Extra 12 "Nuestro para siempre"
La fuente impulsaba el agua hacía el cielo, llenando el parque de pequeños arcoíris provocados por la luz del sol atravesando las gotas que caían por la fuerza de gravedad. Los niños corrían por doquier, persiguiéndose entre ellos o a unos perros que alguna familia tenía de mascotas y había traído consigo ese domingo.
A veces Harry se preguntaba cómo había llegado su vida a un punto donde un parque muggle un domingo le traía una extrema relajación. La guerra, otrora asfixiante, hacía mucho que había quedado olvidada. Todavía habían noches en las que alguna pesadilla dominaba sus sueños, o los de Draco, pero sabía que no eran más que sus miedos despertando y que, cuando la pesadilla terminase, tendría los brazos de Draco alrededor de su cuerpo, calmándolo.
—¿Potter?
Harry despegó su mirada de los niños correteando, girándose para ver un rostro familiar que no había visto en algunos años ya.
—Nikiforov —saludó Harry, manteniendo un semblante relajado. Hacía décadas que la animosidad entre ellos había quedado olvidada, mayormente impulsado por el traslado del auror a Rusia.
—Ha pasado un tiempo, no esperaba encontrarme contigo aquí hoy —comentó Nikiforov, la incomodidad apenas perceptible mientras miraba a Harry—. He leído todos los avances que la Ministra de Magia y el Jefe del Departamento de Aurores, con un asiento en el Wizengamot, han logrado realizar en el Mundo Mágico.
—Ya sabes lo que dicen: una vez un salvador, siempre un salvador —bromeó Harry, sonriendo junto con Nikiforov antes de señalarle con la mano el espacio vacío a su lado en el banco—. ¿Cuándo has regresado?
—Vengo a visitar a mi familia de vez en cuando, pero he regresado para una estadía más permanente hace dos semanas —contestó Nikiforov, tomando asiento y frotando ambas manos juntas en un gesto nervioso que Harry había notado varias veces durante el tiempo en que trabajaron juntos.
—No tienes que estar incómodo, ha pasado tiempo desde que olvidé nuestras constantes peleas —comentó Harry, dejando salir una risa queda antes de suspirar profundamente—. Si hay algo que quieras decir, adelante.
Durante algunos segundos ninguno dijo nada, limitándose a observar los niños jugar, las risas llenando el ruido con tonadas armoniosas y ladridos de perro para acompañarlas.
—Tengo tres hijos —soltó Nikiforov de repente, llamando la atención de Harry, quien solo hizo un suave sonido de reconocimiento sin decir nada—. Cuando sostuve a mi hija mayor por primera vez en mis manos, me di cuenta de lo mal que había actuado contigo. Nunca me disculpé por lo que sucedió en aquel almuerzo con Blass y los otros aurores.
—No era tu culpa.
—No, pero no dejé en claro lo mucho que desprecié lo que hicieron. En su momento intenté justificarlo en mi mente con su dolor y decidí que, aunque estaba mal, era comprensible. Cuando nació mi hija me di cuenta de lo estúpido de mi pensar. Amo a mis hijos más que a nada, Potter, y no podría herir a otro niño jamás, porque imaginar que alguien le hiciera daño a los míos me destruye.
—Hay cosas que van más allá de la moral, Nikiforov —dijo Harry después de algunos segundos, ningún rastro de rencor en su voz—. No digo que hayas hecho las cosas bien, pero muchas cosas hice yo mal también. Además, todo salió bien al final, así que puedes dejar de autoflagelarte por lo que sucedió. Está todo olvidado.
—Gracias —susurró Nikiforov, sonriendo mientras asentía—. Me alegro haberme tropezado contigo aquí, por improbable que pareciera.
—No es tan infrecuente verme en este parque últimamente —respondió Harry, dejando salir una risa nasal—. Draco y yo venimos los domingos con Scorpius.
Por un instante, Nikiforov se vio confundido con la respuesta, hasta que vio a Harry sonreír al ver venir hacia ellos a Draco, dándole la mano a un niño de unos cinco años; con cabello rubio casi plateado y brillantes ojos grises; que iba tirando de Draco como si quisiera retarlo a correr porque necesitasen llegar pronto a algún sitio.
Harry no dijo nada, levantándose del asiento y avanzando unos pasos mientras abría los brazos. Draco dejó ir de la mano de Scorpius y el pequeño niño corrió de inmediato hacia los brazos de Harry, quien lo levantó con cierta dificultad. Los años no pasaban por gusto.
