Extra 1 "El frío en el interior"
Ginny Weasley y su descenso en la locura. Esto es más un estudio de personaje que otra cosa, pero espero lo disfruten.
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Harry Potter. Desde que Ginny tenía edad para recordar, las personas habían susurrado su nombre con orgullo, honor, idolatría e, incluso, miedo. Había escuchado su historia antes de aprender cualquier relato histórico del Mundo Mágico, había aprendido a escribir su nombre antes que el suyo propio, había soñado con él antes de siquiera conocerlo. Entonces, como era lógico, Ginny no pudo más que enamorarse.
Cuando lo conoció, no parecía más que un niño perdido en medio de la multitud de la plataforma 9¾, sin saber a dónde ir o qué debía de hacer. Su familia lo trató con amabilidad, pero no vieron más allá de la imagen infantil del niño. Ginny sí lo hizo. No fue sorpresa para ella cuando llegó una carta de Ron la primera semana de iniciada la escuela, contando con gran orgullo que era amigo de Harry Potter y compartían casa. Ginny lo había esperado.
La añoranza bañó sus días de un azul triste, pues nada podía hacer Ginny contra su propia edad. El año de espera fue tortuoso y lento, pero ella esperaba que todo valiera la pena al final. Su emoción ante el final del curso escolar fue atribuida por sus padres a que no tendría más tareas, poco entendían ellos del verdadero motivo. Las vacaciones serían una espera corta en comparación con lo que ella ya había soportado y, entonces, estaría en Hogwarts, en Gryffindor, con Harry.
Incluso el ridículo de haber sido vista en pijamas por el Gran Harry Potter no opacó sus esperanzas de que la relación entre ellos cambiaría tan pronto ella vistiera el rojo y dorado de los leones. Sus hermanos eran unos impresentables que no entendían nada, y sus padres eran demasiado ingenuos para ver la importancia de su entrada a Hogwarts. Ginny agradeció a cada generación de magos que había existido que ella fuera una niña, pues sus pertenencias tenían que ser compradas nuevas en su mayoría, al no poder usar lo que usaron sus hermanos.
No es que Harry fuera a fijarse en eso, era mejor amigo de Ron, quien Ginny consideraba un de los menos agraciados y buena compañía de los Weasley, pero si podía hacer notar sus atributos y llamar la atención de Harry, ella estaría agradecida. Por eso, Ginny ondeó su cabello rojizo con orgullo cuando el Sombrero gritó Gryffindor hacia la multitud de estudiantes en el Gran Comedor, y se acercó prontamente a su hermano, buscando estar más cerca de Harry.
Esperó que el año escolar fuera ese tiempo en que su relación floreciera y se profundizara, pero era una niña que no comprendía del todo lo que estaba pidiendo. No se desanimó por el fallo de su canción, Ginny entendía que para Harry era difícil verla como algo más que la hermanita menor de su mejor amigo, pero la oscuridad creció raíces en su interior con cada escrito en las páginas de aquel diario. La tinta negra reflejaba el mismo deseo obsesivo por Harry que Ginny sentía.
Sin embargo, fue Ginny quien se alzó triunfante al ser rescatada por Harry Potter. Ese era el evento importante que debió de cambiar la percepción de Harry respecto a Ginny, así que fue inevitable sentirse decepcionada al ver que Harry la protegió en un acto de heroísmo y amor fraternal. Esto no desanimó a Ginny, sino que la hizo sentir más importante, había sido salvada por el héroe del que todo el Mundo Mágico hablaba. ¿Qué más podía desear?
Más, mucho más.
Hogwarts fue, de todas las formas posibles, una tortura infernal. Harry siempre parecía estar más concentrado en meterse en problemas y cómo escapar de estos, que en atender su vida privada y hacerle caso a Ginny. La única persona, fuera de Voldemort y su posible retorno, que lograba atraer la atención de Harry era el jodido Draco Malfoy.
Ginny no comprendía qué podía tener el hurón albino, como su hermano lo llamaba, para lograr siempre tener a Harry atento a cada uno de sus movimientos, pero Ginny suponía que el desprecio que sentían mutuamente llevaba a Harry a vigilarlo para evitar que le hiciera daño a alguien. Para Ginny eso era heroico.
