Capítulo 9
-Alexander se llevó la foto que te tomé, y no dudo que esté hiendo para allá- aclaró firmemente.
Me quedé estática.
Cuando me refería a que quería algo nuevo en mi vida, no me refería a esto.
-¿Qué?- susurré llena de miedo -¿Cómo carajo pasó eso?-
Oí su suspiro del otro lado del teléfono.
-Vino a mi oficina para preguntar por ti. No le dije nada, pero parecía un animal cazando a una presa- comenzó a decir -Me puso tan nerviosa que hui con la excusa de llevar café, y cuando regresé, él se fue lo más rápido posible. Intenté saber que había pasado y lo comprendí cuando vi mi álbum de fotos sin tú fotografía-
Ay Dios Cristo Santo.
-Él va a venir-
Mi respiración se empezó a agitar y mi corazón latía cada vez mas rápido.
-Lo siento mucho, de verdad- mencionó culpable, pero lo ignoré.
Sus disculpas eran lo que menos me importaban.
Colgué rápidamente el teléfono y me encerré en mi auto.
Por supuesto que estaba sintiendo muchas cosas: miedo, nerviosismo, desconfianza.
Si él había visto la foto, significaba que ya sabia de la existencia de Rafael. Mi hijo era su clara copia, y si no veía el parecido, era muy idiota.
Hice cuentas.
De la ciudad a aquí eran dos horas en auto, y una hora en avión. Era obvio que Alexander vendría en su jet, lo que me daba al menos una hora para salir de aquí.
Tomé la carpeta que me había pedido Ryan y regresé velozmente a la oficina.
Mis pasos se escuchaban como melodía que tenia que acabar pronto. Una ligera capa de sudor cubrió mi cuerpo, y mi respiración era irregular.
Tranquilízate Elena, o vas a parecer loca.
Al llegar, me acerqué a su puerta, y di tres golpes suaves.
Me dieron acceso del otro lado, y al entrar, estaba conversando con uno de los principales proveedores.
-Buen día- saludé lo más tranquila posible.
-Buen día- respondió el amable señor.
Me acerqué a mi jefe y le ofrecí la carpeta. Él me agradeció.
Me quedé de pie, pensando en como decirle que tenia que irme a casa.
-Necesito hablar contigo- susurré cerca de Ryan.
-Dame quince minutos-
Negué.
-Necesito hablar ahora- insistí.
-Elena- escuché la advertencia en su voz. Ryan era una persona muy amable y paciente, pero sabia que si pasaba mis limites, se molestaría conmigo.
No me quedó mas opción que salir de su oficina y sentarme a esperarlo.
Mi pie subía y bajaba en signo de nerviosismo.
Cada minuto que pasaba, era un minuto que Alexander estaba mas cerca de mi hijo y de mí.
Solo faltaban 5 minutos para que Ryan saliera de ahí. Y ya desesperada, tomé mi celular. Marqué el numero de Betty.
-Hola Elena- dijo alegremente del otro lado de la línea.
-Hola Betty, un favor enorme- pedí ansiosa.
-¿Qué pasa?¿Todo bien?- preguntó preocupada.
-Si- dije rápidamente -Solo necesito que prepares una mochila con alguna ropa para Rafita, es que quiero llevarlo a un paseo-
Ella pensó un poco su respuesta.
-Claro, lo tendré listo para la tarde-
-No, tiene que ser en veinte minutos- corregí con un pequeño grito.
-Me estas preocupando, Elena-
Suspiré.
-Solo has lo que te pido, por favor-
Colgué la llamada y seguí esperando un poco. Fueron 20 los minutos que estuve ahí sentada, y cuando me decidí marchar, Ryan abrió la puerta.
-Fue un gusto haber platicado con usted, lo espero el próximo mes- despidió alegremente al señor Fernández.
Aquel señor se marchó por la puerta, dejándonos solos en ese espacio.
-Tengo que irme a casa, sin preguntas, sin respuestas, solo te pido que me dejes ir- supliqué.
-¿Tengo que preocuparme?- cuestionó serio.
-Dije sin preguntas-
Su mirada me fulmino rápidamente.
-No, todo esta bien, solo tengo que irme- respondí.
Ryan me analizó con la mirada, intentando descifrar algo. Al parecer no lo logró.
-Bien, vete, pero llámame si necesitas algo. No dudes en decirme cualquier cosa-
Sonreí alegremente y le di un abrazo.
-Te lo agradezco mucho- dije y acto seguido, tomé mis pertenencias y salí corriendo hacia mi auto.
Fueron los treinta minutos mas largos de mi vida, por alguna razón había tráfico que me retrasó algunos minutos. Él ya no tardaba en llegar y por lo visto, la vida trataba de que no lograra mi objetivo.
