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Capítulo 28

Alexander abrió lentamente la puerta, y me dejó entrar primero. Todos estaban de pie frente a mí con una sonrisa en el rostro y extremadamente quietos.

Se encontraban uno junto al otro. Las hermanas de Alexander eran las primeras en su formación, ambas ya estaban bastante grandes, la ultima vez que las vi tenían 17 y 14 años. Aun lado de ellas estaba el abuelo Rafael, quien estaba en silla de ruedas y su cansancio era notable en sus ojos.

Tenía mucho que agradecerle, pues fue la primera persona que me hizo sentir querida en esta familia, siempre me escuchaba y aconsejaba como si fuéramos parientes de toda la vida. Yo también era su confidente, y me había apoyado de todas las maneras posibles. El abuelo Rafael había marcado mi vida de una manera muy grande, y era un ser humano excepcional, por ende, no había mejor honor que mi hijo llevará su nombre.

Finalmente estaban mis ex suegros. Raquel sonreía como el gato de Alicia en el pais de las maravillas, y Pablo tenía un pequeño gesto de bienvenida. Al final de mi matrimonio, Pablo Ambrosetti ya no demostraba su enojo conmigo, ni siquiera sentía la desaprobación. Podía decir que me lo había ganado, pero ahora ya no estaba tan segura. No era muy normal que la ex esposa de su hijo apareciera años después con un bebé. Claramente había una señal que gritaba: "Interesada", aunque yo no quisiera nada de eso.

Pero fuera lo que fuera, sabía que Alexander no iba a dejar que me comieran viva, pues era la madre de su hijo, lo que era un lazo más fuerte que el de novia falsa.

-Buenas noches a todos, ya conocen a Elena, y les quiero presentar a Rafael- habló Alexander.

Todos ensancharon mas su sonrisa, pero nadie se acercaba.

-Gracias por recibirnos aquí esta noche- dije -Diles hola, amor-

Rafa movió su manita de lado a lado, como señal de saludo. Los sonidos de ternura sonaron, y parecían derretirse en su lugar.

El hombre junto a mi rodó los ojos.

-Esta bien, ya pueden acercarse- dijo.

Y entonces toda la estampida Ambrosetti se vino contra nosotros. No pude ver quien me quitó a mi hijo de los brazos, pero pude ver como todas las mujeres lo rodeaban mientras lo adoraban. Incluso Pablo Ambrosetti estaba con ellas, mientras sonreía honestamente.

-Les dije que te dieran espacio cuando entraras, pero parecían psicópatas- susurró Alexander cerca de mí.

Una corriente recorrió mi columna, y a pesar de la poderosa sensación, no pude evitar reírme por su comentario.

-En nombre de mi maleducada familia, quiero saludarte y agradecerte por estar aquí- comentó el abuelo frente a mí.

Le sonreí.

-Sigue viéndose de 25 años, justo como lo recordaba-

Él soltó una risa.

-Ya no de 25, pero tal vez si de 28- contestó.

Me puse a su altura y le di un beso en la mejilla, acto seguido, lo abracé. Él no dudo en nada para devolverme el abrazo.

-Te extrañé mucho, es bueno tenerte aquí otra vez, y con un bebé hermoso- susurró en mi oído mientras nos abrazábamos.

-Yo también lo extrañe bastante-

Nos separamos y entonces Pablo se acercó a mí.

-Es un placer tener aquí de nuevo- comenzó -Tal vez no es fácil para ti, pero te agradezco que estés compartiendo esta etapa con nosotros. No nos habíamos dado cuenta lo mucho que queríamos un niño en la casa hasta que cruzaste esa puerta-

Saqué el aire que estaba reteniendo.

Él no me odiaba como la primera vez que habíamos hablado, y eso me tranquilizaba mucho.

-Gracias a ustedes por recibirme, sé que no es fácil saber que Alexander tiene un hijo conmigo-

-Prefiero que tenga un hijo contigo que con cualquier otra mujer- exclamó el abuelo.

Alexander soltó una risa incómoda.

Giré hacia él y tomé lo que tenia en sus brazos, cuando tenía al pastel y la botella, él quitó la pañalera de mi brazo y la colgó en el suyo.