—Scorpius, este es un antiguo compañero de trabajo mío —presentó Harry, dejando un beso en la mejilla sonrojada del pequeño antes de mirar a Nikiforov—. Él es Scorpius, nuestro nieto.
Nikiforov miró con asombró al niño en los brazos de Harry, quien le sonreía alegre y lo saludaba de forma educada; vio a Draco Malfoy, tan elegante como siempre, colocando un brazo alrededor de la cintura de Harry; y observó con atención la felicidad que los rodeaba pese a las décadas que habían estado juntos.
Se preguntó por un momento si él hubiese amado a su esposa desde tan temprana edad de haberla conocido, pero sabía que no tenía respuesta para eso, porque dudaba que alguien pudiera amarse de la forma en que lo hacían ellos dos.
Conversaron por algunos minutos más, intercambiando comentarios respecto a los niños e incluso Draco mantuvo un aire afable mientras hablaban, hasta que Nikiforov fue arrastrado lejos por sus tres hijos, la mayor quejándose sobre algunas botas de última moda de las que él no entendía nada. Cosas de adolescentes, murmuró Harry en el oído de Scorpius cuando preguntó al respecto.
—Había pasado mucho tiempo, ciertamente —comentó Draco con una sonrisa suave, despeinando a Scorpius mientras caminaban hacia un callejón desierto en el que pudieran aparecerse.
—Abuelo, no hagas eso —protestó el pequeño, haciendo un puchero enojado al intentar peinarse de nuevo con sus deditos.
—Agradece que heredaste el cabello de los Malfoy, Scorpius, porque si llegas a heredar el mío —bromeó Harry, riéndose cuando Draco le dio una mirada de reojo de fingido enojo—. Vamos, aparécenos en la Mansión Malfoy, que todos nos están esperando y ya sabes cómo se pone Calantha cuando nos demoramos.
—Mamá siempre grita y se pone nerviosa —dijo Scorpius inflando los cachetes, haciendo que Draco se carcajeara.
—Me pregunto a quién habrá salido tan nerviosa —comentó Draco con una malicia implícita que Scorpius no comprendió, pero que encendió algo en Harry.
—No provoques, Malfoy —espetó Harry, dejando que las llamas en su interior se encendieran. El inconfundible brillo travieso de aquellos ojos de mercurio lo atravesó en un instante.
—Cuidado, Potter, ya tienes bastante canas en ese nido para pájaros que llamas cabello.
Antes de que Harry pudiera protestar, el tirón en su interior le hizo saber que Draco los había aparecido y el mundo se sintió de cabeza por unos instantes, previo a que la estabilidad regresara a ellos por pedazos en el salón de entrada de la Mansión Malfoy.
—¡Al fin! —exclamó Freddy, dejando escapar un suspiro de alivio—. ¡Ya regresaron!
El grito de aviso trajo consigo la entrada de Calantha, empujando las puertas con un enojo evidente que se disipó al ver a su hijo sonriente que corría hacia ella. Levantándolo del suelo, Calantha dejó decenas de besos en sus cachetes mientras Dmitri la rodeaba por la espalda y dejaba un beso en la cabeza de Scorpius.
—¿Estaba muy alterada? —preguntó Harry a Freddy, dejando que Draco le quitara su abrigo para colgarlo en el perchero.
—Ni siquiera Kiran lograba calmarla, miraba el reloj como poseída —respondió Freddy, frotando ambas sienes como queriendo disipar un dolor resistente.
—Ha estado más nerviosa últimamente —añadió Dmitri, dejando que Calantha siguiera siendo informada por Scorpius sobre todo lo que habían hecho en el parque.
—¿Más nerviosa? Parece endemoniada —repuso Freddy con un suspiro, haciendo reír a Harry.
—Iré a hablar con ella. ¿Vienes, amor?
—Ve tú, yo tengo una cosa que revisar —negó Draco, dejando un beso en la frente de Harry—. Cuando termines dile que me busque, ella sabrá dónde encontrarme.
—¡Scorpius Severus, no te atrevas a treparte en el sofá con los zapatos sucios del parque!
El grito de Calantha regañando a Scorpius fue lo último que Draco escuchó, antes de reconocer los susurros de ella y Harry hablando. La familiar casa en la que se había criado y en la que había vivido maravillosos momentos, al igual que muchos tristes, lo recibía con la calidez de un amor inigualable. A veces Draco juraba que podía sentir que la casa vivía, lo cual no sería raro, considerando las generaciones de Malfoy que habían vivido allí.
