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Capítulo 15

Me acerqué a él, sin saber que pasaría o que diríamos. El corazón me latía cada vez más rápido y las piernas parecían querer regresar corriendo a casa y encerrarme en mi habitación.

Mamá, necesito fuerza ahora mismo.

Cuando estuvimos frente a frente, él miró el reloj en su muñeca.

-Justo a tiempo, estaba mentalizándome a esperar media hora más- dijo burlón.

-Lamento decirle que ya no es el único puntual, incluso podría jurar que ahora mi puntualidad supera a la suya, señor Ambrosetti- contesté de la misma manera.

Su mirada enterneció.

-Lo dudo, señora Hells-

Sentí como Rafael comenzaba a retorcerse en mis brazos, indicio de que estaba despertando. Su cabeza salió de su escondite y abrió sus ojitos lentamente. Un bostezo se hizo presente y sus mejillas se tornaron de un rojo vivo.

Alexander admiró la escena con lujo de detalle. Yo ya la conocía, pues se repetía al menos 2 veces al día, pero esto era nuevo para él. Y hasta podía jurar que sus ojos se llenaron de lágrimas, y su cuerpo se relajó.

Rafael lo miró extrañado unos segundos, pero su vista se enfocó a los juegos que estaban a sus espaldas. Una risa se hizo presente y un grito de felicidad salió de su garganta.

Alexander y yo soltamos una risa al ver su actitud.

-¿Puedo darle un beso?- preguntó.

Con un poco de duda lo alejé de mi cuerpo y se lo entregué. Él extendió los brazos de una manera tímida y miedosa, como si estuviera a punto de entregarle una bomba que con el mínimo descuido, explotaría.

A Rafael no le importó mucho el cambio de brazos, pues el enfocaba su atención a los juegos de que emanaban luces de colores. Alexander no sabía cómo acomodarlo o sostenerlo correctamente. Reí ante su intento de sostenerlo con fuerza.

-Pon un brazo de bajo y uno en su espalada- aconsejé acercándome más a él -Pégalo a tu cuerpo y muévete como si te mecieras, eso le gusta-

Alexander comenzó a moverse lentamente de lado a lado, y sus brazos se acomodaron de mejor manera. Nuestro hijo dejó de mirar hacia atrás, y miró a Alexander de manera tierna y alegre. Una sonrisa se instaló en su rostro y agitó sus manos de arriba abajo.

-Es hermoso- comentó en voz baja él mientras lo miraba bobamente.

La escena me enternecía el corazón.

En estos dos años, imaginaba como se verían Rafael y Alexander juntos, pero ninguna de esas escenas se comparaba a esta. Esto era mejor, y la podía definir como perfecta.

-Será mejor que entremos o se va a desesperar- respondí avanzando con la mochila colgada del hombro.

Ellos venían detrás de mí, pues escuchaba los balbuceos de mi hijo y sus sonoras risas. Al contrario de él, Alexander guardaba silencio y solo lo admiraba.

Me acerqué a la taquilla y me formé, pero él me detuvo rápidamente.

-Ya he comprado los boletos, pensé que seria mas rápido-

Sonreí.

-Siempre preparado- contesté.

Alexander solo asintió con la cabeza. Seguimos adelante, pero en cuanto entramos, el ruido de la música infantil con la mezcla de los gritos de otros niños, Rafael soltó un grito tan fuerte que los oídos de su padre parecían querer romperse.

-MAMI- era lo que repetía mientras estaba en un mar de lágrimas.

Rápidamente me acerqué a ellos y le di la mochila a Alexander, y yo tomé en brazos a mi bebé.

El llanto sonaba fuertemente por el área, y los gritos hacían que las personas giraran a vernos.

Pegué su cabeza a mi pecho y acerqué mi rostro a su oído.

-Ya pasó- susurré -Mami está aquí, todo está bien-

Pasaron un par de minutos para que Rafa se calmara y se adaptara a todo el ruido que había a su alrededor.

Miré al hombre que estaba frente a mí, el cual sonreía como un idiota. Al notar mi mirada, borró su expresión.

-Los sonidos fuertes lo alteran, pero solo tenemos que darle confianza y se pasa- comenté rápidamente, intentado ignorar su acción anterior.