Al llegar a casa, bajé rápidamente y entré sin mirar atrás. Escuché las voces de papá y Betty en la parte de arriba.
Subía las escaleras de dos en dos, lo que me permitió llegar más rápido a mi habitación. Antes de entrar por la puerta, se oía su conversación.
-No creo que Elena venga por él ahora- mencionó mi padre.
-Solo estoy haciendo lo que ella pidió- contestó Betty.
Entré a la habitación, ganándome la mirada de ambos.
-Mamá- gritó mi hijo desde los brazos de mi padre.
Corrí a tomarlo y apretarlo contra mi pecho.
-Te extrañé- dije esparciendo besos por todo su rostro. Sus carcajadas inundaron el silencio que reinaba.
-Me sorprende que estés aquí a esta hora- comentó mi padre asombrado.
-Betty, puedes irte a casa- pedí ignorando el comentario de mi papá.
Ella salió de ahí, con la mirada llena de preguntas, pero no dijo ninguna. Solo se marchó, dejándonos solos y sabia lo que venia a continuación.
-Dime que está pasando- exigió el hombre frente a mí.
Dejé a Rafa sobre la cama jugando con su zapato. Me acerqué a la mochila y revisé que no faltara nada. Solo tenia que empacar unas cosas mías.
-Me estas preocupando mucho- insistió.
Caminé a mi tocador y cogí algunas cosas personales.
-Alexander ya sabe de la existencia de Rafael- comencé a decir- No te diré como o porque, solo tienes que decirle que no vivo aquí, que no sabes nada de mi-
Una risa sin gracia fue escupida.
-Quieres huir del padre de tu hijo, muy cobarde de tu parte-
Lo miré molesta.
-Si, estoy huyendo para protegerlo. No me importa si estas de acuerdo o no- contesté.
Sabia que mi padre no merecía que yo le hablara así, pero en estos momentos, eran mi miedo el que hablaba.
-¿Y qué planeas hacer?- preguntó burlón -¿Desaparecer otra vez y vivir en las sombras nuevamente?-
Cerré la mochila.
-No sé que carajo voy a hacer, necesito tiempo y espacio para pensarlo- contesté cansada.
-Al esconder la existencia de Rafael, sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano. Alexander es su padre, y no lo vas a poder esconder toda la vida-
Suspiré cansada.
-Solo pido tiempo, necesito pensar y poner mis ideas en orden- contesté colgando la mochila en mi brazo y cargando al niño ojiazul.
Bajé las escalares y sentía los pasos de mi padre detrás de mí.
-Piensa bien las cosas, porque tal vez te estas equivocando al querer irte- dijo preocupado.
Al llegar abajo, le entregué a Rafael.
-Vamos a estar bien, prometo que solo serán unos días-
Entré a la cocina y saqué la papilla del día de hoy.
Mi padre suspiró. Sabia que estaba mas que preocupado, pero también sabia que aceptaría y apoyaría mi decisión.
-Yo prometo no decir nada- aseguró.
Sonreí sincera y me acerqué a ellos.
Lo abracé, cuidando no lastimar a mi bebé.
-Gracias por todo- susurré en su oído.
Acomodé nuevamente la mochila en mi hombro y lo miré. Rafita estaba luchando por no dormir, pero claramente estaba perdiendo la batalla.
-Espérame aquí, subiré estas cosas y regresó por el-
Salí de casa y cerré la puerta a mis espaldas.
Me acerqué al auto y subí las cosas al maletero. Acomodé las chamarras que tomé en el camino y la bolsa con la poca comida que encontré.
Cuando ya estaba lista, cerré la cajuela y quise volver a entrar a casa, pero me detuve.
Había una camioneta negra parada justamente frente de mi carro. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí, pero me estaba esperando.
Carajo.
Lo que pasó a continuación, lo sentí en cámara lenta. Como si todo a mi alrededor se hubiera detenido.
La puerta de atrás se abrió, dejando salir al dueño.
Un traje negro, una barba recién rasurada y un peinado impecable se hicieron presentes. Conocía aquel porte, esas facciones y su caminar.
Alexander Ambrosetti.
Estábamos a cinco metros de distancia, pero yo sentía que estaba frente a mi y que su presencia me abrumaba.
-Elena, ¿ibas a algún sitio?- preguntó serio.
Las palabras no salieron de mi boca, mi cuerpo no pudo moverse, y mi corazón probablemente había dejado de latir por un segundo.
Tenia a mi ex esposo frente a mí, y no sabía que demonios hacer...
Nota de la autora:
Dejaré esto por aquí y nos leemos la siguiente semana :)
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