuesta, ambas amigas se dirigieron hasta donde estaba el carro decorado con varias tonalidades de amarillo, azul y rosa pastel.

—Un helado de vainilla y... —Becky escogió su sabor al ver lo delicioso que se veía en el dibujo donde indicaban los sabores que ofrecían. —¿tú de que quieres? —Miró a Freen.

—Choco menta. —Respondió. Ese era el único sabor de helado que había probado en su vida, su madre llegó con dos conos de dicho sabor una vez cuando su padre había desaparecido todo el día, ella le dijo que ese era su sabor favorito y de inmediato, también se convirtió en el sabor favorito de Freen pese a que sea el único que había probado.

—Y uno de choco menta, por favor. —Pidió Becky al vendedor de dichos helados, solo fue cuestión de esperar unos cuantos minutos y ambas tenían ya su cono en sus manos.

—Hacen muy bonita pareja. —Opinó el hombre canoso recibiendo el pago de su venta.

Ni Becky ni Freen pudieron aclararle al señor que no eran pareja ya que se vieron interrumpidos por más clientes. Se encogieron de brazos y continuaron su camino a donde sea que sus pies las lleven. Becky mentiría si dijera que lo anterior no lo sorprendió, comúnmente, las personas mayores veían a la homosexualidad como un pecado y algo incorrecto. El señor tenía una mentalidad bastante abierta o quizás solo quería ser amable con la clientela.

No era la primera vez que pasaba de todos modos, varios maestros y alumnos las han confundido como una pareja, Becky dejó de dar explicaciones cuando pudo notar que a Freen ya no le incomodaban aquellos comentarios y más bien ya se había acostumbrado.

El par de adolescentes se sentaron en el pasto verde de un parque bastante grande, tenía árboles por todas partes y varias personas ponían sus puestos de comida o vendían otras cosas para ofrecerle a la gente que visitaba ese lugar, el cielo aún estaba de un bonito azul claro difuminado con un color naranja que apenas y se comenzaba a notar. Para sorpresa de Freen, Becky no soltó su mano en ningún momento, ni siquiera cuando comenzó a degustar su helado.

Freen le dio varios lengüetazos a la bola de menta con chispas de chocolate, el fresco sabor tocó sus papilas gustativas haciendo que cada vez quiera más y más de ese delicioso sabor. Becky observaba atento cada movimiento que Freen hacía con sus labios, lamía el helado unas tres veces y luego lamía sus labios dejándolos brillosos, se dio cuenta de lo concentrada que estaba observando a su mejor amiga solo cuando una gota del helado cayó en el dorso de su mano avisando que se estaba derritiendo.

—Te manchaste. —Informó Becky cuando terminó de limpiarse el helado derretido.

Freen la miró preguntándole silenciosamente en dónde. Becky limpió la parte de abajo de su labio inferior quitando la pequeña mancha que había ahí, se llevó el pulgar a la boca degustando el curioso sabor a menta.

—Ugh, sabe a pasta dental. —Freen soltó una casi inaudible risita y siguió con lo suyo.

Becky también se dedicó a consumir su helado empezando a sentir como su pulgar picaba por volver a sentir la suave textura de los labios de la pelinegra.

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