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Extra 7 "Travesura realizada"

El pergamino mostraba una escritura sin fin, un mar negro sin orden que pesaba sobre ella con la misma insistencia con la que sus párpados se cerraban. Le dolía el cuello, se había sentado en el suelo para evitar dormirse mientras estudiaba, pero habían pasado horas y el cansancio empezaba a presentarse implacable. Con ligereza, Calantha acarició su cuello y hombros, buscando aliviar la tensión allí.

Los exámenes finales estaban apenas a dos semanas de distancia, el curso acabaría después de eso y Calantha no regresaría más a Hogwarts. Había aprendido tanto como podía de sus tutorías privadas, de las clases en sí mismas e, incluso, de visitas de profesores de otras escuelas; ya no había más que pudiera aprender en Hogwarts. Durmstrang la esperaba para un curso de un año antes de tener que seguir en Ilvermorny por dos años y terminar sus estudios en Beuxbatons.

Si Calantha era sincera, deseaba poder permanecer en la comodidad conocida de Hogwarts, con su habitación personal en los fríos dormitorios de Slytherin, su primo casi hermano que siempre la molestaba por los pasillos desde el afecto, las bromas sin fin planeadas por Freddy II, y las ingeniosas y largas conversaciones en la oficina de la Directora McGonagall con los retratos de Dumbledore y Severus. Había uno de Severus en la Mansión Malfoy y otro en Grimmauld Place, pero solo podría hablar con él en sus vacaciones y Calantha lo extrañaría.

Sin embargo, no podía postergar más su estadía si los conocimientos a adquirir se habían agotado. Con el ojo del Mundo Mágico sobre ella, Calantha no podía permitirse atrasar sus estudios, su magia debía de permanecer bajo control en todo momento. Además, como punto positivo estaba que en Durmstrang le permitirían llevar a Alzaroth con ella. En Howgarts habían muchas personas asustadas de las serpientes y del poder de Calantha como para permitirle traer a su serpiente. Eso sería un buen cambio.

–Ridículo —farfulló en el silencio de su habitación, cerrando el pergamino y dirigiéndose a su cama. Estaba demasiado cansada para estudiar nada más.

Las sábanas frías la recibieron agradecidas de ser usadas, Calantha pasaba muchas noches sin dormir. En un principio apenas habían notado algo, unas pesadillas ocasionales, ella tocando la puerta de sus padres para dormir con ellos, hasta que su insomnio fue evidente, lo suficiente como para drenar su energía y que ella terminase desmayándose en medio de un partido de Quidditch. Draco y Harry habían sido llamados de emergencia y Calantha escuchó un sermón interminable sobre por qué debió de haberlos buscado por ayuda si veía que algo estaba afectándola.

Ella ni siquiera sabía cuándo había empezado a pasar más noches despiertas, recibiendo el amanecer antes de levantarse para ir a clases y usar un glamour para ocultar sus ojeras. Sus sesiones con el psicomago se duplicaron, pero Calantha empezó a tratar su ansiedad con más seriedad y las noches de sueño regresaron luego de algunas pociones prescritas por algún tiempo.

Había logrado mantener un horario de sueño regular, más o menos estable, hasta que el estrés volvió a hacer entrada en su vida como una bola demoledora. No eran los exámenes finales, Calantha era una procastinadora por excelencia en sus estudios, pero tenía facilidad para asimilar mucho contenido en poco tiempo. Su aprendizaje era en su mayoría práctico, impulsado por sus instintos, así que no la afectaba tanto. Más bien, lo que la había desequilibrado era el temor a lo nuevo.

Habían maravillosos recuerdos asociados a Hogwarts, pese al recuerdo latente de sus padres que vagaba por los pasillos y perforaba su día a día en las miradas constantes de los demás.

Recordaba la llegada a Hogwarts aquel día, los botes desplazándose por el agua oscura, sus dedos deshilando un pañuelo por el miedo constante de que algún animal surgiera del agua y se los comiera a todos. Ella no lo mostró, por supuesto, su rostro impenetrable mientras miraba hacia el frente con seriedad.

Recordaba el grito ensordecedor del Sombrero Seleccionador después de haber pasado ocho minutos decidiendo donde colocarla. Habían debatido furiosamente, porque Calantha no tenía una casa preferida, solo sabía que no quería ir a Hufflepuff y el sombrero había descartado esa casa desde el principio.

