
Capítulo 29
La cena de anoche había sido un éxito total. Jamás sentí una pizca de rechazo o desprecio, incluso había vuelto a sentir que estaba con mi familia.
Me tuve que ir cuando Rafael comenzó a ponerse de mal humor por el sueño, entonces decidí sacarlo de ahí antes de que conocieran al bebé furioso. Aun era muy pronto para ellos, prefería que se quedaran con la imagen sonriente y juguetona de él.
Les había costado despedirse de Rafael, pues nadie lo quería dejar ir. Tuve que prometer que volvería el martes a una comida en casa de mis ex suegros.
A Alexander y a mí también nos había costado despedirnos, parecía que no queríamos alejarnos del otro, aunque supiéramos que era necesario. Incluso me había pedido que nos quedáramos en su departamento, pero me negué. Él tenía novia y yo tenía que respetar eso, sin contar que no dejaría a Claudia sola una noche antes de su gran día de reencuentro.
Y al llegar a la habitación del hotel, ella estaba en vela viendo la tele, mientras comía una pizza.
Se le veía extremadamente nerviosa, y estaba sobre pensado las cosas, lo que no era una buena señal. Dejé dormido a Rafael en nuestra cama y me acerqué a ella para darle un poco de paz. Y así fue como la escuché practicar lo que diría en el almuerzo con Aarón. Finalmente se había quedado dormida en el sofá.
Ahora me encontraba con un bebé abriéndome los ojos a la fuerza mientras soltaba carcajadas en mi cara.
-Buenos días, amor- saludé abriendo los ojos.
-Oa- dijo retorciéndose en mis brazos.
Nos quedamos unos minutos más ahí, intentando no hacer ruido, pues en la cama de a lado estaba durmiendo mi querida amiga, que quien sabe a qué hora había decidido levantarse del sillón.
Al ver que no podía mantenerlo en silencio, decidí que era hora de levantarnos. Salí de ese cuarto y pasé a la pequeña cocina.
Hoy tenía un gran día por delante: Almuerzo de Claudia, y por la tarde, la reunión que Ryan me había encargado. Solo tenia que renovar el contrato con un proveedor principal de alimentos para el supermercado. Nada difícil. La que estaría un poco complicada era la del día jueves, pues Ryan tenía la idea de comenzar a construir otra cadena de su supermercado orgánico aquí, pero primero tenía que convencer a una inversionista de creer en nosotros.
Pero por eso me preocuparía después.
Dejé gateando a Rafael en el piso, mientras yo le cortaba un poco de fruta para que soportará de aquí al almuerzo.
Noté que, si dejaba dormir más a Claudia, se nos haría tarde.
Al asegurarme que mi hijo estaba seguro en la sillita de bebés, volví a donde mi amiga dormía profundamente.
-Es hora de levantarse, no querrás llegar en pijama y recién despierta- susurré en su oído.
Ella no dijo nada, y solo se retorció para volver a ignorarme.
Rodeé los ojos.
Era hora de usar la maquinaria pesado.
-Aarón está aquí afuera esperándote- hablé mas alto.
Abrió los ojos rápidamente y se levantó en 2 segundos.
-¿Qué carajo hace aquí?- preguntó nerviosa.
Solté una risa por su reacción. Sin contar que el cabello enredado y la saliva seca no ayudaba a contenerme.
-Es una broma, solo quería que te levantaras- respondí sonriente.
Ella tomó una almohada y la lanzó a mi cara.
-Gracias por casi matarme de un infarto- dijo molesta.
-De nada, ahora apúrate-
Volví a salir de ahí para acompañar a mi bebé. Yo también tenía que darme prisa, pues tenía que arreglar a un niño inquieto y a mí.
Realmente no sabía la organización del día de hoy, pues lo había dejado en manos de Alexander, y eso me ponía ansiosa.
Justamente como lo predije, habíamos llegado tarde.
Claudia no podía con sus nervios, y había intentado tomar una ducha relajante que se convirtió en la hora mas larga de mi vida.