A medida que la adolescencia cambió su cuerpo, también lo hicieron sus deseos. Ya Ginny no soñaba con salidas al jardín, tomados de la mano y preparando un picnic, sino con todas las formas en que sus manos podían recorrer el cuerpo de Harry cuando este fuera suyo. Porque iba a ser suyo, eso era indiscutible. Sabía que tendría la aprobación de su familia, su madre prácticamente había adoptado a Harry, así que sus oportunidades eran buenas.
—No parece que yo le interese —comentó una chica de Ravenclaw en los pasillos, de camino a la clase de Adivinación—. Ni siquiera nota mi presencia.
—Eso es porque te tiene siempre allí, te cree asegurada —repuso otra, sujetándola fuertemente del brazo—. Lo que tienes que hacer es darle celos.
—¿Darle celos?
—Claro —aseguró la muchacha con firmeza—. Coquetea con alguien más, incluso sal con otra persona, pero siempre asegúrate de que él lo sepa. Verá que no te tiene asegurada, que puede perderte, y le molestará que alguien más toque lo que debería de ser suyo. Lo tendrás a tus pies de inmediato.
—¿Estás segura? —preguntó dubitativa la joven.
—A mi hermana y a mí nos ha funcionado.
Cualquiera que fuera el final de la conversación, Ginny no lo había escuchado porque tuvo que seguir por el pasillo opuesto, le tocaba Transfiguración a esa hora. Sin embargo, Ginny no sufrió por perderse el final, había obtenido una información importante que ni siquiera había buscado en primer lugar. Se reprochó internamente no haber pensado en eso antes, los hombres eran posesivos por naturaleza y ella estaba segura ahora de que el camino directo hacia Harry eran los celos.
No hubo vacilación en su actuar. Ginny estudió a los posibles candidatos durante algunos días y finalmente escogió a Michel Corner, de Ravenclaw, pensando que sería lo suficientemente imponente como para hacerse notar su relación, pero también inferior a Harry para que este no se sintiera atacado en su hombría.
Para su desfortuna, ni siquiera sus propios hermanos le dieron mayor importancia a su relación y, pronto después, todo terminó. El regreso de Voldemort trajo consigo una oscuridad sobre el Mundo Mágico que Ginny reconocía en su propio interior después de haber poseído el diario de Tom Riddle. En medio de todo eso, Ginny tenía la esperanza de ser ella quien trajera luz a la vida de Harry.
Dolores Umbridge se convirtió en la principal fuerte de cercanía entre Ginny y Harry, forzándolos a crear el Ejército de Dumbledore y haciendo que las pocas horas libres las pasaran juntos en la Sala de los Menesteres. Que hubiesen más estudiantes allí aprendiendo a defenderse junto con ellos no era importante, siempre que Harry le prestase suficiente atención.
Cho Chang, por otro lado, se convirtió en un problema del que Ginny tenía que deshacerse, si tomaba en cuenta que la Ravenclaw se había acercado lo suficiente como para compartir un beso con Harry. Ginny era buena amiga, Luna podía corroborarlo, y su papel como buena amiga era recordarle a Cho lo mucho que había amado a Cedric, lo bonita que había sido su relación y lo reciente de su muerte. Los sentimientos frágiles de Cho cayeron en pedazos bajo sus palabras, y la traición de su amiga al Ejército de Dumbledore solo sentenció su relación con Harry.
Reanalizando sus pasos y los errores cometidos, Ginny decidió que los celos no eran un mal camino, sino que ella había escogido a la persona equivocada. Necesitaba alguien más cercano a Harry, más obvio, alguien que pavoneara su relación por delante de Harry en todo momento y no podía limitarse a tomarle de la mano por los pasillos, tenía que exponer una profundidad que encendiera las hormonas revolucionadas de Harry. Sabía que él tenía que añorar el calor de un cuerpo tanto como ella lo hacía.
Dean Thomas fue el elegido para su plan y la exposición física de su relación obtuvo la reacción deseada, la que su relación anterior no había logrado: Harry la observaba. Podía sentir su mirada caer pesada sobre ella con cada momento en que sus labios eran devorados por los de Dean, y Ginny sonrió internamente, regocijándose en su triunfo, hasta que el maldito Draco Malfoy se entrometió, acaparando toda la atención de Harry para él.
Ginny tuvo que volverse más audaz, acercarse de forma más evidente, incluso si su incompetente hermano no lograba notar sus verdaderas intenciones. Pese a que Malfoy atraía la atención de Harry la mayor parte del tiempo, era con Ginny con quien Harry coqueteaba. Al final, Ginny tuvo que agradecerle a Malfoy sus intervenciones, porque fue la lucha de varitas en el baño donde Harry le dio su merecido al sucio Slytherin lo que llevó a Ginny a la Sala de los Menesteres con Harry, lo que los unió en un beso.