—Así que ya te diste cuenta —comentó Narcissa desde el final del pasillo, sonriendo sabedora al ver a su hijo de pie frente a aquella puerta.
—Madre, ¿hace cuánto lo sabes?
—Reviso el tapiz cada mes desde que ella nos presentó a sus tres amantes hace diez años atrás. O sea, las posibilidades se habían triplicado, ¿no? —admitió Narcissa sin ninguna vergüenza, haciendo reír a Draco y acompañándolo con una risa propia.
Draco observó el rostro de su madre, las arrugas que en nada habían menguado su belleza, sino que habían enaltecido su aire de sabiduría; su cabello más plateado que rubio, un efecto innegable de los años que ahora también tenía él; la añoranza de su mirada al mirar la puerta del salón en el cual se alzaba el gran árbol genealógico de los Malfoy, donde el nombre de Lucius Abraxas Malfoy ahora yacía marcado por el inevitable color de la muerte.
—Me pregunto cuántos más secretos guardas, madre —comentó Draco, abrazando a Narcissa por los hombros y pegándola más a su cuerpo. Ella apenas hizo un sonido apreciativo poco comprometedor.
El sonido de pasos acercándose, inconfundibles tacones contra el suelo prístino, hizo que ambos Malfoy mirasen hacia la entrada del pasillo, donde Calantha avanzaba con los vuelos de la falda batiéndose alrededor de sus piernas en una forma característica de Severus Snape. Draco no pudo más que sonreír.
—Los espero abajo —anunció Narcissa, dejando un beso en la frente de Draco.
—Abuela, intenta controlar a la Abuela Molly, creo que ha hecho de su labor personal engordar a todos sus nietos hasta reventarlos —comentó Calantha, haciendo reír quedamente a Narcissa y recibiendo un asentimiento como respuesta.
Cuando el pasillo quedó habitado solo por Draco y Calantha, acompañado del sonido lejano de la multitud enardecida entre risas y gritos infantiles, ambos se miraron. Allí, con la luz del sol entrando por los amplios ventanales que antaño no habían existido, Draco observó la profundidad del esmeralda de los ojos de su hija y casi pudo verlos igual que la primera vez, cuando era apenas una bebé que se babeaba y gorgoteaba sin sentido.
—¿Entramos?
Calantha asintió, inflando su pecho con aire como si de valor se tratara, y tomó la mano que su padre le ofrecía. Las puertas de aquel salón se abrieron para ellos y la habitación explotó en colores ante la luz que se filtraba por el vitral que Calantha había incluido en la pared opuesta al tapiz cuando se mudó a la Mansión Malfoy de forma permanente. Los reflejos danzaban sobre la infinidad de nombres intrincados en verde y flores, y los rostros de las generaciones pasadas de Malfoy sonrieron levemente al verlos.
Ni siquiera los muertos se resisten, pensó Draco.
—¿Cómo te diste cuenta?
—Soy tu padre, mi luna —respondió Draco con calma, avanzando tomado de la mano de Calantha con parsimonia, sin apuro ninguno por llegar al final del tapiz—. Además, te comportas similar a Harry cuando estás embarazada.
—¿Papá también te volvió loco? Porque te juro que Dmitri, Freddy y Kiran tienen que tener una docena de diferentes planes para matarme ya —Draco se carcajeó con dejadez.
—Puede ser, pero te aman demasiado para llevarlos a cabo —repuso con tranquilidad, deteniéndose delante de la esfera de Calantha, vinculada por ramas adornadas con distintas flores a otras cinco esferas —¿Cómo te sientes?
—Nerviosa —admitió Calantha, apretando más la mano de Draco—. Cuando nació Scorpius, todo el Mundo Mágico desató una investigación infinita respecto a cuál de mis tres parejas sería el padre. Como sus rasgos son inconfundiblemente de los Malfoy, al final dedujeron que era de Dmitri. Nosotros ni siquiera habíamos pensado en eso, era estúpido considerando todo. Scorpius nunca supo nada porque apenas era un bebé, pero…
—Tienes miedo de que un nuevo embarazo reviva esos comentarios y Scorpius ahora lo sufra, por no hablar del nuevo bebé en sí mismo —terminó Draco por ella, pasando su pulgar por el dorso de su mano como solía hacer con Harry.
