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Capítulo 4

POV ELENA HELLS

Eran las tres de la mañana y yo no podía dormir.

Giraba y giraba en la cama, intentando no despertar a Rafa.

Decidí que era mejor levantarme y sentarme en la pequeña mecedora.

Las palabras de María resonaban en mi cabeza una y otra vez. Ella sabía la verdad, y me comía por dentro esa idea.

¿Y si ella se lo contaba a todo mundo?

¿O se lo decía a él?

No sabría qué hacer si él viniera a buscarme.

Otra pregunta que no me dejaba dormir era, ¿quién le había contado nuestra historia?

La prensa solo supo el divorcio y listo. Sim embargo, ella al parecer sabía nuestra historia desde el inicio. Alguien que sabía demasiado se la tenía que haber contado, pero no tenía idea de quien había sido.

Pasé así al menos treinta minutos, después pasó algo que no esperaba.

Sentí una necesidad enorme de contarle todo. Como si necesitara que alguien me escuchara.

Negué con la cabeza para sacarme esa idea.

Yo no necesitaba contarle a nadie mi vida, y menos a alguien que quería escribir un artículo sobre eso.

Pero, ¿y si el articulo no se publicará?

No, no y no.

No iba a permitir un artículo. Me estaba arriesgando a que la privacidad que tanto había cuidado, se fuera a la mierda.

Pero también ella se había ofrecido solo a escucharme, y eso era lo que yo quería, ¿no?

Pude haber seguido pensado y pensando sobre el tema, pero los quejidos de mi bebé me llamaron.

Era su hora de comida.

Me volví a recostar y me acerqué a la expansión que le habíamos hecho a la cama para que él pudiera dormir tranquilo.

Arrimé mi cuerpo a él y le di leche.

No tarde en quedarme dormida.




La rutina era la misma de todos los días: levantarme, preparar las cosas de mi bebé, venir al trabajo, regresar a casa, estar con mi padre e hijo y finalmente, dormir.

Y hoy no era la excepción.

Había sido un día pesado, pues el trabajo parecía ser eterno, pero esto me hizo no pensar en lo que María había dicho.

Acabábamos de llegar a casa, luego de una jornada laboral.

-Justo a tiempo, es mi hora de salida- dijo Betty al vernos entrar.

-Gracias por venir- dije sincera.

-Rafa acaba de comer y está con tu padre en la habitación de arriba- notificó.

Le pagué el día de hoy y salió de la casa. Claudia fue directo hacia el refrigerador, pues no había comido nada el día hoy. Ella me había dicho que había sido un día muy pesado, por lo tanto, no pudo salir a comer.

-¿Crees que tu hijo quiera esta papilla de verduras?- preguntó viéndome.

-Cómetela, le hago otra después- respondí.

De reojo vi como comenzó a comerse a cucharadas rápidas la papilla. Reí ante su desesperación.

Subí la escalera para buscar a mi padre e hijo, quienes estaban en su habitación. Me acerqué y toqué la puerta.

-Pasa- gritaron del otro lado.

Al entrar vi a mi papá en el suelo gateando junto a Rafita.

-¿Qué están haciendo?- pregunté con una sonrisa.

-Él quería gatear, pero no quería dejarlo solo en el piso, entonces lo estoy acompañando- contestó.

Mi corazón se hizo chiquito.

Me daba mucha ternura la manera en que mi padre criaba a Rafa. Sabía que cuando él se fuera, me iba a doler mucho.

Me senté en el piso y Rafita vino a mi automáticamente.

-Mamá- grito sonriendo.

Lo tomé entre mis brazos y le di besos por todo su rostro.

-Hola amorcito- saludé feliz.

-Mamá- volvió a decir feliz.

-Voy a preparar la cena- dijo mi padre poniéndose de pie.

-No te molestes, pediremos comida. Claudia quiere pizza-

Él rodó los ojos.

-Siempre quiere pizza- mencionó.

-Mejor ve a cuidar que no se acabé todo lo del refrigerador- comenté.

Salió de la habitación, dejándome sola con mi bebé.

Estuvimos jugando en el piso un tiempo, y cuando mis rodillas comenzaron a doler, decidí que era mejor levantarnos. A mis 27 años las rodillas me dolían y tronaban con el frio.

-Papá- dijo Rafa.

Ay, tu papá.

Había momentos en que quería buscarlo y presentarle a mi hijo, porque no quería que Rafa creciera sin una figura paterna o que sintiera que le negué el amor de un padre. En el fondo de mi corazón sabía que Alexander sería un gran papá, y no era fácil, pero tampoco imposible.

Sin embargo, luego el miedo me invadía.

¿Y si Alexander rechazaba a Rafa?

O aún peor, ¿y si me lo quitaba?

Esa idea me detenía a contarle. Sabía que Rafa era un secreto que yo quería mantener oculto. Pero ahora María amenazaba con revelarlo. Necesitaba hablar con ella, tenía que dejar las cosas en claro.

Bajé hacia la cocina, donde estaba Claudia riendo con mi padre.

-Esta papilla es maravillosa, ya sé porque es un niño tan grande- comentó al verme.

-¿Valió la pena dejar a mi nieto sin cena?- cuestionó burlón mi papá.

