Capítulo 30
POV. CLAUDIA GÓMEZ
En cuanto Elena y Alexander se alejaron, mis nervios aumentaron mucho más. Aunque de cierta manera, me sentía un poco tranquila al saber que él se sentía igual que yo.
Lo veía y notaba como su cuerpo gritaba "pánico".
-Adelante, siéntate- dijo ofreciéndome la silla frente a él.
Tomamos asiento y nos quedábamos en silencio, solo mirándonos.
Tenía que admitir que la vista no me desagrada. Había dejado de lado su look juvenil, y ahora lucia más profesional y serio. Yo le había rogado por tanto tiempo que se dejara la barba, y siempre decía que eso solo lo haría ver más grande. Y ahora que tenía la barba bien definida, se veía mil veces más atractivo que antes.
Sus trajes seguían amoldándose de manera perfecta a su cuerpo, y eso me hacía recordar la razón por la que siempre terminaba perdonándolo.
-Te ves muy guapa- expresó tímido.
-Tú también te ves muy bien- respondí.
Me volví a quedar callada, porque yo aún no tenía nada que decir. Estaba aquí para escucharlo a él, y luego yo diría sólo lo necesario.
-Si vas a decir algo, dilo ahora- alenté.
Aarón suspiró y agarró valentía para poder hablar.
-Solo quiero que ambos podamos continuar nuestra vida, sin pensar en el daño que nos hicimos- comenzó -No terminamos de la mejor manera, entonces nunca cerramos bien nuestros ciclos y solo intentamos arrancar algo que merecía su tiempo. Sé que fui un idiota contigo y no me voy a justificar por eso, solo quiero que ambos estemos bien con el otro y que podamos, aunque sea hacer las paces para vivir tranquilos-
No respondí, solo lo miré.
-No te pido que seamos mejores amigos, sólo que cuando pensemos en el otro, no pensemos en dolor o tristeza- continuó -Merecemos una vida en paz, y terminar de una buena manera es lo necesario para eso-
Suspiré.
-Tienes razón, es mejor que enfrentemos lo que tarde o temprano iba a pasar- contesté -Pero hay que reconocer que no nos hicimos el mismo daño entre nosotros, yo no rompí lo que teníamos-
Sus ojos se entristecieron.
-No tomé las mejores decisiones, pero estoy dispuesto a cargar con mis acciones hasta el final de mis días-
No podía decir mucho, solo lo miraba y esperaba a que siguiera hablando.
-Aunque nuestra relación tampoco fue la mejor, quiero que sepas que te quise más de lo que gustaría aceptar, y no me di cuenta hasta el día en que te fuiste de mi vida. Por eso estoy aquí, porque el amor que sentía por ti, merece morir tranquilo-
Le di una sonrisa débil.
-Supongo que entre todo el caos que teníamos, nos volvimos especiales el uno para el otro- dije más tranquila.
Imaginaba un Aarón más intenso, justo como solía recordarlo. Pero esta versión me dejaba ver a un hombre más relajado y consciente de sus palabras.
-Y también te quiero agradecer, porque antes y después de tu partida, aprendí muchas cosas y probablemente seguiría siendo un idiota si tú no hubieras llegado a mi vida- dijo con una sonrisa.
-¿Entonces ya no eres un idiota?- pregunté burlona.
-Podría decirte que no, pero Alexander no estaría muy de acuerdo- respondió sonriente.
Y por arte de magia, el ambiente ya no se sentía tenso o incomodo, y aunque no me sentía como antes, podía decir que podía disfrutar de este almuerzo junto a él.
Un mesero se acercó a nosotros y pidió nuestra orden. La verdad era que los nervios me habían quitado el apetito, pero tampoco quería ser descortés. Pedí lo más ligero: fruta y panqueques, en cambio Aarón pidió algo mucho más completo.
En cuanto el mesero se alejó, su mirada me volvió a enfocar.
-Pensé que nunca querrías volver a verme- comentó.
-Ese era el plan- respondí -Pero quiero dejar de arrastrar lo que pasó entre los dos, y supuse que esta era una buena manera, teníamos que arrancar el problema de raíz-
-¿Entonces esto significa un adiós definitivo?- preguntó.
-No lo sé. Supongo que si-
Y el silencio volvió a reinar.
Aarón miró de reojo a la mesa de su amigo, y una sonrisa apareció.