El problema yacía en que ella tenía la capacidad de ser lo suficientemente valiente para ir a Gryffindor, o ambiciosa para Slytherin, o inteligente para Ravenclaw. Por un instante, Calantha sintió que el sombrero mismo no sabía qué hacer con ella.

Al final, habían elegido por descarte. Calantha descartó Ravenclaw por su cuenta, aludiendo que sus estudios eran distintos a los de sus compañeros y no tendría sentido ponerla en la casa de las águilas. Todo se redujo a Gryffindor y Slytherin para los dos minutos finales, y el sombrero permaneció en silencio algunos segundos.

—Tu padre también tuvo que decidir entre Gryffindor y Slytherin, tenía una amplia aptitud para ambas casas —comentó el sombrero, Calantha apretó con fuerza el borde del asiento—. Aunque él ya había decidido por su cuenta, ¿por qué no lo has hecho tú?

—Yo… —Calantha tartamudeó unos instantes, vacilando mientras sus ojos escaneaban la multitud que esperaba aprensiva—. Tengo miedo de decepcionar a alguien. Si escoges tú, no será del todo mi culpa.

—Ah, ya veo, ese miedo es común entre aquellos cuyos padres son leyendas —farfulló el sombrero, moviéndose en un giro que lo presionó más sobre la cabeza de Calantha—. Entonces, te haré una pregunta: ¿Qué es lo que más deseas de tu tiempo en Hogwarts?

La respuesta bailó al borde de su mente durante demasiados segundos, el reloj pasando la manecilla implacable. Calantha cerró los ojos, enfrentando el miedo interno que crecía abrasador, pero aceptando su verdad.

—Control.

El susurro fue apenas audible para ella misma, pero Calantha sabía que el sombrero escucharía lo que ella no decía, entendería como se refería a su propio cuerpo, a su mente, a su poder, a su capacidad para alterar lo que todos podrían pensar de ella, a sus deseos de cambiar lo que los demás veían cuando miraban a sus padres… cuando la miraban a ella. Por eso, ni bien la palabra había dejado sus labios, la fuerte voz del sombrero ya estaba gritando su decisión:

—¡Slytherin!

Una sonrisa se extendió en sus cansados labios ante el recuerdo. Había escrito esa misma noche a sus padres, contándole el proceso de selección de las casas y apenas había dormido, expectante a la respuesta. Nyx atravesó el Gran Comedor a la mañana siguiente con una carta que traía el sello modificado de la familia Potter-Malfoy, y Calantha se dejó calmar por las palabras alegres y reconfortantes de sus padres.

Había entrado al equipo de Quidditch en primer año porque había practicado con escobas durante toda su infancia dentro de la seguridad de la Mansión Malfoy y Grimmauld Place, persiguiendo la snitch junto con sus padres, así que la posición de buscadora había estado casi asegurada de inmediato después de un accidente donde un compañero de clases encantó una pluma que voló a toda velocidad por el campo y Calantha decidió atraparla antes de que le hiciera daño a alguien.

No durmió esa noche tampoco, escuchando los susurros apenas contenidos de los demás estudiantes.

—Es como el padre.

—Se lo dieron por ser hija de Harry Potter.

—¿Creen que hayan comprado su posición?

—Seguro que no es tan buena.

Calantha ignoró los murmullos y comentarios tanto como pudo, decidida a mostrarle a los demás lo buena que era en los partidos, hablar no cambiaría nada. Por supuesto, como todos sabían que Calantha no usaba varita para hacer magia, sus victorias se vieron opacadas por los maliciosos comentarios de quienes decían que hacía trampa porque nadie podría averiguarlo, ya que no tenía varita.

—¡Si te vuelvo a encontrar diciendo una mierda como esa de mi prima alguna vez, te juro que te reviento!

Calantha presionó más fuerte su espalda contra la pared, habiéndose detenido en la esquina antes de doblar el corredor, la voz de Teddy bañada en una ira palpable que llegaba hasta ella. La otra persona debía de estar en empotrada contra la pared mientras Teddy lo sujetaba del cuello, si los sonidos ahogados que profería eran algo por lo que guiarse. Calantha mantuvo el silencio, escuchando el sonido de pasos apresurados y un gruñido bajo posterior por parte de su primo.

—Sé que estás allí —comentó Teddy, su voz entrecortada y su rostro sonrojado. Calantha terminó de girar la esquina.