—Ellos son tan distintos unos de otros, que los rasgos del bebé son suficientes para deducir quien es cada padre biológico, incluso si este tapiz no estuviera aquí para mostrarnos eso. No quiero esto para mis hijos, padre.
Draco suspiró, soltando la mano de su hija para acariciar su cabello y llevarla hacia su cuerpo, depositando un beso en su frente. Permanecieron allí, en silencio, con los reflejos coloridos bailando a su alrededor, protegidos del mundo exterior por nada más que el amor que se sentían. Un refugio eterno.
—Nosotros estaremos aquí, mi luna. Tendrás que enseñarle a Scorpius y a este nuevo niño a ser fuertes, valientes, decididos; a no permitir que nadie les afecte, porque el mundo es un lugar oscuro incluso con sus cosas buenas, pero siempre nos tendremos unos a los otros. Nos protegemos, porque somos familia.
—Porque nos amamos —añadió Calantha, apoyando su cabeza en el pecho de Draco y dejándose acunar como cuando era niña.
—¿Estás lista? —preguntó su padre, sus ojos enfocados en la esfera latente sin nombre que yacía debajo de Calantha, conectada al nombre de uno de sus amantes—. No creo que Padma Khan aguante mucho más rodeada de los Weasley, incluso si Kiran está allí para controlarla.
—Te juro que ella me odia —farfulló Calantha, separándose de Draco mientras ambos emprendían el camino de regreso—. Sigue insistiendo para que Kiran y yo nos casemos, me tiene hastiada.
—No te odia directamente, odia la relación múltiple que tienes con su hijo, Dmitri y Freddy —rebatió Draco, riéndose al ser el receptor de la mirada enojada de Calantha.
—¿Cómo eran ella y la hermana en la escuela? No me las imagino relajadas, te lo juro.
—Una era de Gryffindor y la otra de Ravenclaw, ¿qué te hace pensar que interactué con ellas en lo absoluto? Las gemelas Patil apenas pasaban por mi cabeza durante mis años escolares en Hogwarts —respondió Draco con sinceridad, haciendo a Calantha sonreír ladinamente.
—Claro, lo único que pasaba por tu cabeza durante tu tiempo en Hogwarts era: Potter esto, Potter aquello, ¿Qué estará haciendo Potter?
—¡Calantha!
Ante el evidente regaño sin fuerza, Calantha se carcajeó, bajando las escaleras junto con Draco y adentrándose ambos en el gran comedor ampliado de la Mansión Malfoy, donde cuatro generaciones se reunían como una gran familia.
Por algunas esquinas podías ver a los más viejos sentados y dando órdenes, y Calantha contuvo el suspiro de alivio al ver a Narcissa esconder la comida que Scorpius no quería comer; Molly definitivamente quería hacerlo engordar hasta que no cupiera por la puerta; los niños correteaban por todo el comedor sin cuidado ninguno, siendo controlados a medias por sus abuelos.
Esto significaba que Luna estaba corriendo con ellos tanto como sus años se lo permitían mientras Hermione intentaba imponer orden sin efectividad ninguna; y los padres de dichos niños endiablados solo observaban, tomándose un pequeño descanso de la agotadora tarea de cuidarlos.
—Esto parece un circo —comentó Theodore, siendo respaldado por George, quien solo alzó su vaso a modo de brindis.
—Así es siempre —respondió Harry, acercándose con lo que parecían restos de crayolas derretidas manchando sus mejillas—. Familia numerosa, reuniones problemáticas.
—¿Qué te sucedió, papá? —preguntó Calantha, viendo a Draco contener apenas una mueca divertida al intentar limpiar las manchas del rostro de Harry.
—Decidieron pintar mis canas con crayolas, se dieron cuenta que en barra no funcionaría y las derritieron para usarlas como tinte —explicó Harry entre risas, dejándose limpiar por Draco.
—Potter, te he dicho que no los malcries de esa forma —protestó Draco, sacando su varita para realizar un hechizo de limpieza al ver que los métodos muggle no serían de utilidad.
—¡Amor! —llamó Kiran por otro lado, atrayendo la atención de Calantha hacia donde Scorpius, con los más pequeños descendientes Scamander, intentaban usar las copas para verter lo que restaba de las crayolas derretidas.
—¡Joder! —masculló Calantha, corriendo para intentar evitar un desastre mayor y dejando detrás a Draco y Harry con sendas sonrisas.
—¿Te lo imaginaste alguna vez así? —preguntó Draco en un susurro, abrazando a Harry por la espalda.