-Jamás imaginé a Alexander como papá; él siempre se negaba a traer niños al mundo y cuidarlos, decía que no era para él-
-Te entiendo, Elena solía decirle a su padre que no esperará nietos de su parte, porque ella solo tendría gatos y muchas plantas que cuidar- contesté.
-Y ahora míralos, Rafael los controla con la mirada- dijo burlón.
-Créeme, si pasaras más de dos horas con él, también podría controlarte- hablé divertida -Te lo digo por experiencia-
-No lo dudo-
La comida llegó rápidamente, lo que fue un alivio, porque así me concentraría en mi almuerzo y no en el hombre apuesto frente a mí.
Comencé a comer algunos trozos de mis panqueques, totalmente en silencio. Mi paz no duró mucho, porque sentí una mirada sobre mí. Solo me bastó levantar los ojos para saber de dónde provenía ese sentimiento.
-Deja de mi verme así- pedí.
-Lo siento, solo se siente muy irreal verte aquí después de dos años- contestó.
-Yo también lo siento así, pero no miro a la gente como una psicópata- respondí.
Él me dio una sonrisa divertida. Extrañaba tanto ese gesto, con solo una sonrisa era capaz de derretirme a sus pies. Una de las cosas que más me gustaba de él era la manera en que me hacía reír, era el sujeto más divertido que conocía. Y escucharlo reír también me encantaba.
-Entonces este psicópata te dejará comer en paz-
Le ofrecí una sonrisa verdadera y seguí en lo mío.
-¿Qué has hecho en los últimos años?- preguntó mientras comenzaba a almorzar.
-Pensé que ya me ibas a dejar comer en paz-
-No puedes esperar que me quede callado por más de tres minutos- expresó.
Negué divertida.
-Vivir con Elena, conseguir un empleo y tratar de vivir mi día a día, nada especial- dije -¿Y tú?-
Suspiró.
-Trabajar y centrarme en la empresa y en mí, dejé a las mujeres de lado y me concentré en lo que realmente me tenía que importar-
-No te creo, las mujeres siempre fueron tu debilidad, pasara lo que pasara- dije sorprendida.
-Créeme, ya no son lo mío- aseguró.
Estaba a punto de decir algo cuando noté a una mujer entrar. Su presencia llamó la atención de más de uno. Ese vestido llamativo y lentes de sol gigantes hacían que las miradas las enfocaran. Al seguirla con la mirada, pude ver hacia donde se dirigía: Elena y Alexander.
-¿Quién es ella?- pregunté aun con mis ojos puestos en su presencia.
Aarón giró un poco para ver de quien hablaba.
-Carajo- susurró sorprendido.
-Dime quien es- exigí impaciente.
-Es Anna, la intensa y molesta novia de Alexander- respondió preocupado.
Me quedé paralizada. Elena seguramente la estaba pasando peor que yo.
Que hijo de puta.
Elena había dicho que aceptó conocer a su novia, pero no pensé que hoy fuera el día. Y ella tampoco lo sabía, porque no lo había mencionado.
Alexander merecía sufrir por todo lo que estaba haciendo.
-Es linda- dije molesta.
Aarón me miró con una sonrisa.
-Espera a que se quite los lentes y verás algo más que su belleza- respondió.
No pasó mucho tiempo para que eso sucediera. Ella retiró los grandes lentes de sol y vi lo que Aarón quería que viera. Ella era casi igual a Elena, desde el color de piel, rasgos y hasta el mismo color de ojos. Al parecer él no había conseguido una novia, sino un reemplazo.
-Son idénticas- susurré sorprendidas.
-Ya lo sé, pero él lo niega rotundamente, dice que tal vez solo el color de cabello coincide, pero jura que son totalmente diferentes- explicó -Aunque si son totalmente distintas en su manera de ser, Elena es una santa a comparación de Anna, quien a veces suele ser el mismo diablo-
No pude hacer nada más por ella.
Ambas estábamos enfrentando una realidad que tarde o temprano iba a pasar, y aunque no quisiera aceptarlo, teníamos que afrontarlo solas.
-¿Y tú?- pregunté intentando cambiar de tema.
-¿Yo qué?-
-¿Hay alguna novia loca en tu vida?- aclaré -Porque pareces ser el gemelo de Alexander, y tal vez también tengas una novia intensa-
Me dio una sonrisa.