Se suponía que estaríamos aquí a las 10:30 de la mañana, y nos encontrábamos veinte minutos tarde. Y no solo eso, en mi coche había un bebé hambriento, una amiga nerviosa y una madre estresada.
-¿Crees que todo salga bien?- cuestionó a mi lado.
Asentí con la cabeza.
-Solo tienes que decirle que lo perdonas y dejarlo fluir- respondí.
-Lo haces parecer fácil porque tú ya hasta cenaste con la familia del padre de tu hijo- dijo.
-Pero el padre de mi hijo es un dolor en el trasero, Aarón solo es una punzada-
-Tienes razón- admitió.
Bajamos del auto, y nos acercamos a la cafetería elegida por Alexander. Al entrar, los vimos en una de las mesas del fondo. Aarón estaba de espaldas, por lo que no nos vio llegar, lo que nos permitió acercarnos tranquilamente.
Entonces mis ojos conectaron con los de Alexander y una sonrisa creció en el rostro de ambos. Él se levantó y su amigo hizo lo mismo, al girarse pude ver como se tensaba.
Aarón Miller había madurado, y lo podía ver en su físico. Ahora lucía como un hombre de negocios y no como solía recordarlo: un hombre que intentaba impresionar a cualquier mujer que se le pusiera enfrente. Su cabello también estaba un poco mas largo, y había dejado los pequeños mechones decolorados de lado, ahora toda su melena era de color chocolate. Su barba estaba bien definida y marcada en su rostro, lo que lo hacia parecer mas grande. Finalmente, ya no existían los diminutos aretes de oro en sus orejas.
El primero en llegar a mi fue Alexander, quien sonrió más al quitarme a mi hijo de mis brazos.
-Buenos días a todos- saludó besando la mejilla del bebé.
Se acercó y se colocó a la altura de mi oreja.
-Llegando tarde como siempre- susurró burlón.
Volvió a recorrerme la deliciosa corriente en mi espalda.
-No fue mi culpa- respondí de la misma manera.
-Si claro- contestó sarcástico.
Se alejó de mí y se acercó a saludar a mi amiga.
-Es un placer volver a verte, Elena- dijo Aarón alegremente -He escuchado hablar demasiado a Alexander sobre ese bebé y ahora sé porque-
-Muchas gracias, también es bueno volver a verte-
Me hice a un lado para que pudieran verse.
-Aarón- dijo mi amiga.
-Claudia- siguió él.
Y todos caímos en un silencio incomodo por tres segundos.
-Será mejor sentarnos- comentó Alexander para romper la incomodidad. Todos asentimos y me acerqué a la mesa donde estaban sentados.
Él me detuvo del brazo.
-Esta es la mesa de Aarón y Claudia, tu y yo tenemos nuestra mesa por allá-
La mirada de mi amiga era de pánico total, y notaba su cuerpo muy tenso. Ella no quería que la dejara sola con él. Y al parecer Aarón tampoco sabía, porque se veía de la misma manera.
-No creo que sea buena idea- respondí preocupada.
-Yo tampoco- aclararon los dos al mismo tiempo.
Alexander rodó los ojos.
-Todos sabemos que no vamos a hablar de lo que tenemos que hablar si nos sentamos en la misma mesa- expresó -Además, yo también tengo que hablar de algo con Elena-
No voy a negar que sus palabras me alarmaron; y aunque no me gustaba aceptarlo, tenía razón.
Era mejor si cada quien hablaba por separado.
-Está bien- dije resignada.
Me acerqué a Claudia y tomé su mano.
-No me dejes- pidió en un susurro.
-Vas a estar bien, eres capaz de sentarte tu sola ahí y tomar al toro por los cuernos- alenté.
Alexander se adelantó para guiarnos a nuestra mesa, la cual se encontraba del otro lado de la cafetería. No estábamos tan lejos, pero sin duda, no escucharíamos la conversación del otro.
De reojo vi a mi amiga sentarse frente a su dolor de cabeza, y como lucían igual de nerviosos.
Rafa estaba en las piernas de su padre, y yo a lado de ellos. Una mesera se acercó rápidamente a nosotros para tomar la orden. Unos waffles, jugo natural y fruta con yogurt era la decisión perfecta para mi hijo y para mí.