—¿Yo canoso y tú todavía luciendo un platino perfecto porque las canas apenas se te notan? No, para nada, esperaba ser un sensual señorón imperecedero.
Harry sintió el pecho de Draco agitarse en carcajadas mal contenidas contra su espalda, su aliento risueño golpeando sobre su oreja y sus brazos sacudiéndose alrededor de él. Acariciando con delicadeza las manos entrelazadas de Draco que lo envolvían, Harry se dejó descansar contra él y observó el infierno desatado que era el comedor de la Mansión Malfoy.
De niño, cuando había mucho ruido a su alrededor significaba que sus tíos estaban en casa y por tanto él lo asociaba con desagrado, miedo, repudio; ahora los gritos, las risas, las multitudes no eran más que su día a día, la felicidad que ya no se filtraba por las grietas sino que había destrozado con su presión los muros y se había apoderado de todo.
Había habido momentos oscuros, de dolor y sufrimiento, instantes grabados en él para siempre que todavía dolían a veces, pero la felicidad era mayor, desmedida e implacable. Cuando recordaba la oscuridad, solo tenía que estirar la mano y sabía que siempre habría otra mano allí para tomar la suya y traerlo de regreso a la luz. Había obtenido una vida maravillosa y la había vivido de la mejor forma, por los que no estaban ya, por quienes se habían ido para hacer ese día posible, y por los que compartían a su lado.
—No, nunca lo imaginé, pero estoy seguro que quienes lucharon a nuestro lado sí lo imaginaron. Que esto era lo que pensaban cuando necesitaban encontrar un motivo más para luchar, para seguir adelante —admitió en un susurro suave, el nudo en su garganta haciendo de su voz algo rasposo y bañado de sentimientos tan grandes que solo podían doler de la mejor forma posible.
—Sí, estoy seguro de eso —concordó Draco, su voz igualmente rasposa, sus labios rozando la oreja de Harry en una caricia suave con cada palabra—. Y, para que conste Potter, sí eres un sensual señorón y te lo demostraré tantas veces como sea posible cuando lleguemos a casa.
Harry no pudo contener la carcajada que se abrió paso desde su pecho, aunque su rostro se pintó de un delicado tono rojizo que él intentó disimular como una reacción a su risa por cortesía para los invitados. Algunas miradas sabedoras le dejaron saber que había fracasado en su intento, pero él estaba bien con eso.
Habían vivido bien y seguirían viviendo, para siempre, más allá del fin de sus vidas, pasando el velo de la muerte.
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Finalmente, luego de mucho esfuerzo y horas de dedicación por parte mía al escribir y vuestra al leer, este fic a llegado a su final.
Puede que no fuera del gusto de todos, tal vez algunas decisiones creativas para el hilo de la trama ustedes las hubieran preferido diferentes, puede que muchos no se emocionaran tanto con los extras y algunos puede que jamás hayan llegado hasta aquí. Los comentarios fueron disminuyendo y ya no estoy al tanto de sus opiniones, sin embargo, admito estar feliz.
Estoy feliz porque logré un sueño personal que he tenido desde que era pequeña y vi por primera vez Harry Potter, porque siempre pensé que tenía una química inmensa con Draco. Un sueño que incrementó cuando leí los libros y vi como Harry describía a Draco y la naturaleza de su obsesión canónica, da igual lo que haya pasado en el canon al final o lo que la autora de la obra diga.
Siempre tuve miedo de escribir sobre esta ship, y ahora que lo he hecho me pregunto de qué estaba tan asustada. Tal vez de la calidad inmensa de la obra original, o de la cantidad de fanfics magníficos que se habían escrito. Temí no estar a la altura, y pude no estarlo, o puede que sí, pero ahora que lo he completado, no puedo más que sentir satisfacción.
Espero hayan disfrutado de este viaje tanto como yo, aunque debió de haber terminado en agosto junto con el reto del Mpreg, no lamento que se haya extendido tanto el camino, ha sido fantástico.
Volveré a escribir más ship, incluso otras del universo de Harry Potter, pero Drarry no tengo pensado volver a escribir en un tiempo. Si les ha gustado como escribo, pueden revisar que otras cosas tengo publicadas y tal vez les gusten las ships o las dinámicas. Si esto es todo lo que han de leer mío, que sepáis que ha sido un placer compartir mis palabras con vosotros.
Nos vemos de nuevo algún día, al final del camino, prometo quedarme hasta el mismísimo final.
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