—No tenías que hacer eso —repuso ella, sosteniendo con más fuerza los libros en sus brazos que iba camino a devolver a la biblioteca.

—Estoy seguro que no sé de qué hablas —contestó Teddy con una sonrisa suelta, desenredando su cabello con sus dedos y abriendo los brazos para ella. Calantha cerró la distancia entre ellos, su cabeza apoyada en el pecho de Teddy mientras él la abrazaba.

—Pensé que los Hufflepuff eran pacifistas.

—Pero no estúpidos —rebatió Teddy con una carcajada suave, acariciando el cabello plateado sin despeinarla—. ¿A dónde ibas?

—La biblioteca —contestó Calantha, dejando que Teddy pasara un brazo por sus hombros y empezando juntos a caminar—. La directora McGonagall me dio autorización para tomar los libros de la Sección Prohibida, pero ya he de devolverlos.

—Estarás cerca de un examen si estás estudiando tan arduamente —Calantha no dijo nada, pero asintió con la cabeza. Teddy tarareó en reconocimiento antes de chasquear la lengua—. ¿Te conté ya de los planes que tengo para Navidad?

Y así, el resto del camino su primo estuvo desvariando sobre muérdagos voladores y su deseo de besar a Victoire. Calantha extrañaría eso más que nada, tener a Teddy para intimidar a los imbéciles que la rodeaban, pero era algo que estaba destinado a pasar. Su primo se graduaría incluso si ella permaneciera en Hogwarts y estaría sola, sin haber completado su entrenamiento. ¿Quizás Freddy? No, irse era la mejor opción, no significaba que fuera fácil.

En algún punto de sus desvariados pensamientos, el cansancio finalmente arrastró a Calantha hacia la inconsciencia, y fue la alarma muggle de su celular lo que la despertó. El día se mostraba soleado y llamaba a los estudiantes a salir del castillo, al menos a aquellos lo suficientemente grandes para eso. Calantha agradeció que fuera fin de semana, dándose una ducha rápida y vistiendo unas pantimedias oscuras con botas, combinando con la falda y una chaqueta con sus iniciales bordadas dentro.

Como era de esperar, solo estaban en el castillo los más pequeños, pues los estudiantes grandes ya habían partido hacia Hogsmade temprano en la mañana. Calantha suponía que apenas habían desayunado. El Gran Comedor estaba casi vacío cuando Calantha se sentó en la mesa de Slytherin, lista para desayunar.

—Alguien parece no haber dormido —comentó Teddy, dejándose caer en el asiento a su lado. Calantha apenas lo miró de reojo antes de gruñir, su cabello ese día era de un naranja brillante que encandilaba la vista—. Oh, vamos princesita, el curso se acaba pronto. ¿No te emocionan las vacaciones?

—Más me emociona saber que no tengo que ver tu cara de nuevo el curso que viene —repuso Calantha, dándole un trago largo a su jugo de calabaza.

—Más motivos para estar emocionada por el día de hoy, porque te tengo una propuesta —Calantha casi se ahogó con su jugo al ver la sonrisa traviesa que adornaba el rostro de Teddy.

—Oh no, ni se te ocurra. La última vez que hicimos algo juntos me tocó limpiar las mazmorras por tres semanas, todos los días —negó Calantha, enfureciéndose cuando Teddy no pudo más que reír.

—Pero valió la pena ver a esos mocosos impertinentes quedarse calvos sin más remedio, ¿verdad? Tendrán que esperar a que el cabello crezca de forma natural, lo que solo lo hace más divertido.

—Teddy —regañó Calantha, conteniendo su propia risa. La idea había sido suya, si es que hacer un comentario al alzar cuenta como algo, pero fue Teddy quien decidió que lo llevaran a cabo.

—Vamos, princesa, como despedida. El mapa no te servirá más después de este año, ¿no quieres dejar un recuerdo? —Calantha gruñó, refunfuñando por lo bajo ante la mirada de cachorro perdido que Teddy le dedicó. Lo detestaba.

—Está bien, ¿qué tienes en mente?

Y con eso, sus noches de estudio se transformaron en una planificación cuidadosa de su travesura de despedida.

Sus ojos ardían producto del exceso de magia, el verde destellante en su iris disminuyendo hasta mostrar el esmeralda heredado de su padre. La habitación quedó en silencio mientras los resquicios de su magia empezaban a desaparecer. El examen había terminado.