Estrellas danzaron en su cabeza durante el tiempo separados, la felicidad absoluta de su objetivo casi logrado. Ginny estaba pletórica de alegría. Por supuesto, porque era Harry Potter y Voldemort lo quería muerto y las cosas nunca podían salir como Ginny deseaba ni Harry necesitaba, todo fue cuesta abajo una vez más con la muerte de Dumbledore y la toma de poder de Voldemort.
Harry, siempre el héroe, se apartó de Ginny por su propio bien, después de un beso compartido y la promesa de retomar lo que tenían cuando la guerra terminara, si ganaban ellos. Harry no dio detalles de lo que harían y Ginny no los pidió, comprendía su papel en la guerra como El Elegido y era precisamente eso lo que la había atraído en primer lugar. Así que Ginny espero, preparada para su victoria, apoyando desde el interior de Hogwarts y engrandeciendo su poder y reputación para ser digna de estar al lado del futuro Salvador del Mundo Mágico.
La lucha dentro de Hogwarts había sido una guerra de desgaste, la batalla fue una colisión de magia explosiva donde decenas de vidas sucumbieron. Ginny vio a magos morir frente a ella, se defendió para sobrevivir, vio a sus amigos caer ante el poder de un Avada, su madre la defendió de las garras de la muerte contra Bellatrix Lestrange, vio el cuerpo de su hermano muerto.
El mundo se tornó de un gris plomo después de eso. No hubo victoria, no para Ginny, viendo la muerte y el dolor apoderarse de su hogar, drenar la vida de su familia. George parecía haber sido despojado de toda felicidad por un dementor, sus padres fluctuaban entre el llanto y la desesperanza, sus hermanos mayores intentaban mantener la calma para protegerlos y Ron estaba tan ausente como ella. Sentarse y observar a la nada se convirtió en una actividad diaria para Ginny Weasley, hasta el día en que escuchó que Harry habló a favor de los Malfoy en sus juicios.
Había sido un comentario al azar entre Bill y Charlie, apenas un susurro que nadie debía de escuchar, pero Ginny había estado demasiado tiempo en la misma posición y le dolía cada músculo de su cuerpo, así que había decidido caminar por la casa para relajar el dolor físico que no necesitaba por encima de su sequía emocional.
Ira, pura y líquida corriendo por sus venas. Ginny no preguntó ni avisó, ni le importaba tampoco lo que podría pasar cuando tomó los polvos flú y viajó por la chimenea hacia Grimmund Place, donde Harry había decidido quedarse para permitirle a los Weasley pasar su luto en la Madriguera.
—Ginny, no te esperaba —comentó Harry cuando levantó las protecciones para permitirle el paso—. ¿Sucedió algo?
—¿Testificaste a favor de los Malfoy? —cuestionó Ginny, apreciando la oscuridad seria que se apoderó del rostro de Harry, cubriendo del todo la expresión cansada, pero afable, que antes había tenido—. ¡Respóndeme, Harry! ¿Testificaste a favor de los Malfoy?
—Sí —admitió Harry sin titubeos, sus ojos pétreos sobre Ginny con una dureza que ella le desconocía—. No estaría vivo sin ellos.
—Son mortífagos —repuso Ginny con asco.
—Me salvaron la vida, no voy a mirar hacia otro lado. Sin ellos, yo estaría muerto y Voldemort habría ganado —alegó Harry, dando un paso más cerca de Ginny—. No voy a excusarme por defenderlos de forma justa.
—¿Justa? ¿Te parece justo que los Malfoy sigan libres? —acusó Ginny, mirando a Harry a través del dolor y el resentimiento—. Perdimos años en una guerra que se armaba, luchamos codo a codo en la batalla, soportamos torturas y maleficios, decenas murieron, Harry. ¡Mi hermano murió! No vengas a decirme lo que es justo. ¡Lo justo es que esas ratas se pudran todas en Azkaban!
—¡Basta! —gritó Harry, los cristales de Grimmauld Place temblando ante el poder de su magia desbocada—. Sé el dolor que todos han pasado, yo estoy sufriéndolo desde que nací, Ginny. Nadie va a venir a hablarme de la guerra como si yo no supiera el verdadero alcance que tuvo, lo que Voldemort hizo. ¡Yo estaba en su mente! Pero no voy a permitir que se condene a nadie a una sentencia en Azkaban si no creo que lo merezca. Narcissa y Draco Malfoy no lo merecen.