-He traído esto- se lo ofrecí a mi ex suegro.

Él lo agradeció con una sonrisa y lo tomó.

-Y perdona a las mujeres tan maleducadas de esta familia- comentó con un tono de voz alta, para que todos pudieran oírlo.

Sus hijas levantaron la mirada y se acercaron apenadas.

-Lo sentimos, pero no pudimos esconder la emoción de ver a nuestro sobrino- habló Luci.

Sonreí.

-Solo por eso, las voy a perdonar-

Ambas me abrazaron. Luci fue la primera en apartarse para volver a correr junto a su madre y Rafa. Dalia se quedó a mi lado.

-Me pone muy feliz poder verte de nuevo, necesito resumirte dos años de mi vida- dijo emocionada.

-Y yo estaré feliz de escucharte, por cierto, feliz cumpleaños atrasado- respondí. Recordé que su cumpleaños había sido ayer, y me parecía muy cruel no felicitarla, aunque ya hubiera pasado un día.

Saqué una pequeña caja que traía en la pañalera y se la entregué. Había conseguido un pequeño dije con una letra D, pues sabía que tenia como 20 de esos, porque eran sus favoritos.

Su sonrisa se ensanchó.

-Muchas gracias- dijo y me abrazó por ultima vez.

Cuando se fue de mi lado, y Rafael se quedó con las dos jóvenes, mi ex suegra se acercó a mí.

-Elena, es un placer tenerte aquí de nuevo- dijo contenta.

E igual que todos, volvió a abrazarme.

-Rafael esta hermoso, y cada que lo miró puedo ver a mi Alexander- habló con los ojos de lágrimas -Hiciste un excelente trabajo, y te agradezco que estés compartiendo esto con todos nosotros, y te prometo que vamos a amarlo y cuidarlo lo que nos quede de vida-

Un nudo se formó en mi garganta.

-Gracias, de verdad significa mucho para mí- respondí.

Alexander colocó su mano en mi espalda baja y me dio un pequeño empujón.

-Pasemos a la sala, ahí podremos hablar mejor- dijo mientras me guiaba hacía allá.

Su toque producía esa corriente eléctrica en mi cuerpo. Y la ligera presión que ejercía, tampoco ayudaba mucho. Estaba tan nerviosa como la primera vez que me había tocado, y era una estupidez, porque ya habíamos pasado por cosas mas grandes que solo un roce en la piel, pero al parecer, mi cuerpo había decidido actuar como adolescente nerviosa.

Llegamos a la sala de estar, y cada quien tomó su asiento. Dalia y Luci traían a Rafael de la mano, a pesar de que hoy había logrado dar sus primeros pasos solo, teníamos que ser pacientes y cuidadosos.

En cuanto me vio, sus ojos se iluminaron y la palabra "mamá" sonó por toda la habitación. Ellas lo llevaron conmigo, y lo senté en mis piernas. Su papá se había sentado junto a mí, y aprovechó el momento para jugar con uno de sus mechones negros.

Rafael intentaba quitar tocar el dedo de su padre para metérselo a la boca, pero al ver que no podía, no le quedó más que reír.

-Tiene una risa encantadora- comentó el abuelo.

-Les dije que era un niño lleno de encanto- argumentó Alexander.

-Mientras este de buenas, porque hay días donde no quiere que nadie lo mire o lo toque, y esos son los peores- dije.

-Justo como Alexander, que Dios se apiade de nosotros cuando está enojado- expuso el señor Pablo.

Reí por el comentario.

-La cara no es lo único que tienen en común- bromeó su hermana menor.

Raquel no quitaba su sonrisa del rostro.

-Me sorprende mucho el parecido con mi hijo, me hace pensar en la infancia de Alexander y lo mucho que le gustaba jugar en el pasto-

Yo me había sentido de la misma manera durante dos años. Era difícil cuando querías olvidar a tu ex esposo, y tenias una copia de él delante de ti.

Me era imposible sacarlo de mi mente cada vez que lo veía, y a eso le atribuía que jamás había dejado de pensar en él.

Durante los siguientes minutos, estuvieron alabando al pequeño niño que se movía en mi regazo. Dentro de poco tiempo empezaría a pedir comida, pero aun tenia la atención necesaria para jugar con el peluche que le había regalado su padre.