—Bien hecho, Señorita Potter-Malfoy, he de decir que estoy impresionada.

—Muchas gracias, Directora McGonagall —Calantha sintió su voz raspar al salir, su garganta seca por el esfuerzo significativo de su examen.

—Será un honor reportar su expediente con una trayectoria perfecta y, he de añadir, que ha sido el mayor de los placeres tenerla en Hogwarts por estos tres años —admitió la Directora McGonagall, levitando con su varita el pergamino mágico que contenía la trayectoria escolar de Calantha—. Espero que sobresalga de igual manera en todas las escuelas que cursará de hoy en adelante.

—Ha sido un gran honor estudiar aquí, muchas gracias por todo su tiempo y por cuanto me ha enseñado —dijo Calantha, tomando el pergamino y haciendo una pequeña reverencia educada antes de salir del salón.

—¿Y bien? —preguntó Teddy, quien había terminado su último examen en la mañana y la esperaba en la esquina del corredor. Freddy todavía estaba esperando para empezar su examen. Si Calantha calculaba bien, le faltaba media hora antes de enfrentar su prueba final del semestre.

—¿Por qué te ves tan nervioso? Es obvio que saqué nota perfecta —respondió Calantha, con un ligero aire arrogante que hizo a Teddy rodar los ojos y soltar un bufido bajo.

—Claro, la princesita no podía tener otra cosa —se burló él, tomando el pergamino de sus manos y abriéndolo—. Calantha Lunaria Lily Potter-Malfoy, graduada con honores de la escuela de Magia y Hechicería de Hogwarts, bajo la tutela de la Directora Minerva McGonagall, bla, bla, bla… Esto es todo un expediente.

—Luce como el tuyo nunca lucirá —repuso Calantha con orgullo, tomando el pergamino de las manos de Teddy—. Enfocándonos en cosas que importan, ¿hablaste con los elfos?

—Nadie duda de un Hufflepuff que pide las cosas amablemente y con ojos de perro apaleado —respondió Teddy, inflando el pecho y guiándole un ojo a Calantha—. La cena será servida por todo lo alto, si sabes a lo que me refiero.  También hablé con Freddy y le di sus indicaciones.

—Tendré la capa conmigo para el gran final, tú encárgate de los estudiantes —dijo Calantha, entregándole a Teddy el Mapa del Merodeador—. Con esto sabrás si alguien está fuera de lugar. Dáselo a Freddy cuando todo termine, quiero que él lo conserve. Le dará buen uso.

—Nos vemos en la cena, princesa —Teddy dejó un rápido beso en la frente de Calantha, despeinándola pese a sus protestas y corriendo lejos antes de que ella le lanzara algún hechizo que él no pudiese contener.

Riendo una vez que Teddy ya no podía verla, Calantha corrió por los pasadizos secretos de Hogwarts hacia los dormitorios de Slytherin, encerrándose en su habitación y recogiendo todas sus pertenencias. No tendría tiempo para hacerlo luego. Envió con Nyx una carta a sus padres, diciendo que era probable que los estudiantes regresaran en el tren un poco más temprano este año, sin dar mayores explicaciones, y luego tomó una siesta hasta la hora de la cena.

Hogwarts rebozaba de algarabía ante el final de las clases y el inicio de las vacaciones, con todos ansiosos por relajarse sin estudios en sus casas y los mayores de edad por disfrutar sus últimos meses libres antes de tener que incorporarse al mundo adulto lleno de responsabilidades laborales. Calantha ajustó por última vez la corbata verde a cuadros de Slytherin, pasando sus palmas sobre la camisa negra perfectamente planchada y ajustando su falda a cuadros.

El uniforme se había actualizado en las décadas posteriores a los años de estudio de sus padres y el Comité de Estudiantes había presentado una petición para otra actualización más que debía de ser respondida a finales de las vacaciones. Las túnicas todavía estaban allí, pero eran más modernas y, en su mayoría, las usaban para eventos formales. Calantha se perdería el nuevo diseño y Teddy también, solo esperaba que saliera en los periódicos británicos, sus padres podían enviárselos. Sino, siempre podía pedirle a Freddy una foto o, mejor aún, un uniforme robado.