Dolor, tan agudo y profundo que Ginny sintió como corría desde cada punta de su cuerpo y la entumecía, consumiéndola, sumergiéndola en lo profundo de un agua turbia y sin posibilidades de salir a la superficie a respirar. La imagen de Harry delante de ella se convirtió en una forma borrosa y las lágrimas no dejaron de fluir, incluso cuando el verde de los polvos flú la trasladó de regreso a la Madriguera.
No supo más de Harry, ni los Malfoy, ni nadie en el Mundo Mágico, durante algunos meses. Creyó haber escuchado que algunos magos habían regresado a Hogwarts para reconstruirla y borrar las marcas de la batalla, que la Comunidad Mágica había terminado con todos los juicios y que era momento de sanar. Ginny no entendía nada, ni le interesaba.
—Ginny, querida, Harry está aquí para verte —anunció su madre en algún momento, Ginny no estaba segura de qué fecha era. El silencio fue su única respuesta, y Molly abrió un poco más la puerta de la habitación—. Espero que a ti te escuche.
Los pasos suaves de Harry dentro de su habitación sonaron como golpes sordos y constantes, el silencio incómodo y pesado se extendió durante algún tiempo que Ginny no había contado y, luego, todo fue calor, la presión del cuerpo de Harry al lado de ella, su olor embriagando sus sentidos, su presencia inconfundible.
—Lamento cómo terminó nuestra última conversación. No se suponía que pasara así —inició Harry, manteniendo la mirada en el exterior que la ventana empañada mostraba. ¿Cuándo había limpiado Ginny por última vez? —Sé que es difícil comprender por qué hice lo que hice, más cuando se ha perdido tanto en la guerra, pero no tenía que reaccionar de tal forma. Por eso, te pido disculpas.
Ginny no encontró palabras en su interior. Era como si su corazón se hubiese endurecido y, poco a poco, la presencia de Harry estuviera picando la dura piedra, abriéndose un lugar pequeño entre la dureza fría y alojándose dentro. Lo sentía, allí donde no había quedado más que entumecimiento después del dolor, a Harry adentrándose y devolviéndole parte de la calidez que había perdido. Ginny podía aferrarse a eso.
Hogwarts fue un regreso difícil, un enfrentamiento con tantas versiones de sí misma que habían perecido durante aquellos años, que Ginny se sintió fuera de su cabeza en varias ocasiones. Harry era la única constante, lo que había estado allí desde que ella recordaba, la roca firme a la que aferrarse cuando las olas de la desesperación y el luto azotaban inmisericordes.
Harry tomando su mano, Harry acariciando su cabello, Harry leyéndole para que durmiera, Harry besándola, Harry reclamando su cuerpo hasta la saciedad, Harry amándola. Era todo lo que Ginny siempre había añorado y ahora lo tenía. Era suyo y le provenía un confort que le había sido desconocido hasta ese momento. Ginny lo amaba. Ginny volvía a ser feliz.
Sus años escolares terminaron con Ginny portando una magnífica sonrisa y alzándose victoriosa en su escoba, al ser seleccionada como jugadora de Quidditch por las Arpías después de verla desempeñarse en los partidos de Hogwarts. Nunca había planeado otra elección para cuando terminara la escuela, demasiado ocupada con la guerra y sobrevivir, y los estudios no eran su prioridad. Ser jugadora profesional era un sueño, que desconocía tener, hecho realidad.
Su vida volvía a su cauce, al camino recto que siempre le había sido destinado. Podía ver perfectamente su futuro: saldría con Harry durante algunos años antes de que él le propusiera matrimonio, se casarían en una boda pequeña e íntima que haría sentir cómodo a Harry, ella jugaría durante algún tiempo más antes de salir embarazada de su primer hijo, luego dejaría pasar un par de años antes de tener el segundo y, esperaba que con suerte, pronto después tendrían la niña. Serían una familia de libro: felices y perfectos; como Harry lo deseaba.