-Valió toda la pena del mundo-

Dejé a Rafa en su andadera, cosa que lo hacía muy feliz. Le gustaba dar vueltas por toda la casa mientras reía a carcajadas y jalaba cualquier cosa que le llamara la atención.

-Tu nieto va a cenar sopa- dije mientras preparaba el agua para la sopa de mi bebé.

Pasamos unos minutos platicando sobre el día. Claudia se quejaba que su jefe era un hombre totalmente amargado, pero nada que ver con su hijo. Ese hombre andaba detrás de mi amiga, pero ella no quería nada con él. El niño mimado se había obsesionado con ella, y buscaba hacerle la vida imposible debido a su rechazo. Ella no renunciaba porque le faltaba poco para comprarse su auto, y no era tan fácil conseguir un nuevo empleo.

Él solo le pedía una noche con ella, y al negarse, le hacia la vida de cuadritos. Un patán en toda la extensión de la palabra.

El timbre sonó.

-Yo voy- dijo Claudia corriendo hacia ella.

Seguí preparando la sopa, pues tenía que dejarla lista para la cena del bebé y para su desayuno de mañana.

-Elena, te buscan- dijo mi amiga desde la entrada.

Miré confundida a mi papá. Nadie nunca me buscaba.

Me dirigí a la puerta.

-¿Quién es?- pregunté susurrando a Claudia, quien ya había entrado a la casa.

-Una mujer, se llama María- respondió de la misma manera.

¡Genial!

La persona que estaba intentando evitar, se aparecía en mi puerta.

Tomé el picaporte y respiré profundamente. Me armé de valor para abrirle y hablar con ella.

Poco a poco la puerta se fue abriendo, dejándome ver su figura parada frente a mí. Su vestido rosa pastel combinaba perfectamente con sus sandalias del mismo color. Un pañuelo azul recogía su cabello rubio, y una sombra morada decoraba sus ojos color marrón.

-Hola Elena- saludó sonriente.

Parecía una chica muy amigable, siempre sonriente y simpática. Me daba una vibra muy compasiva, y parecía ser buena persona.

Tal vez si hablaba con ella de una manera más calmada, podríamos llegar a un acuerdo.

-Hola María-

Cerré la puerta a mis espaldas, pues no quería que mi padre o Claudia se enterara de esto, o no hasta que yo supiera que hacer.

-¿Has pensado un poco en lo que te dije?- preguntó.

He pensado demasiado en eso.

-Si, y la verdad es que no quiero un artículo- comencé -No quiero mover las aguas cuando han estado muy tranquilas por mucho tiempo, además de que expondría la privacidad de mi hijo. La primera semana del divorcio, los periodistas me siguieron a todos lados y se siente horrible, no quiero lo mismo para él, ¿entiendes?-

Ella suspiró.

-Lo entiendo, al menos dame una entrevista, y te prometo que no será publicada, solo quiero saber la historia-

-¿Por qué estas tan interesada en esto?- cuestioné confundida.

Una sonrisa sincera se asomó.

-Ya te lo dije, alguien muy cercano me contó la historia de Alexander y tú, nos hicieron creer en el amor, hasta que supimos que terminaron. Intenté contactar una entrevista con el señor Ambrosetti, pero siempre se negó, y quise buscarte, pero nadie sabía de tu paradero, sin embargo, vine aquí por algo familiar y te encontré. Quiero saber lo que realmente pasó y así contarle a esa persona-

-¿Quién es esa persona?-

-Mi madre- contestó.

Estaba más confundida, ¿Quién carajo era su madre y por qué sabía tanto?

-Prométeme que nada de lo que te diga será publicado y solo quedará como una plática-

-Lo prometo- se apresuró a decir.

Lo pensé.

-Bien, te enviaré los datos de donde nos veremos mañana. Solo tu y yo- aclaré.

Ella asintió emocionada con la cabeza. Dio pequeños saltitos como niña pequeña. Realmente quería escucharme.

-Hasta mañana Elena- se despidió alejándose de ahí.

Entré a mi casa, estaba más relajada y tranquila, o bueno, eso intentaba aparentar.

-¿Quién era?- preguntó mi padre preocupado.

Él sabía cómo me trababan algunas personas de aquí, y se preocupaba por mí. Ya me podía defender yo sola, pero seguía alarmándolo la manera en que a veces me hablaban.

-Una mujer del trabajo, quería ayuda para un documento- mentí.

Decirles que le contaría mi historia a una desconocida no les agradaría.

-Nunca la había visto por aquí- mencionó mi amiga.

-Es nueva, necesita ayuda- dije sacando mi teléfono del bolsillo. Necesitaba pedirle el día libre a Ryan.

El timbre volvió a sonar: la pizza había llegado.

Claudia corrió a la puerta nuevamente.

-¿Estas bien?- cuestionó mi padre con ese semblante de intranquilidad.

-Si- asentí – Solo tengo hambre-

Tenía que ser inteligente y saber calmarme, no podía alterar a mi familia. Aún era una adulta responsable de una casa, un hijo y una vida.

En el fondo sentía que las cosas ya no serían igual, y me aterraba pensar que era mi culpa si algo salía mal... 

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