El Gran Comedor era un revuelo de conversaciones con distintos planes vacacionales, mientras los estudiantes se acomodaban en sus respectivos puestos. Calantha tomó su asiento usual, casi en el final de la mesa de Slytherin y le dedicó una mirada a Teddy y a Freddy antes de que el discurso comenzara.

La Directora McGonagall se incorporó frente a la mesa de profesores, llamando la atención de todo el estudiantado, y comenzó un discurso sobre superación personal, despedidas importantes y el aprendizaje interminable que cultiva el alma. Poco a poco, Calantha fue subiendo la temperatura de la habitación hasta que el calor fue insoportable, haciendo que la directora tuviese que tomarse un segundo para darle un sorbo al agua designada para ella en la mesa de profesores. Ese fue el inicio de todo.

Las siguientes palabras del discurso fueron maullidos inconfundibles que causaron que las risas llenaran el Gran Comedor, mientras el enojo vestía la expresión de la directora. Ofuscada, McGonagall indicó que sirvieran la comida con gestos, comprando tiempo para corregir lo que fuera que le sucedía. Los elfos aparecieron la comida en las mesas y apenas un bocado iniciado, el infierno se desató.

Algunos estudiantes flotaron por la habitación, otros se volvieron repentinamente de color púrpura y por algunos lugares podías ver cabellos alzándose hacia el techo. Asustados por la situación, todos los estudiantes empezaron a correr fuera del Gran Comedor, los profesores incapaces de controlarlos.

En medio de la locura, Calantha cubrió su cuerpo con la capa y se escondió en una esquina, evitando a la muchedumbre y conteniendo la risa cuando McGonagall pasó delante de ella gritando maullidos que debían de ser protestas y llamadas al orden.

Calantha corrió por los pasadizos hacia lo más profundo del castillo, su magia colmando las paredes y a la espera del momento adecuado. Cuando el patronus de Teddy apareció anunciando que había logrado dirigir a todos los estudiantes hacia el patio y los profesores ya estaban allí, Calantha activó su magia a través de las paredes de Hogwarts, corriendo escaleras arriba para protegerse.

Pronto, una masa babosa fue cubriendo todo el castillo, desbordándose por cada ventana, puerta y pequeña ranura existente, bañando el castillo en un rosa neón que destellaba en la noche oscura. Afuera, desde el patio, Calantha redirigió la masa elástica hasta formar un dragón pegajoso que se dejó caer sobre los estudiantes, asustándolos a todos.

Cuando aquella bestia los tocó, en lugar de dejarlos sucios y pegajosos, deshizo los hechizos anteriores y se alzó en vuelo hacia el cielo, ensuciando todo el patio y transformándose en una gran colisión de fuegos artificiales cuando tocó las nubes. Entre las explosiones y brillos de distintos colores se leía: “Travesura realizada. ¡Felices vacaciones!”.

Teddy abrazó a Calantha por detrás mientras Freddy corría hacia ellos, siendo envuelto por los brazos de Calantha. Todos se carcajearon junto con los demás, viendo aquella masa seguía creando distintas criaturas mágicas para cada estudiante, que podían llevarse a casa, y los elfos aparecían con las pertenencias perfectamente guardadas de cada uno.

Desde la distancia, Calantha podía ver la mirada enojada de la Directora McGonagall, quien no necesitaba usar Legeremancia para saber quién había hecho aquello, pero Calantha podía lidiar con las consecuencias luego, la algarabía que se respiraba en Hogwarts en ese momento valía la pena.

Ese año los estudiantes regresaron a la Plataforma 9¾ durante la noche, siendo recibidos por sus familiares en tempranas horas de la mañana. Y su Harry y Draco recibieron a Calantha y Teddy con miradas serias y reprochadoras, en contraste absoluto con la sonrisa orgullosa de George al mirar a su hijo, mientras todos a su alrededor contaban la divertida experiencia, bueno, no importaba, porque esa noche se rieron con ellos a carcajadas en la Mansión Malfoy, con toda su familia reunida, cuando Calantha, Teddy y Freddy contaron la historia.

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Bueno, más menos así han sido los días en Hogwarts de Calantha. Cabe resaltar que Calantha fue sorteada por el Sombrero Seleccionador en el test oficial de Hogwarts de la página de Harry Potter; lo hizo una amiga con una ficha de personaje que yo hice de Calantha, para que no hubiese parcialidad por mi parte respecto a ninguna casa.

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