Por eso es que Ginny no estaba segura de en qué momento todo había salido tan mal. Siempre había sido comprensiva y paciente, y Harry y ella habían pasado por varias separaciones a lo largo de los años que se conocían y muchos malos entendidos. Todo había estado perfecto, Harry le daba cuanto ella necesitaba y no había nada fuera de lugar en sus vidas. Ginny comprendió sin problemas cuando Harry se alejó de todos e, incluso, cuando regresó para terminar su relación con ella. Las cosas iban muy bien, algo a lo que Harry no estaba acostumbrado, así que ella le daría el tiempo que él necesitaba para procesar lo que sucedía y adaptarse. Esperar era sencillo.
Todo se fue cuesta abajo cuando la noticia del embarazo de Harry recorrió el Mundo Mágico. Ginny no se inmutó por esto, pensó que era alguna falsa noticia, como muchas otras que los periódicos habían publicado de Harry Potter a lo largo de los años, pero prefirió pedir el fin de semana libre e ir a la Madriguera, por si Harry se sentía irritado y necesitaba a su familia cerca para ayudarlo a sobrellevar las nuevas calumnias del Profeta.
Al suelo bajo los pies de Ginny tembló cuando su familia le confirmó que la noticia era cierta. Mientras su madre se mostraba indignada, preocupada por el bienestar de alguien a quien consideraba un hijo más, Ginny se sentía furiosa. Harry había sido engañado, Draco Malfoy lo tenía bajo el control de un maleficio o una poción y su familia lloraba y aceptaba la noticia cual estúpidos.
¿Desde cuándo eran todos tan ignorantes?
Aun desde su celda en Azkaban, donde la humedad calaba sus huesos y el mínimo susurro de los pies sobre la piedra del suelo era un estrépito que se engrandecía con el eco, Ginny seguía sin comprender qué había pasado. Ella solo estaba protegiendo a Harry y su futuro. Malfoy lo había encantado para violarlo y poner en su interior algún engendro infernal, probablemente para revivir al Señor Oscuro mismo.
¿Por qué nadie podía ver que ella solo estaba velando por el bienestar del amor de su vida?
Ginny admitía que la tortura y el asesinato podían haber sido métodos extremos, pero intentó hablar con su familia y no la escucharon, presentó quejas infinitas en el Ministerio de Magia y solo obtuvo respuestas vagas de que se habían hecho las investigaciones pertinentes y no se encontraba ningún indicio de que la unión de Harry con el mortífago asqueroso de Malfoy no fuera legítima.
¿Cómo es que todos se dejaban engañar?
—Buenos días, Ginny —saludó la psicomaga, adentrándose en la celda de Ginny y adoptando su acostumbrada posición sentada en la silla que estaba empotrada en la pared del fondo—. ¿Cómo te sientes hoy?
—¿Puede decirme algo de Harry? —preguntó Ginny, su mirada centrada en la humedad que empapaba el frío suelo.
—No, Ginny, ya sabes que no puedo.
—Entonces puede irse a la mierda —repuso Ginny con enojo, sus ojos enfrentando con incontenible rabia la expresión dulce y comprensiva de aquella perra imbécil que pensaba que había algo mal con ella.
¡Ellos eran los idiotas que se dejaban engañar y mantenían a Harry cerca del peligro y lejos de ella!
—Hace un día precioso hoy, ¿por qué no tenemos esta conversación afuera? El patio está limpio y el sol lo ha secado. Será mejor para tu cuerpo —propuso la psicomaga con suavidad, recibiendo un gruñido como respuesta—. Te has negado a salir de tu celda desde que empezamos las sesiones, ¿hay algún motivo en especial para esto?
—No quiero salir de mi celda, quiero salir de Azkaban e ir a hacer lo que debe hacerse —espetó Ginny, sus piernas doblándose contra ella en un gesto protector y agresivo en igual manera.
—¿Y eso qué sería, Ginny?
Sus ojos se fijaron en la luz que entraba por la rendija de la puerta, en el sol que brillaba más allá de su celda, en el calor que casi podía sentir contra su piel. Todo se sentía sucio e inadecuado. La humedad era más propia de ella, arropaba sus emociones congeladas y la ayudaba a mantenerse más serena, más anclada a su realidad.
—Matar a Draco Malfoy.
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Bienvenidos a los capítulos extras :-)
Para aclarar, la conducta se Ginny era inapropiada desde el principio, y esto es porque el amor de Ginny en el canon me parece poco sano y obsesivo.
Esto NO significa que Ginny sería una asesina sádica solo por eso, de allí que hiciera esa profundización en como sus vivencias iban traumándola y cuál fue su forma de responder a este trauma, llegando a convertirse en lo que ya vieron.
¿Qué les pareció?
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