Incluso, la madre de Alexander me enseñó unas fotos de él pequeño y eran iguales. Los mismos ojos, rasgos y cabello negro, la diferencia era el tamaño, pues Alexander parecía ser un niño más grande que Rafael.

-¿Cómo han estado tus padres?- preguntó Pablo.

-Mi padre está bien, ya no sufre del dolor constante de cabeza y me ayuda a cuidar a Rafael en las mañanas cuando me voy a trabajar- respondí.

-¿Y tu madre?-

Sentí como Alexander se tensó a mi lado, se acercó y susurró.

-No tienes que hablar de esto si no quieres-

-Esta bien, ya lo superé- hablé de la misma manera.

Me aclaré la garganta.

-Ella murió- anuncié -Un poco antes del divorcio-

No tardaron en aparecer las expresiones de sorpresa y tristeza.

-¿Por qué no lo habías dicho?- reclamó el abuelo hacía Alexander.

Se movió incomodo en su lugar.

-Porque yo tampoco lo sabía- admitió avergonzado. Sabía que estaba apenado con él mismo, pues no se había enterado de la muerte de su suegra por estar pensando en el divorcio.

Yo también tenía algo de culpa en eso, pues jamás se lo dije, pero prefería que él cargará con ese peso, ya había cargado yo lo suficiente por los dos.

Su padre y abuelo lo miraron con desaprobación.

-Sentimos mucho tu perdida, ella era una gran mujer y estaría orgullosa de la madre que eres- admitió Raquel Ambrosetti.

Le di una sonrisa débil.

-Gracias- fue todo lo que dije.

La cocinera se acercó a nosotros y anunció que la cena estaba lista.

Agradecía que todos se levantaran y olvidaran el tema anterior. Mentí al decir que lo había superado, porque aun dolía más de lo que gustaba admitir, y prefería no hablar del tema, y cuando lo hacía, solo lo hacía con mi padre.

Todos caminaron al comedor, incluso Alexander se había llevado a Rafael. Yo me quedé ahí, mientras buscaba la cena de mi hijo.

Ya había encontrado el cereal y la frutita en pedazos. Di la vuelta para entrar al comedor, pero un mensaje me detuvo.

Me enteré que estas en la ciudad, ¿podríamos vernos? Necesito hablar contigo

Era María, la mujer que nos había reunido a Alexander y a mi sin querer.

Sonreí ante su mensaje, no hablaba con ella desde que me avisó que Alexander quería conocer su hijo. No me había molestado, porque sabía que iba a pasar, pero suponía que ella si se sentía mal.

Si, podemos vernos el martes para almorzar.

Guardé mi celular y me adentré en el comedor.

Vi como alguien le estaba ofreciendo una fresa a Rafael, y él deseaba metérsela a la boca.

-NO- grité desde donde estaba parada.

Luci alejó rápidamente la fruta.

-Es alérgico, igual que Alexander- aclaré.

Yo lo había aprendido a la mala, y no quería volver a tener la misma traumática experiencia en un hospital.

-Lo siento, yo no lo sabía- dijo apenada.

Me acerqué y acaricié su cabello.

-No es tu culpa, yo no les dije-

-Es bueno que lo sepamos, así tendremos mas cuidado- habló su madre.

A partir de ahí, la cena fue mucho mejor de lo que yo esperaba, solo nos dedicamos a hablar de los últimos años y de qué habíamos hecho con nuestras vidas. Sin dejar de lado que el centro de atención era mi hijo.

Obviamente había temas que evitamos, como la muerte de mi madre, las caídas en números de la empresa y el nuevo noviazgo de Alexander; y agradecía que fuera así.

Ellos se habían esforzado en hacerme sentir bienvenida y cómoda, lo que me hizo sentir feliz y me recordaba los años que había pasado junto a él. Me sentía en esa burbuja que él lograba crear para ambos.

No ayudó cuando nuestras manos se rozaron un poco, y a pesar de que sabíamos que estaba mal, no las movimos. Nos miramos a los ojos y nos sonreímos como dos adolescentes nerviosos.

Tenía que recordar que estaba aquí para que Rafael recuperará el tiempo con su padre, yo no... 

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