Miré detalladamente a Alexander mientras él jugaba con Rafael a picarle las costillas. Estaba nervioso, y aunque intentará ocultarlo, podía notar el jugueteo con sus dedos, la boca seca y movimiento acelerado de la pierna. Sonreí al saber que ese movimiento era gracias a mí, porque él no lo hacia antes de casarnos, con el tiempo, lo adquirió debido a que yo lo hacía.
-¿Por qué estas nervioso?- pregunté.
-Claro que no lo estoy- negó -Solo estoy emocionado de ver a mi hijo-
Entrecerré los ojos.
-Estas mintiendo, te conozco-
Él suspiró rendido.
-Invité a mi novia a almorzar con nosotros, y así podrá conocer a nuestro hijo- respondió lentamente.
Dejé de respirar.
¿Por qué carajo no me lo había dicho?
-Me pudiste haber avisado con tiempo- dije molesta.
-Hablé con ella hace 30 minutos, y entonces decidimos hacerlo hoy- respondió -Además, dijiste que no había problema en que ella lo conociera-
-Pero me hubiera sentido mas preparada si me hubieras avisado antes-
-¿Y qué iba a cambiar?- preguntó con una expresión seria -Si no querías que esto pasara, pudiste haber dicho que no-
-No es eso, es por el tiempo- aclaré.
Mentirosa.
De cierta manera no quería que la novia de Alexander se involucrará en esto, porque sentía que Rafael era nuestra burbuja, y ahora cada vez había mas personas dentro.
-Si no quieres hacerlo, está bien- comenzó -No te voy a obligar, aunque se me hace bastante injusto que no pueda involucrar totalmente a Rafael cuando yo soy padre-
Ya no sonaba molesto, sino melancólico.
No caigas en sus juegos, él sabe como conseguir lo que quiere.
-Alexander- advertí.
-No, esta bien. Ahora la llamo y le pido que no venga- levantó el teléfono.
Era muy egoísta de mi parte no permitir que nuestro hijo estuviera mas presente en su vida personal, pero ya había cenado con sus padres. Bastantes emociones para dos días.
La culpa me invadió.
-Esta bien- acepté -Que venga a almorzar, yo no tengo ningún problema-
Una sonrisa pequeña apareció en su rostro.
-Muchas gracias- respondió.
Solo le di una sonrisa falsa y miré a otra dirección.
La mesa de mi amiga tampoco lucía muy animada. Ella estaba callada mientras Aarón hablaba. No parecía incomoda, molesta o triste, solo lo escuchaba.
-Aquí esta su comida- habló la joven mesera.
Los platos fueron acomodados y el primero en atacar su comida fue Rafael, quien estaba a dos minutos de llorar arduamente por hambre.
-Gracias- dijo Alexander.
-Gracias- repetí.
Una sonrisa amenazaba con salir de mi rostro. Finalmente, el señor amargo había entendido el valor de decir gracias y por favor.
-Felicidades por aprender a decir gracias- mencioné.
-Después de muchos regaños tuyos, era obvio que iba a aprender- contestó.
-Y espero que también lo hagas con tus empleados, porque si no, te esperan otros 500 regaños- advertí.
-Sigo trabajando en eso-
Di otro vistazo rápido a la Claudia, que comía lentamente, sin hablar.
-Antes de que llegue Anna, tengo que advertirte que es una mujer un poco complicada y que cualquier cosa que diga, no es personal-
Fruncí las cejas.
-¿Complicada?- cuestioné.
-Ella es modelo, tiene un carácter fuerte y suele ser muy directa-
Había pocas fotografías de ellos dos juntos, pero en ninguna se le veía bien. Solo sabía que no era rubia, y no sabía como tomármelo. Alexander alguna vez me había dicho que yo era la primera mujer castaña en su vida amorosa, y eso me hacia sentir especial. Y ahora sabia que no era la última.
-Si pude lidiar contigo, puedo con cualquier persona- bromeé para que no viera algún rastro de molestia en mí.
Él no respondió, y solo miró la entrada de la cafetería.