Alexander estaba a punto de hablar, pero su teléfono sonó. Él enfocó su mirada en el celular y un pequeño gesto de molestia se hizo presente. Mi espíritu chismoso me hizo dar una mirada rápida al artefacto, y pude leer el nombre de "Anna", su novia.

Yo sabia que era su pareja porque hace algunos meses los habían captado juntos. Un programa de chismes tenía varias imágenes de ellos caminando por la ciudad tomados de la mano, dándose un beso, cenando, entro otras. Ambos nunca habían confirmado nada, pero era obvio que eran pareja. Ella era una modelo con una carrera despegando, aunque también había escuchado algunos comentarios negativos hacia Anna Kent.

Él colgó la llamada, pero inmediatamente, la segunda se hizo presente. Volvió a repetir la misma acción, pero las llamadas seguían apareciendo en la pantalla.

-Será mejor que contestes si no quieres que tu celular explote- mencioné sincera. Sabia que ella no lo dejaría en paz hasta que él tomara su llamada.

Alexander rodó los ojos y a regañadientes acercó su teléfono a su oído.

-¿Eran necesarias tantas llamadas?- preguntó serio mientras se alejaba de nosotros.

Él quería un poco de privacidad.

Dudas llegaron a mi mente, ¿su novia sabía que tenía un hijo con su ex esposa? O ¿su familia lo sabía?

Nunca le había cuestionado a Alexander nada sobre la situación, pero era mejor dejarlo solo entre nosotros por ahora. Suficiente tenia con lidiar con él, como para lidiar con una familia y novia intensa.

El pequeño carrusel soltaba luces por todos lados y una música muy tranquila, y al parecer, toda la atención de mi hijo estaba sobre aquel corcel color amarillo con un moño rojo.

Caminé hacia ese animal colorido. Rafael parecía mirarlo con adoración, y solo tuvimos que esperar unos segundos para que se detuviera y entraran los niños que estaban formados, entre ellos, nosotros.

Sentí una mano en mi hombro, y las chispas se hicieron presentes.

-Me gusta el caballo amarillo con moño rojo- comentó Alexander.

Tomó lugar junto a nosotros y acarició la mejilla de Rafa.

-Al parecer a él también- respondí ignorando la sensación que me hacia sentir su cercanía.

Estábamos a punto de entrar nosotros, pero la niña de adelante se colocó en el animal deseado de mi hijo. Sus ojos se llenaron de lagrimas y un berrinche se aproximaba.

-Será mejor buscar otro que le guste- dije con la intención de caminar a un elefante morado y sombrero, pero Alexander me detuvo.

-Si él quiere ese caballo, pues tendremos ese caballo- contestó con una sonrisa de superioridad.

Lo vi acercarse a la niña que se encontraba acompañada de su madre. Intercambió unas palabras con ella y segundos después, la madre tomó a su hija y se cambiaron al unicornio de enfrente.

Me acerqué al él rápidamente.

-¿Qué hiciste?- pregunté sorprendida.

Él tomó a Rafael y lo sentó en el corcel.

-Le ofrecí dinero por irse, pero se negó, entonces hice lo que mejor sé hacer: intimidar-

Solté una carcajada.

-No todo el mundo son tus empleados, y menos una niña de 6 años- dije burlona.

-No te ha quedado claro que voy a hacer lo que tenga que hacer, solo para obtener lo que quiero-

No sabía si su declaración era una promesa o amenaza, pero cualquiera de las dos, sonaba tentadora.

La música clásica comenzó a sonar y las vueltas lentas se hicieron presentes.

Los grititos de emoción de Rafa sonaban por todo el lugar, y los balbuceos de euforia que no entendíamos, pero representaban felicidad.

Alexander sonreía con una plenitud genuina, y miraba a nuestro hijo como su fuera la octava maravilla del mundo.

Dios Cristo Santo.

Lucia tan perfecto, tan amoroso, tan feliz, tan mío. Me hacía recordar la manera en la que me miraba a mí, y la sensación de felicidad y plenitud que se sentía al estar a su lado.

Pero tenia que tener presente que ya no éramos nada, solo teníamos en común un hijo, al cual estábamos dispuestos a amar y apoyar, aunque estuviéramos en caminos distintos. Ambos teníamos vidas separadas y era lo mejor.

Tal vez este proceso de convertirse papá de Rafael, sería más complicado para mí, que para él... 

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