-Ninguna mujer en mi vida, solo mi gata "manchas"- respondió.
Un alivio me recorrió el cuerpo. Era egoísta de mi parte desear que se quedara soltero toda su vida, pero ambos teníamos que seguir con nuestras vidas, y eso incluía, tener parejas.
-Apuesto a que disfruta de tu compañía-
-Quisiera admitirlo, pero huye en cuanto me ve llegar a casa-
Entonces su mirada se oscureció, y su atención se centró totalmente en mí.
-¿Y tú?- cuestionó serio -¿Algún hombre que tenga el placer de estar junto a ti?-
Negué con la cabeza.
-Solo Rafael y el padre de Elena, quien es mi mejor amigo- respondí.
De reojo miré a mi amiga, quien ahora intentaba mantener una conversación normal.
-No sé qué tan buena es tu vida para que tu mejor amigo sea un señor de 50 años- comentó burlón.
Me reí por primera vez.
-Al menos es más buena que la tuya, pues mi gata no corre de mi- dije de la misma manera.
-Eso dolió- expresó ofendido, pero el toque divertido en su voz estaba más que claro.
Metí otro bocado a mi boca.
-Mejor hablemos de la parte feliz de nuestras vidas- habló.
-¿Tú vida es feliz sin mí?- cuestioné divertida.
-Gracias por seguir haciéndome sentir miserable-
Una risa volvió a sonar por el lugar.
Este almuerzo estaba saliendo mejor de lo que pensaba.
Era hora de despedirnos, pues Elena ya estaba tomando sus cosas para irse. Aarón y yo habíamos terminado hace unos minutos y él se había ofrecido a pagar mi cuenta. No me iba a negar a eso.
-Fue un placer total volver a verte- exclamó sonriéndome.
-También fue bueno verte- respondí.
Nos levantamos de nuestros asientos. Nuestras sonrisas no se borraban. Había pasado los últimos minutos riendo y platicando de cualquier cosa que se nos ocurriera. La experiencia con Aarón se calificaba como excelente, lo que era una sorpresa, porque jamás imaginé que volver a sentarme con Aarón Miller iba a ser tan satisfactorio.
Le tendí la mano como señal de despedida, pues aún no sabía cómo despedirme.
¿Acaso un beso o un abrazo?
Esto parecía algo neutro que nos mantenía a los dos a salvo. Él también lo entendió y solo aceptó el apretón.
De reojo vi a Elena en la puerta de la cafetería con Rafael dormido en sus brazos, y supe que ya era momento de irme.
-Ten una buena vida- dije antes de dar la media vuelta. El brazo de Aarón me detuvo y me obligó a mirarlo.
-¿Podría volver a verte?- preguntó tímido.
Verlo tímido era una probabilidad de uno en un millón. Siempre paseaba con su aura de seguridad y poder que jamás mostraba su lado débil. Eso también había llevado nuestra relación a un colapso constante, porque nunca se mostró como era, solo como creía que las mujeres teníamos que verlo.
-¿Para qué?-
Se encogió de hombros.
-Eso hacen los amigos- contestó con una pequeña sonrisa.
Aunque me costará aceptarlo, yo también quería volver a verlo. La idea de despedirme ahora y jamás volver a coincidir, me aterraba un poco. Volver a pasar tiempo con él me había gustado demasiado, y volver a verlo no le hacía daño a nadie.
-¿Qué tienes en mente?-
-Una cena, el martes- contestó rápidamente.
Una sonrisa radiante apareció en mi rostro.
-Claro que sí, amigo- dije haciendo énfasis en la última palabra.
-Muchas gracias a ti, amiga- respondió de la misma manera.
Me soltó el brazo y volví a tender mi mano.
-Hasta el martes-
-Hasta el martes-
Ahora si pude darme la vuelta y caminar hacia mi amiga. Se notaba tan estresada y molesta, y sabía la causa. Mientras caminaba hacia ella, le di una mala mirada a Alexander, quien estaba en la mesa con su novia. Él estaba incomodo, pero no me importaba.
-Quiero irme de aquí- dijo en cuanto llegué a su lado.
-Vámonos antes de que golpeé al padre de tu hijo y su linda novia- respondí.
Me sonrió y salimos de ahí.
¿Ahora cómo se supone que debería sentirme?
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