Una mujer de cabello largo marrón estaba entrando. Su piel canela brillaba como el sol y su cuerpo parecía esculpido por algún artista. Tenía unos lentes de sol que cubrían su rostro, pero notaba algunas de sus facciones. Su vestido verde se acoplaba perfecto a ella y tenía un aura que gritaba "mírame".
Definitivamente era la mujer que lucia bien a lado de Alexander.
En cuanto nos enfocó, se acercó a nosotros.
No había notado que mis manos habían empezado a sudar y mi respiración parecía estar alterada.
-Hola- saludó en cuanto llegó a la mesa. Se quedó de pie, sin sentarse, y solo miraba a Alexander. Se quitó los lentes de sol y finalmente pude ver su rostro.
Tenia un rostro familiar, pero no recordaba de dónde.
Ambos nos levantamos para poder saludar.
-Te presento a Elena, mi ex esposa y madre de mi hijo- dijo él. Esto hizo que ella me mirara por primera vez, y vaya que su mirada pesaba.
-Hola, mucho gusto- dije extendiendo mi mano.
Ella fingió una sonrisa y aceptó el gesto.
-Mucho gusto, soy Anna Smith, novia de Alexander-
Una punzada de celos apareció al escucharla.
-Y él es Rafael, mi hijo- expresó de nuevo.
Ella lo miró, y volvió a forzar su sonrisa. Dio un paso hacia delante y lo tocó la mejilla.
-Es un niño adorable- respondió.
El roce no duró mucho, porque Rafa soltó en llanto y comenzó a retorcerse en los brazos de su padre. Al parecer no quería que ella lo tocara.
-Y un poco escandaloso- agregó Anna.
Alexander le dio una mala mirada y ella solo encogió los hombros.
-Dámelo, así se calmará- pedí.
En cuanto lo sostuve, metió su cabeza en mi cuello y dejó de llorar. Volvimos a tomar asiento y poder continuar con el almuerzo.
Cuando todos estábamos en nuestras sillas, no supimos que decir.
-¿No quieres pedir algo para almorzar?- pregunté amablemente.
-No como harinas ni nada de lo que venden aquí, eso solo engorda y no es lo que estoy buscando- contestó.
-Bastaba con un "no, gracias"- dijo Alexander en voz baja, pero lo suficientemente alto para que lo escucháramos.
-No, gracias- volvió a decir ella con el rostro serio.
Anna tomó la mano de Alexander, la cual estaba sobre la mesa. Él la acomodó para que ella pudiera tener un mejor agarre.
Otra punzada.
-Alexander me dijo que eres modelo, eso suena muy interesante- comenté intentando iniciar una conversación.
-Si, modelo para algunas revistas-
Volvimos a quedar en silencio.
Esto estaba siendo muy inútil. No fluía la conversación y parecíamos querer escapar se ahí.
¿De qué se supone que hablaríamos la ex esposa y la novia?
Me metí un pedazo de waffle a la boca, así podría justificar mi silencio. Pero para este punto, solo quería terminar el almuerzo e irme.
A lo lejos escuché la risa de Claudia, y al ver de reojo, la pude ver disfrutando de su almuerzo por primera vez.
Bendecida ella.
-¿Cuánto tiempo más estarás aquí?- preguntó mientras bebía del jugo de él.
Su pregunta me tomó desprevenida. Esto parecía más una indirecta para irme, más que simple curiosidad.
-Regreso a casa el viernes por la tarde- contesté.
-Espero que disfrutes tu tiempo aquí, y que tú y tu hijo se la pasen muy bien- expresó con una felicidad falsa. Y aunque a kilómetros se escuchaba lo irreal que eso sonaba, ella miró a Alexander esperando su aprobación ante su comentario.
Él asintió con la cabeza y le dio una pequeña sonrisa.
Tienes que calmarte, no estás buscando generar una escena de celos.
-Muchas gracias- respondí.
No era sorpresa que el silencio volverá a reinar. Ahora solo me quedaba rezar para terminar lo antes posible y recordarme porque mi vida era tan buena sin Alexander...
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